Hola, luego de media semana con la familia enferma, me he encontrado un ratito libre para escribir. Los nenes ya están en el cole y Minefine7 y yo trabajando con normalidad. Por culpa del retraso, lo que originalmente iba a ser un cortito epílogo de nada se convirtió en una historia más larga aún que la que supuestamente está epilogando. Supongo que no os quejaréis.

Pero antes, el resultado del concurso…hay un solo ganador: angelikitap4emmett que no ha optado por ninguna opción. Si leéis atentamente el epílogo ya veréis la razón.

Medalla de plata para Majomich que da a entender que eligió algo pero no lo dice y por tanto estuvo rozando el acierto.

Medalla de bronce a Minefine7 que confiesa que no sabe lo que eligió Ranma.

Otra vez será para Elena79, Maxhika, Jacquesita Saotome, AiHiwatari y Shiroki-san.


Ajedrez contra la muerte: epílogo.

Ranma examinó todos y cada uno de los presentes. El unicornio era majestuoso. La cocinita más que tentadora. El tomo 39 le pareció una obra de ciencia ficción…y finalmente se detuvo sobre el más grande de todos los tesoros. El trébol de cinco hojas. ¡Por fin, podría terminar su colección! Lo cogió entre sus manos y contó cada hoja al menos una docena de veces hasta asegurarse de que no se equivocaba.

Y luego…juntó todas las fuerzas que su voluntad y consciencia lograron reunir y los rechazó todos.

¿Deberle un favor a la Muerte o que ella me lo deba a mí? –pensó-. Definitivamente, la segunda opción es más segura.

E hizo bien. Si no me creéis. Que valga como moraleja de este razonamiento, lo que le ocurrió a nuestra pareja preferida a los dos días de regresar a Nerima.

Por increíble que os parezca, luego de semejante historia, luego de que uno expusiera la vida por la otra y esta gritara en público que se quería casar con el primero, Ranma y Akane habían vuelto a su rutina de timidez y difusa relación de amigovios comprometidos a la fuerza. ¿Qué? ¿Que no os parece nada raro? ¿Que peor fue lo de las fosas de Jusenkyo? ¿Que ya os lo imaginabais porque no se dieron un beso? Bueno, da igual. El caso es que a los dos días, Ranma se fue a comer al Neko Hanten para evacuar las penas por la cocinita mágica perdida y Akane le ayudó a llegar más rápido con una furibunda patada en la mandíbula.

Poco después de aterrizar sobre el frío pavimento, pudo observar que junto a él se encontraba un ser aún más extraño de los que acostumbraba tratar, puesto que adornaba sus pies, con sendas zapatillas doradas.

-Llegas temprano, humano.

Ranma se incorporó, sorprendido. Tanto el apelativo, "humano", como la forma de resonar de la voz, le indicaban la presencia de un Dios. Sin embargo, el tono era mucho más dulce y delicado que el de Enma.

-¡Amor! –exclamó el muchacho-. No esperaba volver a verle tan pronto.

-Típico de un humano. ¡Qué pronto que olvidáis los favores! Siempre esperando recibir beneficios de nosotros. Nunca dedicándonos una simple ofrenda…

-Lo siento. Aún no he tenido tiempo. Quizá le sorprenda, pero mi vida es una vorágine de constantes nuevas aventuras. Y casi nunca soy yo el que las inicia.

-Cierto –le repuso el Dios que se recostaba sobre una farola también dorada que había hecho aparecer de la nada-. Sin embargo, mi querida Shampoo, mi admiradora número uno, participa en todas ellas y aún así, tiene tiempo de dedicarme tres o cuatro ofrendas diarias. A mi modo de ver, ella merece más mi ayuda que vosotros. Además…

-¿Además…? –preguntó un tembloroso Ranma que iba sospechando que los acontecimientos no se desarrollaban por buenos rumbos.

-Además me debes un favor. Y bastante gordo diría yo.

Los brazos de Ranma se elevaron inconscientemente hasta su nuca como cuando Akane le atrapaba en un desliz oral y trataba de hacerse el disimulado.

-Desde luego. Pero no imagino en qué puedo serle útil yo a un Dios.

-Ten una cita con Shampoo. De sobra sabes que puedo obligarte por la fuerza, engatusarte con mi ingenio o simplemente encantarte con mi magia. Desde luego, el resultado de la cita será mucho más satisfactorio si lo haces por propia voluntad.

La cabeza de Ranma seguía, embobada, los razonamientos de la deidad mientras los pies porfiaban por girarse y salir corriendo de allí. Lealtad vs. Sentido de supervivencia. Y sobre todo, confusión. Sí, de acuerdo, vale, muy bien. Shampoo le hacía la pelota más y mejor pero, vamos, esperaba más del "Dios del Amor". Hacía dos días había ofrecido su vida por salvar a Akane. No podía caberle la menor duda de a quién pertenecía su corazón, ¿y aún así, le pedía que traicionara su sentimiento genuino para cumplir con una deuda moral? Más que deidad del amor, parecía un terco oficinista exigiéndole que cumpliera con un requisito legal.

-¿Y si me niego?

Amor ni se inmutó, recostado todavía sobre la farola de oro. Parte del suelo y de los bancos linderos se habían convertido en plata. Y una mariposa que se había posado sobre su hombro, en bronce.

-Una de las tres opciones antes dichas: fuerza, treta o encantamiento. O quizá las tres al mismo tiempo. No me costaría nada de trabajo. No pido nada del otro mundo. Solo una cita. Depende de ti y solo de ti, si eso os lleva a más o no.

Ranma ingresó en el Restaurante. Allí dentro le esperaba Shampoo sentada en una mesa. En lugar de su típico delantal blanco sobre el vestido rojo, llevaba un espectacular conjunto morado que cubría solo la parte superior de los muslos. Obviamente le esperaba. Su pose, sin embargo, delataba cierto no saber estar. Muy lejos de su típica postura pomposa que mostraba las curvas con la decisión y seguridad de quien se sabe guapa, Shampoo apenas si estaba como recostada en el asiento. Una palma sosteniendo su cara, fija en algún punto perdido de la mesa vacía. La otra mano, cerrada sobre si misma, salvo el dedo índice que describía espirales sobre la mesa. La yema rozando la madera en ocasiones y en otras, simplemente tropezando sobre sus rugosidades. Parecía a desgano o más bien, soñando despierta un sueño que creía imposible.

Cuando le vio entrar, un temblor recorrió todo su cuerpo y se atragantó en sus labios.

-¿Ser…verdad? Mi bisabuela decir…decir que tú venir a invitarme al cine.

Ranma conocía muy bien todos esos gestos, las dudas, la velocidad entrecortada al hablar, la mirada extraviada. Eran los suyos. De pronto entendió que, a lo mejor, Shampoo era tan tímida como él y que, si actuaba de una forma radicalmente opuesta a su personalidad verdadera, era simple y llanamente porque tenía la seguridad de que le rechazaría. Solo así se explicaba que entonces, justo cuando vislumbraba una oportunidad de verdad, se comportara así de timorata.

Si la actitud de la amazona se tornaba difícil de explicar mucho más lo era la de Ranma. Amor y Cologne que espiaban desde un rincón no se lo esperaban. Imaginaban en el mejor de los casos unos largos y lentísimos rodeos que llevaran a que la chispa del amor se prendiera un poco y en el peor, una interminable pelea de abrazos fallidos como siempre ocurría. Pero no, Ranma no habló. Ni Shampoo le abrazó. Simplemente, y ante la mirada atónita de todos los presentes, Ranma se abalanzó sobre su segunda prometida y la alzó entre sus brazos. Luego, desaparecieron.

Unos quince minutos después, Amor, que les había perdido la pista, les halló sentados en un prado en las afueras de Nerima. Shampoo apoyaba la cabeza sobre las raíces de un árbol y miraba el cielo. Ranma se encontraba a su lado. Hablaban.

-No creer que no gustarme esto –dijo Shampoo mientras le abrazaba y le acariciaba la anteriormente siempre esquiva nuca-. Gustarme mucho. Pero no entender nada.

Ranma se dejaba hacer con el rostro rendido a la melancolía. A lo mejor pensaba en Akane. O a lo mejor, no. Difícil que se acordara de ella y actuara así. Quizá sus recuerdos iban más atrás en el tiempo. Cuando era pequeño y estos dilemas morales no le angustiaban; mucho menos tener que enfrentarse a seres poderosos y caprichosos. Lo que sí puedo asegurar es que en todo ese tiempo no abrió su puño derecho en ningún momento. Algo, algún tesoro importante, transportaba su mano.

A medida que los dedos de Shampoo exploraban partes inexploradas por ninguna mujer del cuerpo de Ranma, su vista felina se hacía más y más aguda. Le inundaba poco a poco el deseo.

-Shampoo preferir entender luego –dijo y se arrojó sobre su ratoncito Ranma con toda intención de devorarle de amor. Los labios bien separados para dar un beso o un mordisco; los dientes, o mejor dicho los colmillos de amazona amante, bien visibles y la nariz…bueno la nariz aspirando una especie de humo dorado que había aparecido de la nada. No le dio importancia. Tampoco que, ahora, las dos manos de Ranma estuvieran libres, ni mucho menos, que fuera él quien tomara la iniciativa. Le había bloqueado todo movimiento con ambos brazos y rodeado por completo en un enorme abrazo de hombre apasionado.

-Estar bien .Si preferirlo así. Shampoo dejarse hacer…

Entonces, Ranma se alejó.

-¿Qué estar haciendo?

-Lo que me enseñó el maestro en estos temas, el Dios del Amor. Primero, la treta, hacerle creer a todos que salíamos. Segundo, el uso de la fuerza para quedarnos a solas. Y tercero, la magia. Esos polvos que has inhalado, se los robé a Amor con mi truco de las castañas. El bolsito pone: "verdad". Si no me equivoco, ahora podremos hablar sin que nadie interrumpa y sin que puedas escurrir el bulto.

La amazona se puso a temblar.

-Ya saber yo que esto ser demasiado bueno. Mejor quedarme en el restaurante.

-Lo siento. Si quieres empiezo yo. Quiero aclarar las cosas…

-¿Para qué haberme traído? –le interrumpió- ¿Para decirme que no quererme? Eso ya saberlo.

Ranma se mordió los labios. La conversación no iba por los caminos que el deseaba. Quedaba poco para que la hermosa mujer que tenía frente a sí se pusiera a llorar por su culpa. Puestos a herir y si no había más remedio dadas las circunstancias, mejor sería hacerlo bien y llegar hasta el final.

-Dime, ¿cuál crees que es tu principal virtud como mujer?

-La belleza, por supuesto. ¿O no parecerte bella? –le espetó echando ambos pechos hacia delante en posición desafiante.

-Sí, lo eres. ¿Te gustaría que me enamore de ti, entonces, por tu belleza?

-Claro, eso mismo querer. No ser capaz de entender por qué no conseguirlo.

-¿Eres consciente de que en algún momento dejarás de ser bella? –le miró Ranma con lástima-. ¿Qué crees que pasará con el hombre que se enamoré de ti solo por tu cuerpo cuando eso ocurra, sea yo, sea otro? Dejará de amarte. Mejor dicho, dejará de decirte que te ama porque eso no es amor. El amor al cuerpo puede ser pasión, dulzura, placer, pero no es amor verdadero.

-Yo ser bella. Hombres de verdad enamorarse de mujeres bellas. ¿Cómo poder saber si alguien quererme por algo más? Si ser todos unos mentirosos. Los hombres que decir amarme por mi cerebro o mi personalidad solo mentir. Ellos quererme por esto –se frotó ambos pechos con frustración.

-En tal caso, será mejor que demos la cita por terminada.

Shampoo se quedó mirando cómo Ranma se alejaba y se iba perdiendo su figura en el horizonte, dejando caer infinitas lágrimas.

Media hora después, cuando el joven ya estaba por llegar al Dojo, la acera al completo, árboles, edificios y hasta insectos se convirtieron en un abrir y cerrar de ojos en objetos dorados.

-Estarás satisfecho…

-Pues sí. Su trabajo, Amor, es bastante gratificante.

-Mi trabajo es unir almas, no romper corazones. So bruto.

-Eso mismo he hecho yo. Shampoo tendrá sus defectos pero no es tonta. Existe un hombre en su vida que le ama a pesar de que no ve nada. Un hombre que le quiere por cómo es ella y no por su espectacular cuerpo. Yo solo le he hecho enderezar el rumbo.

-Supongo pero, ¿por qué no has aprovechado la ocasión para..ya sabes? Nadie se hubiese enterado.

-Me hubiese enterado yo. Y eso es suficiente para no hacerlo. ¡Amo a Akane!

-¡Ajá! Le amas. Pues dícelo, chaval. ¿O hace falta que te ataque un Dios a la semana para que te confieses. Jolín, que desde Romeo y Julieta que nadie me trae tantos problemas.

-O sea que lo de Shampoo…

Amor se llevó la palma abierta a la frente y se golpeó con ella.

-Mira que eres corto. Claro que era una treta para hacerte recapacitar. Igualito que Romeo. Mira que se lo tuve que explicar veinte veces: "Que no está muerta, chaval, que está dormida. Yo le di el brebaje disfrazado de sacerdote. Tranquilo, hazme caso". Pero nada; el muy terco no oía a razones. Al final tuve que esperar a que se murieran los dos y revivirlos en otra ciudad y creo que ni así lo entendió muy bien. En fin, vamos a lo nuestro. O te confiesas antes de la medianoche o te castigo por toda la eternidad y esta vez no estoy bromeando.

Ranma asintió con la cabeza y dio tres pasos con más decisión que nunca. Poco le importó la torrencial tormenta que se desató a continuación. Siguió avanzando. Tampoco, se detuvo cuando los vientos se tornaron huracanados aunque empezó a preocuparse. Finalmente, cuando un tsunami a pequeña escala se materializó en medio del Dojo, se cogió de la rama de un árbol y exclamó.

-Siempre lo mismo.

Amor que no había perdido de vista ni uno solo de sus movimientos, le contestó.

-¿Qué pasa? ¿Para romperle el corazón a una chica sensible no te detiene ni "literalmente" un Dios y para confesarte al amor de tu vida, un simple tsunami de nada sí lo hace?

Al oír estas palabras, Ranma se tiró al mar que se había formado espontáneamente y nadó y nadó sin detenerse.

Al lado de Amor, se materializó Enma.

-Mira que te diviertes barato, hermano. Deja a ese pobre humano en paz.

-¿Barato? ¿Tienes idea de cuántos infernodólares me costó el tsunami? Más le vale que lo atraviese enterito y sin chistar.

-Eres incorregible.

-¿Qué tal tu Akane?

-Supongo que bien. Lleva una semana dándole al tal Eustaquio con un gigantesco mazo en la cabeza y gritando como una posesa: "¡Qué buenas ideas que tienen los humanos!". A propósito ¿tienes idea de por qué el humano tonto ha rechazado mi trébol de la inmortalidad?

-Ni idea.

-¿Sabes qué? Nadie me ha ofendido tanto en siglos. En cuanto muera, le tengo preparada la más oscura caverna del suplicio destinada a los desagradecidos.

¡Qué horribles palabras llegaron hasta los oídos de Ranma y qué injustas! ¿Quién demonios se creían que eran esos dioses para jugar así con quienes se suponía que debían proteger? Efectivamente, su vida podía parecer bastante graciosa a quien la observaba imparcialmente, sobre todo si al espectador no le tocaba vivirla en persona pero eso no les daba derecho a burlarse de él ni a provocar adrede más obstáculos con un afán lúdico. Ni el Dios del Amor se comportaba como tal ni el de la Muerte. Con dioses como aquellos más valía no tener dioses.

El gesto de Amor se torno agrio. Sus finas facciones se solidificaron en duras rectas de demonio enfurecido, sus sedosos cabellos mutaron en filosas púas y en punzantes pinchos.

-Rápido, Enma, el humano está descubriendo nuestro punto débil. Será mejor que te deshagas de él antes de que sea tarde.

A continuación cayeron infinitos rayos sobre las aguas que transmitieron su electricidad por toda la zona de forma instantánea. Ranma se retorció de dolor tan pronto como la corriente llegó hasta él. En condiciones normales aquello sería letal. Y en otras también. Incluso el cuerpo más entrenado o la voluntad más férrea, nada pueden hacer frente a una fuerza engañosa que se mete en su interior sin pedir permiso y recorre cada célula ramificándose en un dolor que crece exponencialmente. Y aún así, aunque había perdido, Ranma no se rendía. Por el contrario, la trayectoria que sus brazadas seguían no dejaba lugar a dudas: circular y en el epicentro, los dos dioses que no daban crédito a lo que veían. Preparaba el dragón de hielo más poderoso de todos, el del frío del desengaño contra el calor del aura de combate de dos dioses.

-Lo dicho, Enma. Lo ha descubierto. Ya no cree en nosotros. Y si no cree…si no nos teme…ya no somos invulnerables. ¡Qué pena! ¡Habrá que matarle antes de que propague nuestro secreto por el mundo!

Enma se tomó un respiro. De tanto invocar rayos que por la razón que fueran no terminaban de dañar al muchacho, se estaba agotando.

-Hermano, quizá sea un poco cruel de nuestra parte, pero ¿por qué no envenenas las aguas? Creo que le queda poco para crear su tornado.

Amor asintió con la cabeza. Su expresión no llegaba a ser triste, emoción impropia de un Dios, pero no estaba muy conforme. Su poción era tan poderosa que el dolor le acompañaría al más allá por toda la eternidad. Alguna vez la había usado contra gente horrible, violadores que malentendían sus lecciones de amor, asesinos de sus parejas y otros monstruos sociales pero nunca contra un humano común y corriente que desde luego no se merecía tal suplicio. Pero Enma tenía razón. Dentro de unos instantes la técnica del dragón de hielo estaría terminada. O salvaban el pellejo ellos o lo hacía él.

Ya era de noche o eso por lo menos parecía, bajo la oscura capa de nubes que rodeaba toda Nerima. Las aguas embravecidas por el temporal rodeaban el Dojo como si de una isla se tratase. Desde allí, Akane observó toda la escena horrorizada. Primero cómo los dioses le tiraban rayos a su prometido, luego cómo este les había acorralado con nados centrífugos y por último observó las aguas teñirse de un color morado penetrante. Luego ya no vio más pues ocurrió lo inesperado. Ranma terminó de todas formas con su técnica y mandó a volar a los dioses muy lejos de allí. Y digo que no vio nada, porque con el dragón de hielo se levantó tanta agua morada y tanta chispa que casi no se podía distinguir qué era humano, qué fuerza de la naturaleza, y qué deidad caída en desgracia.

Pasados unos instantes, el agua se había evaporado, los dioses dormían estampados contra la pared de una casa cercana y Ranma yacía inconsciente en el suelo.

Difícil explicar cómo hizo Akane para saltar tan alto y tan lejos sin hacerse daño o cómo si efectivamente se lastimó, consiguió seguir corriendo en dirección a Ranma sin que aquello apenas le afectara. El dolor, el inmenso e inaguantable dolor que su cara irradiaba, solo se debía al estado de Ranma y de ninguna manera a tonterías como huesos propios rotos o clavículas partidas. Desde que había decidido madurar por culpa de la experiencia en el más allá, llorar por esas tonterías en su nuevo vocabulario solo se podía catalogar de una manera: acto de niña inmadura.

Como primer paso hacia la madurez, esa misma mañana había cogido sus ahorros de los últimos tres años y se había comprado un espléndido vestido rojo que lucía como nunca. Un moño bermellón a la altura del a cintura adornaba sus pronunciadas curvas. Tampoco se angustió cuando este, la parte principal del vestido se quedó enganchado entre unas ramas que habían caído por el temporal. Ni cuando advirtió que en el proceso de ruptura del moño, se le había hecho una enorme raja en el costado izquierdo. Lamentarse por una pérdida material también era de niña inmadura.

Así pues, dolorida, rengueante y medio desnuda se aproximaron hasta Ranma los despojos humanos de una Akane cuyo dolor no cabía más en su pecho y comenzaba a evacuarse al exterior a través de sus ojos. Le cogió la cabeza con dulzura presionando con el dedo índice y mayor entre sus cabellos hasta dar con el cuero cabelludo y la apoyó sobre sus rodillas. El pañuelo blanco que rodeaba los hombros y hacía juego con el vestido rojo fue desprendido por la otra mano de Akane. Luego cayó sobre el rostro de Ranma. Tenía que estar bien seco y calentito para escuchar lo que tenía que decir. Luego sus labios carnosos comenzaron su largo monólogo de amor.

-Por favor, Ranma. No me dejes…-tartamudeó-. Yo te amo ¿lo sabes, verdad? Claro que lo sabes. Todos lo saben…yo…yo no sé cómo vivir sin ti. De verdad –le acarició la cabeza-. A veces, cuando llueve y te veo sonreír mirando al horizonte por la ventana, me imagino que estás pensando en mí. Sé que es tonto, que casi seguro que estás pensando en un pastelito o una nueva técnica de combate, pero si no, si por casualidad estás pensando en una chica, imagino que yo soy esa chica y me entra un cosquilleo por todo el cuerpo que me mareo y me tengo que sentar. ¿Te acuerdas del mes pasado? ¿Cuándo me encontraste sentadita en el suelo a falta de silla y con los muslos bien pegados el uno contra el otro y dijiste: ¡cada día estás más rara!"? Casi me muero de la vergüenza. Claro que a veces te pasa a ti también ¿no? Esos días en que caminas encorvado porque de pronto te duele la espalda de tanto entrenar. ¿Te crees que soy tonta o qué? ¿Que no sé por qué no puedes caminar erguido? Claro que lo sé, tontito mío –le acarició otra vez-. Sé muchas cosas que no te digo. Sé que no somos una pareja normal. Que probablemente no exista otra mujer que ame tanto a un hombre, por muy fenómeno que sea, que yo a ti. Sé que la vida sin ti no tiene sentido…-le besó en la frente-. Que no existe otro tan malo, tonto y guapo que pueda hacerme feliz hasta cuando me hace enojar –le besó en la nariz-. No existe otro que pueda hacerme temblar así de amor –le besó en la barbilla-. Ranma, yo te amo…

Poco a poco la temperatura gélida de Ranma, la que le había hecho creer a su prometida que estaba muerto, fue recobrando su temperatura normal. El frío de la técnica del dragón helado se iba disipando al contacto con el cuerpo de Akane y sus palabras de amor. Finalmente, Ranma abrió los ojos.

-Lo he oído todo.

El corazón de Akane dio una voltereta de alegría dentro de su pecho y poco le faltó para salir a pasear por el exterior.

-¡Estás bien! ¡Estás vivo!

-Sí –se sacudió un poco el traje-. Creo que no tengo nada.

Akane sostenía todavía la cabeza de Ranma a pocos centímetros de sus labios. Le susurraba.

-¡Tontito mio! "¿Lo he oído todo?" –seguía murmurando mientras arrastraba sus labios por el lóbulo de su oreja-. ¿Me oyes decir que te amo y solo eso me contestas?

-Bueno…tú en las fosas de Jusenkyo…

-Puedes pararte a analizar tecnicismos sin importancia –le interrumpió- o puedes decirme que tú también me amas o mejor aún, puedes partirme los labios pero, por favor, no me vengas con tonterías de niño inmaduro.

¿Tonterías de niño inmaduro? ¡Si será hipócrita esta Akane mía! ¿Cómo puede llamarme así cuando fue ella la que…es ella la que…es ella la que me está besando…? Qué…qué bien besa…chúpate esa Ryoga y tú también, Kuno. ¡Me quiere a mí y solo a mí!

Y mientras se besaban, una nube de confeti se esparció por todo el aire y rodeo a los novios. Al principio no lo notaron de tan ensimismados que estaban en sus arrumacos. Luego, se dieron cuenta.

-Buen trabajo, Enma.

-Lo mismo digo, Amor. Por fin lo hemos conseguido.

Entre ambos dioses se adivinaba el cuerpo de otra persona. Una jovencita que no paraba de sonreír y frotarse las manos por su éxito. Se trataba de Nabiki.

-Por fin han picado, papá.

-¡¿Papá?! –exclamaron sorprendidos Ranma y Akane al unísono.

-Sí, papá –repuso Amor quitándose la máscara-. Soy Soun.

-Entonces…-Ranma señaló a Enma-. Tú…tú eres…

-¿Qué, hijo? ¿Recién ahora lo adivinas? Mira que te lo puse fácil. Enma-Genma. Casi no hay diferencia.

Los ojos de Akane centelleaban, emanando furia hacia su hermana.

-¿Qué has hecho, Nabiki? ¿Por qué has ideado algo tan complicado?

Nabiki sonrió.

-Perdona, hermanita. Se nos ha ido de las manos. El plan original era solamente asustar a Ranma haciéndole creer que el dios de la muerte iba a por ti para que se apurara en declararse. El muy gilipollas de mi cuñadito optó por sacrificarse a sí mismo. Genial, romántico a más no poder. Pero si tú no lo veías, no nos servía de nada. Así que nos inventamos lo de la partida de ajedrez aprovechando los disfraces de la obra de teatro del instituto. Como tampoco hubo confesión, tuvimos que pedirle a tía Nodoka que colaborara haciéndose pasar por la Akane original.

-Espera un momento –interrumpió Ranma-. ¿Y todos los hechos sobrenaturales? ¿El telón mágico que mostraba la historia de la Akane original, los polvos de la verdad, los rayos, el veneno, la tormenta?

-Efectos especiales, polvos normales, más efectos especiales, colorante y una manguera bien colocada. Ahora ya sabes por qué los rayos no te electrocutaban ni el colorante te envenenaba.

Media hora después, al doctor Tofu se le ocurrió preguntar a Akane por su padre mientras le curaba las luxaciones.

-De pronto ha sentido la urgente necesidad de ir a comprar un vestido nuevo.

-¿Y Ranma?

-No lo sé. Dijo que tenía que acompañar a un amigo suyo a comprar un anillo o algo así. ¿Tú crees que Ryoga se quiera casar con Akari?

Fin.


Historia bonus.

Una reflexión de Gohan a propósito de un nuevo capítulo de Inuyasha. Resulta que el otaku llegó por fin al capítulo en el que Inuyasha se medio confiesa a Kikio mientras Kagome lo ve todo. Sobre el final de la historia, Kagome, despechada, decide volver al futuro pero Inuyasha la detiene diciéndole que la necesita para encontrar la perla. Ella le pregunta entonces si solo la quiere por eso, porque le es útil y entonces…estalla el otaku y le grita a Inuyasha: dile algo más, dile que también es buena con el arco…

A veces la realidad es más graciosa que las locuras de Rumiko.

Fin de la minihistoria bonus.