Prólogo
Antes de dar conclusión a este three-shot un par de aclaraciones. Anticlímax es un personaje que me inventé. No tiene nada que ver con la Odisea ni es un dios griego verdadero. Todo lo que ocurre en Nerima, por tanto, no tiene nada que ver con la Odisea tampoco. De hecho, no es necesario haberla leído para seguir la trama pues tomo muy poquito de ella. Aún así, para situarnos en el tema, haré un brevísimo resumen. En la guerra de Troya (la del famoso caballo de madera), Ulises tiene una destacadísima actuación. De hecho, es el autor intelectual de la treta. Como consecuencia, Hera, esposa de Zeus, y por tanto, diosa muy poderosa, se ensaña con él -pues apoyaba a los troyanos-. Desde entonces sufre un montón de contratiempos que retrasan su regreso a Itaca, su reino casi veinte años. La historia adopta formato dragon ball (sí, en clase siempre explico todo con metáforas de Dragon Ball y os juro que nadie se olvida de nada jamás). Es decir, los peligros continuos tienen como objetivo narrativo reducir la cantidad de personajes secundarios para ensalzar la figura del héroe. Así como mueren Tenshinhan, Krilin, Chaos, Pikoro y Yamcha peleando con los Saiyans hasta que llega Goku, la tripulación de Ulises va cayendo aventura tras aventura merced de brujas (Circe), monstruos marinos y por supuesto, Polifemo, un gigante de un solo ojo, etc, etc.
Mientras tanto, a Ulises le dan por muerto y a Penélope, su mujer le salen un montón de pretendientes. El objetivo, obviamente, no es afectivo. Se trata de tomar el poder del reino. Como ya todos sabéis, Penélope alarga la cosa lo suficiente con lo de tejer y destejer (metáfora de lo que realmente habrá hecho), lo que le convierte en la figura literaria por excelencia que representa la fidelidad. El final no os lo cuento para no spoilear, pero os doy una pista: Homero no es Rumiko.
Para concluir, el hijo se llama Telémaco. Nació antes de que Ulises se fuera a Troya y le ayuda en el final. Hay millones de versiones sobre la vida de Telémaco. En una por ejemplo es padre del mismísimo Homero, autor de la Ilíada y la Odisea. En otras, se casa con Circe, etc, etc. Como véis, el tema de los fanfics ya existía en la antigüedad.
Telémaco.
…Ocho…
Akane, Akane, no te mueras –le rogué dispuesto a traicionar mis sentimientos y a mí mismo por su bien-. Cásate con él. T-todavías…estás a tiempo. Da igual lo que me pase. Tú tienes que vivir.
…Nueve…
Akane, por favor…acepta su propuesta. No puedo perderte otra vez. No es justo.
…Diez…
¡Contesta al menos, tonta! –me cabreé en mi desesperación-. No se te ocurra morirte otra vez sin dejarme decirte que te amo.
…Once…
¡AKANE!
Jajajaja. ¡Es inútil! –resonó la risa de Anticlímax en mi cabeza-. Ya se ha cumplido el plazo. Está muerta. Y ahora por fin, nada te defiende. ¡Mírate! ¡Mírate bien! ¿Ves como se desintegran las mordazas y se astilla la silla? Ya nada queda de las cuerdas que te apresaban. ¿Quién crees que te paralizó así? ¿Yo? Claro que no. Fue Akane, claro está. Fue esa bruja la que te inmovilizó para que no te enteraras de nada. Sabía que si veías algo, caerías en alguna de mis provocaciones y saldrías de tu refugio para que pudiera aplastarte. Nunca creé ilusión alguna, nunca quise torturarla psicológicamente. Siempre fuiste tú mi objetivo. Llevo cuatro años perdidos en esta estupidez. ¿Cómo hizo para diseñar un plan tan elaborado de forma inconsciente y sin enterarse ella misma? Nunca lo entenderé. Ahora da igual. O asomas la cabeza tú o tendré que perforar su corazón muerto con mi propio puño. Yo preferiría no mancharme las manos…
Efectivamente, me sentía libre y agil como correspondía. Decidí examinar mi entorno aunque sabía muy bien lo que me encontraría: unas paredes carnosas y suaves rodeadas por unos ríos de sangre que me cubrían hasta las rodillas. Las aguas se mantenían calmas, señal inquívoca de que Anticlímax no mentía: el cálido corazón de Akane ya no latía. De hecho, el calor se disipaba poco a poco, dando lugar a un escenario glaciar. Al principio intenté enfurecerme, canalizar todos aquellos sentimientos en odio, sed de venganza o violencia. De nada me servió. Las lágrimas simplemente no dejaban de caer. El coraje no aparecía. Los recuerdos, tan tímidos y timoratos en otras ocasiones, fluían por mi mente a marcha forzada. La veía sonriente o triste, daba igual. Enfurecida o cargada de amor. Sin importar en qué situación nos encontráramos o cual fuera su estado de ánimo, solo una cosa no cambiaba. Me miraba. Siempre Akane anclaba su vista en mí. Incluso cuando se daba vuelta y se marchaba hecha una furia; aún entonces, no lograba apartar sus ojos del todo.
De nada me valió, pues, negar mi depresión e intentar cegarme en el acto puro de la venganza. Su ausencia y valentía final me había dañado tanto que ni fuerzas tenía de cumplir con mi deber. Me senté como atontado dentro de ella. Como si fuera un bebé que se negaba a salir del vientre materno. En cuanto abriera la puerta de su corazón y volviera a la realidad, tendría que afrontar una batallita simple: matar a Anticlímax y la peor de todas: aceptar que la promesa de ser feliz con mi prometida había sido desprometida por la fatalidad. No estaba preparado.
En el exterior Anticlímax esperaba mi resolución con impaciencia, paseándose a uno y otro extremo de la habitación. Había imaginado que el Ranma de sangre caliente, el feroz y estúpido Ranma, saldría de una a ajustar cuentas. ¡Qué tonto que era el dios de pacotilla! ¡Había perdido a mi Akane! Al motor de mi amor y también de mi ira. Por ella destrozaría medio mundo. Sin ella, ya todo daba igual. Le mataría, sí. Por supuesto. Su crimen no quedaría impune. Pero luego. Cuando me hubiese despedido adecuadamente de la belleza en su estado puro. Todavía aguardaba, en mi ingenuidad de niño inmaduro, algún milagro. Que de pronto se reavivaran las corrientes y que briosas olas de sangre me cubrieran, impulsadas por un corazón que solo se había tomado un descanso para dormir la siesta. Incluso llegué a soñar con hacer algo yo mismo. Despertarla como la bella durmiente que era con una declaración. Igual que en Jusenkyo. O empujar yo mismo el corazón para que se contrajera y dilatara puesto que me encontraba en su interior.
-¡Bien! –bramó al rato Anticlímax perdiendo la paciencia-. Parece que no sales. ¡Irónico! ¡Ranma Saotome es un cobarde! Pues entonces iré yo.
Su aspecto era el de un fantasma. La máscara flotando sobre la cabeza, el diminuto cuerpo siguiendo su estela y un vaho azulado que se desprendía de sus extremidades. ¿Realmente le había matado cuatro años atrás? Normal que me guardara tanta inquina. Aunque no entendía muy bien lo de las prisas. Se había gastado cuatro años enteritos para provocarle la muerte a Akane, cosa que podía haber intentado de forma directa mucho antes y ahora se le veía ¿desesperado? ¿Qué pasaba? ¿A qué temía?
Cuando elevó su brazo fantasmal sobre su cabeza, como si se tratara de un toreador a punto de sacrificar a su victima y lanzó la punta de su dedo índice sobre el pecho de Akane, dejé de hacerme tantas preguntas y me puse en posición de pelea. La batalla estaba por comenzar.
-¡Maldita bruja! –volvió a bramar mientras su extremidad espectral se doblaba sobre sí misma y salía despedida por los aires-. Todavía te defiende. Aún te ama después de muerta. ¡Irónico!
Entonces lo noté. El corazón de Akane, por muy frío y ennegrecido que estuviera por la muerte, seguía brillando. No latía pero rezumaba luz.
¿Muerta? Sí, sin duda. ¿Ausente? No. De alguna manera seguía junto a mí. Su presencia, que no su vida, se percibía por cada poro de su cuerpo. Ni Anticlímax podía entrar ni yo, aunque lo intentara, podía salir.
Desde luego, yo ya había recuperado mis bríos y ganas de vivir. Akane seguía conmigo y ese monstruo le atacaba. Viva o no, jamás permitiría que volviera a poner una mano sobre ella. Era el momento de abandonar mi refugio, aun a la fuerza si hacía falta, y enfrentar mi destino. Recorrí todo su cuerpo solo que de una manera muy diferente a la que siempre había imaginado. Por dentro. Hasta que por fin, hallé una ruta de escape: los oídos. Después de todo, luchaba contra el Dios de la ironía. Nunca había logrado que una palabra mía entrara por sus oídos en la dirección correcta y ahora iba a salir yo de ella por la misma ruta pero en dirección contraria.
Ya fuera y con mi tamaño normal, hice presión con ambas piernas sobre el suelo, aligeré el cuerpo destensando los músculos del torso y brazos y me lancé sobre él a la velocidad de la luz. Nuevamente, no atinó a moverse o esquivar el ataque…
En el instante final. El que preludiaba el contacto de mi puño con su cara, una luz cegadora me envolvió. Luego, caí envuelto en sangre. Herido y renqueante. El ataque simplemente había rebotado sobre su cuello y me había vuelto con las fuerzas multiplicadas.
-Tú lanzas el ataque, tú lo recibes. Así es la batalla de un humano con un Dios. Y más aún si se trata del dios de la ironía. Si no te resistes, mal. Y si lo haces, peor.
No me desanimé. Se le veía nervioso. Algo no iba del todo bien. Constantemente miraba la ventana. ¿Entraría alguien a ayudarme por allí? ¿Telémaco, el hijo de Ulises acaso? Tonterías, Akane y yo no teníamos un vástago que nos diera una mano ni me había ausentado dos décadas de casa. El resto de la familia se encontraba a kilómetros de distancia. Podía sentirlo…lancé un nuevo golpe. Ya sabéis, acorralado pienso poco y actúo mucho.
Esta vez salí disparado por los aires y casi me empotro en el techo. Luego caí sobre el rellano de la ventana, el mismo desde donde –después lo supe-, Akane aguardaba mi regreso día sí, día también. A mi lado una maceta con una planta marchita. La que había visto en sueños. Un sueño que –ahora lo entendía perfectamente- había provocado Akane y no Anticlimax. Mi sangre caía sobre ella a borbotones, regando sus tierras resecas.
-Ja, has perdido –exclamó Anticlímax-. Mira. El corazón de Akane ya no brilla. Ahora sí que ha dejado este mundo.
Miré angustiado en su dirección sin lograr enfocar bien. Las lágrimas emborronaban todo. Y ese era el único detalle que necesitaba para saber que el diagnóstico era exacto. Akane había abandonado este mundo en el mismísimo momento en que Anticlímax lo había anunciado. Me las saqué de un manotazo y volví a atacar. Esta vez con mis golpes más temibles. Me regresaban todos multiplicados por cien, veinte o mil .Mejor. Se sentía hasta agradable. Morir sin ser capaz de ver su cuerpo sin vida. Perder mejor que ganar. Muerto, podría volver a verla en el más allá. Triunfante, sería un simple y orgulloso viudo, prome-viudo o como queráis llamarme.
El último golpe me hizo dar una vuelta en el aire. En esa nueva posición advertí un hecho insólito: la planta que Akane había regado durante cuatro años con su amargura y dolor se veía verde y radiante. Y una cosa más, brillaba. Igual que su corazón anteriormente. Con cada golpe que recibía, el tallo se erguía más y más y la flor comenzaba a abrirse.
Entonces supe perfectamente a qué tenía miedo Anticlímax. Aquella planta le causaba repeluz. De seguro ni él sabía bien por qué. Y sospecho que no lo sabía pues la miraba de reojo y con desconfianza pero ni huía de ella ni trataba de destruirla. Tan solo, procuraba ignorarla sin conseguirlo.
Más rara se puso la cosa cuando, con un último puñetazo mío que me regresaba multiplicado por diez, noté lo nunca visto: que entre uno y otro pétalo de la flor asomaba una naricita. Luego una cabeza y por último, el cuerpo entero de Akane que crecía a marcha forzada. Siempre supe que en el fondo era delicada como una flor. Nunca se me habría ocurrido que semejante metáfora pudiera darse literalmente. Su cuerpo brillaba como anteriormente lo hiciera su corazón. Más importante aún, respiraba.
De un salto estuve junto a ella y le cubrí las vergüenzas de recién nacida con una manta de su propia cama. Su cuerpo crecía a velocidad de vértigo hasta alcanzar el tamaño original de veinte años. Se encontraba débil y agotada pero viva. Mágicamente, viva. O, en palabras de Anticlímax, irónicamente.
Mi rival observó todo el proceso con los ojos abiertos como platos. Tan sorprendido como yo. Tan incrédulo y con la guardia tan baja que decidí intentarlo una vez más. Esta vez, sí que daría en el blanco. Salvaría a Akane y acabaría con tanto sufrimiento.
En medio de la carrera, sin embargo, advertí que un objeto contundente se dirigía en mi dirección. ¿Un mazo? ¿Era un mazo? Bueno, sí, la había visto desnuda al renacer pero, obviamente, no se trataba de algo evitable. Me había comportado como un caballero tapándola en seguida. Caramba, Akane, si nuestro enemigo estaba frente a nosotros y hacía cuatro años que no nos veíamos. No era momento para pelear…y sin embargo, el mazo golpeó de lleno en mi tripa expulsando todo el aire de mis pulmones. Caí, ahogado y confuso. Anticlímax por su parte, hacía lo propio; es decir, perder el aire y la compostura sin que nadie le tocara. Después cayó al suelo y abandonó por fin su misteriosa máscara que descansaba a metros de distancia impulsada por el golpe que no fue.
-Has perdido, Telémaco –grito Akane.
Anticlímax le miró de reojo intentado recuperar el habla y el aire.
-¿Cómo lo has sabido?
-Es fácil. Si cuando él te pegaba a ti, le dolía…pues pegándole a Ranma, tenía que hacerte daño. Es pura lógica. Pero tranquilo, no morirás. Le he dado como siempre. Con amor.
Anticlímax se revolvió sobre sí mismo por segunda vez. La rabia le carcomía.
-¿Y lo de mi identidad? Me has llamado por mi verdadero nombre. El que perdí cuando me puse esa máscara mágica que me dio poderes sobrehumanos.
Akane respondió con seguridad.
-No soy tonta. Me has dado cuatro años para pensar en esto. Si nunca podía verte salvo con disfraces es porque ocultabas algo. Tu verdadera esencia obviamente tenía que ser irónica. Y así se me ocurrió: nada más irónico que se tratara del mismo Ulises o, en su defecto, de alguien mucho más débil y envidioso de su propio padre: Telémaco en persona.
-¿P-por…qué? –se revolvió de dolor por tercera vez el hijo del mayor héroe de la antigüedad en el suelo dando uno y mil puñetazos rabiosos al aire– si os tocaba perder. Eso era lo irónico. Que perdieran los que siempre ganan. S-si estabas muerta. ¿Cómo es que has renacido ahora como si fueras un ser divino? Solo nosotros, los dioses o semidioses, somos capaces de hacer algo así. Convertir seres vivos es constelaciones o continentes…nacer uno mismo de la espuma del mar o del cerebro de otro dios…hay que poseer una fuerza divina para lograrlo.
-¡Qué estúpido eres, Telémaco! –balbuceó Akane mientras intentaba juntar fuerzas para darme el siguiente golpe, el de KO mutuo- ¿No lo entiendes todavía? El amor basa su naturaleza en la ironía más pura y simple de todas: cuántos más obstáculos encuentra una pareja para concretar su amor, más se aman. No hay límites. Tu error ha sido enfrentarnos a la peor barrera posible, la muerte. Ya lo ves. Esta planta ha sido regada con mis lágrimas y su sangre, muestra inequívoca de que nos seguimos amando a pesar de todo. Has fortalecido tanto nuestra relación con tus ataques que ahora tenemos más poder que un Dios. Por tanto, el embrujo que me lanzaste para dejarme sin vida, carece de la fuerza suficiente para seguir causando su efecto. Además, vencerte golpeando a mi prometido… ¡Irónico!
-¡Maldita y maravillosa bruja! –exclamó Telémaco que ya se había puesto la máscara otra vez antes de que Akane pudiera levantar nuevamente su mazo- ¿El Dios de la Ironía pierde la batalla por culpa de una ironía? Arghhh, me la vais a pagar.
Y desapareció por siempre de Nerima.
Al rato por fin recuperé el aliento y pude alzar la vista. Akane se había cambiado de ropa –por suerte, la batalla había tenido lugar en su habitación y me esperaba golpeando suavemente el mazo de arriba abajo sobre la palma abierta de su otra mano.
-Me has salvado la vida.
-Pero me has visto desnuda –dio un paso hacia mí.
- Y me has protegido cuatro años.
Se acercó un poco más.
-Y tú me has visto desnuda.
-Aún después de muerta, seguiste defendiéndome.
-Y tú seguías mirándome desnuda –se puso junto a mí.
-Te amo.
-Eso se lo dirás a todas las que ves desnudas.
-Pues sí. Solo te he visto a ti.
El mazo seguía golpeándose sobre su mano menos hábil de forma implacable. Al menor descuido, descargaría su furia.
-¿Cómo pudiste?
-No quería pero lo hice. ¿Irónico, verdad?
Reimos a la vez. Aquella muletilla nos recordó la nueva realidad. Éramos tan mayores. Casi veinte años y medio y seguíamos jugando a ser orgullosos. ¡Qué tontería!
-Akane –le dije, cubriendo la poca distancia que nos separaba-, voy a olvidarme en este mismo momento de que estamos comprometidos a la fuerza, de que eres demasiado hermosa para soportar un rechazo, que me da miedo todo lo que tenga que ver con expresar los sentimientos y voy a besarte. No aceptaré un "no" por respuesta ni un malentendido ni una interrupción. Si no estás de acuerdo, podrás echarme del dojo luego.
-¿Echarte? Ven aquí, reconroso mío. No dejaría que te vuelvas a alejar de mi ni aunque te cargaras a Pe-chan de un puñetazo.
Precisamente, de eso tendremos que hablar después…-pensé poco antes de besarla. Y luego ya no pensé más. No hacía falta.
Fin.
Uffff. Final feliz por los pelos.
Ah, sí, ¡qué tonto! Se casaron, fueron felices y comieron perdices. Y no hizo falta cargarse a Pe-chan. Se lo merendó Polifemo por error.
Historia bonus.
La polémica definitiva.
Se habla mucho sobre qué provocó la crisis mundial o quién es más rápido si Vettel o Alonso. O si dan peras los olmos. Pero vamos, esas son polémicas baratas y fácilmente resolvibles. Por ejemplo, la crisis la provocó Rumiko. Alonso es más rápido y los olmos no dan peras.
Ahora, si queréis una verdadera polémica…llena de connotaciones, vericuetos y alternativas, entonces os invito a discutir lo siguiente: Se han roto las lamparitas de los veladores… ¿Quién apaga la luz de la habitación, entonces? El caballero, por supuesto. Ah, pero es que la mujer se duerme después. Ah, entonces la mujer. Bueno, se duerme después pero se acuesta antes y se queda leyendo. Es igual, es la última en caer. Tiene que apagar ella. Pero él no manifiesta antes de acostarse si va a leer, dormir, etc. Entonces el último en meterse en la cama. Pero la mujer está muy cerca del interruptor y el hombre tiene que rodear toda la cáma. Claro, claro, entonces el que está más cerca. Pero la mujer es friolenta y el hombre no. En ese caso especial, el hombre. Pobrecita la mujer friolenta. Pero el hombre está cansado de haber trabajado hasta más tarde que la mujer. BASTA. ME DA IGUAL QUIEN. UN DÍA CADA UNO O ID A COMPRAR LAMPARITAS POR LA MAÑANA. Los dos son distraídos y se olvidan durante el día. Pues que lo resuelvan hablando civilizadamente. No se puede. Cada uno daría la vida por el otro sin pestañear pero jamás de los jamases daría su brazo a torcer sobre esto. Es el Ranma y Akane que toda pareja lleva dentro.
También puede valer para cuando el bebé llora de noche o se escuchó un ruido raro o alguien se dejó la tele encendida y se dan cuenta cuando ya están muy lejos y acomodados en la cama.
Por supuesto, hay parejas que resuelven la mayoría de estas disputas con facilidad pero nunca todas. Siempre hay una que libera a los niños inmaduros japoneses que viven dentro nuestro. No lo negéis. Si no os ha pasado nunca con nada es porque interactuáis demasiado poco.
Por supuesto que hay excepciones. Minefine7 y yo somos un buen ejemplo. Jamás de los jamases nos pasa. El hombre y la mujer del ejemplo son personajes génericos.
Fin de la historia bonus.
Comentarios
Estimada Massy13. No voy a decirte que la Odisea es aburridísima porque eso mermaría mi imagen como profesor pero tampoco te la recomiendo si tienes cosas más modernas que leer.
Estimada Miztu Akari. Me ha gustado tu reflexión. Será porque yo tampoco soy de mucho hablar en el mundo real.
Estimado MATT. Lo siento, ya te compensaré pronto con un fic más cercano a los que te gustan a ti.
Estimada Adyel-chan (cap. 14). Bienvenida. Espero no volver a hacerte llorar en el futuro. Bueno…mejor sí. Eso significará que sigues leyéndome.
Estimado hikarus. Graicas pro tu sentido comentario. Procuraré seguir leyendo tus historias también.
Estimada Ai. Mientras te sepas el argumento a mi me vale. Sobre tus dudas en relación al fic, creo que ya estarán todas resueltas.
He de confesar que hasta hace exactamente 4 años no me llevaba bien con la gente que habla mucho por el tema este de la timidez. Me asustaba la idea de que pensaran que soy tonto ya que me decían 500 cosas y yo solo contestaba "ajá" o "qué interesante". Desde que Gohan aprendió a hablar la cosa ha dado un vuelco de 180 grados. Mi hijo habla más que nadie. No para, no se cansa, no se aburre. Se le ocurren más y más teorías. Recuerda sucesos. Me pide que le explique cosas. En fin, me ha enseñado a interactuar correctamente con la gente. Hoy en día, me pasa lo contrario. Solo puedo hablar con gente que habla mucho. Y me cuesta horrores con los tímidos.
Estimado Lu4AVG. ¡Ahhh, un mono de tres cabezas! A propósito. Peleas como una vaca.
Realmente me parecería apropiado que lo intentaras con el fic. Olvidate del que dirán y de la temible página en blanco. Es muy divertido. Y más si utilizas a Nabiki.
Estimada Minefine7. Apaga la luz.
Estimada D-Uzumaki. Muchas gracias. Saludos a tus virus (los de mi ordenador llevan tantos años conmigo que casi los considero hermanitos mayores de Gohan y Videl). A mi también me agradan mcuho tus historias. Continúa así.
