Capítulo XII: El castillo de De'Arnise

Mis soldados veteranos me dicen que soy el mejor comandante que nunca han tenido. Y seguramente sea cierto, porque mi maestro, aunque nunca me enseñara nada, es el responsable de más muertes de las que la mente mortal puede abarcar.

Jaime. Crónicas de los Engendros de Baal

Llegaron al enorme castillo. Jaime agradeció que allí no estuviera Aerie, porque había docenas de picas clavadas en el suelo, que marcaban un macabro camino hasta el castillo de De'Arnise. Macabro, porque cada pica estaba atravesando un ser humano. Todos los cuerpos llevaban ya varios días pudriéndose.

El mismísimo Korgan estaba sintiendo las tripas algo revueltas ante esa visión. O quizá sólo fuera que había comido demasiado desayuno. Esa maldita abraza-árboles no sabía cocinar nada decente.

Jaime se sintió el peor de todos. Pero no era porque se sintiera mal ante la visión y el olor de esos cuerpos. Se sentía fatal. Pero su problema era que había una cierta parte de él, que no le importaba. Podía ver a todos los demás sentir asco de esa situación. Pero a esa pequeña parte de él, no le afectaba lo más mínimo. Aunque Jaime intentaba sentir repugnancia, la verdad era que había una parte de él, que se sentía atraída hacia ese espectáculo de sangre y vísceras.

Jaime se apresuró a caminar hasta el castillo. Pero el portón estaba levantado. Jaime miró hasta el profundo foso, y luego las altas murallas. También podía oír sonidos dentro del castillo. Jaime meditó en lanzar un grito, pero luego se decidió por inspeccionar el terreno.

Tras acabar con varios Trolls, llegaron hasta una pequeña construcción con una empalizada y con guardias humanos con flechas de fuego y expresión vigilante. Jaime consideró sus posibilidades, y empezó a acercarse con las manos levantadas. Los demás lo siguieron a una cierta distancia. Un guardia los avistó, y preguntó quienes eran. Pero una mujer le ordenó bajar las armas, y salió de la empalizada con expresión sonriente. Era Nalia. Se sonrieron, y Nalia le agradeció que viniera. Un humano robusto con uniforme de capitán la siguió.

Nalia empezó a agradecerle que viniera, pero Jaime la interrumpió bruscamente, para preguntarle si los atacantes eran trolls. Nalia se puso pálida unos instantes, y luego asintió. Jaime dijo con voz dura que a ellos sólo les había mencionado enemigos, no había especificado que eran Trolls. Nalia se disculpó, pero dijo que todos los aventureros se habían acobardado al enterarse que eran Trolls. Y además había aún otros monstruos igual de peligrosos en el castillo.

Jaime asintió. Supuso que no podía culparla. Jaheira gritó que ellos la habrían ayudado de todas formas. Pero si lo hubiera dicho antes hubieran podido prepararse mejor. Contra los trolls las armas normales tenían poco efecto. Las flechas de fuego y ácido eran mucho más letales. Pero no habían comprado pertrechos para pelear contra trolls

Jaime se volvió al capitán. Primero preguntó su nombre. El humano se identificó como el capitán Arat, comandante de la Guarnición. Jaime preguntó exactamente que había pasado allí. Prefería las detalladas explicaciones de un soldado veterano para hacerse una idea de lo que había pasado allí

El capitán explicó que los atacantes eran un enorme número de trolls y Yuan-tis. Explicó al ignorante Anomen que acababa de preguntar, que Yuan-tis eran como salamandras con forma humana y de gran fuerza. Además en el ataque había habido unas criaturas que eran como una mezcla entre pulpos y arañas gigantes...

... Otyughs, interrumpió brevemente Jaheira.

El capitán explicó que les habían asediado. Habían aguantado el asalto por veintiséis días enteros, hasta que los enemigos habían lanzado el asalto final. Los trolls habían abierto una brecha en el muro, y habían penetrado pese a sufrir muchas bajas. Había habido un duro combate habitación por habitación, pero cuando Lord De'Arnise cayó capturado, la esperanza quedó rota. Habían resistido hasta que finalmente no le quedó más remedio que agrupar a todos los supervivientes y escapar por una puerta secreta situada en la parte norte.

Jaime se interesó por entrar por allí, pero Arat dijo que esa entrada había sido taponada por los trolls. Nalia intervino para explicar que todavía quedaba otra entrada secreta justo al lado del portón delantero. Conducía a los túneles y luego a uno de los pasillos del castillo. Había descubierto esa salida, y la había usado muchas veces para salir del castillo sin que la vieran, y así poder ayudar a los pobres y a las clases bajas.

La mente de Jaime sólo estaba pensando en las posibilidades estratégicas de ese sitio. Arat confesó que el problema era que los arqueros, que ahora eran la mayor parte de los supervivientes, eran buenos para espacios abiertos, no para una lucha en los pasillos. Y no les quedaban soldados que arriesgar.

Jaime asintió. Nalia dijo que el plan debía ser, en primer lugar, rescatar a los sirvientes. Aparentemente los trolls habían decidido mantener con vida algunos de ellos. Así podrían saber exactamente lo que estaba pasando dentro del castillo.

Arat aconsejó que luego intentaran bajar el puente y levantar el rastrillo, para usar a las tropas supervivientes ya curadas y repuestas en una batalla desesperada.

Jaime contempló el castillo. Allí había algo que no encajaba. Caminó paseándose contemplando el castillo, acompañado del capitán Arat. Preguntó acerca del castillo. El capitán Arat contestó que era un castillo normal, aunque tenía bastantes puertas secretas. Luego Jaime se interesó por el señor del castillo. El padre de Nalia. El capitán comentó que le había perdido en la batalla, pero los informes de un sirviente que había logrado escapar, decían que todavía lo tenían preso. Además, estaba la hermana del señor, tía de Nalia, que también estaba desaparecida.

Jaime contempló el castillo. El ataque había estado bien planeado. Trolls, Yuan-ti, otyughs. Sabía demasiado bien que razas tan diferentes normalmente no se juntaban. Atacar de esa forma un castillo, revelaba una inteligencia detrás de todo el ataque. Podría ser un líder troll, pero éstos confiaban más en la fuerza bruta, no tanto en la inteligencia. Había demasiadas razas implicadas.

Jaime preguntó que pasaría si todos los De'Arnise hubieran muerto en el ataque. El capitán calló. Jaime supo que había encontrado algo. Repitió la pregunta. Finalmente el capitán dijo que Nalia que se supiera era la última superviviente de toda la familia. Su muerte supondría que todo el castillo pasase a la familia Roenal, porque Nalia, aún contra su voluntad, estaba prometida con el hijo mayor de esa familia. Sin embargo, mientras la familia De'Arnise era honorable, la familia Roenal era muy conocida por su crueldad, y a él le dolería mucho pasar de una familia a otra.

Jaime volvió la vista al castillo. Era un castillo bonito. Si fuera un noble, pensaría que el castillo y toda la comarca era un botín que valía la pena. Pero por el momento no había pruebas.

Jaime invitó a Nalia a ir con ellos, y esta aceptó encantada. Empezó a hacer un discurso, diciendo que lucharía por ayudar a los débiles y los oprimidos. Korgan le aulló que a él no le importaba lo que hiciera, con tal que le dejara en paz mientras aplastaba monstruos. Jaime tuvo que volver la cabeza a otro lado para que no se le viera la sonrisa. Si no fuera por Korgan el grupo sería demasiado idealista.

Cuando le preguntaron acerca de su pasado, Nalia miró hacia otro lado. Dijo que aunque venía de una familia rica y con muchas tierras, liderada por su padre, y aunque quería mucho a su familia, ella se identificaba con las clases "pobres".

Jaheira miró a esa niña. Aunque sus intenciones eran buenas, veía a la gente a través de su perspectiva de riqueza y privilegios, por mucho que dijera que toda su experiencia de escaparse del castillo le había enseñado la otra cara de la vida.

Con Nalia en cabeza porque conocía el camino, empezaron a avanzar hacia su destino. El castillo D'Arnise, invadido por una numerosa fuerza venida de ninguna parte. Afortunadamente, los trolls aparentemente no habían descubierto esa salida, y llegaron sin problemas hasta la armería. Allí se encontraron con un sirviente. El sirviente estaba contento de ver a Nalia, y dio muchas noticias. Para empezar, todo ese ejército de monstruos estaba dirigido por un troll gigante, que tenía cuatro enormes bestias salvajes cavadoras. Jaime los reconoció por las descripciones como Moles Sombrías. Criaturas salvajes siempre al servicio de otras razas más inteligentes.

Jaime pidió datos concretos. El sirviente dijo que había alrededor de treinta trolls, así como muchos Yuan – Ti. También dijo que el señor del castillo seguía vivo, aunque en manos del troll gigante en... Los sótanos, interrumpió Nalia.

Jaime demandó saber que quería decir, y Nalia tuvo que confesar que se refería a la sala de torturas. Minsc preguntó si era cierto que tenían una sala de torturas. Nalia contestó que era cierto, pero que en toda la vida de su padre nunca se había usado, aunque era cierto que en tiempos anteriores había sido usado por los señores del castillo.

El sirviente finalizó diciendo que de la tía de Nalia no sabía nada, aunque tampoco le importaba mucho. Nalia le echó una fuerte bronca, porque pese a todo, su tía seguía siendo una noble de la familia, y debía ser tratada con respeto.

Jaheira se burló de Nalia. Para preocuparse tanto por los pobres, no les trataba demasiado bien ni los tenía en demasiada consideración. Nalia contestó que su tía era miembro de una de las más antiguas familias de Amn, y merecía respeto. Jaheira contestó que todos los seres merecían el mismo respeto. Varones, hembras, animales, plantas, árboles. Y no estaba dispuesta a consentir discriminaciones entre sirvientes y nobles.

Jaime advirtió que no había tiempo de discutir. Era hora de luchar.

Había numerosos trolls por los pasillos, pero fueron muertos sin hacer demasiado ruido. Sin embargo, un simple vistazo al patio confirmó que la pelea real sería allí. Allí estaban unos treinta trolls, el doble de Yuan-tis, y alrededor de una docena de voluminosos otyughs. Jaime calculó las posibilidades que tenían en un ataque directo, y juzgándolas nulas, volvió a los pasillos. Organizó el plan e instruyó exactamente a todos los miembros de lo que tenían que hacer. Nalia volvió para avisar a las tropas y explicarles detalladamente el plan.

Mientras esperaban, Jaime se preguntó como podían saber los trolls de la existencia de una cámara de torturas. Además, que él supiera, los trolls muy pocas veces hacían prisioneros.

Korgan se acercó a Jaime y le preguntó por que era tan estúpido como para no llevar armadura. Jaime sonrió ante ese insulto, su atención distrayéndose. Empezaría a preocuparse cuando lo tratara con respeto. Explicó que para un Kensai, lo importante era hacerse uno con la espada, y eso implicaba no usar ningún tipo de armadura, porque las armaduras sólo producían un aislamiento entre el guerrero y el mundo, y al sentir el aire golpear el pecho, uno se volvía mucho más despierto y calculaba mucho mejor las circunstancias y las posibilidades.

Korgan se quedó mirándolo, y dijo que eso era una solemne tontería. Jaime rió. Korgan se alejó mascullando contra ese líder loco. De camino a explicar el plan, y teniendo mucho cuidado con cuanto tiempo pasaba, Nalia estaba meditando en el equipo.

Le gustaría tener aventuras con ellos. Jaime era muy simpático. Y un buen líder. Sólo había que ver como le había aceptado a ella en el equipo. Debería ser de sangre noble. Quizá lo era, porque no hablaba nunca de su familia. Anomen era también un digno guerrero de la Orden del Muy Sagrado Corazón. Y le hablaba con muchísimo respeto. La druida le miraba con algo de dureza. No le gustaban mucho los druidas de todas formas. Ese Korgan no paraba de mirarla. Podía leer su mente como si fuera una novela pornográfica. Y el explorador era... raro. ¡Hablaba con un hámster! Cuando fuera una gran archimaga le curaría la cabeza.

Una hora exacta más tarde de que Nalia se alejara del equipo, unos aburridos trolls descansaban en el patio, mientras los más inteligentes pero más débiles Yuan-ti contemplaban el exterior desde las murallas. Entonces cinco sombras cruzaron todo el patio hasta las escaleras a toda velocidad, formando una cuña. Ni un sonido salía de sus labios, de forma que antes que los lentos cerebros de sus enemigos registrasen lo que estaba pasando, ya habían llegado hasta las escaleras y empezaban a subirlas. Pero el tiempo se les acababa, porque ya unos trolls furiosos les perseguían, mientras los Yuan-ti se preparaban.

Korgan y Anomen se pararon en lo alto de las escaleras, y se dieron la vuelta y empezaron a combatir contra los trolls, cediendo el terreno siempre. Pero los voluminosos trolls sólo podían moverse de uno en uno, y allí tenían ventaja las armas de hierro como las del equipo.

Mientras, Minsc, Jaheira y Jaime intentaban llegar hasta los mecanismos de las puertas. Los yuan-tis individuales eran rápidamente eliminados, pero en algunos sitios, se habían agrupado. En esos sitios, primero Minsc se paró a combatirles, mientras los ágiles Jaheira y Jaime los esquivaban como podían. La segunda vez fue Jaheira la que se quedó a combatirles, mientras Jaime corría. La tercera vez, era ya justo al lado de los controles. Jaime movió sus dos espadas furiosamente para abrirse paso, mientras lograba por los pelos bajar el puente.

Por unos instantes, el equipo luchó desesperadamente contra las hordas que los superaban en número. Anomen y Korgan ya habían tenido que retirarse casi hasta Minsc, que aún no había acabado con su grupo de Yuan-tis. Jaheira apenas podía aguantar el grupo que le había tocado, y Jaime tenía que luchar contra los refuerzos que venían de otras partes de la muralla, y que estaban a punto de superarle.

Pero en ese momento, la infantería del castillo avanzó por la toda la zona del puente, que estaba casi desierta de monstruos porque todos estaban o en los escalones o arremolinados al pie de las escaleras. La infantería formó una línea, mientras varias filas de arqueros empezaron a disparar flechas llameantes contra los trolls allí juntos. Los trolls eran especialmente sensibles al fuego.

Jaime aprovechó la vacilación de los Yuan-ti que le atacaban, para atacar a los Yuan-ti de Jaheira, y juntos lograron acabar con ellos. Ordenó a Jaheira que ayudara a Minsc, mientras él mismo saltaba con la espada por delante, hacia un otyugh que esperaba en el suelo. Cayó sobre él, matándole con el golpe de la espada, su masa gelatinosa amortiguando la caída. Se colocó en primera línea de la infantería justo delante de Nalia que estaba usando sus hechizos más poderosos, mientras aguantaban el contraataque de los trolls.

Pero muchos de los trolls estaban en las escaleras, y los que saltaban chocaban entre sí, con lo que la confusión aumentaba. A eso hay que sumar que los trolls que bajaban por la escalera tardaban demasiado, porque eran fuertes, no diestros ni ágiles. Mientras, los Yuan-ti también estaban bajando, pero por las escaleras del otro lado. Esto les retrasaba demasiado. Y los arqueros tenían abundantes flechas de fuego

Pero pese a todo, no se tardó en llegar finalmente al cuerpo a cuerpo. El choque fue terrible. Y los arqueros, aunque tenían numerosas flechas, tampoco eran suficientes como para detener el avance enemigo. Jaheira, Anomen y Minsc saltaron encima de varios trolls, para atacarles por detrás, mientras Korgan seguía golpeando a diestro y siniestro entre carcajadas para retener en las murallas al mayor número de trolls que pudieran.

Jaime luchó desesperadamente, en primera línea, hasta que muchos de los soldados empezaron a retirarse. Jaime lanzó un rugido de frustración, y ordenó a Arat que resistiera, mientras se volvía corriendo hasta el puente, adelantando a los soldados que se retiraban. De un sablazo, el aparato que sostenía el rastrillo fue partido, y cayó, Aprisionando así a los soldados dentro del castillo e impidiendo que pudieran escapar.

Éstos contemplaron un momento el rastrillo, asustados. Los trolls se abalanzaron sobre ellos, pero Jaime los agrupó rápidamente y formaron una barrera con las espaldas al foso. Los soldados comprendieron que no tenían salida, y pelearon como lobos heridos y acorralados. E incluso lograron avanzar, liderados por Jaime.

El choque fue interminable, pero al final, el número de monstruos en el patio se fue reduciendo hasta desaparecer. Aunque a eso había que sumar todos los trolls que habían decidido escapar por los pasillos del castillo.

Había habido muchas bajas, entre ellas Arat, que había contenido todos los trolls mientras Jaime reagrupaba a los soldados. Un teniente, que dijo llamarse Cernick y que tenía una profunda herida en el costado se acercó a un agotado Jaime. Le rogó que persiguiera a los trolls y Yuan-tis huidos, porque sus propios soldados estaban demasiado heridos. Jaime estuvo de acuerdo. Jaheira lanzó unos cuantos hechizos de Curación y empezaron a avanzar.

Korgan le preguntó a Jaime donde había empleado a dirigir así tropas, con tanta efectividad. No lo hacía del todo mal. ¿Había dirigido ejércitos antes? Jaime miró hacia otro lado y bajó los ojos. La respuesta que habría tenido que dar para decir la verdad, era que él no lo había aprendido. Pero cuando contemplaba unos soldados reunidos a la espera de sus órdenes, sentía el frío de una mente calculadora y cruel rodearle. Mientras dirigía las tropas a la batalla, sentía la emoción de la sangre rodearle y complacerle. Aunque se esforzaba por concentrarse en la batalla, cada vez que veía a un enemigo morir, y a veces uno de los suyos caer, sentía una emoción que apenas podía contener. Si se hubiera atrevido a contestar, habría dicho que la experiencia de su padre, Baal, Señor de los Asesinatos. Si se hubiera atrevido a contestar, diría que matar era lo que su padre quería de él. Por eso no se atrevía a contestar.

Por los pasillos, se encontraron con varios trolls, que se lanzaron sobre ellos buscando venganza. Fueron ganando las cortas peleas que se desarrollaban en el cada pasillo, y cada esquina. Los trolls caían uno tras otro, pero el equipo era demasiado pequeño y el castillo demasiado grande. El avance era lento.

Jaheira se paró de repente, y lanzó una maldición, diciendo que no estaban avanzando nada con la búsqueda, y que las cosas iban mal. Suspiró. Se disculpó por el exabrupto, pero explicó que estaba bastante herida, y se estaba cansando de todas las aventuras que estaban viviendo. Su vida no había sido siempre tan animada. Jaime la miró interesado. Ordenó pararse y descansar unos minutos. De todas formas estaban agotados.

Luego se volvió a Jaheira, y se pusieron a charlar. Jaime indicó que no podía imaginarse a otra Jaheira distinta de la que era actualmente Jaheira contestó que no siempre había sido así. Una vez había vivido tranquilamente, porque los druidas la habían acogido cuando era muy joven, y estaba relajada en un lugar donde había equilibrio. Jaime notó que había escogido una extraña profesión para una persona con un deseo de una vida tranquila. Jaheira tuvo que reconocerlo, pero no siempre había sido una Arpista. Durante mucho tiempo, había estado en paz, pero siempre había sentido que debía hacer más que lo que hacía, y que el equilibrio debía de ser animado y auxiliado, para evitar que volvieran a pasar tragedias

Jaime preguntó a que se refería con eso que no iba a permitir que volviera a pasar, pero Jaheira esquivó la pregunta. Jaime se cayó, pero Jaheira se disculpó y dijo que tenía derecho a saberlo. Jaime contestó que no tenía que contestar si no quería, pero Jaheira dijo que aunque no era importante, prefería decirlo a dejarlo a un lado, porque prefería que las cosas se comentaran en voz alta.

Jaheira explicó que se había unido a los Arpistas, por lo que había pasado fuera de los bosques. Cuando toda su familia había sido asesinada a la muerte del rey, se había refugiado en los druidas, pero aunque no lamentaba la muerte del rey ni del resto de la familia real, se sentía furiosa que toda su vida le hubiese sido arrancada de una forma tan violenta y repentina. Aunque el conflicto había pasado lejos, ella todavía lo llevaba dentro. Había decidido que el equilibrio necesitaba ayuda, más lejos del bosque, o eventualmente también fallaría dentro del bosque.

Jaheira examinó a Jaime y dijo que le parecía que su historia era demasiado poco importante, para los estándares de otros, otros como Jaime. Su vida parecía casi aburrida si se comparaba con la suya. Ella no era más que una huérfana, criada por druidas y miembro de los Arpistas. Jaime era un Hijo de un Dios, y con un destino inscrito en las profecías

Jaime se sintió algo herido por esa referencia a su padre y a su propio destino, pero sabía que Jaheira no lo hacía con esa intención. Contestó que eso era lo que le había pasado, y Jaheira había hecho mucho con su experiencia. No veía nada malo en ello. Toda persona era más persona cuando tenía una historia. Eso no era ninguna debilidad. No debía considerar sus inicios poco importantes, porque había conseguido el control sobre su vida con mucha mayor efectividad que él mismo.

Jaheira se lo agradeció. Confesó que se sentía que su fuerza aumentaba cuando hablaba con Jaime. Estaba siendo una gran ayuda para ella. Hablar con un amigo de confianza ayudaba a tranquilizar el espíritu. Esperaba que ella tuviera el mismo efecto sobre él... o sea, por el bien del equipo... Tenían que continuar. Aún quedaban muchos trolls sueltos por el castillo.

Jaime estuvo muy de acuerdo.

La batalla fue continua, con escaramuzas constantes por todas partes. Los trolls no estaban bien organizados, pero si que estaban furiosos. Anomen exclamó en uno de los descansos que no le gustaban todas estas escaramuzas. Él ya se había probado abundantemente su valor en la campaña contra los gigantes Mascalomas. Jaime se interesó por esa campaña. Anomen empezó a decir que había matado en una gran batalla a veinte gigantes. En un desfiladero había cubierto la retirada de sus caballeros amigos. Solo y herido, había acabado contra treinta y seis enormes gigantes. Les había matado a todos. Dijo unas cuantas cosas más, pero hasta la ingenua Nalia lo había apartado de la mente y no le estaba prestando atención.

En otro de los descansos que tuvieron que hacer, Korgan le comentó a Jaime que se había acordado de algo. Cuando estaba en su último grupo, un tal Madín les había hecho una oferta para que hiciera unos cuantos trabajos para un mago en Athkatla. Por entonces había dicho que no, porque tenía otras cosas que hacer. Pero para su reputación, no le vendría mal cumplir esa misión, No creía que fuera una misión importante. El mago había dicho que estaría en el Distrito gubernamental si querían encontrarle.

Jaime agradeció a Korgan su amabilidad por decírselo. En verdad estaba algo sorprendido que le confiara esa misión. Korgan se cruzó de hombros. Empezaba a caerle bien ese atajo de nenazas. Si se mostraban demasiado delicados, sencillamente les rebanaría el pescuezo.

Ya habían limpiado todo el piso inferior, y el primer piso, y estaban a mitad de camino del segundo piso, cuando Nalia preguntó preocupada que habría pasado con todos los cadáveres. Jaime se volvió.

Nalia explicó que todos los cadáveres que había delante del castillo, eran plebeyos que habían sido capturados y muertos por los trolls. Pero durante el inicio de lucha en el castillo, había habido muchos soldados. Después de la batalla habían tirado unos cuantos cadáveres fuera del castillo. Pero sólo de una tercera parte de los guardias. La otra tercera parte había escapado. Habían supuesto que los demás que habían muerto en el combate y habrían sido enterrados dentro. Pero no había visto ninguna tumba

Korgan lanzó una carcajada. Seguramente al ver a los trolls, todos los guardias habían salido del castillo corriendo. Todos excepto los tontos que habían resistido con el imbécil de Arat, que se había hecho matar en la última pelea. Esos guardias aún debían seguir corriendo.

Jaime compartía ese pensamiento, aunque no de forma tan exagerada. Explicó a Nalia que quizá los guardias habían huido porque se sentían tratados mal. Nalia dijo que a los guardias se les trataba siempre con respeto, y recibían una buena paga.

Tras un silencio de unos segundos, Jaime sugirió a favor de preocuparse por los vivos, no por los muertos. Jaheira lo miró. Nalia advirtió que debían encontrar la habitación de su tía, porque tenía una puerta secreta que llevaba a los sótanos. Allí era donde estaba la sala de tortura.

Registraron todas las paredes, hasta que encontraron una puerta secreta. La abrieron, y contemplaron una pequeña habitación con un guardia dentro y una mujer de aspecto parecido a Nalia, aunque con rasgos mucho más aristocráticos y orgullosos.

El guardia demandó que se identificaran, y Jaime explicó que eran aventureros que habían sido llamados por Nalia para liberar el castillo. El guardia se relajó y salió apresuradamente de la habitación. Tras ver que la mujer no le seguía, dijo que había logrado encerrarse allí con la dama Delcia. Pero había sido un auténtico suplicio. La dama se había estado quejando constantemente de ese encierro, y demandando que hiciera algo por tres días consecutivos.

Jaime le pidió permiso para hablar con ella, y el guardia estuvo de acuerdo. Iba a ser su primer descanso en tres días.

Jaime se acercó, para preguntar si sabía algo. Pero la Dama hizo un gesto de asco, y dijo que le parecía horrible que unos plebeyos andasen con la ropa sucia por su castillo. Jaime se miró confuso la ropa llena de suciedad y de sangre. La dama insistió que se estremecía al pensar que tendría que estar un mes fuera del castillo mientras lo desinfectaban. Anomen protestó que él era un noble, no un plebeyo como los demás. La Dama le dijo que si lo era, debería darle vergüenza estar con esos plebeyos. Una persona de su posición debería ser más responsable con su clase. Le daba escalofríos pensar que esa gente tuviera que rescatarles. Suponía que esa era la única manera que tenían de intentar elevarse de nivel. Pero sería mejor que no robaran nada y que tampoco mancharan el suelo.

Nalia apareció por la puerta, y saludó a su tía. Ésta le echo una bronca por relacionarse con siervos y con criaturas semejantes. Si su madre pudiera verla la rompería el corazón. Nalia contestó que estaban allí arriesgando su vida por ellos. Debería tenerles más respeto. La Dama insistió que seguían no siendo más que vasallos.

Jaime recordó una frase que a Gorion le gustaba decir, y juzgó la situación ideal para decirla. "La medida de una persona era la calidad de su vida y como la vivía, no como era juzgado" La Dama Caan se estremeció ante un plebeyo que se atreviera a contestarle. Ella explicó que no odiaba a su clase de gente. Sólo despreciaba a aquellos que no aceptaban su destino, porque había criaturas que nacían para mandar, y otras para obedecer.

Jaime murmuró algo que habría que evitar que los trolls se molestasen matando a un ser así. Habría que ahorrarles el trabajo. Pero ante la protesta de Nalia dijo que era una broma. Aunque había que irse pronto, porque había visto los ojos de Korgan. Éste se había tomado la sugerencia muy en serio.

Se alejaron de ella. Entonces Korgan explotó por alguna razón indeterminada. Le gritó a Nalia que era muy alta y lampiña, con miembros demasiado largos y débiles. Además familia de esa noble asquerosa. Le daba asco. Nalia se volvió sorprendida al enano, y le preguntó por que le estaba insultando así. El enano contestó que le daban asco todos los nobles y gentes como ella. Ella no era más que una niña mimada privilegiada, una inbécil, vástago patético de un asqueroso noble. Sería mejor que no cuestionase lo que decía, o se levantaría todos los días con miedo a lo que él le iba a hacer ese día. Nalia estaba sorprendida por el exabrupto de Korgan, pero se disculpó por cualquier ofensa que le hubiera podido hacer. Korgan la miró con desprecio. Se burló que temblaba y se estremecía como los demás, No era más que una cobarde sin agallas.

Anomen, intervino en la conversación para intentar detenerle. Le aduló diciendo que le había estado observando en el combate. Tenía que admirar su gran fuerza y habilidad, pese no estar bendecido. Quizá funcionaban los sacrificios de sangre que hacía a sus dioses paganos. Korgan concentró su furia en su nueva víctima. Primero avisó que no adoraba a ningún Dios. Sólo creía en su hacha y en su brazo. Era todo en lo que creía, y siempre le había ido bien. Luego se burló de Anomen, por no ser más que el vasallo de un Dios egoísta con un poder inservible. Su estupidez sólo era comparable a su incompetencia en el campo de batalla. Anomen saltó cuando cuestionó su Dios, la base sobre la que se asentaba su insegura vida. Le amenazó con matarle si insultaba su fe.

Korgan se rió. Se burló que todo lo que él era, lo había conseguido por su propia voluntad, y no por los designios de nadie. Anomen sin embargo había cambiado el alma a un diosecillo juerguista, y no era nada sin su ayuda. Anomen contestó que nunca había encontrado ningún ser que sintiera tanta felicidad regodeándose en su propia envidia. Korgan rió. Dijo que no tenía envidia, porque él estaba muy satisfecho donde estaba. No tenía más fe que la que le proporcionaba placer. Anomen palideció levemente. Luego dijo de forma despectiva que Korgan se odiaba a sí mismo. Por eso buscaba problemas para los demás. No dijo más y empezó a caminar, con la gruesa risa de Korgan a sus espaldas.

Jaime había seguido la conversación con interés. Para empezar, porque no quería que se llegaran a las manos. Pero también se había fijado en como había palidecido Anomen cuando Korgan había puesto en duda su fe. Se preguntó la razón. Quizá la manera que tenía tan exagerada de Anomen de presumir de su fe, era prueba que no era tan sólida después de todo. Se acercó a Korgan, y le preguntó si se sentía mejor. Korgan se volvió sorprendido a Jaime, pero soltó una carcajada.

Las bestias de las que hablaba el sirviente eran Moles Sombrías. Fuertes y poderosas. Y bien alimentadas con carne de perro. Los perros que quedaban tendrían un festín con carne de moles sombrías al día siguiente.

Finalmente, entraron en la cámara de torturas. Estaba vacío, excepto por un cuerpo destrozado. Nalia se acercó, y empezó a sollozar. Ni siquiera Minsc hizo ninguna pregunta inoportuna, y guardaron un respetuoso silencio por su padre.

Jaheira contempló el cuerpo. Tenía la misma posición que Khalid. O eso creía. No estaba segura. De lo que sí estaba segura, era que cuando las lágrimas de Nalia cesaran, lo que aparecería sería un fuerte deseo de venganza, que la consumiría si no conseguía su objetivo.

Oyó un ruido detrás de ella, y se volvió con calma, igual que el resto del equipo excepto Nalia que seguía llorando. Un enorme troll los contemplaba, seguido de una docena de trolls normales. Jaime se acercó a Nalia sin decir palabra, y le puso su mano en su hombro. Entonces se volvió sobre los trolls. El jefe de los trolls se acercó, y dijo llamarse Torgat.

Jaime contempló al enorme troll y empezó a disparar flechas al vacío. Demandó saber quien los había contratado para ese trabajo. En la cara de Torgat apareció una expresión de sorpresa, pero luego rió. Dijo que el "Fortachón" los había contratado. Debían haber hecho como los demás guardias y correr con el oro.

Jaime repitió la pregunta, pero los trolls ya se lanzaban al combate. Saltaron chispas del choque, pero los trolls eran demasiado numerosos, y la pelea era imposible de ganar para el equipo. Tampoco había que olvidar la capacidad de regeneración de los trolls. Quizá algo lenta, pero muy útil en medio del combate cuando estaban bien dirigidos por Torgat y había suficientes compañeros para cubrirse mutuamente. Troll que caía, surgían dos para cubrirle, mientras el troll caído se recuperaba. El equipo estuvo perdiendo terreno, hasta llegar a los alrededores de la tumba de Lord De'Arnise.

Nalia reaccionó. Agarró el arco y las flechas llameantes que llevaba a la espalda y con una precisión milimétrica empezó a disparar sobre Torgat. Torgat rugió de furia y ordenó a sus trolls que la mataran. Pero se olvidó del equipo, que reaccionó y contraatacó. La pelea dio un giro de ciento ochenta grados, y muy pronto sólo el enorme Torgat, resistía rodeado de todo el equipo. Una flecha de fuego en su cara fue el argumento que necesitaba el equipo para destrozarle. Muy pronto los restos de Torgat eran consumidos por el fuego. Pero Nalia continuó lanzando flechas sobre el troll, hasta que se agotaron, entonces atacó las cenizas con su espada, desparramándolas por todas partes.

La batalla había terminado. Nalia empezó a llorar suavemente, y rogó que la dejaran unos minutos sola. Se alejaron. Jaime empezó a limpiar su espada. Jaheira se le acercó por detrás, y le preguntó si creía que su vida estaba en equilibro, o si tenía un rol que seguir. Jaime miró a Jaheira, y pensó algo sobre que preguntas eran adecuadas en un momento dado y que preguntas no lo eran. Y ese no era uno de los momentos no adecuados. No solo por el nauseabundo olor, de los cadáveres, sino porque aún estaba con la espalda dolorida por un golpe de uno de los malditos trolls. Aceptaba que los kensai no podían llevar armaduras porque si no eran más vulnerables. Pero en ocasiones envidiaba a los paladines con su brillante armadura completa. Suspiró y pensó la respuesta.

Contestó que todo el mundo tenía un rol que seguir, y debía escoger su propio destino y seguirlo. Según su opinión, el equilibrio interno era fundamental para la estabilidad de una persona. Jaheira sonrió y le agradeció sus palabras. Confesó que se sentía angustiada últimamente. Como Arpista y como druida. Ambos aspectos eran complementarios, pese a que los bardos eran considerados los abanderados de los Arpistas. Ambos buscaban el equilibrio por encima de todo.

Jaime intentó levantarse, pero un calambre lo obligó a permanecer sentado mientras Jaheira seguía hablando. Creía... creía que lo había hecho. Había vivido en equilibrio. Algunas veces, el sendero correcto era difícil de ver; lo que era bueno para todos podía parecer bárbaro a primera vista. Pero creía que había vivido en equilibrio. Los Arpistas eran una buena organización y estaba orgullosa de ellos. Jaime lo podría ver cuando... si tenía tratos con Arpistas en el futuro.

Jaime miró a Jaheira. Había notado esa leve vacilación. Sospechaba que le estaba ocultando algo. Aparte, ¿a qué venía hablar de los Arpistas ahora? Dijo que sonaba como si no se fiara de sí misma. Eso no era nada propio de ella. Jaheira contestó que el objetivo era lo importante, a pesar de la cuestionabilidad del método. Equilibrio en la política, equilibrio en la naturaleza, equilibrio en uno mismo; todos requerían fuertes medidas para su mantenimiento... Se disculpó pero avisó que tendría que tolerar su silencio un poco más.

Jaime forzó una amable sonrisa, aunque apenas Jaheira se hubo alejado, la rompió debido al dolor en la espalda. Un par de batallas así, y ya sabía cual era su destino. Criar malvas con un metro de tierra por encima.

Poco después Nalia se les unía, y salían en silencio. Al llegar a la salida, los soldados ya habían logrado levantar el rastrillo, y estaban ayudando a los sirvientes a quemar los cadáveres enemigos, curar a los heridos y a enterrar a los muertos.

Nalia miró alrededor, y preguntó en alto que hacer ahora. Su padre, como una estrategia política, la había hecho prometerse en contra de su voluntad con Isaea Roenal, un poderoso noble. Pero ahora, según las antiguas leyes, la propiedad pasaría al heredero mayor masculino... o, en caso que el heredero fuera una mujer al esposo o prometido de la heredera. Jaime sintió pena que ante la muerte de un ser vivo, los nobles a su alrededor se pelearan por la herencia, en vez de respetar la memoria y los deseos del fallecido.

Jaime preguntó quien era exactamente ese hombre. Nalia explicó que representaba todo lo que odiaba de los nobles. Despreciaba a todos aquellos que estaban debajo de su poderosa posición. Si alguien quería respeto, tenía que ser de su misma clase. Si no, no eran más que basura. Sin embargo su padre, aunque seguía las viejas costumbres, siempre había hablado con desprecio de ellas. Para su padre, la gente se distinguía por sus actos, no por su sangre, ni quien era el padre.

Jaime tuvo un escalofrío. Jaheira lo miró preocupada. Nalia continuó sin darse cuenta de nada, explicando que su padre trabajaba para ganarse la vida, mientras otros lo único que hacían era desperdiciar. Si no hacía algo para evitarlo, Isaea la obligaría a respetar el contrato, y tendría que casarse con ella. Estaría condenada a una vida apacible y aburrida de noble.

Jaime meditó en ese tipo de vida, y tuvo un pequeño ramalazo de envidia. Korgan se echó a reír. Era muy triste. Todo el día sin hacer nada, teniendo todo el oro del mundo. La solución era simple. Coger el oro y salir corriendo.

Jaime preguntó cual era la opción si no quería unirse al sistema que tanto odiaba. ¿Quizá desaparecer sería una opción interesante? Nalia rechazó esa idea, porque eventualmente tendría que encararse con ellos.

Entonces miró a Jaime. Dijo que quizá la solución podía ser él. Una alianza entre ellos. Jaime parpadeó, y preguntó aterrado si estaba pidiéndole en matrimonio. Nalia se echó a reír. Dijo que por supuesto que no. Ella nunca se casaría con un pobre como él, sin ofensa, por supuesto. Jaime contestó forzosamente que no había sido ofendido.

Más tranquilo, Jaime escuchó el plan. Nalia le ofreció a Jaime convertirse en el dueño oficioso del castillo. Ella, al ser la heredera, tenía derecho a elegir el maestro de armas del castillo, y dueño de las tierras mientras la heredera no volviera a su puesto.

Jaime se extrañó que los Roenal cayeran en una trampa tan fácil. Nalia dijo que la antigua ley daba ese derecho a los herederos en caso de asedio o guerra. Y lo que había habido allí era una guerra contra los trolls. De esa forma podría imponerse a los planes de los Roenal. Jaime preguntó preocupado cuales serían sus obligaciones. Nalia explicó que serían muy ligeras. Los sirvientes y el Mayordomo Principal se ocuparían de la mayor parte de los problemas menores. Jaime sólo tendría que presidir las audiencias mayores y poca cosa más.

Jaime dijo que a él no le gustaba mandar ni gobernar sobre otros. No tenía ese tipo de ambición, y tampoco lo quería. Korgan se llevó las manos a la cabeza. Anomen meditó que Jaime era un hombre noble y bueno, y parecía un buen dirigente. Jaheira sonrió aliviada. Minsc miró a Bubú y le preguntó cuando dejarían de perder el tiempo, y se enfrentarían al mal. Cantarina comentó que lo único que ella quería era matar de una vez. Nalia le suplicó que aceptara. Por su fuerza de carácter no tendría ningún problema en gobernar. Y si los Roenal lograban conseguir toda la hacienda, no honrarían la memoria de su padre y gobernarían con crueldad, como ya gobernaban sus tierras.

Jaime la miró. Tantas dudas. Su problema era que no quería gobernar. ¿Por qué nadie lo quería entender? Era un Hijo de Baal, tenía la ambición y la sed de poder en la sangre. No quería gobernar a otros. Quizá Sarevok había empezado gobernando un pequeño castillo, lo que había sido el primer paso para que la ambición le consumiera.

Por otro lado, una compañera de batallas, le estaba pidiendo un favor. Y si lo rechazaba, estaría permitiendo que otros, los campesinos sufrieran a manos de esos Roenal. ¿Acaso no se estaría volviendo más cruel y despreocupado? ¿Cuál era la acción correcta? Mejor, ¿cuál era la acción menos maligna?

Otra vez le obligaban a hacer la elección entre los Ladrones de las Sombras y los vampiros. Entre o ser un gobernante, o dejar que otros malos gobiernen. Siempre buscar la elección menos mala, cuando no había elección buena

Jaime suspiró y aceptó la oferta. Prometió que intentaría que fuera un gobierno con virtudes. Pronto se les unía el Mayordomo Principal. Dijo que había servido con el padre de Nalia. Esperaba que lo aceptarse a él. Nalia lo recomendó, porque era una persona fiable y fiel. Además era el único que sabía como gobernar toda la hacienda. Jaime pidió información acerca del castillo. El mayordomo explicó que además el castillo, ahora era dueño de una amplia zona circundante con un enorme número de granjas prósperas. El fallecido Lord De'Arnise siempre se había preocupado del bien de su pueblo.

El mayordomo dijo que se ocuparía de la rutina diaria, de los sirvientes y de los problemas menores. El dinero de los impuestos sería muy escaso, porque había que pagar muchos gastos para una nueva leva, y reparación del castillo. Jaime contestó que podían usar todo el dinero para las reparaciones. Cuando todo el castillo y la gente estuvieran bien, entonces recibiría los impuestos.

La conversación fue interrumpida por la Dama Delcia Coan, que advirtió que ella no estaba de ninguna manera dispuesta a aceptar que un simple y estúpido plebeyo gobernara la propiedad. Nalia intervino, y le rogó que entendiera la situación. Si no lo hacían así los Roenal ocuparían la propiedad, y Jaime les había salvado la vida.

Pero la orgullosa noble contestó que prefería la noble familia Roenal a un simple sirviente. Auguró antes de salir de la habitación, que la propiedad pronto volvería a manos nobles. Nalia se disculpó por el enfado de su tía. Prometió con poco énfasis que pronto entraría en razón.

Jaime colaboró a descolgar a los cuerpos descompuestos y malolientes de los inocentes atravesados, y enterrarlos con honor. Intentaba no fijarse demasiado en los muertos. Korgan le ayudó cantando una canción enana de fiesta. A él no le molestaban los muertos. Al fin y al cabo, todo el mundo, reyes y barrenderos, acababa comido por los gusanos y danzando la danza de la muerte. Minsc y Jaheira ayudaron en silencio. Nalia y Anomen se excusaron que estaban agotados por el combate.

Estuvieron tres días más en el castillo, retirando los restos del combate, y ayudando todo lo que podían. Anomen y Korgan se quejaban constantemente. Aseguraban que ese no era un trabajo digno de ellos. Jaime consideró curioso que dos personalidades tan distintas como Anomen y Korgan estuvieran de acuerdo tan a menudo. De todas formas la advertencia que el que no trabajara no comía, ni bebía, servía para animarles. Luego, sin tener nada más que hacer, el equipo emprendió la vuelta a Athkatla.