Un nuevo on-shot, el octavo, para compartir con todos. Aprovecho para agradecer los comentarios de todos los anteriores: Elena79, Isabel20, Serena tsukino chiba, Maxhika, xXx-aihiwatari-xXx, Minefine7, Rosejandra, Rohor, Rutabi, Faderiana, Sofii brindis, Akane Miiya, HachikoLovePaulinne, Stmag, Cristina, G. Auger, Romi22, Lobo de sombras, Marisa, Akarly, Nayomi, ResaS, love Ranma, joa-chan, Massy13, 97pupi y Manuela-chan.
Un Ranma Normal
Akane no era Akane. Por lo menos no, la Akane que Ranma conocía. Y por tanto, Ranma ya no era Ranma, tampoco. Vivir juntos, pelear, quererse en secreto, compartir vivencias y volver a pelear. Se trataba de una rutina repetitiva que les definía. Si uno, pues, la abandonaba sin avisos ni transiciones, el otro perdía el norte, la razón de ser y su propia definición del yo. ¿Quién es Ranma sin Akane? El muchacho no lo sabía. Se había acostumbrado demasiado a ella, al punto de que todo su mundo giraba alrededor del estado de ánimo de su prometida principal.
Envuelto en aquel halo de confusión, Ranma aún tuvo fuerzas de echar un último vistazo a su Akane que ya no era "Akane" ni "suya", a la tonta prometida que se despojaba de ambos títulos: "tonta" y "prometida", a su ex imposible pues nunca habían sido nada realmente. Estaba guapa y radiante pero se iba. Se alejaba irremediablemente.
Bastaba con hablar o mejor aún, con gritar a los cuatro vientos: "no estoy de acuerdo con esto. Quédate conmigo. No te vayas; te lo ruego." Y quizá todo se solucionase. Un malentendido más con una nueva reconciliación y listo. Con un poco de esfuerzo olvidaría que casi se va con ese cretino. Y si él era capaz de perdonarla, seguro que ella no tendría el valor de volver a intentarlo. Aquello es lo que pensaba el consciente de Ranma, anclado en el problema y la posible solución. El subconsciente sin embargo, trabajaba a otro nivel. Sabía de sobra que no se animaría a decir nada, ni siquiera a preguntar quién era ese o a dónde la llevaba. Tan solo se daba por vencido, mientras efectivamente ambos desaparecían en el horizonte, y elaboraba lo que iba a ser su nueva vida. ¿Qué soy sin Akane? -se preguntaba Ranma una y otra vez-. Un artista marcial sin nadie que proteger, un hombre sin prometida, un estudiante sin compañera de estudios. Peor aún, sin Akane soy un mal artista marcial, un mal estudiante y, si no le pongo remedio, el prometido de una de las otras dos pesadas.
A partir de entonces, Ranma simuló no saber nada del tema. Se contentó con ignorarlo todo, ayudado por la actitud de ella que tampoco largaba prenda y seguía en su plan: "vida normal". Y aunque en la superficie le trataba igual, por dentro, el cambio se producía a pasos agigantados. Lo primero fue negarle su existencia, rebautizándola: "No-Akane" porque eso era ella entonces, la negación misma de la Akanidad, dado que en la cabeza de Ranma, "Akane", "amor" y "fidelidad" era sinónimos. Así, pues, si con la boca decía: "Akane vamos al Instituto", la mente en realidad pensaba: "No-Akane pretendamos nuevamente que no hay un abismo entre nosotros mientras vamos al instituto". El segundo paso fue, como ya dije anteriormente, no indagar. Solo sabía una cosa, que la había visto besarse con un desconocido y que se habían marchado juntos vaya uno a saber dónde y a hacer mejor no saber qué. El tercero, fue negarle su furia, frustración y enojo. Hecho insólito que hacía pensar a los testigos a la luz de la realidad -su galantería extrema con ella y el cese definitivo de las hostilidades verbales- que su relación iba por mejor camino que nunca, que la boda era inminente y que ya nada podría separarles. Ranma creía que Akane accedía gustosa a ejecutar la pantomima para no herirle o porque se regodeaba en su traición pensando que él no sabía nada. A lo mejor a Ranma le daba igual qué opción fuera o quizá, simplemente no se animaba a descubrirlo.
En cuarto lugar, dejó de entrenar, de estudiar y de pensar. Pero a la manera Ranma, sin que nadie se enterara. La gente veía que el cuerpo se movía, que ejecutaba las katas con perfección, que asisitía a clase y nuevamente, creían que tanto sus estudios como su profesión iban por buen camino. La realidad era que aunque el cuerpo se moviese, la cabeza no lo manejaba y por tanto, era un maniqui ridículo que no mejoraba ni un ápice su condición física y mental aunque por fuera pareciera lo contrario.
En quinto lugar, dejó de transformarse en chica, pues se propuso por primera vez en su vida hacer uso de sus grandes reflejos de artista marcial para esquivar todo tipo de líquido frio. También, habló seriamente con Shampoo, Ukyo y hasta Kodachi sobre su actitud, dejándoles bien en claro que así le molestaban, que nunca iban a ser más que amigos y que de persistir en aquella actitud, ni eso serían.
Por último habló con Ryoga y le puso los puntos sobres las íes. O confesaba a Akane que se convertía en cerdo, o Pe-chan desaparecía para siempre. No iba a tolerar más tonterías en su vida.
Los pocos cabo sueltos que quedaron como Kuno, su padre y compañía se fueron inhibiendo poco a poco, ante el hecho evidente de que la vida entera de Ranma perdía todo rasgo de excentricidad. Ni artista marcial, ni fenómeno, ni pluriprometido, ni boquilargo. Un chico normal y amargado sin que nadie se enterara. Nabiki ya no encontraba gracioso burlarse de él. Ryoga ya no le veía como rival. Los enemigos ocasionales terminaban enfrentándose a Genma, Happosai o quien fuera. Los embrujos, tretas y artimañias ya no le agobiaban. Los baldazos de agua fría de pronto dejaron de caer en su dirección. Una vez tomada la decisión de ser normal, Ranma descubrió que era extraordinariamente fácil conseguirlo. Que todo, absolutamente todo lo originaba él. Si le atacaban infinitos enemigos era porque él era fuerte y se empeñaba en demostrarlo. Si tenía tantas prometidas era por su propia debilidad de carácter. Si siempre peleaba con Akane, se debía a que nunca se había propuesto tratarle con cordialidad. Y así todo.
¿Y Akane? Pues Akane seguía igual, ciega a los paulatinos cambios de Ranma. Ciega a los rumores que poco a poco afloraban fuera de su control. Rumores aún más maliciosos que la ingenua mentalidad de Ranma.
Sin duda le carcomía una enorme rabia pero ajena a todo lo demás. Una furia secreta, tan frustrante y agobiante como ridícula. Por momentos intentaba hacerla desaparecer. Por otras ignorarla, o al menos madurar hasta un estado Akanil supremo que no sufriera por semejantes pruebas. Pero no podía. Toda vez que cerraba los ojos se le aparecía la endemoniada cara del joven que la cortejaba. Era alto y rubio -extraño en un japonés- y también muy guapo pero de la forma mala. Es decir, con total consciencia de poseer aquella gracia y explotándola al máximo sin reparar en nimiedades como los sentimientos de los demás, el amor u otras tonterías sin importancia. A Akane no le gustaba. Estaba segura de ello. Por dos razones. La primera, porque su amor, su alma y también su cuerpo aunque el tonto no lo supiera pertenecían a Ranma. En segundo, porque los guaperas creídos no eran su tipo. Y sin embargo, el muy manipulador poseía un sexto sentido para abrirse paso por las cerraduras de los corazones más fuertes.
-Una noche de amor. Solo pido eso. Nadie lo sabrá. Puedes estar segura, y al amanecer quitaré la maldición de tu prometido. No dudes de mi capacidad. Shampoo ya ha caído en mis redes. Puedes comprobar por ti misma si se sigue convirtiendo en gato o no. Y si necesitas más pruebas, libraré al torpe de Mousse delante de ti.
Gran manipulación. Akane dijo "no" instantáneamente. Un no rotundo, sonoro e inapelable. Pero no lo dijo al cien por ciento. Una parte de ella haría cualquier cosa por Ranma, incluso dejarse seducir. Otra parte, su ingenuidad, era tan simple que le creía. Y otra parte más, su inmensa bondad, deseaba seguirle el juego aunque fuera un poco, para salvar a Mousse. El joven brujo lo notó enseguida y ya no insistió más. Tan solo se limitó a proseguir con su obra, erosionando poco a poco las defensas de su objetivo.
Cuarenta días duró aquello. A cambio de la demostración gratuita, Akane juró que no le revelaría su existencia a Ranma. Daba igual, pensaba ella. Si en el fondo no le esta ocultado nada grave, puesto que sistemáticamente le rechazaba. Y aguantar su asquerosa persistencia bien valía la pena a cambio de obrar tanto bien con un amigo como Mousse. Los problemas comenzaron a partir del día cuarenta y uno. Si durante la primera cuarentena el joven brujo se había limitado a aparecerse de la nada cuando nadie le veía y repetir de forma idéntica su ofrecimiento, a partir de entonces comenzó a acosarle a todas horas. Fue entonces que comenzaron a surgir los maliciosos rumores y a estrechársele el corazón cada vez que el galán se le aparecía.
Al final, sobre el día cincuenta y ocho, Akane explotó.
-Ya basta. Llevamos así casi dos meses. No creas que no te agradezco lo que has hecho por Mousse pero creo que mi paciencia contigo ya te ha pagado bien el favor. Déjame en paz.
El jovencito puso cara de bueno. Irreal y traicionera pues hasta olor a azufre tenían sus palabras pero suficiente para apaciguar el alma violenta de la ingenua de Akane.
-Te lo pondré fácil. Me darás un beso en la mejilla. Supongo que no es mucho pedir. Pero lo harás delante de Ranma. Si este me ataca y me vence o al menos te lo reprocha, le curaré sin dudarlo y gratis. Pero si no te quiere y calla…si le da igual, entonces serás mía por una noche.
Akane esbozó una risa casi burlona.
-No soy tan tonta. De sobra sabes que jamás exterioriza sus sentimientos. Vete a embaucar a otra.
El joven demonio ni se inmutó. Las negociaciones eran su fuerte. Una vez que Akane se había dignado a argumentar en lugar de simplemente negarse, ya tenía la partida perdida y sin saberlo. Las siguiente palabras pusieron todas las piezas del puzzle en su sitio.
-De acuerdo. Tú ganas. Argumentas que es tímido. Muy bien. Te daré un mes desde el beso. Si en ese tiempo no dice nada es que no te quiere. La más mínima agresión ya sea física o verbal hacia ti o hacia mi, te proclamará vencedora.
¿Nada más? -pensó Akane-. Lo tengo ganado. Aún sin beso, Ranma jamás estaría más de dos horas sin antagonizarme. Y a ese seguro que le zurra una buena paliza. Me lo saco de encima, curo a Ranma y me dejo de ocultarle cosas. No hay forma de perder.
-Solo una condición -interrumpió el brujo los pensamientos de Akane-. No podrás provocarle tú una vez dado el beso. Eso significa nada de insultos, golpes ni mucho menos, hablarle de mi.
-Por supuesto. Yo jamás haría trampa.
El resto es historia contada. Akane se dejó embaucar, le besó delante de Ranma y esperó pacientemente a que su prometido exteriorizara su furia. Veintisiete días después le carcomía la desesperación.
Ya no se trataba del simple miedo a entregarse por una noche a un horrible desconocido. Eso, como mucho, sería un terrible acontecimiento traumático. Lo que más le preocupaba era la actitud de Ranma. Un simple beso y le había perdido. O quizá no. ¿Cómo perder lo que nunca se tuvo? Lo que realmente angustiaba a Akane era descubrir que nunca tuvo en realidad a Ranma y que, dados los acontecimientos, nunca le tendría. La tragedia de vivir sin el amor de su vida por siempre. Tener que rebajarse a la mediocridad de buscarse otro con el que más o menos se llevara bien o quedarse sola.
Dolor, tristeza, depresión, miedo y todo eso sin poder exteriorizarlo en una simple y diminuta lágrima. No fuera que Ranma la viera y se perdiera la oportunidad de curarle.
Dos días más pasaron sin que Ranma notara nada. Desde que había asumido que Akane ya no era suya, su vida de joven normal le había atrapado en un confort simple. Sin emociones, amor ni problemas. Un mero mecerse en la hamaca del destino que apenas se movía ya que el viento de la oportunidad apenas si soplaba y su usuario casi ni se balanceaba.
Al día siguiente, Akane se acercó a Ranma. La mirada perdida, el enorme tapado cubriendo todo su cuerpo hasta los tobillos y un sombrero tan grande que tapaba media cara. Se despedía antes de entregar su cuerpo por amor al hombre que no amaba.
-Me voy. No me esperes.
El nuevo Ranma, el normal y atento, le cogió de la mano.
-¿A dónde vas así? ¡Con el calor que hace! -le quitó el sombrero y el tapado de un manotazo-. ¿Y esto? ¿Llevas dos abrigos más bajo el abrigo? ¿Estás enferma?
-No. Ojalá… -tartamudeó sin animarse a confesar que solo eso se le había ocurrido para dilatar lo inevitable y cubrir mejor su vergüenza.
El otro Ranma, el excéntrico. Se hubiese reido de su expresión de tristeza, básicamente porque la hubiese notado. Este, tan solo le quitó uno tras otro sin reparar en los temblores que le provocaba a su prometida el ser poco a poco desnudada por su manos, aunque solo fuera a medias y en la peor de las situaciones posibles. Ya se le veían las rodillas, el cuello y parte de los hombros.
Mientras se dejaba hacer, pálida y tiesa por el dolor, Akane ni respiraba. Tan solo se limitaba a odiarse a sí misma por ser tan tonta de aceptar lo inaceptable. Y odiaba también a Ranma por descubrir su cuerpo para que lo aprovechara otro.
En el fondo, da igual -pensó-. Si este que me hace temblar ya no es Ranma. Es otro. Uno que ya no vive y respira por mi, el que yo me imaginaba que existía. Este en cambio, es un tonto que cava su propia fosa sentimental sin siquiera luchar por mi. No me ama. Y si no me ama, ya poco importa lo que está por ocurrirme.
-¿Sabes? -preguntó Ranma-. No tienes por qué hacerlo.
-¿Ha…hacer qué? -tartamudeó Akane.
-No tengo ni idea. Pero si no quieres, no lo hagas. Yo por ejemplo me he desecho de todo lo extraño de mi vida menos de una cosa. Lo que no quise perder. No sé qué demonios te pasa ni como ayudarte, pero sé que estás a punto de perder aquello de lo que no quieres desprenderte. Supongo que vas a romper con ese tipejo. Llevo esperando semanas que lo hagas, pero…si no quieres…si tan triste te vas a poner por romper con él…será mejor que no lo hagas. Yo puedo seguir mirando para otro lado.
Akane se mordió los labios. Ranma, por fin, avanzaba en el diálogo y aunque errara por completo en el diagnóstico de la situación, iba bien. Salvo que ella no podía ayudarle a recuperar el rumbo. No podía decirle la verdad ni provocarle. Y desde luego, sus candorosas palabras delataban amor pero ni una pizca de lo que ella necesitaba: pelea. Vedados todos los temas que Ranma había sacado a colación, solo quedaba una cosa por preguntar.
-¿Qué es eso de lo que no quieres desprenderte tú?
-De ti.
-No lo entiendo. Si acabas de recomendarme que me vaya con otro.
Ranma volvió a poner todos y cada uno de los abrigos sobre Akane uno a uno. Era extraño, aún cuando le vestía, su prometida no podía dejar de temblar mientras sus gentiles manos apoyaban las vestimentas sobre sus hombros.
-Aún con los vestidos tapándote puedo ver a mi Akane a la perfección. Cuando te cubrían los estorbos y los malentendidos, también podía ver que me amabas. Ahora mismo, sé que aunque tu cabecita esté confundida, sigues amándome. Yo te esperaré.
¡Idiota! ¡Insúltame de una vez! -gritaba Akane por sus adentros-. No dejes que me vaya así. Deja que te corresponda. ¡Si serás torpe, Ranma Saotome! Llevo años esperando una confesión como corresponde y solo recibo insultos y vejaciones. Y por una vez que necesito de lo otro, me vienes con una confesión. Pareciera que me lo haces a propósito.
Akane se fue dando un portazo mientras sus últimas palabras resonaban por la mente de Ranma.
-¡Mentiroso! Dices que puedes ver dentro de mi, pero nunca te enteras de nada.
Ranma decidió dar un paseo para aclarar las ideas. A su paso, el día iba perdiendo poco a poco su brillo como el mismo ánimo del joven. Penumbras que oscurecían árboles, casas y pensamientos. Y pese a todo, se obligaba a centrarse en lo bello de ser normal. Cada tanto tropezaba con una viejita chapoteando agua en otra dirección o con algún ridículo excompañero de aventuras que intentaba conseguir algo sin lograrlo y una leve expresión de satisfacción brotaba expontaneamente. Justo es decirlo, también se topaba a menudo con parejitas caminando de la mano y con gente que volvía de trabajar y estos sí que transportaban en sus rostros una verdadera y plena expresión de complacencia verdadera: la del amor correspondido y la del trabajo bien hecho. Su felicidad a medias, que consistía tan solo en no sufrir por nada, comparada con la de los demás, parecía un saco vacío y roto. Una simple mochila que no pesaba mucho pero que a cambio, era inútil e incapaz de transportar nada. Ni de lo bueno ni de lo malo. Por fin, se adentró en un parque y se sentó en un banco. Sus ojos se sorprendieron un poco. Sus oídos directamente mo daban crédito a lo que oían. Su madre y Akane estaban sentadas en otro asiento, muy cerca del suyo. Platicaban.
-¿Dónde vas tan tarde, querida?
-Voy a hacer lo que no quiero por la persona que quiero.
El sentido de la ambigüedad de Akane puesto que era así de ingenua no tenía un nivel superlativo como el de su hermana Nabiki. Para Akane aquella forma de contestar debía por fuerza ser opaca y dura para cualquier interlocutor. Desde luego lo era para Ranma. Pero Nodoka estaba hecha de otra pasta, una personalidad más madura y levemente cínica, producto de vivir años de casada con un personaje como Genma. Por tanto, no le costó mucho leer las entrelíneas y, aunque no sabía bien de qué iba la cosa, sí que tenía algo bien en claro: que Akane estaba por hacer algo malo sin hablarlo antes con su hijo.
-Si tienes un problema y no eres capaz de resolverlo sola, deberías hablar con Ranma.
Akane dejó escapar dos, tres y hasta cuatro lágrimas.
-No puedo. Eso es parte del embrollo. Que no puedo.
-A mí me parece que siempre buscas excusas para no comunicarte con él. Timidez, orgullo, problemas inconfesables. No me cuentes lo que te ocurre si tanta vergüenza te da pero habla con él…antes de que sea tarde. La sinceridad en el amor lo es todo. Y no lo dudes, es incluso más importante que el dinero, el honor o el bienestar. Nada de lo que consigas en secreto tendrá valor y nada de lo que pierdas, dolerá menos solo por ocultarlo.
No hizo falta decir mucho más. Si alguna duda tenía todavía Akane sobre cómo actuar, Ranma ya no tenía ninguna. Menos aún cuando oyó por fin palabras más, palabras menos la naturaleza de la apuesta. Ambas mujeres le vieron cargar contra una farola del parque como un búfalo enceguecido y derribarla de un golpe. Nodoka, buena madre y sutil celestina, desapareció sin que Akane siquiera lo notora del miedo que le había entrado en el cuerpo. La pobrecita temblaba en su sitio, mientras una a una iban cayendo las farolas en su dirección. Instantes después, un Ranma espumeante y belicoso se sentaba al lado suyo. Por detrás, una hilera de siete farolas destruidas dormían sobre la gravilla del parque. Akane descubrió que estaba por ganar la apuesta y que de poco le serviría pues dudosamente sobreviviría a la esperada bronca de su prometido y aún de hacerlo, jamás volvería este a quererle.
-¿Me odias? -preguntó con un hilo de voz.
-No.
-¿Solo odias a la farolas?
Ranma respondió lo siguiente con violencia y masticando bronca.
-¡He dicho que no!
Evidente mentira aunque habría que aceptar que en aquella frase faltaba algún apelativo de los suyos. "Pechoplano", "marimacho", "idiota" o similar.
-Sí que me odias. Estás furioso -sollozó Akane.
La furibunda rabia de Ranma, efectivamente, se percibía a metros de distancia. Los puños apretados, los labios morados de tanto morderlos para no soltar burradas y la espalda recta y tensa como un poste, delataban un brutal desacomodo con el mundo, la situación y desde luego, con su prometida.
-Vale, sí. Estoy furioso. Pero no contigo. Con Shampoo. Esta vez ha cruzado la línea que no debía.
-¿Con Shampoo? ¿Estás celoso porque se la ha…?
Akane se tapó la boca de un golpe, sin terminar de pronunciar la frase. La monstruosa cara de disgusto de Ranma no tenía límites. Le palpitaban las sienes, se le erizaban los cabellos y los ojos pinchaban de pura intensidad.
-¡Por dios, Akane! -le gritó por fin- ¿Cuán tonta puedes ser? ¿Has comprobado siquiera la temperatura?
Akane dio dos pasos hacia atrás.
-¿Temperatura?
-Sí, tonta, sí. La temperatura del agua fría con la que te demostraron que Shampoo y Mousse ya no se transformaban. ¿Has comprobado al menos que no fuera agua caliente?
-Sí. Bueno, no… No directamente. Shampoo y Mousse daban saltitos y temblaban del frio luego de rociarles. A mi me pareció que estaba fría.
-¿Y tú te lo crees? Llevamos años buscando la cura sin encontrarla y ella lleva años conspirando contra nosotros. ¿Qué es más fácil? ¿Que ella mintiera sobre la temperatura del agua o que un desconocido tenga así, de buenas a primeras, la cura de mi maldición, sepa sin conocerme de la nada toda la situación y la use para extorsionarte?
-Ves que me odias.
Los dedos de Ranma resbalaron por el brazo de Akane y se entrelazaron con los suyos.
-No te odio. Ya te lo he dicho. Simplemente que la he visto ayer convertida en gato. A lo mejor yo también hubiera caido en la trampa. No lo sé. De lo que sí estoy seguro es que para mi tu forma de ser, tu ingenuidad, es una virtud.
Akane se dejó caer sobre el banco dejando atrás la mano de Ranma. El joven todavía de pie y la chica sentada se encontraban de momento a oscuras. El cielo había oscurecido con rapidez y Ranma se había cargado buena parte de la iluminación del parque.
-¿Virtud? ¿Ser así? Si casi lo pierdo todo. Soy horrible, indigna, estúpida.
-No- le volvió a coger de la mano y se sentó junto a ella-. Eres guapa, noble y sacrificada.
Akane tenía ganas de llorar, abrazarle y volver a llorar. Todo junto y al mismo tiempo. Ranma, otro tanto. Solo que más sereno y tranquilo. Cosas que da la normalidad.
De pronto, se oyó una tétrica voz en la oscuridad. Era la del joven brujo. Solo que esta vez ya no la impostaba con propósitos seductores. Su tono agrio y aspero así como un leve chirrido metálico al pronunciar, delataba a las claras su naturaleza maligna.
-Muy bien. Muy bien. Veo que por fin han hecho los deberes. Habéis hablado y habéis descubierto mi treta. No pasa nada. Yo también he hecho los míos. ¿Sabes, Ranma? Te he observado todo este tiempo. Ya no eres un temible guerrero. Cualquiera podría vencerte. Incluso yo…
-¿¡Mousse?! -exclamó Akane al verle-. ¿Eres tú? ¿Có…cómo lo has hecho? ¿Por qué? Si a ti te gusta Shampoo.
-Por venganza, por supuesto. ¿Tenéis idea de cuánto tiempo llevo esperando que os caséis de una vez o rompáis el compromiso? ¿Cuántos noches me pasé en vela deseando una resolución? Cualquiera me valía. Pero vuestra eterna indecisión me ha hartado la paciencia. Me vengaré en todos: en ti, en Ranma y también en Shampoo.
-Tiene sentido -le murmuró Ranma a Akane-. Siempre se ha vanagloriado de esconder armas. Para él, disfrazarse o hacerte creer lo que no es, no debería representar un gran escollo. Y manipular a Shampoo prometiéndole que iba solo tras de ti debió de ser un juego de niños. La muy tonta no debe de imaginarse que ella misma es también blanco de sus tretas.
A Akane le brillaron los ojitos.
-A este me lo cargo yo solita.
-¿Sabes lo que te diría el viejo Ranma?
-Que es peligroso, que se lo deje a él. Aunque la verdadera razón para pedir pelear sería otra: que no tolera que nadie le defienda. Es demasiado orgulloso para aceptar que una mujer pelee por él. Jamás soportaría que alguien aprovechara la ocasión de llamarle débil por no poder defenderse solo.
Ranma se acercó a Akane y le dio un beso en la mejilla idéntico al que le había dado Mousse días atrás. Solo que más dulce, masculino y sincero.
-El nuevo Ranma te pide humildemente que respetes los deseos de su antecesor. En el fondo, me lo debes.
Akane se volteó y comenzó a alejarse suavemente. Ni una gota de duda o frustración flotaba ya sobre la superficie del frasco de sus sentimientos. Todas se habían evaporado con aquel beso.
-Te veo en casa.
Al rato y mientras todavía se oían los golpes y ruidos de una batalla horrenda, Nodoka volvió a aparecer.
-¿Le has dejado solo? ¿Te parece? ¿Acaso no asegura Mousse que mi hijo ha perdido muchas facultades últimamente?
-Mire, suegra (que ahora ya casi puedo llamarle así); quizá sea tonta y no sepa mucho sobre mentiras o sentimientos pero sí soy experta en algo: en artes marciales.
-Ah, ¿lo dices por lo de las farolas? Cualquiera podría hacerlo. Incluso yo con mi katana si fuera necesario.
-Lo digo por la forma en que cayeron. Todas se encuentran apuntando al mismo sitio, paralelas y equidistantes. Solo un gran maestro de las artes marciales podría en aquel estado de furia realizar siete golpes exactamente iguales. Con ese grado de precisión, Mousse no tiene posibilidad alguna.
Dicho esto, el cuerpo inerte y levemente desfigurado del manipulador pasó flotando por encima de sus cabezas y cayó, despatarrado, varios metros adelante.
-Se lo dije. Incluso el Ranma normal es así: un poco borde y muy fuerte. Como a mi me gusta.
Fin
Un saludo a todos y hasta el próximo one-shot.
