La esperada conclusión del Three-shot
Estimada Majomich. Pues yo paso por las mismas tres etapas pero mezcladas. A veces leo primero un comentario vuestro y me pongo contento, a veces se me ocurre una historia antes y más contento aún porque, no sé si se nota, pero me divierto mucho escribiendo. Y en otras me ocurre algo en mi vida real que se relaciona remotamente con Ranma y Akane y más de lo mismo.
Estimada Shiroki-san. ¡¿Las tres de la mañana?! Yo a esas horas no podría leer ni aunque me pagaran. Se me cierran los párpados. Gracias a la magia de la globalización es que coincidimos ya que aquí en España es tempranito (por razones de trabajo me toca madrugar a diario, por eso siempre publico en estos horarios lo que escribí el día anterior)
Estimada Minefine7. Debo de ser el único de los que se inspira en Rumiko sin ánimos de lucro que obtiene algo a cambio: ¡pizza!
Estimada AiHiwatari. Normalmente duermo como un tronco. Mis noches de insomnio son más o menos así: Uf, me acosté hace dos minutos y no me puedo dormir. Uff, ya pasaron dos minutos y medio. ¡Qué mala noche voy a pasar! ZZZZZZZZZ. Sin ir más lejos, ayer a las seis de la mañana me levanté a cerrar una puerta que chirriaba en el comedor por el viento y considero aquello un acto heroico.
Ps: A las seis y un minuto ya estaba roncando nuevamente. Lástima que me tuve que levantar a las 6:50 para venir a trabajar.
Estimada Jacquesita Saotome. De acuerdo, aquí tienes la conclusión.
Estima angelikitap4emmett. Si Ranma te parece bobo ahora, mejor que no leas el final…
Estimada Maxhika. Bueno…lo de las leyes se explica entrado un poco este capítulo final. Hoy me he tomado un poco de tiempo para empezar a leer apropiadamente tu Akane y medio. Todavía no he podido comentarte pero lo haré pronto. Lo prometo. No sé si porque vivo muy ocupado, leo lento o tú escribes más rápido de lo que yo leo, pero voy siempre desfasado. En fin, ya tendrás noticias mías.
Estimada elena79. Resulta que ayer informó la empresa de electricidad que iba a hacer un corte programado hoy a las siete de la mañana pero me olvidé de apagar el ordenador. ¿Resultado? Estropeado. Demás está decir que he perdido un montón de cosas importantísimas y por supuesto, ocurrió en un domingo, que no hay ninguna tienda abierta con los repuestos que necesito.
No puedo sacarme de la cabeza, puesto que también perdí la conclusión del three-shot, que es un castigo divino, por hacerme el gracioso escatimando el desenlace. Luego de tres horas de arduo trabajo, he recuperado lo más importante, fotos, contraseñas y programas necesarios para trabajar correctamente. Y aunque solo trabajamos a media máquina, me he decidido a publicar, más que nada para quitarme el embrujo de encima.
Ajedrez contra la Muerte. Conclusión
-Bien, humana -se dirigió el Rey de los Muertos a Ran-chan-. ¿Conoces las reglas de este juego, verdad?
-Un poco. Aunque no me acuerdo muy bien. La última vez que jugué fue a los cinco años.
Enma se paseó alrededor de la muchacha. Le observaba altermativamente a ella y luego al enorme tablero.
-Llevo una eternidad jugando a esto. Solo a Steinitz, gran maestro que murió en la pobreza, le tuve un poco de lástima y le dejé creer que estaba a mi nivel durante unas cuantas movidas. Y tú, una novata, ¿pretendes seguir con esta pantomima?
¿Tengo elección? -pensó Ran-chan mientras asentía con la cabeza y su corazón se estrujaba poco a poco. Por un lado, su as en la manga, el que le había ayudado hasta ahora, se mostraba bastante eficiente. Le convenía, pues, seguir luchando. Por otro, la empresa se veía tan imposible que casi sería más seguro dejarse perder. No fuera cosa que por intentar postergar lo impostergable, a la tonta de Akane se le diera por aparecer y todo su plan se fuera al garete.
Las piezas, unos gigantes guerreros de metal, expelían un vapor caliente que se colaba por entre las hendijas de los cascos y salían al exterior. Como no podía ser de otra manera, a Ran-chan le tocó el ejército blanco. Un poco por galantería: "primero las damas" y otro poco por preferencia de la Muerte: los tonos ténues le causaban comezón en el único párpado.
Pasadas unas movidas, Enma increpó a Ran-chan.
-¡Gambito de dama! Para ser una novata eres bastante atrevida, muchacha.
-Amor me da fuerzas. Ya te lo dije…
Enma apoyó el mentón sobre ambos puños y resopló. Se estaba hartando de la farsa. No solo la chica se desenvolvía bien -hecho previsible en un gran maestro pues se trataba de la apertura, pero de ninguna manera en una tonta sin experiencia- sino que además volvía a restregarle por la cara esa tontería de que "el amor" le ayudaba. En el fondo poco importaba. Las primeras diez-doce movidas, la apertura, no tenía mayor complejidad y hasta un niño con un poco de entrenamiento si usaba las blancas podía disimular que sabía jugar. Pero luego…luego entrarían en el meollo de la cuestión e irían cayendo las piezas del rival una a una.
Pasadas las primeras venticinco movidas, tiempo más que suficiente para que un ajedrecista de un nivel mínimamente superior a otro, hubiera cobrado ventaja, Enma resopló.
-A mí no me engañas, humana. Me estoy divirtiendo como nunca. No sé cómo lo haces pero desde luego no eres una novata.
-Ya te lo dije dos veces. Y lo repito una vez más: Amor me ayuda.
-Deja a mi hermano, el Dios del Amor en paz -se quejó Enma-. Que por mucho que le invoques, no vendrá a ayudarte.
Fue entonces que una de las piezas blancas, un alfil flaco, el que se deslizaba por las casillas negras, atravesó todo el tablero hasta zamparse un peón y amenazar al oscuro monarca de azabache: Jaque Mate. A continuación, el alfil se quitó la coraza, casco y demás parafernalia, dejando ver un rostro suave y delicado como el de Afrodita pero con rasgos masculinos innegables. Era el Dios del Amor en persona.
-¿Así que por eso la humana sabía tantas cosas y jugaba tan bien? -bramó Enma-. Porque tú le asistías.
-Claro, hermano -le repuso con su sonrisa birllante y serena-. Es que cada día estás más ciego. Ni me has visto a mi, ni te has dado cuenta de que este hombre -vertió agua caliente sobre Ranma- está enamorado hasta la médula de tu presa y haría cualquier cosa por ella y eso incluye jugar una partida de ajedrez con la Muerte. Siendo ese el caso, ¿cómo no ayudarle yo, que soy el Dios del Amor?
Enma cogió un pequeño monóculo que escondía entre escama y escama del brazo y se lo puso. Efectivamente, Ranma, no se podía negar, era un joven y bastante valiente además.
-¿Por qué has hecho eso? ¿De qué te sirve salvarla si tú mueres? El resultado será el mismo. La imposibilidad de amarla realmente.
-¿De qué me sirve salvarme si muere ella? -se volteó y miró en ambas direcciones hasta asegurarse de que estaban solos- Sin Akane prefiero no vivir.
Enma se ajustó el monóculo mientras dirigía la vista en las mismas direcciones que el muchacho.
-¿Qué mirabas tanto?
-Perdón. Tenía miedo de que me escuchara ella. La verdad es que me da mucha vergüenza…
¿Le tiene miedo a ella y no a mí? -se preguntó sorprendido el demonio-. Claramente no se ha confesado todavía. Timorato y tímido, mirando al suelo cuando habla de amor y a pesar de eso, a pesar de todo, está dispuesto a morir por amor…no…no lo entiendo.
A continuación el Rey de los Muertos se desplomó hasta caer de rodillas frente a Ranma y su hermano.
-Ayudadme, por favor. No sé bien qué le pasa a mi mujer pero sospecho que vosostros entendéis más de estos asuntos que yo.
Amor hizo un gesto de asentimiento. Bien mirado, probablemente desde un principio su objetivo central era ese. Ayudar a su familia divina y no, necesariamente, ocuparse de unos simple humanos a los que apenas conocía.
De pronto, cuando todavía se encontraba el demonio en actitud suplicante, se materializó la Akane original. Llevaba en brazos a la prometida de Ranma, desmayada.
-Si no haces tú el trabajo sucio, Dios de pacotilla, tendré que hacerlo yo.
Y desapareció tan rápido como había aparecido.
Enma, un hombre casado más, un pollerudo como todos, un demonio temible a los ojos de los de fuera pero perrito faldero en casa, tartamudeó algunos juramentos inentendibles.
-Lo siento, humano. Ya no hay nada que hacer. Mi mujer tiene los mismos poderes que yo y está decidida a sacrificarle. Nadie puede detenerle.
Amor le dio una palmada en el hombro a ambos y dijo:
-A lo mejor sí. Antes de que todo empezara, hablé con Akane Tendo. Tenemos un plan B por si las cosas se tuercen. Y lo mejor de todo es que no hay que hacer nada. Solo teletransportarnos detrás de tu trono de bronce y observar en silencio sin que nos vean.
Al rato, Amor, Enma y Ranma se escondieron en el sitio previamente acordado. Unos metros más allá, en el exacto centro del "más allá" dos Akanes debatían sobre la conveniencia o no de reducir el número de Akanes de la habitación en un cincuenta por ciento.
-¿Preparada para liberarte de tus angustias terrenales, humana?
-¡No, claro que no! -se arrodilló la menor de las hermanas Tendo-. Yo quiero vivir. Casarme con Ranma. ¿Dices que todas las Akanes mueren a los diecisiete años? Pues yo quiero ser la primera que se salva, la primera que se casa…la primera que tiene un hijo. ¡Eso! Quiero tener un hijo con Ranma. Si me niegas eso, dime al menos por qué…por qué me condenas tan joven siendo que todavía no es mi hora programada.
-De acuerdo -suspiró-. Supongo que tienes derecho. Mira.
La Diosa de la Muerte hizo un gesto en el aire con su mano y a medida que esta se movía como si estuviera descorriendo el telón de un escenario, más y más imágenes aparecían en las paredes.
Demás está decir que mientras Enma y Amor espiaban la historia, la mar de interesados, Ranma yacía medio desmayado repitiendo: "ha dicho hijos y Ranma en la misma frase".
Mientras el joven flipaba en colores, la imagen en la pared cobraba movimiento, mostrando cuadro a cuadro la vida de la Reina de los Muertos desde los diecisiete años hasta el final. Primero cómo había logrado acomodarse gracias a la bendita moneda de oro. Luego cómo había intentado cambiar el mundo, merced a su posición acomodada. Una labor social que consistía en plantar por toda la región todas las escuelas y hospitales que pudiera. Para financiarlo, se dedicaba a trabajar día y noche como mercader mientras delegaba la administración de su siempre enorme fortuna a los tres hombres más buenos que supo encontrar en sus viajes. Así, se pasaron los años. Ella, llevando utensilios de un sitio donde eran considerados baratijas a otros donde se les apreciaba como un lujo. Y sus tres subordinados, invirtiendo el dinero que ella sabía obtener, en crear más y más escuelitas y hospitales gratuitos. A falta de un estado -esto ocurrió hace siglos en una zona sin dueño ni bandera-, ella misma sería reina sin título y presidenta sin mandato.
Finalmente, un día Akane comenzó a sentirse cada vez más débil y comprendió que su hora se acercaba. Así pues, por primera vez en más de setenta años se tomó un día libre para admirar su obra. Ruperto, su sirviente número uno, se inventó una y mil excusas para retrasar el acontecimiento y finalmente fingió un compromiso de última hora para que le excusara. Nunca más se le volvió a ver. Menos aún cuando Akane descubrió que los supuestos hospitales que ella había financiado eran armerías y las escuelas, pequeños campamentos en los que los jóvenes aprendían todo sobre el arte de la guerra.
Desde entonces Akane se encerró en sus aposentos a llorar y esperar su pronto fin con los únicos seres que podía confiar: sus mascotas. Si las dos primeras patas de su labor social eran la enseñanza y sanidad, la tercera se trataba de un centro de protección de los animales. Se talaba tanto bosque para confeccionar arcos, flechas y demás armas, que muchos animales salvajes simplemente había perdido su hogar, hecho que Akane no toleraba.
Seis meses después reapareció el segundo de sus sirvientes, Eustaquio, pronunciando palabras de arrepentimiento. Juraba y sostenía que todo había sido culpa de Ruperto al que temía y que si le perdonaba y le facilitaba los medios necesarios, comenzaría él solo los trabajos del hospital prometido.
-Ni una moneda más, Eustaquio. Y agradece que no soy hombre o te arrancaría la cabeza de un golpe.
Eustaquio soltó cientos y miles de lágrimas de cocodrilo sin resultado aparente. Hasta que por fin se dio por vencido.
-Señora, déjeme por lo menos despedirme de los animales. Bien sabe que les he cuidado durante años. Pensándolo bien, es lo único noble que he realizado cuando estaba a su servicio.
De pronto, las imágenes sobre la piedra desaparecieron. La Reina de los Muertos irradiaba un aura de combate similar al de Akane Tendo pero en proporciones divinas.
-¿Qué? ¿Qué ocurrió? -preguntó la Akane del presente.
-Lo que ocurrió es que el infeliz de Eustaquio se aprovechó de mi ingenuidad para vengarse. Mató a todas mis mascotas y huyó. Cuando me di cuenta, me encontré con unos establos embebidos en sangre.
Enma abandonó su escondite y abrazó a su mujer que no dejaba de derramar lágrimas negras.
-¿Por qué no me los has dicho?
-Porque me daba vergüenza mi estupidez. Y porque no tiene solución. Los animales son nobles, mucho más que los humanos, pero no tienen alma.
-¿Que no tienen alma? -exclamó Enma-. Típica fanfarronería de los humanos. Por supuesto que la tienen. Si no, no serían seres vivos, ¿no te parece?
Akane temblaba en silencio. Enma se acercó y la rodeó con sus grandes brazos de demonio hasta que los dos bellos ojos de la muchacha inmortal hicieron contacto con su único ojo de Polifemo.
-¿No me digas que te has pasado diez siglos como reina de este mundo sin abrir esa puerta? -señaló una de los millones de pasillos que rodeaban la fortaleza-. Es el purgatorio de los animales. Desde luego les he reservado un sitio aparte de los humanos. Y otra cosa; no sé si has mirado bien o no, pero hoy por hoy el mundo podrá ser mejor o peor pero está repleto de escuelas y hospitales.
La Akane original se acercó hasta el sitio que había señalado su esposo y la abrió de par en par. En su interior se adivinaba una jungla gigantesca al estilo Jurassic Park. Luego la reina del inframundo se despidió haciendo uso de su magia. Mientras los enamorados reaparecían en Nerima, se pudo escuchar la voz entrecortada, agitada y algo turbada de la otrora fría Akane del más allá: "Podrás llamarme envidiosa, Akane del presente…, pero me parece…que si no te apuras…seré…yo la primera Akane…en dar a luz un hijo".
-¿Sabes tú por qué habla tan raro, Akane?
Su prometida acercó los labios hasta el oído del ingenuo joven de la trenza y pronunció algunas palabras candorosas.
-¡Oh!
Fin.
Ps: En agradecimiento Enma hizo pasar a Ranma al salón de lo que NO EXISTE. Un triste y melancólico sitio de infierno en donde aparecen las cosas que se podrían haber inventado en la vida real pero que, por alguna razón, al final no se crearon. Y le dio a elegir entre varios tesoros. Un trébol de cinco hojas, un extraño librito que ponía: Tomo 39: La luna de miel más caliente de la historia, un unicornio y una cocinita automática que lee la mente y prepara instantáneamente el plato deseado por cada comensal. Ya adivinaréis qué regalo eligió Ranma…(premio sorpresa para el que adivine y lo justifique de la mejor manera).
