Segunda y emocionante parte del combate singular entre Ranma y la Muerte por la vida de Akane.

Estimada Majomich. Muchas gracias por leerme y comentar. Sobre todo tiene valor para mi el review si tenemos en cuenta que en el capítulo anterior Ranma no aparece y Akane solo es mencionada una vez y al final de todo. Más que cumplidos me esperaba algún que otro reproche.

Estimada minefine7. Gotenska dice que obviamente ella quiere ser Bulma para casarse con Vegheta. Está castigada hasta que cumpla los cuarenta.

Estimada Jacquesita Saotome. Opinión sincera de Gohan sobre Ben: mola pero donde haya una Genki-dama que se quite el resto.

Estimada angelikitap4emmett. ¡Wow! Acabo de escribir bien tu nombre de usuario de memoria y sin equivocarme por primera vez. Lo siento, pero la tortura continuará al menos un capítulo más.

Estimada RosemaryAlejandra. Eres la comentarista 99. Casi te sacas el premio gordo.

Estimada Minefine7 (otra vez). Felicitaciones. Eres mi comentarista número 100. Un objetivo cumplido: Llegar a los 100 comentarios. Ahora solo me queda el otro: que Rumiko se apiade de nosotros y cambie el final del manga.

Estimada Elena79. A saber dónde consigo caldo de frijoles en España. Les pedí a Ranma y Akane que me trajeran de Acapulco pero se ve que se les olvidó.

Estimada AiHiwatari. Ay, no me menciones la muela que ya falta poco para la próxima -y esperemos última- revisión.

Estimada Shiroki-san. Desde luego, el otaku se sabe el nombre de todos los pokemon, su evolución, los poderes y cuáles son más efectivos según qué rival. Con Dragon Ball, soy capaz de seguirle el ritmo. Con pokemon…le dejo hablar y le digo: Ajá, ajá, ajá…


Ajedrez contra la Muerte. Segunda parte.

Desde entonces pasaron diez siglos. Akane-Sama accedió a casarse con Enma pero a cambio le exigió que no le interrogara jamás sobre sus penas en vida. Y Enma, aunque se moría de curiosidad así lo hizo. En condiciones normales, aquello -el acceso a un sentimiento tan puro como el amor por parte del Dios de la Muerte- hubiese dado un vuelco definitivo al delicado equilibrio "mundo real"-"más allá" si no fuera porque Akane-Sama se comportaba de forma tan fría y desapasionada que el demonio apenas si notó la diferencia. Además, como ya se dijo antes, era los Shinigamis y no este en persona los que realizaban el grueso de la labor administrativa. Para ser justos, Enma-Sama solo se ocupaba de algunos casos puntuales. Los que se relacionaban con su promesa; las Akanes de diecisiete años (Nota del autor: A lo mejor Rumiko conoce toda esta historía y por eso los mantuvo durante años con la misma edad sin dejarles madurar).

El venticuatro de febrero del año 4470 millones (esa es la edad de la Tierra y por tanto el calendario que usa el Dios de los Muertos), Enma se subió a su carroza de fuego, cabalgada por unos portentosos dragones amarillos y fijó el rumbo en direccion a Nerima. Última estación: el dojo Tendo. Faltaba un par de días para que cierta mcuhachita de mucho carácter cumpliera años.

Cuando el Dios se estaba acercando a destino, oyó los claros gritos de su objetivo.

Siempre es igual -pensó-. Debe de ser la maldición de las Akanes. Siempre que están por cumplir los diecisiete años tengo que rescatar a una débil e indefensa Akane de un hombre bruto y violento que la amenaza.

Poco después y ante los ojos perplejos de Enma, el bulto de un muchacho salió disparado por los aires y se empotró en la carroza voladora. En esa pose un tanto ridícula -el cuerpo de Ranma colgando sobre el techo y su cabeza asomando dentro-, se dio el encuentro fabuloso que el destino había preparado a ambos seres. Ranma vio por primera vez a la muerte cara a cara de forma no metafórica. Enma, por su parte, empezó a sospechar que quizá, y solo quizá, el mundo no era tal y como se lo había imaginado durante los últimos siglos.

-¿Quién eres, muchacho?

-Me llamo Ranma Saotome -contestó el joven mientras se acomodaba en el asiento del acompañante-. Aunque cuando me mandan a volar también suelen llamarme "baka no Ranma" o "el team Saotome despega de nuevo" y demás apelativos hirientes.

-Veo que te tomas muchas libertades, humano. ¿No me tienes miedo?

Ranma miró alternativamente sus colmillos majestuosos, el labio superior que se agitaba entre resoplido y resoplido, los infinitos pelos negros que cubrían buena parte de su cuerpo y dijo:

-Lo siento. Ya he visto tanto monstruo, demonio y cosa rara en este año que tengo la capacidad de asombro como atrofiada. Para mi, tener este tipo de conversaciones casi es más normal que asistir al instituto.

Enma posó su fria y huesada mano sobre la frente de Ranma y usó sus poderes psíquicos. Vio primero unas fosas extrañas; a una chica pelirroja, un panda, un cerdo, un gato y un pato que brotaban de ella; vio también a un padre que le vendía al mejor postor, una madre que le perseguía con una katana, un maestro ridículamente poderoso y pervertido, un ejército de pretendientes tan exhuberantes como inmaduras, otro ejército aún más numeroso y extraño de enemigos y por último lo más difícil de explicar del todo: Akane Tendo en persona. Claro que no le veía bien. Era tanto el amor que sentía por la Akane original que todas las demás le parecían una mancha borrosa.

-Veo que no mientes, humano. También veo que te traigo malas noticias. No me lo tomes a mal. Siempre mis noticias son malas.

-¡Oh! -exclamó Ranma, cambiando el gesto alegre por uno menos relajado-. ¿Con quién me ha comprometido ahora mi padre? ¿Con su hija, nieta, hermana?

El corazón de Enma vibró un poco. Hacía casi diez siglos que no le pasaba. Conocía doctores que eran capaces de soltar un diagnóstico desfavorable con total naturalidad. Y sin embargo, él, el sabio y viejo Dios de la Muerte, todavía tenía problemas para hacerlo. Se sabía muy bien su papel en caso de entrevistarse con su víctima. Le contaría sus pecados en vida, le hablaría del otro mundo. Le haría ver que la cosa no era tan mala. Que en rigor, tenía suerte de irse de forma indolora con él a un mundo mejor. Pero, ¿al enamorado? ¿Qué consuelo podía darle? ¿Qué mal peor podría existir para dos tortolitos que la separación definitiva?

-El compromiso es con la Muerte. Quizá no te guste oirlo pero mi cita es con Akane Tendo. ¿La conoces, verdad?

Muchas tonterías se han cometido durante la historia de la humanidad. Por citar tres: Adán y Eva probando la manzana, los troyanos dejando entrar en su fortaleza una estatua gigante de sus enemigos sin revisarla y Ranma Saotome haciéndose pasar por el amor de su vida.

-Sí, que la conozco. Es una chica pelirroja muy maja que se encuentra allí abajo. Ahora mismo voy a buscarla.

Enma asintió con la cabeza. Parte de su nobleza de Dios omnipotente consistía en hacerse el tonto para permitir que los enamorados se despidieran. Usualmente optaban por huir juntos. No le molestaba. Aquello era mejor despedida -cogidos con fuerza de la mano aunque aterrados- que la sorpresiva desaparición de la mitad de la pareja por culpa de un inesperado accidente. Enma ante todo se consideraba piadoso. Imaginaba a Ranma y Akane dándose unos últimos besos furtivos, al muchacho susurrándole palabras de amor al oído mientras se la llevaba en brazos. Luego, aprovecharía un descuido para dormirle a él y capturar a su presa. Finalmente, solo haría falta borrarle la memoria de todo lo malo. Un buen beso y "te amo" de recuerdo. Más no podía hacer por el enamorado.

Todo esto es lo que pensaba la deidad superior y de ninguna manera que Ranma Saotome fuera capaz de transformarse en chica cuando se mojaba -detalle que había dejado escapar en su lectura psíquica por irrelevante-, o que el enamorado aprovecharía ese detalle para sacrificarse a sí mismo -actitud de nobleza extrema impropia de un sucio y horrendo humano.

Al rato Enma se personó a unos cien metros del sitio previsto. Allí le esperaba una jovencita pelirroja. Del muchacho ni noticia.

Normal -pensó-. Los humanos se hacen los valientes con su arrogancia habitual pero cuando me reconocen, huyen de mi, dejando atrás incluso sus más preciados tesoros. Patético. Ahora entiendo la animadversión de mi amada hacia los hombres de este mundo.

De haber sabido la verdad, muy otra impresión se hubiese llevado de la pareja. Así las cosas, Enma encaró a Ran-chan convencido de que se trataba de Akane Tendo y de que su "novio" no valía nada. Más aún, escupió su discurso de memoria y muy rápido. Comiéndose eses y vocales a mansalva. Así de a disgusto se encontraba con la situación.

-Jovencita, se le informa que según el decreto divino número 2.340.526 bis, folio 17, párrafo 3, se le condena a morir dulce y suavemente en manos de un Dios. No debe temer. Una vez realizados los trámites pertinentes, toma de la huella dactilar, recogida de datos, fotocopia por triplicado de la partida de nacimiento, tres fotos carnet de frente en blanco y negro, podrá pasarse por el infierno en el horario de 11:00 a 11:30 a pedir cita para tratar su defunción. En caso de ausentarse por un período mayor a dos años, se dará su caso por archivado y se procederá a su captura.

-Tengo entendido, según se me informó en las fosas de Jusenkyo cuando casi muero, que en realidad dispongo de al menos ocho décadas más de vida.

Enma resopló. ¿cómo demonios conocía ese detalle una simple humana? Peor aún, ¿por qué reaccionaba así? Sin miedo ni turbación.

-Así mismo -prosiguió Ran-chan-. Me he enterado de que la enmieda 7/23 del decreto divino 2.340.526 bis, contempla en casos como el mío, el de defunción prematura, que se realice una serie de pruebas de ser merecedor de tal castigo.

Una gota de sudor se escurrió por la dura piel de Enma y resbaló hasta caer al suelo. No entendía cómo la humana sabía tanto de burocracia del más allá ni le importaba.

-Ja, tonta mortal. Es un mero trámite. Nadie ha pasado las pruebas en diez siglos.

Sin embargo, ya he pasado la primera, ¿verdad? No he intentado aprovecharme de la lenta burocracia vuestra. No pongo mi destino en manos de la fortuna ni baso mi suerte en las carencias de los demás.

-De acuerdo, humana. De acuerdo. Tú ganas. No sé qué demonios está pasando aquí pero de seguro no serás capaz de responder acertadamente al segundo acertijo. ¿Sábes, pues, qué es más pequeño para un Dios que un planeta?

Ran-chan respondió casi sin pestañear.

-Una miga de pan.

¡Y tenía razón! Desde la perspectiva de un humano, más pequeño que un planeta sería un satélite, asteroide, meteorito o cometa. Desde la de un Dios, era tan insignificante la inmesidad de un planeta como la pequeñez de una miga de pan o un grano de arena.

-¿Cómo demonios lo has sabido?

-Por amor. Amor me da fuerzas. Y conocimiento.

Amor ¿eh? Pues por mucho que ames a un necio y cobarde ser que te ha abandonado y por mucho que me quieras embaucar, de esta no te salvas.

A continuación se materializó en el instituto -hasta allí había llevado Ranma al demonio- un gigantesco ajedrez.

Fin de la segunda parte


La escena del ogro cayendo en el barro del capítulo pasado está inspirada en un hecho real que me ocurrió con ocho años. Resulta que había ido de campamento con mi profesor de yudo y mis compañeritos. En una carpa dormíamos los cuatro más pequeños y en las otras cinco los mayores. Por el día nos cuidaban bastante pero a la hora de cenar -para que aprendieramos horarios y disciplina-, nos dejaban que nos dirigieramos al comedor solos. El caso es que el dichoso comedor estaba a medio kilometro de las tiendas y la verdad es que nos daba miedo ir hasta allí de noche. Todas las noches debatía con mis tres compañeros si afrontar los "terribles" peligros y cenar o quedarnos en la carpa a salvo pero con hambre. Uno de ellos, no recuerdo su nombre, siempre sostenía que prefería pasar hambre. Y yo, todo lo contrario pues el Sensei nos había prometido que en uno de esos días cenaríamos pizza. Al final nos armábamos de valor, nos cogíamos de la mano y avanzábamos bajo la protección de nuestras linternas.

Al cuarto o quinto día, sin embargo, llovía y hacía mucho frio. Así pues, la disputa habitual terminó conmigo derrotado y avanzando en soledad ya que los otros tres "cobardicas" optaron por quedarse. A mitad de camino oí a uno de los mayores -que pasó veloz como el rayo- decir que habían preparado sopa. Lógicamente, me di vuelta en seguida y comencé a regresar. Aunque me habían traicionado, era mi deber contarles que tenían razón, que estaba muy oscuro, que hacía frio y que el premio no era para nada apetitoso. Como imaginaréis, no llegué a dar dos pasos que las baterías de mi linterna perecieron.

Creo que me habré quedado al menos cinco minutos parado en la oscuridad, muerto de miedo y esperando que alguno de los chicos más grandes pasara por allí y me rescatara. Nada. Mis tres aliados: la compañía de mis compañeritos, la luz de mi linterna, y más importante aún, la promesa de una pizza rebosante de queso, me habían abandonado. Llovía tan fuerte que con cada paso que daba las botas se hundían en el barro unos cinco centímetros o más. Al final, al igual que Enma resbalé y me encontré muy pronto rodeado de lodo, calentito y sorprendentemente a salvo. Lejos de tener miedo, en esa nueva pose me sentía mucho más seguro que parado o en el mismo saco de dormir de mi carpa. Si hacía falta me pasaría toda la noche así, antes que animarme a levantarme otra vez. Por suerte, entonces, oí a lo lejos una frase salvadora: ¡Hay sopa y Pizza!

Cinco segundos después, me había incorporado, regresado a las carpas, cambiado de ropa, aseado, cambiado las baterías de mi linterna por unas nuevas que guardaba en mi mochila, arrastrado a mis amigos hasta el comedor y engullido dos porciones de pizza.

Cada vez que mi pequeña Bulma tiene una pesadilla, le cuento esta historia. Al final le pregunto si ha entendido la moraleja y me dice: "Sí, papi, si tengo pesadillas tengo que imaginarme que mamá está cocinando pizza o si tengo ganas de comer pizza al día siguiente tengo que inventarme que tuve una pesadilla". No esto muy seguro de que fuera esa pero hay que reconocerle que nunca nos falta pizza…

Un saludo a todos,

Leandro-Sensei.

PS: El three-shot al completo lo tengo terminado desde ayer pero os lo voy publicando de a poco por pura maldad.