Una nueva historia corta. Aunque en este caso no lo es tanto así que la he dividido en un three-shots.
Estimada minefine7. "Gotenska", la hermanita de Gohan, se ha enterado de que en el último fic lo nombré al otro y a ella no. Y está furiosa. ¿Alguna idea?
Estimada angelikitap4emmett. Efectivamente faltó esa escena de Akane descubriendo que su nueva profesora era Ranma-chan y muchas otras también. La verdad es que el último fic lo escribí con prisas porque no me aguantaba las ganas de compartir la historia del otaku con ustedes.
Estimada Shiroki-san. ¡Qué buena idea me has dado! La verdad es que a la menor no le gustan para nada ni los mangas ni los animes. Es más de princesitas Disney y se la pasa todo el tiempo disfrazándose. ¡Cosplayer! Quizá así la convenzo.
Estimada akane-yangtz. Lo intenté. Lo de darle spoilers a Gohan sobre Inuyasha…pero está en la edad del "por qué". Creo que he perdido dos horas de mi vida respondiendo a toooodas las preguntas que los spoilers generaron para que al final me diga: "Vale, ¿puedo seguir mirando ya?".
Estimada elena79. Oye, he visto en muchas películas lo de caldo de frijoles pero nunca los he probado. No sé por qué pero me imaginaba que saben muy pero muy bien. ¿Acierto o me equivoco?
Estimada AkaneSayumi. A mi también me gusta Kikio como personaje. Siempre esperé que la emparejaran con otro…pero todo no se puede. Bastante con que la historia central termina y encima termina bien.
Estimada maxhika. Pues ya cocinas mejor que yo que mi plato estrella son…las ensaladas y encima a veces me corto preparándolas. Por suerte minefine7 me tiene muuuucha paciencia. Sobre Calamardo, solo decirte que está en mi top-ten de personajes favoritos. Me alegro que te haya gustado lo de Pe-chan.
Estimada Hiwatari. ¿El cerebro de Ranma? En la cabeza por supuesto. Sobre la frase: "Porque Rumiko ¡aun me debes un final diferente para Ranma! ups... perdón esto no va aquí". Claro que va allí y en todos lados. No hay que rendirse e insistir. Cuanto más nos quejemos mejor.
Estimada Massy13. Espero que la próxima semana sea mejor.
Ajedrez contra la Muerte. Primera parte.
Imaginad por un momento a un ser peculiar compuesto por un cuerpo extraño que solo tiene medio corazón, medio ojo y media oreja. Y que, por contrapartida conserva como sus mayores tesoros tres estómagos y dos cerebros. Imaginad por un momento, el poco amor y conocimiento que debiera sentir por el mundo una criatura así. Lo exánime que debiera de ser el afecto que sintiera por la vida que percibiera con sus atrofiados sentidos. Contrastadlo ahora con la exquisita cultura e inteligencia que por fuerza debiera poseer. No por ser muy aficionado a leer o estudiar o por duplicar la capacidad cognitiva de un humano normal con su cabeza bicerebral, sino, simple y llanamente, por cumplir cada verano tantos años como el mismo mundo. Cuando eres inmortal algo de sabiduría se te debe pegar. Por lo menos eso imagino yo. Una sabiduría pomposa e irreal puesto que como ya dije sus capacidades de sentir se encontrarían bajo mínimos. ¿Lo habéis imaginado? Pues bien, así era Enma, el Dios de los Muertos.
Ahora imaginad al ser exactamente contrario. Un hada dulce y sensible. Pletórica de magia. Una ninfa del bosque que respira savia, sangre y aire. Una graciosa nerea del mar que luego de inhalar los compuestos antes definidos, exhala oxígeno, magia y vida en estado puro. ¿La habéis imaginado? ¿A que sería la criatura ideal para oponerse a los caprichos de la primera? Pues bien, olvidadla. En esta historia no existe ningún hada buena y pacifista. Solo Enma, su incomprensión sobre los sentimientos puros y su personalidad culta pero obsesiva. Más que rey de los Muertos, rey de las ratas de biblioteca. Oscuro ser sin vida ni deseo. Tan patético si fuera humano. Tan grandioso y digno de respeto pues se trataba de un divinidad.
Enma tenía una cohorte de infinitos vasallos: los Shinigamis. Pequeños demonios que se ocupaban de hacer su trabajo. O lo que es lo mismo, de transportar las almas desde la Tierra hasta sus dominios. Hacía más de diez siglos que Enma ya no bajaba al mundo de los humanos. Desde aquel incidente con el barro…Cada tanto cuando recordaba aquello le daba tanto asco que se retorcía sobre si mismo hasta que por error se juntaban ambos estómagos, superior y medio, sobre el inferior y le entraba una hambruna terrible. Sus vasallos, tan fieles como atentos, le vigilaban en todo momento y procuraban tener siempre a mano alguna muchedumbre con que alimentarle cuando esto ocurría. Porque sí, el Enma original, en nada se parecía al de Dragon Ball, ni sus Shinigamis a los de Bleach. Estos, como los originales de la cultura popular china, solían devorar como bombones el cuerpo de sus prisioneros.
El caso es que hacía diez siglos, cuando descendió por última vez a nuestro mundo, Enma resbaló en la oscuridad con un poco de barro. La verdad es que había sido un día largo. En esa época, los humanos batallaban a todas horas y Enma se aburría de recolectar almas por doquier. En el momento de caer, estaba agotado y helado. Llevaba dos horas aguantando una pertinaz llovizna sobre su suave piel de demonio. Él, muy acostumbrado al calorcito del centro del planeta, odiaba a las heladas como a su mayor enemigo. Así pues, cayó rendido por el cansancio y malestar. Las gotas de lluvia, casi granizo por el frío, le provocaban ampollas en toda la espalda, toda vez que hacía contacto con ella y se evaporaban. Cuando se desplomó, Enma cerró los ojos. Las almas de su saco mágico aprovechaban para escapar pero le daba igual. Ya las recogería más tarde. Ahora debía centrarse en aquella nueva sensación. El barro le cubría casi por completo y cerraba sus heridas en la espalda. La tierra más caliente que el aire huracanado, le abrigaba. El saco vacío ya no pesaba. Se sentía libre y ligero. Pasaron tres horas, diez minutos y dos horas más. Hasta que por fin comenzó a salir el sol. Enma se sentía a gusto como nunca antes le había ocurrido. Ni siquiera cuando se sentaba en su trono de plata, ni en el de bronce. La sensación de placer era suprema. Comparable a la que sentía en su trono de oro…pero incluso superior.
Los labios de Enma se separaron un poco y por la comisura de estos salió un hilillo de aire. O lo que es lo mismo, una pequeña y casi invisible sonrisa. Al principio Enma no le dio importancia. Sí, era su primera sonrisa en millones de años. Algo brutalmente vergonzoso para un demonio pero daba igual. Estaba solo. Nadie le había visto. Podía reir si le apetecía. ¿Por qué no? ¿Quién se lo iba a impedir siendo tan poderoso? Entonces la vio. Era una jovencita. Una tonta huérfana de la guerra del día anterior que dormía junto a él. Tan aterrada estaba por la soledad que sin saberlo había buscado refugio junto al Rey de los Muertos.
A Enma le entró un cosquilleo horrible por todo el cuerpo. ¿Y sí la sensación de placer era por la calidez de su cuerpo casi desnudo contra el suyo? La jovencita era muy guapa. Tendría al menos dieciseis o diecisiete años. Y dormía como un angel…perdón, como una demonia angelical. Le observó en silencio. Sus cabellos negros, sus párpados suaves, su delicados hombros que parecían a punto de quebrarse por su extrema delgadez. El suave ronroneo de su respiración. Enma se alejó de ella espantado. Lo tenía muy claro. No debía encariñarse con los humanos. ¿Cómo seguir con su necesario trabajo si de pronto empezaba a apreciarlos? ¿Cómo separar al amante enfermo de su amada sana sin su medio corazón helado se llenaba de gozo y amor por la vida?
Enma intentó una discreta retirada pero era tarde. Ya la jovencita había abierto los ojos y se tapaba los pechos con las manos. La guerra no había respetado familiares, viviendas ni sus ropas. A duras penas si una manta medio rota cubría parte de sus verguenzas inferiores. A las superiores (estaba bastante bien dotada) solo las tapaban de mala manera sus brazos.
-¿Quién eres tú?
-Un viajero -mintió a medias Enma con su sútil inteligencia de ser inmortal. En honor a la verdad, no mentía. Nadie era más extranjero en esa tierra ni vivía más lejos de ella que él-. ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre.
-Tonterías, human…jovencita. Todos tenemos nombre. Hasta yo que no tengo padres dispongo de uno. Me lo he puesto yo solo: Enma.
-Yo tampoco tengo padres, viajero. Y ahora tampoco casa. La guerra dura demasiados años. Todos han pasado los últimos tres lustros y medio demasiado ocupados en sobrevivir como para detenerse un instante a darme nombre.
El corazón de Enma latió como nunca. Y por primera vez, en lugar de desprecio, sintió rabia hacia la raza humana. Volvió a mirarle. A pesar de todo, a pesar del olvido de sus pares, a pesar de haberlo perdido todo, su gesto permanecía gentil y atento.
-¿Qué haces niña? ¿Por qué me limpias el barro del hombro? ¿No tienes ya suficientes problemas como para ocuparte de los demás?
-Puede ser…pero no tolero ver que alguien necesita ayuda -por lo menos una ayuda que yo puedo ofrecerle- y quedarme cruzada de brazos. Soy así.
El medio corazón de Enma volvió a temblar. Además, para limpiarle la chica había extendido los brazos. La manta inferior no tapaba nada. A sus ojos estaba desnuda.
El Rey de los Muertos comprendió que estaba por caer en la trampa del amor y entró en pánico. Así que huyó de ella jurando que nunca volvería a la Tierra. Que a partir de entonces se lo encargaría todo a los Shinigamis. Antes, por amor, piedad y honorabilidad le hizo tres regalos a la jovencita. Una moneda de oro con la que rehizo su vida en otra ciudad. Un nombre: Akane (y esta fue, efectivamente la primera Akane de la historia). Y unos atuendos más finos y preciosos que los de una reina de los que nunca quiso -a pesar de las múltiples ofertas- desprenderse hasta el día de su muerte. Entonces Akane y Enma volvieron a verse.
-¿Qué tal te ha ido, humana? Han pasado casi tres cuartos de siglos desde la última vez que nos vimos.
La Akane original, la primera de todas, una anciana temblorosa, recuperó de golpe su figura de adolescente. Era la magia de Enma.
-No muy bien. Y ahora entiendo por qué. En toda mi vida solo he tenido un día de dicha, en el que nuestro caminos se cruzaron. El resto ha sido sufirimiento y desengaño tras desengaño. No he encontrado ni un solo hombre que valiera la pena salvo el héroe que me salvó aquella noche. Ahora lo comprendo. Tú no eres humano. Conservaba esperanzas en la humanidad pero ahora las he perdido. El mundo es horrible y siempre lo será. He desperdiciado toda mi vida buscando a alguien que no existía. Más me hubiese valido morir aquel día e irme con usted.
-Yo…no sé que decir. De los humanos poco conozco…
-Mejor así, amor mío -le dio un beso en la mejilla-. Cuanto menos conozcas de nosotros, mejor será.
Enma se turbó enseguida. En 74 años no había dejado ni una vez de pensar en ella. Pero ahora, dudaba. ¿Qué le podía haber pasado para mutar su noble mirada que hacía frente a la adversidad en la de una escéptica amargada? No tuvo tiempo de pensárselo demasiado.
-Prométame algo, Enma-sama. Prométame que va a usar esa bondad y poder que tiene para cambiar el mundo.
¿Intervenir en el mundo de los vivos? ¿Él? Ni pensarlo. Antes muerto (valga la ironía), que volver a mezclarse con ellos.
-No es posible. El libre albedrío de los hombres es la única fuerza en este universo que supera mis poderes.
Akane dejó escapar infinitas lágrimas.
-Prométame al menos que ninguna Akane más sufrirá inútilmente como yo una vida de horror y desengaño. Que las matará a todas cuando cumplan diecisiete.
-Lo prometo.
Fin de la primera parte.
Ps: ¿Una Akane del pasado y otra del presente? ¿Un demonio con una muchachita? ¿Justo cuando por culpa del otaku estoy mirando Inuyasha…? Sin comentarios…
En el próximo capítulo, la segunda parte. Y en el tercero, la conclusión
Un saludo a todos
Leandro-Sensei.
