¡Hola!

Bueno, siempre estoy disculpándome por mi falta de presteza para actualizar, pero a los pocos que estén siguiendo este fic les pido que se mantengan "en sintonía" :) porque no voy a dejar esto sin terminar. No tengo mucho tiempo para escribir, la universidad me tiene muy ocupado. Pero lo seguiré haciendo, por que me gusta escribir.

Espero que les guste este capítulo. Muchas gracias por los reviews que me han puesto hasta ahora, (los reviews nunca le hacen daño a nadie... es mi frase favorita) y espero que les guste este nuevo capítulo.

Sus comentarios serán bien apreciados. Así que, ¡no duden en dejar alguno! Si dejan un review anónimo, por favor déjenme su e-mail para poder contestarles.

Cuídense, y hasta pronto.

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Capítulo IX: Pesadillas y dificultades

"¡Alguien ayúdeme por favor!"

Estaba colgando en un precipicio, asiéndome a una soga que amenazaba romperse. El eco de mi voz resonaba en el barranco, suficientemente fuerte como para que alguien me escuche.

"¡Por favor, ayuda! ¡No quiero morir! ¡ALGUIEN POR FAVOR AYÚDEME!"

Ya iba a rendirme cuando mis esperanzas revivieron súbitamente. Una pequeña figura femenina apareció en el borde del barranco.

"Oye, quien quiera que seas, ¡por favor ayúdame! ¡Por favor!" dije llorando.

La ligera niebla empezó a disiparse y pude ver a esa persona con claridad. Era Lizzie McGuire.

"Lizzie, ¡qué gusto que estés aquí! ¡Por favor ayúdame! ¡No me dejes morir!" grité.

Era Lizzie, en verdad, pero había algo raro en ella. La expresión en su rostro me hizo recordar la imagen que solía ver todos los días cuando me miraba en el espejo. Ella me habló entonces.

"¿Qué hay, Kate? ¿Cómo terminaste allí?" Lizzie preguntó en un tono burlón, con una mirada fría y una sonrisa extraña en sus labios.

"¿Que cómo terminé aquí? ¡No lo sé!" pensé.

"¡Lizzie, por favor ayúdame! ¡No voy a resistir demasiado tiempo!"

"¿Por qué debería ayudarte?" Lizzie preguntó.

"¡Lizzie, por favor! ¡Te lo suplico! ¿Acaso no ves que esta soga está a punto de romperse? ¿Si no me ayudas, voy a morir!"

"¿Es ése mi problema?

No podía cree lo que oía. ¿Era realmente esa persona Lizzie McGuire? Era distinta, por completo. La Lizzie McGuire que yo conocía nunca pensaría dos veces antes de ayudar a alguien.

"¡Lizzie, por favor deja de hacer preguntas tontas y sácame de aquí!"

"¿Tontas?" Lizzie preguntó, con una expresión interrogante en el rostro.

La cuerda siguió rechinando, y mis manos empezaron a resbalar sobre la soga.

"¿¿Tontas? Creo que mis preguntas no son tontas. Pero de hecho, yo he sido tonta, y muchas veces." Lizzie continuó hablando. "Todas las veces que te he ayudado. Las cosas son así: yo te ayudo, tú echas a un lado. Parece la ley de la acción y la reacción, casi tan natural como eso. La piadosa Lizzie McGuire se preocupa por todos los demás, pero nadie se preocupa por ella."

"¡Lizzie, estás enloqueciendo! ¡Basta! ¡Ayúdame!" rogué.

Lizzie se puso de cuclillas y me miró.

"La venganza es dulce, ¿no lo crees?" Lizzie sonrió, con una mueca malvada.

Empecé a temblar. "¿Qué quieres decir?" pregunté.

"Desde que me expulsaron de la escuela, mi vida ha sido un infierno. Miranda y Gordo se olvidaron de mí. Andie estuvo en tu lugar allí, solo que más malvada, aún peor que tú. Me metió en problemas aún más grandes. Miranda y Gordo creyeron que yo en verdad era capaz de hacer cosas horribles y de herir a los demás. Así que me dejaron. No tienes idea de cuánto he sufrido."

La soga rechinó de nuevo. Esta vez sentí claramente que mis manos perdían firmeza y empezaba a deslizarme.

"Oh… no… ¡Estoy cayendo! ¡Lizzie, por favor! ¡Por favor ayúdame…! Imploré llorando, las lágrimas quemando mis mejillas.

"Así que," Lizzie siguió, ignorándome como si yo no hubiera dicho nada. "Me prometí a mí misma no preocuparme por nadie nunca más. Supe que lo haría desde el día en que besaste a Gordo en frente de mí. Pero no te preocupes. Ya no seré egoísta. Te voy a sacar de tu sufrimiento."

"Oh, Lizzie… ¡muchas gracias!" le dije sonriendo, con mis esperanzas reviviendo.

Lizzie buscó algo en su bolsillo.

"Pero… ¡Espera!" Lizzie exclamó abruptamente. "Siempre quise encontrar al culpable de mi miseria… veamos… una persona que me odia sin razón alguna, que siempre disfrutó de molestarme… la recuerdo… ella era alta, rubia, popular…"

Lizzie me miró.

"¡Ja-ja! ¡Ya sé quién es! ¡Eres tú, Kate Sanders!" dijo al fin, abriendo mucho los ojos, sonriendo horriblemente.

Lizzie se había vuelto loca. De pronto, me arrepentí de todos los horrores que le había hecho.

"Bueno, como lo dije, es hora de sacarte de tu miseria." Lizzie dijo, sacando una navaja de su bolsillo. "No te preocupes, en unos pocos segundos ya no estarás sufriendo."

"¡¿Lizzie, qué estás haciendo!"

"¿No lo ves? Estoy cortando la soga. ¡Buen viaje!"

"No, Lizzie, por favor perdóname, estoy arrepentida por todas las cosas horribles que te he hecho, ¡pero por favor no lo hagas!"

"Disculpa tardía. Lo siento."

"Lizzie, no, Lizzie, ¡LIZZIE! ¡AHHHHH!"

Ella cortó la soga y empecé a caer, gritando. Caía tan rápido que no pude ver el fondo del precipicio hasta que di contra él.

"¡NOOOOOOO!" Kate gritó al despertarse, con el cuerpo cubierto de sudor frío.

"Cálmate, Kate, cálmate."

Se levantó y se dirigió a la cocina, para beber un vaso de agua. "Sólo fue una pesadilla."

"Una pesadilla, pesadilla. Nada más que eso."

Inconscientemente, sabía la razón de ese sueño. La culpa que sentía por lo que le había hecho a Lizzie era lo que la había puesto en esa situación.

Bebió dos vasos de agua y volvió a su dormitorio.

"Ahora, duerme con tranquilidad. Olvídate de todo." Puso un CD de música ambiental y se recostó de nuevo en la cama, escuchando la música, tratando de relajarse. Pero esa no iba a ser la última pesadilla que iba a tener esa noche.

-s-

Larry, Gordo y Miranda habían saltado la cerca. Caminando tan silenciosamente como podían, los tres se aproximaron a las bodegas detrás del gimnasio.

"Esperen un segundo" Larry dijo, mientras trataba de abrir el candado con la ganzúa.

"¿Estás seguro de que todavía no hay guardias a esta hora? Miranda preguntó a Larry.

"Los únicos guardias de turno a esta hora son el señor Melville y el señor Miller, y deben estar en el edificio de laboratorios ahora, Debemos apresurarnos porque el resto de guardias llegará más tarde."

"Así que por ahora no hay problema" Gordo sentenció. "El señor Melville es un poco sordo, y el señor Miller, un poco ciego."

Miranda rió.

"¡Lo tengo!" Larry susurró. Retiró la ganzúa y abrió la puerta. Como lo había pensado, esas bodegas eran más oscuras que una noche sin luna.

"No veo nada." Gordo comentó.

"¿Tenemos que ir por allí? Porque detesto la oscuridad…" Miranda dijo, con miedo en la voz.

"Nada de eso. No te preocupes mientras tengamos esto." Gordo respondió, encendiendo la linterna. "Después de mí" ordenó, haciendo un ademán a los otros dos para que lo siguieran.

Entraron a la amplia y oscura bodega. Larry cerró la puerta por la que habían entrado.

"¡Oye! Miranda exclamó. "¡No cierres la puerta! ¿Cómo se supone que vamos a salir?"

"¡Miranda, por favor tranquilízate!" Larry dijo. "¡La puerta se abre por dentro! ¿Por qué estás tan nerviosa?"

"¡No estoy nerviosa!" Miranda respondió, alzando la voz. "Es solo que estoy un poco tensa…" aclaró, temblando un poco.

"¡Shhhh! ¿Quieren que nos descubran?" Gordo preguntó. "¿Qué tal si los guardias vienen de sorpresa y los oyen hablando?"

"Lo siento…" Miranda susurró.

Continuaron caminando. Un ratón se les cruzó por en frente, chillando.

"Ahhhhh----" Miranda gritó, y su grito fue cortado por Larry, quien le cubrió la boca con la mano.

"¡Miranda!" los dos chicos susurraron, empezando a enojarse.

"Perdón," Miranda murmuró, "prometo que no volverá a pasar."

"Oscuridad, ratones… ¡telarañas!" pensó ella, mirando esas viejas cajas. "¿Puedes creer las cosas por las que tengo que pasar por ti, McGuire?"

-s-

"¡Dame tu dinero y tus joyas!" un ladrón me exigió.

"¡No! ¡Váyase! ¡Policía!" grité.

Empecé a correr, y ese hombre asqueroso me perseguía. Parecía estar decidido a más que solo robar mis pertenencias. Doblé una esquina mirando detrás de mí. Cuando vi al frente, me di cuenta de que estaba en un callejón sin salida. Me detuve, y ese hombre se abalanzó sobre mí.

"¡No! ¡Aléjese!" grité. "¡No me hiera!" le dije, forcejeando con el criminal.

"¡Eres mía!" gritó, rompiendo mi camiseta.

"¡No! ¡No!" vociferé.

"¡Aléjate de ella!" alguien exigió, golpeando al ladrón en la espalda con un tubo. Era Gordo. Lizzie estaba detrás de él, cubriéndose el rostro con las manos, completamente asustada.

"¡Tú, infeliz!" el ladrón gritó, empujando a Gordo contra un contenedor de basura. Gordo cayó al piso, y el ladrón intentó atacarlo mientras estaba indefenso, pero con un rápido movimiento, Gordo esquivó el ataque, rodando en el piso y poniéndose en pie otra vez. El ladrón cayó cuan pesado era en su intento de ataque.

Pero el ladrón era rápido también. Logró levantarse, y esta vez Gordo no tuvo tiempo de esquivarse. El ladrón le pegó en la cara, dejándolo noqueado.

"Bueno, ¿en qué estábamos?" el tipo dijo, acercándose a mí.

"¡Lárguese!" le grité.

Él sacó un arma del cinturón y me apuntó con ella. "Dame tu dinero y tus joyas. ¡No me hagas ordenártelo de nuevo!" Yo estaba paralizada.

"¡Ahora!" exclamó, preparando el arma para disparar.

"¡No la hiera!" Lizzie gritó, apareciéndose detrás de él, tratando de quitarle el arma. Me acuclillé en el rincón.

Lizzie pensó que le podría quitar el arma, pero se equivocó. Ese hombre era un asesino. No dudó al jalar del gatillo. Un disparo sonó. Lizzie cayó, el hombre maldijo y huyó.

Me quedé inmóvil. Lizzie sangraba en el piso.

"¡Lizzie!" dije llorando, acercándome a ella. "Lizzie, ¿por qué hiciste eso?"

"Kate…" ella susurró despacio "tenía que hacerlo… ese hombre iba a lastimarte."

"Lizzie, no tenías que hacerlo... mírate… por favor, ¡ayuda!" grité al cielo.

"Kate, tenía que hacerlo…" Lizzie repitió. "¿Qué se supone que deben hacer los amigos?"

"¿Amigos?" pregunté, llorando más desesperadamente. "Pero siempre he sido un monstruo contigo…"

"Fuimos amigas… y… y…"

"¡Ayuda!" grité de nuevo.

"No hay rencor, Kate. Sólo… consigue ayuda… por que estoy… murien…"

Lizzie cerró sus ojos.

"Lizzie… Lizzie… ¡LIZZIE! No…"

El cuerpo sin vida de Lizzie se relajó. Su rostro no mostraba dolor, o miedo… parecía estar feliz, feliz de haberme salvado…

No hice más que llorar.

Kate se despertó de nuevo, pero esta vez, no podía articular palabra, sin poder gemir, las lágrimas bajando por sus mejillas. La música ambiental aún sonaba.

"¿Por qué tengo estas horribles pesadillas?"

Se sentó al borde la cama, cubriéndose la cara con las manos, Entre sus dedos, vio que un cajón de su mesa de noche estaba ligeramente abierto. Atraída por alguna fuerza desconocida, lo abrió y tomó un álbum de fotos. Caminando hacia la ventana, abrió el álbum. Al ver la fotografía en esa página, su tristeza se intensificó, y le hizo proferir un doloroso sollozo. En la foto, Lizzie de seis años y Kate de siete, con un brazo sostenían sus peluches Mr. Snuggles y Mr. Wugglesby, y con el otro se abrazaban, sonriendo ampliamente.

-s-

Larry, Miranda y Gordo se abrieron paso a través de las oscuras bodegas. Larry buscaba los controles de la energía eléctrica de las cámaras de seguridad.

"Qué mal, o mejor dicho, qué bien que no hayan cámaras de seguridad instaladas aquí." Larry comentó.

"¿Qué quieres decir?" Miranda preguntó.

"Quiere decir" Gordo dijo, "que cualquiera podría entrar a la escuela de la forma en que nosotros lo hicimos. Cualquiera podría entrar silenciosamente y robar los suministros almacenados aquí, y no habría algo que ayudara a encontrar a los ladrones. Pero eso nos favorece ahora, pues de otra forma no hubiésemos podido entrar. Nos habrían descubierto fácilmente."

"Ah…" Miranda susurró. "Entiendo. Básicamente, somos como ladrones ahora…"

"Más o menos." Gordo afirmó, sonriendo.

"Chicos, ¡miren!" Larry dijo, apuntando a la pared. "¡Los controles de energía!"

"Grandioso." dijo Gordo. "Desconecta la energía de las cámaras."

Larry sacó un papel del bolsillo y leyó sus apuntes.

"Veamos. De acuerdo a lo que investigué, este, este, este, este… ¡éste! ¡Éste es el interruptor!" Larry apagó la energía de las cámaras. "Bueno. La vigilancia está deshabilitada. Vamos."

Cuando encontraron la puerta que conectaba las bodegas con el corredor tuvieron que usar la ganzúa de nuevo para abrirla.

"Bueno, chicos. Tenemos que ser cuidadosos. Esos corredores están más iluminados. Estamos cerca de los cambiadores de chicos. Vamos al cuarto de seguridad. Gordo, apaga la linterna, ya no la vamos a necesitar aquí."

"Bien." Gordo confirmó.

Muy sigilosamente, los tres se dirigieron a dicho cuarto.

Recién habían pasado por una esquina cuando Larry regresó a ver y divisó una sombra en la otra esquina del corredor.

"¡Apresúrense!" susurró.

"¿Qué sucede?" Miranda preguntó.

"Alguien viene por allí." Larry informó.

Se escondieron detrás de una esquina. Desde allí vieron al señor Melville caminando lentamente, mirando a todas direcciones.

"No dijiste que no habría guardias?" Miranda protestó.

"¡No se supone que él esté aquí!" Larry se justificó, confundido.

"Talvez cambiaron los turnos… o talvez oyeron gritar a Miranda…" Gordo sugirió.

Miranda bajó la cabeza, sintiéndose culpable. Gordo se dio cuenta de inmediato y se disculpó. "Lo siento, Miranda, no quise decir que sea tu culpa---"

"No te preocupes, Gordo." ella interrumpió "Lo sé. Talvez tengas razón---"

"Como sea." Larry les dijo. "Debemos ser más cuidadosos ahora. El cuarto de seguridad está a dos corredores de aquí. Parece que el señor Melville ya se fue. Vamos."

Llegaron al cuarto de seguridad. La puerta estaba abierta.

"Qué raro…" dijo Miranda."¿Por qué la puerta está abierta?"

Gordo lo pensó, y abriendo mucho los ojos, comprendió lo que pasaba.

"¡Nos tenemos que dar prisa!" exclamó. "¡El señor Melville se ha dado cuenta de que la energía de las cámaras ha sido desconectada! ¡Hagamos las copias de las cintas y larguémonos de aquí!"

Una expresión aterrorizada se puso sobre el rostro de Miranda y Larry.

"Lo que quieres decir es que él se dirige a…" Larry empezó a decir.

"… ¡los controles de energía!" Miranda completó. "¿Cómo vamos a regresar a las bodegas si es que el señor Melville está en el camino, y más aún, con las cámaras encendidas?. ¡Maldición! ¿Qué vamos a hacer?"

"Yo lo voy a distraer mientras ustedes hacen las copias… Ya se me ocurrirá cómo hacerlo, y hacerlo bien. Sólo deséenme suerte…" dijo Larry.

"Es muy riesgoso…" Gordo señaló.

"Lo sé, pero no hay otra forma… Me voy… Les hablaré por el walkie-talkie." Larry respondió, empezando a caminar.

"Larry, espera…" Miranda dijo, casi en un susurro.

"¿Qué?" preguntó él.

"Sólo quiero decirte… buena suerte."

Miranda se acercó a él y le dio un corto beso en la mejilla.

Gordo se exasperó. "Oigan, no quiero ser un aguafiestas, pero nos tenemos que apresurar!"

Larry se sintió confundido por unos segundos, mientras Miranda se sonrojaba.

"Ya vete…" dijo ella.

"Bien…" respondió él y se marchó. Miranda y Gordo entraron de prisa en el cuarto de seguridad.

-s-

Kate no había dejado de llorar.

"¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?"

Los recuerdos venían rápidos como meteoros a su mente. Rememoró muchas cosas. Recordó cuando tuvo que hacer un proyecto de Estudios Sociales con Lizzie sobre la comida de Latvia, y se dio cuenta de cuán tonta había sido la forma en que dejó de ser amiga de Lizzie. ¿Cuándo empezó todo? Ah, claro, el campamento de porristas. Ahí conoció a las más vanidosas y crueles chicas, chicas que habían dejado a sus amigos para ascender en la escalera social. Y ella les hizo exactamente lo mismo a Lizzie y Miranda. Talvez ella no aprendió a ser una buena amiga desde el principio… ella nunca tuvo algo que Lizzie y Miranda sí tenían.

Recordó cuando Lizzie se echó la culpa por destruir la estatua del primer director de la secundaria. Lizzie ni siquiera tocó la estatua, pero Kate dijo: "Mira, si nos fueran a descubrir, ya lo habrían hecho." Después se enteró de que todos supieron que Lizzie no destruyó esa estatua, y que por eso nadie fue al baile de primavera. Todos habían ido a casa de Lizzie. Muy dentro de sí, sabía que se lo merecía. La chica más popular de la escuela, sola, humillada.

Ella tomó la foto de nuevo. "No valgo nada." pensó. Vio la luna a través de la venta, y los recuerdos corrían en su memoria, la culpa carcomiéndole la cordura.

Kate recordó cuando la echaron del equipo de porristas, y Lizzie la entrenó para que pueda entrar de nuevo. Una vez que aprendió a hacer esos saltos con un solo brazo que Lizzie le enseñó con paciencia, se marchó, agradeciendo muy secamente y sin dejar de recalcar que eso no significaba nada, que no por eso volvería a ser amiga de Lizzie.

También vino a su mente la ocasión en que Lizzie, Gordo y Miranda fueron los únicos de la escuela que fueron a su cumpleaños número catorce (bueno, número quince), y Lizzie le ayudó, llamando a su madre, para que los molestos amigos de Amy se marcharan a hacer un desorden a cualquier otro sitio.

En pocas palabra, Lizzie fue siempre buena, y ella a cambio fue cruel, y ruda. Lizzie era una de las pocas personas que se preocupaban de verdad por ella, quizá la única.

"¿Por qué? ¿Por qué soy tan malvada?" esta vez se lo preguntó a sí misma en voz alta. Sus planes habían ido más lejos de lo que ella esperaba, el director había salido herido. Se arrepintió de todo.

¿Y qué de Gordo? Le dolía tanto verlo todos los días, sabiendo que nunca podría quererla, que quería a Lizzie. Si Gordo supiera lo que había hecho, la odiaría.

"Él ya me odia." pensó.

E ignoraba que Gordo se había enterado de todo.

No podía creer que sus sentimientos por Gordo la habían llevado a hacer cosas tan malas: hacer que expulsaran a Lizzie de la escuela y besar a Gordo en frente de Lizzie. Sabía que Gordo amaba a Lizzie, y desde hace unos pocos meses, que Lizzie también lo quería.

Sentimientos… no, no eran sentimientos. Era una obsesión. Cada vez que los veía juntos podía decir que veía verdadero amor en los ojos de los dos. Y se sentía morir, sentía que los celos le quemaban por dentro, deseando tan perversamente separarlos, Pero ahora se veía tan despreciable y asquerosa, se veía como a alguien sin corazón. ¿Cómo se había atrevido a ponerse en medio de los dos?

Se dio cuenta de todo el mal que había hecho. ¿Cómo podría arreglar las cosas?

Sabía que debía. Y por primera vez en su vida, parecía que estaba dispuesta a hacer lo correcto. De pronto el teléfono sonó, distrayéndola.

"¿Quién puede ser?"

Kate tomó el auricular y contestó en voz baja, tratando de no hacer obvio el hecho de que había estado llorando.

"¿Hola?"

"Hola, Kate. Soy Andie. Tenemos que hablar."

Kate no se esperaba que Andie llamara. De todas formas se iba a comunicar con ella al día siguiente.

"Claro. Necesitamos hablar." la rubia dijo, respirando hondo.

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