Capítulo IX: La partida de Yoshimo

Yoshimo siempre fue un personaje complejo. Astuto, un gran asesino, rápido en las sombras, un buen luchador. Siempre era imposible saber lo que estaba pensando porque en su cara se reflejaba siempre una sonrisa servil y astuta. Pero por encima de todo, era un amigo. Lo entendí al final

Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal

El joven aprendiz de los Magos Encapuchados estaba contemplando preocupado al hechicero. Sus amigos le habían dicho que ese Irenicus había vencido a más de trescientos Magos Encapuchados en cinco segundos. Bien, podía ser que estuvieran exagerando. Debían estar exagerando, porque si había vencido a más de trescientos Magos Encapuchados no estaría en el Asilo.

De todas formas no debería haber problema. Al fin y al cabo estaba en una prisión especial dentro del Asilo. Dentro de esa cárcel los poderes mágicos quedaban anulados. ¿Y qué había hecho el temible Irenicus desde que había llegado? Nada. Se pasaba los días sentado con los ojos cerrados meditando.

Pero su primo tenía razón que había algo terrorífico a esa concentración. A veces cuando alguien le llevaba la comida, él se mostraba molesto porque le cortaran la meditación. Entonces volvía a meditar durante unos segundos, y luego se ponía a comer, para continuar la meditación poco después. Era como si estuviera hablando con alguien con esa maldita meditación. Pero no, eso también era imposible. La magia del Asilo impedía a nadie hacer comunicaciones a fuera del Asilo.

La chica que había venido con Irenicus era muy distinta. Era mona. No entendía porque los Mayores se ponían tan nerviosos con ella. Nunca había hecho nada malo o extraño. Y parecía llevarse bien con los demás habitantes del Asilo. Especialmente con ese Dradeel, ese elfo loco que decía que había ido con Balduran a una isla con hombres-lobo. Y hasta se reía con esa chica cambia-formas ¿Cuál era su nombre? Era...

Dentro de la celda, Irenicus abrió los ojos. Había llegado el momento. Su venganza estaba muy próxima. Y el primer paso era salir de esa maldita celda.

Una terrible explosión sacudió al joven aprendiz. El Mago Encapuchado intentó levantarse, mientras por el rabillo del ojo veía la pared destruida, y a Irenicus caminar libre. Irenicus iba en su dirección con una mueca de crueldad...

Había un enorme grupo de gente reunida en medio de la plaza. El equipo se acercó por curiosidad. Había una persona que estaba hablando. Decía que había tenido una revelación. Todos los dioses y diosas que los demás templos decían adorar, no eran más que mentiras e invenciones, hechas para engordar a los sacerdotes y enriquecer los templos.

Hubo gritos y murmullos de asombro y protesta. Jaime contempló a ese hombre. No tenía ojos. Donde deberían estar, no había más que unas cuentas vacías. Era ciego, pero sus palabras resonaban con gran energía. Parecía estar envuelto en una especie de éxtasis místico.

Jaime meditó que en todos los libros de historia que había leído, nunca había oído hablar de ningún fiel que hiciera proselitismo de una manera tan pública. Tampoco que nadie negara la existencia de cualquier Dios del otro lado. Siempre había leído que la convivencia pacífica entre los Dioses, era algo que había ayudado a la paz. Incluso había un cierto pacto de ayuda entre religiones, de forma que se ayudaban unas a otras en caso de necesidad. Tampoco era que hubiera leído tanto. Seguramente Imoen habría leído algún caso similar. Quizá cuando ya nadie se acordase de él, del hijo de Baal, la gente hablaría de la primera vez que había habido luchas en las calles por la religión.

Intento reír, aunque fallo, mientras se esforzaba por atender a lo que estaba diciendo el improvisado predicador. Decía que los Dioses nunca habían hecho nada. Nunca habían evitado la muerte, o la plaga, o el hambre.

Algunos sacerdotes empezaron a increparle, pero la inmensa mayoría de la gente arremolinada allí les mandó callar, diciendo que tenía razón. Uno de los sacerdotes avisó que estaba blasfemando. Lathander siempre había mostrado su benevolencia y poder. Su presencia era incuestionable.

El ciego rió. Dijo que los poderes de los sacerdotes, eran equivalentes al de los magos. Pero los magos no usaban ningún tipo de rezo. Los dioses no eran nada. Las iglesias mentían para llenar sus bolsillos. Los dioses nunca habían protegido a nadie del hambre, o de la enfermedad. Nunca habían traído armonía a Faerun.

Al arrancarse los ojos había visto la verdad. Y la verdad era que el Dios del Ojo Ciego, el único que existía, estaba allí, entre la gente. Ofrecía auténtica protección y amor a sus fieles. Ellos eran los elegidos del mayor milagro. Él, Gaal, era el primero. Había visto la luz al perder sus ojos. Los dioses no eran más que falsos iconos, para aumentar el poder de los sacerdotes.

La gente ahora estaba hablando entre ellas. Había algunas que hablaban de blasfemia, pero la mayoría exigía que le dejaran hablar. También la mayoría estaban mirando con mal humor a los sacerdotes, hasta insultándoles. Los sacerdotes se alejaron asustados de la multitud.

Jaime por unos instantes estuvo a punto de lanzar una piedra a los cobardes sacerdotes. No eran más que unos impostores, pero entonces le vino a la mente la estupidez de la situación. Él era el hijo de un Dios. Sabía por primerísima mano que los Dioses existían. Miró a todos sus compañeros. Seguían como hipnotizados el discurso del ciego, así como toda la multitud, cuyo número crecía cada segundo. Era increíble. Él mismo estaría también embelesado si no fuera por sus experiencias personales. Y aún así, sentía las palabras del ciego como ciertas, aunque sabía que no lo eran

Conectó toda su experiencia y su cinismo al máximo, y prestó atención a lo que decía. Sin ninguna duda, ese ciego tenía algo especial. Algo que hacía que las gentes le mirasen. Una misteriosa cualidad que la gente englobaba bajo el denominador general de carisma, porque no sabía como denominarlo.

El ciego explicó que había un auténtico Dios. Ofrecía la claridad de la visión, el camino auténtico hacia la divinidad. Todo el mundo buscaba el conocimiento, buscaba el conocer, buscaba la sabiduría, buscaba saber, buscaba entender. Pero no tenían que Ver. Tenían que Aprender, y Saber.

Los sacerdotes intentaron acallarle, pero la multitud con un unánime exigió que le dejaran hablar. Finalmente Gaal ordenó a todo el mundo que le siguiera, y la multitud le siguió.

El equipo también empezó a seguirle, pero Korgan se paró y sacudió confundido la cabeza. Minsc se paró cuando un furioso Bubú lanzó un grito. Yoshimo y Jaheira estaban caminando, pero cuando Jaime los sacudió, despertaron del sueño. Sólo quedaba Aerie. Lo estaba siguiendo, y cuando Jaime la obligó a volverse, miró a Jaime como si no lo conociera. Jaheira dio un salto adelante, y le dio otra torta de forma muy gustosa. Aerie finalmente despertó, pero dijo que quería saber por que había perdido las alas, por que... Jaime la abrazó y Aerie se aferró a él desesperadamente, llorando.

Korgan aulló que ya estaba bien de tonterías. Tenían que darse prisa, o de lo contrario los saqueadores conseguirían su premio. Y no estaba dispuesto a que esos saqueadores se llevaran su premio. Tenía sed de sangre. Pasara lo que pasara, el premio era suyo.

Llegaron a la casa, y entraron. Apenas entraron, todos los miembros del grupo excepto Aerie sacaron sus armas, y se colocaron en situación de combate. Aerie los contempló asustada. Jaheira le advirtió que se preparara, porque allí había habido una pelea con cadáveres.

Efectivamente, había gotas de sangre y jarrones rotos alrededor. Pero a los aventureros expertos lo que les había hecho saltar era el inconfundible olor a carne muerta y la aparición de unas cuantas moscas que revoloteaban por allí.

El equipo avanzó, pero no había nada especial que ver. Sólo unos cuantos cadáveres destrozados y torturados en varias habitaciones. Korgan examinó esa masacre, y empezó a lanzar maldiciones contra todos los dioses y demonios conocidos y por conocer. Parecía que era obra de Shagbag, el líder de su anterior equipo. Había creído que había muerto en la última batalla, pero sin duda se había confundido. Jaime dijo que aparentemente los habían perdido, pero Bubú empezó a olisquear, y lanzó un grito. Tenía un rastro.

El equipo siguió a Minsc y a Bubú hasta el tejado de una casa. Mientras Jaime y Korgan caminaban codo con codo. Jaime sugirió que deberían intentar hacer que ese Shagbag se entregara a la justicia. Korgan gritó que no estaba dispuesto a que cualquier prisión le quitara su recompensa. La recompensa no sólo era el oro, aunque eso también importaba. El auténtico tesoro era la sangre. El placer de la venganza. Venganza por haberse llevado ellos el libro y la recompensa. Quería venganza. Y la iba a tener.

Shagbag estaba allí. Korgan y Shagbag se saludaron. Korgan estaba realmente feliz de haberle encontrado. Pero no sólo para recordar viejos tiempos. Shagbag avisó al equipo que cuando Korgan había estado con ellos, en el medio de la cripta, había habido una discusión cuando Korgan hubo tropezado y caído al suelo de bruces. Varios de los compañeros se habían burlado de él. Loco de furia, el enano se había lanzado sobre sus compañeros, y acabado con tres de ellos. Justo ese había sido el momento elegido para que los no-muertos, esqueletos, necrófagos y momias les atacaran. Superados en número, y con tres miembros del grupo muertos, no había habido ninguna posibilidad.

Shagbag rió cuando dijo que el primero en correr de allí había sido Korgan.

Korgan loco de furia, se lanzó sobre Shagbag, mientras que los dos grupos se enfrentaban duramente. Jaime atravesó a uno, y se lanzó sobre otro, mientras Minsc y Jaheira se enfrentaban de forma conjunta contra tres enemigos. El hechicero empezó a lanzar Flechas Ácidas sobre Jaime, que las esquivó como pudo, recibiendo un par de impactos. Aerie grito y lanzó un Látigo sobre el mago, dispersando sus defensas. Ese fue el momento elegido por Yoshimo para cortarle el cuello por la espalda.

Al final, Shagbag fue el último en resistir, mientras se enfrentaba contra Korgan. Pero al final el hacha de Korgan se llenó de sangre y la espada del otro no.

Korgan lanzó un rugido de satisfacción. Estaba satisfecho del resultado. Finalmente había conseguido el libro, la recompensa, y se había encargado de su antiguo compañero, con su mejor hacha. Con eso ya estaba totalmente satisfecho.

Justo en ese momento, un escuadrón de Magos Encapuchados rodeó a Aerie. Jaime los examinó, sacó la espada, y se acercó a ellos. Si uno solo de ellos se atrevía a llevarse Aerie, como se había llevado a Imoen, por Baal que acabaría con todos ellos. Ya podían mandarle todos los hechiceros del mundo, que acabaría con todos ellos.

Uno de ellos advirtió a Aerie que estaba usando la magia de forma ilegal. Ella protestó que el otro hechicero también la había estado usando, y no habían aparecido hasta que ella había usado la magia. Los magos contestaron que el otro hechicero había conseguido un permiso para usar magia. Un permiso especial que ella no tenía. Finalizaron diciendo que si usaba otra vez la magia sin permiso, sería arrestada. Luego desaparecieron

Jaime envainó su espada medio agradecido que no se hubieran llevado a Aerie, medio triste que no hubiera podido dar su merecido a esos magos. Recogió el libro maldito por el que tanta gente había muerto. Leyó la portada. El título era el de un famoso libro de un Nigromante, el primero de todos. Se decía que podía resucitar a muertos de mil años de antigüedad con solo el pensamiento. Pero cuando había buscado la vida eterna para resucitarse a sí mismo, había quedado encerrado eternamente en el cuerpo sin ambición de un Lich. Abrió el libro. Las páginas estaban vacías. Era posible que hubiera algún hechizo para enseñar lo que hubiera. También podía ser que fuera una falsificación, o quizá, eso sería muy divertido, una broma de un bromista a algún amigo.

Examinó a los cadáveres. Muy divertido.

Siguiendo las indicaciones de Yoshimo, estuvo un buen rato negociando la venta del libro. Aún recordaba su juventud, cuando hacía pequeños obras de madera, con materiales "conseguidos" por Imoen, y luego los vendía. Finalmente consiguió un precio bastante bueno. Cuatro mil monedas de oro. También se enteró que ese permiso especial, lo podía conseguir cualquiera que pagara un buen soborno a las autoridades. Jaime rió sobre la seguridad de la magia en Amn.

Dado que el equipo ya estaba cansado, y que ya tenían casi quince mil monedas de oro, juzgó conveniente invitar al equipo a un par de botellas. Fueron al bar Corona de Cobre, y efectivamente lograron un buen descuento. Ni Aerie ni Jaheira ni Jaime bebieron, con lo que los demás tuvieron doble ración.

Aerie se fue a un aparte, y luego se acercó a Jaime. Dijo que había estado mirándose a sus cicatrices, donde antes había tenido sus alas. Le parecían horribles. Preguntó a Jaime con voz temblorosa si le parecía que esas cicatrices le hacían fea.

Jaheira saltó. Dijo que debía tener algo de respeto por si misma. No debía temblar como una flor, y esperar a que Jaime la recogiera. Aerie protestó que sólo estaba preguntando la opinión de Jaime. Pero Jaheira no la iba a dejar en paz. Le aconsejó que se olvidara de sus cicatrices. La vida la había tratado mal, pero sería mucho peor si no podía olvidar su pérdida, y seguir adelante. Aerie contestó que sólo le preguntaba a Jaime, porque respetaba su opinión, y no sabía como les parecían a los varones esas cicatrices. Jaime aseguró que haría falta mucho más que un par de cicatrices para esconder toda su belleza.

Aerie sonrió, pero su sonrisa pronto desapareció. Explicó que cuando la capturaron, la habían puesto en una jaula muy estrecha, donde no tenía espacio para extender sus alas. Poco a poco sus alas se habían ido marchitando, y aunque había suplicado a su agresor, este no había hecho nada hasta que había sido demasiado tarde. Finalmente, la habían sacado de la jaula para cortarle las alas con una sierra. Aerie explicó casi llorando que además del dolor físico, lo peor había sido el dolor mental. Desde entonces se había sentido incompleta, porque una gran parte de ella se había perdido y ya no se sentía hermosa.

Jaime contestó que había puesto demasiado de sí mismo en esas alas, y que tenía que fijarse en el resto de su cuerpo y encontrar belleza allí. Aerie agradeció sus palabras, y prometió intentarlo, aunque confesó que le iba a ser muy difícil

Entonces le preguntó si sabía como había sido capturada hacía ya tanto tiempo. Jaheira lanzó un suspiro de resignación, pero Jaime dijo que no. Aerie explicó que estaba lejos de Faenya-Dail, su hogar, volando y contemplando la belleza del lugar. Entonces vio un gran número de guerreros armados, que luego entendió que eran esclavistas, asaltando otro grupo. Cuando vio a un niño llorando y corriendo desesperadamente para escapar, no pudo evitar volar a toda velocidad para salvarle, aunque su madre le había advertido que tenía que tener cuidado con los extraños. Desgraciadamente, un esclavista la alcanzó con una flecha, y la capturaron. Poco después la encerraban en una jaula y la vendían al circo.

Jaime contempló su cara. Aún era joven para los criterios elfos, pero ya había vivido una vida de demasiado dolor. Comentó que había hecho lo único que se podía hacer, y que no había sido su culpa que al final las cosas salieran mal.

Aerie contestó que de todas formas había pagado por romper las normas, y había perdido en el proceso su casa y sus alas. Entonces una débil sonrisa apareció en su rostro. Dijo que por lo menos Quayle vivía, había encontrado a Jaime, y aún sonreía cuando pensaba que el niño logró escapar, porque los esclavistas habían estado demasiado ocupados con ella.

Salieron de la taberna. Era ya muy tarde. Se pusieron a discutir el camino a seguir, Yoshimo les interrumpió, y les rogó que antes de nada fueran a ver a Renal Cabellorubio, jefe local de los Ladrones de las Sombras. Cuando había llegado a la ciudad por primera vez, se había movido bastante como ladrón independiente y conseguido bastante dinero. Por error, había robado una importante cantidad de dinero, que luego supo que pertenecía a un noble que había pagado protección a los Ladrones de las Sombras. Cuando se había enterado de a quien pertenecía el dinero, ya lo había gastado. Eso había provocado el enfado de los Ladrones de las Sombras, y le habían ordenado que fuera a ver a su jefe, Renal Cabellorubio, o que se atuviera a las consecuencias. Su centro de control era el puerto, y quería algún "voluntario" porque aparentemente quería buscar unos voluntarios ajenos a la organización para algo.

Yoshimo dijo que con el equipo se sentía seguro, pero sentía que era su responsabilidad advertirle. Si iban, tenían la posibilidad de conseguir una recompensa, aunque todo estaba en las manos de Jaime. Él por supuesto que respetaría la decisión.

Jaime estuvo de acuerdo. Era un miembro del equipo. Tenían que ayudarle.

Llegaron al puerto. Podían sentir el fuerte olor a pescado, y la rejuvenecedora brisa del mar. Jaime lo contempló. Allí estaba el Cuartel general de los Ladrones de las Sombras. Sólo conque uno de los miembros de la organización de la Puerta de Baldur hubiera sobrevivido y hubiera llegado a Amn, más concretamente a Athkatla, las cosas se iban a poner muy interesantes. Ellos habían acabado con la organización en secreto, sin dar nombres. Pero habían conseguido mucha fama con la muerte de Sarevok. Si los Ladrones de las Sombras sabían la verdad sobre la Puerta, iban a tener problemas. Miró a Yoshimo. Sonrió. Dio una señal de adelante, y todos se movieron.

Un clérigo loco se cruzó en su camino. Les ordenó que se inclinaran y honraran al todopoderoso Dios Cyric. Jaime dijo con voz despectiva que no, pero mientras lo decía, su mente volaba.

Cyric.

La mente de Jaime voló a un recuerdo que nunca había tenido. Era una batalla épica, que los mismos Dioses se habían apartado para no verse dañados por las chispas que salían de las armas. La pelea era entre él, el Señor de los Asesinatos, y un advenedizo humano, llamado Cyric. Pero ese humano, había matado a su compañero, Myrkul, Dios de la muerte. Habían peleado en una gran batalla, una batalla en la que él ya sabía lo que iba a pasar. Sabía que iba a morir a las manos de un mortal, pero ya lo había predicho, y ya se había encargado de todo. Había dejado numerosos hijos en Toril, hijos que eventualmente se unirían para resucitarle...

Jaime contempló como el clérigo loco se abalanzaba sobre él con un puñal en la mano, diciendo tonterías, pero no reconoció al clérigo. Era Cyric. Y él no era Jaime, era Baal, Señor del Asesinato.

Jaime sacó a velocidad de tigre la espada, y se la clavó de pleno al clérigo, mientras la otra espada, le cortaba la mano que sostenía el puñal. El clérigo aún no había podido empezar a registrar el dolor, cuando otro tajo le abría la caja torácica, y otra le perforaba el pecho. La muerte se abalanzaba sobre el clérigo, pero Jaime fue más rápido, y con una espada le atravesó el corazón, mientras que la otra espada le cortaba la cabeza de un limpio tajo. Dejando una espada clavada en la pared, junto con el clérigo, Jaime cogió la otra espada con las dos manos y dio tres golpes contra la cabeza que aún no se había detenido, destrozándola.

Jaime contempló los restos descuartizados que yacían a sus pies, mientras se sentía muy incómodo por la cáscara de carne que lo cubría. Dejó caer la espada, y se agarró los antebrazos, con los brazos. Pensó que había llegado el momento de abandonar esa envoltura de carne, y enseñar su verdadera naturaleza. El hijo de Baal, señor del Asesinato, y más poderoso aún que su padre. Sintió su parte oscura llenarle, y darle más poder del que nunca hubiese soñado.

Yoshimo se le acercó, y le sugirió que había que irse de allí. Aunque había sido en defensa propia, la guardia de Amn iba a aparecer en cualquier momento.

Jaime le miró con rabia, y si hubiera tenido su espada al alcance de la mano lo habría matado allí mismo. Pero los rasgos orientales de Yoshimo, le recordaron a Musashi. Había sido un breve encuentro, pero para él había significado mucho. Le había enseñado el camino de la calma y de la paz interior, además de mostrarle su profesión.

Hubo una silenciosa lucha dentro de Jaime, y la eterna perdedora se retiró, planeando ya su regreso.

Pasaron unos segundos de silencio, Jaime aspiró e inspiró un par de veces. Se volvió a los demás, fingió una sonrisa, y señaló que había que moverse. Los ojos de Yoshimo y Jaheira relucían. Aerie estaba mirando a otro lado aterrada, intentando no devolver.

Jaime se llevó las manos a la cabeza, mientras caminaban.

Había tenido una borrosa visión cuando la esencia de Baal se le había unido. Por unos instantes, los alrededores, se habían vuelto borrosos, mientras otras imágenes se superponían. Era como si hubiera visto a través de los ojos de otra persona. Las visiones habían sido confusas, borrosas

Había visto a varios Magos Encapuchados. Les reconocía por sus ropajes. De eso estaba seguro. Había habido alguien más. Una sombra. Algo maligno. Esa sombra había acabado con todos los magos con suma facilidad. Había lanzado varias docenas de hechizos, y todos los magos habían acabado quemados y disueltos en ácido. Había sentido el miedo de la persona que estaba viendo esa batalla. La sombra se había acercado, y había dado paso a un ser familiar. Era Irenicus, que estaba libre. Libre entre los cadáveres de los Magos Encapuchados...

Jaime se sacudió la cabeza. Debía ser un sueño... ¿o no?.. ¿De quién podía ser esa visión? ¿Imoen? ¿Podía ser que se había comunicado mentalmente con ella? ¿Por qué cuando su parte maligna se había apoderado de él, había podido verla? ¿O no era más que una visión sin sentido? Jaime confundido agitó otra vez la cabeza y siguió adelante. Visiones confusas que podían ser del pasado, presente, futuro, o de un tiempo alternativo. Demasiado confuso para su pobre cabeza.

Una puta se acercó a Korgan y le susurró que le gustaban mucho los enanos. Por unas pocas monedas le podría hacer que se le rizaran la barba y le temblaran los pies. Korgan rió y agradeció la oferta. Pero a él le gustaban más las chicas que luchaban, peleaban y le escupían a los ojos. De todas formas recordaría la oferta en el corazón. Aerie se refugió junto a Jaime.

Entraron en el cuartel general de los Ladrones de las Sombras. El guardia les dejó pasar sin hacer preguntas tras echarles un vistazo. Sin duda había oído hablar de ellos, y también había reconocido a Yoshimo. Jaime no pudo por menos admirar la perfecta organización de los Ladrones de las Sombras. Jaheira murmuró algo de una pérdida de energía cuando se podría perseguir el equilibrio.

Subieron las escaleras, y llegaron hasta una gran sala. De camino, Korgan tiró casi a propósito un vaso de cerveza. El ladrón le insultó, y Korgan dijo que si le abría en canal tendría otras cosas que preocuparse además de la cerveza. El ladrón vaciló, y dejó pasar al enano. Korgan sonrió confiado y lleno de sí mismo.

Había muchos guardias, rodeando a un gigante rubio. Jaime supuso que era el líder de los Ladrones que Yoshimo había comentado.

El rubio soltó una risotada al ver a Yoshimo. Dijo que estaba encantado que al fin hubiera venido. Ya pensaba que no iba a venir porque se lo había tragado la tierra. Había estado a punto de mandar unos asesinos para traerlo vivo o muerto. Yoshimo se inclinó respetuosamente, agradeciendo al oro su amabilidad por preocuparse de su bienestar. Siempre era importante que la gente se preocupara por uno. La risotada del rubio aumentó varios decibelios. Dijo que no era así, porque si estuviera preocupado de él. Eso querría decir que era uno de los suyos, un Ladrón de las Sombras, y no un independiente andrajoso.

Yoshimo recibió respetuosamente los insultos, pero cuando el rubio empezó a llamarle Yoshi, la cara de Yoshimo se alteró levemente. Le rogó que no le llamase así. Esa palabra estaba considerada un insulto en su tierra natal. El rubio empezó a llamarle Yoshi varias veces seguidas. Yoshimo no movió un músculo de su cara. Pero Jaime pudo contemplar las uñas de su mano clavarse con tanta fuerza hasta que se adivinaba el brillo del rubí sangre. Finalmente Yoshimo indico que venía a saldar su deuda. Hacía algún tiempo que había hecho la promesa que vendría a saldar una deuda con la cofradía de los Ladrones. Por eso estaba allí

El rubio sonrió, pero le descartó completamente, mientras contemplaba al silencioso Jaime. Dijo que era cierto, pero que ahora él había hecho el favor de traer al famoso Jaime. Sería él el que le iba a hacer un favor. Al fin y al cabo Jaime según lo que había oído, tenía mejor reputación como guerrero que Yoshimo. La cara petrificada de Yoshimo se rompió con una expresión de sorpresa. Suplicó que no hiciera eso. Quedaría deshonrado si algo le pasaba a Jaime. Debería ser él el que cumpliera la misión. Al fin y al cabo Jaime era su amigo, y era él quien le había traído allí. Estaba bajo obligación al líder de su equipo. El rubio rió, y le mandó callar. Luego se concentró otra vez en Jaime. Dijo que había oído hablar mucho de él, aunque parecía mucho menos impresionante en persona. Quería sus servicios.

Jaime examinó al líder de los Ladrones de las Sombras. Apenas era más que un matón con más poder que el que debería tener. Pero eso mismo le hacía impredecible, porque sólo conocía el respeto de la fuerza. Primero exigió saber como se llamaba. El rubio sonrió. Mencionó que su verdadero nombre era Renal, pero se le había puesto el mote de Cabellorubio porque ese era el color de la sangre. Servía para que la gente lo diferenciara y lo temiera. Jaime meditó que era una tontería dejar que un mote se imponga sobre el verdadero nombre de una persona. Al fin y al cabo, el nombre era una de las pocas cosas que no se podían cambiar y que eran permanentes.

Exigió al ladrón que le dijera cuanto sabía de él y como lo sabía. Aguantó la respiración. Quería saber si sabía algo de su relación de parentesco con Baal. O casi peor, si sabía que era él el que había acabado con los Ladrones de las Sombras en la Puerta de Baldur. Pero Renal sólo habló de sus hazañas en la Puerta de Baldur y en Amn. Un líder de los Ladrones de las Sombras necesitaba mucha información, porque si no corría el peligro que se convirtiera en un objetivo.

Confesó que no era el líder supremo de los Ladrones de las Sombras, sólo el segundo. Pero tenía suficiente poder como para decidir sobre la vida de muchas personas, y eso era lo único importante. Jaime suspiró. Para demasiada gente eso era lo único importante.

Renal continuó explicando que tenía un problema. Uno de los líderes de las cofradías locales Mae'Var, era muy ambicioso. También era un buen ladrón, aunque él personalmente nunca le había gustado. Y tenía razón, porque había descubierto que quería su puesto como segundo de la organización de los Ladrones de las Sombras. Por eso quería que se introdujeran en su organización y se encargaran de buscar pruebas. Jaime contestó que ese plan le parecía una estupidez. ¿Por qué no cogía a miembros de su propia organización? Renal rió. Reconoció que Jaime no era tan tonto como pensaba. La razón era que necesitaba auténticos profesionales mercenarios, que también fueran gente de fuera de la organización. Habría ciertos problemas políticos, si se descubría que había mandado espías a uno de las cofradías locales.

Entonces Jaime preguntó por que no acababa con Mae'Var directamente, si estaba tan seguro que le estaba traicionando. Renal contestó que si lo hacía sin pruebas, podría provocar malestar entre el resto de las cofradías y quizá una guerra civil. Jaime contestó hábilmente que lo que temía era que mientras la guerra contra la Cofradía de los vampiros continuara, los vampiros aprovecharan la guerra civil en su cofradía para aniquilarlos a todos. Renal contempló calculador a Jaime. Luego sonrió Le preguntó si lo iba a hacer. Jaime estuvo de acuerdo. Al fin y al cabo, lo que fuera con tal de crear caos en los Ladrones de las Sombras. Renal le dio unos papeles, que hablaban de un traspaso de unos ladrones que venían de la destruida organización en la Puerta de Baldur, Minsc soltó una risa, aunque acallada por un violento codazo de Jaheira. Mae'Var le recomendó que no fuera todavía. Que dejara pasar un poco de tiempo después del lío en el Paseo. Se despidió diciendo que Jaime le recordaba a él cuando era un joven. Jaime sintió un escalofrío.

Yoshimo se acercó a Jaime, y le agradeció varias veces que se ofreciera a hacerle ese favor. Jaime contestó que no importaba... pero notó que Yoshimo tenía algo más en la boca. Finalmente Yoshimo le preguntó como se había metido en esa aventura. ¿Por qué había sido capturado por Irenicus?

Jaime sonrió, y aclaró que él no se había metido en esa aventura, sino que la aventura le había escogido a él. Ante la curiosidad de Yoshimo, Jaime contempló a Aerie, Yoshimo y Korgan, los nuevos añadidos en su grupo.

Consideró que podía confiar en ellos y les explico toda su vida, desde que Sarevok había matado a su padre adoptivo, hasta que él lo había vengado, pasando por su relación con Baal. Destacó especialmente el odio que tenía a esa sangre corrupta y cuando deseaba dejar su maldición detrás. Pero pese a sus buenas intenciones, no pudo evitar sentirse incómodo, cuando Yoshimo le interrogó con avidez sobre los demás hijos de Baal, y sus poderes. A Aerie el relato sólo la asusto. Pero dijo que confiaba en Jaime. A Korgan le daba más o menos igual. Jaime podía morir con su hacha. El resto le daba igual. Pero Yoshimo estaba ansioso por saber más y más.

Cuando la conversación terminó, se fueron a descansar a la taberna. Dado que tenían que ahorrar, alquilaron habitaciones baratas. Tres habitaciones. Minsc y Korgan compartían una. Aerie y Jaheira la otra. La tercera era de Yoshimo y Jaime.

Jaime intentó dormir, pero la memoria de las visiones del puerto no le dejaban pegar ojo. Cerró los ojos, mientras intentaba encontrar el sueño. Pero para su sorpresa, lo que vino fueron los ruidos de Yoshimo al levantarse de la cama, abrir disimuladamente la puerta y salir de la habitación.

Jaime abrió los ojos y contempló la puerta. Había varias explicaciones lógicas para que Yoshimo saliera de la habitación a la mitad de la noche. De necesidades fisiológicas a beber un trago en la taberna que siempre estaba abierta. Pero coger la espada y la armadura si no iba a salir del edificio era extraño. Y tampoco les estaba abandonando porque se había dejado su equipaje.

Jaime se levantó y le siguió sigilosamente. Efectivamente Yoshimo salió del edificio y se perdió en la noche. Jaime intentó seguirle, pero Yoshimo era muy hábil, moviéndose rápidamente y atravesando multitudes sólo para desaparecer en oscuros callejones. Jaime no tardó en perderle. Opinó que casi seguro que no lo había visto seguirle, pero de todas formas era imposible seguirlo. Yoshimo era un ladrón demasiado bueno.

De vuelta en la taberna, tuvo tiempo para pensar. ¿Adonde habría podido ir? Era inútil intentar seguirle. Jaheira podía ser buena moviéndose entre los árboles, no en la jungla urbana. Korgan no parecía el tipo sigiloso. Y mejor no hablar de pensar que Aerie o Minsc pudieran seguir al ladrón Yoshimo.

Jaime se preguntó algo que llevaba rondándole en su cabeza mucho tiempo, aunque había intentado mantener esas ideas aisladas. Se preguntó dónde había estado prisionero Yoshimo en la cárcel de Irenicus. Todas las jaulas estaban en la misma parte, pero Yoshimo no había estado allí. Le habían encontrado no muy lejos de la salida.

Jaime intentó olvidar sus malos pensamientos, pero entendió que no sólo no podía. También entendió, que hasta que no fuera capaz de confiar plenamente en él, no podría tenerlo en el equipo. Yoshimo podría ser un espía de los Ladrones de las Sombras, de Bodhi, o incluso de Irenicus. La propia supervivencia de todos los miembros dependía de la plena confianza del líder en todos ellos, y la plena confianza de todos ellos en el líder.

Aunque había intentado negarlo, sentía su confianza por Yoshimo disminuir segundo a segundo. Todos esos pensamientos se cruzaron en él en un instante.

Media hora después, Yoshimo estaba de vuelta. Jaime explicó a Yoshimo la verdad. Todas sus sospechas. Desde su extrañeza por su escapada por la noche, hasta sus sospechas porque estuviera libre cuando le habían encontrado. Yoshimo intentó explicar que se había escapado de la jaula de Irenicus algunas horas antes que los demás miembros del equipo. Y había ido a ver a cierta mujer con la cual mantenía una relación íntima. Pero Jaime negó con la cabeza. El problema era suyo. Falta de confianza.

Yoshimo entendió. Le agradeció a Jaime respetuosamente su sinceridad. Iba a estar en la Corona de Cobre. Si lograba encontrar dentro de él la confianza, podía ir a verle.

Al día siguiente Yoshimo explicó lo que había pasado sin ocultar nada al resto del equipo. Agradeció a Jaime su sinceridad y su amabilidad. Se volvió a Korgan, se inclinó y le deseo suerte en su eterna búsqueda del oro. Deseó a Minsc suerte mientras se inclinaba. Ojalá alguna vez lograra cumplir su dejemma, y volver a su Rashemen natal. Deseó a Jaheira la consecución de su venganza contra Irenicus. De la misma forma deseó suerte a Aerie en la búsqueda de su propio camino en la vida.

Jaime se inclinó, lo mismo que Yoshimo. Entonces Yoshimo se inclinó una ver más, y se alejó. Korgan grito que si seguían haciendo inclinaciones iba a romper unas cuantas cabezas.

Entonces apareció Anomen. El guerrero clérigo. Se disculpó por su aparición, pero dijo que había oído la conversación. Había supuesto que al tener ahora un miembro menos, estarían interesados en un nuevo miembro. Jaime miró a sus compañeros. Aerie hizo un gesto afirmativo, mientras se ponía otra vez colorada ante la mirada de Anomen. Jaheira se cruzó de hombros, pero hizo un gesto negativo. Minsc dijo que sería un valiente añadido para enfrentarse al mal. Korgan casi se llevó las manos a la cabeza ante un estúpido de tanta envergadura. Jaime devolvió la vista a Anomen, y sonrió. Su voto era que sí. No podía ser corto de miras. El tiempo pasaba e Imoen seguía presa. Necesitaba toda la ayuda posible y más.

Anomen sonrió orgullosamente. Cuando Jaime le preguntó acerca de su pasado, dijo muy rápidamente que había estado sirviendo en la Orden del Radiante Corazón por años. Después de su examen, que esperaba que fuera pronto, debido a sus hazañas, se convertiría en un caballero de la Orden. Su máxima ambición.

Pero cuando le preguntaron acerca de su pasado, antes de entrar en la orden, sólo dijo que había entrado en la Orden como escudero, sin el apoyo de su padre, un noble, Lord Cor Delryn. Dado que no podía conseguir ser promovido como escudero, decidió seguir la ruta del guerrero y sacerdote de Yelmo, el Dios de los guardianes. Había peleado muchas y largas batallas durante años contra las fuerzas del mal.

Esas últimas frases las mencionaba con gran orgullo. Sin embargo, Jaime meditó que la frecuencia y el énfasis que ponía en decir que pronto sería digno de convertirse en caballero, parecía más para convencerse a sí mismo que a los demás. Por otro lado, le parecía demasiado arrogante y puritano para conseguirlo.

Se pusieron a buscar información acerca de los Magos Encapuchados.