¿Quién asesino a Akane Tendo? Segunda parte.

Yuko había abierto la caja de Pandora con aquella frase: "Hay muchas cosas que no encajan". En cierto modo, tenía razón. Se había dejado pasar demasiados detalles, producto del "shock" inicial de verse encarcelados y privados de la presencia de Akane. En primer lugar, el más notorio: compartían celda hombres y mujeres. El segundo, también muy evidente: llevaban casi una semana de incomunicación total. Nadie les interrogaba, nadie les informaba. Ni una llamada, ni un abogado. Privados totalmente de la libertad y sin ningún derecho. Ámbiente más propio de unos secuestradores que de la fuerzas de la ley. Tercero, el resto de los presos se comportaba con cierto desorden emocional. Normal teniendo en cuenta su situación pero extraño desde el punto de vista informativo. Nadie parecía saber las razones de su encarcelación, ni mucho menos, importarles los por qués, los cuándos ni los cómos. Por último, el crimen mismo. Cada uno por separado había sido informado del siniestro oralmente por dos policías uniformados que les acompañaron a la jefatura. Desde allí, ya todos reunidos, se trasladaron en un amplio camión. Algunas aperturas en los costados para facilitar la ventilación y cierto descuido en la higiene le asemejaban a un transporte de ganado. El viaje duró unas dos horas…y luego, nada más. Bajaron, les encerraron y ya no volvieron a tener contacto con ninguna fuerza de la ley hasta que se le pidió a Genma que confirmara la identidad del cadáver de Akane. Excesivo protocolo y secretismo que vulneraba todos sus derechos.

Todos estos misterios resolvería Ranma en cuanto se librara de su encierro. Por lo menos eso es lo que creía Yuko. Alguno de los gestos del muchacho le provocaban un intenso sentimiento, tan gratificante que difícilmente pudiera decirse que no se conocían de antes. Confiaba en su valentía de forma inconsciente pero completa. Una confianza sin dudas ni temores, típica de las parejas que llevan años salvándose la vida mutuamente. Tenía la férrea idea en la cabeza, por tanto, de que sería Ranma y no Hachiro quien le sacara de allí. Que aquello era lo más natural y simple. Solo bastaba que un guardia volviera a abrir la puerta. Luego, una vez tomada la decisión de usar la fuerza, pocos obstáculos encontrarían ya para recobrar el tesoro más importante de todos: la libertad.

El primero en enterarse del plan y negarse en redondo a colaborar fue Genma.

-Compréndelo, hijo. Es una locura.

-Locura es aceptar esto como normal.

-Agravarás tu situación.

Ranma se encogio de hombros.

-No veo cómo podría empeorar esto. Me han arrebatado mi amor, mi honor y mi libertad. Nada tengo más valioso que eso.

-La familia.

-¿Y desde cuándo tú piensas en cosas así? ¿O tengo que recordarte que me separaste de mamá durante años? ¿O que acordaste de forma unilateral cómo debiera ser mi futura familia? ¡Y por triplicado!

-Lo siento, hijo. He tenido tiempo para reflexionar aquí. Ya sabes; el encierro te cambia. Creo que no he actuado bien. Pero la verdad y la razón siguen siendo verdaderas y razonables independientemente de los labios que la pronuncian.

-¿Y ahora te pones a moralizar? A lo mejor llamo al médico de la cárcel para que te atienda y mato dos pájaros de un tiro.

-¡Atención! ¡Atención! –interrumpió la conversación Mousse que espiaba los movimientos en el exterior asomando la cabeza entre los barrotes de la reja-. Veo venir al guardia.

Ranma echó un vistazo por la ventana.

-Yo no veo nada.

-Todavía está lejos. A unos dos kilómetros. Es ese punto negro de allí, al lado de la torre de vigilancia.

-Caramba –reconoció Genma-. Tienes razón. Yo también lo veo y eso que es de noche.

-Esto si que es flipante. Mi padre con remordimientos y Mousse con vista de lince.

-Es cierto –agregó Shampoo-. Solo un vate galopín, cual fiel chamarilero, podría recoger las piezas de los trebejos esparcidos en el tablero misterioso en el que nos hallamos.

-¿Qué ha dicho? –indagó Genma a Ranma.

-Ni idea –le repuso el segundo-. Pero no tenemos tiempo. Tengo que prepararme para emboscarle. Hagamos como si le entendimos.

No- protestó Genma-. Eso sería mentir. En todo caso si respiramos hondo y le miramos con honestidad es perfectamente posible leer en su alma lo que quiso decir con palabras extrañas –Genma entrecerró los ojos mientras le observaba de pies a cabeza-. Ya está. Es tan simple y pura que puede leerse en ella como en un libro abierto. Cree que necesitaríamos a un adivino un poco pícaro para interpretar las pocas pistas que tenemos.

-¿Desde cuando Shampoo es tan bien hablada y tú tan sensible a los pormenores de tus semejantes?

-Desde que nos encerraron, claro está. Ya te lo he dicho. El encierro te cambia.

Ya era casi media noche así que recién por la madrugada del día siguiente se produjo por fin la oportunidad tan anhelada. Continuaban todos despiertos; aún si aceptar del todo la justeza de la radical decisión de Ranma, los demás habían acordado no intervenir. Yuko se pondría por delante y distraería al guardia y el muchacho aprovecharía para iniciar una veloz carrera de golpes y saltos que solo se detendría en el exterior. El resto aguardaría en silencio.

El guardia había alcanzado finalmente la puerta de la celda y se disponía a abrirla, cuando Yuko sintió un escalofrío en su espalda. Solo que el susodicho temblor era cálido y duro, como el de la caricia de un hombre musculoso. Y efectivamente eso era. Detrás de ella temblaba en cuclillas Ranma. Con los brazos sobre sus tobillos y la cabeza hundida tras sus muslos.

-¿Qué haces aquí? Va a entrar…

-No…no lo sé. De pronto, me ha dado miedo este plan.


Unos minutos después, cuando el guardia ya había dejado las pastillas que Yuko debía ingerir cada ocho horas, Ranma abrió los ojos otra vez. Algo le había dejado inconsciente. Se encontraba virtualmente estampado contra la pared e incrustado en esta, boca abajo.

Genma le miraba con pena a pocos centímetros.

-¿Qué ha pasado?

-Hasta en prisión y con desconocidas, consigues que las mujeres saquen el mazo contra ti.

-¿Ella también tiene…?

-Me temo que sí –asintió Genma con cierta nostalgia en el gesto. El aire akanil de Yuko se revelaba por fin como algo más que una simple similitud en la forma de moverse. Un misterio difícil de desentrañar. Hecho que propició la siguiente reflexión de Shampoo: "El problema del hombre es complejo; no puede entender las verdades complicadas, ni recordar las simples".

-¡Silencio! ¡Que os he oído!

Era la voz del último guardia que por alguna razón había optado por guardar su turno muy cerca de la celda. Llevaba un uniforme azul amplio y pesado que escondía buena parte de su diminuto cuerpo. Las manos finas y también pequeñas -únicos apéndices que asomaban- se entrecruzaban nerviosamente unas sobre otras. Del rostro poco podría decirse. Ojos grandes como todo personaje de manga japonés, pelo corto o recogido bajo un gran sombrero de policía y una quijada firme, propia de un hombre hastiado de convivir con criminales. Poco se movía, apoyada la espalda contra la pared. Su única rutina de movimiento, consistía en gruñir cada determinada tiempo, pegarle a los barrotes con su porra y gritar: "¡Silencio, que os he oído!".

En el extremo más alejado de la celda, dos prisioneros platicaban entre murmullos para no molestarle. El primero, el que llevaba la voz cantante era un Genma devenido en un personaje humilde y respetuoso. Y el segundo, una Shampoo intelectual y tímida que asentí a todo lo que le decían mientras procuraba abortar todo tipo de frases cultas que pretendían salir de sus labios.

-Deberíamos hacer una prueba, mi querida Shampoo.

-Diviso el peligro de sus palabras mas no atino a negarme.

-Yo haré la pregunta directa, luego si se sonroja, tú rematarás la tarea como acostumbras.

-No siento deseos de pronunciar palabras que ya no se acompasan con mi sentir interior pero admito que sea necesario impostarlas para cubrir nuestra sed de veracidad. A lo mejor deba recitarle algo: "tal vez tú no sabías, araucano, /que cuando antes de amarte me olvidé de tus besos/ mi corazón quedó recordando tu boca".

-Que no, mujer. Tírate encima de él. Solo así, con una mentira de perogrullo saldrá a la luz la verdad que tú y yo sospechamos.

En el otro rincón, Yuko y Ranma también debatían sobre lo sucedido y la calidad de su relación.
-Eso que has hecho…lo del mazo.

-No sé de qué hablas.

-Pegarme con el mazo. Igual que Akane. Me tomó por sorpresa.

Yuko le miró extrañada.

-¿De qué mazo me estás hablando? ¿Tú me ves uno acaso?

Ranma dudó.

-No, bueno…a Akane tampoco se lo veía pero de pronto le salía de la nada. Papá me dijo, por lo menos, que tú me habías pegado con uno y por eso desperté incrustado en esa pared.

Yuko dejó escapar una risita burlona.

-Fue tu padre quien te golpeó. Regístrate los bolsillos. ¿A que te ha quitado las monedas que te consiguió Shampoo ayer cazando ratones?

Ranma se tanteó el traje de convicto por delante y por detrás. Efectivamente le habían desplumado. Extraño. Era de esperarse del viejo Genma…¿pero del nuevo? ¿Del supuestamente honesto? ¿Quién mentía? ¿Por qué?

-Ranma, ¿por qué te asustaste del guardía? Yo te hacía más valiente.

Y una vez más, se oyó por toda la cárcel la terrible muletilla dicha con furia desde el exterior.

-¡Silencio! ¡Que os he oído!

Ambos jóvenes silenciaron sus labios y sellaron sus movimientos mas no abandonaron del todo la comunicación. La mirada de Yuko seguía expectante, buscando una respuesta, una explicación para la extraña forma de comportarse de Ranma. El muchacho le rehuía. Contemplaba en cambio la celda y sus límites. Por momentos, los muros le parecían inseguros y blandos, como si fuera a derrumbarse de un momento a otro.

-¿Crees tú que estemos enfermos? –indagó Ranma-. Mi padre, noble, Shampoo, culta. Mousse con vista de lince. Y yo, cobarde.

-No creo. Yo, por lo menos, me siento normal.

Una vez más se oyó el fuerte tintinear de la porra del guardia contra los barrotes.

-¡Silencio!

-¿Sabes, Ranma? –susurró Yuko-. Esa voz me suena conocida. Pero no logro recordar bien. ¡Qué tonta que soy! A veces suena como Hachiro.

-¿¡Hachiro?! ¿Y cómo va a estar aquí, disfrazado de guardia? ¿Por qué nos manda a callar?

-Tienes razón. Es imposible. Además, él no necesita un disfraz. Es policía. Si le hubiesen liberado…no, no…imposible.

El cerebro de Ranma en esos momentos trabajaba a mil por hora. Normalmente, hubiese tirado abajo una pared y golpeado a todo el que encontrase para encontrar las respuestas que su mente no lograba descifrar. Pero no lo hizo. El Ranma actual tenía un carácter mucho más reflexivo e introspectivo. Tan solo se limitaba a repasar todas las posibles explicaciones a los misterios y refutarlas una a una. Entretenido en aquella disquiciones no les vio acercarse. Ni a su padre que encaraba a Yuko ni a Shampoo que se preparaba como una gata a dar el gran salto sobre su cuello expuesto.

-Querida, -le dijo Genma a Yuko-. No he podido dejar de notar que sientes cierto aprecio por mi hijo. ¿Es eso, verdad?

-Yo…bueno –se ruborizó de inmediato-…tengo novio. No…-algunas gotas de sudor tropezaron con el más largo mechón de su corta cabellera negra-…no sería capaz de hacerle eso a Hachiro.

-Entiendo, entiendo. Bueno…si en algún momento cambias de opinión habla conmigo. No creo que mi hijo proteste demasiado si decido comprometeros…

Ranma pegó un salto y enfrentó a su padre. A decir verdad, las últimas palabras eran más que suficientes para que desatara sobre él cualquiera de sus más potentes técnicas de combate. Su sombra levemente redondeada, sin embargo, le recordaron al joven que su padre mantenía, latente, la capacidad de convertirse en panda y, por la razón que fuera, aquella idea le disuadió de pegarle. Así pues, solo pronunció estas balbuceantes palabras: "Aléjate de Yuko" mientras eran tapadas por un grito mucho más fuerte y enérgico desde el exterior.

-Silencio. Que os he oído.

A lo mejor -pensó Ranma-, sí se trata de Hachiro. El último grito por lo menos sonaba más al enojo de un enamorado celoso que el de un guardián riguroso con los horarios.

Coincidiendo con el diminuto gritito de Ranma y el mucho más potente de las fuerzas de la ley y el orden, se sucedieron casi dos acciones instantáneas. La segunda provocada pro la primera. Shampoo abrazó de improviso a Ranma y poco después, el joven abrazado a traición, se encontró volando en dirección al muro más duro y distante y -por primera vez en su vida- con el corazón en la garganta del susto. No cabía duda, Yuko poseía el mazo de Akane, lo utilizaba con su misma destreza y aparentemente con las mismas motivaciones.


Pasados unos minutos de reflexión, Ranma llegó a la conclusión de que buena parte de los misterios se encontraban dentro de la celda y no fuera. Estaba claro que Yuko y Akane compartían un lazo y ese lazo, por muy extraño e invisible que fuera, era la única pista que disponían sobre lo que le había ocurrido. Claramente no se trataba de la misma persona. Yuko tenía una complexión más débil y alargada. Solo ciertos gestos y actitudes las emparentaba. Físicamente más parecía una Kodachi con el pelo corto que había decidido recobrar el norte o una Kasumi que había optado por menguar su madurez a mínimos que una improbable Akane ocupando un cuerpo que no era el suyo. Tampoco podía negarse la excepcional coincidencia de nombres. Cuando venía a visitarle su primita, Akane siempre se quedaba hasta altas horas de la noche arropándola y contándole historias sobre un torpe artista marcial muy engreido, Hachiro, y su novia Yuko. Una supermujer que de día trabajaba como jefa de cocina en el Restaurante de Yusaku -el mejor de Nerima- y por las noches, se ocupaba de acabar con todos los enemigos que el debilucho de su novio no había sido capaz de vencer durante la jornada anterior. Si a esto sumábamos los celos, el mazo y su relación amor-odio hacia Ranma que parecía haberse forjado por décadas, no había forma de equivocarse. Yuko no era Akane pero tampoco era una desconocida. Se trataba de algo intermedio. Algo imposible de explicar y por tanto, algo sobre lo que indagar directamente y a la brevedad.

Así pues, Ranma comenzo por lo más sencillo. Por desenmascarar la primera capa de la cebolla, la que sabía positivamente que era falsa.

-Antes has dicho que fue mi padre quien me golpeó, pero ahora lo he visto bien clarito. Tú posees un mazo como el de Akane.

-Pero no soy ella.

-Sin embargo, parezco gustarte.

-Pero no soy ella.

-Y te le pareces. No físicamente pero en la voz, la forma de pensar, en la esencia más pura, quitando todo lo superfluo, eres idéntica a ella.

-Pero no soy ella.

-¿Quién eres, entonces?

La joven cerró los ojos y guardó silencio un instante. A lo mejor se preparaba para revelar su verdadera identidad. O quizá estaba reuniendo valor para hacer algo que no se animaba. Pronto, Ranma supo que se trataba de la segunda opción.

-Soy Yuko. Soy una más de las que te aman. Dudo que Akane fuera capaz de decírtelo a la semana de conocerte. Mucho menos, hacer esto.

El cuerpo de Ranma se quedó tieso en su sitio a pesar de los fenomenales intentos que su mente realizaba para intentar moverlo. Yuko le cogía de las dos manos, se ponía de pie y juntaba sus labios con los suyos sin encontrar resistencia visible. Por dentro, Ranma porfiaba por huir, negarse y escapar. ¿Y si se trataba de Akane? Le daba demasiada vergüenza y más aún delante de todos. ¿Y si no lo era? Peor aún.

Unos interminables segundos después, Yuko se alejó unos pasos sin aliento. El joven de la coleta, a la postre, le había correspondido con fuerza y sin restricciones.

-¿Te gustó?

-Sí –repuso Ranma-, ha sido muy sabroso.

La corta cabellera de Yuko se estremeció mientras hacía la siguiente pregunta, la definitiva, la que le daría la clave de si era amada o se trataba de una simple confusión.

-¿Pero eres consciente de que no soy Akane, verdad?

-Claro. Y es mejor así. Ahora lo tengo claro: odio a Akane.

-¿De verdad? –se extrañó Yuko- Todos aquí parecen creen que la amas.

-Quizá me gustara un poco en el pasado…pero mírame ahora. Odio este sitio. Odio estar encerrado. ¿Y quién es la culpable de que me encuentre así? Akane. Por culpa de ella estoy aquí. Por dejarse atacar sin defederse por vaya uno a saber qué enemigo. Odio esta cárcel y por tanto, y por regla de tres, odio también a Akane.

En ese momento llegó la tan temida interrupción desde el exterior. Solo que se dio en el interior. El guardia ya había abierto la puerta y parecía, por la pose de psicópata asesino, que estaba a punto de echar espuma por la boca.

-¡Os he oído!

-Lo siento –le paró en seco Ranma-. Supongo que tú serás Hachiro.

-¡No, Ranma! –le repuso Akane mientras se quitaba la gorra dejando ver su corta cabellera azul-. Te he oído y tienes razón, galán de pacotilla. Estás aquí por mi culpa. Siéntete libre de odiarme todo lo que desees pero antes aléjate de esa mujer. Es peligrosa.

Fin de la segunda parte. Para la próxima, la conclusión.


Historia bonus

Mi Samsung-experiencia

Yo solía tener un Nokia. Tenía muchísimas virtudes. Podía tirarlo al suelo quinientas veces por día y no se rompía. Podía olvidarme de cargarlo por varios días y recién al cuarto o quinto me comenzaba a advertir de que quizá, tal vez, fuera buena idea volver a enchufarlo a la red eléctrica. Tenía solo dos botoncitos uno para llamar y cortar y el otro no lo usaba nunca. Seguro que servía para algo. En suma, era feliz. Pero, de pronto, Minefine7, envidiosa de que existiera algo en este universo que fuera más compatible con mi persona que ella misma, me ocultó el Nokia, so pretexto de regalarme su viejo Samsung. Horrible pantalla táctil que reacciona abriendo aplicaciones al menor roce involuntario, fragilidad total, una poderosa batería que se agota a los 15 minutos de llenarse; en fin, que como diría Cortazar, yo fui regalado al Samsung para que le cuide y le mime. Eso es lo que pensaba hace un par de días. Ahora ya no hay quien me despegue del Samsung.

En todo caso, mi Samsung-experiencia me permitió darme cuenta de algo: soy casi un analfabeto en esto del whatsapp. Solo existe una manera de escribir con cierta coherencia y rapidez: saltearse acentos, puntuaciones, concordancias de género y número, etc, etc. Está claro que mucho de los fics que he criticado en el pasado por su extraña ortografía, en realidad no adolecen de una como pensaba yo, sino que simplemente equivocan el registro, pues utilizan las reglas del whatsapp en lugar de las normales. Y sin embargo, pensándolo bien; estamos publicando en un medio virtual. ¿Hasta qué punto son los que utilizan una gramática y ortografía simplificada al límite los que equivocan el registro y no yo? Quizá lo que a mi me parece incomprensible a los más jóvenes les parece perfecto y en ese caso soy yo el que está en falta. En fin, ya procuraré modernizarme. Por lo menos comprender el significado de esas palabras raras que me ponéis cada tanto. Obviamente no me voy a rebajar a preguntarle a Minefine7 así que si algún alma caritativa me hace el favor de traducirme estas cosas, se lo agradeceré: "n.n" ";)" "xD" ":3" ":D" "x-x", etc.

PS: Sí, podría buscarlo por google pero me da fiaca.


Comentarios

Estimada Ai. Mis hijos son blancos como yo pero se ponen morenos como Minefine7 a los dos días. Supongo que ne este caso la naturaleza ha sido benigna con ellos. Mi hermano, por ejemplo, sufre más que yo todavía los efectos del sol. Eso sí, en Salou estaba lleno de ingleses blancos como la leche con terribles ampollas. Al lado de ellos, yo estaba moreno.

Estimado Lu4AVG. Gracias por la bienvenida. Igual, prefiero los comentarios largos. Suerte en los exámenes.

Estimada Majomich. Te confieso un secreto. No me gusta matarla pero a Minefine7 le va lo trágico. Así que cada tanto hay que mandarla al hospital. Igual, ya he cumplido mi cometido. Está viva y espero que vosotros un tanto confusos.

Estimada RosemaryAlejandra. La época de exámenes tiene estas cosas. Luego te lo pasas en grande recuperando el tiempo perdido con todo lo que fuiste dejando para más tarde.

Estimada Massy13. Saber si el amor de tu vida está bien, es más que posible. Por lo menos en mi caso, ahora que tengo acceso al whatsapp, la tengo vigilada a Minefine7 bien de cerca. Es una gran herramienta de control…digo, de comunicación.

Estimada Minefine7. :D xD x-x

Estimada Maxhika (cap51). Enhorabuena por tus cincuenta capítulos. Y seguro que llegas a los cien más rápido que a los cincuenta.

Estimada Maxhika (cap 52). Supongo que ahora tendrás más preguntas que antes. Y no te lo voy a negar, siempre que me duele una muela me acuerdo de Ibuki. Quizá parte de la obsesión vaya por allí.