Capítulo VII: Espartaco

Odio a los esclavistas. Siempre los he odiado y siempre los odiaré. En una ocasión un antiguo esclavo me llamó Jaime el Espartaco. Significa Liberador en una antigua lengua.

Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal

En la taberna se encontraron a una noble, que dijo que estaba segura que su marido estaba allí, Uno con un gorro ridículo. Lo iba a encontrar. Minsc siempre amable y solícito, le dijo que un noble con un gorro así estaba hablando con una chica en el piso de arriba.

Varios pares de miradas fulminaron a Minsc en el sitio, mientras la noble corría hacia arriba. El pobre noble se empequeñeció ante los gritos de su esposa, mientras su amante protestaba. Mientras el equipo miraba, el noble se agachó debajo de una mesa, cuando las dos mujeres de su vida sacaron unos puñales y empezaron a atacarse. Al final, fue la amante la que salió corriendo. Mientras el noble murmuraba unas excusas, su esposa lo cogió de la oreja y lo llevó fuera. Jaheira suspiró. Una muestra más de la decadencia de las clases altas de la sociedad de las ciudades

El equipo fue a la parte este, a ver ese gran espectáculo. Era una especie de foso. Jaime supuso que se trataba de una lucha de gladiadores. Había allí muchos nobles. Jaime miró alrededor preocupado. Había unos barrotes que separaban la zona de los nobles de la zona del foso. Había algo mal. Los barrotes parecían demasiado sólidos, y el foso, en vez de ser para gladiadores, parecía ser para fieras. Korgan saltó una carcajada y dijo que le encantaría estar allí dentro. Los gladiadores siempre se divertían. Tenían muchos enemigos para matar, y al final se llevaban oro si ganaban. Él ganaría siempre. Porque a él le encantaba matar. Por eso ganaría.

Entonces llevaron a un humano allí dentro. No tenía ninguna armadura, y sólo tenía una daga. El gladiador empezó a gritar ayuda al público y al guardia que había allí. Ese guardia sólo rió. Entonces lanzaron a su oponente dentro. Era una leona. Jaime lo entendió todo. Eso no era una lucha de gladiadores. Era una matanza, con un público entregado. Jaime saltó disparado hacia delante, cogiendo el hacha de Korgan a una velocidad endiablada y golpeando los garrotes con todas sus fuerzas. Era inútil, además de demasiado tarde. Mientras cogía espacio para lanzar el segundo golpe, oyó un grito de agonía, y contempló el gladiador ser destrozado por la fiera.

Se sintió enormemente inútil. Entonces sintió una presión en el hacha. Supo que era Korgan que quería su hacha de vuelta, antes de volverse. Giró la cabeza, y todo el odio que tenía por todos los que habían provocado esa muerte, fuera la bestia asesina, fueran los esclavistas que habían capturado al gladiador, fuera Leghian que conseguía el dinero con los espectáculos, fueran los guardias que permitían que eso pasara, fuera el encargado de las bestias que parecía divertirse con todo eso, fuera los nobles decadentes que se reían el espectáculo, se concentró en Korgan.

Los ojos de los dos se cruzaron, y Korgan palideció. Dio un par de pasos atrás, y cayó al suelo. Nunca en toda su vida había visto tanta rabia en unos ojos. Casi sentía terror de ellos. No, sentía terror de ellos.

Jaime lo examinó, contempló al caído enano. Sentía la sangre agolpársele entre las manos, los dedos a punto de destrozar el mango del hacha. Su parte oscura le estaba susurrando. Podía matarle aquí. Sí. Matarle allí. Y luego matar a todos los malvados asesinos del mundo. Matarlos a todos.

Un ruido se oyó, y Jaime fijó sus ojos en el causante del ruido. Era Bubú, que estaba nervioso corriendo de un lado para otro de la habitación. Minsc empezó a seguirle, pero Bubú era demasiado rápido, y Minsc no lograba atraparle. Fue Aerie la que empezó la risa. Todos la miraron, y luego todos se pusieron a reír, incluido Jaime, aunque este fue el último

El ambiente se relajó, afortunadamente. Jaime ayudó a Korgan a levantarse, y le devolvió el hacha. Luego contempló a los nobles que les contemplaban como si fueran parte del espectáculo. Sintió los deseos de matar renacer otra vez, pero esta vez acompañados de otro sentimiento. Un sentimiento de desprecio. Empezó a caminar. No valían la pena ni el esfuerzo de matarles.

Minsc dijo que debía ser horrible para los esclavos estar allí encerrados. Deberían liberarles. Aerie suplicó a Jaime que los liberaran. Ella había sido una esclava, y sabía mejor que nadie lo que era estar encerrada en un sitio si poder ver la luz del sol. Korgan soltó una carcajada y afirmó que las criaturas de la superficie estaban demasiado aferradas a una estrella que estaba a miles de kilómetros. Jaheira avisó que como Arpista debía enfrentarse a los esclavistas. Jaime sonrió. Los nobles hubieran salido corriendo si hubieran visto esa sonrisa. Era una sonrisa asesina.

Había una puerta que había estado cerrada antes. Yoshimo la abrió sin problemas. Empezaron a avanzar cerrando la puerta tras de sí. Unos guardias se acercaron a ellos rápidamente. Jaime consideró la posibilidad de engañarles, pero sentía demasiada rabia. Se lanzó sin decir palabra contra ellos. Uno de los guardias murió antes de poder reaccionar, pero el otro gritó una llamada de ayuda, antes de que la espada de Minsc le destrozara el cráneo.

La pelea se generalizó gracias a una docena de guardias que estaba de guardia, pero ellos eran los elegidos de la rabia de Jaime. Su parte oscura se mostró brevemente en el placer de la destrucción, pero la llamada del deber la debilitó. Cinco minutos después, Yoshimo intentaba inútilmente abrir las puertas de las cárceles y un relajado Jaime le contemplaba. Aerie murmuró que eso era mucho más emocionante que el circo.

Un gladiador preso les llamó. Jaime se acercó a la cárcel. El esclavo rubio dijo llamarse Hendak. Él era un guerrero del norte. Había sido preso hacía años por Leghian, y obligado desde entonces a pelear en el foso. Había estado organizando a los gladiadores, y si sólo lograran abrir las puertas, lucharían por su libertad. Cuando le preguntaron como podía abrir las llaves, dijo que la llave maestra la tenía el encargado de las bestias. Allí fueron.

El encargado de las bestias tenía a la leona asesina con él. Rió cuando oyó que el equipo iba a matarle. De un simple pero eficaz hechizo mágico, todas las criaturas, osos pardos, osos oscuros, lobos panteras, tigres, y hasta su leona, se lanzaron sobre el equipo. Desgraciadamente el pasillo era muy estrecho, no el espacio ideal para unas bestias tan apretadas que se chocaban unas con otras. Pero más adecuado para una multitud de flechas, hechizos y espadas. Jaime mató a la leona y al señor de las bestias, y por fin se relajó.

Pero aún quedaba la parte más interesante. Liberaron a todos los esclavos, y dividieron las pocas armas que tenían como pudieron. Aerie murmuró preocupada que nunca había estado metida en una pelea tan violenta. Jaheira le ordenó callarse. Estaban en medio de una misión. Korgan soltó una carcajada, y afirmó que parecía que se iban a divertir de lo lindo. Podía oler el aroma de la sangre. Antes que el día terminara, habría varias docenas de cuerpos por el suelo, y él se habría divertido.

Empezaron a avanzar por los pasajes, hacia donde estaban las mujeres y los niños. Allí también estaban los guardias vigilando a las mujeres... y jugando una partida de cartas con las armas tiradas a un lado. Los gladiadores tenían tanta furia, que solo deseaban lanzarse sobre los guardias, pero Jaime reclamó orden.

Jaime ordenó a Yoshimo que silenciosamente abriese la puerta, y le dijera la situación exacta de las armas y de los guardias. Entonces como si lo hubiera hecho cientos de veces, empezó a ordenar a cada uno a donde tenía que moverse, el orden en que tenían que entrar, aunque fuera corriendo y agolpando, y sobre todo que nadie diese un grito de guerra. Todavía no.

Hendak y un grupo elegido de gladiadores se lanzaron a la carrera, y cogió las armas exactamente como se lo habían dicho. Entonces atacaron a los guardias, seguidos de Jaime y el resto del equipo que habían entrado justo después. Para entonces, los guardias ya habían reaccionado, y se enfrentaban a la primera oleada. Pero ya los demás gladiadores cogían las armas, o si no usaban los puños en el combate. Fue una pelea silenciosa por parte de los gladiadores. Habían seguido órdenes durante mucho tiempo, y no querían estropearlo todo por su parte. Pero los guardias no tenían ese problema, y gritaron e insultaron todo lo alto que pudieron.

En poco tiempo, gritos de que los esclavos se estaban revolucionando resonaron por los pasillos, y los nobles salieron a la desbandada de la taberna. Leguian al frente de todos los guardias que le quedaban con vida se acercó a aplastar sin piedad la rebelión. Los gladiadores corrieron hacia las celdas, para saludar a sus mujeres y niños, pero la voz autoritaria de Jaime los hizo volver a sus puestos. Habían estado durante demasiado tiempo siguiendo órdenes para sobrevivir, lo que les había hecho dóciles. Pero bien usados, un arma invencible. Ahora la crueldad de los amos se volvía sobre ellos.

Siguiendo las órdenes de Jaime, los gladiadores abrieron la puerta, y se colocaron. Dejaron un pequeño pasillo en la habitación para que los guardias pudieran pasar, aunque estuvieran en franca desventaja. Finalmente, Jaime ordenó a su equipo y a los gladiadores escogidos de Hendak que a su señal, debían correr y atravesar las puertas. Korgan le contestó orgulloso que no tendría ningún problema. Pero luego a lo mejor se cansaba de seguir órdenes de Jaime y le partía el intestino. Jaime contempló a Korgan por un segundo. Luego sonrió. Dijo que tendría su oportunidad cuando la pelea terminara. Korgan se sintió sorprendido por esa respuesta

Los miembros del equipo, así como los gladiadores siguieron como autómatas las órdenes de Jaime, y cuando una tromba de guardias entró en la habitación, se encontraron en medio de una emboscada. Korgan, aún entre golpe y golpe, podía reconocer a un líder nato cuando lo veía. Había estado en muchos grupos de aventureros. En algunos, había líderes tan nobles como estúpidos, que les parecía un deshonor atacar a hechiceros, mientras estuvieran lanzando los hechizos, y grupos tan diabólicos, que en las batallas dejaban que los enemigos mataran a alguno del grupo, para así conseguir mayor parte del botín. Y los grupos neutrales a veces eran los peores, no haciendo ni actos buenos, ni malos, para buscar el equilibrio, al final eran especialistas en hacer nada.

Él había estado en toda clase de grupos. Había combatido bajo numerosos líderes, y a veces incluso liderado algún grupo. Había sobrevivido a emboscadas, estupideces y errores del propio grupo, y había acabado siendo un cínico. Pero aunque seguía siéndolo, por supuesto, tenía que reconocer que Jaime era un buen líder. Un líder calculador y al mismo tiempo impulsivo. Un buen luchador, pero que no sólo peleaba sino que dirigía a los demás entre el fragor de la pelea. Dirigía bien al equipo, y trataba a los miembros con respeto. Mientras le abría la cabeza a un guardia, y contemplaba al resto de los guardias ser aniquilado, decidió que valía la pena estar en ese equipo.

Los guardias supervivientes intentaban salir, mientras nuevos refuerzos intentaban entrar, y chocaban entre sí. Finalmente, Jaime lanzó un grito de guerra, y el grupo elegido se lanzó sobre la puerta, derribando a los guardias que se habían quedado allí para reponerse y extendiéndose por el pasillo. Leguian murió a manos de Hendak, que arrancó su cabeza. Todos los gladiadores levantaron sus armas, y repitieron el grito de muerte.

Jaime estaba contemplando esa masa multiforme, al grito de libertad, y le pareció que era muy hermoso. Pensó sonriente que había belleza en las cosas, y que no valía la pena destruirlas. Había que construir, no destruir. Pero cuando los gritos cesaron, Jaime dio un traspié, y casi cae. Pero entonces sus ojos contemplaron todos los cadáveres que había tirados por el suelo y empezó a oler los restos malolientes de la batalla. Cerró los ojos, y salió del pasillo.

Mientras, Jaheira y Aerie estaban juntas. El pelo de Jaheira estaba brillando debido al sudor. Aerie murmuró que su pelo era muy bonito. Jaheira saltó. Le ordenó que se callase. Además estaba enfocando toda la aventura desde la perspectiva equivocada. Eso era la vida real, y podían morir en cualquier momento. Aerie intentó responder. Dijo que si había algún muerto, podrían llevarlo a un sacerdote, y él le resucitaría. Jaheira rió. Reía para evitar las lágrimas. Jaime examinó la escena, y entendiendo lo que había pasado, se acercó, pero no supo que decir. Jaheira puso toda su concentración en Aerie. Le avisó que no siempre se podía resucitar a las personas que más querías. No si las heridas eran demasiado graves o había pasado demasiado tiempo.

Se alejó de ella, diciendo que lo que estaban viviendo no era una fantasía infantil. Era la dura realidad.

Jaime contempló a Jaheira. Quería ir con ella y abrazarla, pero no estaba seguro que eso le hiciera demasiado bien. Sólo puso su mano sobre su hombro para calmarla.

Hendak encontró a Bernard, el posadero, y le anunció que él tomaba el negocio, como pago por todos los sufrimientos causados. Pero él podría seguir como encargado allí. Bernard sonrió aliviado. La Guardia de la Ciudad vino, pero no querían problemas. Poco después, los cuerpos de los guardias habían sido retirados por la Guardia de la Ciudad. La mayor parte de los gladiadores y sus esposas habían recibido parte del dinero de Leguian, y se habían ido. El resto, los muy mayores, y sobre todo las mujeres que habían perdido a sus esposos, decidieron quedarse allí, y vivir en la posada.

Jaime y Hendak se pusieron a hablar. El antiguo gladiador avisó que la batalla no había terminado, porque los esclavistas pronto encontrarían otro local, desde el cual llevar a los esclavos. El problema era que todavía había muchos niños entre los prisioneros. Jaime se ofreció a encargarse de los esclavistas. No tenía estómago para niños presos. Hendak le agradeció. Había un camino directo por las cloacas entre ese local y la base de los esclavistas.

Todos los demás estuvieron más o menos de acuerdo. Minsc apoyó total y rápidamente la causa, y dijo que debían hacerlo, porque eso era lo que los buenos guerreros hacen. Yoshimo repuso que no le gustaba atacar a unos enemigos en su propio terreno, pero aceptó intentarlo. Jaheira avisó que debían intentarlo, por muy malas que fueran las posibilidades. Podían golpear en el corazón de la esclavitud en Athkatla Aerie suplicó a Jaime que lo intentaran. No podían dejar a personas inocentes retenidas. Tenían una oportunidad de oro de marcar una diferencia. Aunque fuera por poco tiempo, podían marcar una diferencia en la vida de esos niños inocentes.

Muy pronto todo el equipo se movía para rescatar a unos niños inocentes. Se metieron en las profundidades, para lograr entrar en la madriguera de los esclavistas, y golpearles desde dentro.

Mientras caminaban, Yoshimo y Korgan tuvieron una interesante discusión. Yoshimo le preguntó a Korgan si podía sentir la belleza de la vida. La hermosura del aire fresco de la mañana y del olor a rocío. Korgan estuvo de acuerdo. La vida era hermosa. Especialmente, cuando sentía entre los brazos las vértebras rotas de los ladrones. Yoshimo rió la ocurrencia. Dijo que escribiría un libro, al que llamaría "Respuestas de un Enano Irritable", y sería un gran éxito de ventas. Korgan contestó enfadado que el libro sería "Placeres del dormitorio de un enano". Yoshimo respondió hábilmente que el libro sería "El aventurero que no se bañaba: De mis viajes con Korgan". Korgan cansado de toda la discusión, contestó que el libro sería "Azote de las gentes altas. Cuidado Yoshimo" Si tenía algún problema con eso, lo resolvería con su hacha. Yoshimo miró el hacha. Miró al enano. Volvió a mirar el hacha, y aparentemente decidió que su cabeza estaba bien donde estaba. Jaime intentaba contener la risa. Era posible que tener unos miembros tan distintos, fuera eventualmente bueno para el equipo.

Acabaron con unos cuantos hobgoblins. Continuaron la exploración. Llegaron hasta un callejón sin salida, y ya se daban la vuelta, cuando Jaime oyó una voz que le saludaba. Se dio la vuelta instintivamente, pero sabía que era inútil. La voz le hablaba desde dentro de la cabeza. La voz dijo que era el Elegido. No era su parte oscura.

Jaime exigió saber quien hablaba. Todo el equipo le miró, excepto Minsc, que sencillamente supuso que estaba hablando con un hámster gigante del espacio. Minsc contempló a los demás. No entendía por que no entendían que había hámsteres gigantes del espacio que se comunicaban con la gente. Miró a Bubú, y sonrió.

Pero Jaime no tenía tiempo para sonreír. Era consciente de las miradas de los demás, porque sospechaban que estaba hechizado. Pero él sabía demasiado bien que no lo estaba. Su mente estaba perfectamente clara. Volvió a exigir quien le estaba hablando.

La voz le dijo que no se lo podía decir todavía. Si quería revelar su verdadera utilidad, tendría que hablar con su sirviente Quallo, por el otro pasillo, y tendría que resolver cuatro adivinanzas para encontrar el mismo número de objetos.

Jaime tuvo miedo. Tuvo miedo, porque no sabía quien le estaba hablando, y esa ignorancia, podía significar que el que le estaba hablando, era algún ser con el que estuviera relacionado. Y no precisamente para bien.

La voz dijo las adivinanzas.

"Aunque más tarde murieron, antes lloraron y suspiraron. Tráeme el regalo del amante. La tumba su beso me ha dado"

"Olor a sabueso, pellejo de lagarto, para hallar el bastón hay que matar al mago"

"Un sacrificio no funcionaría, pero sí la sangre de un amigo. La culpa dejará su mancha si deseas seguir su filo"

"Vulla ya no existe, pero dejó algo tras de sí. Dame la mano, y a cambio podré hacer algo por ti"

Jaime les contó lo que había oído. Korgan dijo que eso no era más que una estupidez, pero estaba solo, y al final también aceptó buscar esos objetos.

Siguieron avanzando. Se encontraron con unos kobolds. Eran ocho. Jaime se acercó para hablarles. Pero un ruido a sus espaldas le hizo volverse. Había kobolds al otro lado. Estaban rodeados. El chaman kobold avisó que estaban en su territorio, y que o se iban, o serían atacados. Jaime meditó unas palabras de contestación, pero nunca tuvo tiempo de pronunciarlas, porque uno de los jóvenes kobolds vio a Bubú, y pensando que era una rata, apuntó la flecha hacia él. Minsc al ver que iban a atacar a su hámster del espacio, saltó y aplastó al kobold. Jaime lanzó una maldición, mientras sacaba las espadas, y descabezaba al chaman y a su segundo. Entonces de dos gritos dividió a los aventureros que se lanzaron sobre los kobolds, que privados súbitamente de su chaman, no reaccionaron a tiempo, y fueron muertos.

Korgan miró alrededor. Sonrió. Comentó que esa construcción era horrible, y el mantenimiento todavía peor. Pero ese sitio le gustaba como campo de batalla. Jaime miró al enano mientras se limpiaba la espada. Sonrió. Le caía bien el enano. No lo podía evitar. Además, en la mano del chaman o mago kobold había un bastón. El bastón de la profecía.

Justo en ese momento Aerie, que se había apoyado en la pared, lanzó un grito. Su pelo estaba enganchado en la pared. Minsc dio un saltó, sacó la espada, y corrió para liberarla. Pero Jaime le detuvo. Contempló su pelo. Estaba enganchado. Nada más. Nada de lo que preocuparse. Se acercó y empezó a retirar su pelo, con dulzura. Jaheira no le gustó la forma que tenía de quitar el pelo. Le parecía más propio de una hembra que de un varón. Además, ¿por qué no podía sencillamente cortárselo de un golpe? Un pelo tan grande no era más que una molestia.

Jaime sacó un cuchillo, y empezó a hurgar en la pared. Entonces el pelo se soltó, pero lo que también cayó era lo que estaba sujetando. Una mano esquelética. Aerie dio un salto por el susto, pero Jaime sonrió. "Dame la mano, y a cambio podré hacer algo por ti".

Empezaron a caminar. Tras unos minutos el hábil ojo de Yoshimo notó un brillo en la pared. Sonrió. Era un anillo de oro. Sacó un cuchillo, y empezó a sacarlo sin demasiado cuidado... pero la mano de hierro de Jaime se cerró sobre su muñeca. Yoshimo se sorprendió. Jaime lo miró, y luego volvió a mirar a donde lo estaba sacando. Era un dibujo de dos esqueletos, que estaban encadenados, y literalmente en los huesos. Sin embargo, aún tenían suficiente amor, para morir con sus manos entrelazadas. Y entre las manos, estaba el anillo. Lo cogió con gran cuidado. "Tráeme el regalo del amante. La tumba su beso me ha dado" dijo.

Faltaba el cuarto elemento. Jaime estaba intentando adivinar lo que significaba. "Un sacrificio no funcionaría pero sí la sangre de un mejor amigo"... cuando vieron a un gusano gigante aparecer en la esquina. Minsc corrió hacia delante, seguido de los demás, y en un par de golpes, la criatura estaba muerta. Oyeron un grito humano a sus espaldas. Se giraron, y contemplaron a un humano, que se acercaba llorando al gusano, y lo abrazaba. Murmuró que él era Quallo, y que la voz le había advertido que pasaría esto.

Todos miraron hacia el suelo avergonzados. Quallo cogió un botellín, y recogió sangre de su amigo. Se los dio, y les rogó que se fueran, cosa que todos los hicieron rápidamente.

Los cuatro elementos estaban preparados. Se acercaron a la misteriosa habitación. Minsc estaba triste, porque había matado al amigo de Quallo sin quererlo. Se quejó a Jaime que la espada que tenía era malvada, y le hacía inclinarse al mal.

Jaime la cogió. Mejor no contradecir al irracional explorador. Prometió buscarle otra mejor. Aerie se acercó a él, e intentó consolarle. Minsc se animó, y empezó a hablar de su tierra, Rashemen. Aerie comentó que había oído hablar de ella, pero creía que era una tierra de leyenda. Minsc dijo que era tan real como él, aunque más grande. Rashemen, la tierra de las nieves, la tierra más hermosa del mundo, en dirección hacia donde el sol se levanta. Allí era un guerrero y explorador. Además tenía gran habilidad con los animales. Aerie preguntó por que se había marchado de allí si era tan bonito.

Minsc se puso a llorar. Dijo que lo había hecho por su Dejemma, su ceremonia de mayoría de edad. Su misión era proteger a una poderosa Wychalan o hechicera llamada Dynaheir, pero había fallado, y ahora estaba deshonrado. Ahora temía que las puertas de la Hermandad del Dragón de Hielo estaban cerradas para siempre para él. Aerie dijo que lo sentía mucho.

Minsc la miró, y la preguntó, tembloroso, si le gustaría ser su bruja. Ella lo miró sorprendida, pero sonrió, y dijo que sí. Minsc la abrazó, y Jaime no pudo evitar mover las orejas en dirección a Aerie, por si acaso oía algunos huesos romperse. Afortunadamente no oyó ninguno

Finalmente llegó hasta la habitación, y siguiendo las instrucciones de dentro de su mente, tiró todos los objetos al agua. Del agua salió una espada brillante. Jaime la cogió, y estaba mirando al agua por si salía algo más, cuando una voz que venía directamente de la espada lo asustó.

La espada le estaba diciendo que no mirara más, que ya nada iba a salir. Jaime examinó sorprendido la espada. La espada dijo que era una espada mágica. La había esgrimido en su tiempo el Príncipe Valiente, y la habían llamado la Cantarina. Un paladín la había usado durante algún tiempo, hasta que había muerto en las profundidades de la cloaca.

Jaime le preguntó si podía hacer algo por ella. La espada dijo rápidamente que quería matar a un dragón. Luego le pidió consejo. La espada se lo pensó, y dijo que buscara a alguien rico, y lo matara. Luego buscara a más gente rica, y los matara. Y luego que se llevara todo el oro. Jaime palideció. Meditó que ese tipo de espada, estaría mejor con alguien que no pudiera ser afectado por esas palabras. Miró a Minsc, y sonrió, mientras que se la ofrecía. Minsc estaba muy feliz. Jaime meditó que entonces todos contentos.

Mientras seguían caminando, Jaheira sonrió. Contó que en una ocasión, habían visto en esa misma ciudad a Gorion. Estaba extraño, lejos de sus libros...

Miró a Jaime preocupada. Se disculpó porque parecía que no podía evitar hablar de los muertos. Jaime sonrió tristemente. Dijo que de Gorion sólo tenía buenos recuerdos, aunque su muerte fuera desafortunada. Jaheira sonrió. Dijo que Gorion no hubiera querido que su recuerdo trajera dolor.

Jaime contempló su cara, y supo que estaba pensando en ese momento en Khalid. Atacó. Comentó como de pasada que era una pena cuando los muertos se llevaban a los vivos con ellos. Había que llevar a los muertos con uno, pero detrás, para que no dificulten la visión. Jaheira contempló asombrada a Jaime, y dijo estar... de acuerdo.

Pero no pudo evitar un temblor.

Aerie interrumpió la conversación, para preguntarle si sabía algo acerca de su gente, los Avariel. Jaime contestó que sabía muy poco, aunque creía que todos ellos habían muerto. Aerie sonrió tristemente. Dijo que casi todos ellos habían sido muertos por los dragones. Pero algunos habían sobrevivido a la matanza escondiéndose en las montañas y en los lugares más escondidos.

Jaime se fijó en que los ojos de Aerie brillaban mientras recordaba los lugares donde ella había nacido, y la gente que había conocido. Aerie comentó, que ella había nacido en las enormes montañas del sur, en un lugar llamado Faenya-Dail, separado del contacto con cualquier otra raza. Era un lugar enorme y majestuoso, y que cada vez que pensaba en el lugar, aunque había salido de allí hacía ya mucho tiempo, le daban ganas de llorar.

Jaime le rogó que le contara más acerca de su gente. A Jaime siempre le interesaba saber cosas pacíficas acerca de otras gentes. Le hacía olvidar la suya propia, con un destino incierto y donde siempre la vida dependía de la habilidad de la espada. Aerie sonrió agradecida. Dijo que sus casas eran espacios abiertos de pilares de mármol y desde donde se podía ver toda la cadena montañosa. No había lugar donde no se pudiera extender las alas. Sonreían al viento y a las lluvias, y respiraban la vida. Entre las castas, además de la casta de los grandes guerreros alados que los defendían, con armas de cristal que brillaban a la luz del sol, su casta perseguía el arte y el conocimiento, construyendo los grandes edificios, y llenándoles con hermosas maravillas... entonces se calló, y dijo que lo sentía, pero que no podía decir más. Sus ojos estaban húmedos

Finalmente, llegaron a la puerta trasera del edificio de los esclavistas. Jaime se volvió sobre el equipo. Todos se sonrieron, y poco después la puerta saltaba en pedazos, mientras el equipo se posicionaba para la batalla, y la espada Cantarina demandaba sangre.

El jefe de los esclavistas les echó en cara que no les dejasen en paz. Iba a conseguir su venganza. Minsc gritó furioso que eso quería decir que no arrepentía. Iba a pagar. Aerie gritó que eran seres sin corazón. Estaban haciendo daño a niños indefensos.

La pelea fue feroz, pero los esclavistas pronto fueron aniquilados. Entonces llegaron unos hechiceros. Uno de ellos al ver la pelea demandó que parasen. Ya habían pagado a los guardas de Amn para que les dejasen en paz. Si no les dejaban en paz, llamarían a Sion, el Señor de los esclavos de la ciudad, para que se encargasen de ellos. Se calló cuando un hacha hábilmente lanzada por Korgan le perforó el cráneo.

La pelea continuó, pero los esclavistas fueron perseguidos y pronto muertos. La espada Cantarina sació por el momento su eterna sed de sangre. Jaime felicitó a Aerie por su efectivo uso de sus poderes mágicos.

Los niños fueron pronto liberados, incluido uno al que habían puesto en una celda con dos trolls. Una vez los niños fueron liberados, una pequeña niña, seguramente la mayor de todos los niños allí, preguntó que harían ahora, ¿cómo volverían a casa? Jaime miró a los niños. Preguntó que hacían todos esos niños allí. La niña contestó que sus padres habían muerto, y entonces habían sido dejados para alimentar a los trolls.

Jaime tuvo un mareo tan fuerte que tuvo que cerrar los ojos para no caerse. Cogió la bolsa de dinero. Antes de que Yoshimo o Korgan tuvieran tiempo de hacer o decir nada, cogió cien monedas de oro. Se los dio a la niña, y le dijo que ella debía encargarse de llevar a todos los demás niños de vuelta a casa. La niña se lo agradeció sorprendida, y salió corriendo, seguida de los demás niños.

Yoshimo dijo que aunque era un acto noble, se los iban a robar eventualmente. Así era la dura realidad.

Pero el que estaba más furioso era Korgan. Dijo que no estaba dispuesto a arriesgar su vida, sólo para que el dinero se lo llevasen unos pordioseros. Eso sólo había sido una pérdida de buen oro. Jaheira contestó enfadada que parecía que no tenía corazón. Si no le hubiera dado el dinero, al final se hubieran convertido en pordioseros y pobres. Korgan lanzó una risotada. Eso a él no le importaba. Él había sido un pordiosero hasta que había aprendido a luchar. Ellos aprenderían. O si no, morirían. Tampoco se perdería tanto.

Aerie gritó que era una persona cruel. Korgan la miró de arriba abajo. Le dijo que si fuera más baja y tuviera barba, le iba a enseñar de donde había conseguido su mala reputación. Aerie iba a decir algo, pero Jaime demandó silencio, y ordenó a Aerie que no hiciese caso de Korgan. Korgan miró a Jaime. Las miradas de ambos se cruzaron, y Korgan sonrió. Aceptaba su liderazgo, sólo por el momento. Sobre todo porque era capaz de imponerse a esa panda de estúpidos moralistas.

Minsc estaba feliz de la gran batalla que habían conseguido. Jaime estaba de acuerdo. Minsc dijo que los bardos gastarían cien vidas en contar sus hazañas. Jaime aconsejó a Minsc que se calmara. Pero nadie iba a parar a Minsc. Se puso a hablar que las fuerzas del mal correrían nada más percibir su presencia o oír su nombre, y que las fuerzas del bien se inclinarían a su paso, mientras temblaban por el gran poder del bien. Jaime tuvo que exigir a Minsc que se relajase.

Volvieron a la posada, donde Hendak y los demás les felicitaron.