Capítulo VIII: Misión en la cripta
Todavía no sé que provocaron los sueños. No sé si fue Irenicus, Imoen inconscientemente, mi propia conciencia, mi parte oscura o Baal. Aquellos que me podrían contestar están muertos.
Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal
Al día siguiente, en medio del desayuno el equipo oyó a una hembra gritar de manera exasperada. Se acercaron. Había una mujer humana y estaba furiosa. Estaba quejándose, porque ella siempre ayudado a los más pobres, desafiando a las prohibiciones de su tía Pero ahora ellos no hacían nada por ella. Se acercó al equipo. Dijo llamarse Nalia. Ellos parecían soldados fuertes, y quería contratarlos. El castillo de D'Arnise, donde estaba su padre, estaba siendo asediado por un gran número de enemigos. Necesitaba su ayuda.
Jaime preguntó por la naturaleza y razón del ataque, pero Nalia contestó que no había tiempo para ello. Jaime aceptó ayudarla, pero advirtió que tardaría un poco, porque tenía que liberar a una amiga. Nalia agradeció la ayuda, aunque esperaba que no llegaran demasiado tarde. Ella iba a reclutar más ayuda. Si podían, debían apresurarse en llegar al castillo.
Nalia se fue, y Minsc protestó. Dijo que la misión de todo grupo de aventureros debería ser acabar con toda clase de monstruos para ayudar a las damas. Jaheira comentó que ella sabía donde estaba ese castillo. Estaba bastante lejos, y les iba a llevar unas tres semanas de viaje a paso ligero llegar hasta allí. Jaime planeaba cumplir la promesa, pero antes de nada iba a liberar a Imoen. Yoshimo había visto la bolsa de Nalia, y lo lamentó mucho. Jaime pensó que le gustaría ir a ayudarla, pero si el castillo D'Arnise estaba demasiado lejos. Necesitaba rescatar a su hermana pronto.
Luego se fueron a dormir. Estaban agotados. Jaime aprovechó que Jaheira estaba cansada y con la guardia baja para hacerle una pregunta personal. Le comentó que había estado recordando todos los tiempos pasados. En todos sus viajes su sonrisa le había eludido constantemente. Jaheira reconoció que podía ser cierto que reservara sus emociones para asuntos de gran importancia, pero...
Jaime indicó que esa era la cuestión. Tal vez se había conmovido a veces, pero cualquier destello fugaz de una sonrisa desaparecía antes de iluminar del todo la sala. Jaheira gritó que no estaba de humor en esos momentos para sonreír. ¡Khalid estaba muerto!
Jaime avisó que Khalid también era su amigo, y no pararía hasta vengarle. Los muertos debían descansar en paz y ser vengados. Los vivos debían seguir adelante. Y Jaheira debería sonreír más. Habían liberado a una elfa inocente y un circo entero, espectadores incluidos. Habían liberado dado un golpe mortal a todo el comercio de esclavos de Athkatla, y más importante: Habían liberado a un gran número de niños que estaban presos e iban a ser sacrificados. Por lo menos deberían sonreír por sus actos.
Jaheira vaciló, y súbitamente gritó que no toleraría una perdida de tiempo así. Tenían mucho que hacer. Jaime suspiró ¿Dónde quería que fueran, exactamente? No tenía por que gritar así. Jaheira contestó furiosa que gritaría si le apetecía, y se aseguraría que todos sus enemigos le oyeran. Tenían que darse prisa y encontrar... ellos... ¡No! ¡Si las personas queridas no le importaban lo suficiente como para darse prisa, quizá otro debería liderarles!
Jaime casi sonrió ante el recuerdo de tiempos pasados, con Jaheira constantemente amenazando con recuperar su posición como líder del equipo. Pero al final todo había acabado con una amenaza o advertencia diaria, pero nunca había exigido de forma directa el liderazgo. Desde que había sido la líder por una temporada, de camino a la Puerta de Baldur, un periodo que había coincidido con la pérdida de más de la mitad del viejo equipo, no lo había vuelto a decir.
Jaheira continuó indicando que el líder debía de ser alguien que se asegure que sus caídos fueran vengados Alguien que... que...
Jaime puso sus manos en los hombros de Jaheira, y la atrajo impulsivamente hacia así. Jaheira se puso a llorar en su hombro, abrazándole con fuerza y descargando todas las lágrimas que había tenido acumuladas. Murmuró que debían estar unidos y reunir todo el equipo que pudieran para la guerra que se aproximaba. Debían estar listos para vengar... y luchar...
Jaime se dio cuenta súbitamente lo cerca que tenía a Jaheira de sí mismo. Había sido una reacción automática porque siempre hacía así con Imoen. Pero ya era tarde para soltarla.
Indicó a Jaheira que debía tranquilizarse. Tanto por Khalid y Dynaheir como por Imoen, no pararía hasta que Irenicus hubiera pagado. Pero no podían hacer nada más por ese día. Jaheira susurró que estaba de acuerdo, aunque intentaría no estar tan obsesionada con esas cosas. Todo sería tratado con el tiempo. Ella se ocuparía de ello. No iba a olvidarlo. Se tomaría su tiempo. Al final, se vengarían de aquellos que se lo merecían. Sólo hacía falta paciencia...
Se separó de Jaime, agradeciendo su amabilidad. Se disculpó, porque había estado pensando demasiado en... en Khalid. Antes estaba en estado de shock, pero... ya estaba mejor.
Jaime lanzó un suspiro. Jaheira realmente estaba mal. La vieja Jaheira le habría roto el cuello por abrazarla así. Efectivamente estaba en estado de shock. Y él iba a estar en estado de cadáver si no tenía más cuidado con sus reacciones.
Subieron a dormir a las habitaciones de arriba. Un guardia borracho intentó acercarse a Jaheira murmurando tonterías. Jaheira le golpeó violentamente en el estómago, y luego hizo una llave para lanzarle escaleras abajo. Jaime sonrió viendo el guardia caer. La druida del grupo ya estaba mejor.
En el piso de arriba había otro grupo de aventureros. Cuando Jaime y Jaheira entraron, notaron una cierta tensión en la habitación. Korgan y otro enano se estaban mirando con mal humor. El enano desconocido gritó que conocía a Korgan. Era el enano traidor que les había robado y les había abandonado junto al bosque de Tethyr mientras unos ogros les atacaban. Habían muerto todos menos él. Había estado esperando mucho tiempo para ese día.
Antes de que cualquiera de los dos grupos pudiera reaccionar, habían sacado las armas, y se enfrentaban el uno contra el otro. Aerie lanzó un grito. Contempló como con movimientos instintivos, los dos grupos se colocaban en posición de combate. Como medida protectora, por si acaso, ambos grupos se desplegaban, y los hechiceros de cada bando empezaba a preparar sus hechizos, incluido ella, aunque ella sólo estaba haciendo un hechizo de Defensa. Muy pronto, los demás residentes en la habitación salían en tropel, mientras la batalla ya era generalizada.
Uno de los guerreros lanzó un hechizo de Confusión sobre Jaime, que perdió la concentración. Pero el hechicero había cometido un error. Ahora Jaime no sabía lo que estaba haciendo, y sólo repetía las acciones que había hecho antes. Pero esas acciones eran golpearle, y continuó golpeándole hasta matarle. Mientras, los dos hechiceros, que habían estaban recibiendo los golpes de Yoshimo y Minsc, caían muertos. Tampoco duró mucho el oponente de Jaheira, porque al ver a todos los demás caer, decidió escaparse, usando un hechizo de velocidad.
Mientras, Korgan y el otro se golpeaban con dureza. Pero el rival que había elegido era digno de su nombre. Ni siquiera la habilidad del poderoso Korgan servía para hacer caer al enano, que devolvía los golpes con mayor fuerza. Tras un duro combate en el que Korgan llevaba la peor parte, tropezó y cayó al suelo. Antes de poder levantarse, el otro enano ya estaba encima de él, levantando su arma para aplastarle. Golpeó con todas sus fuerzas, pero el golpe fue detenido por alguien. Por Jaime. Todos los demás, habían vacilado al ver al antipático enano caer, pero no Jaime. El enano lanzó un grito de batalla, y atacó a Jaime, que se defendió como pudo, al estar malherido. Poco después Korgan se unía a la batalla, y luego todos los demás. La victoria fue absoluta.
Korgan examinó a Jaime. Le había salvado la vida... bah. No por eso le iba a hacer ningún favor. Jaime advirtió al enano que esperaba que no se encontraran con ningún otro antiguo compañero suyo. Korgan sonrió diabólicamente y contestó que no se preocupara. Ya no quedaban muchos. Jaime le contempló fríamente, y le dijo que esperaba que Korgan fuera un compañero leal. Si no, podían partir en ese momento como amigos con buenos recuerdos mutuos. Era su elección.
Korgan contempló a Jaime. Puso su mano sobre su hacha y meditó unos segundos. Luego sonrió. Dijo que le caía bien Jaime. Sí, no era del todo mal luchador. Y nadie le echaba de ningún sitio y vivía para contarlo. Estarían juntos hasta que decidiera marcharse.
Tras saquear los cadáveres, vender los objetos que no les servían, e irse a dormir de una vez a una habitación común, Jaime estuvo contando el dinero que tenían. Habían matado y saqueado a muchos enemigos. Ya tenían casi diez mil monedas de oro.
Jaime sonrió. Estaban a punto de llegar a las veinte mil, y entonces ya podía Irenicus prepararse si se atrevía a interponerse entre Imoen y él. Luego se tumbó en la apestosa cama elegida Los demás habían protestado, pero la diferencia de cinco piezas entre una habitación y otra le había parecido demasiado grande. Korgan había dicho algo de cien piezas tiradas al retrete.
Jaime tuvo un sueño. Quizá era un sueño, aunque no podía estar seguro.
Estaba en un espacio abierto, donde las tinieblas le rodeaban. Jaime se miró así mismo. Se sentía incorpóreo, como si su cuerpo no estuviese allí. Sólo su espíritu. Estaba otra vez en Candelero. No sabía que hacía allí, y todo eso le parecía demasiado real para ser un sueño. Podía sentir el suelo irregular debajo de sus pies, un leve picor en la zona donde un esclavista le había golpeado, y el frío aire en la nariz. Tenía la cabeza perfectamente clara, y detectaba peligro por allí. Giró la cabeza buscando alguna trampa, y descubrió junto a él a Imoen. Se miraron. Los ojos de Jaime abiertos y sorprendidos. Los de Imoen parecían estar viendo a través de él, y había una gran tristeza en sus ojos. Jaime intentó decir algo, pero Imoen le interrumpió, diciendo que eso era Candelero, el lugar donde habían vivido. Ambos lo miraron con cariño, pero Imoen se dio la vuelta. Jaime la siguió confundido. Imoen dijo que era ya demasiado tarde para volver. A ninguno de los dos les aceptarían otra vez.
Jaime miró para atrás. Candelero había desaparecido. Volvió a darse la vuelta, y dio un salto. Allí estaba Gorion, su mentor; Winthrop, el posadero de la ciudad; y todos sus viejos amigos de Candelero. Imoen los miró con cariño. Dijo que ella los había querido a todos. Se dio la vuelta. Dijo con pesar que ellos ahora estaban demasiado lejos.
Ante los ojos de Jaime, las sonrientes caras y cuerpos de sus amigos se convirtieron en estatuas, y explotaron. De ellos no quedó más que los restos, que ante los ojos de Jaime, desaparecieron como por magia. Imoen dijo con tristeza que todos sus recuerdos estaban desapareciendo. En ese instante, Sarevok surgió delante de ellos. Jaime buscó sus espadas, pero no las tenía. Imoen dijo con voz soñadora, que se habían enfrentando a Sarevok. Había parecido invencible, pero él también se había ido. Se repitió el mismo proceso, y pronto de la estatua de Sarevok no quedó nada.
Imoen contempló a Jaime fijamente. Dijo que había algo más. Había alguien muy peligroso. ¿Se acordaba todavía de ella, Ella casi no podía acordarse de él. Estaba perdiendo la memoria. Jaime llegaría demasiado tarde. Jaime intentó decir que no iba a ser así, pero Imoen se convirtió en estatua, y explotó en mil pedazos. Cada uno de esos pedazos se clavaba en el corazón de Jaime.
Jaime pegó un grito, y se volvió, porque podía sentir la presencia de alguien más. Alguien maligno. Irenicus. Éste miró los restos que quedaban de la animosa chica. Se quejó de que Imoen se aferraba a su anterior vida como si importase. Jaime exigió saber donde estaba. Irenicus sonrió con su sonrisa diabólica. Dijo que eso era un retrato de lo que había ocurrido y de lo que podía ocurrir. Luego hizo una pregunta, que provocó que a Jaime un escalofrío le recorriera todo el cuerpo. Irenicus preguntó si quería aferrarse al pasado, o podía ver a través de sí mismo, y ver todo el poder que tenía dentro. ¿Se aferraba por miedo? ¿Por lo que sabía que quería y podía tener? Irenicus suspiró. Nada de eso era real, y sin embargo era Jaime el que los había transportado al sueño. Sus poderes eran impresionantes.
Jaime abrió los ojos y se aferró a sus espadas con todas sus fuerzas, aunque silenciosamente. Al principio intentó mentirse a sí mismo diciendo que sólo había sido un sueño. Pero pronto tuvo que reconocer que no era más que una mentira. Había sentido el enorme poder de su enemigo. De alguna forma, su mente, la de Imoen, y la de Irenicus, se habían unido por un breve espacio de tiempo.
Jaime volvió a cerrar los ojos, mientras sus labios murmuraban el nombre de una hermana.
El sueño de Jaime volvió a ser interrumpido, pero esta vez por los gritos de una hembra. Aún con la mente en medio de los sueños, sacó su espada, y se colocó en posición de combate. Los demás se estaban despertando lentamente, excepto Minsc que seguía durmiendo y roncando sonoramente.
Jaime miró a su alrededor. No estaba pasando nada. Era Jaheira, que seguía gritando en medio de una pesadilla. Jaime se acercó dulcemente a ella, y la despertó. Jaheira clavó sus uñas en él. Jaime tuvo que contener un grito de dolor por el repentino dolor mientras la soltaba. Jaheira jadeaba agotada.
Jaime la miró preocupado. Dijo que debía tranquilizarse. No estaba pasando nada.
Jaheira lo miró con furia. Pero había algo más. Jaime pudo ver claramente los ojos de Jaheira. Se estaban formando lágrimas. Sus defensas exteriores totalmente derribadas. Jaheira aulló que si que estaba pasando algo. Khalid. Le estaba viendo morir, y cuando abría los ojos, todavía estaba allí, agonizando...
Murmuró una disculpa, diciendo que pensaba que era más fuerte.
Jaime contestó con una cita: "No hay debilidad en penas honestas..." Jaheira le interrumpió con la otra parte de la cita "... sólo en caer en la depresión sobre algo que no puede ser cambiado". Ambos sonrieron. Jaime entonces dijo "Ninguno de nosotros puede cambiar el pasado..." "... Pero todos podemos cambiar la forma de nuestro futuro a su luz" terminó Jaheira. Jaime lanzó su último ataque diciendo "Los sentimientos no deberían consumirte..." "... y menos consumir tus recuerdos, y que sólo permanezca la tristeza" concluyó Jaheira. Ambos sonrieron como colegiales. Jaheira rió, la pesadilla a kilómetros de allí. Dijo que aparentemente Gorion había hablado a ambos de las profecías de Alaundo, el profeta. Tenían más en común de lo que pensaba. Pero era hora de dormir.
Desayunaron en la taberna. Minsc empezó a gritar en alto sus hazañas. Todo el mundo les recordaría por siempre. Jaime sintió la mirada de un montón de ojos medio adormilados sobre ellos, y rogó a Minsc que se calmara. Pero por alguna razón, Minsc se había levantado con mucho ánimo ese día. Se levantó, se puso encima de la mesa. Gritó que todo el mundo hablaría sobre ellos y le dijo a Bubú que saludara a todo el mundo. Luego se volvió sobre la gente, y les gritó que saludasen al hámster. Jaime se arrepintió de no haber estudiado para mago, y no tener ningún hechizo de Teletransportación. Se apresuró a salir de allí seguido de los demás, incluyendo a Minsc que salió saludando a la gente.
Salieron de allí. Acabaron con algunos guardias corruptos que habían permitido el inhumano tráfico de niños, pero en el proceso, se encontraron con una reunión entre una vampira y unos Ladrones de las Sombras. Los ladrones al verse descubiertos, atacaron mientras la vampira desaparecía. Los ladrones murieron, y un concienzudo examen de los cadáveres reveló una nota, en la que una tal Bodhi comentaba que los Ladrones de las Sombras estaban perdiendo terreno, y ya la noche era peligrosa incluso para los más silenciosos ladrones. Recomendaba a todos unirse a ella.
Tras leer la nota, Jaime se la fue pasando a los demás. El único que hizo una casi imperceptible seña de preocupación era Yoshimo. Jaime volvió a preguntarse acerca de él. De todas formas, había probado su lealtad, y no sería justo tratarle peor que Korgan, cuando Korgan había dicho muy claramente que no quería hablar de su pasado.
Preguntó a alguna gente, que comentaron que efectivamente había una misteriosa hembra que estaba uniendo a todos los ladrones independientes, y se estaba enfrentando a los Ladrones de las Sombras en una guerra que aparentemente estaba ganando.
Justo en ese momento, un hombre contempló a Jaheira y a Aerie y les avisó que esa era una zona de pobres, no de frívolos elfos. Aerie se asustó pero Jaheira le contestó que en sus largas vidas tenían tiempo de aprender a respetar la vida y a no ser frívolos. El hombre se fue.
Antes de irse de allí, contemplaron la misteriosa Esfera gigante que había aparecido en la ciudad de la noche a la mañana hacía dos semanas. Algunos decían que era un objeto de los dioses, otros intentaban venderlo a incautos. Otros decían que dado que había caído encima de su casa, ahora estaba en su propiedad.
Un académico dijo que le recordaba a la esfera de los planos, hecho por un tal Lavok, que lo había hecho hacía ya quinientos años. Su aprendiz, el único de sus seguidores que no había desaparecido, había explicado que el artefacto servía para viajar entre los diferentes planos materiales. Cuando Lavok se había ido, había comentado que planeaba investigar los diferentes planos por cinco años. Sin embargo nunca había vuelto.
Jaime preguntó a la gente por la esfera, pero nadie sabía nada de ella. Había aparecido de golpe, cayendo sobre las casas de la zona. Afortunadamente no había víctimas. Había habido varios intentos de entrar, pero nadie sabía como. Ni siquiera los poderosos Magos Encapuchados habían logrado entrar.
Un gnomo se le acercó, dijo que la esfera era de su propiedad, y les ofreció vendérsela sólo por cincuenta monedas de oro. Jaheira rió. Dijo que le sorprendía pensar que alguien fuera tan estúpido para ser estafados así. Minsc, que no estaba escuchando, dijo que toda la esfera por cincuenta monedas le parecía un buen precio. Preguntó a Bubú por su opinión. Jaheira pensó en decir algo, pero se lo calló. Entonces Bubú hizo un ruido. Minsc se disculpó, pero a Bubú no le había gustado la idea de comprar la Esfera. El gnomo contempló al hámster. Jaheira sonrió. Debería ser la primera vez que un hámster había rechazado una estafa.
Ya se iban, cuando fueron súbitamente rodeados por unos guerreros. Uno de ellos, explicó que eran los esclavistas que quedaban de las dos derrotas que les habían producido. Ahora iban a encontrar su venganza. Jaime agradeció educadamente que les hubieran buscado. Así ellos se habían ahorrado el trabajo. Podían entregarse a las autoridades, o de lo contrario se las verían con ellos.
Los esclavistas lanzaron un grito de batalla, pero el negocio de esclavos finalizó totalmente por lo menos por el momento, en Amn, ese día, en esa calle y en esa batalla
Korgan exigió que ahora hicieran la misión que les había hablado, y Jaime lo consideró justo. Empezaron a ir al cementerio, donde según Korgan había una entrada a la cripta.
Jaheira comentó a Jaime que parecía pensativo. Jaime sonrió. Explicó que estaba pensando acerca de sí mismo, y de su futuro. Lo que le atemorizaba, era que parecía que tenía poca elección para cambiar su destino. Jaheira lo examinó. Allí estaba, el hijo de un Dios, sintiendo dentro de sí todo el poder y la maldad de su padre, e intentando todos los días contenerlos con sus buenos pensamientos y todo lo bueno que podía encontrar en el mundo. Un sentimiento de piedad la sacudió. A ella le habían enseñado que todo el mundo tenía elección, pero sus mentores no habían contado con la intervención divina.
Jaime confesó que sentía muchas cosas tirando de él en ambos lados. Jaheira opinó que la gente tendía al equilibrio. Hacía falta mucho esfuerzo para empujar en una dirección o otra. Jaime contestó que el problema era que tiraban de uno desde el principio, desde el nacimiento. Jaheira estuvo de acuerdo. En ocasiones el equilibrio era lo más difícil.
Jaime examinó a los ojos a Jaheira, y le preguntó que entonces cual era la solución. Jaheira lo miró sorprendida. Jaime explicó que eventualmente, todo se acababa, fuera para bien o para mal. Jaheira lo meditó. Explicó que los Arpistas trabajaban como si el recuento final fuera el mismo día. Debía vivir cada día como si fuera el último. Había una cita "El presente se escapará si vives parado. Tampoco deberías esperar demasiado tiempo para que el futuro te encuentre". Jaime preguntó sonriente quien había dicho esa cita. Jaheira sonrió para no llorar. Era de Khalid. Él nunca se obsesionaba por nada, y quería que ella hiciera lo mismo.
Se contemplaron ambos nerviosos por unos segundos, pero Korgan empezó a quejarse. Lo único que iban a hacer ahora era ir al cementerio, con ellos o sin ellos. Jaime lo consideró justo. Ya era hora de hacer la misión en que habían quedado.
Se movieron en dirección al cementerio.
Los caminantes se detuvieron a la entrada del cementerio, cuando Jaheira que iba en cabeza se detuvo, y se frotó la pierna. Se quejó que todavía le dolía la pierna a veces. Jaime se volvió a toda velocidad hacia Jaheira. Le preguntó preocupado que le pasaba. Jaheira se quejó que a veces le dolía la pierna. Un recuerdo de la estancia en la celda.
Jaime se paró preocupado. Le rogó que se sentara. Buscó en sus bolsillos, hasta que encontró una pomada. La abrió y empezó a ponérsela a Jaheira en la pierna. Ésta protestó, pero Jaime contestó que no le apetecía que le doliese justo cuando estaban huyendo de unos dragones. No quería tener que pararse para cubrirla.
Un silencio cubrió todo el equipo, mientras los demás ponderaban las palabras. A Aerie le molestó. Por supuesto, eso lo haría por cualquiera del grupo. No lo hacía específicamente por ella. Jaime nunca abandonaría a ningún miembro del grupo.
Mientras terminaban, Jaime se disculpó que no la liberase antes. Jaheira se cruzó de hombros, y advirtió que no importaba. Le preocupaba que él hubiera sufrido más que ella. Jaime se cruzó de hombros sonriente. Pero por su mente estaban pasando todas las torturas que había sufrido. Cuando finalmente Imoen le había liberado, no había sido capaz de recordar el número de veces que Irenicus le había atormentado en sus experimentos.
Dijo que todo eso ya había pasado. Pero no iba a permitir que volviera a pasar. Jaheira estuvo de acuerdo. Hasta que encontraran a Irenicus los problemas no terminarían. Entonces sonrió. Dijo que no había querido que la conversación se enrareciese de ese modo. Aparentemente no era buena hablando de cosas intrascendentes, o no tenía experiencia.
Korgan cogió un botellín que tenían en la mochila, y bebió un trago. El chico era inexperto. Eso estaba claro. Lo más probable era que todavía fuese virgen. Él en su lugar se habría tirado a esa Imoen por la que tanto suspiraba. Joder, si ni siquiera era su hermana real. Pero le caía bien. Todavía le mataría si había una recompensa por su cabeza. Pero la recompensa tendría que ser muy alta.
Se fijo en Aerie. Mientras Jaime frotaba, estaba mirando hacia otro lado. El chico era inocente, eso estaba claro. Si fuera él el que estuviera dando el masaje, lo haría tocando más arriba. Estúpido virgen. Lo más gracioso era que no se estaba dando cuenta que la niña elfa estaba enamorada de él. Korgan sonrió. Le gustaría que se mataran entre ellos. Lo que necesitaban todos era un buen revolcón. Eso era siempre la mejor forma de librarse de todos los problemas. Especialmente si la hembra no quería y se resistía.
Jaheira miró al concentrado Jaime, totalmente centrado en la pomada. Sonrió. Le hacía bien ese masaje. Le hacía olvidar todos los horrores, sufrimientos y luchas que había pasado. Le hacía olvidar a Khalid...
Jaheira se levantó violentamente, derribando a un sorprendido Jaime. Dijo rápidamente que ya era suficiente. Se puso en camino, pronto seguida por los demás. Jaime la miró extrañada. ¿Había hecho algo malo?
Tras registrar una docena de tumbas, debido a que Korgan no se acordaba cual era, encontraron la que estaban buscando. Había una puerta secreta, que llevaba hasta unos extraños pasajes. Korgan lanzó un grito de alegría, diciendo que ese era el camino correcto. Todo el equipo le siguió. Poco después, se encontraron con varias toneladas de arañas. Arañas gigantes, arañas gigantes grandes, arañas colosales, el doble de grandes que las gigantes, arañas pequeñas, la mitad de grande que las gigantes, pero con un fuerte veneno, y sobre todo las arañas espada, tremendamente rápidas y peligrosas.
Acabaron con todas, y fueron avanzando. Fueron rodeados por varias sombras, necrófagos, esqueletos, y momias. Todos ellos murieron, y el equipo avanzó, hasta que llegaron a una gran sala con varios cadáveres, y un gran número de enemigos. Por otro lado, parecía evidente que alguien había estado allí antes, porque todas las tumbas habían sido saqueadas. Unas enormes momias se acercaron. Una de ellas se quejó porque incluso allí abajo había leyes. El descanso final no debía ser perturbado, porque los que perturbaban el descanso morían. Ese era su destino. Sin embargo, el tomo de Kaza'ss había sido saqueado. Iban a pagar. Iban a unirse a ellos en la muerte.
El equipo acabó con todos ellos. Korgan registró la tumba. Efectivamente, había sido saqueada. Yoshimo le dijo que sus habilidades le decían que había sido muy recientemente. Korgan empezó a lanzar insultos. Bailaría tres veces sobra las tumbas de aquellos que habían saqueado las tumbas antes que ellos.
Se puso a pensar, cosa a la que tampoco estaba tan acostumbrado. Dijo que seguramente alguno de sus anteriores acompañantes había sobrevivido a la batalla anterior, y había reunido otro grupo para saquearlo. Había que moverse. Había muertos vivientes que despachar, y vivos muertos que enterrar. Había que ir a ver al bibliotecario. Seguramente sería allí donde irían los saqueadores.
Mientras se movían, Jaime miró hacia atrás. Todos los residentes de esa habitación, tanto los recientes como los antiguos, habían sido personas llenas de vida. Llenas de energía. Ahora todos estaban muertos. Toda su vida, toda su energía, toda su experiencia, desaparecidas... Como una gota en la lluvia.
Tuvo un escalofrío y salió de allí.
Aerie miró a todo el grupo. Comentó que no entendía por que todo el mundo estaba tan serio y enfadado. No estaba acostumbrado a vivir así. Jaheira tuvo que contener un bufido. Aerie continuó recordando que en el circo todo el mundo siempre iba sonriendo, o por lo menos su tío Quayle estaba decidido a que todo fuera así. Su tío decía que un ceño fundido nunca hacía nada bueno. Todo el mundo debería animarse un poco.
Jaime sonrió tristemente. Dijo que le gustaría que todo fuera así, pero desgraciadamente casi nunca pasaba eso. Las cosas no eran tan fáciles. Aerie contempló a Jaime, y su cara triste le partió el corazón. Dijo que entendía que las cosas fueran mal. Había pocas cosas para reír. Pero le gustaría que un día todo fuera mejor para todos. Entonces podrían reír.
En ese momento, un asustado enano se les acercó, temblando. Todo el equipo sacó sus armas. Dijo que su tío le estaba persiguiendo para matarle. Efectivamente, delante de ellos apareció un zombi. El enano empezó a llorar, diciendo que encima que sólo le había dejado un viejo jersey ahora le perseguía para matarlo.
El zombi se enfadó cuando oyó eso, y dijo que eso era mentira. Era un jersey muy caro, y su ceremonia de entierro había sido la peor que había visto nunca. Las flores las acababa de recoger junto al pantano. Había cogido sus ropas y las había vendido, incluido las que llevaba puestas en el momento de morir. Había cerrado el cofre para que nadie lo viera. Y por si fuera poco había cogido a un sacerdote borracho de Talos, y le había dado una botella de vino para que farfullara unas tonterías blasfemas.
El sobrino contestó furioso que era lo máximo que podía hacer, porque le había dejado todo su dinero a su amante. Eso fue la señal para que tío y sobrino empezaran a lanzarse una andanada tras otra de insultos. El equipo estaba allí, con las armas desenvainas, y sintiéndose ligeramente incómodos.
Bubú hizo un ruido. Minsc lo miró y avisó que Bubú recomendaba que se fueran de allí, porque eso era una discusión familiar. Jaime miró a Bubú, volvió a contemplar al tío y al sobrino, y antes de poderlo evitar, soltó una sonora carcajada. El sonido sobresaltó a todos los presentes, que se volvieron a Jaime. Pero la risa era contagiosa, y poco después un equipo al completo abandonaba el cementerio riéndose a mandíbula crujiente. Aerie estaba feliz que todos pudieran reír.
Cruzaron el puente, para llegar a la zona del templo, donde estaba el bibliotecario. Mientras lo cruzaban, un teniente se les acercó, y les preguntó el nombre. Jaime consideró de buena educación contestarle. Además era un agente de la ley, así que se lo dijo. El teniente los contempló, y pareció decidir que parecían buena gente. Les aconsejó que dejaran sus armas puestas en sus vainas, y procurar no sacarlas para nada, o de lo contrario tendría que llamar a la guardia. Jaime se extrañó por ese interés del guardia. La zona del puente no parecía a simple vista ni excesivamente rica ni excesivamente pobre.
El teniente les avisó que debían tener cuidado. Había un asesino suelto por las calles de la ciudad. A Jaheira le pareció extraño. Debía haber asesinos a centenares en la ciudad, y así se lo dijo al teniente. Con sólo dos estúpidos que se pusiesen a pelear, ya surgía otro asesino y otra víctima. El teniente estuvo de acuerdo. Pero que mientras otros eran menos sanguinarios, ese asesino parecía matar por el placer. Nunca en toda su carrera se había encontrado con un asesino tan sádico. Había asesinado a varios mendigos. No sólo no les robaba, lo poco que tenían, sino que los mataba de la forma más dolorosa posible. Los despellejaba vivos.
Todo el equipo imaginó como de dolorosa debía ser esa muerte. Aerie se desmayó. Minsc se lanzó sobre ella, gritando que había sido asesinada por Irenicus. Había fallado otra vez a su bruja. Su Dejemma otra vez estaba incompleta...
Jaheira se acercó a la elfa, y le dio unas cuantas bofetadas, para despertarla. Otras para desperezarla bien. Y otras más fuertes por hacer el ridículo.
Jaime interrogó al teniente por esos asesinatos. El teniente explicó que un niño llamado Faraji había encontrado el último cadáver. El viejo Rampah, y una "mujer de la calle" llamado María habían sido sus casi últimas víctimas. El resto era información clasificada para la investigación. Jaime meditó fríamente en ese asesino. Despellejar a las víctimas era un acto propio de un demente. Esperaba que un loco de esa naturaleza fuera pronto encontrado. Yoshimo agradeció al teniente su preocupación. Pero Jaime y sus aliados estaban preparados para enfrentarse a cualquier enemigo.
El teniente se fue, y el equipo siguió caminando hasta el distrito del Templo. Estuvieron contemplando los diferentes templos que había, para el mismo número de Dioses y Diosas. Jaime meditó con algo de horror, las posibilidades que había que hubiera un templo de Baal. Sería todo un espectáculo, el hijo de Baal en un templo de Baal. Lo reduciría a cenizas si encontraba alguno.
Aerie comentó que eran enormes. Le gustaría volar en ellos.
Jaime la miró sonriente, y sugirió que podía soñar. O si no rogarle a los dioses que le dieran un sueño de volar. Aerie sonrió.
