A la deriva en el Más Allá. Final.

Ranma notó cómo de golpe las gotas de lluvia iban disminuyendo su intensidad. Pronto entendió por qué. La imagen en el pozo no dejaba lugar a dudas: Akane había dejado de llorar y se había lanzado fuera de la habitación en busca de Tofu. De seguro esperaba algún tipo de cura milagrosa. Lamentablemente, ya nunca se produciría.

-Ranma –le gritó Vega-, cierra los ojos. En menos de lo que canta un gallo, el sol nos carbonizará hasta la médula. No es que importe mucho pero dicen que así se soporta mejor la pérdida corporal.

El muchacho le hizo caso. La estúpida paradoja del amor le daba asco. Por un lado, morir tan cerca de la persona amada no le parecía justo. Por otro, todavía algunas lágrimas de Akane cubrían su rostro y le protegían. Quizá fuera posible saltar al otro lado. Escapar antes de que se evaporaran. Dio un paso, dos, tres. Hasta que de pronto oyó a Vega otra vez.

-No lo hagas, Ranma. Si no lo consigues, perderás tu cuerpo y tu alma. En el paraíso podrás disfrutar de una muerte eterna, sin sentimientos pero con plena consciencia de tu yo. Si cruzas el pasaje ahora…desaparecerás para siempre. No te preocupes. En unos años, podrás verla de vuelta. Cuando ella muera.

Ranma abrió los ojos.

-No lo entiendo, Vega. ¿No se supone que el sol nos evaporaría de forma instantánea? ¿Por qué ahora tenemos tiempo de debatir sobre lo que conviene o no conviene hacer?

Vega abrió los ojos, también. Todavía llovía. Menos, de forma débil y esporádica, pero sin lugar a dudas…llovía.

-Tienes razón, Ranma. A lo mejor Akane sigue llorando en voz baja.

El joven escaló el pozo hasta quedar nuevamente fuera de él. Luego le cogió de la mano.

-Deja de negar tus sentimientos, Vega. Para mi está muy claro lo que ocurre. Wu-Bei es quien está llorando por ti.

La jovencita pelirroja se zafó con gesto de fastidio y le dio la espalda.

-No digas tonterías.

-No lo hago. Has dicho que Wu-Bei es inmortal. ¿Por qué no? Solo tienes que asomarte tú y mirar. De seguro las aguas del pozo te devuelven la imagen de un viejito descomunal lagrimeando todavía por ti.

-No. Él me abandonó. A propósito. ¿Y pretendes hacerme creer que estuvo llorando por mi, mil quinientos años? El amor no existe y de existir, NO ES ETERNO.

-Sí que lo es, testadura. Yo, por lo menos, lloraría ese tiempo y más por Akane. Vamos, ven conmigo. Volvamos juntos y habla con él. Seguro que hay una explicación…

-Idiota –le interrumpió Vega-. Wu-Bei…jamás haría algo así. Él quiere a Ibuki. Esa despampanante amazona. Me la ha mostrado el demonio Rubi antes de morir. ¿Sabes lo que hacían, no? Reírse de mí, sobre mi tumba. De la mano. Se besaban. Incluso recuerdo que el descerebrado cogió una de las flores de mi féretro, la que había dejado mi padre, y se la colocó sobre una oreja, para adornar su cabellera.

-¿Y tú le crees a un demonio antes que a Wu-Bei? ¿A unas imágenes falsas antes que a los hechos claros y evidentes? Está lloviendo por uno de los dos y no es por mí.

Entonces, el rostro de Ranma se puso más pálido que pecho de paloma. Se había volteado un instante para invitar a Vega a que mirara otra vez en el pozo. Pero las imágenes que allí se veían eran lapidarias. Tofu había revisado su cuerpo en el mundo real y luego le había explicado a Akane que ya nada podría hacerse por él y que pronto le desconectaría. Ella había simulado acusar el golpe pero en cuanto se vio sola, comenzó a trepar las escaleras rumbo a la azotea.

Ranma se arrojó al pozo gritándole a Vega.

-Volveré por ti. Lo prometo.


El cuerpo de Ranma se estremeció en la cama. Una multitud de cables le cubrían de pies a cabeza y casi no le dejaban moverse. Estaba débil. Lento. Confundido. Con un esfuerzo terrible logró llevarse la mano a la cara. El limpiaparabrisas ya no estaba. En el fondo, solo había atravesado su rostro desde el pómulo hasta el mentón. No había pasado por ningún órgano vital. Su casi muerte se debía únicamente a la conmoción del choque.

Imaginad por un momento su desesperación. Había pasado por tanto para reunirse con Akane y ahora que por fin lo conseguía…casi no podía moverse. Y mientras tanto, el amor de su vida daba más y más pasos para atravesar el mismo pasaje que había cruzado él instantes atrás, pero en dirección contraria.

Pese a todo Ranma era un artista marcial. Capaz de darle órdenes a su cuerpo, ordenes tan terminantes y seguras, que este no se atrevía a desobedecerlas por muy fatigado o mermado que estuviera. Así pues, por pura fuerza de voluntad, se puso de pie y se quitó toda conexión que le encadenaba a las máquinas de control.

-¡Akane! –gritó o, mejor dicho, intentó gritar pues solo logró exhalar un ligero susurro.

Fuera de la habitación reinaba un silencio extraño en un hospital. Por suerte para Ranma, ya estaba anocheciendo y no había ni visitantes ni enfermeras por la planta en ese instante. De haber ocurrido, le hubiese arrastrado a la camilla para efectuarle mil análisis. No tenía tiempo para eso.

Frente a él, serpenteaban hacia arriba dos escaleras. Una daba a la azotea izquierda y la otra a la derecha. ¿Cuál había cogido Akane? Imposible saberlo. Daba igual. Como ya se ha dicho, Ranma era un artista marcial. Tenía la mente preparada para tomar decisiones vitales en cuestión de instantes. El porcentaje de acierto (cincuenta), comparado con el exiguo cinco por ciento de la elección entre veinte técnicas en el calor de una batalla, le parecía tan alto que casi ni dudaba ni temía equivocarse.

Escogió la izquierda.

Unos minutos después alcanzó la cúspide de aquello que le había parecido una montaña imposible de escalar. En el fondo, Ranma no dejaba de ser un japonés que como los Caballeros del Zodiaco era capaz de vencer a un enemigo fuertísimo durante los primeros tres minutos del episodio y luego, tardar los siguientes veinte en escalar tres escaleritas de nada.

Miró enfrente, por atrás. A la izquierda y a la derecha. No había nada. Luego volvió a mirar hacia la derecha, esta vez, más allá de la azotea y entonces lo vio. Un bulto akanil se desmoronaba al vacío desde la azotea derecha. Ranma dio el salto más grande que había dado jamás. Un salto increíble dado su estado…pero ya era tarde. Solo logró llegar hasta el borde por el que se había precipitado Akane y a acariciarle el fin del vestido con la yema de los dedos. Luego, la gravedad, otra diosa impasible y más poderosa que el amor, hizo su trabajo.

Había que reconocer que el Viento, un dios menor pero potente, porfiaba con todas sus fuerzas por rebelarse ante sus hermanos mayores: Gravedad, Destino, Fortuna y Calamidad, soplando endemoniadamente hacia arriba. Desde pequeño, solo había tenido ojos para su hermanita menor, la dulce y entrañable Amor. Sus esfuerzos, sin embargo, eran inútiles frente a la altura del hospital y la indiferente y hercúlea fuerza de Gravedad.

Ranma calculó la trayectoria. El viento le había dado un segundo de aire para intentar el salto heroico. No era suficiente. De ninguna manera llegaría a ella antes de que tocara el suelo y aún de hacerlo, le sería imposible darle la vuelta a tiempo para amortiguar la caída. Aún así, Ranma se arrojó al vacío insuflado por el Amor, una diosa tonta y pequeña, que nada entendía de estadísticas ni de cálculos, trayectorias y demás tonterías del dios supremo, Geometría, aquel que dominaba con mano de hierro a todos los demás.

El dios del Viento sopló hasta ponerse morado. Hasta tal punto, que pronto le rodearon un montón de hojas de árboles. Algunas verdes, pero la mayoría –era otoño-, marrones, rojas y anaranjadas. Al principio no se notó bien, básicamente porque tantas hojas de la gama rojiza rodeaban a Akane pero luego, no hubo lugar a dudas, una joven pelirroja cogía a Akane en el aire con un salto prodigioso y la depositaba sana y salva en el suelo. Era Vega.

Ranma no tuvo tanta suerte. La joven que había vuelto del más allá no tuvo ni el tiempo ni la fuerza de atrapar a ambos enamorados entre sus brazos. A Ranma le daba igual. Akane estaba a salvo, Vega había decidido creer en el Amor. Daba igual si volvía al Limbo. Para él se trataba de un final feliz. Luego, cayó sobre un elemento gigantesco, a la vez acolchado y duro, que amortiguó el golpe. Era la enorme mano de Wu-Bei.

Akane cayó casi desmayada. Luego, su prometido le abrazó y le fue explicando poco a poco su odisea y la identidad de su salvadora. Mientras tanto, otros dos enamorados volvían a hablarse en idénticas condiciones que ellos.

-Princesa…

-No me llames así. Mi reino ya no existe. Soy una plebeya más, Vega.

-Lo siento…princesa…para mí siempre lo serás.

-¿Qué pasó con Ibuki, mastodonte traidor? ¿Ya se murió? ¿O te usó para conseguir la vida eterna también y luego se largó con otro menos feo?

Wu-Bei intentó tartamudear una respuesta acorde a la situación. Desde luego Vega había regresado desde el más allá. Eso quería decir que al menos una parte de ella estaba dispuesta a creerle. Sin embargo, estaba tan guapa y hacía tanto tiempo que no la veía que las palabras se negaban a salir de sus labios. La cruel paradoja del amor. Un inmenso y abrasador amor les había permitido trascender el tiempo y la fatalidad para reunirse y ese mismo amor les impedía a la postre, entenderse.

Mientras Wu-Bei tartamudeaba excusas torpes e inaudibles, Akane terminaba de oír la historia de los labios de Ranma.

-Dile a Vega que Ibuki no existe.

-¿Cómo sabes que no existe?

-Porque Ibuki nunca existe. Es una constante aún más fuerte que la del amor eterno.

Ranma sonrió. Quizá fuera la terrible experiencia de casi morir o la aún más horrible de ver a su amada cayendo al vacío. Pero el caso es que había madurado algo.

-No puedo ayudarles. Tiene que ser Vega misma la que se de cuenta de eso.

Akane frunció el ceño.

-¿Qué estás queriendo decir? ¿Qué debería ser yo la que me de cuenta de que no te interesan Shampoo ni Ukyo? ¿Qué todo esto es mi culpa?

-Estoy diciendo que casi me muero sin confesarte cara a cara que te amo.

A Akane le brillaron los ojos como nunca. Usualmente alguien les interrumpiría o a uno de los dos les daría vergüenza. Pero ya no. Ranma lo había dicho de verdad, sin pausas, sin miedos. Con naturalidad. Esa expresión serena le daba confianza. Por primera vez le creía al cien por ciento. No solo a los hechos, evidentes gestos de amor que tenía con ella desde siempre. En esa ocasión, por primera vez, acciones y palabras iban de la mano, sin conflicto.

Vega vio enrojecer el rostro de Akane. También el de Ranma. Además, observó como se iban arrimando poco a poco. En silencio, con cariño. Y descubrió que en unos instantes se besarían. Se dio cuenta que hasta Ranma y Akane, eran capaces de descubrir el amor sin complejos. Confiar en el otro y confesarse. Si no se daba prisa, si no besaba a Wu-Bei antes de que ellos juntaran sus labios entre sí, pasaría a la historia como la mujer más timorata y tímida del mundo, la tonta y orgullosa Vega que había tardado más en confesarse que incluso Ranma y Akane.

-¿Cómo sabías que estaba aquí? –le preguntó con prisas-. ¿Cómo sabías que había resucitado?

-No estaba seguro. Pero en China se rumoreaba últimamente que había aparecido una pelirroja marimacho en Japón. En cuanto lo supe, me subí a la galera regia con mi querida Ibuki y vine para aquí. Si no te molesta, iré a buscarla ahora…no le gusta quedarse sola mucho tiempo.

-No…no me molesta –suspiró Vega y se sentó en el suelo, mientras Wu-Bei se retiraba por un callejón cercano. A sus espaldas Ranma y Akane se besaban apasionadamente en un rincón.

¡Dios, Ranma! Cuánto te envidio. Tú, besándote con esa y yo…teniendo que conocer a la tal Ibuki con las buenas maneras de una princesa a pesar de tener el corazón hecho añicos. ¿Por qué me dejé engatusar por ti? ¿No estaría mejor yo en el Limbo con un limpiaparabrisas incrustado en la cara? Sería mil veces menos doloroso.

De pronto, Vega sintió una especie de brisa húmeda, como si el viento, convertido en pequeño cachorro, le lamiera con su lengua de aire la espalda. Luego sintió otro lengüetazo más en el cuello y en el brazo. Y eso ya no era viento. Había visto perfectamente como una lengua larga y finita se depositaba sobre su muñeca antes de esconderse nuevamente.

-¡Ibuki, Ibuki! –exclamó Wu-Bei a lo lejos-. Deja a la princesa en paz. No seas maleducada.

-¡La Hidra! ¡Ibuki es la Hidra!

-Claro, si me voy a pasar una vida eterna con ella (las hidras son inmortales también), mejor ponerle nombre, ¿no?

-¿Por las tardes juegas con ella como si fuera una mascota y por las mañanas te desayunas una de sus cabezas?

-No me juzgues. Soy un mastodonte de hace mil quinientos años. Además sé que no le duele.

Dicen las leyendas, que pronunciadas estas palabras, Vega y Wu-Bei se montaron en la Hidra y partieron de la mano hacia China. Desde entonces fueron felices. Sobre todo Vega, pues no existe mejor desayuno en el mundo que la cabeza de tu rival en el amor servida en bandeja de plata.


Dos semanas después del accidente de tráfico Ranma y Akane se casaron. Pasaron una noche de bodas tranquila y dos estupendos días de relax. Por la tarde del tercer día Akane sorprendió a Ranma intentando amordazar a Nabiki y atándola a la cama de su cuarto con sendas cadenas.

-Matadme, matadme –vociferaba la mediana de las Tendo-. ¡Y que alguien llore por mí, por favor! ¡Llorad todos!

-¿Qué le pasa? –preguntó Akane horrorizada.

-Nada. Se me ocurrió contarle que por la zona sur del Limbo hay cataratas de monedas de oro. Árboles que dan esmeraldas como fruto. Mariposas con alas de plata…

-¿No puedes vivir sin martirizar a una Tendo con tu enorme bocota, verdad?

-Parece que no.

Fin.


Aclaraciones. Imagino que no hace falta pero por las dudas. La Hidra es un monstruo mitológico de múltiples cabezas. Virtualmente imposible de matar pues, si le cortas una, le nace dos o tres en su lugar. En ocasiones se utiliza a la Hidra como metáfora del rumor. Pues no importa cuanto luches por apagarlo, o a cuantas personas convenzas de que es falso, más y más fuerte se propagará por el resto de la sociedad. Por cierto, matarla es uno de los doce trabajos que le encomendaron a Hércules. ¿Cómo lo hizo? Muy fácil, cortó todas las cabezas al mismo tiempo y de un solo golpe.

Para la paradoja del amor me basé en el mito de Orfeo. Gran músico que tocaba la lira. Desciende a los infiernos para intentar recuperar a su mujer muerta, Eurídice, y logra pasar, durmiendo al guardián de la entrada, Cerbero, con su música. Hades se conmueve al escuchar sus lamentos y le deja llevársela a cambio de que él camine por delante y no mire nunca atrás hasta salir del infierno. Orfeo cumple, a pesar del temor de ser engañado y de que pasan múltiples demonios cerca de ellos. Cuando por fin salen y se da vuelta, Eurídice todavía tiene un pié en el infierno y se desvanece. Es la historia más triste probablemente que haya inventado un ser humano jamás. Claro que Rumiko nos lo hubiese terminado con los dos corriendo hacia la superficie por indicación de Hades y sin haberse declarado todavía.


Historia Bonus

Cómo me enamoré de Minefine7

Hace unos pocos días Minefine7 y yo cumplimos nuestro dieciséis aniversario juntos. Como todos los años me he puesto a recordar cómo éramos entonces. Es un proceso curioso porque, naturalmente siendo hombre, no recuerdo nada de cosas de hace diez o doce años y, sin embargo, lo que ocurrió durante aquellos meses, lo tengo grabado como si hubiese ocurrido ayer.

Fue en mis primeros días como estudiante universitario de Letras en Buenos Aires. Ya veis; hace mucho y en un lugar tan distante en kilómetros que pareciera que ocurrió en un mundo paralelo de estos que me gusta describir en los one-shots.

Como estudiante, he de confesar que tenía un gran problema. La verdad es que odiaba y todavía odio fumar. De hecho, el humo del cigarrillo en ambientes cerrados me hace sufrir horrores. Y claro, no sé ahora, pero en ese entonces era una ley no escrita de la UBA que todo asistente digno a un teórico debía pasarse las dos horas completas fumando. Especialmente los chupamedias que se sentaban adelante. Atrás estaba un poco mejor la cosa pero no se oía bien. Por tanto, encontrar un sitio desde donde pudiera al mismo tiempo seguir las palabras del profesor y escapar de las densas humaredas, me costaba un montón.

Aquella mañana pues, había llegado al práctico de gramática de las ocho, quince minutos antes. Para poder hacerme con un sitio bueno por el medio.

A escasos metros estaba el centro de estudiantes que sacaba las fotocopias de casi todas las materias y un listado colgado con los materiales ya disponibles. Mirando aquellas hojas, se encontraba Minefine7. Me enamoré enseguida. Tampoco os voy a mentir. En ese entonces solía enamorarme con cierta facilidad. Como era tan tímido, dudosamente lograba profundizar mi relación con ninguna chica como para que me atrajera algo más que el aspecto físico y la personalidad que yo me imaginaba que debía tener. Como de Minefine7, me habré enamorado de miles en el pasado sin nunca llegar siquiera a hablarles o a conocerlas mejor, sin que ellas se enteraran siquiera de que yo existía. Tenía una idea romántica de lo que es el amor, consistente en admirarlas desde lejos y en privado. En la secundaria había tenido alguna relación pero demasiado fugaz. Lo suficiente como para no vivir desesperado pero no, para enterarme bien de lo que era el amor.

Podríamos decir que Minefine7 antes que madre de mis hijos, esposa, mujer de mi vida y amor sin límites, fue la primera amiga de verdad del sexo femenino que tuve. Aquella amistad que se forjó ese día fue -y es- la base de una relación de confianza ciega.

Ya desde el principio me llamó la atención una serie de cualidades suyas que no había visto jamás. Por ejemplo, ella vivía a dos horas de autobús de la facultad. Yo, en mi infinita arrogancia y estupidez, estaba orgulloso pro haber madrugado 15 minutos más y sin embargo ella había dormido ciento veinte minutos menos que yo. Lógicamente, por el largo viaje no le convenía volverse a casa como lo hacía yo al mediodía porque luego teníamos teórico por la tarde. Así que se pasaba literalmente el día entero en la facultad…estudiando. Tenía la costumbre de subrayar las fotocopias con resaltador fosforecente. Todavía hoy no he llegado a entender qué patrón seguía para cambiar de color pero he de reconocer que sus apuntes como cuadros, tenían mucho valor artístico. Su mochila, enorme y repleta, le acompañaba a todos lados como si fuera parte de ella. Y guay del que quisiera robarle una asiento en el autobús, pues recibía siempre un mochilazo que lo dejaba incrustado contra la ventana más próxima.

Siempre he sido competitivo -si no me creéis, recordad la historia de cómo aprendí a nadar-. Así que conocer a alguien como ella fue como recibir una bofetada en toda la cara. Al lado suyo, yo no estaba rindiendo ni a la décima parte de mis posibilidades. Suficiente motivación para que se me metiera unas dudas terrible en la cabeza. ¿Cómo podía mi amiga ser tan trabajadora sin quejarse nunca? Siempre de buen humor, siempre haciendo chistes malísimos con juegos de palabras. ¿Y por qué lo hacía sola? Siendo tan guapa y tan simpática, qué fácil que le sería hacerse con un grupo de amigos en situación idéntica a la suya que le acompañara durante la larga estadía de cada día. Así que pasados unos pocos días, sin encontrar una respuesta acorde a la atracción que sentía por ella, tomé la gran decisión que cambió mi vida. Yo y únicamente yo, sería ese grupo de amigos. A partir de entonces, me pasé, supuestamente para estudiar mejor, largas horas con ella. Íbamos a los prácticos juntos, repasábamos en aulas vacías juntos, almorzábamos juntos y volvíamos al teórico juntos. Unas diez horas diarias con la chica que provocaba que se me entrecortara la respiración. Y estamos hablando del tímido que jamás había hablado antes más de diez minutos seguidos con ninguna. Fue sin lugar a dudas la época más bella de mi vida. Hacer lo que me gustaba, estudiar, con la mujer que me gustaba a diario. Poco a poco fui acumulando más detalles que me hacían perder la cordura sobre ella. Su bello nombre. Su segundo y aún más perfecto apelativo que tan bien rima con el primero. Su forma de caminar. Que no tuviera vicios o que no le gustara maquillarse. Sus enmarañadas explicaciones sobre cómo funciona el mundo. Todo me parecía maravilloso en ella. Incluso las cosas menos catalogables como virtudes, como su costumbre de chocarse con todas las puertas o de atrancarse ella sola con la cremallera de su chaqueta. Lo interpretaba como las distracciones de una genio hermosa. Y hablando de chaquetas, tenía y todavía tiene, la costumbre de pegarme un codazo en la nariz cada vez que se pone una, sin importar en qué sitio me encuentre yo. Si eso no os parece la más pura y sincera demostración de amor es que no habéis visto suficientes capítulos de Ranma y ½.

Lo único malo era un detalle horrible. Mi versión anterior, la de enamorado a la distancia, jamás se planteaba la posibilidad de llegar a algo más. Lo veía como un imposible. Una diosa rebajándose a besar un sapo…pero ¿y Minefine7? ¿Sentiría algo por mí? Por momentos parecía que sí. Por muy ingenua que fuera, éramos un hombre y una mujer que se pasaban diez horas a solas todos los días, hablando de todo y compartiéndolo todo. Daba igual si no éramos pareja, si no nos habíamos declarado. Nuestra forma de convivir entonces no era muy diferente a la de hora. Haciendo cosas uno al lado del otro y compartiéndolas como un equipo engrasado cuyo principal motor para el trabajo era, quizá, la mutua atracción. Si aceptaba algo así era porque disfrutaba pasar el tiempo conmigo. Así pues, ¿éramos solo amigos?

Ya sé que en los mangas esta situación puede extenderse por siempre. Pero en la vida real, aquello tenía que romperse por un lado. Es posible que por la forma de contarlo os haya dado la impresión de que habían pasado varios meses, pero no es verdad. En rigor, solo pasaron dos semanas. Sobre el final de la segunda, hice la gran pregunta, la que definiría si éramos amigos, colegas de estudio, o algo más:

-¿Ti…tienes novio?

-Sí. Se llama Ese.

¡Por supuesto que lo tenía! ¿Cómo iba a estar disponible una chica así? Tonto de mí. Usualmente, cuando amaba a la distancia, aquel percance daba igual, lloraba un poco a solas, me buscaba a otra y me enamoraba de ella en silencio hasta que descubría que tenía novio o le gustaba otro y vuelta a empezar. Pero entonces, fue diferente. Me invadió una pesada tristeza imposible de aguantar. De inmediato me di cuenta de que realmente estaba enamorado de Minefine7. Y que era la primera vez que me pasaba. Que todos los anteriores ·enamoramientos" eran los juegos de un niño con una espada de juguete haciendo de caballero, o con una pistola de juguete haciendo de cowboy, o con unos sentimientos falsos, haciendo de poeta enamorado. Aquello fue muy distinto. Amaba a Minefine7 y lucharía por ella hasta el final.

Fin de la primera parte de la Historia Bonus

En la próxima, la declaración.


Comentarios

Estimada Hiwatari. ¿Deprimida? Ya se arreglarán las cosas. Tarde o temprano el Universo siempre termina acomodando las cosas a tu favor. Es cuestión de esperar. Si no es pronto, siempre puedes esperar, recurriendo al mundo de la fantasía en donde las cosas salen como uno quiere y cuando uno quiere. Sobre la pregunta del nivel de clase que doy…soy profesor universitario pero he dado clases a todos los niveles. Cuando empecé, por ejemplo, daba clases particulares de casi todas la materias a niños de primaria y chicos de instituto.

Estimada minefine7. ¿Final trágico? Jajajaja. Final trágico…siempre me encantaron tus chistes malos. Agradecé que no se me dio por contar uno en la Historia Bonus.

Estimada Massy13. Ya tenía pensado escribir una historia del Más Allá. Por eso había dado por muerta a Ibuki. Porque el plan original era hacerla aparecer en el Limbo. Y que nadie me pudiera decir nada. Pero al final tuve que cambiar de idea sobre la marcha. Me parece que en este caso por lo menos, he utilizado a la siempre disponible Ibuki con más acierto.

Estimada elena79. Al final no torturé a nadie. Soy blando.

Estimada Akyfin02. Maaaaal. Los profesores somos una logia oculta. Me he visto en la obligación de comentarle a todos tus profesores que no has hecho la tarea. Igual tranquila, no creo que te conozcan por tu apodo de fanfiction.

He leído tu comentario sobre "!Por Dios!". No sé si algún día me animaré a intentarlo pero sí que me lo tomo más en serio. Los corrijo varias veces y no los doy por terminado hasta que me parecen perfectos. Tengo escritos varios como ese -el otro cuento infantil que he subido es "Marina, la sirena que no sabía nadar"-. Muchas gracias por dejarme un review. Realmente aprecio mucho que me leáis también las cosas no relacionadas con Ranma y Akane. Me alegro un montón que te haya gustado.

Estimada angelikitap4emmett. Has acertado. El mastodonte sí que lloró y mucho (además cumplí mi promesa –muy disimuladamente- de poner a otro hombre llorando pasados unos capítulos. Seguro que nadie se dio cuenta).

Estimada Akaneyangtz. La historia anterior la consideraba bonus…pero bueno, ya os he compensado con una más larga.

Estimada RosemaryAlejandra. ¿De verdad haces eso? ¡Qué divertido!

Estimada Maxhika. A mi también me gusta Beetlejuice. Incluso creo recordar que se hizo tan famosa que sacaron unos dibujos animados que veía a menudo. Ah! Es verdad... te llamas Rubi. Ha sido una tremenda casualidad. Aunque no me gusta dar muchos datos reales de mi familia, tengo que decirte que el segundo nombre verdadero de Bulmita es Esmeralda.