A Ulises le ladró el corazón

indignado de tales vilezas,

pero él le increpó golpeándose el pecho

y le dijo: "Calla ya, corazón,

que otras cosas más duras sufriste..."

Ulises

-¡Vete!

Le hice caso. De inmediato y sin vacilar. Como un hombre. Por su puesto, que lo hice. ¡Quién se creía que era ella para echarme así! ¿Mi dueña? ¡Si no había hecho nada malo! -Por lo menos no más que de costumbre-. Quizá mi decisión os suene un tanto exagerado pero tendríais que haberla visto para entenderme. Estaba iracunda, humeante. Expulsando tanta espuma por la boca que parecía…¿cómo describirla? Estaba fea, horrible. Bueno, ya me entendéis. Guapísima como siempre pero especialmente hiriente. Incisiva. ¡Esa es la palabra! Y punzante. Tanto, que no terminaba de reponerme de su sorprendente pedido, cuando me tiró un nuevo dardo venenoso sin que me hubiese preparado mentalmente para asimilarlo.

-¡Y no vuelvas nunca!

¿Qué no volviera? ¿Lo habéis oído, verdad? Que no volviera. ¿A mí? ¿A su prometido? Eso, por mucho que intentara suavizarlo con una expresión menos fiera, sonaba a compromiso roto. Mentirosa y ridícula. No iba a permitir que nadie me separara de Akane y mucho menos una furibunda marimacho.

-¡Bien, eso mismo pienso hacer! –le respondí, incapaz de contener mi furia o de pararme a pensar en el peso de mis palabras- ¡No volveré a verte! ¡Lo juro!

Y me marché echando chispas por los ojos, juramentos por la boca y dolor desde el centro de mi hígado hasta el corazón. ¿Cuánto caminé desde entonces? ¿Dos horas? ¿Diez? No lo sé. Muchas, desde luego; aunque no debieron de ser tantas. Puedo asegurar positivamente que todavía era de día cuando comencé a oírle.

Curiosa promesa has hecho, muchacho –resonó una voz en mi cabeza mientras daba más y más zancadas que me alejaban de mi Akane-. Más bien, irónica. Tú, que no eres capaz de vivir sin ella, comprometiéndote a hacer exactamente lo contrario.

Lo único irónico que noto –le respondí en mis pensamientos- es que cada cinco o seis aventuras nuevas me toca un tipo mágico como tú que se hace el misterioso y me habla sin que nadie más le pueda oir. ¿No serás otra vez Hades, verdad? No me apetece jugar al ajedrez. Estoy de muy mala leche.

A continuación, una especie de figura borrosa se materializó frente a mi. Parte del cuerpo le brillaba. Otros trozos de su contorno lucían tan oscuros y densos que no se lograba distinguir adecuadamente su silueta.

-¿Hades? ¿Yo? De ninguna manera. ¡Qué horror! A ese sujeto le falta clase –se pavoneó agitando la mano izquierda de arriba a abajo con la muñeca tensa en un punto-. Soy el Dios de la Ironía. Puedes llamarme Anticlímax.

Llevaba una especie de máscara como las del teatro con una mitad esbozando una media sonrisa y la otra, un llanto de amargura a punto de salir. Y una lágrima tan clara y pulida que parecía real. Curiosamente, se ubicaba bajo el ojo alegre. Sus ropas alternaban luz y oscuridad por igual como un tablero de ajedrez. Un reloj similar al del conejo de Alicia asomaba de uno de sus bolsillos.

-¿Eres un Dios? –le pregunté-. No lo pareces.

Aunque no le podía ver la cara, le adivinaba cierto tono burlón al responder.

-Tienes razón –contestó Anticlímax con ese tonito que me empezaba a fastidiar-. En realidad solo soy un hombre pero con poderes divinos. ¿Irónico, no crees?

Como ya dije, la verdad es que no estaba de humor para enemigos nuevos y menos de aquella naturaleza. Lo de Akane me había amargado demasiado el día; así que proseguí con la secuencia lógica de preguntas que más me interesaba.

-¿Entonces puedo vencerte?

-De hecho soy muy débil –me repuso el contorno borroso del nuevo rival-. Sería irónico que alguien tan fuerte como tú se vea privado de chances de eliminarme.

Y ya no me lo pensé dos veces: le pegué un puñetazo de esos que me gusta dar, de los que llevan todo el peso del cuerpo y la experiencia de mis entrenamientos en el extremo superior del puño. En fin, de esos que no suelen conectar pero si lo hacen…noquean a cualquiera. Mi brazo atravesó la distancia que nos separaba en un abrir y cerrar de ojos. Por el sonido que arrojaba el movimiento al romper el aire en dos, no cabía duda. Había efectuado la técnica con inusual fuerza y precisión. De hecho, debo de haberle sorprendido porque la especie de nubarrón oxidado no intentó esquivar ni detener el golpe. Tan solo se revolvió sobre sí misma durante unos instantes luego de recibir el impacto y por último, cayó al suelo.

Oh, rayos. Me has matado. Si estuviera vivo la cosa se hubiese resuelto fácil y sin magia. Es irónico, realmente. Ahora que me has vencido, no tengo más remedio que utilizar mis poderes divinos. Mucho me temo que ganar a veces es perder. Debes aprender, muchacho. Debes aprender. El amor es la mayor fuente de ironías que haya creado un Dios jamás. Nunca podrás vencerme mientras ames. Ah, me olvidaba; mi cuerpo no es como crees…

Pronto advertí que tenía razón. Las calles, los árboles, las personas. Todos se veían turbios y lejanos. Me costaba enfocar y distinguir unos colores de otros. Gradualmente se fueron asemejando unos a otros, hasta que solo pude apreciar grises, blancos y negros. Y por último, solo negro. No es que le hubiese visto borroso en primera instancia porque realmente lo fuera él. Se trataba de mi vista la que se desdibujaba. Aquello, obviamente me angustió bastante.

-¡Ayudadme, por favor! Ayudadme –daba manotazos al aire sin dar con ninguno de los transeúntes que instantes atrás galopaban alrededor de Anticlímax y de mi.

Akane siempre me lo advertía: "si no puedes pensar antes de actuar, actúa pensando". Ni eso había hecho. Y ahora lo pagaba.

Hijo de la irreflexión es el fallo y su nieto, el miedo.

-Llevadme con Tofu cuanto antes –le ignoré aunque tuviera razón y me invadiera un frio terror-. Con Tofu –repetí-. Él sabrá qué hacer.

Anticlímax me dio un par de segundos más, lo suficiente para que recuperara el aliento e insistió:

¿Irónico, verdad?

Déjame en paz. Nada hay de irónico en perder la vista. Esto es trágico e injusto. Nada más.

Oh, pero si lo has dicho tú mismo justo antes de despedirte: "no volveré a verte". Pues claro que no lo harás, si te has quedado ciego. También has pensado que aquello significaba el fin del compromiso. Bien, estoy de acuerdo. Pronto ella te olvidará. Es cuestión de tiempo. ¿Cuánto podrá tolerar tu ausencia? ¿Uno? ¿Dos meses? ¿Seis?

-¡No pienso ausentarme! –grité- Akane me ayudará. No hay razón para…

¿Qué pasa? ¿Por qué callas? Ah, claro, has perdido el habla también. ¡Qué pena! ¡Y qué irónico!


Desde entonces todo fue penumbras para mi. Sin más luces que la esperanza y el amor. Sin más motivaciones para vivir que la memoria y los recuerdos. No llegué a desesperar. El aura de Akane, tan gentil y cálida en tiempos de peligro, se sentía cercana. Casi como si me acompañara. Me entretenía, pues, sacándole la lengua a la oscuridad en la dirección en que imaginaba que se encontraba el Dojo. A veces, incluso saltaba justo antes de que impactara en el suelo un imaginario mazo propulsado por una imaginaria carga de ki asesino. ¡Qué orgullosa que se pondría de mi cuando todo se solucionara! Ya era capaz de alejarme más de quince metros de un solo movimiento. Dos metros y medio mejor que mi anterior marca.

Diviérte si lo deseas con tus jueguitos. Si tuvieras vista, sabrías lo patético que te ves confiando en el final feliz. En la vida real no existen. Abre los ojos, esos que tienes muertos, y acepta tu nueva condición. Tú estás muerto en vida y ella cree que la abandonaste. Ya sabes; tus últimas palabras sumadas a la ausencia prolongada. ¿Cómo crees que lo interpretará?

Ella sabe que no eran en serio. Me esperará. Da igual lo que tarde. Lo hará.

No, no lo hará. Nadie es tan idiota. Y en todo caso, ¿de qué le serviría? Pronto morirás de hambre o te caerás por un barranco.

Respondí con orgullo y esperanza:

No tienes ni idea de lo idiota que puede llegar a ser mi prometida.

Y luego callé. No esperaba que el Dios de la Ironía entendiera algo tan propio de él como nuestra especial relación. Aunque pareciera que no podíamos ni vernos cuando nos juntaban, la verdadera esencia de nuestro amor radicaba en que éramos inseparables. Anticlímax, por su parte, se entrenía en explorar solo las contradicciones más superficiales y simples. Cada tanto le sorprendía murmurando en mi cabeza consignas leves e inocuas como: "Irónico, Don Ranma Saotome, secuestrado en lugar de Akane. Es que soy la leche".

Fue la primera de las muchas veces, durante mi larga estancia en su compañía, que sentí un poco de pena por él. No lograba profundizar nada. Si le hubiese dicho que la verdadera ironía era confiar tan ciegamente en alguien a quien nunca le había confiado unas palabras de amor, seguramente se hubiese burlado de mí. Aquellos matices del alma humana no los entendía ni le interesaban. Eran, en suma, su punto débil. Todavía no sabía bien cómo, pero ya conocía el desenlace. Nuestro amor, el de Akane y el mío era el arma que le vencería. Y nuestra estupidez. Yo, tan absurdo como para enfrentarme a una bruja como Circe estando ciego. Y ella, para creer que nuestro amor, algo totalmente intagible, era y es más real que la realidad.

Pero primero lo primero. Antes de atacar, tocaba sobrevivir. Pegar puñetazos al aire sin ton ni son hasta tropezar con algo blando y cálido. Atraparlo entre mis brazos y presionar. Si pronunciaba palabra, le pediría ayuda. Si lanzaba un chillido, me lo comería. Escapar o sobrevivir. Por el momento, no había más qué hacer.

Más te valdría quedarte quieto que comer nutrias inocentes –me dijo un día-. ¿Cómo sabes que avanzas en dirección correcta? Podrías, perfectamente, estar alejándote de ella.

La carrera es contra el tiempo. Cada segundo que me quedo quieto es un metro de ventaja que le dejo. No sé a dónde voy pero sí que algún día llegaré a ella.

Espero que sepas nadar.

Y caí al río. No voy a negarlo. Me gustó. Para un ciego y mudo no debe de existir una sensación más fresca y estimulante que zambullirse en el agua.

Me caes bien, humano. Estás demente. Nadar a ciegas es sinónimo de muerte segura.

Desde luego no hallé el triste final que me presagiaba. Podría haberme privado de algunos de mis sentidos pero mi fuerza hercúlea me acompañaba. Debo de haberlo sacado de sus casillas también porque tan solo se limitó a hacer hincapié en otra falta superficial.

Irónico, Ulises, el más inteligente y manipulador de los héroes, presumiendo de su fuerza "hercúlea".

Pasado el primer mes de mi travesía a tientas, me topé con un tronco flotando a la deriva. Aferrado a él comencé a tener pesadillas, únicos momentos en los que se me permitía volver a ver. Primero observé a una Escila y Caribdis que me ahuyentaba del Dojo. Llevaba unas algas azules sobre la cabeza y un tentáculo con forma de mazo sobre sus extremidades izquierdas. Metáfora demasiado lineal para mi gusto. Y luego, a miles de pretendientes que asaltaban nuestro hogar devenido en fortaleza para intentar captar el amor de la supuesta viuda. Akane les rechazaba sistemáticamente. Pero los muy engreidos insistían, compraban aliados, sobornaban, presionaban y finalmente, tentaron el bolsillo de mi suegro.

-Haced lo que queráis –aseveró Soun mientras guardaba un cofrecito en la despensa-. Siempre y cuando ella esté de acuerdo, yo ya no seré un obstáculo.

Desde entonces, Akane se vio obligada a ser más cauta. Elaborar tretas, apalabrar promesas vacías. Prometer vacíos con palabras. Vaciar palabras prometidas. Y otras muchas artimañas. Pasado el año de ausencia, sin embargo, la presión se hizo asfixiante. Ya no valía más respuesta que cumplir un plazo. El que fuera.

Ojerosa, rendida, agotada; un buen día se presentó así Akane al círculo iracundo de los vergonzantes pretendientes.

-Cuando esta planta dé su primera flor, elegiré a mi nuevo prometido.

Todos los espejos de la casa suspiraron al mismo tiempo rayos pálidos y podridos. Era la relumbre de la codiciosa sonrisa de los cobardes que se espejaba en los utensilios vanidosos -no sin cierto asco por su parte-.

Ryoga, Kuno y tantos otros comenzaron a montar guardia en las cercanías para evitar que se escapase. Pronto, a más tardar en unas semanas se cumpliría el plazo. La naturaleza, ya se sabe, no es dada a esperar. Y sin embargo, nadie contaba que una treta tan simple y lineal diera resultado. Akane, mi dulce y frustrada Akane, lloraba todas las noches por mi. Sus lágrimas resbalaban por pómulos, embudos y otros artilugios hasta depositarse en el fondo de una botellita. Luego, durante el día y ante la atenta vigilancia de los que decían que la amaban, la única persona con dignidad del Dojo regaba la planta del destino con aquella botellita. Aquel abono, la aflicción que mi ausencia le provocaba, era su alimento. Así, pues, crecía fuerte y sana pero amarga. Muy amarga. Y por supuesto, no daba flores.

Comprendí que aquel sueño no podía ser falso del todo. Que metafórico, irónico o lo que fuera, se trataba de una ilusión creada por Anticlímax. De sobra sabía que Ryoga no era tan mezquino ni Kuno, manipulador pero daba igual. Estaba claro que debía encontrar la forma de reencontrarme con ella o la perdería. Comenzaba una nueva etapa en mi carrera contra el tiempo. Yo, mudo y ciego y él, incansable, impasible y totalmente ajeno a mi tristeza.


"Marimacho fea". Lo escribí con una rama sobre la tierra húmeda de la costa. No sabía dónde había llegado pero sí lo primero que quería hacer al besar suelo firme. Escribir algo sobre ella. Solía hacerlo todos los días en mis cuadernos. De hecho, y por ridículo que pareciera dada la situación, extrañaba ir a clase. Aburrirme con las lecciones, llevarme las tareas a mi cuarto y luego garabatear su nombre sobe los apuntes durante horas. Era mi momento de privacidad –tenía la excusa de necesitar un poco de paz para estudiar- y lo aprovechaba para pensar en Akane.

Hoy me he hecho pasar por ti –interrumpió mi actividad lúdica Anticlimax.

Da igual. Ya te dije que Akane es idiota a un nivel muy superior de tus poderes pseudo-divinos. Es estúpida de pies a cabeza. Con todas y cada una de las fibras de su ser. No le engañarás.

Ya veremos.

Durante dos meses recorrí el contorno de la playa hasta descubrir que se trataba de una isla. Y digo que tardé dos meses porque eso es lo que me contaba Anticlímax. Yo, desde luego, no era capaz de distinguir entre días y noches. Para no perderme, había recurrido a un montón de ramas con las que escribía su nombre cada uno o dos kilómetros. Si hacía falta, cubriría todas las playas de Japón con su nombre. Podría perderla para siempre, pero al menos, en el cielo sabrían de mi viaje y quién era la dueña de mi corazón Como ya dije, no hizo falta hacerlo, me encontraba en una isla pero no en la mayor de todas. De hecho, sospechaba por la exuberante vegetación que ya no me encontraba cerca de mi patria. ¿Estaría en Taiwán? ¿O más lejos aún: en Madagascar? ¿Tanto me había desviado? Imposible. Me hubiese topado con alguien y no hubiese tardado tan pocos días en rodearlas. ¿En algún lugar de Oceanía, pues? Seguramente.

Decidí internarme en ella. Quizá hallara vida inteligente. Y si no, al menos algo de comer con más entidad que las frutas que había ido recogiendo por la costa.

Creo que no me había adentrado más de unos metros en la isla cuando llegaron a mis oídos –por suerte algún sentido todavía conservaba- unas terribles voces. Atronaba tanto que deduje que solo podían provenir de un gigante.

-¡Nadie! ¡Nadie me ha cegado!

Cada tanto el suelo retumbaba y me obligaba a despegar los pies del suelo por breves momentos. ¿Estarían dando fenomenales patadas a la tierra? No lo sabía. Pero el panorama, aún para un ciego estaba bastante claro; me acercaba a un ser descomunal.

-Un solo ojo, un solo ojo tenia y Nadie me lo ha arrebatado.

Caminé quince pasos más en su dirección.

Se trata de Polifemo –me aclaró Anticlímax-. Ulises en el pasado le dejó ciego, acudiendo a una treta. Le dijo que se llamaba "Nadie". Así pues, cuando sus colegas cíclopes le oyeron pedir ayuda así, le tomaron por loco y no le ayudaron. Ya vez; me tomo bastante en serio el temita de la recreación clásica.

Debo aclarar que en ese entonces estaba agotado, débil y sin fuerzas. Harto de vagar por el mundo sin hacer progresos, enfermo de comer solo frutas de vez en cuando y algunos animales que malamente lograba asar en el mejor de los casos. Si había sobrevivido tanto era porque Akane me acompañaba. Porque pensaba en ella a todas horas, porque mi obsesión akanil me mantenía cuerdo. Es en este contexto que hay que entender por qué hice lo que hice. Es decir, lo que hubiese hecho Akane en mi lugar. Buscar a tientas el ojo de Polifemo, depositar ambas manos sobre la lanza de Ulises como si de una nueva Excalibur se tratase y tirar con todas mis fuerzas hasta lograr extraérsela.

-¡Dios! Gracias ¡Dios! Con mis manotas me era imposible cogerla. ¿Eres un Dios, verdad? Solo un Dios sería tan generoso y valiente.

Irónico, irónico –exclamó Anticlímax en mi cabeza más alborozado que nunca-. Un Ulises le deja ciego y el siguiente, ciego él mismo, le alivia el dolor en el ojo. Pronto volverá ver, se dará cuenta de que eres humano y te merendará sin reparar en que fuiste su salvador. Doblemente irónico. No podrás explicárselo. Te he privado del don de la palabra.

Debo reconocer que hasta el momento nunca me había destacado mucho por mi inteligencia pero vuelvo a repetir, Akane me acompañaba y Nabiki también. Toda mi familia al conjunto. Me los conocía de memoria. Ranma lo hubiese resuelto a puñetazo limpio. Nabiki, no. Nabiki hubiese hurdido una treta. Y puesto que estaba ciego más me valía emularla antes de que el gigante notara mi presencia.

Y así, probablemente fruto de la desesperación, se me ocurrió la primera idea buena en siglos: la justicia divina. Tracé un par de palabras en la arena y me marché. Mi mensaje quedaba allí, para que el bueno de Polifemo lo leyera.

Cuando terminaba de escalar el cuarto pico, -como toda isla infernal tenía un volcán escarpado en el medio- pude oir al cíclope dando grandes voces de alegría: ¡Con que "Nadie" se llama en realidad Ulises y vive en Nerima, Japón! Gracias, Dios. Seré tu fiel sirviente por siempre.

Imagino que luego se zambulló al mar en la dirección que más me convenía porque unas cuantas gotas de agua me salpicaron.

Muchacho, estoy empezando a arrepentirme de haberte maltratado. Eres una caja de sorpresas. ¡Qué ironía! Yo haciendo sufrir así a Akane. Con invitación a tú boda con Ukyo incluída y tú a cambio me regalas semejante escena.

No le respondí. Daba igual lo que hiciera. Mi plan iba viento en popa. Salté en la dirección contraria en la que me caían las gotas y aterricé sobre la espalda del cíclope.

Se ve que mucha gracia no le hizo mi plan porque en seguida intentó disuadirme.

No seas tonto. Te comerá.

Irónico –le respondí con malicia y me aferré a los pelos de Polifemo como si fuera un piojo-. Prefiero estar con un monstruo devora-hombres que contigo.


Desde entonces Anticlímax intentó detenernos con todo tipo de artificios marítimos. Tormentas, ataques de monstruos acuáticos, enfermedades. Y por último, ya cuando pude oir claramente el incofundible sonidos de una ciudad pesquera japonesa desperezándose, sirenas. Su canto nos envolvió por babor y estribor, es decir, por au brazo izquierdo y derecho. Intenté taparme los oídos pero fue inútil. Su magia saltaba directamente de sus bocas a mi cerebro sin pagar tasa de peaje por los oidos. Pronto, Polifemo sucumbió a sus encantos y comenzó a hundirse. El frio de las aguas, unos veinte grados bajo cero, se me subió pronto a la cabeza y anuló las pocas ganas de resistirme que me quedaban. Estaba demasiado agotado para emular otra vez a Nabiki y Akane tampoco me ayudaba. La magia de las sirenas me provocaba alucinaciones. La presentía en el fondo del océano. Repasé uno a uno a los demás integrantes de mi familia. Quizá alguno tuviera la clave. Mamá, papá, Soun, Kasumi y mis amigos. Nada, nadie se hubiese salvado de aquello salvo yo. La única solución, la que no quería tomar era la más estúpida de todas, la que solo hubiese tomado Ranma Saotome. Despojarse de su último tesoro. Para el dragón, su cofre. Para el poeta, su musa y para un ciego y mudo, su capacidad auditiva.

Jajajajaja –retumbó su risa malgina en mi cabeza cuando me autolesioné los tímpanos-. ¡Qué ironía! ¡Estabas tan cerca! Pero ahora, ¿cómo te orientarás? ¿Sin vista, sin oídos? ¿Serás capaz siquiera de llegar a tierra firme? Ya es hora. Ya. En dos minutos le pediré matrimonio a Akane usurpando tu forma. Si me acepta es el fin y si me rechaza, mejor. Es automático, ¿sabes? Si un humano osa pronunciar semejante herejía, la de rechazar a un Dios, muere instantáneamente.


¿Me rendí, entonces? Sí. Me rendí. No os lo toméis a mal. Lo de perder todos los sentidos y hallarla guiado por amor suena muy bonito en las novelas pero en la realidad es otra cosa. Me hundía en el mar, agotado y helado de tanto nadar en círculos. Aún de haber recobrado todos mis sentidos, me hubiese sido materialmente imposible reflotar mi cuerpo y partir en la dirección adecuada.

Por supuesto que me rendí de la forma más romántica que pude. Golpeándome el corazón con ambos puños para que el dolor físico superara el psicológico. Me palpé el torso. Había pasado tanta hambre durante los últimos años que me encontraba literalmente desnutrido. El pecho plano, las costillas a flor de piel. La tripa hinchada por la inapetencia…¿el pecho plano? ¿Cómo podía ser? ¿Si estaba rodeado de agua helada? ¡Era verdad! A causa de mi ceguera no me había dado cuenta, pero en rigor durante los últimos cuatro años, no me había transformado en mi versión femenina al contacto con el agua fría. ¿Me había curado de la maldición? ¿O había cometido un ligerísimo error Anticlímax? ¿Y sí…y sí…no estaba rodeado de agua, ciego o mudo…? ¿Y sí, solo se trataba de una ilusión? ¿Sería posible? Solo había una forma de comprobarlo. Dura y difícil. Antinatural. Solo una: dejarme morir para comprobar que no moría. Me encomendé a Venus, la diosa del amor, expulse todo el aire que pude de mis pulmones, me hundí en el mar y esperé…

¡Lo has descubierto! Irónico. El más tonto es el primero en la historia en darse cuenta. Da igual. Sigues ciego y yo ya estoy junto a la humana. Has perdido.

¿Por qué? ¿Por qué le haces eso a Akane, cobarde? Pelea primero conmigo.

Irónicamente hablando, no tengo nada contra ella. Y efectivamente eres tú el blanco de mi ira. Es culpa de esa bruja. Le ataco, por defenderte con su vida. Lo tuvo claro desde un principio. No dejará que te mate sin morir antes ella.

No entiendo.

Ya lo entenderás.

Efectivamente, pronto comencé a obtener respuestas. Mis oídos habían vuelto a la normalidad pero seguía mudo y ciego. O mejor dicho, continuaba amordazado, atado de pies y manos y con una venda en los ojos. Igual que durante los últimos cuatro años. Y luego, llegó hasta mi posición la voz amarga de Akane rechazando al Dios de pacotilla.

-Vete, tú no eres quien yo espero. Mi Ranma tiene dieciséis años y tres prometidas.

¿Será posible? –pensé-. ¿Tan cerca estoy?

Y tan lejos –replicó Anticlímax-. Ya me ha rechazado. Y ahora ha caído a mis pies. De nada le ha servido a esa bruja resistir tanto mi poder y aferrarte porfiadamente dentro de su corazón para protegerte de mi.

¿Estoy dentro suyo? ¿Me ha protegido?

No te has movido ni un instante de allí. Lo intenté todo para eliminarte por las buenas durante cuatro años. Ahora da igual. Ya estás cayendo con ella. Si no fuera tan tonta…si te hubiese dejado salir para que te apuñale, a lo mejor…solo te hubiese matado a ti. Pero no. Te ha defendido a capa y espada…sin importar qué truco intentara, se ha negado a olvidar. De haberlo hecho, cualquiera de mis hechizos te hubiese destrozado. Solo tengo un punto débil y es que no puedo atacar el interior de los corazones humanos. Son demasiado complejos para mi.

Y-yo…no lo entiendo. ¿Cómo llegué aquí?

Supongo que no te hará mal saberlo. Todo ha acabado ya…antes de morir las almas pasan por su verdadero hogar para despedirse de este mundo. ¿Irónico, verdad? Tu morada auténtica… es el corazón de tu amada. Ella te ha sentido y se ha rehusado desde entonces a dejarte marchar al más allá. Decididamente nunca entenderé el amor. En fin, diez latidos más y seréis historia. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete…

Fin de la segunda parte.


¿Pero cómo? ¿No iba a ser un two-shot? Al final terminó siendo un three-shot común y corriente. ¿Irónico, verdad? En mi defensa diré que tuve que meter toda la Odisea en un capítulito de nada. Imposible. ¿Las buenas noticias? Que después del three-shot ya toca el especial capítulo 60.


Historia bonus.

Lo que cuesta escribir.

Todos los que estamos aquí, aunque solo leamos, tenemos más o menos los mismos gustos y aficiones así que os haré la siguiente pregunta: ¿Cuánto os cuesta escribir?

Para empezar, hay que ponerse en el punto de vista del lector pero sabiendo de qué va la cosa. O sea: ya empezamos mal. ¿Cómo demonios hace uno para saber si el lector se va a sorprender o llorar por la puñalada que luego se sabe que no fue, puesto que uno mismo ya sabe que no fue? Es imposible.

Segundo: si uno escribe llano, la narración tiene un gran ritmo, es agradable a la lectura pero a la larga se torna monótona y repetitiva. Si uno, en cambio, se decanta por los firuletes sin tener mucho talento, la cosa se recarga rápidamente y termina siendo denso y aburrido. Peor aún, supongamos que hemos escrito por fin un párrafo sublime sobre, por ejemplo, una cascada pero luego la historia nos cambia tanto que hay que suprimir la cascada de la narración, ¿qué hacemos? ¿Lo mantenemos aunque argumentalmente no tenga mucho que ver? ¿O lo quitamos aunque estéticamente sea el mejor párrafo del fic?

Mi solución para no arrancarme los pelos de la cabeza es escribir por tandas. Primero el argumento ligero y flexible al que voy anudando y anudando hasta que quedo contento. En este punto, en lugar de una narración es como si contara a alguien la película que he visto en el cine de mi cerebro. Luego, corrección de errores de tipeo, ortográficos y de estilo. En este estadio transformo todo a narración: agrego descripciones, borro repeticiones, reubico diálogos, aspiro a escribir al menos tres oraciones de cierto nivel y publico.

El problema ocurre si por el contrario me interesara subir el nivel (en general no), y tratara de rendir a mi máxima capacidad. En ese caso hago una corrección a consciencia de verdad durante meses. Hasta quedarme a gusto. En este punto ha quedo bien estéticamente pero aburrido y rimbombante. La frescura de la narración se ha ido al garete. ¿Qué toca pues? Dar marcha atrás. Luchar por recuperar la frescura del principio sin perder la bonita apariencia actual. Este tercer peldaño es dificilisimo, arduo y extenuante. Pequeños retoques a diario como si fuéramos escultores que tememos destrozar de un cincelazo mal dado la obra que tanto nos costó. Es el que diferencia al escritor aficionado del de verdad. Al que escribe por hobby del que pone toda la carne en el asador y aspira a trascender. En resumen: no os quedéis en el segundo peldaño. Si sois capaces, aspirad al tercero. Si no, más vale quedarse en el primero. Dicho de otra manera: el primero, el ágil, es para la gente normal. El segundo, el rimbombante, para los que creen que han trascendido pero que no se han elevado del suelo más que un par de milímetros o, en muchos casos, se han hundido. Y el tercero, el completo y agotador, solo para los escritores con mayúsculas.

Para los que no se hayan dado cuenta de la metáfora: el camino de la serpiente de Dragon Ball y la torre Karim son representaciones gráficas de este proceso pero aplicado a las artes marciales. Detrás de un largo camino está la trascendencia, la verdadera sabiduría, el arte y el poder. Lo normal, al no ser capaces de ver el final es abandonarlo.

Eso sí, el primer escalón hay que subirlo entero porque es el más divertido. No vale con contar la película. Hay que describirla de la forma más honesta que se nos ocurra. Darle vida. Actuarla si es preciso.

Y el tercero, tampoco hay que completarlo necesariamente. Aunque hayan pasado años desde que Vegheta destruyó la Tierra y tú estés todavía por la décima parte del camino, el título de héroe no te lo quita nadie.

Por supuesto, hay gente con talento innato que se teletransporta hasta el planeta de Kaio-sama sin necesidad de esforzarse. Obviamente, ese tipo de persona no me está leyendo ahora.

Y obviamente existen también miles de Mr. Satanes que cree que han llegado al final cuando en realidad nunca salieron del segundo peldaño. Estos seguramente diran algo así como: "¡Uffff, utilizar metáforas de Dragon Ball para explicar procesos creativos! ¡Qué cutre!

Fin de la historia bonus.


Comentarios

Estimado MATT. Si ignoro tus referencias musicales como si fueran emoticones me quedo con un review de lo más cortito...así que haré el esfuerzo de superar mis incapacidades por unas líneas.

1) Ya me imaginaba yo que habría más canciones de temática parecida.

2) Las diferencias unen a las parejas. Desde luego. A veces, incluso, son los puntos en común los que las distancian. Por ejemplo si uno es amarrete y el otro derrochador, pues es normal que se peleen pero si son los dos gastadores, seguro que cuando no lleguen a fin de mes se matan echándose la culpa el uno al otro.

3) La música de anime es simplemente genial. Y me doy cuenta porque no conozco una que me moleste o me haga rabiar. Cosa que con otros géneros sí que me pasa (aunque luego no sepa expresar muy bien qué es exactamente lo que me causa repeluz de aquella canción). Bien por tu niña.

4) Seguramente, serán esas...es decir...la de Ranma...y la de Akane... y la otra de Akane. Claro. Eso es.

Estimada angelikitap4emmett. Las mejores lectoras de historias de amor son las que están sensibles. Al final no logré entregar un final feliz en fecha pero he salvado la honorabilidad de Ranma. Imagino que eso cuenta como excusa para esperar un poquito más.

Estimada Ai. Imagino que ya perdonaste a Ranma. Igual a Minefine7 le revuelve literalmente el estómago que alguien con el aspecto de Ranma se case con Ukyo, aunque no sea él. Supongo que a ti tampoco te hará mcuha gracia.

Historia bonus: No hace falta que omitas nada. Si en el fondo a Minefine7 le encanta Serrat. Y yo...bueno, me sé una de sus canciones. Y debo confesar que me gusta mucho la del Mediterráneo. Es de mis preferidas.

Mientras no tengas memoria selectiva y recuerdes solo lo que te conviene...como ciertas personas que yo conozco, pues: muy bien por tí. Y que te dure muchos años.

¿Una hora? Eso lo explica todo. Eres una comentarista formidable.

Estimado Lu4AVG. La Odisea es como el Quijote o Los viajes de Gulliver. Todos conocemos el argumento pero pocos se lo han leído entero. Creo que una de mis desilusiones infatiles más grandes -luego de descubrir que Papa Noel no existe-, fue enterarme que lo que yo creía que era la Odisea se trataba en realidad de una versión adapatada para niños y que el original era un libraco mucho más complejo y laberíntico para leer.

Con el resto del comentario me has dejado con un conflicto interno. Eres músico. Por tanto, te admiro. Por otro lado, conoces el Monkey Island pero no lo has terminado. Imperdonable. No sé tú, pero yo en tu lugar o dejaría de ser músico o terminaría el juego. Además, sobre el final, cuando Guybrush llega por fin al barco fantasma, de fondo suena la canción probablemente más famosa de los videojuegos. Si te gusta la música y los juegos, es tu deber conocerla.

Estimada Maxhika (cap. 54). Espero que te mejores de tu alergia. Las anotaciones de Ranma en el cuadernito serían más o menos así. 8:01 Ahora sí que me animo, voy y se lo digo. 8:02 Ya ya ya. Estoy yendo. 8:03 Mejor voy, en cuanto deje de llover. 8:04 Mierda, dejó de llover. En cuanto vuelva a llover, entonces...y así.

Estimada Massy13. Noto en tu comentario cierto desagrado con la actitud de Ranma. Es normal. Hay tantos fics en los que emparejan a uno de los dos o a ambos con cuanto personaje secundario se les ocurra y luego, solo por dejarlos juntos al final, lo consideran un final feliz...En todo caso, imagino que el rumbo que ha tomado la historia habrá despejado cualquier tipo de escepticismo que pudieras tener sobre la posibilidad de llegar a un final feliz como corresponde.

Estimada Minefine7. Do-mi-sol. ¿Qué canción es?