Muchas gracias a todos por seguir leyendo esta colección y por comentar: Minefine7, stmag, Mnemosine624, Sweet-Gwendoline8, AiHiwatari, Angelikitap4emmett, RosemaryAlejandra y Massy13. Sé que el anterior ha sido un poco confuso pero supongo que es parte del encanto de leer: no tener muy en claro lo que va a pasar después. Aunque, para qué mentir, improvisé bastante también y al final, acorralado por la falta de sentido total, tuve que inventarme lo de las alucinaciones. Imagino que a vosotros también os pasará.


Especial de San Valentín.

El instituto Furinkan era un edificio japonés. Como tal había sido diseñado para soportar grandes calamidades: terremotos, maremotos e incluso tormentas huracanadas. Nada de eso conseguiriría derribarlo jamás. Su precisa arquitectura le permitía balancearse suavemente, en caso de necesidad, de un lado a otro sin perjudicar la estructura. Por otro lado era tan fuerte y macizo que soportaba estoicamente los golpes que le propinaban a diario sus inquilinos, los estudiantes, y especialmente, los más fuertes y dolorosos, los que soltaba la cuadrilla de Ranma cada vez que se liaban a golpes por tonterías sin importancia. El noble edificio soportaba en silencio todo eso y era capaz de mucho más. Siempre en honorable silencio conseguía mantenerse de una pieza a pesar del barullo. En una ocasión hasta tuvo que morderse los ladrillos -a falta de labios- para no largar un profundo y tétrico aullido de dolor cuando una muchedumbre belicosa de alumnos se puso a jugar con sus puertas y persianas. A mayor potencia en el portazo, mayor algarabía en el público. Kuno por un lado y Saotome por otro, sostenían que merecían el título de mayor azotador de puertas del mundo. Así de rídiculos e inmaduros eran sus habitantes. Al edificio en el fondo no le importaba demasiado. Cuna del saber de tanto oir las lecciones de los maestros, se había vuelto sabio él mismo y procuraba elevar su alma de hierro y mampostería hasta otro nivel en el que el caos y desorden de los humanos no le afectara. Casi siempre lo conseguía. Obviamente no tenía ojos, pero si los tuviera, serían sin duda sus ventanas. Por ellas se colaba a diario un aire rápido y melancólico que en sus propias palabras de edificio sabio "le refrescaban el alma". Los parásitos no eran tan malos en el fondo. De hecho, el peor de todos, el Ranma Saotome que mencioné antes, era el primer en dejarse una ventana abierta por descuido. Si no fuera por él, la maldita calefacción interna le ahogaría todos los pensamientos rectos y cuadrados que solía tener hasta convertirlos en variopintas ideas curvas y disparatadas, impropias de una construcción de su alcurnia. Sus elucubraciones debían ser siempre sobrias y rectas como las de todos los demás Colegios del mundo. Era verdad que allá por los años 60, cuando era más joven e inmaduro, se había visto tentando de imaginar ideas de edificio artístico. Incluso soñaba con parecerse a una Catedral de Gaudi o a un puente famoso. Sobre todo ansiaba las épocas de fiesta escolar en que le solían adornar según la temática corrrespondiente con vampiros de papel o árboles de navidad sintéticos o con los más divertidos y coloridos disfraces carnavalescos. De aquella época solo conservaba una cosa, su pasión por las obras de teatro escolares. Por eso, cuando Akane Tendo y Ranma Saotome se besaron protagonizando por cuarto año consecutivo Romeo y Julieta, hasta su templado corazón de escultura arquitectónica tembló de emoción. Incluso él era capaz de sentir lo trascendental y bonito de aquella actuación. Tanto él como el público apenas si podían contener la respiración mientras los dos muchachos se seguían comiendo a besos, ajenos al espectáculo de genuino amor que daban. Incluso un objeto inerte y rimbombante cómo él, un objeto sin sangre ni venas, saboreó en su propia y mayúscula dimensión la derrota de la timidez en su máxima potencia y el triunfo, lento pero seguro, del amor sincero. Incluso, una cáscara vacía, sin más humanidad que: libros por carne, hierros por huesos y una azotea vacía por cerebro, fue capaz de intuir lo mágico y bello de aquel beso apasionado. ¡Cuatro años llevaban ignorando lo que sentían a favor de eternas interrupciones! ¡Y cuatro años parecía que iba durar aquel beso!

El edificio no era malo. ¿Cómo podría serlo sin atributos reales de humanidad? Tampoco podría decirse, por la misma razón, que era celoso, sentimiento cuya definición lógicamente conocía de sobra por las infinitas lecciones de literatura que había presenciado pero cuya real naturaleza se le escapaba. Yo diría incluso que no comprendía muy bien el significado de la palabras "artero", "cruel" o "egocéntrico". Pero la verdad es que, aunque cueste decirlo, se comportó como tal. Es decir, como un celoso y artero enamorado que embebido en su egocéntricas ideas destrozaba con crueldad los sentimientos de los demás. Primero se manifestó lo que digo en un leve balanceo. Luego en un estremecimiento total que provocó la caída de varias sillas y mochilas y por último, todo se movió con una fuerza brutal, como si de un terremoto se tratara. Incluso en las noticias, así fue como se contó el suceso: Terremoto extraño localizado en la zona del Instituto Furinkan y alrededores. Pues no, ya os digo yo que no. Que aquello no fue un terremoto sino la celosa reacción de un ente inerte ante la consecución de la escena amorosa. El edificio entero gimió de envidia y no se detuvo hasta que una viga se desprendió justo encima de los dos jóvenes. Ranma la vio primero. Akane después. Ambos intentaron esquivarlas. Solo que Akane llevaba un vestido grande de damita tonta, cuyos secretos para desplazarse rápido no conocía bien del todo como si los de su kimono. A la postre, tropezó y fue víctima del exabrupto arquitectónico. Ranma Saotome llevaba un disfraz más acorde a su naturaleza combativa. Poco le molestaba y si lo hacía, lo disimulaba de forma excelente. Así que cuando vio que la pesada viga comenzaba a hacer contacto con su amada, reaccionó de forma instantánea con un potente y medido truco de las castañas. Aquello encolerizó aún más al edificio. Bueno, no era exactamente cólera pues como vengo diciendo no disponía de sentimientos ni los entendía muy bien pero el caso es que en lugar de calmarse, comenzó a escupir más y más objetos contundentes como si de un volcán en erupción se tratara.

A lo mejor les atacaba por ello, por manifestar de forma tan genuina un sentimiento que no lograba comprender pero que hacía evidente el vacío enorme de su ser. Insisto, no lo pensó así, porque evidentemente los edificios no piensan con palabras, pero de disponer de un diccionario edificio-español, seguramente podría trasladar sus pensamientos a la siguiente frase: Dejaos ya, humanos, de tanta escenita cursi. Que me recordais que por donde a vosotros os corre sangre a mi solamente aire y que de vuestras cálidas caricias jamás disfrutaré. Lo más parecido a un masaje que he recibido en cien años fue cuando el suave cepillo del pintor acicaló con sus pelillos y su pintura cada rincón de mi ser exterior. Lo más parecido a un beso, cuando el árbol de la acera de enfrente se desprendió en la tormenta del veintisiete y su tronco salió despedido por los aires hasta impactar en mis puertas, improvisada boca que gozó por unos instantes del mágico cosquilleo de las hojas moribundas sobre su superficie.

Yo diría que el edificio había tomado consciencia de su soledad hacía décadas y que su único consuelo al reconocerse como un ser desprovisto de amor era que existían también humanos condenados a la soledad. Dos de ellos, Akane Tendo y Ranma Saotome, que parecían vivir en una burbuja a prueba de afecto semejante a la suya. Así pues, cuando vio que los dos enamorados, se desprendían por fin todo tipo de tapujos. Que no solo se besaban apasionadamente sino que además lo hacían en público. Que habían perdido tanto el control que incluso alguna mano furtiva se posaba donde no debía, puesto que los alumnos del instituto entero estaba presenciado la "actuación". Cuando vio todo esto, es casi comprensible que se desatara una furia como la que se desató. Conociendo el amor profundo que Ranma profesaba por Akane y sus refinadas técnicas de combate, también es imaginable que el joven deflectara todos y cada uno de los objetos que caían sobre ella y el público, salvando a la inmensa mayoría de los presentes. Los pocos que resultaron heridos fueron evacuados a distintos hospitales sin que ninguno revistiera mayor gravedad.

Durante los siguientes diez días no hubo clases. Tiempo que emplearon los vecinos en elevar el status de Ranma de héroe ocasional a "Gran Héroe De Nerima" y las exprometidas despechadas en tirarse de los pelos y maldecir su cruel destino de personajes secundarios en la gran obra de teatro que era la vida de su Ranma. Solo una, Akane Tendo, merecía ser la protagonista central que compartiera escenario con él.

Y luego, lo inevitable. Comenzó el debate sobre qué hacer con el edificio herido.

El alcalde era partidario de una simple refacción pero el arquitecto y buena parte de los padres exigían una demolición inmediata y la construcción de una edificación nueva.

-La estructura está muy comprometida, señor alcalde.

-Eso no lo niego. Pero aún así, seguro que puede repararse y desde luego será más barato eso que armar un edificio entero desde cero.

-Señor alcalde, eso no es del todo cierto. Con las técnicas de construcción y materiales modernos, terminaremos mucho antes. Vigas como esa -señaló una que apenas si se sostenía- ya casi ni se consiguen. Puede hacer lo que desee pero le aseguro que la reparación es antieconómica. Además, ya sabe -le pegó un suave codazo cómplice en la generosa tripa-, el presupuesto del edificio nuevo lo fija usted, unos yens arriba o unos yens abajo no se notarán. Nadie podría reprocharle que gaste más de lo estipulado en pos de la "seguridad" de los niños. No sé si me entiende.

Claro que le entendía. Y puesto que le entendía, con aquel argumento se terminó de decidir todo. Si el alcalde veía por algo era por su bolsillo y nada más. Que quizá el edificio entero tuviera cierto valor histórico o que la mayoría de los alumnos amaban con locura su centro del saber, le tenía sin cuidado.

Ironías del destino aparte, la fecha para provocar el derribo programado fue fijada para el catorce de febrero, el día de San Valentín. La verdad es que a las chicas no les hacía mucha gracia el día elegido pero corría prisa -no se podían perder tantos días de clase- y no hubo espacio para argumentos del tipo: "San Valentín es un día de amor, no de destrucción".

Solo una persona osó levantar la voz en defensa del instituto viejo, Ranma Saotome.

-Si hace falta nos encadenaremos todos en la puerta de entrada -sostenía con el gesto serio, mientras masticaba un pastelito que había cocinado Kasumi. Akane se encontraba a su lado. Callaba. Sonrojada como nunca, apenas si podía contener la respiración. El caso es que mientras la mano izquierda de Ranma dibujaba en el aire la supuesta cadena de alumnos que defenderían al edificio, la derecha sostenía fuertemente la suya. Casi ni le oía. Desde que se besaron durante la obra, todo, incluso lo de las vigas cayéndole encima, le había parecido un sueño (nota del autor: tranquilos, no es un sueño, eso fue en el one-shot pasado). Su vida había dado un vuelco grandioso. Rezumaba felicidad. Adiós a la competencia, adiós a las dudas; hola al amor y al diálogo. Entonces recordó que ya no era la Akane de antes, que ahora Ranma había cambiado su rol de prometido forzoso al de dócil novio, y aprovechó para exponer su punto de vista sin esconderlo con mentiras o golpes.

-¿Te parece desperdiciar nuestro primer San Valentín como novios para defender a esa ruina? Si hasta sospecho que lo hizo a propósito. A veces creo que ese edificio me odia. Por lo menos, por un momento me pareció que todos los cascotes caían solo sobre mí. Y tu le defiendes. Por mi, que lo tiren abajo.

-No.

Y no dijo más. Un simple monosílabo que no explicaba nada. Desde luego, en aquellos diez días Akane había aprendido que la mayoría de sus ideas Ranma las expresaba con lenguaje no verbal. Y desde luego que le apretara las manos tan fuerte, solo podía significar una cosa, que no pretendía por nada del mundo discutir con ella por ese tema pero que tampoco, por nada del mundo, cambiaría de opinión.

Peor aún, su escaso poder de convocatoria había mutado a uno verderamente fuerte, merced a su recientemente ganada popularidad como héroe de Nerima. Y cuando todos los estudiantes se enteraron de que, nada más y nada menos que el principal dagnificado era el líder de la marcha pro-viejo Instituto, una marea humana se puso de su lado. Sus argumentos se mantenían igual de escasos que los que había expuesto a Akane. Simplemente llevaba un cartelito pequeño que ponía: ¡No a la demolición!

Y era suficiente pues tras de él, marchaban más de doscientos jóvenes cantando todo tipo de cosignas contra el Alcalde, el arquitecto y el director Kuno.

Desde luego, Akane no se sintió dejada de lado de inmediato. Las primeras dos semanas de una relación son las más maravillosas en materia de diferencias de opiniones. Los enamorados por muy en desacuerdo que puedan estar sobre un punto, tan solo se miran a los ojos y se olvidan sobre qué tontería estaban hablando. El trece de febrero, sin embargo, Akane ya no pudo más. Ranma llevaba encerrado en el Instituto cuatro días sin contactar con ella ni demostrar el más mínimo interés por su persona.

El edificio, en cambio, estaba encantado. Jamás había soñado semejante demostración de afecto por los que anteriormente llamaba "sus parásitos". A lo mejor, su vida no era tan vacía ni carente de afecto como se había imaginado. Sobre todo le sorprendía la actitud de su gran rival en el exabrupto que tan caro le costó. El humano no solo le perdonaba sino que además le defendía. Más aún, se había tomado la libertad de comenzar las reparaciones con ayuda de sus compañeros. Bien es verdad que mucho no sabían de diseño ni de calculó urbanístico, pero la verdad es que hacían un trabajo bastante decente. Por fuera, sin embargo, más y más excavadoras se iban agolpando. Alcalde, Kuno, y nocturna turba de enfurecidos padres, aguardaba un descuido de los jóvenes para vaciar el colegio y tirarlo abajo. El gemido triste del motor de las excavadoras a punto de arrancar volaba grave por la oscura noche hasta los oídos de los jóvenes en el interior. No se rindieron ni se dejaron intimidar. Les acompañaba, mejor dicho, les lideraba el héroe de Nerima. No tenían miedo, ni a Kuno ni al Alcalde ni mucho menos al humillo que dejaban escapar las excavadoras por sus chimeneas traseras, unos simples ojos de Polífemo que parecían irradiar todo el rencor de los adultos incomprensivos en una densa humareda.

En este contexto de climax total, como dije antes, fue que Akane, todavía en el exterior, estalló. ¿Qué le importaba a ella el destino de una edificación tan horrible? ¿Qué le importaba que Ranma fuera el héroe de Nerima y por tanto su presencia fuera necesaria allí? Lo único que realmente entendía era que faltaban un par de horas para San Valentín y su novio seguía atrapado en una cárcel que se había autoimpuesto, sospechaba ella, para escapar al compromiso.

¡Qué rápido te arrepientes, Ranma, de salir conmigo! -pensaba mientras destrozaba de un certero golpe a dos excavadoras que bloqueaban el camino e ingresaba en el edificio.

-Abrid paso, abrid paso -gritaban los alumnos haciéndole un reverencia- que ha llegado la heroína de Nerima.

Ranma le salió al paso justo a tiempo para evitar que se cargara a los muchachos que según ella le llamaban así en tono sarcástico.

-¿Qué haces aquí? Pensé que odiabas al edificio.

-¿Qué haces TÚ aquí? -respondió Akane hincádole el dedo índice repetidas veces en el pecho-. ¿Escabullirte de mi, verdad? ¿Qué harás el año que viene? ¿Pasar San Valentín salvando a las focas de los cazadores furtivos? A mi no me engañas. Estas ruinas te importan un bledo. Ya no sabes que inventarte para rehuir nuestro compromiso.

Ranma condujo a Akane hasta un aula vacía y cerró la puerta tras de sí.

-Aunque no lo creas esto es importante para mi. Este edificio representa mucho más de lo que piensas…

Akane se giró sin oirle. No es que no le creyera. Solo que estaba angustiada. De tanto repetirse a si misma las mentiras que se había inventado por mera inseguridad, había caído en la trampa de creérselas. Ranma no le quería. O por lo menos, no sentía lo mismo que ella. Si para Akane, el beso y noviazgo consecuente era tocar el cielo con las manos, conseguir por fin lo que había anhelado por tanto tiempo, a Ranma, por su actitud, parecía no importarle tanto. Ella para él era una novia más como pudo serlo Shampoo o Ukyo. Sí, les había ganado pero no, no era alguien especial para su novio como lo era Ranma para ella. Él para ella lo era todo y ella para él, un mero accesorio para besar cuando estaba aburrido.

Akane cogió el picaporte e intentó abir la puerta. Atascada. Porfió con fiereza. Le dio dos o tres golpes idénticos a los que había utilizado para cargarse a las excavadoras. Nada. La puerta simplemente se negaba a abrirse. Ya os imaginaréis por qué.

-Yo…yo me enamoré de ti aquí -tartamudeó Ranma-. Cuando te vi peleando con los chicos que no te dejaban entrar. ¿Te acuerdas? Todavía llevabas el pelo largo. Pasamos muchas aventuras juntos en distintos sitios. Vivimos juntos en el Dojo pero…fue aquí donde se abrieron mis ojos por primera vez. No consentiré que lo derriben.

Akane se dejó abrazar. Algunas lágrimas caían de sus ojos tiernos. Eran de alegría.

-Yo también me enamoré de ti aquí. Perdóname. Lo había olvidado…Si parece que llevamos toda una vida juntos…pero no…no nos queremos desde la infancia como a veces sueño…nos enamoramos aquí con dieciseis años.

Ranma abrió la puerta sin esfuerzo alguno y la volvió a cerrar con cuidado al salir. Ya nunca más azotaría puertas a lo tonto y menos las de su instituto. Luego salió al exterior y convenció a todos de que la demolición era inútil. Las refacciones se habían completado en tiempo y forma.

Al principio, el alcalde y el arquitecto intentaron protestar un poco pero nada lograron. Luego de comprobarlo a consciencia, la turba de padres dio el aprobado. A continuación, mientras los jóvenes comenzaban a evacuar las aulas, se cerró una ventana en el exterior. Los que sabemos leer el lenguaje de los edificios entendimos el gesto de inmediato. Era un guiño de la construcción salvada hacia su salvador, Ranma Saotome y para su futura esposa, Akane Tendo.

Fin.

PS: Ranma y Akane se pasaron todo el día de San Valentín reinterpretando a Romeo y Julieta en la soledad del Dojo y dándole un final mucho más bonito y subido de tono.


Feliz San Valentín a todos los que tienen pareja y que la/lo encontréis pronto para los que no la tienen.