Tercer y útimo especial de San Valentín.
Gracias por leer y comentar el último one-shot a Massy13, nueva fan, minefine7, angelikitap4emmett, AiHiwatari, Ni-chan Tendo y RosemaryAlejandra.
"Ciego" de amor.
-Todo va a salir bien, Ranma.
Ranma le oía sin escuchar. Que todo va a salir bien, decía. ¿Y qué sabía ella? ¿Era doctora? ¿Oculista? No. Obviamente, ella actuaría de otra forma si estuviera en su lugar. Dejaría de lado la calma artificial que intentaba demostarle y porfiaría por que le dieran el alta para escaparse del hospital. La conocía bien. Después de todo era su prometida. No pararía hasta esconderse a llorar en silencio en su cuarto.
-Por favor, no tiembles tanto -le dijo Akane mientras intentaba acomodar unas sábanas sobre su cuerpo-. Me estás asustando. ¿Te duele?
-No, Akane. No me duele. A veces me pica. Pero el estúpido de Tofu no me deja remover el vendaje.
Akane se apartó un poco y le susurró al oído.
-El doctor está aquí conmigo. Aunque no le veas.
-Es igual -se encogió de hombros y tapó la cabeza con las sábanas-. Tofu es estúpido. ¿Me oyes, Akane? Estúpido. Tanto estudiar y estudiar medicina y no es capaz de curar unas simples quemaduras. ¿cuánto tiempo más estaré sin ver? ¿Dos días? ¿Una semana? ¿Toda la vida?
Aunque ya no se le veía, su prometida adivinó la ubicación de su cabeza bajo las sábanas y comenzó a acariciarle.
-Se ha ido. Creo que le heriste.
-¡Bien! A ver si así espabila. Ya puedes ir tú también…a consolarle.
-De aquí no me muevo, tonto. Por muy malhumorado que estés. A lo sumo cuando te duermas, iré a pedirle perdón de tu parte…¿Sabes? Se está esforzando mucho por curarte.
El cuerpo de Ranma dejó de temblar poco a poco hasta que, sumido por las caricias de Akane, como si en estado de Neko-ken estuviera, comenzó a expeler unos suaves ronquidos que bien se parecían a un ronroneo gatuno.
-Mejor así, mi gatito. Ya verás cómo todo sale bien.
Pasó media hora más y Ranma volvió a despertarse.
-Mierda. Sigo ciego.
-Eso no lo sabes. Hasta que no te quitemos la venda…ciego o no, no podrás ver nada.
-La dichosa venda da igual. Sé que he perdido la vista. Lo presiento. Todas las células de mi cuerpo me demandan acción menos las de los ojos. Están muertas.
-Claro que no, tonto. Solo están dormidas por el impacto…Tienes que ser valiente -volvió a acariciarle-. Como siempre lo has sido.
-No…no es tan fácil. ¿Tienes idea de lo duro que es?
Como única respuesta, Ranma obtuvo un silencio duro y seco. De esos que se comen primero las voluntades y luego los sueños. Esos que delatan que los pensamientos de ambos interlocutores están muy lejos de allí. A Ranma no le gustaban los silencios y menos desde que había perdido la vista. Las palabras, especialmetne las palabras de Akane, eran su único vínculo real con el mundo. Intentó consolarse pensando en que la ceguera no sería tan mala. En que desde el punto de vista fisiológico era la pérdida total o parcial del sentido de la vista, pero que en el fondo, él ya había estado ciego muchas veces en el pasado porque ¿ve realmente quien es incapaz de reconocer los sutiles gestos de amor en el rostro de su pareja? ¿Quién desperdicia su capacidad de observar, ignorando que sus mejillas enrojecen al verle o que le cuesta mantener la vista al frente cuando se cruzan accidentalmente? Ranma creía que no. Que de nada le había servido su sentido más importante pues nunca lo había usado para acercarse al amor de su vida. Y que, por tanto, podía perderlo. Por el contrario, comenzaba a creer que en aquel estado lamentable en el que se encontraba, aunque sus ojos ya no tuvieran luz, por fin era capaz de calibrar las cosas en su justa medida y por ende, antes estaba más ciego que entonces. Fue recién en ese momento -y luego de pasarse dos días en esa camilla con los ojos cerrados al mundo- que descubrió la dulzura innegable de su voz. Y no, no era un pensamiento cursi; ni le ha afectado el accidente de tráfico también al cerebro. Era la pura realidad. Su voz, objetivamente hablando, tenía una tonalidad dulce. Nunca se había percatado del detalle hasta aquel día. Por el contrario, solía centrarse en el contenido de sus palabras, o mejor dicho, en el contenido de las propias. En lo que le iba a responder sin detenerse siquiera a prestar atención a sus argumentos…
-No voy a mentirte, Akane. Estar ciego es horrible. Soy un artista marcial, después de todo. Eso de que los sentidos se agudizan y por tanto mejora tu nivel de combate puede parecer muy bonito para las películas pero resulta claramente falso en la vida real.
Akane descubrió la sábana que le escondía hasta la altura del pecho y acercó su rostro a la cabeza vendada de su prometido. Tan cerca quedaron que aunque Ranma no le veía, sentía su respiración mezclarse con la de ella.
-No debiste haberme salvado, entonces. No a costa de poner en riesgo tus ojos.
Con aquellas palabras los temblores en el cuerpo de Ranma volvieron a recobrar su intensidad anterior. Se sentía acorralado y sin fuerzas. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué eso estaba fuera de toda cuestión? ¿Que le amaba tanto que por ella arriesgaría la vista, la vida y el alma una y mil veces si hacía falta?
-Ya lo he dicho. Soy un artista marcial, Akane. Mi deber es proteger a los más débiles sin importar si cocinan bien o no.
De golpe, el chico de la coleta se sintió mejor. Ahora sí que la había cagado. Con un poco de suerte esos labios que adivinaba tan cerca de los suyos, dejarían de marearle con la promesa de un merecido beso que no veía si venía o no. Si tan solo se lo estaba imaginando o era tan real como sus oídos le hacían creer, pues el corazón de Akane galopaba a mil por hora y él podía sentirlo. Le había llamado "débil" y "mala cocinera" en la misma frase. Suficiente para que el cosquilleo insoportable de su respiración chocando contra sus labios cesase. ¿A qué distancia estaban realmente? ¿Uno? ¿dos centímetros? ¿Menos?
-¿Y bien, Akane? ¿Qué vas a hacer? ¿Atizarme con algún objeto contundente? ¿O por simple lástima, me darás un mísero golpe con la mesita rodante…?
Ni una ni otra cosa. Akane no decía nada. No se movía. O quizá sí. Cada vez su respiración se agitaba más y le golpeaba con más fuerza.
-No…no dices nada…Dios, esto es peor que un golpe. Por favor, Akane, no te calles; no me dejes solo en este mar oscuro y tenebroso. Akane…¿estás ahí?
-Sí, no te preocupes. Ahora calla que están por entrar Nabiki y Kasumi.
En seguida Ranma notó que pasaba algo extraño. La respiración de Akane seguía allí a ínfima distancia de sus labios, a pesar de que sus hermanas claramente ya habían abierto la puerta e ingresado a la salita de urgencias. No solo eso. También seguía acariciándole la cabeza.
-¿Qué tal, cuñadito? ¿cómo estás?
-Ya ves. Aburrido.
-Toma; te traje pastel de Shampoo, okonomiyakis de Ukyo y un poco de Té de Kasumi. Yo no tuve tiempo de prepararte nada. Bastante tengo con impedirle el paso a tus otras prometidas.
Ja -pensó Ranma mientras se acurrucaba contra el brazo de Akane que seguía protegiéndole en silencio-, ese es el mejor de los regalos que he recibido hasta ahora. Gracias Nabiki.
-Sigues un poco adormilado, cuñadito. Será mejor que te deje descansar. Ya te veré cuando salga del instituto. Adiós.
Durante los primeros minutos Ranma se contentó con disfrutar de las caricias de Akane. Se las daba en semicírculo. Desde la base de la nuca hasta la frente y nuevamente atrás. Incluso, en ocasiones, la mano iba un poco más allá y tanteaba parte de la espalda y los hombros. Luego, no pudo más que preguntar.
-¿Tú qué piensas, Akane? ¿A que ha sido un poco raro? Las prisas. Kasumi en silencio. Hasta juraría que la voz de Nabiki se mantuvo durante toda la conversación entre un tono agrio y otro glaciar. Tú que las has visto, ¿se encontraban bien? Nabiki se oía triste.
-Normal. Estará preocupada por ti. Como todas.
-Pero aún así. Es tu hermana. Ni "hola" te ha dicho. Yo estaré mal pero tú no has dormido en toda la noche. Deberían haberte traído algo…tendrás hambre, ¿quieres compartir todo esto conmigo?
Akane hizo a un lado las preciosas cestas con sus moños rojos y demás lacitos de adorno.
-Tengo mi orgullo, ¿vale? Por esta vez consentiré que te tragues todo lo que te han cocinado otras. Pero no pienso probarlo.
Y se hizo un nuevo silencio. Idéntico al anterior. Ranma ya no sentía su respiración ni su presencia. ¿Se había enojado? ¿Le había dado un poco de aire para comer? No lo sabía ni lo soportaba. El silencio le recordaba que no podía ver.
-Akane.
-¿Sí?
-¿Seguirás faltando al instituto hasta que me recupere? ¿verdad?
-¡Claro! -pronunciaron sus labios que, de pronto y a la velocidad de la luz, volvían a invadir toda distancia prudencial-. Pero hasta San Valentín. Tengo una cita ese día. Supongo que lo entenderás…
¿Cita? ¿Con quién? ¿Acaso de eso quería hablarle cuando le pidió que se encontraran en la cafetería? ¿Aquella triste y horrible cafetería cuyas mesas exteriores fueron arrolladas de improviso por un conductor ebrio? Ranma no entendía nada. Aún de ser cierto, estando ciego y convalesciente, no debía largarle algo así como si nada. Era demasiado cruel. ¿Es que no tenía tacto? Y sin embargo, si aquella era la situación, ¿por qué parecía por momentos, que una leve brisa cálida hacía contacto con su boca? ¿Eran besos? ¿Piquitos sutiles que engañaban a un iluso ciego?
-Jajajaja, si serás tonto. Estás temblando. ¡Contigo! ¡La cita es contigo! El catorce te dan el alta, ¿recuerdas? Habrá que celebrarlo.
Los labios de Ranma se pararon a saborear la situación. Ambos seguían en el mismo plan tímido de siempre. Si se daban un beso que nadia podía probar que se habían dado, si hacían como si no estuviera ocurriendo…pues valía. Pero no. Akane no estaba disimulando. Había utilizado la palabra clave. Una palabra que no dejaba lugar a dudas.
-Has dicho "cita". Ni celebración, ni…¿desde cuando utilizas ese léxico?
-Desde el accidente -le repuso mientras le daba esta vez sí, un claro y directo beso en los labios-. No creas que es un cambio repentino. No te lo han dicho todavía, pero no ha pasado un día como tú crees. Llevamos más de diez. Por momentos, parecías muerto… por otros, solo dormido. Llevo diez días mimándote y acariciándote. También te he besado incontable cantidad de veces. Comparado con perderte, decir lo que siento no da nada de miedo.
No, no, no -pensó Ranma-. Esto ya no va bien. Demasiado fácil. Debo de estar alucinando como aquella vez en que Akane rompió el compromiso y vagué de pena por Nerima cuarenta y ocho horas hasta caer exhausto.
-Empiezo a creer que no eres Akane. Ni puedo verte ni te comportas como ella.
-Claro que soy yo -repuso Akane atragantando las palabras unas contra otra-. Solo que no estoy peleando ni nadie me interrumpe cuando hablo. Pero tienes razón, de tanta prisa que llevo…no parezco yo misma.
-¿Prisa?
-Ya te darás cuenta cuando te quiten el vendaje…
Ranma se tomó un tiempo para pensar. Normalmente hubiese dejado pasar las evidencias y se hubiese centrado en sus problemas. Pero estaba ciego. Y aquel detalle le daba un plus. La capacidad…mejor dicho…la necesidad de tener en cuenta a los demás.
-Akane, ¿te he salvado, no? ¿Se dispersaron todas las llamas de la explosión a tiempo con mi truco de las castañas?
-Sí, mi amor. Eres un héroe. Solo tengo unas quemaduras en el pómulo y la boca. Estaré bien.
¿En la cara? Por eso se quedaba conmigo a todas horas -pensó-. Si seré estúpido y egocéntrico. ¡Ella es un paciente más del Doctor Tofu!
-¿Por qué tienes prisa?
Akane guardó silencio.
-Por favor. No lo hagas más difícil. Sabes que no puedo verlo por mis propios medios.
La voz de Akane casi ni se oía. Expulsaba las palabras entre hipos nerviosos.
-Porque cuando recuperes la vista, ya no querrás salir conmigo.
Ranma guardó silencio mientras intentaba tantear el rostro de Akane con las manos y ella le detenía con las suyas. ¿Un simple handicap físico, bastaba para que una pareja se separara? Él desde luego no pensaba así. ¿Y si era él mismo quien perdía la vista…? Por regla de tres ella le dejaría.
Akane le abrazó.
-Sé lo que estás pensando y no. No te dejaré nunca…igual…ya verás cómo todo sale bien. Los porcentajes de éxito son de más del 90%.
Ranma se dejó abrazar, procurando que su prometida bajara la guardia y le dejara tocarle la cara. Era inútil. Por muy triste que estuviera, no se distraía. Y por muy fuerte que fuera él, jamás le ganaría en su estado.
-No sé qué tienes ni por qué te averguenza tanto pero cuando se descubran las vendas, mi vida para bien o para mal, dará un vuelco irremediable. Tú me hablas de procentajes, de historias clínicas y otros factores. Aseguras que las chances de haber perdido un ojo o los dos son casi nulas pero por lo que a mi respecta son del 50%. Cuando los abra, solo habrá dos opciones: ver o no ver. Luz u oscuridad.
-Lo siento, Ranma -soltó un sollozo agudo Akane-. Soy horrible. Hay una parte de mi que quiere permanecer así por siempre; que no recuperes la vista nunca.
Pasaron dos, tres y cuatro días. La voz de Akane cada vez se oía más lejana y aguda. Su repiración seguía cercana pero más leve y ligera. A veces se quedaba dormido él sin darse cuenta. A veces, le ocurría a ella. Estaba exhausta de cuidarle pero a gusto. Acariciarle, peinarle, acompañarle al baño, ser sus ojos. Le partía el alma pero le gustaba. Se sentía útil. Por fin un día, se reunieron todos a su alrededor. El doctor Tofu, Soun, Genma y las hijas.
-Ranma -dijo Tofu-. Ya es hora. Sé que es difícil pero hay que quitar el vendaje. ¿Estás preparado?
El joven asintió con la cabeza. Casi no tenía fuerzas pero la dulce mano de Akane le ayudaba a balancearla de arriba abajo en señal de asentimiento.
-Muy bien. Por favor dejadnos todos.
Ranma respiró muy hondo e intentó concentrarse en lo que se avecinaba. Tenía miedo. Mucho miedo. Incluso él que ni pestañeaba ante el peligro, se sentía incapaz de hacer frente a aquello solo. Así que gritó. Gritó con todas sus fuerzas su nombre y le imploró que se quedara.
-Akane, espera, por favor…no te vayas.
-Pobrecillo -murmuró Kasumi desde la puerta.
-Calla, tonta… -le interrumpió Nabiki- que no sabe nada…te va a oir.
Por ese entonces, entre tanto miedo, suspenso y malestar, Ranma estaba sobre todo de mal humor. Cuando llegó a sus oídos hipersensibles el cuchicheo de las hermanas, se levantó de golpe y se quitó las vendas. Luego cogió al doctor Tofu del delantal y le increpó.
-¿Qué le ha pasado a Akane?
-Ranma…eso ha sido rápido y preciso. ¿Puedes ver?
-Sí, doctor de pacotilla. Puedo ver. No me cambies de tema, ¿qué le pasó a Akane?
Tofu bajó la cabeza.
-Está muerta, Ranma. Murió en el accidente.
-No mientas. Ha estado conmigo todo este tiempo. Me hablaba y acariciaba. Acaba de irse recién.
-Te he visto hablando a la pared en muchas ocasiones. Supongo que es un efecto secundario de la conmoción y los medicamentos. Siempre has estado solo.
Ranma levantó el puño.
-¿Dónde está?
-De acuerdo. Tendrás que verla tarde o temprano: tercera sala del pasillo de la izquierda. Todavía no la desconectamos. Pensamos que querrías despedirte.
Ranma corrió hasta cubrir la distancia en un suspiro. Luego cerró la puerta. Estaban solos. Él y su recobrada vista. Y ella, su prometida exánime, entubada en una camilla pequeña. Pálida, despeinada y vendada. ¡El pómulo izquierdo!
-No he alucinado después de todo. Akane, háblame. ¡Akane!
Silencio. Ranma se sentó y le cogió de la mano. Estaba tibia.
-Akane. Puedo ver. Gracias por cuidarme -se le escapó una lágrima-. Gracias por no dejarme en todo este tiempo -más lágrimas comenzaron a saltar desde sus mejillas-. No me dejes ahora -cerró los ojos para intentar contener la catarata que bullía en su interior.
-No llores, tonto. Ahora ya lo sabes. No quise irme sin ocuparme de ti antes.
Ranma abrió los ojos.
-¡Akane!
Su prometida no se había movido ni un ápice. Sin embargo, podía sentir, aunque no los viera, a sus dedos enjugando las lágrimas de su rostro y obligándole a cerrar los ojos.
-Solo así podemos comunicarnos. Sin abrirlos. Ya me queda poco…Te habrás dado cuenta tú también. Hace quince días era un fantasma fuerte y atlético, ahora ya casi no me quedan fuerzas.
-¿Has…has intentado volver a tu cuerpo?
-Sí, mi amor. Demasiadas veces. No puedo. No soy tan fuerte. Siento haberte mentido. Escuché que ponerte nervioso podía malograr los resultados de tu caso. Perdona a mis hermanas también. Te lo han ocultado por la misma razón. Por tu bien.
Ranma se puso de rodillas.
-Por favor, no me dejes…¿y la cita? Me habías prometido una cita para hoy. ¿Cómo puedes morirte en San Valentín (nota del autor: Ni Rumiko es tan mala)? ¿Cómo haré para vivir sin ti?
-Lo siento, amor. Ya quisiera yo quedarme. No me quedan más fuerzas. De verdad. Adiós.
Ranma abrió los ojos.
-Espera. Deja por lo menos que me despida como corresponde.
Por ese entonces Akane estaba ya afuera del hospital y flotando en dirección ascendente. Pero se detuvo. Su prometido quería darle un beso de despedida. Qué tierno que es -pensó sobrecogida-. Con cuanto galantería se inclina sobre mi y me abraza. Con cuanto amor me besa. Con cuanto…
De pronto, lo poco que quedaba de las luz azul fluorescente que componía su alma en pena, comenzó a temblar.
-¿Dónde demonios crees que estás tocando, degenerado?
-Donde me apetece, pechonotanplano. ¿Qué vas a hacer para impedirmelo? ¿Pegarme?
La luz azul brillante se disparó hacia su cuerpo y se introdujo en él. A continuación, forecejeó como nunca y…Slap. Ranma recibió una soberana bofetada en todos los morros.
-Si serás pervertido. Aprovecharte así de una pobre moribunda.
Ranma le abrazó.
-No me vuelvas a dejar nunca.
Solo entonces, Akane se dio cuenta de lo que había pasado.
-Tonto, me has engañado…tonto…estem…Ranma…
-¿Sí?
-¿Podrías, por favor, dejar mis pechos en paz? Ya he vuelto.
Ranma se alejó un poco.
-No te preocupes. A los demás les contaremos la historia de Blancanieves y los siete enanitos. Además no creas que no me he dado cuenta. Fantasma o no, me has manoseado todo lo que has querido.
Akane le besó.
-Casémonos, mi príncipe pervertido.
-De acuerdo, mi fantasmita pervertida.
Fin.
Como habréis notado, se parece un poco al de las "9 razones..." y eso que ya no me duele la muela. La verdad es que el proceso de ficcionalización de los tres especiales fue más o menos como sigue. Primero, se me ocurrió que sería divertido provocarle una sordera temporal a uno de los dos tortolitos. Eso generaría escenas divertidas en las que Ranma, por ejemplo, estaría diciéndole cosas agresivas a Akane pero ella no se enteraría. Avanzando en la historia, Akane solo se centraría en el aspecto de su interlocutor y no en sus palabras. De esta forma se daría cuenta de que está enamorada y una cosa llevaría a la otra. Finalmente la sordera se iría pero Akane no se daría cuenta lo que nos llevaría a una moralización del estilo: "cuando estás enamorada, las palabras sobran". Luego se me ocurrió que sería más romántico cambiar sordera por alguna deficiencia visual, lo que me llevó a cambiar el tono humorístico por el trágico.
Me puse manos a la obra y cuando ya tenía medio fic escrito, me di cuenta de que se parecía demasiado al anterior y para darle un poco de originalidad se me ocurrió relatar el accidente que provocaba la ceguera de una forma peculiar. Es decir, narrando todo el incidente desde el punto de vista de un edificio. Lamentablemente, el tono de una y otra parte no pegaban mucho entre sí. Así que me vi forzado a convertirlos en dos fics diferentes. Luego pensé en cambiar un poco la personalidad de los protagonistas lo que se terminó convirtiendo en el one-shot de Amnar y Enaka. Y por fin, acorralado por la falta de tiempo, me decidí a publicarlo así, sin grandes rasgos de originalidad. Igual, aunque no deba decirlo porque soy el autor, creo que ha quedado bastante aceptable.
Feliz San Valentín.
