Capítulo V: Arresto de Imoen
Quizá el momento más frustrante de mi vida fue cuando se llevaron a mi hermana de mi lado, y no pude hacer nada. ¿Fue mi culpa? En parte sí y en parte no. Pero la solución fue no concentrarse en el problema sino en la solución
Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal
Las driadas explicaron que no sabían cosas objetivas, como quien era realmente Irenicus, o cuales eran sus planes. Pero sabían como era por dentro. Él estaba vacío por dentro. Quería sirvientes, emociones y concubinas. Pero lo único que le animaba era la búsqueda de poder. Imoen les interrumpió, diciendo que buscaba el poder total. Irenicus había intentado volver a sentir otras emociones capturándolas a ellos. Pero había fracasado. Irenicus ya no podía entender la belleza de esos árboles. Estaba totalmente vacío por dentro. Ella solía soñar con driadas y hermosos árboles. Ya casi no se acordaba de esos sueños.
Las driadas e Imoen se miraron. Jaheira contempló como entre ellas surgió una especie de lazo que sólo los hermanos gemelos, los amigos eternos o los amantes apasionados lograban obtener. Se podían comunicar sólo con el brillo de los ojos.
La líder de las driadas sonrió, y recomendó a Imoen que viviera como pudiera, allí donde debiera. Si se rendía, moriría. Era el mejor consejo que podía darle. Debía tener mucho cuidado con Irenicus. No sabían lo que buscaba, pero nada lo iba a detener en encontrarlo.
Luego las driadas se volvieron a Jaime. Le dieron unas bellotas, y le rogaron que se la dieran a la Reina Hada, en el extremo meridional de las colinas Ventolanza. Ellas no podían escapar, porque tenían que estar allí para cuidar de sus árboles. Su única esperanza era que las bellotas mágicas llegaran a su destino. Jaime lo prometió.
Las driadas rieron y desaparecieron. Llegaron hasta la más hermosa habitación que hubieran visto nunca, aunque el instinto de guerrero de Jaime le dijo que había algo más, oculto entre tanta belleza. Pero el curso de sus pensamientos fue interrumpido por Imoen que estaba llorando. Dijo que cuando Irenicus había mirado dentro de su mente... Mientras aprendía de ella... Irenicus había seguido hablando constantemente de su antiguo amor. Estaba obsesionado por ella. Era quizá lo único que le importaba, después de la obtención de poder. Y esa habitación... Había hablado de esa habitación mientras manipulaba su cerebro. Era igual a la de su amor... Su amor ahora le odiaba, pero él seguía amándola...
Jaime meditó, que esa hermosura, era de la misma persona que tenía a personas entre la vida y la muerte en las burbujas. Imoen murmuró que la quemaría si no fuera tan hermosa.
A instancias de Jaime, Imoen empezó a registrar la habitación, buscando trampas y abriendo cerraduras. Mientras lo hacía, hablaba, casi para ella misma. Decía que todavía podía sentir sus dedos en su cabeza. Veía sangre y muerte detrás de sus ojos. Irenicus quería algo de ella. Pero si Irenicus pudiera amar algo, sería esa habitación. Le ponía enfermo.
Jaime tenía los ojos fijos en ella. Estaba claro que había sido torturada mucho más de lo que había sido él. O quizá él no lo recordaba. A veces una memoria tan fantástica podía ser una maldición. Había siempre cosas que la gente intentaba ocultar para siempre en el baúl de los recuerdos.
Minsc estaba distraídamente sin mirar a ningún sitio, cuando oyó a Bubú empezar a hacer ruidos con todas sus fuerzas. Escuchó a Bubú, y entendiendo lo que quería decir, se volvió, justo a tiempo de asestar un tremendo golpe al gólem que se había acercado silenciosamente para atacarle. Todo el grupo contempló a dos gólems de arcilla, que se habían acercado por la espalda. Los guardianes de la habitación.
Pero no estaban tan bien hechos como el primer gólem. Estos eran vulnerables a los golpes, y la que estaba en primera línea era Imoen, golpeando con su arma siempre en primera línea, golpeando con una furia bérseker, que incluso Minsc se sintió sorprendido. Siguió golpeando, incluso cuando los cuerpos de los gólems ya empezaban a fundirse. Siguió golpeando hasta que no quedó nada de ellos. Y luego se puso a llorar.
Jaime intentó abrazarla, pero Jaheira lo detuvo. Sabía que le estaba haciendo mucho bien el llorar. Minsc no entendía por que tanta lágrima. Imoen registró rápidamente el resto de la habitación, y siguieron caminando.
Entre los enemigos que tuvieron que enfrentarse, destacaban los numerosos Duergar, enanos diabólicos. No eran rivales para el equipo. Jaime comentó que por lo menos Irenicus necesitaba unos sirvientes vivientes. Imoen opinó que Irenicus no se preocupaba nada de ellos excepto por la calidad de sus cuchillos.
En ese momento una sombra se apareció ante ellos. El equipo se preparó para un enfrentamiento, pero el guerrero que se acercaba no parecía hostil.
Se identificó como Yoshimo, el más famoso ladrón y cazador de recompensas de todo Amn, famoso en Toril entero.
Jaime miró a sus compañeros. Ninguno había oído hablar de ese personaje. Por otro lado, tenía cierto aire de habilidad... Estaba claro que era un ladrón por la forma que miraba a cualquier cosa con ojos calculadores. Y parecía bueno.
Yoshimo se indignó que nunca hubieran oído hablar de él. El famoso Yoshimo, nacido en Kara-Tur, pero actualmente viviendo en Athkatla. Las personas con información, sabían perfectamente que él era un gran ladrón así como un brioso luchador. Había sido secuestrado en una cobarde emboscada, en Athkatla, capital de Amn. Para un ladrón era una vergüenza que lo atraparan con tanta facilidad. Al despertar, se había encontrado allí.
No sabía por que le habían capturado. Quizá le habían confundido con otra persona, lo cual probaba que su captor también era una persona poco informada.
Cuando le preguntaron acerca de si sabía donde se encontraban, dio una importante pista. Dijo que estaban en Athkatla. No sabía en que parte de ella, pero estaba casi seguro que aún no había salido de la ciudad, porque si hubieran viajado más, lo habría notado.
Jaime tomó nota de ese importante detalle. También tomó nota, de que a él le hubieran tenido apartado de los demás prisioneros, que estaban todos juntos en la zona de las jaulas. Pero Yoshimo le caía bien. Para empezar era oriental, lo mismo que Mushahi. Y como Mushahi, Yoshimo tenía un cierto aire de educación que le gustaba mucho. Además al ser oriental, tenía unos ideales y cultura exclusivos de su tierra, allá en el lejano Este. Y tal como Musashi le había explicado, esto suponía una barrera para acostumbrarse a la vida en Occidente. Por otro lado, era un prisionero, lo mismo que ellos, y juntos debían salir de allí. Yoshimo pidió que le dejaran ir con ellos, y Jaime aceptó en nombre de todos.
El siguiente peligro que se encontraron, fue unas jaulas, de donde surgían mágicamente numerosos Memphits. Allí no había ninguna palanca, así que tuvieron que recurrir a la fuerza bruta y romper las jaulas. Ya llevaban la mitad destruida, y los memphits se agrupaban para lanzarse al ataque final, cuando Jaheira dejó de luchar. Había un cadáver destrozado en una tabla, en el medio de la habitación. Jaheira se acercó a él.
Jaime, tras inútilmente gritar a Jaheira que volviera al combate, se lanzó, seguido de los otros, y acabó con las jaulas que quedaban. Cansado, se volvió furioso contra Jaheira. No le importaba que cuestionara su autoridad de vez en cuando. Pero en medio de la batalla debía de obedecer sus órdenes como si fuera parte de su propio cerebro. Le iba a echar una bronca de campeonato... Pero se quedó quieto cuando vio los ojos de Jaheira. Estaba llorando. Y su sorpresa no disminuyó al ver el resto de la cara. Era la misma imagen de la indefensión y de la fragilidad. Nunca había visto esa cara en Jaheira, y nunca había esperado verla en su cara. No en la de Jaheira. Cualquier menos esa
Siguió sus ojos, y contempló el destrozado cadáver que había allí tirado Al principio no entendió que pasaba. No era más que un cadáver más... Entonces reconoció de quien había sido la forma que ahora estaba ahí tirada como un trapo.
Khalid.
Jaime murmuró unas palabras de pésame, pero Jaheira le ordenó que se callase. Jaheira se acercó al cuerpo que estaba allí tirado, mientras preguntaba dónde estaba el truco. Arrancaría el corazón al ser que había hecho eso. Lo haría.
Jaheira le alisó el pelo. Le besó la frente. Luego la nariz. Luego la boca. Era la parte del cuerpo que menos destrozada estaba.
Yoshimo ofreció sus condolencias, pero Jaheira le ordenó que se callase. Minsc empezó también a disculparse, pero Jaheira demandó silencio, ordenándoles que no dijeran ninguna palabra. Ninguna palabra. Ni discursos ni proverbios. La única voz que quería oír estaba muerta.
Jaime contempló a su viejo amigo. De golpe se dio cuenta que Jaheira y Khalid nunca estarían juntos otra vez. El prudente Khalid y la sarcástica Jaheira nunca más juntos. Nunca más podría practicar con Khalid. Nunca más se podría preguntar como encajaban las personalidades de Khalid y Jaheira. Uno de sus mejores estaba muerto, y una de sus mejores amigas era ahora una viuda. Khalid... Lo sentía mucho...
Jaheira preguntó al cadáver que le había pasado. No debía preocuparse. Ella se encargaría de todo. Le volvió a besar. Le dijo que siempre le había querido, y que siempre le querría. Ahora debía esperarle, esperarle en la Madre Tierra. Algún día ella iría a reunirse con él, y volverían a estar juntos.
Luego se alejó un paso de él, y empezó a decir una oración. Pedía a Silvanus que guiara la luz a su origen, que lo que había sido dado. Ahora era devuelto, y lo que antes había sido confusión, ahora era paz. Jaime se arrodilló respetuosamente, una rodilla en tierra, lo mismo que Yoshimo. Imoen cerró los ojos. Tanto por respeto, como porque no quería ver más el cadáver de Khalid. Minsc no entendía lo que estaba pasando, al fin y al cabo todo el mundo tenía que morir tarde o temprano. Iba a abrir la boca, cuando el hámster lanzó un pequeño chillido de advertencia para que estuviera callado.
Jaheira rogó que nadie amargara su camino a la luz, y que se uniera con la Tierra. Luego se acercó al cadáver, y rozó la cara con su mano. Si alguno de los demás hubiera mirado en ese momento, hubiera visto la cara más tierna que Jaheira había enseñado en toda su vida.
Luego Jaheira se alejó del cadáver. Para ella ya no tenía ningún interés. Su espíritu ya descansaba en paz. Lo otro no era más que polvo que eventualmente se uniría al polvo de la Madre Tierra. Jaheira dijo que no quería estar allí. No quería morir allí abajo. Había que irse ya.
Yoshimo murmuró que quizá aún podían resucitarle. Hasta él mismo se daba cuenta de la estupidez de su afirmación. El cuerpo estaba totalmente destrozado. Las resucitaciones, además de ser muy difíciles y peligrosas, debían hacerse apenas muerta la víctima, y el cuerpo debe de estar entero. Ese cuerpo tenía los intestinos colgando, el hígado en una bolsa, y había suficiente sangre derramada como para satisfacer a una docena de cultos sangrientos a la vez.
Jaheira contestó agriamente que sólo con las artes oscuras se podría resucitar el cuerpo. Pero ya no sería más que un zombi. Su Khalid estaba muerto.
Jaime prometió que honrarían al caído con hechos futuros. Jaheira estuvo de acuerdo. Así era como tenían que ser las cosas. Allí mismo prometía que no tendría descanso hasta que el asesino de su Khalid pagara.
Imoen se acercó a ella, y dijo que Khalid no había sufrido. Jaheira descargó su odio y frustración sobre Imoen, llamándola niña, y ordenándola que se callase. No sabía de lo que estaba hablando.
Imoen se mantuvo firme. A lo primero contestó que tenía casi la misma edad que Jaime, y a lo segundo dijo que no se iba a callar. Había estado allí antes. Irenicus la había tenido allí, mientras abría el cuerpo, y para entonces Khalid ya había estado muerto.
Jaheira la contempló un instante, y dio un sorprendente abrazo a Imoen, seguido de un casi inapreciable "gracias". Luego se puso firme, y examinó a Jaime esperando órdenes.
Jaime contempló por última vez el cuerpo de su mejor amigo, la persona que casi había sustituido a Gorion y había sido su amigo y consejero. Después dio la orden de continuar. Jaheira miró por última vez atrás, a la persona que había amado durante tantos años. Cerró los ojos. Luego buscaría venganza, pero ahora lo único importante era salir de allí, salir de ese lugar de pesadilla.
Llegaron hasta una sala, donde oyeron un combate. Era una hermosa elfa, contra un asesino con el símbolo de los Ladrones de las Sombras. El ladrón estaba herido, y la elfa se lanzó sobre él, matándolo y destrozando el cadáver. Luego se volvió sobre el equipo. Preguntó quien de ellos era el Amo. Daba igual, porque iba a acabar con todos.
Pese a que las luces reflejaban extrañas sombras en la elfa, que impedían tener una clara visión de ella, estaba claro que era muy, muy hermosa.
Jaime intentó razonar que ninguno de ellos era el Amo. Jaheira le ayudó explicando que allí todos eran prisioneros. La misteriosa elfa gritó que todo eso no eran más que mentiras. Ya no abría más copias de ella. Ella estaba muerta, y no habría más muertes por su culpa. Iba a acabar con ellos. Ya no habría más copias. Ya no habría más dolor.
Jaime contempló la sala. Era similar a la de animación suspendida, pero en esta, en vez de tener burbujas con diferentes personas, aparentemente, eran todas copias de una sola persona. Una de las burbujas estaba rota, y la hembra tenía húmedas sus ropas.
Mientras la copia se lanzaba sobre Jaime, éste inmóvil meditaba. Irenicus seguía enamorado de su amor, fuera quien fuera. En un loco intento por revivir lo que había sentido con ella, había creado numerosos clones, o copias genéticas perfectas de una persona.
Jaime suspiró internamente. Las copias, no se parecían a los seres humanos. Mientras que un ser humano era el resultado de todas sus vivencias y experiencias, una copia no era más que una copia perfecta del cuerpo, no de la personalidad.
El cuchillo de la copia intentó buscar el corazón de Jaime, pero éste ya había evaluado a su adversario. Inexperta, y con una excesiva furia. Eficaz quizá contra unos enemigos estúpidos, pero inútil contra un auténtico guerrero.
Jaime hizo lo mismo que con Rielev. Acabar con sus sufrimientos sin dolor. Un certero golpe, y la copia murió casi sin casi darse cuenta, mientras caía sobre Jaime.
Jaime la dejó con cuidado en el suelo. Era extraordinariamente bella. Aún con la cara manchada de sangre del Ladrón de Sombras, debía de ser la hembra más bella que hubiera visto nunca. Limpió la espada y se alejó de allí, seguido de los demás.
Imoen afirmó que Irenicus no creaba copias de su amor porque sintiera algo. Lo hacía por su obsesión por la muerte. Jaime la contempló cuando pronunció la palabra "muerte". Y lo que vio en sus ojos no le gustó.
Llegaron hasta el obstáculo más importante. Había un enorme guerrero de armadura azabache, rodeado de una docena de Duergars. Enanos diabólicos. Alrededor había los restos de una gran batalla. Un centenar de cadáveres entre enanos y Ladrones de las Sombras, aunque parecía que los ladrones eran los que habían sufrido más.
Los supervivientes se volvieron al oír el ruido. Se quedaron frente a frente al equipo. No parecía que hubiera nada que decir.
Ambos equipos se lanzaron al combate. Mientras Yoshimo esquivaba con hábiles fintas los golpes del guerrero, Jaime y Minsc hacia estragos por sus lados. Jaheira acababa con un enano por golpe, y Imoen usaba con gran efectividad sus poderes mágicos.
Cuando ya sólo quedaban dos enanos vivos, Imoen se fijó en los ojos de un ladrón muerto, que la miraban fijamente. Imoen se quedó quieta. Simultáneamente, Yoshimo trastabilló hacia delante, y recibió un violento puñetazo en la cara por parte del guerrero de la armadura azabache, que se lanzó sobre Jaheira. Está lanzó un hechizo de Telaraña, pero el guerrero lo cortó con su espada. Minsc ya estaba delante de él. Se lanzaron como dos toros furiosos el uno contra el otro, pero tras un colosal choque, la espada de Minsc se partió en dos, como si estuviera afectada por el mineral defectuoso de la Puerta de Baldur.
El guerrero no tuvo la oportunidad de asestar ningún golpe, porque ahora era Jaime quien estaba delante, dispuesto a la batalla. Los demás reaccionaron y rodearon al guerrero, pero Jaime exigió que le dejasen a él solo.
Jaime se concentró en la espada que brillaba en las manos de su enemigo. La espada de color zafiro. El regalo de Musashi. Jaime exigió que se la devolviese, pero el otro solo rió.
Las espadas chocaron, ambos con sangre en los ojos. Pero Jaime había peleado y sobrevivido en la lucha contra el gran Sarevok, su hermano. Ese guerrero cobarde que usaba una espada robada no era nadie comparado con Sarevok, y no iba a poder vencerle a él. Y lo probó cuando su espada le traspasó su frente.
Jaime se volvió furioso sobre Imoen. ¿Qué pasaba? ¿Todo el mundo tenía que desoír sus órdenes? Imoen aún no se había movido de su sitio, sus ojos seguían puestos sobre el cadáver con la mirada vacía. Sus pensamientos estaban lejos de allí.
Jaime la oyó murmurar algo de que conocía el sonido de la muerte. Imoen se volvió, y dijo que por favor había que irse de allí.
Jaime estuvo de acuerdo. Apuntó en su mente que un templo sería el primer lugar que visitarían cuando estuviesen fuera. Había alguien que necesitaba relajarse más en alma que en cuerpo.
Jaheira señaló que debían moverse ya. Era una lástima que su líder fuera tan lento. Allí eran presa fácil
Todos se movieron. Imoen y Jaheira, eran los más impacientes en salir de allí. Ahora estaban en una cloaca, donde había numerosos cuerpos tirados, restos de duras batallas cercanas. Jaime meditó que si estaban en unas cloacas, estaban dentro de una ciudad importante. Parecía confirmarse que estaban en Athkatla. Ya podía sentir una ligera corriente de viento, que les atraía a la libertad.
Liberaron a otro prisionero, pero que apenas quedó libre, cambió a su verdadera forma. Era un doppleganger. Jaime le cortó la cabeza, y luego examinó a Yoshimo. Éste juró por su honor que no era ningún doppleganger. Jaime bajó la espada. Le creía.
También se encontraron con un vampiro, que estaba alimentándose de caídos Ladrones de las Sombras. Pero estaba herido, y fue presa fácil para el ataque conjunto del equipo.
Finalmente, vieron la luz del sol en la distancia... y también unos Ladrones de las Sombras en medio. Dijeron algo de una guerra de cofradías, y advirtieron que habían elegido el bando equivocado. Les iban a echar de Athkatla.
Jaime absorbió la noticia. Esa guerra, era una guerra entre cofradías. Los Ladrones de las Sombras contra Irenicus y su Cofradía. Y se confirmaba que estaban en Athkatla. Intentó razonar con ellos, pero dado que no funcionaba, empezó el combate. Los Ladrones de las Sombras eran todo lo que se interponía entre el equipo y la luz del sol. No tuvieron ninguna esperanza.
La luz del sol los recibió de forma acogedora, pero como reaccionando a su salida, un rumor empezó a recorrer toda el camino que acababan de recorrer. Yoshimo fue el primero en entender lo que estaba pasando, y pegó un grito, lanzándose a la salida a toda velocidad. Hasta Minsc empezó a correr hacia la salida. Un fuerte grito de furia recorrió las cavernas, y unos segundos después, como respondiendo a ese grito, toda la gruta se derrumbaba, no aplastando al equipo por unos metros.
La nube de polvo seguía dentro de los pulmones del equipo. Aún no se habían levantado del suelo, cuando el sonido de la batalla llegó a unos oídos que habían estado sordos.
Era Irenicus, que estaba rodeado de un escuadrón de Ladrones de las Sombras. Estaba realmente furioso por esa intromisión, y se encaró con los ladrones. Los Ladrones de las Sombras sólo admitían a los mejores, y estos eran profesionales. Mientras la mitad le lanzaba flechas, la otra mitad se lanzaba al ataque. Irenicus rió mientras las flechas se paraban a mitad de camino. De sus manos salieron Conos de Frío que alcanzaron a los arqueros paralizándolos. Una bola de fuego lo rodeó, y luego se expandió, quemando a los atacantes de a pie. Lanzó unos cuantos proyectiles que destrozaron los arqueros inmóviles, mientras que un par de afortunados supervivientes salía corriendo. Fin de la batalla. Más de cuarenta cadáveres eran los silenciosos testigos del poder del hechicero.
Irenicus se volvió sobre el equipo, que se preparó para el combate con Imoen delante. Irenicus sonrió. Comentó que los había subestimado. No esperaba que lograran escapar.
Imoen avisó que ya no los iba a torturar más. Irenicus se molestó. Arguyó que lo que hacía no era torturarles. Lo hacía para activar su poder interior. Imoen contestó que no le iban a dejar continuar. Sus manos lanzaron Proyectiles Mágicos y Meteoritos de Melf.
Irenicus contempló inexpresivamente ese poder. Los ataques mágicos rebotaron inútilmente en sus defensas mágicas. Imoen lanzó un gritó y lanzó una docena de proyectiles, pero ninguno llegó a tocar al hechicero. Irenicus dijo que estaba muy cerca de desencadenar su poder. No pensaba pararse.
Imoen concentró todos sus poderes, y empezó a mandar hechizo tras hechizo. Brechas y Conos de Frío. Jaheira notó algo de esos poderes. Eran hechizos muy avanzados. No sabía que Imoen conocía unos hechizos tan potentes.
Irenicus levantó los brazos, y empezó a murmurar unas palabras arcanas, pero unos hechiceros encapuchados interrumpieron la conversación. Se presentaron como los Magos Encapuchados. Ellos eran los encargados de vigilar el uso de magia en Athkatla, y que no sobrepasara ciertos límites. Irenicus e Imoen estaban involucrados en el uso ilegal de magia en la ciudad. Iban a ser arrestados.
Irenicus lanzó un grito de frustración. Ya estaba cansándose de que los estúpidos le estuvieran molestando. Empezó un combate mágico. Minsc pensó que era muy bonito ver todos los fuegos artificiales.
Imoen contempló asombrada a todos los cuerpos que volaban por los suelos. Los poderes de todos esos magos eran inútiles frente a los poderes de Irenicus. Y no parecía estar usando toda su magia en ese combate.
Cuando la confusión cesó, había más de treinta cuerpos destrozados de esos Magos Encapuchados. Las miradas de Irenicus e Imoen se volvieron a cruzar, y las magias a crecer. Imoen concentró sus poderes, y lanzó un Meteorito contra Irenicus. Éste contempló con expresión aburrida los intentos por vencerle, mientras el poderoso hechizo se estrellaba inútilmente contra sus defensas.
Pero más Magos Encapuchados aparecieron. Irenicus dijo que no iban a poder vencerle. Uno de los magos contestó que aunque les venciera a ellos, muchos más vendrían. Al final sería vencido.
Irenicus pareció considerar cuidadosamente esa frase, y luego dijo que aceptaba rendirse. Pero la chica también se iba con ellos.
El mago estuvo de acuerdo. Ella también había estado envuelta en el uso ilegal de la magia.
Imoen pegó un grito, y miró asustada a Jaime pidiendo ayuda. Pero antes que el equipo tuviera tiempo de reaccionar, un rápido hechizo de Teletransportación, los había llevado a Irenicus, Imoen y los magos lejos de allí.
Minsc lanzó un grito de furia. El asesino de Dynaheir había vuelto a escapar. Yoshimo le recomendó calma. Esa actitud no les beneficiaba. Tenían que investigar a donde habían llevado Imoen para rescatarla.
Jaheira estaba de acuerdo. Se preguntó por que Irenicus había hecho que se llevaran a Imoen, si estaba claro que estaba interesado en Jaime.
El referido no contestó. Estaba apoyándose en su espada, todavía manchada de sangre, pensando. ¿Por qué se había llevado a Imoen? ¿Por qué sabía que iría a buscarla al mismísimo Infierno?
Recordó a Imoen. Recordó en su infancia, cuando había encontrado una caja, que contenía lo que él pensaba era un gran tesoro de un gran mago. Se estaba desesperando porque no podía abrirlo. Imoen, todavía con un pastel en la boca, regalo del posadero, lo cogió, y de un simple movimiento, lo abrió. Estaba vacío. Imoen rió al ver su cara de decepción, y en compensación había ido a llorar al posadero, diciendo que se le había caído el pastel. El nuevo que el posadero le concedió, se lo dio a Jaime.
Imoen. Ni el mismísimo Baal impediría su rescate.
Inmediatamente se acercó un escuadrón de guardias. Un capitán avisó que el espectáculo había terminado. Los Magos Encapuchados ya se habían llevado a los culpables. El resto debía alejarse de allí o ser detenidos.
Jaime hizo que los demás se alejaran. Una lucha contra la guardia en esos momentos sería suicida.
Meditó sobre los Magos Encapuchados. Lo poco que Jaime sabía de ellos, era que eran unos Magos tremendamente poderosos y secretivos. Operaban por todo el país de Amn, con objetivos y alianzas misteriosas. Se decía que eran tan poderosos como los Ladrones de las Sombras, y hasta algunos decían como el propio Consejo de los Seis. Su función oficial era regular y controlar el uso de toda la magia que se realizara en los confines de Amn. Se rumoreaba que existía una prisión, donde retenían todos los hechiceros importantes de Amn que no pertenecían a su cofradía.
Jaheira advirtió al impulsivo Minsc que tendrían que averiguar lo que había pasado exactamente. Cuales eran los planes de Irenicus, y hasta dónde estaban en peligro. Yoshimo confirmó que se encontraban en Athkatla, la capital de Amn, también conocida como la Ciudad de la Moneda. Jaheira dijo que ella y Khalid habían estado allí antes para...
Pero el recuerdo de Khalid la pilló desprevenida, y tuvo que pugnar para que no le salieran las lágrimas. Juró que encontraría su venganza. Registraría toda la ciudad si era necesario, hasta encontrarle. Jaime prometió ayudarla a conseguir su venganza. Jaheira le miró a los ojos y le agradeció la ayuda. Lo haría de todas formas pero era bueno contar con su ayuda
Cambiando de tema, Jaheira preguntó a donde irían ahora. Jaime contestó que seguramente a una taberna a descansar y buscar información. Jaheira dijo quedamente que no era eso lo que estaba preguntando. Jaime se volvió. ¿Y ahora que le pasaba? Preguntó si se refería desde un punto puramente geográfico o se refería desde un punto de vista ético.
Jaheira respondió que ético. Se tenía que preocupar del equilibrio de las cosas. Como Arpista, ella se tenía que asegurar que Jaime tomaba el camino correcto. No desearía que acabaran en el lado opuesto de cada moneda.
Jaime suspiró. Condenados Arpistas. Jaheira y el difunto Khalid eran sus amigos, pero su afiliación Arpista sólo les había traído problemas por los enemigos que provocaban allá por donde fueran. Además, los Arpistas realmente altos en el escalafón, cuando se habían enterado de su relación familiar con Baal, se habían mostrado realmente hostiles con él.
Jaime miró alrededor. Estaban dentro de un enorme anfiteatro. Pero en los espacios donde normalmente debería haber asientos para la gente, lo que había eran numerosas tiendas y puestos de venta. Jaime no pudo evitar que una sonrisa le asomara en su preocupada cara. El anfiteatro, un megalómano proyecto, finalmente había sido usado por la gente con mayor sentido práctico. La mitad de la parte Norte estaba destruida, por la explosión del laboratorio-cárcel de Irenicus.
Preguntó a la gente, guardias incluidos. Efectivamente, se encontraban en Amn. Más concretamente en Athkatla, y mucho más concretamente en el Paseo de Waukin... o lo que quedaba de él.
La gente sabía que los Ladrones de las Sombras eran tremendamente respetados y temidos en la ciudad. Especialmente en la zona de los muelles. Su líder, un tal Cabellorubio, controlaba supuestamente las noches de la ciudad, aunque se rumoreaba que estaban en medio de una guerra. Sobre los Magos Encapuchados, apenas se sabía nada, excepto que tenían una gran influencia. Hasta el Consejo de los Seis los trataba con cuidado. Jaime estaba empezando a estar convencido que iba a ser difícil rescatar a Imoen.
Mientras preguntaban, se encontraron con un niño que estaba llorando. Minsc se le acercó, y le preguntó por que estaba llorando. El niño dijo que su madre había entrado en el circo, y aún no había salido. Había varios guardias en la entrada. Jaime prometió que encontrarían a su madre, y fue a hablar con los guardias. Le dijeron que había habido un espectáculo dentro, pero que algo había ido mal. Nadie había salido, excepto una persona, y los guardias que habían entrado para investigar tampoco habían salido. Si entraban, se estaban arriesgando mucho. Minsc dijo animadamente que no tendrían ningún problema siempre que contaran con la ayuda de su espada para el combate. Yoshimo comentó que sería una buena idea, que los rumores que la gente contaba sobre el equipo, se dirigiesen hacia acciones buenas, en vez de que se relacionara con la destrucción de la mitad del Paseo.
Jaime fue a hablar con el aterrorizado testigo. Éste estaba asustado de su propia sombra, y temía hacer cualquier movimiento que no fuera con la cabeza. Dijo ser el domador de tigres. Un ilusionista estaba interviniendo en un espectáculo cuando las personas, los objetos, e incluso la misma carpa habían empezado a cambiar y a metamorfosearse. Él había sido el único que había logrado escapar, al estar cerca de la salida. Minsc gritó que entraría y acabaría con todos los malvados. Les enseñaría que no se debía coger a los padres de las personas.
Todo el equipo entró con cuidado en la carpa. Había un enorme camino, que parecía mucho más grande de lo que era en realidad la carpa, y que llevaba a una segunda carpa cinco veces más grande que la primera. Había magia en todo el asunto.
