¡Ríete de mi y eres hombre muerto, Ranma Saotome!
Todo comenzó unas dos horas atrás, cuando Kasumi todavía preparaba el almuerzo tranquilamente en casa y nada aún había interrumpido sus quehaceres. A la mayor de las Tendo le pareció oir como un barullo muy lejano al que no le dio mayor importancia. Demasiado acostumbrada estaba a los súbitos quiebres en el silencio para preocuparse por algo así. Tampoco se inmutó cuando descubrió que la batahola se dirigía en su dirección ni cuando oyó un claro portazo seguido de la siguiente frase de su hermanita pequeña: ¡Ríete de mi y eres hombre muerto, Ranma Saotome!
Unos veinte minutos después de aquello halló a ambos tortolitos en una pose cuanto menos sorprendente. Arrodillados el uno frente al otro, cara a cara y sin decir palabra. Los rostros tan cercanos y equidistantes que la nerviosa respiración de Ranma le hacía cosquillas bajo la nariz a Akane. Ninguno movía un músculo. Prohibido hablar, prohibido pestañear y peor aún, prohibido reir. Akane lo llevaba bien. Solo el tenue cosquilleo que Ranma le provocaba, dañaba mínimamente su propósito de no mostrar emociones. Tan leve que no se le podía catalogar de "trampa". Ranma, en cambio, llevaba el reto con muchas mayores dificultades. Poco a poco se iba poniendo morado de tanto intentar contener las respiración. Cada tanto se mordisqueaba por dentro para impedir que los labios exhalaran una risa incoveniente. Eso sí que se podía catalogar como falta al reglamento pero a Akane le daba igual. Tenía en claro que ya había ganado.
Kasumi y Nabiki que recién llegaba observaban la escena desde distancia prudencial.
-Se está poniendo fea la cosa, hermanita.
-Ya lo veo, Nabiki. Quizás debiéramos interrumpirles.
-Ni de coña. Yo no me acerco a esos dos por nada del mundo. Y menos ahora. Cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Como un relojito prefectamente sincronizado, la cara de Ranma tiñó su azul morado a un tono casi verdoso y por fin dejó escapar una larga carcajada.
-Has perdido, Ranma. El primero que se rie pierde.
-Otra vez. Es la última. Te lo prometo.
Akane se levantó sin hacerle mucho caso. Le había jurado en vano lo mismo en, al menos, otras diez ocasiones más. Ella sabía bien que la mentalidad competitiva de su prometido no toleraba perder con nadie a nada y mucho menos a un juego tan simple y ridículo como ese. También comprendía de sobra que no pararía de pedírselo hasta ganarle pero que jamás lo lograría. La razón era bastante sencilla: cuanto más pensaba Ranma en no reir, mayor era la presión que le empujaba a hacerlo. Por su parte Akane, sospechaba que Ranma se reía de ella. Que lo hacía a propósito utilizando el jueguecito como excusa para poder burlarse de ella impúnemente en su cara y aquello le ponía de tan mala hostia que lo que menos pasaba por su cabeza era sonreir. Mucho menos demostrar cualquier otra forma de júbilo facial.
-Pareciera que lo haces a propósito.
Pronto se arrepintió de aquella frase. La marcha forzosa al Dojo a entrenar interrumpió aquello en el peor momento y degeneró en una nueva rutina. Mañana tras mañana, Ranma le retaba entre cinco y veinte veces sin éxito. A veces aguantaba cincuenta segundos. En otras ocasiones hasta un minuto y medio. Aunque en la mayoría de los patéticos casos no sobrepasaba la veintena de segundos. Única solución: dejarse perder. Imposible; se daría cuenta. La otra…ayudarle.
-Pero vamos a ver, Ranma ¿tú en qué demonios piensas cuando me miras a la cara? ¿soy un payaso o qué?
Prodigiosamente el morado de su rostro paso un níveo instantáneo en un abrir y cerrar de ojos. Le tenían contra las cuerdas.
-No…no. Es una risa nerviosa. Intento no mirar…
Akane se congratuló con un gesto de triunfo:
-¡Ese es el problema! La risa es el producto de tu negación.
Le cogió la cara con ambas manos. Las palmas abiertas sobre los mofletes y las narices casi tocándose.
-Mírame bien. No intentes suprimir la risa. No luches contra ella. Céntrate en lo que tienes delante.
Y Ranma, pues, se centró. Unos ojos entre la gama del marrón y el verde claro aguardaban su respuesta. Unos ojos tan profundos y cristalinos que podía hundirse en ellos por siempre y bucear en terreno Akanil sin ahogarse aunque le fallara la respiración de la vergüenza y sin acabar nunca de mirarle aunque el deseo se saciara por otros rumbos. Vio también una cabellera corta y sutil. Femenina sin duda. Con suaves picos que adornaban el terremoto azul que esperaba, paciente, a que alguien la desordenase. Sus labios ya no fueron vistos. Los sentidos se centraban en sus manos que todavía le tenían la cabeza con gentileza prolongándose en una larga y -quizá estudiada- caricia. Ya puestos, se deleitó en las cejas, las orejas y la frente. Nada que decir sobre ellas salvo que el muchacho saltaba de una a otra con las pupilas en un constante frenesí.
Pasaron dos, tres, cuatro y diez minutos sin que ninguno se moviera.
Los ojos de Akane se iban colmando de ternura segundo a segundo. Comprendía muy bien la naturaleza del silencio de su prometido.
-¿Entiendes ahora por qué no me acuerdo siquiera de que no debo reirme? ¿Has visto lo mismo que yo?
Ranma asintió con la cabeza.
He visto algo muy bello -pensó-. Un paisaje tan hermoso que a mitad del paseo por sus terrenos ya ni recordaba cómo había llegado allí ni de qué tenía que olvidarme.
Fin.
Fic cortito, a tono con mis escasas fuerzas, dedicado a Minefine7 que atendió a todos mis caprichos mientras más dolor de muelas tenía y que siempre me gana al juego de "prohibido reirse".
Como habréis notado casi no hay argumento. La razón es que últimamente me estuve centrando demasiado en este aspecto de mis historias y poco en el estilo. Así que decidí improvisar una cosa cortita y simple. Buscando un poquito más de intensidad en la lectura a costa de sacrificar el efecto sorpresa final. El resultado está lejos de ser óptimo pero el proceso me dejó un buen sabor de boca. Espero que le haya gustado.
Para finalizar quiero agradecer especialmente a todos lo que se preocuparon por mi salud de estos días. Massy13, maxhika, Manuela-chan, minefine7, Rutabi y xXx-aihiwatari-xXx.
PS: Ya me siento mejor.
