Toda una vida esperando tu respuesta. Final
Dos horas más tarde, los médicos del Himalaya, especialistas en este tipo de incidentes, aseguraron que la integridad física de Hachiro ya no pasaba peligro. Kasumi por fin pudo ver a su padre y Akane y yo nos quedamos fuera.
Intenté marcharme. Total; no me había reconocido. Todos mis átomos, poros, sentidos y conciencia me gritaban que revelara mi identidad y le narrara algo sobre la brutalidad de carácter de su esposo. Por otra parte, seguía siendo el mismo imbécil que jamás pronunció palabra sobre la identidad de Pe-chan. Aún hoy, no va conmigo el ser chivato. No podía consentir que siguiera sufriendo así ni un día más. Pero ya hallaría la forma. Una digna de un hombre hecho y derecho.
Además estaba pendiente el otro temita...el que me carcomía las entrañas.
Creo que no había dado ni dos pasos cuando su dulce voz me detuvo.
-Ranma, por favor, no te vayas. Deja al menos que te vea a la cara luego de tanto tiempo. Quítate esas ridículas vendas. Un héroe como tú, no las necesita.
Cada frase de Akane iba taladrando mis oídos y me sacaba de quicio. Había sufrido demasiadas emociones ese día. Y ya no aguantaba más. ¡Literalmente!
Me las quité –las vendas- y con ellas se fue también la máscara que ocultaba mi rencor.
-¿Por qué nadie me dijo nada sobre el accidente de Kasumi?
Akane dio un paso hacia atrás. De seguro se había imaginado que la charla no sería fácil pero de ninguna manera se esperaba una reacción tan furibunda de mi parte.
-Ha sido exigencia de Hachiro –contestó temblando por mi forma de hablar-. No quería verte ni en pintura. El muy cabrón me hizo elegir. Tú o él en el sepelio. Yo, naturalmente, no estaba de ánimo para oponer mucha resistencia y menos en mi estado…no te ensañes con Hachiro. Él no es malo, pero cuando se siente entre la espada y la pared, se le ve su verdadera esencia. ¿Qué podía hacer? No iba a dejar a la niña que estaba por nacer sin padre por una tontería. Por ser cortés con mi exnovio.
-¿Exnovio? No digas tonterías, Akane. Yo nunca he sido eso. Además, quizá no de sangre, pero por el tipo de relación, Kasumi era tan hermana tuya como mía. Habérmelo dicho después. Tenía derecho a saberlo.
Akane volvió a dar un paso hacia atrás y dos más.
-Yo…me daba vergüenza que te enteraras de los detalles de mi patética vida. Además, Nabiki te odia. Y desde que papá y Genma se pelearon…por lo de las albondigas de pulpo…la única suficientemente madura para darte una noticia así era la misma Kasumi. Lo siento. En el fondo, temía verte. Que te enteraras de cómo era él. A lo mejor, con su carácter te provocaba y tú, seguro que le partías la clavícula de un golpe.
Ja, temía por Hachiro.
-Interesante visión tienes de mí, Akane. Para que lo sepas; él tuvo la oportunidad de salvarme la vida y la desaprovechó. A la postre, fui yo quien tuvo que salvarle a él. Y mejor no me tires de la lengua.
El rostro de Akane rezumaba tanta nostalgia y dolor que costaba asegurar que nos rodeaba un frio helador. Uno que en teoría impedía que los rasgos faciales fueran muy expresivos. Por primera vez en nuestra vida peleábamos de verdad. No por tonterías sin sentido, no para ocultar verdades como un templo. Discutíamos con argumentos que nos alejaban.
-No quieres que te tire de la lengua…–dijo por fin-. De seguro te refieres a Seiko. Lo sé todo sobre ella…si se la habrá nombrado y mostrado a todo Nerima ya. Más de una vez al día me toca mirar para otro lado.
-Entonces...-le interrumpí-. Si sabes que es mezquino y que no te ama… ¿por qué demonios sigues con él?
-Creo que ya sabes la respuesta, Ranma. Por la misma razón que no quería volver a verte. Porque el amor no existe. Da igual con quien esté. Lo único importante es que Kasumi tenga a su padre y a su madre juntos.
El amor no existe –pensé-. Tiene razón. Por supuesto que no existe. De existir, no hubiésemos llegado a esto. De existir realmente, la muda de dieciséis años hubiese clamado a viva voz: "quiero casarme contigo Ranma. No dejes que mi vida y la tuya se vayan al garete". De existir, Hachiro, Yusaku, Shampoo, Shinosuke, Ryoga y tantos otros estorbos, no hubiesen impedido que hiciéramos efectivo el compromiso a las primeras de cambio. El amor no existe. Por supuesto que no existe.
-Gracias, amor mío –le dije-. Por irónico que parezca, gracias a tu amor he llegado a la certeza que necesitaba. Ya puedo volver a mi vida gris. Nos vemos dentro de ocho años.
A los cuarenta y ocho años salí en todos los periódicos. No quería verla. Su vida era desastrosa y la mía había caído en picado. Gordo, calvo, sin trabajo. Haciendo chapuzas para sobrevivir. Ni un gramo de la nobleza de caracter que solía tener quedaba ya en mí. Trataba mal a la gente. Me irritaba por cualquier cosa. Modales toscos, pensamientos secos. El bueno de Ryoga aguantó mis malas pulgas tres o cuatro años en los que siguió peleando conmigo hasta que comprobó que su hechizo se había roto y se mudó bien lejos. Desde entonces, ya no hubo distracciones que detuvieran el deterioro físico y mental. Cuando tomé consciencia de que faltaba poco para verla, opté por todo tipo de terapias, curanderos y psicólogos. Nada. Ninguno me creía. Algunos, los más serios, me decían que no estaba loco, solo deprimido. Lo menos, simulaban creerme para intentar sacar tajada. Al final opté por resolverlo yo mismo. Se me ocurrían muchos caminos de escape. Pero muy pocos definitivos. Allí, en el horizonte, veía cada vez más cercana, la última ruta. La que solo podía tomar en soledad. Ya no me importaba mi vida. Era una opción…si no lo hice fue por mi estúpida creencia en el más allá. ¿Quién me aseguraba que no nos veríamos allí? Suicidarme podía equivaler a matarla indirectamente. No quería arriesgarme.
¿Otras soluciones? La inconsciencia. Daba igual que ella me viera tan patético mientras yo no lo recordara…el problema era que pese al deterioro físico, seguía fuerte como un toro. No había pastilla para dormir, por potente que fuera, que hiciera efecto seguro sobre mí. Y lo de emborracharme…pues lo llevaba mal. Lo intentaba, sí. Convertirme en un borracho, pero no me salía. Odiaba el alcohol y sus efectos. Hasta que por fin, di con un método autodestructivo que no me mataba y que estaba a la altura de mi carácter. La huelga de hambre. ¿El jefe contra quien iba dirigida? El destino. ¿La empresa? El amor. Para mantenerla hacía falta cojones, fuerza de voluntad y mucha amargura. De las tres cosas abundaba mi alma.
Solo había que calcularlo bien y daba igual si Akane era la enfermera que me rescataba o la sepulturera que cavaba mi tumba, estaría demasiado débil o inconsciente para darme cuenta.
Con lo que no contaba era con que mi situación se hiciera pública. Mucho menos con que todo el mundo lo interpretara de la forma exactamente contraria: romanticismo puro. Día a día, más y más curiosos se agolpaban a los alrededores de mi casa para sacarle fotos al idiota enamorado que moría de hambre por amor.
-¡Qué triste! –decían unos.
-Pero romántico, ¿no crees? –acordaban otros.
Al final, hasta la televisión pública se plantó en la puerta de mi casa.
-¿Morirá de amor? ¿Aparecerá ella de la nada? ¿Se cumplirá el hechizo? Pronto lo sabremos. Más avances del reality: Locos por amor, el jueves en horario central.
Semejante desprecio por la intimidad, los sentimientos puros y exposición mediática solo podía provenir de una mente manipuladora. Me daba igual si Nabiki había llevado al límite su irracional odio hacia mí. Yo no le había hecho nada a ella. No le daría el gusto de aparecer en TV como un loco ahuyenta-periodistas. Además, ¿quién era yo para juzgarla, en todo caso? Si Ranma Saotome podía caer tan bajo, ¿qué le impedía a ella pasar del leve e inocuo chascarrillo a la humillación pública? Sentí pena por Nabiki. Todos los del dojo habíamos perdido nuestro brillo y gracia natural, incluso la más arrogante de todas. Solo Kasumi, la muy imprudente y distraída Kasumi, se había salvado de los horrores del tiempo, gracias a un imbécil que circulaba a más de 200 kms. por hora.
A esta altura de la historia, y con todas las patéticas cosas que os he contado ya, no tiene mucho sentido ocultaros nada. Para ser sinceros, un día volví de hacer las compras –un bote de champú y dos bombillas-, y noté casi en seguida que alguien había entrado en mi hogar. No era muy claro, pero estaba bastante seguro de haber dejado algunos objetos en lugar diferentes de los que ocupaban ahora. No me fue muy difícil, gracias a esa certeza, descubrir las seis o siete minicámaras que habían implantado en paredes, techos y floreros. Tampoco, fue muy difícil para mi astuta mente, darme cuenta por qué el canal 15 se había bloqueado mágicamente de mi televisión. Era por allí, que se transmitía en directo las últimas cuarenta y ocho horas del show.
Me la pasé leyendo. El único sonido de fondo que acompañaba mis lecturas era el furibundo ruido de mi estómago.
Faltando cinco horas para que se cumpliera el plazo, me desmayé.
A las dieciséis y dieciséis del dieciséis de mayo de 2019 desperté. Me había quedado dormido en el sofá pero me encontraba ahora en mi propia cama. La camiseta sucia y arrugada había dado paso a una camisa verde que me gustaba. La tele tridimensional seguía apagada. Las ventanas de mi habitación se habían cerrado automáticamente como estaba programado. Akane se encontraba frente a mí. Joven, muy joven. Igualita que cuando le conocí.
-¿Akane?
-No, mamá está fuera. Destrozando cámaras y periodistas. Soy Kasumi.
-Claro, ya tienes casi dieciséis.
Kasumi se cruzó de brazos. Sí, ya soy mayor. No necesito que sigáis con esta farsa por mí. Si os queréis, bien y si no, usad a otra como excusa para no liaros. Me he enterado de todo por la tele. Mamá no ha osado contradecir la versión de los periodistas. Tenéis que hablar…tenéis que…
¡Beep!
Kasumi se llevó el reloj de pulsera a la boca de forma mecánica y comenzó a hablarle:
-Hola, amor. Sí, estoy con él. ¿Te lo puedes creer? Nosotros de novios desde hace un año y ellos ni "te amo" se han dicho en casi medio siglo. Si, ahora voy. Ésperame donde siempre. No, no seas guarro. No. No. No. Bueno, vale, quizá te deje un poquito pero…que sí. No me tardo.
En la puerta de entrada, se encontraba ya la madre de Kasumi. La jovencita le dio un beso en la mejilla y le espetó en tono irónico.
-Jovencita, te espero de vuelta en casa antes de las 22:00 hs. Ni un minuto de más. ¿Me has oído?
Akane asintió con la cabeza. Cuando los adolescentes se ponen a parodiar a los padres, lo mejor es tragar y mirar para otro lado.
Segundos después, cerró la puerta tras de sí y quedamos solos.
Quince puñetazos a las paredes y techo más tarde, ya no quedaba de las cámaras internas más que el vago recuerdo de su existencia, unos metales retorcidos y más de un cable echando chispas.
Estaba hermosa. Una hermosura diferente a la fresca y graciosa de Kasumi. Madura, con algunas arrugas pero serena, asentada en la vida y sin dejarse pisotear por ella. Estaba equivocado. Solo mi vida era patética. La suya únicamente incorporaba una par de imperfecciones de las que, a juzgar por la actitud de Kasumi, se había desecho hacía unos cuantos meses.
-¿Por qué no has seguido con tu vida? Mírate. Siempre supe que sin mi no podías vivir, pero nunca me imaginé que fuera tan literalmente.
Me incorporé.
-Pues lo es.
-Hay muchas otras mujeres allí fuera. Sigues siendo atractivo y ahora famoso. Todavía puedes enderezar el rumbo.
-No creas que no lo he intentado. Sobre todo desde que me revelaste la verdad universal que sustenta a la raza humana y hace posible la reproducción. El amor no existe. Lo has dicho tú. No he sido yo.
Akane se dio un golpe en la frente con la palma abierta. Imagino que mi respuesta le exasperaba.
-También te he dicho miles de otras barbaridades. ¿A qué viene esto de tomarme en serio ahora con una cosa puntual? Además…sacada de contexto. Yo…ya sabes que no me gusta hablar de mi madre pero la frase se la robé a ella.
-Oh, lo siento –le repuse tratando de ocultar mi interés-. No sabía que se llevara mal con Soun.
-No. Al contrario. La frase completa es: el amor no existe. Hay que crearlo y recrearlo a cada instante.
Sonreí. A pesar de todo, a pesar de sus problemas, seguía tan noble y sacrificada como siempre.
-Te agradezco lo que intentas hacer. No hace falta que te inventes historias para levantarme el ánimo.
Como única respuesta recibí una cachetada. No muy fuerte, pero lo suficiente para espabilar. Más aún teniendo en cuenta el estado de debilidad en el que me encontraba.
-Jamás utilizaría a mi madre para inventarme una mentira. ¿Tienes idea de lo duro que fue? ¿Lo que me costó olvidarme de ella para dejar de sufrir a todas horas? Un padre jamás debería desaparecer dejando atrás a una niña pequeña. Por eso me quedé con Hachiro, para que a Kasumi no le tocara sufrir lo que a mí. Lo que yo pasé no tenía solución, lo de ella sí.
Silencio. Jamás y a pesar de la enorme confianza que habíamos compartido siempre, jamás Akane me había hablado de su madre hasta ahora. Viéndolo todo en perspectiva otra vez, tenía lógica. Su actitud al completo. No, lo del silencio a los dieciséis años, pero el resto…el resto teniendo en cuenta el dato, se explicaba perfectamente. Así que decidí cambiar de tema. Si ella me confesaba algo que jamás me había contado antes, pues yo podía hacer lo propio.
-Hubo una antes que tú. Si tuviera que rehacer mi vida, solo podría ser con ella. Ya vez, no soy un hombre de muchas mujeres. Cuando me enamoro es por siempre. Llevo buscándola los últimos ocho años sin suerte.
Dije todo eso sin mirarla. Me moría de vergüenza y miedo. El tonto viejo que no creía en los sentimientos puros, confensándole a su primer amor que antes de conocerla, había sentido algo aún más tierno por otra persona. Patético yo y patética ella pues, otra vez, guardaba silencio.
Maldito seas, Ranma Saotome –pensé-. ¿Qué poder oculto tienes que consigues dejar sin palabras a esta iracunda mujer al menos una vez cada ocho años?
-Entiendo –dijo al rato con la voz más fría aún que cuando estuvimos en el Himalaya-. A Shampoo la conociste antes. Y a Ukyo. Por fin, luego de tanto tiempo, lo reconoces. Tranquilo; ya estoy acostumbrada a las Seikos.
Y me quebré. Una cosa era abandonarme a mi suerte por amor aunque lo disfrazara de lo contrario, y otra cosa totalmente diferente, aguantar que me compararan con Hachiro. No lo iba a tolerar y menos aún, si lo hacían con semejante amargura en el tono y los gestos.
-Mira, Akane, voy a decirte algo que hace mucho que debí decirte. Más concretamente, a los dieciséis. Eres idiota. De Shampoo y Ukyo lo único que me atraía era su sinceridad. ¿Sabes por qué las frencuentaba tanto? Porque mientras les escuchaba confesarme su amor eterno, yo me imaginaba que eras tú la que me lo decía. Era mi única vía de escape para sobrevivir a tus silencios.
Y se quedó otra vez callada. Daba ganas de matarla. ¿Quién en su sano juicio cuando le atacan por no hablar, reacciona cerrando la boca?
-¿Quién…quién es la otra?
¿De verdad, Akane? Hace un momento me querías emparejar con cualquiera… ¿y ahora, con varias décadas de retraso, sientes celos de alguien que no conoces?
-No sé su nombre. La conocí con ocho años en un sepelio. Tenía el cabello rojo. De un tono un poco más oscuro que mi versión femenina. Ella tenía diez. Lloraba a lágrima viva por la muerte de su tía. No recuerdo muy bien por qué estaba yo allí. Creo que papá fingía ser un familiar lejano para picar un poco de comida gratis. Solía hacerlo a menudo el muy insensible. Le consolé como pude. Ya de pequeño no soportaba el llanto de las mujeres. Primero con muecas, luego a puñetazo limpio y por fin, con lo primero que se me ocurrió, jurándole que yo la protegería por siempre.
-¿Era guapa?
-Sí, claro. Desde la perspectiva de un niño de ocho años sobre todo. Nunca antes había hablado con una chica. Ni había estado tan cerca de una.
El rostro de Akane había sufrido un cambio drástico. Me miraba con cierta ternura. La misma mirada que solía dedicarme Kasumi cuando le hablaba de lo marimacho que era su hermanita pequeña. No sé, supongo que a pesar de todo, a cualquier chica le gusta hablar con un "hermanito pequeño" sobre sus amores infantiles.
-¿Todavía la querías cuando me conociste?
Pregunta engañosa. Si decía que "no", concluiría que mis amores juveniles eran leves. Si decía que "sí", diría que traicioné ese primer amor por ella. Más leves todavía.
-Sí y no. La quería pero no supe lo que era el amor realmente hasta que te conocí. Pensaba en ella como una amiga guapa a la que el destino me traería más adelante.
Akane seguía manteniendo el tono dulce y la mirada curiosa de antes. Prueba superada por el momento. No hay nada mejor para sobrevivir al interrogatorio de una mujer que decir la verdad de buenas a primeras.
-Y sin embargo –se llevó un dedo a la frente como si estuviera pensando o recordando algo-, de Ukyo te habías olvidado.
-Ya. No te voy a mentir. Hubo una sola razón. La otra era más guapa. Sé que es vana ilusión y que probablemente ni se acuerde de mí. Pero si no puedo estar contigo, me gustaría volver a verla.
El rostro de Akane irradiaba ya nostalgia. No era mi intención herirla ni desengañarla sobre su identidad. Daba igual si era mi primer amor o no. Estaba tan desanimado que parecía un robot tonto que respondía sinceramente a las preguntas que ella me hacía. De haberme interrogado sobre sí misma, palabras mucho más candorosas hubiesen salido de mis labios. En todo caso, no parecía triste. Más bien todo lo contrario. Por eso me sorprendió un poco la pregunta tan privada y dolorosa que me hizo a continuación.
-¿Sabes, Ranma, cuándo murió mi madre?
-No.
-A las dieciséis y dieciséis del dieciséis de mayo de 1979, cuando solo tenía ocho años.
Mientras Akane seguía narrándome los pormenores del suceso, yo me restregaba los ojos y hendía los índices en mis orejas para intentar destaparlas. ¿Había escuchado bien? Ocho años exactos pero hacia atrás. A lo mejor todo había comenzado aquel día y no con mi segunda confesión como yo tenía pensado.
-Mi reacción –continuó Akane con su monólogo particular- no fue del todo madura como imaginarás. La verdad es que pataleé y pataleé primero. Y luego, juré y perjuré, entre llantos y miles de rabietas, que no volvería a ser Akane Tendo hasta que me trajeran de vuelta a mi madre vivita y coleando. Durante un mes, me teñí el pelo de colorado de forma artificial –con témperas- y aseguré a quién quisiera saberlo que yo era otra. La sobrina de la muerta, una niña de diez años que esperaba a que su madre, la hermana de la difunta, llegara pronto a recogerla.
-¿Entonces…?
-Sí, mi amor. Ya sabes por qué estabas allí; Genma era el mejor amigo de mi padre. Aquella frase tuya, que me protegerías por siempre, me ayudó a salir del pozo. Era muy parecido a lo que solía decirme mamá: que sin importar las circunstancias, de una u otra manera estaría conmigo.
Entendí entonces, mientras se arrojaba sobre mí y me besaba, que el amor sí existía y no solo el físico o el romántico que puede sentir un hombre por una mujer. También era eterno y trascendía el tiempo y el espacio el amor de una madre por una hija. Un amor que era tan fuerte que porfiadamente nos volvía a juntar aunque nosotros lucháramos por alejarnos con nuestras idioteces. ¡La madre de Akane! Desde luego; la madre de Akane era la asombrosa fuerza sobrenatural que había "creado y recreado" el hechizo de amor que nos reunía.
Volví a repetir aquellas frases cursis que le dediqué treinta y dos años atrás.
-Te amo, Akane Tendo. Desde la primera vez que te vi. Y antes aún de conocerte. A todas horas y a cada instante. Con el alma y el corazón. Con la cabeza y los puños. Todo lo que hago, digo y pienso, todo lo que respiro es por y para mi Akane.
Yo también te amo –contestó mientras alguna de sus arrugas poco a poco se hacían más tersas y suaves. De espléndidas carreteras por donde surcaba la marca de la edad y la experiencia, pasaron a verse en un instante como las praderas suaves y pletóricas de vida que tenía cuando dieciséis. Yo mismo me sentí rejuvenecer poco a poco. La coleta me creció de vuelta y la grasa de la tripa se desplazó poco a poco a los brazos, convirtiéndose en músculos. Mis párpados se abrieron y cerraron tres veces. A mi alrededor, nada había cambiado. El mismo bar y los mismos clientes que había cuando me confesé por segunda vez.
-Ranma, Ranma, ¿me has oído? –dijo la Akane de dieciséis, la que supuestamente me había dejado con la confesión en la boca sin responder-. He dicho que yo también te amo. No me hagas repetirlo más que me da mucha vergüenza.
-Lo siento –le abracé con la mano izquierda y le sostuve la mano derecha bien fuerte con mi mano libre-. Sé que solo tardaste unos segundos en responder. Pero se me hizo tan largo, que sentí que pasaba toda una vida diferente frente a mis ojos. Ni te imaginas la película que llegué a montarme en esos instantes. Embarazos, avalanchas de nieve, platos exquisitos…
-Tonto, toda una vida es lo que nos queda por delante.
Fin.
Epílogo
Al día siguiente me aposenté a escasos metros del cuarto de Nabiki y me quedé esperando a que regresara durante al menos tres horas. Sobre las 18 horas, la jovencita regresó al Dojo con los bolsillos repletos, merced a un duro día de "trabajo".
-A juzgar por tu cara de impaciencia, Ranma, me esperas en calidad de cliente.
-Así es –afirmé-. Ayer tuve un sueño muy raro y me gustaría tomar precauciones.
Unos veinte minutos después, una vez que fui obligado a narrar la alucinación al completo, Nabiki me echó de su cuarto entre quejas inentendibles y juramentos un poco más comprensibles. De nada me sirvió intentar disculparme por los detalles más comprometedores de la historia.
-Me da igual –me gritaba desde dentro de su habitación- si crees posible que me convierta en alguien capaz de odiar sin provecho visible de por medio, lo que no te consiento, Ranma, es que se te pase por la cabeza, aunque sea en un sueño, que yo dejaría salir de casa a Kasumi sin casco –me arrojó uno por la cabeza-. O que permitiría que Kuno contratara a Ryoga de cartero sin sacar tajada al asunto. Ni siquiera os daría el gusto de separaros más de diez días. Ese es mi límite de tolerancia. Si me paso más tiempo sin reirme de vuestra timidez, me empiezo a poner nerviosa e irascible.
-Pues qué mal –le respondí-. Ya somos novios. Hemos madurado. No podrás reirte de nosotros tan fácilmente.
Dichas estas palabras, empecé a oir el sonido de trastos moviéndose de un sitio a otro. Evidentemente buscaba algo. Finalmente la puerta se abrió.
-Ya que eres tan maduro, imagino que no necesitarás esto –me mostró un cinturón de castidad con triple candado y sistema informatizado de apertura-. Me ha dicho un pajarito que las niñas en 2019 se toman muchas libertades con sus novios.
-¿Cuánto?
-De regalo. Ya le venderé la contraseña a "Kasumi-chan" cuando crezca.
Y me cerró la puerta en la cara dejando salir una sonora carcajada de malvada de película antigua.
Fin del epílogo.
Historia Bonus
Mis primeras vacaciones con Minefine7
Seis años después de empezar a salir, casi siete después de conocernos, la relación no es que estuviera en crisis pero, por darle un nombre, se había estancado. Ambos seguíamos estudiando, solo que ya habíamos terminado la carrera y nos especializábamos en distintas áreas con diversos posgrados. Algunas cosas que estaban muy bien al inicio, se fueron manteniendo en el tiempo sin cambios y por esa época, tanto tiempo después, ya no eran del todo tolerables. Minefine7 seguía muy lejos de la UBA y yo, continuaba viviendo con mis padres, sin trabajo a la vista. Daba clases como ayudante de una Cátedra de la facultad –gratis, por supuesto-, y varias particulares sobre lo que fuera –primero de lo mío, lengua, luego de lo que sabía bien, idiomas; o de lo que conocía poco, filosófia y matemáticas y por último, hasta di clases de biología química-. Con estas actividades me costeaba desplazamientos, libros y salidas pero, desde luego, se trataba de un botín escaso y muy volátil como para dar el salto. Diferente era el panorama de Minefine7. Desde hacía casi un año, había conseguido trabajo "remunerado y fijo", todo un logro en Argentina, como profesora en varios colegios secundarios. Lo hacía muy bien y con ahinco pero llena de inseguridades y cargada de horas, muy por encima del límite recomendable.
-Me parece que algunos chicos no me quieren- solía decirme.
-Por supuesto –le contestaba-, les obligas a aprender algo que no quieren saber, en un sitio al que no quieren ir, en un tiempo que ellos aprovecharían, si les dejaran, para hacer otras cosas más provechosas como dormir o salir a divertirse. Siempre habrá quien no te quiera. Si tienes alumnos que sí lo hacen, no los que te chupan las medias para conseguir nota, de los otros, es que haces bien tu trabajo.
Y se tranquilizaba, porque efectivamente los había. Sin embargo, a esta inseguridad y cansancio por ocuparse de tantos cursos ella sola, se sumaba que ante cualquier problema, los directores del los diferentes centros educativos se lavaban las manos con un: "ya le encontrarás la vuelta" que a Minefine7 le sonaba mucho a "es tu culpa, novata".
Nueve meses después, cuando llegó el verano, Minefine7 se encontraba agotada, histérica y con bastante dinero ahorrado –seguía viviendo con su madre y como dije, hacía el trabajo de dos o tres maestras al mismo tiempo-. Cada tanto me insinuaba la posibilidad de hacer algo con lo ahorrado, las infinitas posibilidades, prepararse el futuro, lo sencillo que sería vivir juntos si yo tuviera un ingreso similar, etc. Bueno, ya sabéis los sutiles que son las mujeres con estas cosas. No llegó a preguntarme si no buscaba trabajo con más ahinco para utilizar mi estado de desempleado como excusa para no formalizar la relación pero sí que se mostraba cada vez más impaciente por conseguir un cambio, el que fuera. Si la pobre de Minefine7 del pasado hubiese sabido lo de ahora, que soy un adicto al trabajo, quizá se hubiese quedado más tranquila. De hecho, si hay tiras y aflojas hoy en día es por la situación contraria, porque prefiero quedarme en casa preparando tal o cual trabajo, en lugar de salir a pasear.
Un buen día, íbamos caminado por la calle, hablando de tonterías que no recuerdo, cuando giré la cabeza para mirar un escaparate (creo que había uno de esos modernos y carísimos reproductores de mp3). Cuando volví a mirarla me la encontré, con la cabeza al entero orientada hacia el cielo, lágrimas en los ojos y clamando textualmente, vaya uno a saber a quién: "¿Por qué no podemos ser felices?".
-¿No eres feliz? –pregunté angustiado.
-Sí, soy feliz, buahhhhh, pero no es lo mismo "feliz" que "feliz", ¿entiendes? Buahhhhhh.
Por supuesto que entendía. Ya llevaba seis años aprendiendo el intricado idioma de las mujeres. Seguía madurando más lento de lo recomendable, la falta de un proyecto claro de futuro era prueba de ello, pero tampoco seguía siendo el timorato que había conocido más de un lustro atrás.
-¿O sea que en vez de ser "feliz" prefieres ser "feliz"?
-Sí, quiero una casa, hijos, una familia, un trabajo en el que no me sienta acosada.
-Bueno, paciencia –comencé a consolarle-. Nadie empieza con un trabajo bonito. Ya llegará y lo de los niños, tampoco es que sea inmediato. Durante los primeros diez años no son personas casi, tienes que ocuparte de ellos a todas horas. Solo después empieza a ser gratificante.
Sí, sí. Dije eso; lo reconozco. El castigo divino tardó en materializarse. Recién unos cuantos años después, llegó en forma de dos hijos que desde los dos o tres meses de nacimiento tuvieron férreas opiniones sobre todo, una personalidad mucho más firme y asentada que la mía y la capacidad innata, desde los dos años y medio, de soltar no menos de doscientas palabras por minuto, capacidad que os aseguro ponen en práctica a todas horas. Y ya sabéis de sobra, la forma de razonar que tienen, comparado con ellos, yo no soy ni media "persona". Os digo más, cuando la gente se cruza por la calle con nosotros, nos saluda así: "¡Hola, Gohan!". Lo más triste es que a la mitad ni los conozco pero mi hijo sí.
Volviendo al tema de la pequeña crisis, obviamente, mis palabras no fueron muy bien tomadas. Mi forma de consolar, muy distante a la efectiva, había conseguido que Minefine7 perdiera los estribos. En ese momento, no me echó en cara la frasecita –luego, sí que lo hizo a todas horas-, pues estaba tan embalada en su autocompadecerse, que siguió enumerando las ausencias que, a su juicio, reinaban en su vida.
No recuerdo muy bien cuando volví a tener un hueco para intentar interrumpir su monólogo de la tristeza ni por qué cuando lo tuve, dije algo tan inútil pero sí lo que mis labios pronunciaron y lo que ella contestó.
-Paciencia.
-¿Paciencia? No aguanto más. Necesito vacaciones…sí, eso vacaciones. Si tengo que tener paciencia, tengo que reponerme psicológicamente de este sinvivir.
Bueno, sí, era una posiblidad. Me hería un poco el orgullo pues, estaba claro que no podría pagar mucho más de la quinta parte. Por otra parte, ¿por qué no? Yo también estaba cansado. Aunque ganara muy poco, probablemente dedicaba más horas de trabajo, incluso, que ahora.
En este punto os voy a contar un secreto. Uno que muchos de ustedes ya conocen. Para un hombre, las primeras vacaciones en pareja equivalen en su mente ingenua a pasear cinco minutos por la playa y quedarse encerrado en el hotel el resto del tiempo. Para una mujer, es algo mucho más profundo. LA PRUEBA DE LA CONVIVENCIA. Simulacro de vida en conjunto. ¿Seremos compatibles? –pensaba Minefine7- ¿Me molestarán sus ronquidos? ¿Tendrá alguna costumbre detestable que no conozco? ¿Desordenado? ¿Dejará el baño aseado cuando termine de ducharse? El bote de dinero común. ¿Será tacaño? ¿Despilfarrador? ¿Y si es al revés? ¿Y si le molesta algo de mí? ¿Y si se da cuenta de que no puede vivir conmigo por tal o cual razón?
Si os cuento todo esto es precisamente porque el viaje al entero resultó de los más Rumikesco. El destino puso a prueba nuestra capacidad de funcionar como equipo de las maneras más rocambolescas y ridículas posibles.
Por ejemplo, en esa época no era común tener celulares, detalle vital para encontrarse hoy en día. Sin embargo, el plan para llegar a la estación era sencillo. Había que ser muy tontos para perderse. Minefine7 viajaría en autobús hasta la capital donde vivía yo. Luego nos encontraríamos en la esquina donde estaba la parada del otro autobús, el que nos dejaría en la estación y por último viajaríamos hasta Necochea juntos. Sin embargo, la frase: "te espero en la esquina de la parada de autobuses", tenía dos lecturas posibles. La que hizo Minefine7, la literal, "te espero en la ESQUINA de la parada" y la que hice yo: "te espero en la PARADA que está en la esquina". Entre uno y otro sitio, había apenas tres metros de distancia pero con un enorme kiosco de revistas en medio que tapaba toda visibilidad. Así, pues nos pasamos esperando el uno al otro durante media hora, sin posibilidad de comunicarnos con celulares, a escasos tres metros y empezando a dudar: ¿y si se le pasó algo? ¿Y si se confundió de hora o lugar?
Obviamente, íbamos bastante cargados, así que casi no nos desplazábamos en nuestra arrogante creencia de que estábamos bien y era el otro el que se había equivocado/retrasado, etc. Igual que en los dibujos animados, cuando yo iba a chequear la esquina, ella cruzaba a ver si me veía venir por el otro lado, etc.
¡Uy! cómo me gritó cuando se decidió a irme a buscar a mi casa, cruzó la calle y por fin me vio, en la acera de enfrente, esperándola casi al lado de donde se encontraba antes. Primero despacio, con alegría. No la oí. Era una avenida muy ancha y había mucho ruido. Luego, más fuerte. Nada. Y por último, como si fuera una Akane de dibujo animado en la vida real. Lo hizo con tanta fuerza que todos los presentes a cien metros a la redonda dimos un salto del susto.
El resto del viaje fue tan agradable, romántico y sin contratiempos que al rato ya me había olvidado de que habíamos empezado desincronizados y que aquella falta de comunicación podía aflorar en cualquier otro momento.
Apenas llegamos al hotel yo me puse a acomodar las maletas mientras Minefine7 bajaba un segundo a recepción para pedir no sé qué cosa que necesitaba urgentemente. Al rato cuando ya había acomodado mi equipaje: dos bañadores, cepillo de dientes, crema dental y dos o tres cosas indispensables más, comencé a mover las cuatro enormes maletas de Minefine7 y a preguntarme dónde había ido. Pasados unos diez minutos volvió con un termo en la mano.
-¿Y eso?
-Para el mate (infusión típica de Argentina, como el té pero sin bolsita).
-Ah, ¿tomas mate?
-Sí, claro, a todas horas, soy argentina, ¿Tú no?
-No, no te había visto nunca.
-No lo voy a llevar a la facultad o a una cita. En casa, siempres vienes a almorzar, tampoco es hora.
Miré a la taza del mate con desconfianza como si se tratara de mi enemigo natural. ¿Las razones? 1) Estaba relleno de algo que claramente manchaba y el artefacto en cuestión se encontraba abierto por su parte superior. Invitaba a ser volcado por gente descuidada y distraída como yo. 2) Minefine7 sorbía un poco por la bombilla, lo dejaba sobre una esquina haciendo equilibrio, volvía a sorber, lo dejaba sobre otra cornisa, volvía a sorber, y otra vez, quedaba descansando al borde del precipicio.
¿Cuánto tiempo podría sobrevivir a eso sin tirarlo? ¿Cinco, diez minutos? De sobra sabía que si había algo que molestaba a minefine7 más que manchar algo propio, era hacerlo con algo ajeno. Como cayera sobre una sábana blanca, podría olvidarme de buena parte de los objetivos que me había autoimpuesto para esas vacaciones.
Veinte minutos después se acabó el agua caliente y respiré aliviado. Había esquivado todas y cada una de las trampas mortales que cambiaban continuamente de sitio sin previo aviso.
-¿Vamos un ratito a la playa? –pregunté.
-¿Un ratito? A la playa hay que ir desde que sale el sol hasta que se pone.
Problema. Suelo tener la piel, según la época del año, de una tonalidad entre el blanco cadavérico de Drácula y el albo frío de la nieve. A los veinte minutos de exponerme al sol, por mucha crema solar que me ponga, me pongo rojo como un camarón. Y nunca, nunca, nunca he conseguido ponerme moreno. Por contrapartida, Minefine7 ya salió morena de fábrica. Por mucho que intentara explicárselo, no entraba dentro de su sistema de valores, que pudiera existir ese tipo de impedimento para la diversión. Al igual que Gohan, Minefine7 considera una ley sagrada el aprovechar cada segundo de vacaciones en el mar. Ni siquiera en la arena. En el agua. Todavía recuerdo, y perdón que salte a otras vacaciones, la cara de terror de Bulmita cuando con un año decidió meterse por primera vez al agua con la madre, en lugar de conmigo. ¡Qué grave error! No se lo esperaba. Dos, tres, cuatro saltos, una pirueta en el aire y plafff, las dos hundidas dentro del agua y chocando con una ola al salir a la superficie. El resto de las vacaciones no se alejó ni un milímetro de mí.
Volviendo al tema que nos ocupa, en el mismo momento en que le manifesté a Minefine7 mis problemas de piel hice un mal movimiento que echó a volar por los aires el mate y desparramó todo su contenido sobre el suelo.
Fin de la primera parte de la historia Bonus
Para la próxima, la resolución de ambos conflictos, el cumple en la playa y señore sole (sí, escrito así, con "e" final en cada palabra).
Comentarios
Estimada elena 79. Hace ya bastantes años tenía la costumbre de estudiar con la tele de fondo con algún partido de fútbol o similar. Solía funcionarme muy bien...salvo que me equipo metiera un gol o le expulsaran un jugador, en cuyo caso dejaba todo de lado y me ponía a mirar el desenlance del evento deportivo. En fin, una técnica de estudio arriesgada.
Estimado Matt. Final un tanto repetitivo. Cuando no es un sueño, es una alucinación o actores disfrazados, aún así, el resultado es siempre satisfactorio: final feliz al completo, sin muertes, separaciones ni tonterías.
Ps: Pienso vagar en mis vagaciones al máximo posible.
Estimada Shiroki-San. Primero que nada, gracias por agregarme en favoritos y follower. Eso te convierte instantáneamente en lectora VIP. Y muy buena respuesta de tu novio.
Estimada Ai. Si, daba para finalizarlo allí pero sería un final triste. Con Kasumi muerta. Me hacía falta un salto en el tiempo más para diseñar el desenlace fantástico.
Estimado Lu4AVG. Creo que hace años que no veo una peli entera. Lo normal es llegar tarde a casa, mirar los últimos 20 minutos y adivinar el principio de la película a través del desenlace. Es igual de divertido que adivinar los finales, leyendo los inicios. Si te gustan las historias de piratas supongo que conocerás a Guybrush y a los piratas que le toman el examen y que cantaban: "!Queremos Grog! !Grog! !Grog!"
Dear guest. I hope you liked the end.
Dear znta. No, Seiko is Hachiro´s lover. Akane knows about her but pretends to ignore it.
Estimada minefine7. Bueno, ya terminó un fic trágico de los que te gustan a ti y ya sabes lo que viene para la próxima: uno humorístico de los que te gustan menos.
