Capítulo VI: La Ilusión

En numerosas ocasiones sólo nos fijamos en lo que vemos. En lo que tenemos al alcance de los ojos. Si sólo hubiera confiado en ellos después de escapar de Irenicus, nunca me habría perdonado los errores que habría cometido.

Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal

Siguieron caminando, hasta que entraron en una enorme habitación, donde un enorme ogro les contemplaba. Minsc sonrió. Por fin un Ogro. La función de todo buen guerrero debía ser matar monstruos como los ogros. Sacó su enorme espada, dispuesto a luchar hasta la muerte. Jaime sacó la espada más rápidamente y corrió a golpearle antes de que el ogro pudiera reaccionar. El Ogro lanzó un grito con voz de hembra joven, mientras intentaba protegerse con las manos, aunque había una enorme maza al lado suya.

Jaime detuvo su espada a medio camino, lo mismo que los demás, sorprendidos de ese grito. Minsc seguía corriendo, pero al ver a todos los demás quietos, pensó que les había lanzado un hechizo de Paralización. Lanzó un grito de batalla y corrió a golpearle antes que pudiera lanzárselo a él. Pero Jaime se interpuso, y le dijo que esperara. Minsc pensó que el ogro estaba controlado a Jaime. Le iba a golpear en la cabezota para quitarle esa maldición, cuando Bubú lanzó un chillido. Minsc lo miró, y obedeció su orden, quedándose quieto.

Jaime contempló al ogro. Él no era un asesino. En general no mataba a enemigos indefensos. El ogro le pidió que por favor no le atacara Ella no era un ogro. En realidad su nombre era Aerie, una Avariel, una elfa alada. Debían irse de allí, porque el ilusionista había matado a todos los que habían entrado.

Yoshimo soltó una educada risa ante mentira tan obvia, pero Jaime no estaba seguro. Le preguntó que quería decir. El ogro dijo que todo no era más que una ilusión. Pero la magia dañaba si se creía en ella Y esa magia era demasiado real como para no creer en ella. Su tío Quayle había traído a un ilusionista para la actuación. Ese ilusionista era el causante de todo. Ella estaba atada por unas cadenas mágicas invisibles. Si querían liberarla, tenían que ir a la siguiente habitación, y conseguir la espada que unos humanos tenían. En realidad no eran humanos, sino hombres-lobo. La ilusión ocultaba su verdadera naturaleza.

Yoshimo dijo educadamente a Jaime, que eso no era más que una estúpida trampa. Era demasiada obvia.

Jaime meditó, que efectivamente parecía demasiado obvio. Pero recordaba algo. Cuando había estado prisionero en la Puerta de Baldur, un astuto Sarevok había querido destrozarle mentalmente. Por eso había mandado a varios dopplegangers, que le atacaban con la forma de antiguos conocidos de Candelero. Él había tenido que matarles. Aunque al morir recobraban su antigua forma, no había estado seguro. Finalmente, Sarevok había mandado un doppleganger, con la forma de Gorion, quien le había dicho que en realidad había sobrevivido frente a Sarevok. Jaime al principio había confiado en él, y caído en la trampa. Hubiera muerto, si no fuera porque Jaime se había fijado en un brillo especial en sus ojos. Era un brillo vacío. Un brillo vacío casi imperceptible, pero que sólo estaba en los ojos de los muertos. Así había reaccionado para evitar la trampa y evitar su muerte.

Caminó hacia la habitación, seguido de todos. Incluyendo un resignado Yoshimo. Allí se encontró con varias arañas gigantes. Cuando iban a atacarlas, estas dijeron que en realidad eran humanas. Habían sido transformadas en arañas por el ilusionista.

Luego previno contra unos humanos que estaban allí, y que ya habían matado a varias personas. Jaime se acercó a ellos. Los humanos estaban inmóviles como estatuas, excepto sus ojos, que miraban fijamente a cada uno de los allí presentes. Jaime intentó hablar con ellos, pero solo fijaron en sus ojos en él, sin hablar. Jaime les miró a los ojos. Vio un brillo en ellos. Un brillo que ya conocía. Se dio media vuelta, e hizo un juramento de suicidio si se equivocaba. Entonces giró su cuerpo, al mismo tiempo que sacaba la espada, y lanzaba un mandoble, que cortó de un limpio tajo el cuello de uno de los humanos. Durante un instante, toda la imagen se congeló, lo único que se movía era la sangre que caía gota a gota de la espada. Entonces hubo una explosión de actividad, cuando los humanos que quedaban y el cuerpo tirado, se metamorfosearon en hombres-lobo. El resto del equipo se enfrentó contra los hombres-lobo

Tras un duro combate, Jaime recogió la espada que uno de los hombres-lobo había dejado caer, y volvió a dársela al ogro. Yoshimo preguntó cuidadosamente si creía que era una buena idea darle una espada tan grande a un Ogro tres veces su tamaño.

Jaime solo sonrió, aunque tampoco lo tenía todas consigo, y se la dio. El ogro empezó a cambiar ante sus ojos. Antes de que los demás tuvieran tiempo a decir un "Ahhhh", delante de ellos había una hermosa elfa, que los contemplaba agradecida.

Jaime, tras admirar la belleza de la elfa, le pidió que les explicara que pasaba allí. La elfa se identificó como Aerie y lo explicó. Había un ilusionista contratado por su tío, un gnomo. Había empezado a hacer trucos de magia, pero todos le estaban saliendo espantosamente mal. La gente reía, porque pensaba que era un payaso, y que formaba parte del espectáculo. Entonces todo el espectáculo había empezado a cambiar, y los humanos a convertirse en monstruos.

Una vez contada la historia, Ariel les rogó que la dejaran ir con ellos. Tenían que rescatar a su tío. Ella era una hechicera, y además conocía varios hechizos de clérigo. Podría ser útil al equipo. Todos el equipo excepto Jaheira estuvieron de acuerdo en aceptarla en el equipo. Jaime preguntó si no podría usar alguna magia para quitar esa ilusión. Aerie explico que la magia del gnomo era demasiado fuerte.

Empezaron a avanzar. Había una extraña humana delante. Al verles acercarse se rió. Dijo que el circo se había acabado. El gran Kalnah el terrible les había librado de su influencia. Debían arrodillarse ante Kalnah, y este quizá les perdonara la vida. Kalnah era su Dios, su Principio y su Fin. Mientras el equipo se acercaba sin hacerle caso, la mujer aulló que se convertirían en sus esclavos. No lo podrían evitar. Aerie indicó que Kalnah era el nombre del gnomo ilusionista.

Llegaron a una gran sala, donde había multitud de humanos, mirando a un gnomo gigante. Aerie lanzó Disipar Magia inútilmente. La ilusión era demasiado fuerte. Aerie preguntó gritando por la localización de tío Quayle. El gnomo hizo un gesto, hacia una forma gelatinosa informe que se movía débilmente. La forma llamó a Aerie, y Aerie empezó a acercarse, pero los cuerpos se interpusieron.

A un gesto del enorme ilusionista, todos los cuerpos se dieron la vuelta, y a otro, todos los humanos volvieron a su verdadera forma. Sombras y hombres-lobo, que se lanzaron sobre el pequeño equipo. El choque fue terrible, y cuerpos y cabezas volaban por todas partes. Las criaturas eran más bien torpes, pero tenían la ventaja de los números

Maniobrando, el equipo logró ponerse en una posición medio fortificada, en una esquina con varios barriles y cajas de protección. Mientras Jaheira, Jaime, Minsc y Yoshimo se esforzaban inútilmente en contener el ataque, Aerie lanzaba una y otra vez sus más eficaces hechizos, sin que lograra parar la tremenda tromba que se acercaba.

Jaime analizó la situación fríamente, o todo lo fríamente que podía mientras veía a una masa oscura y rugiente lanzarse sobre ellos. Las ilusiones eran demasiadas, y el gnomo podía crear más a voluntad. Después de todo, no eran más que ilusiones. Calculando la única opción que les quedaba, se lanzó furiosamente hacia delante, pillando a la tromba por sorpresa.

Saltando por encima de los hombres-lobo, golpeando a quien intentara reaccionar, Jaime se lanzó sobre el gnomo gigante. Pero su enemigo estaba riendo, y no era para menos. Había unos veinte gnomos gigantes, flotando alrededor de la habitación. Otra ilusión. Con la mitad de los hombres-lobo detrás, y la otra mitad a punto de derribar la barrera que el resto del equipo tenía, no había tiempo de intentar acertar por casualidad. Jaime, mientras seguía corriendo, lanzó su katana al suelo, entre los gnomos. Los ojos de todas las imágenes hicieron el mismo movimiento. Jaime calculó por la forma de los ojos y la forma como había vuelto los ojos, donde estaba el auténtico ilusionista, así como su altura. Cerró los ojos, y guiándose además por el sonido de la risa del gnomo, lanzó un golpe circular con su otra espada.

El golpe encontró su objetivo, y cuando Jaime abrió los ojos, su espada estaba clavada en un pequeño gnomo con un traje ridículo. Aerie corrió a abrazar a su sorprendido pero vivo tío Quayle. Luego se acercó a Jaime, que estaba inmóvil frente al ilusionista.

Jaime miró alrededor satisfecho. Estaban otra vez de vuelta en el pequeño circo. Todas las ilusiones habían desaparecido. El ilusionista aún estaba vivo. Aerie no pudo evitar las lágrimas al ver la deformada forma que estaba ante ellos, aunque hubiera causado tanto dolor. Ya no le quedaban hechizos de Curación para salvarle.

El ilusionista empezó a hablar. Dijo que se había enfadado cuando la gente se había reído de él. Lo único que él quería era respeto. Por eso había llevado a todos a su mundo, donde era él el que se reía. Pero no había esperado que unos estúpidos le mataran. Unos estúpidos con su inútil moral y su ansia destructiva de aventura.

Jaime lo vio morir. Sólo y triste. Ese había sido su destino, el destino por intentar ser tan poderoso. Morir sólo, rodeado de gente hostil, que lo miraban con una mezcla de alegría y pena. Pena no por él, sino por lo patético que había sido. Jaheira se preguntó como podía haber creado una ilusión tan poderosa. En fin. Ese misterio se lo había llevado a la tumba.

Quayle y Aerie se abrazaron otra vez, y empezaron a hablar. Quayle dijo que había sobrevivido porque Kalnah se había divertido torturándole. Aerie le dijo que estaba feliz porque estuviera vivo.

La cara de Quayle se entristeció. Explicó que el pensar que iba a morir, le había hecho preguntarse las cosas que había hecho mal. Una de ellas, era que aunque había hecho todo lo que había podido por Aerie, su error era que la había mantenido en el circo. A salvo de todo, pero todavía con miedo a todo.

Los ojos de Quayle miraron al equipo. Dijo que esa pelea, había obligado a Aerie a expandirse, y a arriesgar su vida. Aunque peligroso, podía notar que eso le había hecho bien. Aerie miró a Jaime, y luego a su tío adoptivo. Le abrazó, y le dijo que nunca olvidaría todo lo que había hecho por ella.

Quayle le dio su bendición, y la dejó ir. Aerie se acercó al equipo, y les preguntó si podía seguir con ellos. Los ojos de todos se fijaron en Jaime. Éste contempló a Jaheira, que hizo un gesto negativo. Minsc dijo que sí. Yoshimo se abstuvo de opinar. Jaime miró a la forma elfa temblorosa que estaba ante ellos. Era inexperta. Pero mucho más había sido él cuando había salido de Candelero. Quizá era hora de ayudar a alguien inexperto.

Sonrió. Aerie sonrió también. Y la sonrisa de todos fue general. Jaheira suspiró, y aconsejó a Aerie que no lanzara todos sus hechizos a la vez. Se podía quedar sin ellos demasiado pronto.

Jaime meditó fríamente que tendrían que mejorar sus técnicas de combate. Si un combate contra unas ilusiones les había dejado tan malheridos, un combate contra enemigos más peligrosos sería demasiado. Había mejorado mucho desde que había salido de Candelero, cuando había estado a punto de morir frente a un simple lobo. Pero todavía no era lo suficientemente bueno.

Cuando le preguntaron acerca de su pasado, la sonrisa de Aerie desapareció. Explicó que había vivido entre los Avariel, los elfos alados, y había sido capturada por esclavistas cuando aún era muy joven. Durante mucho tiempo la habían tenido en una jaula, donde sus alas se habían atrofiado. Se le habían infectado, hasta que al final habían tenido que serrarlas para que ella no muriera. Había querido morir, pero la bondad de Quayle, que había comprado al antiguo dueño todo el circo, y al que ella cariñosamente llamaba tío, le había salvado. Le había dado esperanza por seguir viviendo. Por seguir adelante. Desde entonces había estado en el circo.

Ignorando a Aerie, Jaheira habló con Quayle. Quería saber si había hecho viajes con el circo por Tethyr. Al saber que así había sido, Jaheira preguntó por como estaba su país natal. Luego empezó a curar las heridas de Aerie, mientras le recomendaba mayor cuidado.

Mientras salían, se había hecho de noche. Jaime sonrió al ver al niño abrazar a la madre. Mientras ambos se alejaban de allí. Jaime meditaba que el gnomo había creado un mundo de fantasía. Quizá hermoso, pero un mundo de fantasía no podía aguantar el choque con el mundo real. Se fijó en Aerie, y se preguntó si eso sería lo que pasaría con ella. El choque entre el mundo que veía a través del circo, y el mundo real.

Mientras caminaban Aerie estaba pensando en el equipo. Jaime parecía ser un buen guerrero y muy amable. Le había sonreído cuando le había dado la bienvenida al equipo. Jaheira parecía ser muy rigurosa. Le recordaba al dueño de los elefantes. Minsc, aunque le había dado miedo al principio por su tamaño se había portado muy bien con ella. Y Bubú era bonísimo. Yoshimo le hacía gracia, siempre con esa educación con ella. Si, quizá iba a estar bien.

Estuvieron echando varios vistazos a las tiendas de la zona. La mayor, era seguramente el Mercado del Aventurero. Lo dirigía un viejo enano llamado Ribald. Jaime lo reconoció como uno de los mayores aventureros de todo Amn. Sus historias a veces parecían sacadas de las leyendas. No lo conocía personalmente, al contrario que Jaheira, que charló con el enano unos minutos.

Jaime preguntó si sabía algo de los Magos Encapuchados. Ribald confirmó que eran muy estrictos con la magia. Nadie sabía donde llevaban a los magos que no tenían un permiso. Jaime preguntó a que se refería con el permiso. Ribald contestó en una carcajada que los Magos Encapuchados sólo arrestaban a magos no honorables. El baremo para decidir si un mago era honorable o no, era el dinero. Una vez que les pagabas, te daban el beneficio de la duda. Y en caso que alguien hiciera algún destrozo, le arrestaban de todas formas. No le parecía del todo mal la idea. Jaime meditó que la corrupción y el soborno aceptado llegaban a todos los gobiernos y rincones del mundo conocido.

Luego preguntó sobre los Ladrones de las Sombras. Un parroquiano que estaba escuchando le previno que los Ladrones de las Sombras eran muy influyentes en el puerto. El mismo había tenido que matar a tres ladrones la semana pasada. Ribald corrigió de una carcajada, afirmando que quería decir que le habían robado tres veces la semana pasada

Jaime sonrió, pero grabó ese dato mientras salía de la tienda. Los ladrones eran realmente fuertes en el puerto. Allí debían tener su cuartel general. Meditaba a donde ir, cuando oyó sonidos de lucha. Empezó a correr hacia el origen del sonido, seguido de los demás. Yoshimo también, aunque murmuraba que correr hacia el sonido de pelea era una forma segura de morir.

Jaime llegó a un callejón, y examinó una pelea. Tres formas estaban enfrentándose a una. Jaime iba a intervenir, cuando vio a la presunta víctima saltarle al cuello de uno de los atacantes, y de un mordisco romperle la yugular. Luego de un zarpazo, le abrió las tripas al segundo ladrón. El tercero empezó a retirarse, pero la misteriosa forma no le iba a dejar escapar, le saltó encima, y antes de que Jaime pudiera intervenir, pudo oír el sonido de muerte. Se preguntó si Imoen también lo había oído de esta manera.

La forma salió a la luz. Era una vampira. Jaheira contempló aterrada una forma, totalmente contraria a las normas de la naturaleza. Aerie se aterró y se puso detrás de todos. La vampira dijo llamarse Hareisham. Todavía no iba a luchar con ellos, porque no habían elegido el camino. Cuando llegase el momento, si la señora decidía, sabrían muchas cosas y quizá vivirían. Entonces desapareció.

Tras unos segundos de confusión, Yoshimo, siempre práctico, empezó a registrar los cadáveres, mientras Aerie intentaba no devolver. Eran Ladrones de las Sombras. Yoshimo encontró un pergamino, que entregó a Jaime. Éste lo leyó. Era un documento interno de los Ladrones de las Sombras. Avisaba que todos los Ladrones de las Sombras que se pasasen al enemigo, serían asesinados. Las promesas que sus enemigos hacían para que se pasasen a la otra secta eran mentira.

Jaime sabía leer entre líneas. En Candelero había muchos libros. Aparentemente, la cofradía de ladrones estaba en guerra contra la cofradía de asesinos. Y los ladrones estaban nerviosos, porque estaba habiendo muchas defecciones. Jaime contempló los cadáveres del callejón. Si las cosas se reproducían de esta manera en toda la ciudad, no había ninguna duda que los Ladrones estaban perdidos. Por otro lado, le gustaría saber cual era la relación entre Irenicus, esa misteriosa cofradía de los asesinos, y la poderosa pero aparentemente decadente cofradía de los Ladrones de las Sombras. Después de todo, los Ladrones de las Sombras habían lanzado un ataque en masa contra Irenicus. Muchas preguntas pero ninguna respuesta. Y había habido un vampiro allí.

Entraron en una posada a beber un trago para calentarse, antes de seguir. Aerie avisó que en realidad ella nunca había entrado en una taberna. Jaime le dijo que con tal que no bebiese nada con alcohol, todo estaría bien. Un borracho empezó a hablar de los Ladrones de las Sombras. Dijo que tenían el control total de la ciudad. Se rumoreaba que una nueva cofradía había surgido para enfrentarse a ellos, pero eso era imposible. Los Ladrones eran demasiado pujantes. Yoshimo le comentó duramente que sería mejor que se relajase, y dejase de decir tonterías o se preparase para unas consecuencias duras.

Jaime le miró extrañado. Para Yoshimo, según la forma que tenía de actuar, ordenar a una persona a que se callase, o se preparase para las consecuencias, era el equivalente a que Jaheira le pusiese la espada en el cuello al borracho, Imoen hiciera aparecer un lobo salvaje o Minsc le rompiera la cabeza. ¿Por que se había alterado tanto?

Jaime y Jaheira por casualidad quedaron frente a frente. Jaime vaciló, y comentó a Jaheira que por sus constantes miradas recelosas parecía que aún no confiaba en su presencia. Jaheira se cruzó de hombros y contestó que aún seguía con él. Jaime asintió. Dijo que era cierto, seguía con él. Pero a veces no estaba totalmente seguro si seguía con él por deber a Gorion, porque eran amigos, o para vigilarle por tener sangre divina, o desde la muerte de Khalid para venganza de Irenicus. Jaheira afirmó que la razón que estuviera con él no tenía ninguna importancia. Estaba con él y eso era lo único que importaba.

Jaime se quedó mirándola. Había oído que los Arpistas aún no tenían claro que hacer con los Hijos de Baal, aunque la opinión mayoritaria era esperar y ver. Quizá Jaheira estaba con él tanto como guardiana como verdugo. Quizá fuera mejor que fuera así. No quería convertirse en otro Sarevok, pero si así era, era bueno tener a alguien que no vacilaría en acabar con su vida. Sería casi una bendición.

Empezaron a salir del Paseo. Un hombre empezó a insultar a Aerie por ser elfo. Aerie preguntó sorprendida por que le estaba insultando. El hombre seguía insultándola, y diciendo que todos los elfos no eran más que hormigas extrajeras orgullosas. Aerie se sintió herida, pero Jaime sacó apresuradamente al equipo de allí, antes que Jaheira decidiera usar su arma en ese estúpido.

Empezaron a alejarse de allí. Entraron en los barrios bajos que tiene toda ciudad de importancia. Un humano se acercó. Dijo llamarse Gaelen Bayle. Yoshimo dijo que había oído hablar de él. Era una persona con muchos contactos entre los bajos fondos, y tenía reputación de cumplir sus promesas. Jaime preguntó que querían de ellos. Gaelen sonrió, y preguntó si querían información acerca de cierta chica que había sido capturada por los Magos Encapuchados. Si la querían, tendrían que seguirle a su casa.

Se alejó.

Jaheira previno a Jaime que el lugar no era amistoso. Debía tener cuidado con quién trataba. Jaime sonrió y avisó que después de haberse enfrentado a Sarevok, podía encargarse de simples gamberros y asesinos. Allí no había peligro.

Jaheira explicó que no eran solo sólo gamberros. Otros podían intentar aprovecharse. Pocos sabían de los Hijos de Baal, pero eso mismo le podía hacer más valioso. Tal vez no allí en concreto, pero aún era una valiosa mercancía. Algunos sabían de los Hijos de Baal, y podían desear... que les rindiera un servicio. No quería alarmarle, pero debía recordar siempre lo que era, y que podía ser puesto a prueba de vez en cuando. Su deber era prevenirle de tales eventualidades.

Jaime miró fríamente la forma que les precedía. No le quedaba más remedio que seguir el juego. La vida de Imoen estaba en sus manos.

Lo siguió Entraron juntos en una pequeña casa apartada. Jaime contempló la sonrisa de ganador de Gaelen, y sonrió. El otro estaba jugando con cartas marcadas, y lo sabía. No tenía más remedio que aceptar cualquier condición que pusieran. Gaelen explicó que los magos ya habían juzgado a Irenicus y a Imoen, y les habían llevado a la Prisión del Mago.

Jaime cerró los ojos. Imoen. Luego los volvió a abrir, para exigir que les dijera donde estaban. Gaelen dijo que aunque se lo dijera, no tenían ninguna posibilidad de rescatar a la chica y de capturar al hechicero sin ayuda. Necesitaban la ayuda de alguien. Había una secreta organización que estaba dispuesto a ayudarles. Jaime preguntó el precio. El otro se hizo el sorprendido, y luego lo dijo. Veinte mil monedas de oro.

Hasta el ligero de arriba Minsc palideció. Veinte mil monedas de oro era una fortuna. Jaime advirtió que no tenían tanto dinero. El otro comentó que el precio era alto, porque los rivales eran los todopoderosos Magos Encapuchados Si no tenían el dinero entonces tendrían que ganarlo. En la posada de la Corona de Cobre había siempre ofertas de trabajo. Había una noble llamada Nalia, que estaba buscando guerreros para alguna misión. Y las iglesias tenían cierto problema con algo de un ojo ciego, pero no estaba seguro.

Jaime salió de allí. Ahora ya tenía una misión. Iba a rescatar a Imoen, y también iba a capturar a Irenicus. Por Jaheira y Khalid, tanto como por Minsc. Pero también lo iba a hacer por él. Quería saber lo que Irenicus sabía, y quería ayudarse a sí mismo. Iba a buscar las respuestas que necesitaba.

De camino a la taberna, Jaheira preguntó a Jaime de forma burlona que iban a hacer en ese momento. Jaime contestó que el plan era ir a la posada, y luego ya verían. Jaheira saltó. Gritó que ese no era un plan. Lo que quería era un buen plan. No quería arriesgar la vida a la sola tirada de una moneda. Había algunos que no tenían la suerte que siempre saliera canto.

Jaime y Jaheira se quedaron mirando el uno al otro. Por un par de minutos. Los demás no entendieron lo que estaba pasando. Sólo Yoshimo entendió que lo que se estaba allí discutiendo, de una forma clara, era el auténtico liderazgo del equipo. El primero en bajar la cabeza fue Jaheira, que se disculpó por estar tan irritable. Jaime sonrió, y dijo que no importaba.

Todo el mundo se relajó. Pero Yoshimo notó algo. Cuando Jaime había tocado el brazo de Jaheira, de una manera amigable, todo el cuerpo de Jaheira había tenido un escalofrío con solo el contacto. Se preguntó por el significado ¿Le tendría miedo?

Llegaron a la taberna. Había un mendigo pidiendo. Jaime le dio cinco monedas, y le preguntó acerca información si estaba pasando algo extraño por allí. El mendigo, tras agradecer varias veces las monedas, murmuró que había visto tipos extraños entrar y salir, llevando a otros encadenados. Pero él no se metía en nada. Jaime se preguntó que diablos hacían unas personas encadenadas en una taberna.

Entraron en la taberna. Yoshimo se fijó en el enorme número de guardias que había dentro. Y todos ellos parecían buenos, con buenas armas y bien alimentados. O esa taberna era la más exitosa de todo Athkatla, aunque estuviera en medio de los barrios bajos de la ciudad, o allí había algo más.

Una noble se acercó a Aerie, y le dijo que le recordaba a una criada que le había abandonado, ¿Le interesaría ser contratada por ella? Aerie se enfadó, y le contestó valientemente que tenía la impresión que si le hubiera tratado mejor, su criada, seguramente no le habría abandonado. Cuando la noble se fue, se puso colorada.

Otro aventurero se les acercó. Dijo llamarse Anomen. Jaheira lo miró, y suspiró. ¿Qué estaba pasando allí? ¿Tenían todos los nobles hijos de papá que habían cazado un conejo y se habían emocionado, venir a esa taberna para unirse a su equipo? Lo más probable sería que ellos pensaran en que los enemigos no les iban a hacer daño. Al fin y al cabo, ellos representaban al bien, además de ser unos nobles tan importantes, que los enemigos correrían al verlos. Estúpidos

Anomen primero preguntó si eran valientes o no. Jaime contestó que cuando era necesario. Luego Anomen preguntó si peleaban por el bien. Jaime contestó que solo peleaban por la justicia. Anomen observó que parecían un buen grupo de aventureros. Se ofrecía a unirse a ellos. Él era un guerrero clérigo. Planeaba unirse eventualmente a la orden de los sacerdotes del Yelmo. Pero antes quería vivir aventuras y enfrentarse al mal en preparación de su destino. Por eso se ofrecía al grupo. Aerie se puso colorada cuando Anomen la miró.

Jaime analizó fríamente ese orgulloso guerrero. Se dio la vuelta. Yoshimo confesó que no le gustaban los clérigos de la Orden. Minsc miró a Bubú, pero éste se había quedado dormido, así que no dijo nada. Jaheira negó con la cabeza. Aerie se puso colorada ante la mirada de Jaime y tampoco dijo nada. Jaime se volvió y agradeció la oferta con palabras solemnes, pero en ese momento no podían. Sin duda en el futuro para ellos sería un honor aceptarle en el grupo. Anomen se sintió satisfecho de que planearan aceptarlo. Jaime lanzó un suspiro. Estaba contento de que no lo aceptara. Parecía demasiado orgulloso y corto de miras para ser un buen compañero.

Se encontraron con otro noble. Tenía todas las posturas y maneras típicas de un noble con dinero y con muchos modales decadentes. Tan típico que parecía falso. Pero la oferta que les hacía era muy buena. Dijo llamarse Jierdan Firkraag. Había oído hablar de ellos. Se decía que eran personas y capaces. Quería contratarlos. Era señor de una comunidad fuera de la ciudad, en las Colinas Ventolanza. Estaba en peligro por el ataque de hordas de monstruos, y quería su ayuda.

El problema era común, pero la oferta no lo era. Veinte mil monedas de oro. Una fortuna. Jaime tragó saliva. Preguntó por que los quería específicamente a ellos. Por ese dinero podría tener a cualquier grupo de aventureros. Firkraag contestó que no quería a cualquier grupo. Quería a un grupo con habilidad e inteligencia, además de fuerza. En resumen, quería a los mejores, y sabía que ellos lo eran. Había oído hablar de sus hazañas desde la Puerta de Baldur

Prometieron ayudarle. Cuando se hubo ido, Yoshimo comentó que le extrañaba esa oferta. Ese noble tenía fama de no preocuparse por su gente. Jaime sintió que allí había algo que no funcionaba bien. Era una oferta demasiado grande. Tan grande que parecía estar hecha específicamente para que la gente aceptara. Y parecía una gran coincidencia que la cantidad fuera exactamente veinte mil monedas de oro. De todas formas, necesitaban el dinero. Jaheira dijo estar totalmente de acuerdo con esa oferta. Le gustaba la idea de salir de la ciudad, para enfrentarse al mal en la naturaleza. Lo que le molestaba era que desde que habían salido de la Puerta de Baldur no habían hecho nada excepto derrumbar todo el Paseo de Waukin y salvar un circo. Parecía extraño que un noble les contratara cuando no habían hecho nada de auténtico valor. Minsc gritó que enfrentarse a un montón de trolls y orcos eran lo que necesitaban para que los bardos cantaran sobre ellos. Aunque Bubú decía que ese noble olía "raro".

En una esquina, encontraron a un noble, que le susurraba alguna cosa en los oídos a otra también noble por las ropas. Jaime suspiró. Para ser los barrios bajos de la ciudad, toda la taberna estaba realmente llena de nobles con dinero. La cerveza debía estar carísima, para atraer a la clientela. Debían ser de esos nobles que se acercaban a una zona "bien" de los barrios bajos, y luego presumían de su valor.

Finalmente, se encontraron con un enano que tenía muy mala pinta. Les preguntó si estaban interesados en una búsqueda en la que podía haber una interesante recompensa. Cuando Jaime dijo estar interesado, el enano explico que estaba buscando un antiguo manuscrito para un bibliotecario llamado Pimlino. Estaba en la tumba del cementerio, un sitio donde además del manuscrito por el que había una importante recompensa, sin duda abría un montón de tesoros dispuestos a ser conseguidos.

Jaime preguntó si lo había intentado antes. El enano confesó que lo había intentado con un grupo. Todos ellos habían muerto en una batalla en las profundidades. Los ojos de Jaime brillaron. El guerrero estaba hablando de la muerte de todo su grupo, pero no se reflejaba ninguna emoción en sus ojos. Primero consideró que estaba mintiendo, pero luego lo pensó mejor. Que no le preocupara su destino, no quería decir que estuviera mintiendo. Podía ser que ese guerrero era un egoísta, de esos que sólo se preocupaban por su propia bolsa. Pero a él le gustaba. Parecía un buen guerrero.

Miró alrededor. Minsc y Jaheira se cruzaron de hombros. Aerie no dijo nada. Yoshimo hizo un gesto afirmativo. No había oposición. Decidió aceptarle en el equipo. En todo grupo debería haber un compañero egoísta, que fuera el contrapunto a los deseos bondadosos de cualquier idealista.

Cuando Jaime le pidió que le contara algo acerca de él. El enano dijo llamarse Korgan. Pero el último que había hecho alguna pregunta sobre su vida anterior, precisamente en su último grupo, ahora estaba muerto. Y con ella su curiosidad malsana.

Un silencio mortal recorrió a todos los allí presentes por la implícita amenaza. La mano de Korgan descansaba en su hacha. La de Jaime en su espada. Se miraron por un minuto entero. Todo el resto del equipo rodeó a Korgan, dispuestos a lanzarse sobre él al menor gesto hostil. Jaime examinó al enano. Sabía que estaba rodeado. No importaba lo bueno que fuera, si empezaba una pelea moriría sin ninguna duda. Pero Korgan no apartaba la vista, y no estaba dispuesto a dejarse avasallar. Hasta parecía divertirle la posibilidad de una batalla, con todos lo muertos y heridos que eso conllevaría.

Jaime sonrió. Respetaba su valor, aunque no su chulería. Sería un buen añadido al equipo. Aceptó su respuesta. Los músculos de la gente se relajaron, y las respiraciones recuperaron su curso normal.

Se habían sentado para beber unas cuantas botellas, cuando un guerrero les miró, y empezó a insultarles. Korgan saltó inmediatamente, pero Jaime le ordenó que se sentara. Entonces se levantó rogando al guerrero que por favor les dejara en paz.

Pero el matón se sentía arropado por sus compañeros, y continuó con los insultos. Empezó a insultar a las "zorras elfas" que tenía en su equipo. Tras varios intentos que les dejaran en paz, Jaime se cansó. Podía sentir su rabia creciendo. Tenía que esforzarse cada vez más para controlarla. Sacó su espada, y le volvió a pedir que le dejara en paz. Súbitamente, el posadero dijo que cualquier pelea que hubiera allí, sería en el foso. El matón dijo que estaba de acuerdo.

Aerie preguntó asustada si no habría una forma mejor de resolver todo el problema. Jaime sonrió. No la había. Ya era demasiado tarde. Había cometido el error de sacar su espada, y ahora comprometería su honor si no aceptaba el desafío de ese guerrero.

El matón entró rápidamente en el foso, y desde allí empezó a insultar a Jaime. Sabiendo que no tenía ninguna opción, entró. Ambos se prepararon para el combate. Jaime se preguntó si todo eso no habría sido sino un engaño para conseguir el dinero de los incautos que cayeran en la trampa.

Se dio la señal para que empezara la pelea, mientras al fondo el ruido de apuestas, casi todas a favor del oponente de Jaime. El matón saltó hacia delante, con un enorme mandoble, seguro de su victoria. Pero su sonrisa desapareció, cuando de un solo pero veloz tajo, Jaime cercenó su cuello. La cabeza que cayó al suelo todavía tenía una expresión de estúpida sorpresa. El resto de los matones, decidió irse de allí. Korgan tuvo que reconocer que había sido un golpe muy rápido.

Korgan contempló pensativamente el equipo. Una niñata elfa. Bien, con un poco de suerte tendría suerte con ella. Luego una abraza-árboles. Las más estrechas que se podía encontrar. Sólo servían para cortarles el cuello de noche. Un ladrón con aspecto oriental. Serviría para abrir los cofres para que él pudiera llevarse el dinero. Y luego estaba ese gigante. Los humanos creían que ser grande era una condición necesaria para un guerrero. Pero no había nada como un hacha enana para desengañarles. Y ese Jaime... era rápido. Bastante rápido. Y sabía manejar bien el arma. Si se peleaban ellos dos, sería bajo sus condiciones. Sería divertido. Los otros bobos parecían estar muy a gusto con el líder. Si quería llegar al liderazgo de ese equipo tendría que matar al líder de una forma cuidadosa.

Jaime entabló conversación con el posadero para vender algunas armas, y luego charló con un borracho. Las mejores pistas en la Puerta de Baldur las había conseguido interrogando a borrachos con botellas de vino. El borracho comentó que en esa taberna había muchas diversiones para gente con dinero, y que debía preguntar a Leghian.

El tal Leghian era el dueño de la taberna, y les dio la bienvenida. Jaime simulando ser un noble, sacó una moneda de oro, la tiró al aire, y la recogió. Comentó que habían oído que allí había emociones fuertes.

Leghian sonrió. Le dijo que podía conseguir compañía en la parte de atrás por la izquierda. Pero en la parte de atrás por la derecha, había emociones realmente fuertes.

Korgan soltó una risotada. Dijo que a él le interesaba ese tipo de compañía, pero no creía que a Jaime le interesara. Se había puesto pálido. Aerie gritó furiosa que ese comentario era despreciable. Korgan contempló a la elfa. Estaba buena, y tenía todo el aspecto de ser virgen. Tras relamerse los labios, comentó que si quisiera oír sus lamentos, lo haría en una habitación, solos y dentro de una cama. Así sería más interesante.

No pudo evitar una sonrisa diabólica cuando vio a Aerie ponerse pálida, y ocultarse detrás de Jaime. Jaime no dijo nada, sólo clavó sus ojos en él. Korgan sonrió. Jaime parecía un tipo listo, si le hubiera dicho algo ya le habría cortado la cabeza. Cogió una botella de vino de un pálido noble que no se quejó y bebió un trago. Estar con ese Jaime podría ser interesante.

Con un objetivo claro, todo el equipo se dirigió a la parte de atrás. Primero fueron a la zona de "compañía". Nada especial. No era más que un burdel, como todos los que había en todas las ciudades grandes de Faerun. Una mujer, seguramente la encargada, se acercó a Jaime, que casi dio un salto atrás.

Jaheira frunció el ceño. ¿Qué se creía esa mujerzuela? Cuando la mujerzuela preguntó a Jaime si quería pasar la noche allí, señalando a una chica que no tenía más que una pieza de ropa que apenas le cubría, Jaheira saltó. Dijo que por supuesto no estaban interesados en lo más mínimo en estar allí.

Cogió a Jaime del brazo, y lo sacó de allí, no sea que tuviera ideas nefastas. De todas formas, lo hacía por amistad a Gorion. No iba a dejar que su protegido se rebajase de tal manera. Además, ese trabajo, por muy antiguo que fuera, iba contra las normas más elementales de la naturaleza. Era denigrante tanto para las profesionales que lo practicaban, como para los estúpidos machos que pasaban por allí, y luego presumían. Presumían más por haberse tirado a una mujer indefensa que por cualquier otra cosa.

Jaime sin poder decir nada, no pudo evitar preguntarse como había hecho Khalid para aguantarla. Eso debía ser puro amor.