Toda una vida esperando tu respuesta. Segunda parte.

En ese momento no lo sabía pero volvería a verla otra vez y otra vez y otra vez más. Es verdad que al año tomé consciencia de que el encuentro dulce, triste y meramente físico que se había producido sin que las almas llegaran a tocarse, ocurrió en el aniversario de la segunda confesión. Aquel día, el seis de mayo de 1996, uní el recuerdo de ambos acontecimientos y me di cuenta de que me la encontré el mismo día a la misma exacta hora, revelación que, doy fé, me inundó de una gran tristeza. Tanta que decidí llamarla. Nadie contestaba. Luego acudí al restaurante.

-¿Podría ver a la cocinera jefe? Será solo un momento.

Un señor mayor se acomodó unas diminutas gafas sobre la nariz y se me quedó mirando en silencio. Al final respondió:

-Lo siento, yo soy el único cocinero de este establecimiento. Se habrá confundido.

-Puede ser. Me refiero a Akane Tendo. Estoy buscando a Akane Tendo. Hace un año, por lo menos, trabajaba aquí.

-¡Oh! Tú debes de ser ese muchacho –dijo "ese" rechinando los dientes y a continuación bajó el tono y la vista-. He tenido que echarla. Ha sido duro. Era la mejor cocinera que tuve jamás pero súbitamente sus platos empezaron a despedir un olor nauseabundo. Intenté hacer la vista gorda pero, a la semana, no sabría cómo explicarlo. Se agregó al olor, un sabor horripilante.

-Créame. Sé perfectamente de lo que habla. Aunque pensaba que ya era agua pasada.

-Mire, jovencito, cuando se cocina con amor, se obtienen los platos más sabrosos. Yo siempre se lo decía a mi difunta mujer, Akane, cuando abrimos el Restaurante hace treinta años. Ahora que lo pienso, creo que la contraté en primer lugar, por la coincidencia de nombre. No sé bien qué pasó entre ustedes pero la única excusa que me dio para el súbito cambio en sus capacidades fue que, textualmente, "un cobarde le había tajado el alma de un zarpazo".

Le volví a mirar esta vez de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza.

-¡Usted! –exclamé a continuación, aterrado por la dureza de la realidad-. ¡Usted es Yusaku!

-Sí, muchacho. Ese es mi nombre.


La busqué por cielo y tierra durante semanas. Al final y al cabo, con veinticinco años, todavía eres joven. Por muchas pruebas que tengas de su falsedad, todavía basta uno o dos sucesos aislados para hacerte creer nuevamente en el amor. Finalmente, tuve que rendirme a la evidencia de que tendría que acudir a viejas fuentes con las que no había terminado en muy buenos términos.

-Valiente osado eres Ranma Saotome –me gritaron desde la puerta del Dojo sin dejarme ingresar-. ¿Cómo te atreves a asomar el hocico por aquí luego de la que has líado…?

-Lo siento, Nabiki –me disculpé-. Necesitaba el dinero y te lo he devuelto todo, ¿no?

Nabiki me pegó una sorprendente cachetada. Tan fuerte, tan llena de rabia y orgullo herido, que deduje que su furia no se debía a deudas pendientes.

-¿Cómo pudiste hacerle eso a mi hermanita? Irte así. Dejándole dinero en la mesilla. Si querías vengarte o herirla podías hacerlo bien y de frente. ¿Por qué tanta crueldad? ¿Tanto machismo?

-Yo…no…creo que me olvidé la billetera allí, nada más. Fue un malentendido. Solo quería escapar de ese sitio. Pensé que tenía novio.

Nabiki se cruzó de brazos. Rezumaba furia por todos sus poros.

-No, idiota. No lo tenía. Pero ahora sí. Y uno muy bueno. Llevan saliedo seis meses. Me da igual si eres un imbécil distraído e inseguro que perdió la billetera o un idiota machista y engreído que la dejó a propósito. Como se te ocurra arruinárselo, te destrozo los huesos uno por uno…, con su mazo si hace falta. Nunca la he visto tan feliz en toda mi vida. Ni siquiera cuando se preparaba para…ya sabes…-bajó el tono- la boda.

-Sí –repuse con un hilo de voz-. La boda…no te preocupes. Si tú no le dices que he estado aquí, no lo sabrá nunca. Por lo menos, no por mi boca.

Cuando Nabiki me vio así, tan derrotado y herido, creo que su pequeña alma manipuladora, se dio un respiro por primera vez para sentir compasión.

-Ranma, ¿estás bien?

-Sí, lo estoy. Ya se me pasará. Ya que no puedo decírselo a ella, deja que te lo diga a ti por lo menos: nunca dejé de amarla. Nunca.

Y me fui. Aprendiendo por tercera vez en mi vida que el amor es una mentira horrenda que nos distrae de nuestro verdadero cometido en la vida: ser grises y mediocres, realizando tareas aburridas con el alma vacía.


Y sin embargo, a los treinta y dos años, me fracturé un codo. Fue una historia bastante graciosa si cabe. Se me había averiado el reloj de mano. Bueno, en rigor no estaba roto. Solo que –me había vuelto bastante descuidado y distraído- por enésima vez se me había olvidado cambiarle las pilas. Así, pues, iba caminando por la calle, convencido de que ya se aproximaba el momento del octavo aniversario, -en rigor faltaba al menos una hora-, cuando me pareció ver Akane cayendo desde un balcón. Verdad es que ya doblaba en edad al tonto taciturno que no era capaz de escupir un falso "te amo" a la mujer que le gustaba solo porque pensaba que el "te amo" era verdadero. Pero, a pesar de poseer el doble de experiencia que entonces, mantenía todavía ese estúpido punto de ingenuidad de creer todavía en el amor. Por tanto, la situación estaba bien clarita. El hechizo se confirmaba como verdadero y en este caso, me tocaba salvarla como siempre. ¿El premio? El reencuentro y volver a sentirme un héroe deciséis años después.

Pero…tenía treinta y dos años. Mis ojos, cansados y gastados por pasearlos constantemente por la pantalla del ordenador, ya no enfocaban como antaño. Y mi tripa, un tanto prominente, no me dejaba dar saltos tan ágiles como creía.

-¿Cómo se ha hecho eso, joven? –me preguntó un incrédulo doctor minutos después, cuando por mi propio pie acudí a un hospital.

-Salvando un maniquí de cabellera azul.

Las risas de las enfermeras, todas Akanes fantasmales que se le parecían en ese o aquel gesto a la original, taladraban mis oídos. La vergüenza por el tonto accidente daba igual. El dolor en el codo, ya se pasaría. Pero, la llaga en el alma por descubrir que la magia no existía y que por tanto ya nunca vería a Akane, resultaba del todo insoportable. Creo que el doctor se dio cuenta de mi estado depresivo a vuelo de pájaro. Porque me recetó precisamente eso, un calmante para el dolor que –me guiñó el ojo- podía tener leves efectos antidepresivos en el paciente.

Afuera de la consulta me esperaba otra Akane fantasmal. Solo que mucho más bonita que de costumbre.

Tonto, cerebro tienes, Ranma –me dije a mi mismo-. Déjate de hacer el ridículo: ¿cómo vas a confundir, aunque sea por un instante, a la marimacho con semejante bombón?

-Ranma, ¿eres tú? –me tocó el brazo enyesado con dos de sus dedos y sin dejarme responder, agregó-, ¿estás bien?

Su cuerpo perfecto y escultural que había madurado maravillosamente, no respetaba del todo la distancia reglamentaria entre dos personas que hacía más de un lustro que no se veían. Mejor dicho, ocho años exactos. Sus ojos anclados sobre el yeso se encontraban tan cerca de mi brazo que podía sentir cuando pestañeaba, la leve brisa que el aleteo de sus apéndices capilares provocaba. Su respiración a si mismo, un sutil huracán desatado en comparación con sus pestañeos, salía con fuerza de sus pulmones y moría, todavía caliente, sobre mis bíceps.

-No es nada –mentí-. Hice un mal movimiento al cambiarme y golpeé por accidente el ropero.

-Sigues tan atolondrado y fuerte como antes. ¡Pobre ropero! Lo habrás destrozado.

La verdad que no. Ya no era ni la décima parte de lo que fui antes. Daba igual; ella por suerte, seguía igual de ingenua que siempre. No solo eso, la suerte de verme así, lastimado, probablemente le había hecho olvidar por unos segundos que me odiaba. O a la mejor también había notado la singularidad del día. Quizá también había tomado consciencia de la existencia de un hechizo que nos reunía luego de largos intervalos. Era mi gran y única oportunidad de explicar el malentendido antes de que lo recordara ella y se fuera todo al garete.

-Akane…yo…

-Toma, idiota. Esto es tuyo –me arrojó la billetera por la cabeza y se dio media vuelta.

Algunas monedas cayeron a mis pies, otras rodaron por toda la sala de espera. Y los billetes se desparramaron por el suelo. Los miré con nostalgia. ¡Qué bien que ganaba hacía ocho años! ¿Y la muy pretenciosa de Akane pensaba que realmente le habría "pagado" tanto? Vale, la amaba. Y de acuerdo, había sido el mejor momento de mi vida. Pero ni aún así…; ahora que lo pienso solo a una mujer honesta se le puede ocurrir semejante disparate…que una puta cobrase tanto.

-¡Ranma Saotome no paga por sexo y menos sumas desorbitadas!

¡Dios! ¿Qué estoy haciendo? -me reproché entre murmullos-. Si lo que quiero es explicar lo del malentendido de Yuskaku.

-Por supuesto. A Ranma Saotome siempre le sobran las pretendientas rastreras. Pero métetelo en tu cabeza. Yo no soy así. Machista.

Es curioso cómo el tiempo es cíclico. El doble de edad que antes y seguíamos peleando igual apenas nos reencontrábamos. Pero no; no éramos niños. A un pequeñajo inmaduro se le podía pasar el detalle pero…¿a un adulto?

-¿Por qué llevabas eso contigo?

-Por sí me topaba con su dueño.

-¿Ocho años después? ¿Todavía creías ocho años después que podrías toparte conmigo?

Akane dudó. De sobra se notaba que no le gustaba por donde derivaba la conversación. Obviamente no estaba acostumbrada a que le atacara con lógica y paciencia.

-Adiós, Ranma Saotome. Mi novio me espera fuera.

-Pues fuguémonos.

¿Qué? ¿Qué había dicho? ¿Fuguémonos? ¿Luego de ocho años sin vernos? ¿Con la mujer que me odiaba? No tenía lógica.

-…

-Otra vez no respondes. Te juro que no entiendo a las mujeres.

-…

Se había quedado muda como aquella vez. Antes que creía que tenía el sí seguro, su silencio me partió el alma en mil pedazos. Ahora, que creía que era el "no" el que tenía seguro, la espera me estaba matando el orgullo, la cordura y el corazón.

-Responde –le atosigué con falso tono engreído-. La oferta caduca en tres segundos. Dos, uno…

-Perdona –me interrumpió-, estás herido. Me cuesta convencerme sobre la prudencia o no de darte una paliza.

-Eso es un no. Mejor así. Es lo único que esperaba hace dieciséis años. Una respuesta honesta. Que seas feliz, Akane.

Di cinco pasos en dirección a la puerta. Un pequeño trozo de papel de mi antigua billetera seguía dando vueltas en el aire. No sé si alguna vez os habréis entretenido mirandoos entres dos espejos enfrentados. Admirando egocéntricamente las infinitas imágenes propias que se repiten hasta donde puede seguir la vista. Cada una más grande que la anterior pero, aún así, idéntica a su predecesora. Esto mismo ocurrió entonces pero a menor escala. Por un lado la original de carne y hueso, y por otro su perfecta copia a escala microscópica en la foto que seguía revoloteando por allí. Quiso el destino, el mismo Dios que nos unía cada ocho años que la susodicha foto cayera en sus manos antes de que abandonara la sala.

-Soy yo. No la había visto.

-La guardaba en la solapa oculta de la billetera. No tiene nada de raro. Ya lo sabes; a los dieciséis te amaba.

-No, Ranma. Esto no es de entonces. Esta billetera cayó en mi poder hace solo ocho años. ¿Todavía me querías entonces?

Y caí en la trampa. El amor parecía que por fin se dignaba a sonreirme a la cara. Así pues, le conté de forma apasionada y convincente cuánto la quería. Cuánto la había amado por siempre. Cómo a pesar de su rechazo primero y el malentendido de Yusaku, después, jamás me había rendido a dejar de quererla. Luego extraje de mi bolsillo una pequeña agenda y se la mostré. Su foto de cuando tenía dieciséis años, la que conservaba de ella a mis treinta y dos años.

-De acuerdo.

-No te entiendo, Akane. ¿Qué es lo que acuerdas conmigo?

-Lo que has dicho antes. Fuguémonos.

Ocho años después volví a besarla. Solo que por primera vez en mi vida ya no era la comunión de labio con labio sino, por fin, la de dos almas gemelas que de mutuo acuerdo, aceptaban dejar de pelear. El beso duró al menos quince minutos entre los aplauzos de los demás pacientes.

-Akane Tendo. Akane Tendo. Su turno. Pase, por favor.

Claro, Akane estaba allí por lo mismo que yo. Era un hospital. Y le tocaba ingresar a la consulta.

-Solo tardaré un momento. Tienen que entregarme el informe médico para mi nuevo trabajo. Hace una semana hice los exámenes. Solo falta que me den el certificado de aptitud física.

Quince interminables minutos después se largó de la consulta dando un portazo y derramando lágrimas por todo el pasillo. Tenía las pupilas tan fuera de su sitio y el resto de los ojos tan enrojecidos que yo diría que la mala noticia se la dieron apenas ingresó y se pasó el resto del tiempo tragando dolor frente al médico.

De un salto estuve junto a ella y le abracé.

-No importa lo que sea, yo estaré contigo. No volveré a dejarte. Te lo prometo.

-Lo siento, Ranma. Hay vida dentro de mí –se señaló la tripa- y el padre está fuera. Cuídate. Te amo pero mi voluntad ya no es mía; es de mi retoño.

Fin de la segunda parte.


Historia bonus

Me voy de vacaciones dentro de dos semanas a la playa. Naturalmente no pienso escribir ni leer nada mientras dure el descanso. Ni siquiera pensar en alumnos, exámenes o historias de Ranma y Akane. Me dedicaré únicamente a dos tareas que tengo pendientes: 1) no hacer nada de nada durante más de cinco minutos (si llego a las cinco horas seguidas daré las vacaciones por éxitosas y bien aprovechadas). 2) Enseñar a Bulmita a nadar (temo por mi integridad física).

Para compensaros por la futura ausencia, he decidido convertir este three-shot en uno cuadripartito (ya lo tengo casi finiquitado) e intentar llegar a los 50 capítulos justo antes de irme. Claro que los reviews recién los leeré cuando vuelva.


Comentarios

Estimada Sweet-Gwendoline8. No lo haré. Gracias por tu comentario.

Estimada Ai. No mencioné la edad de Ranma porque quizá luego quiera agregar un episodio más o quitar alguno de lo planificado. Pero la cosa está en torno a los 56-64 años. Sobre las críticas de los demás, no hay que tomárselas tan a pecho. Desde luego, la opinión del mundo importa pero sobre todo la tuya. Nadie debe exigirte más que tu misma. Si el grado de esfuerzo y dedicación que has utilizado es alto, entonces no hay nada de qué avergonzarse. Solo seguir mejorando.

Estimado LU4AVG. Sospechaba que eras tú. Y no va mucho con mi estilo corregir sin piedad. Trato de ser sutil. Por ejemplo, cuando escribí el one-shot de las cartas entre Ranma y Akane, Akane no le lee una porque empieza con una falta de ortografía. Era mi forma de recordar a los escritores que existen muchos lectores que huyen de los escritos con faltas.

Estimada Shiroki-San. Randuril es una chica que escribe muy bien. Creo que se llama Romina. Ahora está haciendo una serie de one-shots que se llama Efecto mariposa. Y hace poco escribió un one-shot en el que criticaba a los autores que cometían demasiadas faltas en sus escritos. De allí, mi historia bonus anterior.

Estimada elena 79. Bueno, sí. Primero nada de nada y luego parecen tan lanzados. Como pongo en el fic, lo que a los veinticuatro es posible a los deciséis totalmente imposible.

Estimada RosemaryAlejandra. La idea central del fic se basa un poco en lo que mencionas tú. Las ofensas gradualmente van desapareciendo pero van dando lugar a peleas de verdad, sin agresiones pero con posiciones irreconciliables. Es una forma de probar que las agresiones verbales de los dieciséis son tonterías sin daño ni dolor real.

Estimada Massy13. ¿Pobre Gohan? Pobres padres. Tengo tanto miedo a la Bulmita adolescente gastadora que prefiero ni pensarlo.

Estimada Minefine7. Perdón por corregirte. Ha sido un malentendido sin importancia.

Estimada Maxhika. Tienes toda la razón. ¡Qué error más tonto! Bob Esponja es unos cuantos años posterior a 1995. Ya lo justificaré con algún giro argumental en los próximos capítulos...aunque no se me ocurre nada por ahora.