Toda una vida esperando tu respuesta. Primera parte.
En un período de ocho años siempre se cuela un año bisiesto. Incluso dos si toca uno al inicio de ciclo y otro al final. En total, poco menos de tres mil días. Y solo uno que valga la pena. En mi caso por lo menos, las cuentas son así. A veces me asomo por la ventana de mi oficina, miro al exterior y escruto la mirada de los que transitan por la esquina. Casi todos comparten mi mal aunque de manera menos lúcida. Sin ser conscientes de lo poco trascendental que son sus aburridos momentos. Solo de vez en cuando, casi siempre bajando de algún autobús, observó algún joven alegre que ha cumplido con su cometido en la vida. El resto…pues sigue dando vueltas alrededor de la luz como insectos voladores sin nunca llegar a quemarse con ella. También de forma bastante aleatoria me topo a veces con algún colega de mirada melancólica, un pobre infeliz que voló tenazmente hacia la luz y se quedó ciego justo antes de tocarla. Uno que quiso, tuvo la oportunidad, pero se le escurrió entre los dedos.
Al menos yo -como ese último infeliz- tengo la certeza de que en uno de esos tres mil días seré feliz. Quizá sea una felicidad trunca, melancólica, una felicidad que me asfixia. Pero, por mucho que duela –porque, es mejor que lo sepáis ya: la felicidad duele-, aquel padecimiento que inunda mi ser es en colores. Mi vida gris, mis días grises, mi corbata gris y mi autoestima gris se inunda de vívidos colores por venticuatro horas. Hoy, hoy por fin luego de ocho años, volveré a ver a Akane Tendo.
Ella no sabe que estoy aquí y yo no sé a ciencia cierta si vendrá. El caso es que por curioso que parezca, -llamadlo "ironía del amor", "crueldad del destino" o paradoja del libre albedrío", una vez cada ocho años, en el aniversario exacto de mi segunda confesión, me cruzo casualmente con Akane. Nunca es planificado, nunca lo buscamos de verdad. Pero siempre sucede pasado un cuarto de hora de las seis de la tarde del seis de mayo del octavo año contando desde la última vez. Ya quedan solo diez minutos para que el ciclo vuelva a cumplirse. La primera vez ocurrió a las pocas semanas de la famosa boda fallida. Eran las seis y diez de la tarde y yo estaba en este mismo bar, pensando en mis cosas. No voy a mentir. "Mis cosas" era una sola cosa: darle punto final al tema que me angustiaba. Confesarme de forma adecuada. Ya lo había hecho una vez. ¿Cuán difícil podía ser la segunda? Llevaba al menos dos horas practicando en silencio. A veces era corto y directo: "Akane, te amo". En ocasiones, largo y rebuscado: "Cuando caen las perlas de agua de las nubes sobre tus cabellos, te veo tan hermosa que no necesito de matrimonios concertados para saber que quiero pasar toda la vida contigo". En la mayoría, balbuceante: "Te…qquiqquie….rrro…decir una cosa…ququqque tttte am…te…a…te aprecio bastante…". Pasadas las dos horas, estuve preparado. Por fin lo tenía…solo que tarde o temprano ocurriría lo de siempre. Algún pretendiente se entrometería, o algún enemigo…y daríamos tantas vueltas, que cuando por fin estuviera a solas con Akane, ya se me habría olvidado todo el entrenamiento efectuado en la materia que peor se me daba: declaración amorosa I. Era las seis y quince cunado deseé que aunque fuera por un instante, aunque luego no se volvería a cumplir en ocho o diez años, que Akane apareciera sola por aquella puerta y nadie nos interrumpiera.
¿Creéis en la magia? ¿En la casualidad? ¿En el amor que a veces es la una pero casi siempre la otra? Yo entonces era torpe e ingenuo. Muy distante de mi actual cinismo. Tímido pero optimista. Ya se sabe, el pesimismo es para viejos como el "yo" de ahora. El "yo" de antes, el jovencito de dieciséis años, nunca dudaba del resultado final de sus sentimientos. Lo único que le atormentaba era el cuándo. ¿Lo diría antes? ¿Lo diría después? Solo eso le preocupaba. Jamás, en su enorme ingenuidad, se había planteado la posibilidad de una negativa. Y por tanto, yo, entonces, creía en el amor. Huía de las causalidades y estaba presto a creer, cuando efectivamente a las seis y dieciséis, entró Akane en el bar, que el milagro se había producido.
Me levanté con tanta alegría y con tanto ímpetu, que creo que hasta se asustó un poco al ver que la abordaba. Desde luego no esperaba encontrarme allí. Tampoco, obviamente, se esperaba que se lo dijera. Se quedó literalmente muda. Tan bella, con su cabellera azul nuevamente larga, con su uniforme de instituto que cada vez le sentaba mejor, tan akanil en las miradas y los gestos. Se pasó dos segundos enteros en silencio que me parecieron eternos. Así que se lo repetí. Esta vez con más brio y carácter. Para que viera que estaba convencido, que no bromeaba ni dudaba. Un Ranma genuino expresándose genuinamente sin miedos ni arrepentimientos. Luego no sé bien qué paso. Solo puedo decir que no contestó. Ni a los dos segundos ni nunca. Como ya dije, una gran parte de mí, esperaba un "sí". Solo un porcentaje mínimo se había mentalizado ante la eventualidad del desastre amoroso: la negativa. Pero para lo que no estaba preparado en absoluto era para que me dejaran con el verbo en la boca y no cualquier verbo, el que se pronuncia con los labios, los pulmones y el corazón. El mejor verbo de todos y conjugado como se debe: "Te amo, Akane Tendo. Te amo desde siempre. Incluso desde antes de conocerte. Desde que supe de tu existencia". Su silencio resultó devastador. Llegó hasta el centro de mi ego y lo partió en mil pedazos. Desde entonces ya nunca fui el mismo. Por lo menos no, durante los siguientes ocho años en los que, no caí en picado, pero sí que fui perdiéndome poco a poco, día a día. Hasta convertirme en un atleta normal, con una vida normal y sin amor. Nuestras vidas se habían separado sin mayores explicaciones ni insistencias.
Fue entonces, ocho años después, cuando me había acostumbrado a ser mediocre, que la volví a ver. Era las seis y dicesiséis del seis de mayo de 1995. Aniversario exacto que ya casi ni recordaba de la fatalidad pura. Veinticuatro años yo. Veinticuatro años ella. En aquella ocasión ni estaba cerca de aquí. Caminaba bajo la lluvia. Iba pensado otra vez en mis cosas. Solo que entonces "mis cosas" era algo bien patético como gráficos de barras, facturas, promociones, lo usual en mi trabajo. Me topé como de costumbre con una dama en apuros y como de costumbre le ayudé confundiéndola con Akane. ¿Qué puedo decir? Solía pasarme con frecuencia. Bastaba que viera una chica con el pelo azul para que pensara en ella. ¡Como si fuera la única mujer que lo tenía en esa tonalidad! Ya ni recuedo si se le había roto el paraguas y se lo arreglé o si se le había volado y se lo alcancé. Lo que sí puedo decir es que de pronto estábamos los dos empapados, muy cerca y con ella mirándome a los ojos y relamiéndose en silencio. Hasta que por fin, descubrí que no se trataba de mi imaginación. Esa chica que se parecía a la muda de hace ocho años, realmente era Akane.
-¿Ranma, eres tú?
-Sí…
-¡Qué alegría! –me abrazó-. Estaba tan segura de que eras tú…pero luego no decías nada…casi pasas por delante de mí sin saludarme y sigues de largo…
Claro –pensé- si te veo a todas horas y en todos lugares. ¿Cómo demonios iba a saber que eres la verdadera? Además, todavía no me lo creo. La muda de antaño ahora no para de hablar.
-Yo…-continuó con su monólogo pues yo apenas si asentía con la cabeza-, yo…lo siento. Creo que todavía soy una niña tonta y tímida…me dio miedo preguntarte directamente. Quizá siguieras enfadado conmigo…
Seguía enfadado.
-Quizás me ignoraras por eso…no me animaba a preguntarte…así que rompí el paraguas…sé que no importa cuanto estés llorando por dentro –porque solías hacerlo a menudo aunque no lo dijeras-, jamás dejas de ayudar a una dama…
¿Y si lo sabías…, por qué? Si sabías que las lagrimas que no se derramaban por fuera hasta humedecer el suelo, lo hacían por dentro hasta empapar el alma, ¿por qué me abandonaste aquel día? ¿Por qué? ¿Por qué?
-…yo, no sé que decir. Ahora que te veo de cerca y aunque calles, sé que eres tú. Pensaba descubrirte cuando te transformaras en chica pero se vé que ocho años son mucho tiempo.
-Sí –por fin hablé-, la maldición es cosa del pasado. Y la solución tan ridícula que hasta da risa…
-Por favor, cuéntamelo. Estamos cerca del Restaurante en donde trabajo. Todavía no está abierto pero tengo las llaves. Podríamos…ponernos al día.
¿En un restaurante a solas? –pensó mi cabeza atolondrada- ¿Cómo si fuera una cita? ¿Ocho años después? ¿Sabes lo que te digo, Akane de m…? Quizás tú hayas cambiado, pero yo sigo siendo el mismo tarado de siempre y ahora mismo me dispongo a destruir este momento pseudoromántico como lo hago siempre.
-¿Trabajas de camarera? Me sorprende –pronuncié con malicia-, con lo inteligente y aplicada que eras y lo bien que se te daban las artes marciales…no sé, esperaba otra cosa de ti.
Akane sonrió de una manera tan especial que me desarmó por completo.
-¡De verdad que extrañaba esto! –creo que dejó caer una lágrima nostálgica y emotiva-. Por favor, Ranma…mi querido y apuesto, Ranma…lávate bien las orejas y escucha lo que te voy a decir. Luego, tómate tu tiempo. No me digas la primera burrada que se te venga a la cabeza. En estos ocho años me debes muchas…demasiadas. Quiero una que esté a la altura de lo que te voy a decir: SOY LA COCINERA JEFE DEL MEJOR RESTAURANTE DE NERIMA.
-¿Y todavía tenéis clientes? ¿Quiénes son: Godzilla y un pelotón de robots con el estómago de hierro? ¿O les amenazas con el mazo para que salgan sin vomitar? Ah, ya lo sé…ha cerrado por fin el Cubo de Cebo y tú has heredado a sus clientes. ¡Pobre Plankton!
Entonces nos echamos a reir como críos. No, como los críos que éramos antes; como unos de verdad. De pronto, esos ocho años se me hicieron tan cortos como un segundo. Por primera vez en tanto tiempo había luz y color en mi vida. Debo recordaros en este punto, que yo ya era un hombre y ni se me escapaba el detalle de que me había llamado "querido" y "guapo" ni dejaba de decodificar sus fulminantes miradas. Esa noche quizás no hubiera beso romántico o confesión, lo que siempre había soñado, pero tendríamos al menos, sexo seguro. A lo mejor hubiese sido todo más fácil si, en el pasado, hubiésemos empezado así. ¿Quién sabe? Lo que sirve a los venticuatro a los dieciséis es un imposible.
Así, pues, nos pusimos al corriente. Le relaté mis aburridos quehaceres económicos en mi despacho de la primera planta de la corporación. Mis rutinas. Incluso cosas más personales como que siempre miraba por la ventana sin saber bien qué buscaba o que no dejaba ni un segundo de pensar en ella…Tranquilos. En el mundo de los adultos, esa es una frase hecha para ligar. Seguía mintiéndole y ocultando mis sentimientos solo que como un hombre de veinticuatro años en lugar de un niñato de dieciséis. Estaba claro y bien claro, que estábamos provocando un encuentro furtivo que derivaría en una noche apasionada. Si luego eso cristalizaba o no en una relación dependía mucho de los detalles personales que nos preocupábamos muy bien de ocultar. Hasta donde yo sabía, se comportaba como si estuviera libre pero de seguro no lo estaría. Solo un infeliz de dieciséis años podría dejarla libre tanto tiempo; un adulto se habría ocupado muy bien de regalarle rosas y hacerle creer, aunque fuera por unos días, que el amor existe.
La verdad es que tuvimos suerte. No entraban clientes por la lluvia, lo cual me permitió hacer alguna que otra broma del tipo: "¿Y qué esperabas con una cocinera jefe así?". Podría decirse que, durante toda esa tarde-noche, Akane solo cocinó para mí. Un plato delicioso tras otro.
Entre bocado y bocado, le guiñaba el ojo o la piropeaba con verdades que sonaban a piropos y por tanto, no me hacían sentir vergüenza.
-Eres mejor cocinera que Kasumi.
-Solo lo dices para que te sirva más.
-No, de verdad…creo que se lo contaré a mi jefe y compañeros. Somos unos veinte. Ya verás como les convenzó de que vengamos a cenar aquí todas las noches.
Akane miró para otro lado y bajó un poco el tono de voz.
-No creo que sea una buena idea…verás, Ranma…
-¿Sabes algo de Ryoga y Mousse? –le interrumpí y cambié de tema antes de que me explicara lo que ya sospechaba. Que estaba saliendo con su socio, el tal Yusaku del letrero: El restaurante de Yusaku y Akane.
-No. Lo último que supe de ellos es que Mousse viajaba a China para curarse y Ryoga le acompañaba por pura amistad…me pareció un poco raro porque no los había visto tan unidos pero bueno, los hombres sois así, más reservados que nosotras. A propósito, creo que me debes una explicación, guapo.
Otra vez el dichoso adjetivo cuando daba la casualidad que hablábamos sobre el fin del mal de Jusenkyo. Al final iba a terminar creyendo que en el pasado me rechazaba de verdad por fenómeno.
-Pues resulta que el efecto de la maldición solo dura mientras estés mojado por el agua de la fosa. Lo normal es que te seques bien y se acabe el problema. A menos…que se te quede colada una gota de agua en el oído durante meses.
-Sí, claro –repuso Akane-. Y me voy a creer yo eso. Que le ocurra a uno, vaya y pase… ¿pero a todos?
-Piénsalo bien, Akane. ¿Cuál crees que era el principal problema que teníamos todos los malditos en ese entonces, además de las transformaciones? ¡La falta de comunicación! ¿Y por qué? Porque estábamos medio sordos por tener los oídos tapados.
-¿O sea que ya no estás maldito de verdad? -me pasó una mano por el pecho y desabrochó los primeros botones.
-Akane…los clientes…puede entrar alguien.
-No, no pueden, tonto. He dejado el cartel de cerrado cuando llegué. Por eso no entraba nadie.
Un año después supe que ambos eventos, la noticia del fin de mis transformaciones y querer hacerlo conmigo, eran dos realidades que no se implicaban mutuamente. Por entonces, sin embargo, no lo sabía y estaba indignado. Creía haber dado con la clave de su rechazo anterior. ¡Que mi cuerpo no siempre era tan masculino como ella deseaba! En fin, que Akane Tendo era tan superficial como cualquier otra adolescente del instituto y que en casi una década poco habia cambiado.
A continuación me mostró una pequeña pieza con cuatro camas donde solían dormir la siesta los cocineros en épocas de fiesta, ya que solían abrir de contínuo. Por supuesto que indignado y todo, y sin que hiciera falta siquiera hablarlo, procedimos a realizar el acto, que por cierto, fue tan exquisito, que pronto me olvidé que llevaba un enojo galopante en el corazón y sus razones.
Por la mañana fui el primero en despertarme. Se me ocurrió que aunque estuviera en cocina ajena, era mi deber preparar el desayuno. Para compensarle por todo lo que había trabajado por mi estómago el día anterior.
Sobre el horno había un gran cartel: "el secreto para cocinar un plato delicioso es manufacturarlo con amor. El mismo que siento yo por ti, Akane. Firmado, Yusaku."
No había mucho más que interpretar. Si eso estaba allí, era porque se trataba de un amor correspondido. Si sus platos sabían bien ahora y mal antes, simplemente se debía a que antes no me amaba y ahora su corazón le pertenecía a él. Por eso no quería que siguiera acudiendo al Restaurante con mis compañeros de trabajo. De seguro Yusaku se habría ido de viaje y pronto volvería. En el fondo la entendía, lo de ayer, por muy enamorada que estuviera de otro, era una espinita que tenía que sacarse. Decidí ahorrarme la humillación de escuchar la verdad de sus labios o peor aún, tener que simular que me tragaba la mentira que seguramente ya tendría inventada.
Terminé de preparar el desayuno, se lo dejé sobre la mesita y la miré por última vez. Seguía desnuda y abierta. Tan suave y entregada que varios de los argumentos que tenía en la mente para no volverla a ver comenzaron a tambalearse en mi corazón. Luego cerré la puerta con madurez. Sabiendo que la luz y los colores darían paso otra vez a días grises y sin alma. En fin, comprendiendo por vez primera que el amor no existe, ni existió, ni existirá jamás. Solo se trata de un concepto vacío que utilizan poetas lascivos para atraer a más mujeres a sus camas.
Fin de la primera parte.
A quien crea que me he salido de los personajes, solo decirle que no es así, que todo tiene una explicación, que Ranma la tendrá dentro de ocho años y vosotros dentro de algunos días.
Historia Bonus
Los por qués que faltaron.
Como últimamente se ha puesto de moda un tema que me interesa y en el que he insistido esporádicamente en mis historias bonus, el de la ortografía, aprovecho para complementar lo que se ha dicho con algunas cosas muy importantes que, a mi juicio, faltaron decir y suavizar otras que no debieron ser dicho de forma tan terminante, visto también desde mi subjetiva óptica de maestro.
La ortografía es vital, sobre todo en prosa…pero ¿por qué? Esto es lo realmente importante: ¿por qué nos obligamos a escribir todos de la misma manera? ¿Por qué hacer caso a unas reglas arcaicas que ralentizan la velocidad con la que puedo poner mis largos y embarullados pensamientos en palabras? El escritor novato suele pensar: si pierdo un segundo poniendo un acento puede que me olvide de todo lo que se me ocurrió. Ya lo pondré después cuando la musa de la inspiración me abandone.
Sé por experiencia que quien no respeta la ortografía lo suficiente, quien no hace el esfuerzo de adquirir semejante herramienta de comunicación es, simplemente, porque no ha llegado a comprender lo útil que es. No se trata de imagen, de evitar ser humillados por la justificada furia de quien sí la maneja. Aunque obviamente, también hay un poco de imagen. En estos tiempos de crisis, por ejemplo, hay quien ha intentado conseguir trabajo con un currículo escrito con faltas de ortografía…y se le rieron en la cara. Y en este caso sí que al pobre ingenuo le dolió la burla y el rechazo, porque se trataba de algo que realmente deseaba y necesitaba conseguir.
Pese a este hecho innegable, la buena imagen, la realidad es que la verdadera razón de ser de la ortografía no tiene nada que ver con el status, la admiración social ni nada por el estilo. La prosa, a diferencia de la poesía, tiene como principal función la comunicación. No es que sea meramente informativa pero principalmente lo es. También sirve para divertirse, aprender, enseñar, compartir, etc…pero esos son usos secundarios. La principal es la informativa. Por tanto, si queremos asegurarnos de que el lector entienda lo que decimos, a pesar de que usamos un idioma tan rico, con tantos matices y significados aplicables a cada vocablo, con tantos riesgos de tropezar con una involuntaria situación de ambigüedad, necesitamos utilizar bien esta herramienta. El más mínimo fallo puede desmoronar todos nuestros razonamientos.
Os doy un ejemplo de una historia real. A un periodista, su jefe le pidió que escribiera una breve nota sobre el casamiento de su hija y este, luego de mucho pensarlo, redactó una hermosa alabanza que comenzaba así: "Cuado escribo sobre ella, se rie la tonta". El periodista fue cesado de su puesto de forma fulminante. De nada le sirvió jurar y perjurar que había querido poner: "Cuando escribo sobre ella, se rie la tinta". ¿Por qué le echó su jefe, si se trataba de un simple error de tipeo? ¿Por insultar involuntariamente a su hija? No, lo hizo por rigor profesional. Cuando escribes y antes de publicar, debes corregir tus escritos. Si no lo haces en un caso en el que te interesa tanto hacerlo, es porque no tienes la costumbre y si no la tienes, pues no sirves como periodista.
Nada tiene de malo saltearse algún acento por apuro…pero, tampoco se pierde nada con corregirlo después. Al contrario, se gana imagen, que en este caso particular de anonimato nos da igual pero se gana, también y pricipalmente, comprensión.
Os doy otro ejemplo. Gohan tiene una letra horripilante. A menudo se queja de que yo se la entiendo pero Minefine7 no y le reprocha que no se esfuerza lo suficiente en aprendérsela. ¿Os dais cuenta de su fallo, verdad? ¿De lo ridículo de su petición? Es el escritor el que tiene que procurar ser legible. Nunca debe exigirle al lector que se adapte a él. Aquí probablemente esté el verdadero meollo de la cuestión. El escritor que no utiliza las reglas ortográficas no advierte las incontables ambigüedades que ha dejado caer en su escrito y lo difícil de leer que es para los demás, porque él mismo sí que conoce el significado último de lo que quiso poner. Pero…los demás no lo sabemos, no estamos dentro del cerebro del escritor. La única forma que tenemos de entendernos es utilizando un mismo nivel ortográfico y unas mismas reglas.
Dicho todo esto, quisiera agregar dos salvedades.
1) El idioma no pertenece a ningún escritor. Es el escritor el que pertenece al idioma.
2) No me parece útil ni necesario ser tan fulminante en nuestros juicios de valor sobre el trabajo de los demás porque queda englobado en la reprimenda dos tipos de escritores diferentes: Por un lado, el que se lo merece, el adulto que ya es un caso perdido, que podría haber cometido menos errores y aún así ni se molestó. Y por otro el adolescente primerizo que a pesar de los fallos garrafales, se ha esforzado infructuosamente durante horas en reducirlos al mínimo. Si se logra que recapaciten los del primer grupo con one-shots como el de Randuril, bien. Pero si uno solo de los que está aprendiendo se siente avergonzado y deja de escribir…pues qué lástima. De hecho, el corregidor de Randuril por momentos parecía un catador que acudía a un Burguer King en lugar de a un Restaurante de verdad y se horrorizaba de la grasa de las hamburguesas. Los fanfics, aunque haya obras excelentes y muy bien escritas, son un género menor y tenemos que asumirlo por mucho que nos duela. ¿Podemos exigir que se eleve el nivel? Si, podemos y debemos. ¿Podemos lamentarnos si no ocurre? Pues no. Es casi lo normal y esperable. En todo caso, creo que no miento ni exagero cuando digo que el fandom de Ranma y ½ es por lejos el que mayor proporción tiene de obras brillantes y bien escritas. Buena parte del mérito es de gente como Randuril.
Comentarios
Estimado Matt. Sí, leí Una casa abandonada. Pero tuve que releerlo porque casi no me acordaba. Es muy bueno.
Estimada elena79. ¿Una declaración abierta? ¡Jamás! Como tú dices, es lo que les distingue como pareja.
Estimada Minefine7. Eres mi beta-todo-lo-que-hago.
Estimada Ai. No, el que pidió el deseo fue Gohan. Pero sin tirar su moneda que también se la quedó Bulmita.
Estimada RosemaryAlejandra. Tienes razón: los momentos valen más que las palabras. De hecho, habría que recontarlos uno por uno. ¿Si a los momentos románticos les restamos las palabras agresivas entre los dos, cómo quedan? ¿En positivo o negativo?
