A la deriva en el Más Allá. Segunda parte
-Lo siento, Akane. Está muerto.
¿Cuántas historias empezaban con la frase que habían pronunciado Tofu? Peor aún, ¿cuántas acababan con aquella noticia? Akane no lo sabía ni le importaba. Por su mente solo pasaba una cosa: preguntar cómo era posible que se sintiera tan cálido su cuerpo todavía. Tan pacífica su mirada. Su aspecto tan poco muerto y tan dormido. Tan irrealmente cercano. Todo eso pretendía preguntar Akane. Pero no podía. Llevaba la boca, la lengua, los dientes y las encías resecas. Incluso las papilas gustativas, secas como una lija, ríspidas como las de un gato. Todos sus fluidos se habían trasladado a los ojos que derramaban ligerísimos ríos de tristeza, mientras el resto del cuerpo se deshidrataba poco a poco del dolor.
-Nabiki, será mejor que te lleves a tu hermana a su habitación. Todavía tiene por delante una dura rehabilitación. Además –le susurró al oído-, mañana le desconectaremos. Cuanto antes le libremos del dolor de verle morir dos veces, mejor.
Nabiki meneó la cabeza.
-No, no la conoces como yo. De aquí no la saca nadie ni por las buenas ni por las malas. Dejemoslos solos por el momento. Ya se dormirá y la trasladaremos a su cuarto.
Su hermana lo tenía bastante claro. Sabía de sobra que el dolor era un concepto relativo. ¿Lo sentía realmente una mariposa aplastada instantáneamente por el zarpazo de un león furioso? ¿O el dinosaurio que llevaba incrustado en el pié durante décadas el diminuto diente de alguna de sus víctimas? A la luz de estos ejemplos, ni el tamaño del daño ni el tiempo que se prolongaba parecían ser las claves del "dolor absoluto". Quizá el lento deterioro del ser amado o de uno mismo. O las malas noticias sorpresivas y constantes, como las de las telenovelas. Nabiki no sabía decirlo con exactitud. En el fondo poco le importaba. Su intuición le decía que Akane en aquel momento estaba experimentando aquello tan difícil de describir. Dolor absoluto, locura, desdén por conceptos sagrados como el mundo, la esperanza o la bondad del destino.
Unos temblores mínimos, dos uniformes surcos que iban desde los ojos hasta el mentón por el que circulaba agua mezclada con sangre y poco más. Ninguna otra parte de Akane se movía. Su pose se asemejaba a la de una estatua clásica. La cabeza descansaba sobre su pecho todavía tibio. Y la mano izquierda, pequeña y suave, sobre la derecha de Ranma, mucho más grande y firme a pesar de la falta de vida. Los pies entrecruzados completaban la imagen misma del desamparo por el ser amado ausente.
Llevaba siete horas exactas llorando. Por él, que ya no cumpliría con ninguno de sus sueños, por ella misma, que se había quedado sin razones para continuar y sobre todo por su familia, que pronto se quedaría sin Romeo y sin Julieta. Montescos y Capuletos, Saotomes y Tendos… ¿Quién hubiese dicho que con visiones familiares tan irreversiblemente opuestas hacia el amor de sus vástagos, arribarían a un mismo fin: la muerte de ambos jóvenes? Akane ya lo tenía decidido. No era tonta. Comprendía que pronto le desenchufarían y cuando eso ocurriera, saldría a tomar un poco de aire y luego, se dejaría caer desde la azotea. En aquel momento Akane odiaba al destino y la fortuna, dioses caprichosos, que se burlaban del contexto espacial y temporal, de las buenas intenciones y de las malas. Daba igual si todo era fácil o difícil. Si debían luchar contra las familias para casarse o para no casarse tan pronto. A la postre, eran humanos y cualquier tontería podía torcer su felicidad sin previo aviso. Amor, tesón, testadurez, todos juntos solo eran escudos débiles e inútiles para defenderse de las ponzoñosas lanzas de aquellos dioses.
Eso mismo pensaba Vega pero de otra forma. Habiéndolo experimentado en carne propia durante demasiados siglos. Un poco por esta razón y otro poco por su personalidad un tanto desabrida, iba haciendo oídos sordos a todos los ruegos de Ranma. Verdad era que el muchacho fácilmente podría intentarlo por la fuerza. Estaban solos en el medio de la nada, muertos. No había ley moral que lo impidiera ni riesgo alguno de lastimarla. Y sin embargo, a pesar de su naturaleza un tanto impaciente y propensa a perder los papeles, seguía pidiéndole las cosas con educación. Y eso que sabía que el tiempo se agotaba. Vega dudaba. Por un lado le seguía pareciendo evidente que se trataba de su famosa táctica número uno, la caballerosidad sorpresiva. Por otro, ¿qué tenía de malo ayudarle? Si ya todo daba igual.
-Por favor, Vega. Conozco a Akane. Si no vuelvo pronto, hará una locura.
Vega le dedicó una mirada de odio.
-No te hagas el mártir. Entiendo que quieras resucitar. Aprovechar la inusual oportunidad. Pero no me digas que lo haces por esa. Lo quieres por ti. Nadie es tan tonto como para…
-¿Cómo para intentar detener un coche sin frenos con las manos desnudas? –le interrumpió Ranma-. ¿Porque el amor de tu vida se ha tropezado? No, no conozco a nadie así de tonto. Tampoco conozco a una que, incluso en esa situación, se quedó callada. Una que por muy cerrada que se haga, aprobaba las acciones del tonto como las más correctas en esa situación.
Vega dejó caer un brazo por fuera de la barca. Las aguas naranjas, tan frescas y ligeras como las de un manantial en primavera, le acariciaban los dedos. Lamentablemente no podía sentirlo. Estaba muerta.
-No estaba prestando atención. ¿Don egocéntrico no pretenderá que admire silenciosamente cada una de sus tonterías, verdad?
-Claro que lo hacías. Si no fuera así, no sabrías que nos atropelló un coche. Yo no te lo he dicho.
Vega se acercó en silencio hasta Ranma y se sentó a su lado. Ojos contra ojos, nariz contra nariz y…limpiaparabrisas contra limpiaparabrisas.
-Tienes razón. No veo ningún detalle que me haga sospechar el motivo de nuestra muerte…hagamos un trato. Grita bien fuerte: "el amor no existe" y te diré cómo "no" salir de aquí. Y digo "no" porque es un imposible. Igual no te angusties. Nadie te oirá; solo yo. No será más vergonzoso que cuando jugabas contigo mismo a los dados. ¿Te acuerdas? Se suponía que tenías que declararte a Akane si salía una suma par…pero siempre terminabas haciéndote trampa para que saliera impar. Comparado con eso, esto es un juego de niños.
Ranma le susurró al oído.
-El amor existe, Vega. Lo sé porque amo a Akane. Y sé que sigues amando a Wu-Bei porque intentas negarlo a cada instante. Solo existe una constante en este mundo y es el amor. Ninguna otra fuerza te obligaría en caso de querer negarle realidad, a hacerlo a cada instante. Este trato me parece mejor. Cuéntame lo de Wu-Bei y luego enséñame cómo salir de aquí. Como dices tú. No debes tener vergüenza. Solo yo te oiré. No puede ser más vergonzoso que vivir en el cuerpo de un chico por meses.
-¡Idiota! ¿No entiendes que las dos historias son una sola? ¿Qué Wu-Bei no lloró lo suficiente por mí? El muy hijo de p…me dejó morir para ganar la vida eterna.
Mil quinientos años atrás.
-Lo siento, hija. No puedes casarte con Wu-Bei. Es un cobarde.
¿Cuántas historias empezaban con la frase que habían pronunciado el padre de Vega? Peor aún, ¿cuántas acababan con aquella noticia? La jovencita no lo sabía ni le importaba. Por su mente solo pasaba una cosa: preguntar cómo era posible que el capitán más valiente del reino, su legítimo prometido, fuera realmente un cobarde. El vencedor, durante el día de Grock, de mil dragones por la mañana y mil gigantes por la tarde. El gran pacíficador del caos que les rodeaba. Su aspecto tan temible como arrogante había ahuyentado durante lustros a todo tipo de seres mitológicos que pululaban por los alrededores. Su prometido era tan irrealmente feroz con los enemigos y tierno con ella. ¿Cómo demonios se atrevía su padre a llamarle así? Si Wu-bei significaba antónimo de valentía, ¿qué quedaba para el resto? Todo eso pretendía preguntar Vega. Pero no podía. Llevaba la boca, la lengua, los dientes y las encías resecas. Incluso las papilas gustativas, secas como una lija, ríspidas como las de un gato. Todos sus fluidos se habían trasladado a los ojos que derramaban ligerísimos ríos de tristeza, mientras el resto del cuerpo se deshidrataba poco a poco del dolor.
De acuerdo, se había negado a realizar el ritual de inmortalización…pero ¿y qué? ¿Qué más daba si no deseaba seguir protegiendo el reino eternamente? Eso no le convertía en cobarde. De seguro tendría sus razones y aunque ella no las entendiera, las aceptaba. Confiaba en él. Nadie que tuviera presa una Hidra porque le gustaba desayunar cabezas de serpiente por la mañana podía ser un cobarde por la noche. No tenía sentido. Y si… y si a pesar de todo lo fuera…a Vega le daba igual. Le amaba. Así, valiente como era. Y también le amaría si se le diera por renegar de sus principales virtudes. El amor debía de ser eterno como sus sentimientos.
Vega se pasó llorando los siguientes dos días en sus aposentos hasta que al amanecer del tercero le despertó un terremoto. Era el mismo Wu-Bei que había vuelto del destierro para hablar con ella. La mayoría de los soldados, fieles todavía a su gran capitán o temerosos de una lucha que sabían que no podían ganar, se apartaban a su paso. Los pocos que intentaban mantener una pose leal al rey…caían como moscas sin recibir daño alguno. Así de fuerte y generoso era Wu-Bei.
La princesa Vega sintió cómo poco a poco se iban acercando los poderosos pasos de su prometido hasta que por fin se detuvieron tras la puerta, sin abrirla. La muchacha esperó unos cuántos minutos. Por un lado le hacía gracias que aquel cúmulo de músculos tartamudeara al verle y agachara la cabeza como si tuviera miedo de ella. Por otro lado, jamás daría el primer paso ella. Si quería raptarla para vivir juntos en el exilio, le parecía bien…pero tenía que ser él quien se lo pidiera por las buenas o lo hiciera por las malas. Sin embargo, al rato escuchó como los pasos de Wu-Bei se alejaban y bajaban poco a poco por la escalera que guiaba a los calabozos.
Solo entonces, Vega perdió la paciencia y salió a su encuentro.
-¿Qué quieres aquí, mastodonte descerebrado? ¿No ves que asustas a los pobres soldaditos de pacotilla que intentan "protegerme"?
-Lo siento, su majestad –se arrodilló Wu-Bei-. Solo será un momento…me he dejado a la Hidra aquí. Será mejor que la lleve conmigo.
-¿Solo por eso has vuelto?
Wu-Bei se puso colorado.
-Por supuesto. No tengo ningún interés en la realeza. En mujeres frágiles como la seda.
El rostro de Wu-Bei se incrustó en una pared cercana empujado por una poderosa patada de Vega.
-¿Te parezco "frágil", descerebrado?
-Wu-Bei se sacudió los trozos de piedra que se habían enganchado entre sus rulos como si se tratara de un poco de caspa.
-Con esos modos, su majestad nunca conseguirá casarse con un noble refinado…
-¡Mejor! –exclamó Vega-. ¡Si yo solo quiero casarme con un mastod…con nadie! ¡Ya lo sabes! No pienso casarme nunca.
-Lo sé. Lo sé. Me lo recuerda siempre su majestad. Igual yo. Jamás mezclaría mi sangre fuerte y roja con la acuosa sangre azul de los nobles.
Por primera vez en su vida Wu-Bei recibió un ataque a su cara que no fue capaz de esquivar ni rechazar. Pafff. Una cachetada dada con fuerza y amor. Una cachetada muy poco recatada.
-Idiota.
-Tengo que irme, su majestad. Hasta siempre.
Vega volvió a pegarle. Pafffff. Esta vez en la otra mejilla.
-¿Así te vas? ¿Sin decirme siquiera por qué has rechazado hacer el ritual? ¿Realmente tienes miedo de morir?
La risa de Wu-Bei, esa carcajada sonora que atemorizaba a los enemigos a siete kilómetros a la distancia, se dejó oír por última vez dentro de palacio.
-¿Miedo yo? Solo temo a una casa y es forzarte a casarte conmigo puesto que claramente no quieres. ¿Qué crees que pasará cuando vuelve del más allá? ¿Qué excusa tendrás para decirle que no te casas al rey? Lo he dejado todo, mi honor, la inmortalidad, la gloria, mi reino…por ti. Porque te am…porque respeto tu decisión de no realizar enlace alguno.
-Entonces haz el ritual, tonto de capirote, yo te…yo te lo ordeno…como tu princesa.
-Demasiado tarde. Ya he tirado la pócima de la inmortalidad en una fosa de Jusenkyo.
Vega se echó ambas manos a la cara.
-Demonios, ¿por qué has hecho eso? ¿Cómo irás al más allá y volverás sin la pócima?
-Está claro. No iré. Mejor dicho, iré pero no volveré.
-¿Planeas vencer al último demonio Rubí de todas formas? ¿Aunque ya nada te obliga?
-Sí. Es lo correcto. Cumpliré con mi deber solo que luego no volveré a casarme contigo. Así todos contentos. Adiós –dijo dándole la espalda.
Vega estiró el brazo entero, cerró el puño y le señaló con el índice.
-Como des un paso más, te daré la paliza que no se han atrevido a darte los cien dragoncitos y gigantes inútiles. Solo un inmortal que beba la pócima de la muerte puede regresar del otro mundo. Un mortal apenas si tiene chances de lograrlo.
-Se equivoca su majestad. Yo puedo. El reino estará a salvo cuando le mate.
Vega cerró los ojos. En teoría la solución a su dilema era muy sencilla. Decirle que le amaba. Luego Wu-Bei se tomaría ambas pociones para morir como un inmortal, viajaría al mundo de los muertos y liquidaría al demonio Rubi que tanto daño les hacía desde el Limbo. Mientras tanto ella se bebería su propia pócima de la inmortalidad, aquella que le permitía llorar indefinidamente, y con su llanto le protegería del sol del otro mundo hasta que regresara. Solo había dos problemas. Wu-Bei había desperdiciado su pócima y ella, ni aún así, le daría el gusto de confesarse antes que él.
-Wu-Bei. Antes de irte me gustaría darte un regalo…pero me da vergüenza. Por favor cierra los ojos.
El mayor héroe de la antigüedad le hizo caso sin entender. Por un lado le cosquilleaba la nariz, hecho que en su enorme experiencia en batalla se traducía como la proximidad de un feroz ataque. Por otro, le latía el corazón a mil por hora. Y más aún cuando sentía a Vega tan cerca suyo. Su respiración casi contra la suya. Sus dedos acariciando sus labios y entreabriéndolos poco a poco. Y luego, un líquido sabroso resbaló por su garganta.
-¡Ja! –exclamó Vega-. Te lo has bebido. Ya eres inmortal.
Algunas lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Wu-Bei.
-¿Esta es tu pócima? ¿Qué pretendes entonces? ¿Qué yo llore por ti? ¿Cómo vas a vencer tú al demonio Rubi? ¿Cómo vas a volver si no eres inmortal?
-En lugar de tomarme la pócima de la muerte, me ahogaré en las fosas de Jusenkyo. Dicen que están sobre la mismísima casa de Rubí en el más allá. Así apareceré cerca de la salida, venceré al demonio de una patada y regresaré antes de que pasen diez horas. ¿Podrás llorar por mi diez horas, verdad mastodonte?
-No te lo permitiré. Es un plan suicida.
Vega le guiñó el ojo.
-Tu plan.
Y Así antes de que Wu-Bei se pudiera abalanzar sobre ella, Vega se escurrió entre sus brazos y se dirigió hacia las fosas de Jusenkyo. Su plan era arriesgado pero delicioso. Wu-Bei tendría que llorar por ella. Más que una confesión desde su óptica. Su triunfo en la batalla que realmente le importaba, en la del orgullo amoroso.
Ranma oyó todo el relato de Vega en silencio. Por momentos tenía ganas de llorar él mismo. Ahora estaba seguro. No había caído en las fosas de Jusenkyo por causalidad. Era el destino. Su historia, su forma de comportarse con Akane, eran idénticas a las de Vega y Wu-Bei.
-Podrías haberle dicho que le querías. Tuviste infinitas oportunidades.
-¿Y justamente tú vienes a reprochármelo? Además da igual. El muy imbécil nunca lloró por mí. No me amaba realmente. Luego lo supe, se negaba a hacer el ritual para no verse forzado a casarse conmigo. Había otra, una tal Ibuki. Y yo, tonta y distraída princesa, nunca fui capaz de darme cuenta.
-¿Por eso me odias? ¿Porque Akane sí llora por mí?
Vega sintió con la cabeza. No tenía ya sangre en las venas pero aún así logró ruborizarse.
-Lo siento –Ranma dejó escapar una lágrima-. Sé que no es lo mismo pero esta lágrima –se la puso en el dedo índice y se la ofreció- es por ti.
Vega la cogió y se la colocó otra vez bajo los ojos.
-No, gracias. Esto le pertenece a Akane. No a mí…-miró hacia abajo y exhaló un suspiro-. Venga, será mejor que practiques un poco aguantar la respiración. La salida está bajo el agua… Es filosófico ¿sabes? Para vivir, primero hay que estar preparado para morir. Huir de la muerte yendo hacia ella.
El muchacho se rascó la cabeza, extrañado.
-¿Nada más? No parece tan complicado. A alguien más se le habrá ocurrido en el pasado. ¿Cómo es que no revive gente a todas horas?
-Hay tres impedimentos –repuso Vega-. El primero es que solo puede revivir gente que realmente sea amada en el mundo de los vivos (la lluvia). Dos, que el muerto en cuestión sea suficientemente puro como para abandonar su última posesión: la barca. Y la tercera no la conozco. Solo sé que la llaman: "la paradoja del amor". Según las leyendas hubo en la historia de la humanidad trescientos cuarenta y cinco personas que superaron las dos primeras pruebas. La última, no lo ha conseguido nadie jamás. Los de mi pueblo, son los únicos que logran volver, pero gracias a la pócima de la inmortalidad.
A continuación, Ranma y Vega se arrojaron al agua. En el fondo, nadaban como en sueños. Sin sentir el frío de las aguas ni las cosquillas de su corrientes. Tampoco hizo falta aguantar la respiración demasiado tiempo. Sus cuerpos muertos no necesitaban de aire para desplazarse. Una veintena de minutos después llegaron hasta una cueva, hogar del demonio Rubí.
-Tranquilo, no está. Hace mil quinientos años tuve suerte. Se encontraba cerca de mí en la superficie y tuve tiempo de matarle antes de que el sol derritiera mi cuerpo.
La cueva era estrecha pero agradable. Infinitas gemas incrustadas en sus paredes le daba unas tonalidades verdosas que contrastaban con el naranja de las aguas exteriores. Ambos muchachos exploraron el lugar abandonado por tantos años durante varios minutos hasta que Vega dio con un objeto raro. Se trataba de un pozo de agua normal. Salvo que en las aguas del fondo, se veía la imagen del cuerpo de Ranma y de Akane llorando junto a él.
-¡Vamos! –exclamó el muchacho, sin notar que el cuerpo muerto de Vega temblaba de temor por la famosa paradoja. Al muchacho solo le interesaba regresar cuanto antes así que escaló y escaló hacia abajo sin mirar atrás y cogiéndose de varias salientes hasta que por fin llegó abajo.
Luego introdujo un pie en el pozo del más allá y en cuanto lo hizo, Akane presintió que el alma de su prometido estaba cerca, sentimiento que le invadió de alegría, e instantáneamente dejó de llorar.
Aquella era la famosa paradoja del amor. Salvado al principio por la pasión del alma gemela, por el llanto que le había protegido durante horas, y condenado por este mismo amor que al final, alegre por el próximo desenlace feliz, dejaba de protegerle sin saberlo. Ranma solo atinó a pensar, mientras subía drásticamente la temperatura del lugar, que aquello que le ocurría era similar a amar sin confesarse. Amar en silencio y vivir en el mundo de los muertos, siempre cerca de confesarse, siempre cerca de revivir y a la postre, cuando por fin se encontraba cara a cara con el objeto del amor…, fallando por la misma culpa del amor. Sin lograr traspasar la puerta de la timidez ni la de la resurrección.
A continuación la última lágrima de Akane tocó el suelo y el sol del más allá dejó de contar con su mayor obstáculo para separar las almas de Vega y Ranma de sus cuerpos. Aún se encontraban ambos en el Limbo a escasos metros de la salida.
Fin de la segunda parte.
Historia bonus
Fin de las vacaciones en España. Días de angustia para críos y jóvenes. Caras largas, nervios, niños que se acuerdan recién ahora que no han hecho nada de tarea y...un pobre Sensei que es blanco de todas las miradas. No, no es mi culpa. El sistema escolar es así. Es lo que toca. El lunes recomienzan las clases y ya. Pero soy profesor y lo saben. Sus miradas de fastidio al verme pasar no dejan lugar a dudas. A partir del martes profesores y alumnos seremos amigos que avanzamos juntos hacia el bien común. ¿Pero hoy? ¿Domingo, último día de vacaciones? Hoy somos enemigos acérrimos. Hoy me odian como si mi existencia y la del fin de las vacaciones fueran hechos inseparables y no hay vuelta que darle.
Fin de la historia bonus.
Ps: Tengo unas ganas de tomarles un examen sorpresa a más de uno.
En el próximo Akane, invadida por la culpa, cae por la azotea… ¿Llegará Ranma a tiempo? ¿Se reencontrarán en el más allá? ¿Pasará otra cosa?
Comentarios
Estimada Hiwatari. Ranma no está muerto. Está en el Limbo…vale, lo maté otra vez. Pero es culpa vuestra. Es lo que más os gusta, la tragedia. Los números hablan: tragedia, romance, humor, en ese orden.
Estimada Akyfin02. Serán tres capítulos. En general suelo hacer lo mismo. En el primero os hago sufrir. En el segundo, consigo que sea totalmente imposible un final feliz. Pero en el tercero me saco de la manga un final feliz aunque tenga que recurrir a técnicas ridículas o episodios poco creíbles.
Estimada elena 79. No intentaba ser tétrico. Solo quería que quedara claro físicamente que los dos habían muerto al mismo tiempo por lo mismo. Para que el desdoblamiento de cuerpos y personalidades fuera más impactante. En fin, una técnica narrativa más. En cuanto parece que se separan por sus conversaciones, describo el limpiaparabrisas y parece como que algo los uniera otra vez. Me pareció menos violento usar eso que una cicatriz.
Estimada angelikitap4emmett. ¿Se puede salir de Limbo? No lo sé. Habría que leer este capítulo y el que viene. Sobre todo el que viene porque en este…mmm…ya habrás visto que parece que no.
Estimada minefine7. Y sí. Hay una evidente influencia de la historia de Orfeo en este fic que en este capítulo se hace más patente. Gracias por notarlo.
