La fragancia del amor.

-¡Qué mal que huele!

Akane no era tonta. Sabía de sobra que sus compañeras más superficiales asociaban el mal olor a algún tipo de defecto social, casi como si el alma podrida emanara su verdadera condición a través del cuerpo. Las olfato-sensitivas por tanto se sentían en derecho de catalogar el mundo entero según este ligero detalle. Daba igual si no olieras realmente, un grito de más, una mala elección en la combinación de colores de la ropa bastaba para que dijeran: ¡Parece que Seiko, Sayuri -o quien fuera- hoy no se ha bañado! Del mismo modo, quien quiera que osara emanar en su presencia un hedor por leve que fuera y por muy buena persona que pareciera, pasaba indefectiblemente a considerarse mala, horrible y prescindible socialmente hablando.

Akane no se engañaba. Siempre había sido así la cosa. Solo que ahora, con diecisiete años, se notaba más. Incluso Ranma… -Sí, sí, Ranma-, procuraba comportarse en público. Salir volando por los aires con dieciséis le hacía ver "lindo, guapo, simpático, etc". Con diecisiete…había tenido una bronca de artistas marciales sudorosos con la hedionda. Un chico que decía cosas altisonantes con dieciséis era un dulce e inmaduro jovencito tímido. Con diecisiete, parecía en el mejor de los casos, un lunático como lo había sido Kuno y en el peor, un niñato ridículo.

La vía de escape para los resolver los conflictos sin resolverlos se les había evaporado, por lo menos en público. Si antes podían descargan adrenalina a todas horas, ahora Ranma se convertía en un taciturno acatador de las normas sociales tan pronto como ponía un pie fuera del Dojo. Una doble capa de falsedad les separaba desde entonces. Si antes sentían amor, les deba vergüenza y lo ocultaban con chillidos y golpes, ahora la secuencia se había agrandado: amor, vergüenza de sentir amor, vergüenza de expresarlo públicamente de forma poco adecuada, silencio.

Akane se había acostumbrado. Le daba igual si lo que había oído recién iba dirigido a ella o a cualquier otro. Simplemente las ignoraba. Eso sí: le chirriaba un poco que Ranma entrara en ese tipo de falsedades, extrañaba melancólicamente sus guerras marimacho-fenomenescas, pero lo asumía como el precio a pagar por crecer. También sabía de sobra que si no cara a cara, a sus espaldas hablaban mal de ella seguro y ya no le importaba. Lo que sí le ponía frenética y no podía contenerse, era que hablaran mal a escondidas de Ranma.

-Diecisiete años y sin novia conocida. ¡Qué mal que huele esto!

-Sí, si, huele a que cuando se moja sale del armario.

-Jajaja. Tú lo has dicho. No sé cómo no se ha dado cuenta la pobre de Shampoo todavía…

-¿Qué esperabas...? ¿De alguien con esos modales…? Entre ellos no se apestan. Son como los perros que se huelen las colas unos a otros.

Los pasos de Akane, que hasta el momento desprendían el brillo propio de la ligereza de un artista marcial entrenado, se tornaron de pronto pesados y plomizos como el tiempo.

-¿Qué te pasa, Akane? –preguntó Sayuri-. No pensarás defenderle, ¿verdad? Creía que no te importaba.

-A mí no, pero a él sí.

-Yo no lo haría –retrucó Sayuri mientras seguían avanzando-. Lo empeorarás. Ahora hablan de Ranma porque le toca; nada más. Si las enfrentas, os convertiréis en su objetivo. Os destrozarán a los dos continuamente.

Akane suspiró.

-Sí, tienes razón. No soy capaz de luchar con ellas en su terreno.

Una sonrisa se dibujó en la cara de la chica del pelo azul. Había tomado la decisión más madura. El pasillo era largo. Todavía le faltaba caminar varios metros para llegar hasta su posición, pasarlas y acceder a la escalera que daba a la salida del instituto. Decidió echarles un vistazo. A la primera que divisó fue a Moko. Era alta, delgada y muy fea. Ya de pequeña lo había advertido como un defecto y había sufrido lo indecible para esculpirse a sí misma a imagen y semejanza de las guapas. No lo era pero lo parecía. Se comportaba adecuadamente, obedecía ciegamente a la jefa del grupo y recibía su bendición y protección real. Eso a los ojos de los demás equivalía a obtener un título de no-fealdad. Poco importaba si su éxito con los chicos era escaso, las burlas habían cesado y podía vivir relativamente en paz. Al lado de ella se encontraba Rimi. Ella sí que era preciosa. De hecho, sus partes desbordaban más que las de Shampoo. Situación que pronto se había convertido en un problema. Envidia de las demás, persecución constante de los chicos y todo tipo de rumores sobre su moralidad. Solo cuando consiguió integrarse en el grupo, gracias a su amiga Moko, adquirió cierta destreza social para vestirse ocultando lo inocultable y la bendición papal para no ser agredida a sus espaldas. La tercera, Akari, se encontraba sentada en el primer escalón de la escalera. Se trataba de la más parecida a Akane. Vestía con cierto descuido. Mascaba un chicle con poco recato, al punto que se le veía de vez en cuando la pala central ausente. Y no cruzaba del todo bien las piernas. Llevaba un moño en el pelo que intentaba adornar la cabellera revuelta pero tenía una mancha bastante visible que le afeaba un poco. Eso sí. Era fuerte; lo suficiente para proteger al grupo entero en caso de necesidad. Nunca se sabía qué loca iracunda podía atacarles por sus comentarios mordaces. Además, su padre, político él mismo, e hijo y nieto de grandes figuras del mundillo directivo de Nerima, tenía bastante dinero e influencias. La cuarta, Ibuki, era la jefa, líder y mandamás del grupo. Su razón de ser y cohesión. Y la única que reunía todas sus "virtudes": riqueza, fuerza, belleza y perfección en el modo de comportarse, y ninguno de sus defectos. Se trataba del modelo a seguir. La norma andante que identificaba a cada paso qué estaba bien y qué resultaba incorrecto.

Se trataba en el fondo de una chica tan superficial que la mayor parte de los profesores se preguntaba si realmente existía. Parecía la sublimación de la nada más absoluta, la costura, parche a parche, de todo lo chic. Sin ninguna falta que le diera identidad o carisma.

Y sin embargo, sí que existía. De hecho, se ocupaba bastante bien de demostrarlo. Incluso alguien tan acostumbrada a combatir a diario como Akane no pudo dejar de sentirse levemente intimidada cuando las cuatro chicas le rodearon.

-Por fin nos conocemos. Tú debes de ser la pobre prometida de Saotome-kun, Tendo, Akane.

Akane asintió intentando parecer ocupada y aceleró el paso.

Yo soy Ibuki Ibuki. Que no te extrañe. También es un apellido, ¿sabes? Aunque la gente suele llamarme DobleI.

-Encantada de conocerte, DobleI.

-¡He dicho la gente! –chilló de golpe-. La basura pestífera debe dirigirse a mí con respeto: Ibuki-senpai. O Ibuki-dono si te apetece. Lo has entendido Akane-menba. Y tú, Sayuri-yogisha –se dirigió a la amiga-, más te vale que no te juntes más con hediondas o se te podría pegar el olor.

Probablemente Akane hubiese logrado ignorar el despectivísimo sufijo "menba", utilizado solo con los peores criminales, si la cosa hubiese quedado solo allí. Pero utilizar "yogisha", un honorífico que equivalía a "sospechoso de delito", con su amiga le superaba.

-Sayuri-san, vamos.

-Claro, Akane-kyoshi -repuso la amiga cerrando los ojos y sabiendo a ciencia cierta que aquella forma de nombrarle, aquella lealtad ciega con la peliazul, le iba a costar muy caro. Lo que no había calculado era que dirigirse a Akane con un honorífico de profesora avanzada en las artes marciales, le iba a repercutir negativamente en ese mismo momento. Cuando lo entendió ya era tarde. Akari, la marimacho del grupo acosador, ya le había tirado al suelo de un puñetazo.

-Bien hecho, Akari-Shisho –exclamó Ibuki Ibuki.

Según Esíodo y Ovidio la caída del hombre del paraíso no se dio por culpa de Shampvíbora. En rigor a la verdad hubo una época en que Dioses y hombres compartían la mesa en razón de igualdad. Aquello se llamó la Edad de Oro de la humanidad ya que vivíamos literalmente como ellos, los árboles nos daban sus frutos sin que trabajáramos, no envejecíamos y a la postre, moríamos plácidamente. Luego existió una degradación de nuestra situación que nos llevó a lo que vivimos ahora, la edad de Hierro. En el medio, la de Plata, en la que ya había que trabajar la tierra y la de Bronce. Según las versiones, a veces se suprimía la de Bronce y se pasaba directamente a la de Hierro y a veces al revés. La cuestión era que en honor a este mito del que poco conocía Akane, la muchacha guardaba entre sus posesiones más preciadas, tres mazos. Uno correspondiente a su Edad perfecta, la niñez, hecho de un plástico suave y delicado. Otro, propio de la adolescencia, hecho de madera, aquel que tenía tallada la cara de Ranma en su contorno de tanto usarlo exclusivamente con él. Y por último, uno de hierro, el de la madurez, que todavía no había usado nunca con nadie. Ibuki Ibuki, como no podía ser de otra manera, se había ganado el dudoso privilegio de ser la primera. Al principio, le costó un poquito levantarlo por la enorme diferencia de peso. Sin embargo, era tal la furia que le embargaba, que pronto pudo con él. También, es justo decirlo, tomó un poco más de carrerilla de lo normal. Y luego se arrojó sobre ella mientras emanaba un "pestilente" ki de guerra morado.

Ibuki no llegó a enterarse de nada. Solo sintió como si un tornado la atravesara de principio a fin pero sin tocarla. Tan solo veía o creía ver una gran sombra frente a ella y unos vientos fuertísimos que sobrevolaban al bulto y le pasaban por los costados. Si eso ya era extraño, también lo era que la situación durara tanto y que el contorno que se empezaba a distinguir como humano fuera cediendo terreno centímetro a centímetro. Los cielos amenazaban con oscurecer de un momento a otro en el exterior. O por lo menos eso le parecía a Ibuki de lo aterrada que estaba.

-¿Estás loca, Akane? –exclamó Ranma con las manos ensangrentadas sobre la base del mazo metálico-. ¿Qué te he dicho sobre usar la fuerza bruta fuera del Dojo? Ya no somos niños. Algún día no estaré para detenerte y lo lamentarás.

-¡Idiota! –dejó escapar una lágrima-. Solo te estaba defendiendo.

-Por como yo veo las cosas, solo necesito que me defiendan de una persona…-y ya no dijo más. Se arrancó un trozo de manga del traje y se lo anudó sobre la mano izquierda, la que más sangre derramaba.

-Lo siento, Ibuki-san. No se volverá a repetir. Lo prometo.

Luego, el muchacho de la trenza se marchó. Un rato después de que su imagen desapareciera escaleras abajo, Akane se dejó caer al suelo, destrozada tanto física como anímicamente. ¡Le había defendido a ella! Estaba claro que a Ranma le daba igual que le insultaran a él, a su prometida o a Sayuri, lo único que realmente le parecía intolerable era que se rompieran las normas que tanto amaba. Y puesto que amaba a las normas, caía de maduro que también amaba a Ibuki. Por eso había saltado a defenderla. Y encima le había hecho quedar como una bruta sanguinaria frente a ella.

Más atrás quedaba Ibuki, también sentada sobre las frías baldosas. Cualquiera hubiese dicho, a la luz de los pensamientos derrotistas de Akane, que era la gran ganadora de la contienda. Para Ibuki se trataba de todo lo contrario.

"Akane" –porfiaba en sus pensamientos-; el muy infeliz le ha llamado así. Sin honoríficos.

Fin de la primera parte.


Algunas aclaraciones más sobre el fic anterior

En Diseñando las dudas, no he desarrollado lo suficiente la nueva situación a favor de unos diálogos más ágiles. Esto trajo algunas confusiones sobre el contexto en que ocurre todo. Ranma tiene 23 años. Puesto que tenía 16 cuando el manga comenzó en 1987, estamos ahora en algún momento de 1994. En ese año Toshiba lanzó el Toshiba t2100ct que solo tenía 16mb de memoria y…500mb de disco duro! Un acierto de casualidad. También lanzó el Toshiba satélite 440cdt de similares características. No he conseguido datos sobre su valor en mercado pero si, por ejemplo, de un Dell en EEUU de enero de 1993 con menos recursos que valía 3500 dólares. Teniendo en cuenta que en ese entonces el salario mínimo en EEUU rondaba los 800$ al mes, un notebook era literalmente una gran inversión. También hallé un usuario que sostiene en Internet haber adquirido un Ibm thinkpad en 1992 a 4350 dólares.

¿Por qué duermen juntos? Porque son pareja desde hace seis años, están prometidos y…siguen viviendo bajo un mismo techo.

¿Por qué en esas condiciones hay dudas? Porque atraviesan una crisis ya que llevan tres meses sin casi hablarse debido a que Ranma trabaja por la noche, duerme por la mañana y estudia por la tarde en su facultad y Akane estudia de mañana y de tarde en la suya. El único momento en que coinciden es esa horita en la que Akane cree que no la escuchan.

¿Por qué Ryoga es tan osado? Han pasado siete años, ha madurado y ve por fin la posibilidad de quedarse con el premio gordo. En teoría podía haber puesto a cualquier personaje nuevo pero la idea era contraponer a Ryoga que dejaba atrás su pasado de artista marcial para estudiar, con Ranma que supuestamente no lo hacía.


Historia bonus

Cuarta parte: Los tres besos y el no-beso.

"Estamos jugando con fuego". ¿Qué demonios significaba eso? ¿Aléjate de mí? Seguramente. ¿Quémame? Ya quisiera yo. ¿Dame tiempo? La más probable dada la situación. ¿Te quiero como amigo? Seguro que no pero…vamos; casi el 95% de las frases de las mujeres significan eso; no podía descartarla así como así.

Hoy en día no tengo problemas para interpretar la mentalidad femenina. En un 15% por la experiencia acumulada y en un 85% por las 3 lecciones de Gohan:

Un día le pregunté que opinaba de la frase número 1 de las chicas: "sí" significa "no" y "no" significa "sí". Me contestó: "Sí" significa: ya te diré "no" después. Y "no": ahora no me apetece jugar, después veremos.

-Y si te dicen: "¿Estoy guapa/gorda/bien/mal?".

-Ah, sí –me contestó-; esa me la conozco. Es como cuando Bulmita me pregunta a qué quiero jugar: a tirar cosas por el balcón o por el inodoro. Así puede echarme la culpa si después resulta que algo sale mal.

Y por fin un día le hice la gran pregunta: Y si te dice: ¿Estamos jugando con fuego?

Se llevó un dedo a la cabeza, pensó un rato y dijo:

-Pues que hay que apagarlo, ¿no?

¡Claro! Eso era. Mienfine7 quería que le diera la seguridad de un bombero que la rescata del incendio. En este caso, que le prometiera amor eterno. Solo eso me había faltado para poder competir en igualdad con Ese y ganarle.

Un tanto cínico el chico…e irrefutable desde mi óptica. En fin…como en ese momento no tenía a Gohan, tuve que recurrir a otro tipo de fuente. Visión masculina: ¿Mi padre? No, casi ni hablábamos. ¿Qué más me quedaba? Amigos de secundaria que hacía un tiempo que no veía. Lo más provechoso que saqué de ellos fue que uno me regaló un preservativo. Cosa que me dio mucha vergüenza pues ni se me había ocurrido la posibilidad de que eso estuviese tan cerca. Los demás solo se dedicaron a burlarse durante unos veinte minutos de mi cara de tonto y mis nervios.

Visión femenina: ¿Mi madre? No, no era tan patético. Además se trata de la mujer más machista que conozco. Seguramente me hubiese contestado algo así como: "Da igual lo que te diga; el que sabe qué es lo mejor para los dos eres tú". Ahora que lo pienso. Será que los genes se saltan una generación. ¿Amigas? Imposible. Mi mejor amiga era Minefine7. ¿Aburrida-a-más-no-poder? Creo que lo hablé con ella y me soltó un sermón sobre lo peligroso que era guardarse los sentimientos para uno. Que me daría una úlcera o algo así.

Por fin acudí a lo que acudía siempre. A mis mejores amigos. Los libros. Por supuesto que no a uno de autoayuda. Libros de caballería y a clásicos medievales sobre cómo comportarse frente a una dama, etc.

La primera conclusión que saqué fue quizá la más valiosa. No era capaz de resolver cosas bien por mi mismo sin ayuda de Minefine7. El simple hecho de tener que ocultarle algo que me afligía, me ponía de los nervios. Estaba demasiado acostumbrado a confiar en ella y resolver cualquier duda sobre el mundo, hablándolo juntos. Aunque igual después hiciera lo que pensara yo en lugar de lo que me recomendaba ella. El paso previo de compartir impresiones con Minefine7 era ineludible. Tampoco me iba a poner en el plan ridículo de contarle a ella que tenía una angustia amorosa porque era capaz de creerse otra vez que hablaba de Aburrida-a-más-no-poder.

La segunda conclusión que saqué es que no me quedaba tiempo. Las novelas de caballería, germen de las telenovelas de ahora, se componían de infinitos episodios, muchos de ellos amorosos que alternaban picos de tensión como "el día de las manos" con infinitos desvíos y obstáculos. Si no aprovechaba el momento, si no decía bien fuerte: "este es el fin del libro", corría el riesgo de que todo se dilatara seis o siete capítulos más. Incluso que terminara con final abierto o trágico.

La tercera conclusión también fue bastante valiosa y quizá la que me cambió más la vida. Yo era el protagonista de esta historia. Ni Minefine7, ni Ese ni nadie más. Todo dependía de mí. Ya no me valía quedarme de brazos cruzados espiando la vida de los demás como enamorado a la distancia. Minefine7 era el amor de mi vida y me correspondía a mí, estar a la altura de mis sentimientos hacia ella. En resumen, actuar…debía actuar aunque eso significara chocarme contra un muro de rechazo.

Así pues me pasé, entre visitas sociales y consultas en libros, siete interminables días sin saber nada de Minefine7 y forjando mi espíritu. Cada tanto intentaba llamarla pero no…lo que tenía que decirle no podía hacerlo por teléfono. Tenía que ser de frente. Ahora no recuerdo bien si había paro docente, era feriado, cambio de horarios o qué, pero justo en esa bendita semana no nos tocaba vernos.

Cuando por fin le vi, ella me soltó primero la gran bomba. Se había peleado con Ese.

Os preguntaréis por qué os cuento con tanto detalle la semana previa al primer beso…bueno, la verdad es que lo hago por daros un poco más de detalle porque he de confesar dos cosas:

1) Que ese mismo día por fin juntamos nuestros labios por primera vez.

2) Que casi no me acuerdo de nada sobre el dónde, cuándo y cómo.

Debíamos de estar en un aula de la facultad. Sí, seguro porque me parece que estábamos sentados. ¿Cómo llegamos a ello? ¿Hablamos algo antes? No lo sé ni me importa. La verdad es que esos detalles me parecían ínfimos en ese momento y me lo siguen pareciendo. Todo se borró de golpe. Fue un momento tan bello que soy capaz de situarnos en cualquier contexto y rememorarlo exactamente igual. ¿Qué más decir? Que este beso solo fue superado por el no-beso y por el segundo y tercer sí-beso. A partir del cuarto no hemos dado muchísimos más, seguro que varios de ellos han sido más largos, sabrosos o apasionados. Pero con el afecto que recuerdo a estos tres primeros y al no-beso, no recuerdo ningún otro. Ni el del casamiento, ni el que nos dimos cuando supimos que nacería Gohan. Ni siquiera con el de Bulmita me sentí así.

Si ese día fue perfecto, a partir del siguiente comenzó todo a hacerse más y más confuso. En rigor, yo no me había declarado y ella tampoco había sido demasiado explícita sobre lo que opinaba de mí. Intentamos hablarlo pero no nos pusimos muy de acuerdo sobre el status de nuestra relación. Básicamente por mi culpa. Me negaba tozudamente a considerar lo nuestro un noviazgo puesto que no había habido declaración y no me animaba a declararme tampoco. De hecho, temía que de un momento a otro volviera con Ese o que me estuviera usando a mí para lavar las heridas con el otro, etc., etc. Al final quedó la cosa en un estadio intermedio. Algo así como amigos de distinto sexo que se habían besado, se amaban profundamente, pero sospechaban literalmente que el otro solo había tenido un calentón momentáneo. Y otra vez, seguíamos como si nada. Como si fuera normal que no fuéramos novios pero nos pasáramos la vida juntos mirándonos a los ojos, sonriéndonos, poniéndonos colorados, etc.

Hasta que llegó el episodio de la chaqueta voladora o del no-beso. Como queráis llamarlo. Y allí sí que no hubo ningún tipo de dudas. Como toda pro-Akane, Minefine7 además de poseer una infinita vergüenza, era y es muy explícita a la hora de expresar celos de forma física. Todo ocurrió más o menos así. Era la hora del teórico de Lingüística. Pasaron diez, quince minutos y el profesor no aparecía. Así que decidí, al igual que muchos curiosos salir fuera del aula a "investigar" lo que ocurría. Me levanté, le pedí a Minefine7 que me cuidara el asiento y la chaqueta unos segundos y tomé rumbo hacia la puerta. Pero por el camino…

-¿Sensei? ¿Eres tú?

-Sí…

-¿No te acuerdas de mi?

-No…

-Soy La-que-va-a-provocar-que-te-tiren-una-chaqueta-por -la-cabeza-en-unos-diez-minutos.

-Ah, sí. Ya me acuerdo. Íbamos al mismo instituto, pero diferente curso. ¿Cómo pude olvidarme de alguien con un nombre tan largo?

Durante los siguientes diez minutos se la pasó contándome qué carreras habían elegido cada uno de sus compañeros a los que casi ni recordaba pero ella pensaba que sí. Dada mi escasa memoria, me los describía con pelos y señales lo que hacía que la conversación se dilatara más y más. Pasados los diez minutos, un ayudante ingresó en el aula y avisó de que el titular ya no vendría hoy y que podíamos irnos a casa. Hecho del que no me enteré, aparentemente porque había mucho ruido. Aunque en palabras de Minefine7 sonara algo diferente: "porque te estabas babeando por una desconocida".

La cuestión es que de pronto se hizo la noche. Creo que tardé dos o tres segundos en darme cuenta por qué, de improviso, no podía ver nada. Cuando me quité la chaqueta de encima, la que me había arrojado una furibundamente celosa Minefine7, tenía sobre mi figura la mirada de toda la cátedra. Usualmente me hubiese dado mucha vergüenza. Pero no. ¿Qué demonios importaba lo que los demás pensaran de mí en ese momento? Lo que realmente valía era la certeza que tenía en mi corazón: Minefine7 se había puesto celosa. Y como no era tan tonto como Ranma –solo un poco menos-, aquello se convirtió en la prueba de amor que andaba necesitando. ¿Por qué llamamos a esta escena la del no-beso? Porque Minefine7 imaginó entonces que yo saldría desesperado y a la carrera a buscarla para pedirle perdón, implorar porque me lo diera y por último declararle amor eterno…solo que yo tenía otros planes.

Al día siguiente Minefine7, más calmada, intentó volver a los viejos cauces, a disimular que no había pasado nada y que seguíamos siendo amigovios eternos. Y yo fingí durante media mañana que efectivamente me parecía bien el plan…hasta que logré quedarme con ella a solas. Entonces nos sentamos a estudiar como siempre. Llevaba una cierta expresión de melancolía que la ponía mucho más guapa que de costumbre. Hablaba poco. Casi nada. Pero no actuaba con frialdad. Nunca lo hizo conmigo y espero que nunca -por muy enojada o triste que esté- lo hará.

-Minefine7.

-¿Sí?

-Tienes una basurita en el ojo.

La mujer de mi vida se pasó diez o veinte segundos intentado quitarse la inexistente basurita hasta que por fin accedió a mis ruegos.

-Cierra los ojos. Yo te la quito.

Y así fue nuestro segundo beso. Un truco de lo más infantil pero efectivo. Es increíble cómo después de tantas dudas, miedo y timidez en aquel momento lo tenía tan claro. Fue una escena de paz y tranquilidad. Lenta, tranquila e íntima. Por decirlo de una manera más enfática: fue natural. En el fondo creo que por eso os cuento todo esto. Porque lo que realmente les falta a esos dos tortolitos es esa misma sensación de naturalidad que nos rodeó aquel día. De habernos interrumpido en aquel momento, quién sabe cuánto más se hubiese dilatado la cosa. Por suerte, en la vida real, las Rumikos no existen, los Ranmas maduran, las Shampoes son aburridas y las Ukyos son cuasi desconocidas a las que tratas solo diez minutos y aún así tienen tiempo de cambiar el rumbo de los acontecimientos.

El tercer beso fue durante el atardecer cuando volvíamos en el bus. Estaba vacío, el viaje duraba unos cuarenta minutos y ya no teníamos razones para ocultar lo que sentíamos. Fue la confirmación de que sí hacías bien las cosas el mundo en lugar de ponerte obstáculos te brindaba todas las oportunidades de ser feliz que necesitabas. Obviamente, soy consciente de que el destino nunca es tan idílico. Y de hecho, luego tuvimos que luchar muchísimo más de lo pensado por nuestro amor. Pero ya me ha dado igual. Aquel premio, aquel viaje en soledad, meciéndonos mansamente por la suave conducción del colectivero, me viene siempre a la mente cuando se me da por pensar que las cosas nunca salen como deberían. Pues, al final, si uno se esfuerza lo suficiente, estos momentos perfectos llegan también.

Solo quedaba una cosa por hacer: confesarse. Eso ocurrió a los dos días cuando la llamé por teléfono y se sucedió la siguiente conversación sobre el examen de la semana siguiente.

-Blablabla capítulo 2.

-Bla y el siete también.

-¿Bla?

-No, Blablablablabla.

-Ah, de acuerdo, Blablabla. Hasta mañana. Te amo Minefine7.

Y le corté sin darle tiempo de que me respondiera. No fue timidez. Fue mala leche. Sabía que no lo esperaba y quise vengarme un poco por hacer que me comiera tanto el coco durante los meses anteriores.

En resumen muchas vueltas para tres besos, un no-beso y una confesión telefónica trunca que le dejó -según palabras de Minefine7-, con el tubo en la mano un rato largo escuchando cómo daba tono, pensando si había escuchado bien, si había alguna forma de malinterpretar mis palabras, si se me había escapado o era capaz de decirlo en voz alta de verdad.

A veces pienso que si tardamos tanto, más que miedo o timidez, fue porque nuestra atracción era tan perfecta, hacíamos tan buena pareja, que éramos perfectamente capaces de ser felices sin pasar por el trámite de confesarse. Igual que Ranma y Akane.

Fin de la Historia Bonus


Comentarios

Estimada Majomich. Muchas gracias por un comentario tan bonito. Como a todos, me encanta que me dejen reviews. Es el premio por escribir. Pero sobre todo me gusta este tipo de cosas. Que aunque tengan poco tiempo me digan tantas cosas lindas sobre lo que escribo. Es la confirmación de que no estoy perdiendo el tiempo escribiendo historias que no le gustan a nadie. ¿De verdad te piden que cuentes mi historia con Minefine7? Si tuviera la máquina del tiempo, ya iría a contárselo al Sensei del pasado. Seguro que le da un patatús.

Estimada RosemaryAlejandra. Es verdad, Minefine7 y yo jamás pensamos que nos gustábamos mutuamente hasta casi el final. Parece tonto, pero pasa más a menudo de lo que parece.

Estimado Matt. No, no tiene continuación. Como mucho hago three-shots cada tanto. Pero la mayoría son one-shots. Posiblemente daba para algo más largo…Sobre los 512mb…al final tuve que rectificar. En esa época como mucho había memorias de 128 y lo normal era 64. Así que lo dejamos en 512mb de disco duro.

Estimada elena79. Por eso mismo a mi no me gusta llevar celulares con muchas cosas raras. Porque soy muy torpe y los pierdo, rompo, los dejo cerca de las manos de los salvajes (Bulma y Gohan), etc. Tengo un Nokia de hace años a prueba de roturas y con la suficiente batería para que cuando lo pierdo –dos o tres veces por día-, suene si me llamo a mi mismo.

Estimada Shana. Saludos enviados. Y otros saludos para ti.

Estimada angelikitap4emmet. Ya sé que me echarás la bronca pero los dos sabíamos que iba a llegar este día: Ibuki aparece como personaje real. ¿Qué puedo decir? Lo siento. Diría también que no se va a repetir pero harías bien en no creerme.

Estimado Lu4AVG. Coincido; no me gusta mucho Ryoga. Lo único más o menos interesante del personaje es la música del animé. Con ese tema sonando de fondo debe de ser más llevadero perderse durante mucho tiempo.

Estimada Ai. ¡Tienes razón! 512MB de disco duro. Gohan es idéntico a Minefine7 y Bulmita a mí. Solo que ambos superan por mucho a los originales.

Sigue estudiando duro que es lo importante.

Estimada Minefine7. Blablabla, te amo.

Estimada TsukiNoHikari90. Pues mira mi padre y mi hermano son arquitectos. Me ha tocado verle cursar haciendo casi todos los planos por ordenador e imprimiéndolos con plotter…y la cara de bronca de mi padre porque tuvo que hacer todo a mano en su época. Eso sí, de las maquetas no se salvaba.

Dear Kikko. You are an incredible fast reader. I´m really thankful for all your reviews. Review number 300 is yours. I think it fit your effort to catch up very well. I hope you repeat in number 400. That will mean that I had writen a lot and you had still reading this. Sorry about my english. I´m good at reading in english but I write awfully.

Estimada Maxhika. En realidad Akane no pensaba abandonarlo. Solo si confirmaba que le metía los cuernos cosa que no pasa de verdad. Ryoga se había gastado buena parte del dinero, así que lo metieron preso. Se escapó un par de veces pero lo atraparon proque se perdió. Luego Rumiko lo perdonó y lo contrató como extra en Inuyasha (hace de Koga, el demonio lobo que es muy rápido).