La regla alegre.

Teniendo en cuenta que estáis tan ocupados en vuestros exámenes que mi último fic pasó con más pena que gloria por vuestras pantallas, he decidido tratar el tema más polémico que se me ocurrió, uno que no os pueda dejar indiferentes: la menstruación vista desde la óptica de un hombre. Y no de cualquiera, de uno un tanto propenso a meter la pata con sus palabras y encima aconsejado por su padre. Tened en cuenta que a la "amiga mensual" aquí en España se le llama la "regla", de allí el título de este one-shot.

Os recuerdo que las opiniones de los personajes y del autor difieren radicalmente en muchos casos. Este es uno de ellos (¡Bien! Así no me linchan). En fin, si al final solo me comentan lu4AVG y MATT lo entenderé…


Cuando me veo así, atado a una silla desde hace tres semanas y por voluntad propia, no puedo más que ponerme a pensar en qué he hecho mal exactamente para merecerme semejante desenlace. Repaso en mi mente los sospechosos habituales, me remonto en el tiempo y escarbo recuerdos agradables y dolorosos por igual. Hasta que por fin me topo con el causante de todo, como no, mi padre. Solo Genma Saotome podría provocar una situación tan ridícula. Quedaba poco para celebrar la boda. La segunda y definitiva. Todavía Akane no me había deslumbrado el jucio con su radiante vestido. Todavía estaba receptivo. Obviamente no podía esperarse ninguna lección constructiva de mi padre y sin embargo, era un momento tan especial, tan propicio al consejo, tan…familiar. El viejo estaba ataviado como correspondía, con un smoking, en su forma humana y hasta creo que se comportaba correctamente. Sin miserias ni tretas. Entregado formalmente a la fiesta. Alegre de salirse con la suya en el exterior. Y por dentro, alegre también porque, a la postre, se había convertido en un casamiento consentido y deseado por los novios.

-¿Nervioso?

-Para nada, papá. Lo realmente difícil ya lo he pasado antes. Me confesé.

Sus gafas dejaron salir un leve resplandor.

-Bien, vayamos al grano, entonces. Es el día y la hora. Quizás no los aprecies en su justa medida ahora, pero aún así, es mí deber compartir un poco de mi experiencia contigo. Tres consejos tengo que darte.

Y me los soltó con tal seriedad que poco pude argumentar en su contra. Su ridiculez galopante se ahogaba a la luz de la realidad. El matrimonio desde su óptica era como una batalla. Ganar o perder, equivalía a dejar de quererse. Solo el eterno empate era el que garantizaba la fortaleza de la relación. Ridículamente romántico y probablemente, acertado.

-La primera lección ya la conoces. Es la técnica Saotome. Quizás escapando no soluciones nada pero ten por seguro que no lo empeorarás. Ya aprenderás que en la mayoría de los casos, "no empeorarlo" puede considerarse un éxito rotundo.

Como dije, ridículo y aún así, desafio a cualquier hombre felizmente casado a que le refute.

-Segunda lección. Regalo material, malo. No has pensado en sus sentimientos. Le has tratado como a una prostituta a quien se le compra la felicidad. Regalo personal sin valor material, peor. Te olvidaste del aniversario, cumpleaños o lo que toque e intentas taparlo con una chorrada confeccionada malamente a último momento cuando todas las tiendas están cerradas. ¿Ningún regalo? Mejor ni hablar. ¿Los dos a la vez? El romántico y el material. Tampoco. Se anulan mutuamente. No sé bien por qué pero es así.

-Mamá no es tan mezquina y Akane tampoco –protesté, indignado-. Te lo inventas todo para justificar tu impericia para comprar regalos.

Papá elevó su dedo índice y luego lo apunto exactamente a mis ojos.

-Eso mismo. ¡Impericia! Mejor que lo aprendas ahora. Todos los hombres tenemos ese problema a la hora de obsequiar a nuestras parejas. Es una calamidad mundial científicamente demostrable.

Pasé por alto lo erróneo que me parecía su razonamiento y me dirigí directamente a la moraleja. Con un poco de suerte, si lograba que terminara de "educarme", quizá me dejara en paz de una vez.

-¿Entonces? ¿Si no hay regalo bueno, qué es lo que quieres enseñarme?

-Eso mismo. Que no lo hay. Por tanto, no sufras. No te esfuerces, no gastes. Comprar un anillo de diamantes es como gastarse una fortuna para ir a ver la final de fútbol de Yokohama Marinos y que luego pierda. Te quedas sin la pasta y sin la alegría. Solo que en el caso del anillo, la decepción es segura. El Yokohama a veces gana.

-Vaya mierda de consejo.

-Advertido estás. La otra opción es fijarte en lo que le ha regalado el esposo de su mejor amiga y darle lo mismo pero mejor. Así por lo menos podrá restregárselo por la cara. Igual me temo que tomarás este consejo como hipermachista.

Asentí con la cabeza.

Y luego, a pesar de haber descendido magistralmente su credibilidad a cero en unas pocas frases, me dio el tercer consejo al oído. Susurrando ya no sé cuántas burradas sobre la alquimia de las mujeres y sus humores.

-Eso es un mito –le repuse.

-No, hijo. Es raro pero existe. Ocurre aproximadamente cada dos años.

-Tonterías…

-De acuerdo –aceptó mi escepticismo con sabiduría-, ya lo vivirás. Recuerda los tres signos. El cielo despejado, el viento generando pequeños remolinos por todos lados y el silencio penetrante.

Aquella conversación ganó prontamente un lugar preferencial en la papelera de reciclaje de mi memoria y durante al menos veinte meses estuvo a punto de ser borrada definitivamente. Mi escasa materia gris libre para hechos que no se relacionaran con las artes marciales debía de ocuparse de imágenes y eventos mucho más dulces y deliciosos. Mi Akane por fin mia, el casamiento, la luna de miel y los primeros meses idílicos. Verdad es que cuando estaba por cumplirse el primer aniversario de casados soñé con Genma burlándose de mi "impericia" mientras Akane me revoleaba el bracelete que le había elegido. Y aunque al final Akane aceptó gustosa el regalo, también es cierto que en alguna ocasión en que me sentí acorralado con frases como: "Dime la verdad…¿me queda bien este vestido?", había acudido a la técnica Saotome con espléndidos resultados. Por eso cuando hace exactamente treinta y dos días salí a pasear a Pe-chan 2 (Pe-chan 1 desapareció misteriosamente desde el día de la boda) y noté que el cielo estaba sorprendentemente despejado me puse de forma subliminal en guardia. Era consciente de que tampoco se trataba de un hecho climatológico tan excepcional. Pero a la falta de nubes se sumaba la total ausencia de pájaros, hojas, aviones o helicópteros. Vacío total.

Y puesto que no había pájaros ni personas caminando, ni siquiera coches, la tercera condición, el silencio penetrante, también se cumplía. Pero no fue hasta que advertí que me rodeaban chiquicientos remolinos de aire del tamaño de una caja de zapatos que no recordé las palabras del viejo: "Existe. Espera y verás".

Pe-chan 2 y yo regresamos a casa un poco antes de lo acostumbrado. De seguro me había olvidado de hacer algo pero por mucho que me concentraba no lograba dar con lo que me había comprometido a hacer. El trauma de percibir las tres señales de papá me había nublado el juicio por completo. Unos suaves gemidos patinaban por el pasillo que daba al cuarto nupcial. Y digo que patinaban porque de tan ligeros y escurridizos parecía que llevaban una media hora merodeando el lugar sin atreverse a salir al exterior. Alguien intentaba ocultar un profundo sentimiento corporal y sin haberlo conseguido le daba vida a aquellos duendecitos sonoros. Su naturaleza de murmullo imperceptible no me impedía verlos y sentirlos aunque apenas los oyera. Akane, su creadora, se agitaba en la cama con las manos entrelazadas sobre el estómago.

-¿Ya te ha bajado, amor?

-No, pero han comenzado los dolores. Creo que me quedaré en cama un poco más.

-De acuerdo –le repuse mientras me dirigía a la cocina a servirle el desayuno a Pe-chan 2.

-Oye, Ranma. ¿Te has acordado de comprar el ibuprofeno?

¿Técnica Saotome con un veloz regreso? ¿Sinceridad absoluta? ¿Mentira inconducente?

Me decanté por la segunda.

-Me he olvidado. Ahora vuelvo.

-N-no, no te vayas. Quédate conmigo un rato. Abrázame la tripa. Me dará calor.

Seguí sus órdenes con prudencia. Regla y descuido garrafal no suelen llevarse muy bien. Por la ventana, el cielo seguía despejado. Los pequeños remolinos de viento ya tenían el tamaño de una sandía. Lo único que se oía era los todavía ligerísimos gemidos que dejaba salir los labios de mi mujer. Cuando deposité mi mano sobre su vientre cesaron como por arte de magia. Ella me daba la espalda aunque le oía jadear.

-¿Mejor?

-Sí. Eres mejor que el ibuprofeno. Lástima que te tengas que ir.

-Puedo quedarme si te sientes sola.

-No. No. Tampoco es que esté enferma. En un ratito me levanto. Además tu reunión de artistas marciales es importante para ti. Como lo es para mí lo de mañana. A propósito, ¿Has recogido ya tu traje de la tintorería?

-Estem. Será mejor que te vaya a comprar el remedio…

-¿Técnica Saotome tan temprano en la mañana? ¿Qué ha pasado?

-Perdí el dinero que me diste. Peleando con Ryoga. Ya sabes cuando ataca no avisa. Llevo buscando la maldita billetera desde ayer.

-¿Eso es todo, tonto? Habermelo dicho. En la cómoda tengo más dinero ahorrado. Y cómprate una corbata de camino. Que sea roja a ser posible.

Me rasqué la cabeza. Parecía increíble que fuera a hacer la siguiente pregunta.

-¿No vas a sacarme el mazo?

-Yo ya no hago eso. Venga, abrázame otra vez que me está entrando frío en la barriga.

Y volví a abracerle. ¿Quién en su sano juicio osaría contradecirle en algo así? ¿Qué importancia podía tener si apenas una semana atrás me había mandado a volar solo por insinuar que podíamos salir a comer afuera en lugar de degustar una de sus comidas caseras? Yo desde luego no lo haría. Entonces se volvieron a cruzar por mi mente las estúpidas palabras de mi padre: "Ranma, existen tres fases en toda regla. La menstruación propiamente dicha que, en teoría dura dos o tres días pero que en la práctica se alarga casi una semana. La pre-regla que son los malestares previos (otra semana) y la post-regla que también suele abarcar unos siete días. La última semana del mes se corresponde con la ovulación. También suele ser peligrosa. Sin embargo, al menos una vez cada veinticuatro ciclos, se da lo que denominamos la regla alegre. Una especie de compensación divina por aguantar tanto daño. Durante ese ciclo en especial, todo vale. No importa lo que hagas o dejes de hacer o cuán mal hecho te quede la actividad en concreto que te han encargado, nadie te reclamará nada. Al contrario, serás premiado compulsivamente. Aprovecha el día. Como ya dije, no volverá a repetirse en años. Los signos ya los sabes: silencio, remolinos de aire y cielo despejado".

Entonces como si Akane quisiera demostrarme cuán certera y verdadera era la máxima de mi padre, apoyó su trasero sobre mí y me dijo:

-¿Te apetece?

-Siempre –repuse medio acalorado-. ¿Pero no estabas molesta? Digo, del estómago.

-Sí, aunque todavía no me ha bajado. Podría ser nuestra última oportunidad en un par de días. Además, Sayuri dice que hacerlo acelera el proceso.

-No sé yo…

-Olvidate de todo lo que dije antes –me acarició juguetona mientras se volteaba, envolviéndome en su red de caricias-. La verdadera razón es que hoy estás muy apuesto. Quizá sea el clima pero realmente me apetece.


-Cariño. Cariño.

Desperté sobresaltado. Lo último que recordaba era haberme desahogado con Akane y luego apoyar mi cabeza sobre su pecho izquierdo.

-Mira, he traido el traje, el ibuprofeno y…tachán: una corbata roja.

-Yo…lo siento –me froté los ojos-. Parece que me quedé dormido.

-Tranquilo, fue mi culpa. Yo te pedí que te acurrucaras sobre mí. Ya te lo dije. Eres mejor que el ibuprofeno. Y más guapo.

-Aún así. Podrías haberme despertado. Afuera hace frio. Pensaba que…

-Dormías como un bebé –me interrumpió-. Preferí abrigarme bien y salir. ¿Te gusta?

-Sí, claro. Ahora me la pruebo.

Pero no me la probé. Akane volvió a arrojarse sobre mí con el rostro alegre y el cuerpo sugerente. "Todavía sigue sin bajar" me susurro mientras me mordisqueaba una oreja.

Al rato caímos los dos exhaustos sobre el sofá del comedor. Hasta allí habíamos llegado entre unos y otros arrumacos. La voz de mi padre ya sonaba en mi cabeza como un tambor de semana santa: "Aprovecha el día. ¡Aprovéchalo!". Llevaba unas horas tan primorosamente perfectas que me sentí tentado de refutar una de las lecciones de Genma. Le haría un regalo muy especial a mi mujer.

-Akane –le dije sin dejar de abrazarle-. Yo…estem…¿te molestaría mucho si no acudo a la reunión de artistas marciales?

-A mi me da igual. Pero pensaba que te gustaba.

-Ya. Pero no sé. Me apetece quedarme contigo. ¿Te gustaría ir a cenar fuera? Hay un sitio al que te quiero llevar incluso desde antes de…ya sabes…Es un poco caro y hace unos años, aún de haber osado a pedírtelo, no hubiese podido permitirmelo pero ahora…

Sus ojos se encendieron como dos luceros. Sé que es una frase cursi pero se ajusta bastante bien a la alegría interna que aquello desató en ella. Creo que no es un secreto si digo que nuestro noviazgo fue tan breve y embarullado que pocas oportunidades tuvimos de regalarnos una cita en condiciones.

-Iría contigo hasta el fin del mundo.

Y entonces noté como unas cuantas lágrimas saltaron de mis ojos sin que pudiera retenerlas.

-¿Qué te pasa? ¿He hecho algo malo? –dijo Akane.

-No –le repuse tratando de contener mi emoción-. Ha sido tu frase. Precisamente el Restaurante se llama así: "El fin del mundo". Lo vi por primera vez un día en que me mandaste a volar lejos y caí a sus puertas. En seguida se me ocurrió el juego de palabras. Invitarte al "Fin del mundo". No tienes idea de la cantidad de veces que he practicado la propuesta sin animarme nunca a invitarte. Todas las tardes por lo menos una hora encerrado en mi habitación.

Akane me secó las lágrimas con el anverso de su mano.

-¿Con que eso hacías? Mira que tengo la mente podrida. Por favor, esposo mío, llévame al fin del mundo y comamos juntos.

Se trataba de un obsequio caro, sin duda, pero teñido de tanto sentimentalismo, de cumplir con una fantasía tan intensa, que nadie podría negar que había fusionado perfectamente los dos tipos de regalo que mi padre aseguraba que no se podían juntar.

Al final, terminé estrenando la bendita corbata y usando el traje en el restaurante. En rigor a la verdad a Akane no le gustaban demasiado aquellos platos petulantes preparados para niñatos ricos pero se las ingenió para encontrar una ensalada normalita cuyos prohibitivamente caros aderezos, se cuidó muy bien de no utilizar. Las vistas, a un acantilado con vegetación exuberante y el cielo estrellado que se perdía en el horizonte, generaron la atmósfera que había imaginado por años. No recuerdo bien qué comí pero me gustó. ¡Qué tontería! Con Akane a mi lado, cualquier cosa sabía bien. Platicamos y platicamos durante horas como si apenas nos conociériamos, como si yo no supiera perfectamente que su color preferido era el rojo intenso de los pimientos, ese que esconde al mal observador, unas tonalidades naranjas y amarillas que hipnotizan. Proseguimos jugando a que era nuestra primera cita y recién nos conocíamos hasta que de pronto me animé:

-¿Quieres bailar?

-Sabes que no sé.

-No, no lo sé. Es nuestra primera cita. Además yo tampoco. Pero seguro que es divertido.

-Me da vergüenza.

-Y a mi me la dio invitarte. Pero aquí estamos.

-Usualmente te pegaría solo por insinuarlo, pero hoy estás tan galante que no puedo decirte que no a nada.

La verdad es que estaba aprovechando el día espléndidamente. Seguro que el viejo se refería a cosas más materiales como sacarle dinero o conseguir que se comprometiera a realizar las tareas comunes más arduas durante dos meses. Pero yo prefería esto. Tonto de mí. ¿Qué tenía de raro o especial que Akane me amara? ¿Qué nos acarameláramos en un baile lento? ¿O realizar el acto amoroso dos veces seguidas? Aquellos eran simples hechos que no había disfrutado lo suficiente en el pasado por falta de decisión. Solo eso me había faltado. Ni hechizos, ni bobadas climáticas. Desde luego, Genma era un idiota y yo también por creerle, por atribuir las cosas maravillosas de mi vida a una vana conjunción de astros. Solo que a aquella conclusión llegué un rato después.

-Ranma, nunca te había visto tan conteto. Se nota que realmente te hacía ilusión traerme aquí.

-Sí, lástima que esto se termine hoy…

-¿Por qué? –me repuso, juguetona-. ¿Piensas divorciarte de mi mañana?

Y entonces se lo conté. Estaba tan convencido de que existía aquello de la regla alegre y que estaba funcionando entonces, que no corría riesgos de ser vapuleado.

-Si serás idiota…´-balbuceó entre pucheros-. Yo aguantando este dolor para darte el gusto y tú, imaginándote idioteces. Tranquilo, no te daré con el mazo. No hace falta. Te puedes dar tu solito porque solito te vas a quedar.

Y efectivamente así me quedé, perplejo y sorprendido. Las campanadas en el exterior marcaban la medianoche. En rigor a la verdad, habían pasado ya las veinticuatro horas predicadas por Genma: "El segundo día de regla alegre es fatalmente normal. La impunidad total solo se extiende hasta las 24 horas del primer día". Casualidad o no, jamás lograría refutarle ni me interesaba. Lo realmente importante entonces era alcanzar a Akane y arreglarlo. Pagué la cuenta y me eché los últimos cinco bocados al mismo tiempo en la boca mientras corría tras ella. No me juzguéis, soy hombre. Si pago por comida, pues la como. A lo lejos, el amor de mi vida bajaba la larga escalinata y estaba por ganar la calle cuando tropezó y rompió el taco de su zapatito de cristal. Era mi oportunidad, si daba dos saltos bien calculados, le alcanzaba. Pero no pude, mientras ella se quitaba el complemento de vestir roto y partía en dirección desconocida, yo no lograba juntar las fuerzas necesarias. La verdad es que había engullido como un Pe-chan 1 y de tan pesado que estaba no logra levantar vuelo. Para cuando estuve fuera, no había ni señal de ella. Tan solo una especie de carroza roja que se perdía en el horizonte, tirada por dos caballos pura sangre y…su zapatito roto en el segundo peldaño de la escalera. Lo recogí y…roto, él y roto, yo, nos marchamos.

La busqué por los sitios habituales. En casa, en la de Sayuri, en lo del doctor Tofu (a lo mejor se había hecho daño al caer) y en el Dojo.

Nabiki oyó mi relato entero con atención. Destilaba ira por todos sus poros.

-¿Sabes que mi hermana y yo estamos sincronizadas?

-¿Qué?

-¡Que nos viene el mismo día! Mal momento has elegido para burlarte de mí.

-Yo…lo siento. Ha sido mi padre…por favor, ayúdame. Si te sientes igual que ella, sabrás perfectamente lo que tengo que hacer para conseguir su perdón. ¿Qué puedo hacer por ti?

-¡Nada! –exclamó-. Jamás lo entenderías. No eres mujer…bueno, 2000 yens serían un buen comienzo.

Pagué y me marché a casa con un estúpido plan en la cabeza. El que me tiene aquí. En rigor a la verdad, sí que podía saber lo que se sentía. Tan solo debía permanecer en mi forma femenina sin cambiar el tiempo suficiente para ovular y luego completar el proceso. Nunca lo había sufrido pero tenía la posibilidad latente escondida en mi maldición. Me até a una silla para evitar la tentación de transformarme en hombre y comencé a esperar. Ya, ya, ya sé que es una estupidez. Que Akane no estaba tan enojada y que había mil formas mejores de compensarle que autoflagelarme…pero soy así. Sentía y siento la culpa suficiente como para hacer una locura.


Cuando Akane llegó al día siguiente -se había pasado la noche hablando sobre "hombres" en casa de Kasumi-, ya ni pizca de mal humor le quedaba. Mi querida y entrañable cuñada le había hecho ver lo dulcemente inocente que había sido mi comportamiento.

Nabiki venía con ellas. Yo hedía a culpa y su sensible olfato lo decodificaba en su justa medida: dinero fácil. Cuando las tres hermanas Tendo me vieron en tal ridícula situación reaccionaron según su más que previsible forma de pensar. Akane intentó liberarme a las patadas. Kasumi quiso poner paños frios en el asunto. Y por supuesto, Nabiki se apoderó de la situación en un santiamén. Pronto, y antes de que pudiera salirme de este embrollo, miles de mujeres, líderes feministas de todo Japón, supieron de mi decisión y se agoparon en le jardín de nuestra casa. Me convertí en una especie de fantoche, héroe y bufón de aquella masa. Y ya no me fue posible escaquearme. Menos cuando Nabiki les cobraba la entrada para ver al patético hombre reglante.

La noticia dio la vuelta al mundo en un santiamén. Por primera vez un hombre sufriría los dolores menstruales y junto a su mujer y cuñada. ¿Quién los soportaría mejor? Efectivamente, dado que comencé el ciclo aquella noche, la regla lógicamente me caería un mes después, cuando le tocara nuevamente a Akane y Nabiki. Ambas harían de contraejemplos femeninos.

Por supuesto no todos estaban de acuerdo con el experimento. Akane la primera, aunque no lograra liberarse de la maléfica influencia de Nabiki. A mamá tampoco le cayó demasiado bien la noticia pues, katana en mano, aguardaba el desenlace en primera línea de espera en el jardín.

Y finalmente me tocó sufrirla. Bueno, no lo llamaría "sufrirla", sobrellevarla tan solo. Una ligera molestia que apenas si me impedía hacer vida normal, atado a mi silla. La tan sobrevalorada regla significaba poca cosa ante la fuerza mental de un hombre hecho y derecho. Fin.

-¿Qué pasa, Ranma? –indagó Nabiki- ¿Por qué acabas tu relato tan pronto? ¿Ya te empieza a doler? Sigue contándole a la cámara tu odisea.

-N-no. Ya terminó. Ya podéis apagar todo y liberarme.

-¿Te rindes, pues? ¿Tan pronto? Si son los primeros dolores.

-Vale, vale, Nabiki –ahuyé sin poder ocultar más el dolor-. Libradme de este tormento.

-No. A sufrir como todas. ¿Verdad chicas? –miró al exterior.

-Sí, sí –le respondió una muchedumbre iracunda.

Entonces la vi. Akane había estado todo el tiempo dentro de la habitación detrás de mí. Tenía el rostro demacrado. Después lo supe, por la mala sangre que se había hecho, se le había adelantado un día. Aún así, era su respiración entrecortada la brisa que me daba fuerzas chocando contra mi nuca y eran sus manos las que manejaban el abanico que despejaba el sudor de mi frente.

-Ya le has oído. Se ha rendido. Fin del experimento.

-Me extraña, hermana. Si eres tú la principal damnificada.

-Yo nunca quise esta tontería. Lo que yo deseaba era a mi marido conmigo durante la otra regla y durante esta. Sobre todo quería lucir mis zapatos nuevos en la opera que se estrenó hace un mes. Pero me la perdí. Y los zapatos, inservibles.

Luego, se marchó sin olvidarse antes de tirarme un poco de agua caliente sobre el hombro.

No sé cuánto tardé en librarme de la cuerdas –Nabiki estaba tan decepcionada que no quiso ayudarme- ni cómo conseguí encontrarle pero el caso es que unos minutos después le corté el paso. Su rostro destilaba decepción y desencanto. No era para menos. Ella había cumplido con mi sueño, la cita en el Fin del mundo y yo había fallado en cumplir el suyo. Tal era su despecho que todavía llevaba puesto en un pie el zapatito de cristal y en el otro una sandalia vieja.

-Por favor, siéntate.

-¿Para qué? ¿Para pasar más frío? Me duele la tripa, ¿recuerdas?

-Solo será un momento. Cierra los ojos. Luego puedes irte si todavía lo deseas.

Entonces me arrodillé como el príncipe azul que no era, le quité la sandalia y le puse su zapatito de cristal, el que había dejado tirado en el Fin del mundo.

-Oh, lo has arreglado. Pero ¿cómo? Si es de cristal.

-Reclamé la garantía. Tuve que pagar un poco en concepto de reparación pero me lo aceptaron.

Y por fin, otra vez los ojos encendidos como dos luceros.

-¿Quieres ir a la ópera? El mes pasado cambié las entradas por la función de esta noche. Por si optabas por perdonarme.

-Antes tenemos una cena pendiente en el Fin del mundo. Luego ya veremos…

Entonces por fin lo entendí. No existía el hechizo de la regla alegre, ni silencios penetrantes mágicos, ni remolinos fantásticos y ni cielos descubiertos por sincronizarse con el alma de una joven con regla. Los vedaderos objetos mágicos habían sido desde un principio los zapatitos de cristal de Cenicienta. Veinticinco años después, cuando le expuse aquella verdad universal a Akira en vísperas de su boda me tachó de loco, machista y ridículo. Es lo malo de tener experiencia: que las nuevas generaciones nunca escuchan.

Fin.


Historia Bonus.

Cómo aprobar exámenes.

Imagino que el tema de hoy os interesa. Tranquilos, no soy un Sensei que se ha vendido al lado oscuro. No vengo a enseñaros trucos en calidad de maestro. Esta guía la compuse cuando era un sufrido alumno tímido que no se animaba a hacerle la pelota a cada instante al maestro de turno y en un contexto académico un tanto particular que luego os narraré. Tampoco pienso enseñaros como sobrevivir a un examen sin estudiar porque no se puede. De lo que se trata esta historia bonus es de algo mucho más importante. Supongo que a todos vosotros os habrá pasado alguna vez. Haber estudiado como nunca, ser el que de lejos más sabe sobre el tema en el curso y luego desaprobar o a lo sumo, no destacar como corresponde. Esto es muy común y ocurre por una razón que no es tan obvia: No es lo mismo saber que dar un examen. Para estudiar bien hace falta una serie de capacidades (inteligencia, memoria, disciplina, compromiso) y para volcarlas apropiadamente sobre una hoja u oralmente hace falta otro cúmulo de capacidades muy diferentes (seguridad en uno mismo, elocuencia, manipulación, experiencia y otras muchas más). Lo normal cuando hay una desproporción entre las altas capacidades del primer grupo y las bajas del segundo, es volver a casa llorando y escupiendo una barbaridad de frases ignominiosas sobre la calidad humana del profesor (en voz baja, por supuesto. Jamás hay que ofender a un maestro de forma pública). En parte es culpa suya, sin duda. Ha sido injusto, imparcial y arbitrario. Pues sí. Somos así, humanos. Cuanto antes lo aceptéis y por tanto desarrolléis tácticas para lidiar con nuestra humanidad, mejor os irá. También es bueno recordar en este punto que la calidad académica y humana de un profesor no tiene por qué ir de la mano. Hay educadores geniales que son literalmente unos hdp (el profe exigente y malhumorado) y buenas personas sin la más mínima idea de cómo manejar un grupo ni cómo orientarles (el novato joven al que los más tontos del curso le falta el respeto sistemáticamente).


Examen oral.

1) Un final oral suele ser extremadamente cansador para el profesor. Esto significa que no nos conviene ser los primeros en exponer. En ese momento todavía está pletórico de fuerzas y sin haber calibrados sus altas expectativas con la realidad circundante. Un alumno de 9 le parece un ignorante que no ha estudiado y le agobiará durante media hora con todo tipo de preguntas difíciles. El mismo alumno de 9 que expone en décimo lugar, luego de unos cuantos aplazos y ninguno que le deleite con algún dato poco superficial, se destacará como si fuera de diez y su examen solo durará cinco minutos. Sobre el final, suele estar agotado y aburrido de oir la misma perorata una y otra vez. Peligro. Es capaz de desaprobar al tímido sabiondo por tartamudear y de darle un "aprobado raspado" al que nada estudió pero le habla lenta y pausadamente con un ritmo cansino y constante.

2) En todo caso, la lección más importante es la formalidad: esto casi nadie lo hace y es básico. Ser educado. Antes de sentaros, decid: "buenas tardes, días, noches" o lo que toque. Con eso demostráis educación y seguridad. De paso, habréis roto ya el hielo pues empezáis vosotros a hablar y os destacáis del resto que no lo ha hecho.

3) Sentaos con la espalda derecha. Casi todos los profesores son padres y odian a los jóvenes encorvados. Y miradle a la cara. No hay nada que temer.

4) Si es un grupo de profesores: jefe de cátedra y dos adjuntos, por nada del mundo dejéis que intervenga uno de los adjuntos. Ellos solo quieren lucirse destruyéndote. El diálogo tiene que ir siempre de ti al jefe de cátedra. Si es un instituto o secundario, la máxima también vale. El maestro invitado no tiene ni idea de qué enseñó tu profesor, solo lo que dice el programa que obviamente es más amplio de lo que has estudiado. Evitar que empiece a haceros preguntas es vital para evadir posibles huecos en nuestra preparación. Ejemplo: Habéis estudiado la relación de Ranma y Akane y el Profesor 2 os hace una pregunta sobre Shampoo y Mousse. Miráis al profesor 1, contestáis la pregunta correctamente y agregáis: como usted siempre dice, esto que acabo de decir también se puede ver en la relación de Ranma y Akane y explicáis por qué. Si lo hacéis bien, el examen retornará a los cauces que os interesan.

5) Cómo cerrar un examen. Al profesor le suele quedar en la recámara una última bala letal, la que solo usa con el alumno que odia o con quien cree que es tan brillante que puede responderla bien. Por ejemplo, si antes te había preguntado cuántos tomos tiene el manga, ahora te pedirá que ordenes los 38 tomos según orden de ventas en Japón durante su primera edición. A veces ocurre que te están por aprobar, ya te han felicitado y te estás levantando cuando de pronto te la sueltan. No hay defensa salvo la anticipación. En el momento en que te están por aprobar, cállate. Deja que hable el profesor y no lo alargues. Escapa antes de que sea tarde con tu aprobado. Si por la razón que fuera te retan, acéptalo, no te defiendas. Si te dicen: Muy bien, Josecito, ahora sí que has estudiado bien, no cómo durante el último mes. Aunque tengas ganas de decirle: "vete a la mierda" o "sí que he estudiado pero usted no se ha dado cuenta". Asiente con la cabeza. Cualquier polémica de último momento, podría derivar en que se sienta obligado a demostrarte que tiene razón. No te conviene.


Examen escrito:

1) Nunca, nunca, nunca debéis dejar una pregunta sin contestar. Da igual si no la sabéis. ¿Te han pedido que ordenes los 38 tomos según orden de ventas como dije antes? Pues hazlo. Obviamente no acertarás, pero demuestra tu conocimiento. Justifica cada jerarquía propuesta. Menciona los enventos principales que ocurren en cada tomo. Podrás no saber el orden (nadie lo sabe), pero el profesor tendrá que aceptar que te has leído el manga entero, lo recuerdas, lo has entendido y lo has analizado según tu propia óptica. Uno de cada diez profesores te desaprobarán igual. Los otros nueve te pondrán notas entre 4 y 10 según su personalidad.

¿Y si pasa exactamente lo contrario? ¿Te hacen una pregunta demasiado fácil? Lo mismo. Demuestra tu conocimiento. Un examen va sobre demostrar lo que sabes. ¿Te preguntan el nombre de los protagonistas…? Pues no te contentes con decir Ranma Saotome y Akane Tendo. Di: Ranma Saotome, gran artista marcial etc etc, hijo de Genma Saotome, que es así y asá. Y Akane Tendo, etc etc, hermana de Nabiki Tendo y Kasumi Tendo que son así y asá. Y luego agrega la guindilla, algo que solo sepas tú y que guarde alguna relación con la pregunta. Por ejemplo; como dato curioso sobre los nombres, cabría mencionar que a Tatewaki Kuno le han traducido mal, etc., etc.

Imagináos un examen que solo tiene esas dos preguntas: Dejáis la primera vacía y en la segunda solo ponéis: Ranma y Akane. ¿Tres palabras? ¿De verdad pensáis aprobar un parcial escribiendo tres palabras?

2) En el examen escrito, el correlato a la regla de educación del oral, es la ortografía. Escribir bien es una muestra de cortesía equivalente a decir "Buenas tardes". Pocos lo hacen.

3) Si os estiráis un poco más de lo aconsejado, haciendo hincapié sobre un mismo tema que os sabéis bien, analizándolo desde varias perspectivas, uno de cada diez profesores os bajará nota. Los otros nueve, os la subirán.

4) Para los hombres: Sed prolijos. Tened en cuenta que el profesor está leyendo chiquicientos escritos a mano y no entiende la letra de todos. Por tanto, si le cuesta, te leerá a disgusto. Por norma general, las chicas son mucho más prolijas. Lo normal pues, si eres hombre y desprolijo, es que le tuyo sea de los peor valorados estéticamente.

5) Usa todo el tiempo del que dispongas. ¿Os ha sobrado? Genial. No dan puntos extra pro entregar antes. Repasa. Corrige. Agrega cosas.

6) ¿Eres de los lentos? Bien. No pasa nada siempre y cuando seas consciente de que lo eres. Si no te sabes bien la pregunta uno, no te quedes quince minutos pensando. Has la dos que te sabes bien en otro folio y luego ya completarás la uno. No sea cosa que al final no te salga bien la primera por no saberla y la segunda por falta de tiempo.

7) ¿Te has quedado en blanco? ¿Eres de los que puede aprobar el examen si sale todo bien, pero te desaprueban al menor cambio en el plan? Háblalo con el profesor. En muchos casos, lo que te detiene de empezar a escribir es una tontería o mal entendido. El profe que vigila que no os copiéis se aburre y en esencia es profesor; le encanta enseñar. Las chances de que te desbloqueé voluntariamente y con una sonrisa son amplias. ¿No ha funcionado? Pues aplica todos mis consejos anteriores. No dejar nada sin contestar. Demostrar conocimiento aunque no tenga mucho que ver con lo preguntado. Empezar por la pregunta que si te sabes, etc.

8) ¿Pasa una mosca volando y te distraes? Bien, úsalo en tu favor. Cuando estés concentrado/a, esfuérzate al máximo. Luego cuando te distráigas, descansa. Respeta tu ritmo en vez de intentar negarlo.

9) El examen es de matemática o similar. No me sirve nada de lo que has dicho hasta ahora. ¿De verdad? Céntrate. Si has estudiado bien, de seguro tienes todas las piezas del puzzle que necesitas. Solo falta combinarlas bien. Has aprendido fórmulas y técnicas de resolver el ejercicio pero teoría y práctica no son lo mismo. A veces, no es tan fácil aplicar las fórmulas como pensábamos. Pues lo mismo: si no sirve una, quizá sea porque tienes que utilizar otra. O combinar dos de una manera que no lo has hecho hasta ahora. Casi siempre, en el mismo enunciado del ejercicio se encuentra la solución.

10) ¡Sigue sin salirme el *%^* ejercicio de matemáticas! Hazlo al revés. Si no puedes llegar desde el enunciado a la respuesta, intenta llegar desde la respuesta al enunciado. Ya sabes: en mates, todo es reversible. Si no sabes cuánto es cuatro por cinco. Piensa qué número dividido cinco, da cuatro. O cuál dividido cuatro, da cinco (veinte). Da igual el nivel de dificultad, siempre existe el camino inverso y como haz visto, hay más de uno.

11) ¿Todo falla? Estadísticamente x=7 en la mayoría de los casos.

12) Multiple choice o preguntas de Verdadero o falso. Siempre hay trampa, siempre. Aunque parezca que no. Si te dicen que un gas tiende a ocupar todo el espacio en el que está encerrado y te parece correcto, desconfía, recuerda bien la regla. A lo mejor falta algo. A lo mejor es falsa porque no te han puesto: "en condiciones normales de presión y temperatura". Es un ejemplo al azar, no es que haya caído en él en el pasado y todavía me duela haber cometido un error tan simple.

13) No existe la mala suerte. Si te toca el tema difícil y no lo sabes es porque has estudiado mal. Tú debes preparate para el tema difícil y luego salir diciendo: "he tenido suerte; me ha tocado el fácil".

14) No te copies, no hagas trampa, no utilices machetes o como se llame en vuestro país (papelitos con las respuestas convenientemente escondidos). El esfuerzo y capacidades para realizar una y otra tarea es muy similar. Optar por el método peligroso y que te deja al final vacío de información es como fumar. Genera adición. Al examen siguiente, tendrás un hueco más grande que rellenar estudiando y por tanto, te verás obligado a utilizar el método malo. Cada vez que estudias te preparas para este examen y todos los siguientes, adquieres conocimientos y experiencias que te ayudarán en los próximos. No lo digo como profesor. Como ya dije a esta conclusión llegué en mi época de estudiante secundario. Estudiar es más fácil que copiarse.

15) Si aún así, despruebas. No te rindas ni te deprimas. Los profesores son todos idiotas. Y esto si que lo digo en calidad de profesor.

Y ahora el contexto en el que aprendí todo esto. Un colegio un tanto particular en donde se aprobaba con siete de promedio en los tres trimestres. Pero durante los dos primeros, un diez se calificaba como siete, un nueve como seis y así. El más mínimo error durante dos tercios de la cursada te mentía en el lío. Recién en el último, un diez volvía a ser un diez. Supuestamente lo hacían para moldear neustro carácter y que siempre fuéramos en ascenso. Que no nos rindiéramos nunca, etc. Obviamente nadie iba a aceptar públicamente que era así, pero lo era. La forma típica de pasar de curso era la progresión 6-7-8. Aunque abundaban los 5-7-9 y los 6-5-10. Infinidad de veces he rendido al máximo nivel en todo el año, no he cometido ni un solo error y aún así en vez de sacarme el 10-10-10 merecido o el 7-7-7 en plan exigente, me tuve que conformar con inexplicables 5-7-9. De hecho, una vez me llevé una materia a diciembre con el ridículo marcador de 7-3-10. ¿El 3? Resultado de promediar el 7 en el examen escrito con dos 1 en sendos examenes orales sorpresa. Uno tomado el día anterior a irnos de viaje de egresados y el otro al regresar. ¿Injusto? Sí. ¿Único culpable? Yo, por no hablar durante el examen sorpresa.

En un exámen de química me saqué un seis a pesar de acertar todas las respuestas, por cometer un grosero error de ortografía en el nombre de un elemento de la tabla periódica.

En uno de biología me hicieron diez preguntas. Acerté nueve y en la décima: mencionar los tres componentes de un anticonceptivo, acerté dos y me equivoqué en el tercero. ¿La nota? Un uno. ¿Por qué? Si el 96,66% de las respuestas eran correctas. Literalmente me respondieron: "¡Porque has dejado embarazada a la pobre mujer! Si fueras médico, te hubiesen despedido, quitado la licencia y tendrías que afrontar un juicio por mala praxis".

En fin, como estas tengo miles de anécdotas y técnicas para aprobar. Para no agobiaron más, os deseo mucha suerte en vuestros exámenes, sean de la naturaleza que sean.

Un saludo,

Leandro-Sensei.


Comentarios

Estimado lu4AVG. "Pd" es abreviatura de "post data" y "ps" de "post scriptum". Ambas vienen del latín y en español se peuden utilizar ambas aunque es más habitual "pd". Mientras que en inglés solo se usa la otra que yo sepa. No recuerdo cuándo ni por qué me aficioné a poner "ps". Probablemente será porque "ps" es común a todos los idomas y "pd" no.

PS: Sí, entendí y te lo agradezco. Es de lo mejor que me han dicho hasta ahora sobre mis fics porque es precisamente lo que intento y dificilmente consigo.

Estimada Ai. Uy, igual que Minefine7. Todavía me reprocha lo de Kodachi. Reconozco que el beso fue una traición a mis promesas de historias 100% felices y perfectas y reconozco también que fue totalmente innecesario. Así que procedo a reparar mi error. Se dieron un beso con cinta adhesiva en los labios.

Así sois las mujeres: Akane le perdona que AntiRanma intentara matarla y hasta le parece romántico pero por regla de tres debería perdonarle también que besara a otra. Pero, no. No lo perdona. ¿Qué es más grave? ¿Besar a alguien más o intentar matarla a ella? Parece que lo primero.

Paperman Lo vi. Sale en la película de RompeRalph. Es buenísimo. Por lo menos de las historias que a mi me gustan. Romántica y con elemento fantástico-metafórico.

Suerte en el examen.

Estimada Massy13. Todos tenemos un antimundo. Gohan cuando se enferma, por ejemplo, está tan débil que no puede jugar, saltar ni tontear como acostumbra. Así que no tiene más remedio que hacer cosas intelectuales como leer, estudiar, hacer crucigramas. Hace poco estuvo enfermo y de allí se me ocurrió la idea.

Mienfine7 y yo veíamos La niñera compulsivamente. Nos encataba. Yo siempre decía, casi desde el primer capítulo que Niles y C. C. Babcock iban a terminar juntos y Minefine7 se reía de mí. Creo que uno de los momentos más divertidos de mi vida fue cuando vimos juntos el capítulo final. No sabía donde meterse. Espero no estar haciendo un spoiler luego de tantos años de terminada la serie.

Estimada minefine7. Que ya se lo dije a Ai. La besó con cinta adhesiva en los labios. La verdad que lo hacés muy bien lo de dejarme ganar. La pataleta posterior es tan creíble y realista que nunca me doy cuenta de que me estás dejando ganar.