¿Quién asesinó a Akane Tendo?
Se suele creer erróneamente que lo peor de las cárceles es su aspecto descuidado: las profundas hendijas en las paredes que dejan pasar la humedad del exterior sin permitir que los prisioneros recorran el camino inverso, la fauna de escasa entidad física y veloz carrera, las comidas repetitivas y faltas de calorías o controles de caducidad, los rostros de los reclusos ennegrecidos por el crimen, el error y la ausencia de esperanzas, etc. También suele acudirse erróneamente al tópico contrario. Hay quien asegura, sin saber bien de lo que habla, que lo peor no es lo material, sino lo humano. Una sociedad a imagen y semejanza de la normal pero constituida en su mayoría por criminales confesos. El habitante medio, el visitante ocasional o incluso el que ha caído por error, no puede menos que sentir miedo de ser atacado, en el mejor de los casos, por una banda y en el peor, por un asesino o un violento solitario al que no le gustó su manera de caminar o de hablar. La difuminada frontera entre el bien y el mal, el acoso del no saber lo que ocurrirá provoca situaciones de verdadero carnaval, es decir, de una moralidad en donde, en ocasiones, lo bueno y seguro es hacer lo que no corresponde: callarse y mirar para otro lado. Y si estas condiciones son malas, ¿qué decir entonces, de lo que realmente ocupa el primer lugar en la lista de calamidades? ¿Qué decir pues del verdadero rey de este infierno en la Tierra? ¿Del tiempo? Cada segundo que se pasa en reclusión, cualquiera sea su naturaleza, avanza con paso plomizo y tenue. Por momentos, incluso se detiene del todo. Congelados los hombres y congelados los espacios en un bucle infinito, sin un sol que nos diga si ha pasado uno o cien días, ni la libertad de hacer cosas diferentes que nos permita sentir que todavía estamos vivos. ¿Puede haber un dolor aún más espeso que soportar el tiempo ralentizado de una prisión? Solo Ranma Saotome tenía la respuesta. Aguardaba, sí. Pero lo que esperaba eran noticias terribles. La salud de su Akane, el sin saber que le tenía sinvivir, sería méramente soportable en condiciones normales…pero ¿en la cárcel? ¿En un ambiente en el que cada segundo duraba semanas? ¿Y encima siendo él mismo el sospechoso número uno de su estado crítico? Obviamente, no temía ni a la sociedad invertida ni le daba asco el ambiente aterrador. Solo un enemigo tenía y este era el viejito decrépito que empujaba las manecillas del reloj con la fiereza de un parsimonioso caracol.
Cierto es que no estaba solo. De su terrible letargo de acusado, de su horrible dolor de casi viudo de su prometida, le sacaban de vez en cuando sus cuatro acompañantes. Genma, Shampoo y Mousse. El primero, conocido delincuente a muy escasa escala y manipulador voraz, había conseguido en poco tiempo suficientes contactos en la cárcel para hacerse de un neumático de tractor y una cuerda de la que colgarse. Shampoo, por su parte, se había amoldado bien a una cárcel exclusivamente para hombres (salvo contadas excepciones) y a la que se le había dado vía libre dadas las singulares condiciones de su situación. Y digo que se había amoldado bien porque nadie la atacaba. Por el contrario era usualmente requerida para realizar tareas que solo una mujer con sus cualidades físicas podría realizar. Al principio le daba un poco de asco pero pronto descubrió que disfrutaba de cada embriagadora sesión como nunca antes lo había hecho. Al final, terminó sacrificándose a todas horas por el bien grupo y realizando tareas desagradables de continuo a cambio de favores y beneficios materiales. Pasada una semana, su fama de gata extermina-ratones llegó hasta cada rincón de la institución penitenciaria.
A Mousse le costó un poco más adaptarse a su nueva vida. Su natural ceguera provocaba no pocos embrollos que tiraban por tierra todo intento de Genma de pasar inadvertidos por aquel calvario hasta que se resolviera la situación procesal de todos. No es que el panda gigante tuviera mayores miedos de unos humanos normales, dada la fortaleza del grupo, pero un cobarde por naturaleza como él, prefería alejar los problemas antes que hacerles frente.
Por último, les acompañaba otra mujer. Solo que a diferencia de Shampoo, ésta casi ni hablaba ni se movía. Ya se encontraba allí antes de que les encerraran. Según Ranma, él unico que de vez en cuando había entablado comunicación con ella, no se trataba de una mujer mala. De todos modos, los demás la ignoraban. Llevaba el pelo corto y lacio como el de Akane pero de color negro. Los ojos grandes y tiernos, a pesar del encierro. No tanto como los de su prometida hospitalizada aunque Ranma sospechaba que en alguna ocasión sí lo habían sido. Luego el tiempo y el encierro les habría ido apagando el brillo y la inocencia. Quizá no siempre habría sido corpulenta pero en ese momento lo era. Mejor dicho, se trataba de una mujer fuerte. No necesariamente fornida. Aunque sin lugar a dudas, irradiaba potencia con un solo gesto. Artista marcial, reclusa, en un punto se tocaban; en el de la capacidad de intimidar a sus adversarios sin mover un músculo.
Día a día, se sucedía el mismo debate: ¿por qué estamos aquí? Nadie lo sabía con exactitud. El tema central destilaba obviedad por sus espectaculares consecuencias. Se les había acusado de intento de asesinato. ¿Pero por qué a ellos? O dicho de otra manera, ¿por qué solo a ellos? En esa celda sobraba al menos una persona, Ranma, y faltaban un sinfín de rivales.
-Entender que no acusar a Ukyo. Ser demasiado timorata. ¿Pero por qué yo y no la loca de Kodachi?
-No tiene sentido –solía repetirse Genma entre murmullos-. No tenemos nada en común. Ni siquiera estábamos con ella a la hora del crimen.
A veces sospechaban que alguna evidencia encontrada cerca del cuerpo apuñalado les incriminaba pero ¿qué? ¿Qué tenían en común ellos que no lo tuvieran, Kasumi, Sayuri, Kuno o cualquier enemigo de los de verdad?
-A lo mejor –tiró la piedra Mousse- es por lo de Jusenkyo. Somos todos malditos.
-Tú no ser más tonto porque no tener tiempo. ¿No ves que falta Ryoga y sobra esa desconocida? Está claro que si alguien saber la respuesta ser ella. Ella matar a Akane Tendo.
Ranma se levantó de su catre y se interpuso entre la amazona que le encaraba de mala manera y la joven que le oía acusarle, impasible.
-Yuko no tiene nada que ver con esto. No le molestéis. Se trata de una simple secretaria.
La presidiaria se levantó con lentitud. Parecía pesarle el cuerpo. O a lo mejor sus movimientos se habían sincronizado con el acompasado discurrir del tiempo encarcelado. En todo caso, la distancia era corta y pronto estuvo muy cerca de la amanzona. Lo suficiente para invadir su area personal e intimidarle con una postura levemente ofensiva.
-¿Akane Tendo? No sé quién sea. ¡Pero sí que puedo afirmar quién no la mató! El muchacho tonto y el guapo no son asesinos. De vosotros dos –señaló a Shamppo y a Genma- no se puede afirmar tal cosa a la ligera. El panda mataría por un trozo de pan y tú, por un trozo de hombre.
-¿Y tú? –intentó contraatacar Shampoo- ¿Tú por qué razón matarías?
-Por amor. Lo he intentado una vez pero no salió muy bien.
La respuesta descolocó a la amazona totalmente. Al punto que la posterior pelea que ella esperaba conseguir se transformó en un tenso silencio del que ninguna de las dos logró zafarse del todo. Y en la mente de Ranma revoloteaban todavía las primeras palabras que le había dicho la jovencita cuando ingresó a prisión: "La justicia es ciega, ¿sabes? Pero de verdad. Le da igual las almas y las expresiones. Solo le importan las pruebas. Si estas marcan que mi novio es un asesino da igual cuán noble e incapaz de matar una mosca sea; le encierran. Y a mi también…por encubrirle".
Se lo había dicho todo de una. Sin anestesia ni motivación alguna. En el fondo era normal. Yuko, así se llamaba, estaba allí por la misma razón que él. Era sospechosa de cometer un crimen pasional.
La segunda conversación fue un monólogo igual de intenso e inmotivado. Era de noche. La primera desde que le encarcelaran. Ranma no podía dormir. Yuko tampoco. Se paseaban nerviosamente, esperando a que vinieran a interrogarles y les liberaran. Al principio eso creían ambos. Que la reclusión sería corta y la sentencia favorable. Parecía raro que encerraran a hombres y mujeres por igual en un mismo sitio. Pero les daba igual. Demasiados problemas tenían para preocuparse por nimiedades. Se sentaron los dos en el piso, en la oscuridad. Solo al rato notaron mutuamente su presencia.
-Te pareces mucho a mi novio –comenzó a hablar ella-. Solo que no es tan melancólico como tú. Es más bien…¿Cómo definirlo? Un idiota insensible que simula no saber nada del amor pero que siempre me prepara las escenas más románticas posibles en cuanto me descuido. Yo simulo hacerme la tonta, la que no se da cuenta de que lo hace a propósito.
Ranma asentía en silencio. Sabía perfectamente de lo que estaba hablando ya que a ese juego se lo conocía sobradamente. Luego, por fin, una vez que sintió que no estaba solo en aquello se recostó otra vez sobre su catre y logró conciliar le sueño por unos minutos.
Pasados los tres días y cinco horas, dos guardias ingresaron en la celda y se llevaron a Genma. Media hora más tarde, el padre de Ranma volvió a ingresar en el cuarto cerrado. No hacía falta ser muy perspicaz para notar que no traía buenas noticias. Le habían salido unas ojeras instantáneas en apenas unos minutos, la voz quebradiza y los pasos, muy lentos y menguantes.
-Lo siento, hijo. Ha fallecido.
Los ojos de Shampoo se llenaron de lágrimas a las primeras de cambio. Pero no los de Ranma. Se quedó un rato parado en el mismo sitio. Sin dejar que su padre le abrace ni expresar emoción alguna.
-No es verdad –dijo al final y se calló.
-No es bueno negar los sentimientos, hijo –insistió Genma-. Cuánto antes la llores, menos dolerá después. Me han mostrado el cuerpo hace instantes. No hay ninguna duda. Es Akane.
No estaba convertido en panda pero Genma parecía uno, sin duda. Nada más parecido a un abrazo de oso que el que da un padre compungido a su hijo destrozado.
-No es verdad. No es verdad –volvía a susurrar una y otra vez sobre su hombro mientras comenzaba poco a poco a empapárselo-. No siento nada. Nada.
-Es normal. Ya bajará todo. Ahora estás como anestesiado.
El joven dio un gran brinco hacia atrás y pegó su espalda contra la pared.
-¡No es verdad! –volvió a exclamar mientras se derrumbaba. Y así se quedó, de rodillas, exteriorizando poco a poco su dolor y sin dejar que nadie se le acercara.
Cada tanto se oía algún ruido en el exterior. Genma temía que fuera el turno de Ranma de ir a identificar el cuerpo pero sorpresivamente nadie volvió a salir de la celda durante todo el día. Los interrogatorios habían, de momento, cesado. Si le habían preguntado o informado algo sobre las condiciones del deceso akanil, el impacto de la noticia lo había tapado todo. Nadie hablaba ya. Solo dos sombras, sentadas en el suelo y en la oscuridad, como tres días atrás, seguían despiertas.
-Lo siento –dijo Yuko.
-No lo hagas. Sigue con vida.
-Tu padre dice que no.
-No lo entiendes. Siempre que está en peligro, yo siento un dolor agudo en la base del estómago. Es como un radar. No sé si será amor, efecto del entrenamiento de un artista marcial o todo junto. Pero sé que está a salvo, no muy lejos de aquí. Esta tranqulidad instenstinal no tiene nada que ver con lo de Jusenkyo. La he salvado tantas veces…sé de lo que hablo. Está bien. Y me da igual si nadie me cree. No estoy loco.
-Yo sí que te creo. De hecho, a mi también me pasa con Hachiro.
Ambos jóvenes sonrieron sin que el otro pudiera verlo. La soledad mata poco a poco. La compañía, aún en las peores condiciones y a oscuras, reconforta.
-¿Qué dirías si te dijera que pienso escapar?
-Que es una locura. Que ninguno de esos te ayudará. Que te juegas el pellejo y que a la luz de la razón pública, destrozas todo tipo de credibilidad sobre tu inocencia.
-¿Y si te dijera que pienso hacerlo igual aún sabiendo todo eso?
-Que puedes contar conmigo –repuso Yuko-. No sé bien qué pasa aquí. Pero hay tantas cosas que no encajan que estoy dispuesta a creerte.
Fin de la primera parte.
Historia bonus.
Las vacaciones.
Cinco días de sol. Y como prometí, he vuelto más rojo que un camarón. El resto de mi familia, morenos como corresponde.
Antes de comenzar, una recomendación para todos aquellos lectores que tengan alguna Bulmita en la familia: nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, NUNCA vayan a jugar al minigolf con ella. Vale, cuando hace trampa en el fondo se pone bastante adorable, empujando la pelotita disimuladamente con el pie o utilizando el palo como si jugara al hockey sobre cesped. El problema surge cuando le parece que tu tiro fue mejor que el suyo y de pronto siente ganas de revolear todo lo que tiene entre las manos. Y claro; da la casualidad de que lo que tiene entre las manos es una palo de golf.
Volviendo a las vacaciones en general, he de reconocer que todo salió a la perfección. Fue como vivir en una burbuja. Todo lo que pensábamos hacer, en lugar de salir entre los parámetros acostumbrados: "bien con esfuerzo" o "más o menos con menos esfuerzo", salía siempre excelente y con facilidad. Me explico. Durante el viaje estuvo lloviendo hasta casi casi el momento en que llegamos…y de pronto se abrió el cielo y salió el sol. Cuando bajamos del tren, tomamos un tentempié en el bar y luego, nos pusimos a buscar el autobús que nos llevaba al hotel (salía uno cada media hora). Encontramos la parada a la primera y justo había uno esperándonos. El hotel tenía un buffet libre tan bueno que daba ganas de cambiar la media pensión a pensión completa. Para ser temporada baja, había muy buen clima, bastantes negocios abiertos y la cantidad de gente justa. Ni el agobio de temporada alta ni la escasez que nos esperábamos encontrar. El agua, obviamente, estaba fría pero a ninguno nos importaba. En especial Gohan, que pasó más tiempo mojado que seco (80% del tiempo contra el 20% que utilizaba para dormir).
Bulmita no aprendió a nadar pero a cambio superó su miedo a las olas y a los perros. Y su vértigo. Quizá la parte más graciosa de las vacaciones fue cuando Gohan y Bulmita se subieron a los autitos chocadores. Primero le tocó a Gohan uno que tenía la batería rota y se desplazaba con excesiva lentitud. Luego se animó Bulmita, pisó el acelerador a fondo como le había enseñado el hermano…y su coche salió disparado. Si le hubiese pasado a Gohan, no me hubiese preocupado: es fanático de la fórmula 1, está acostumbrado a andar en bicicleta a grandes velocidades, es fuerte y tiene cierto talento para la conducción…pero ¿a Bulmita? Seguro que se estampaba contra la pared y se bajaba llorando. O…su mente calculadora le hacía ver que tenía un coche infinitamente más rápido que su hermano y que tenía la oportunidad perfecta de ganarle a algo. Dejó salir una carcajada de emoción mientras cogía el volante con ambas manos y ¡zaz! Terrible volantazo a la izquierda para tomar perfectamente la curva y darle caza a Gohan. Lo que sobrevino después es difícil de narrar. Era como ver a la abuelita de Piolín cuando se pone a correr con su auto. Iba a toda velocidad llevándose por delante todo lo que podía de tal forma de adelantarles. Precisión, desenfreno, ausencia total de ética, miedo o prudencia. En fin, que parecía Gohan.
Los paisajes de Salou -allí fuimos-, totalmente excepcionales. Ideal para salidas románticas con Minefine7. Ah, y como en el hotel había buffet libre, cada vez que sospechábamos que había una señore sole, salía de la nada el marido que regresaba de servirse algo.
Pasaron muchas más cosas pero si me extiendo, terminaré publicando mañana en lugar de hoy y ya serían muchos días de ausencia en este mundillo ranmakanesco.
Fin de la Historia Bonus.
Comentarios
Estimada Akyfin02. Yo también siento pena por Musa. A lo mejor la hago aparecer en algún próximo capítulo. Ahora que ya me he olvidado de Ibuki…
Estimada Massy13. Bulmita será sin duda exitosa. Pero depende de Minefine7 y de mí que aprenda a utilizar ese poder para el bien y no para el mal. Por ahora vamos perdiendo…
Estimada Minefine7. Todos los días salió el sol, chipirona.
Estimado Lu4AVG. A mi tampoco me gusta ese antivirus…ni ninguno. Los antivirus son programas -como los virus- que hacen cosas en nuestro sistema operativo sin avisarnos –como los virus- aunque casi siempre solo se limitan a ocupar espacio en memoria –como los virus-. Solo que el antivirus hace más cosas, avisa menos y gasta más memoria.
Estimado MATT. Ibu-no-sé-qué e Ibuki no son la misma persona. Seguro que existe algún otro nombre en japonés que empiece igual. No lo he chequeado pero…seguro que sí. Bueno, sí que lo he chequeado y no encontré nada pero igual no son la misma persona. Mientras no escriba "Ibuki", Ibuki no aparece. Otra cosa sería que sí escribiera "Ibuki". Pero en lugar de escribir "Ibuki", escribí "Ibu-no-sé-qué". Por tanto, Ibuki no apareció. Ah, me olvidaba: Ibuki.
Estimada Ai. Ranma llevaba el paraguas pero Akane se lo coge cuando deciden repartir las cosas. Me suena lo de los Simpsons pero hace mucho que no lo veo. Ya lo veré por youtube o donde sea. En todo caso, mejor ser mal escritor que mala musa. Es más divertido y menos sacrificado.
Estimada alexbonita (cap 3). Bienvenida. Siempre es agradable ver comentarios de gente que me empieza a leer con tantos one-shots ya escritos. Es la prueba de que la idea de reunirlos todos, surte efecto y es buena.
Estimada alexbonita (cap 6). Es mi estilo. Si me pierdo en los detalles me aburro y además no soy capaz. Y si dejo la historia demasiado vacía el ritmo se hace muy brusco y tampoco me gusta.
Estimada alexbonita (cap 9). Tranquila, como ya habrás notado, al final, siempre termina todo bien…aunque toque un desenlace rebuscado.
Estimada alexbonita (cap 17). Eres pro-Akane. Bien por ti.
Estimada alexbonita (cap 18). Yo también estoy en deuda contigo. Ya le echaré un vistazo a lo que has escrito ahora que volví de las vacaciones.
