Especial número 60: Cómo serían mis fics si nadie los censurara nunca.
Primer intento de pasar la censura
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Resumen: A Akane Tendo se le escapa una frase que podría interpretarse como una confesión de amor. Luego, siente vergüenza e intenta desdecirse pero a la postre, se ve acorralada por las inquisidoras preguntas de Ranma, lo que provoca una reacción totalmente imprevista: darle un beso a su prometido y huir de allí al galope, dejando a Ranma Saotome shockeado y literalmente sin palabras (narrado en primera persona por el susodicho Ranma).
-…
Fin
Historia (si es que podemos llamarla así) inspirada en el comentario de Mitzu Akari del capítulo 58: "Con la historia bonus me has dejado con menos palabras; si digo "sin palabras" estaría mintiendo, ¿no?"
Siempre he sospechado que tarde o temprano Ai escribiría un review más largo que mi fic y creo que hoy por fin se podrá dar el gusto…y por tanto me perdonará la broma. A los demás, os pido disculpas. Es que estamos de celebración. No todos los días se llega a 60 capítulos.
Lástima que no ha pasado la censura. "Sí, sí –me dijeron-. Muy original y gracioso pero yo quiero romanticismo. RO-MAN-TI-CIS-MO. O a lo sumo, me conformo con tragedia pero que sea romántica, ¡eh! Si se muere alguien que el otro sufra porque está enamorado. Que se arrepienta de no haberse declarado antes".
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Segundo intento de pasar la censura Minefinesca7: El falso esposo.
Ranma regresó al Dojo luego de una extenuante tarde-noche instruyendo a sus nuevos alumnos de artes marciales. Tres turnos seguidos sin descanso para cubrir las nuevas oleadas de clientes que generaba su recientemente incrementada fama. Como todos los días tuvo que aguantar que una sombra irracional se le arrojara encima, clamando a los cuatro vientos que su inexistente relación sí existía.
-Por fin has vuelto, amorcito. Ya estabas tardando.
¿Cuándo va a rendirse esta ignorante de Shampoo? –pensó Ranma mientra procuraba deshacerse de ella con la misma técnica de siempre. La que Shampoo solo podría vencer con la fuerza que no tenía. Solo que en esta ocasión la jovencita se mantuvo abrazada a su cuello con más fuerza que nunca. Peor aún, su cuerpo parecía diferente. Más cálido y sugerente. No. No se trataba de ella. Otra loca debía ser. ¿Kodachi? Tampoco. Aquella calidez le sonaba de algo. Nunca la había sentido así, tan cerca, pero la había soñando de lejos.
-¿¡Qué!? ¿¡Akane?! ¿Qué haces?
Su prometida le abrazó más fuerte y le susurró al oído.
-Tú sígueme el juego o te arranco la vesícula.
Ranma asintió sin entender. Tampoco era que le molestara en demasía que cierta jovencita se comportara de una vez por todas como en sus sueños. Le cogió en brazos, como cuando solía salvarla e ingresaron de esa guisa al Dojo.
Akane se acurrucó contra su pecho y le volvió a susurrar.
-Tampoco te pases, degenerado. Súbeme hasta mi habitación, entra conmigo y no te detengas por nada. Es vital evitar que nos intercepten.
El joven pestañeó seis veces. Una para asegurarse de que estaba despierto. Dos más para engrasar las neuronas. Otras dos para esperar que estas hicieran contacto entre sí y le dieran una pista sobre lo que estaba ocurriendo. Y la última, de pura perplejidad. No tenía ni la más pálida sospecha de los porqués de lo que estaba ocurriendo.
-Ranma, nieto mío –carraspeó la voz un tanto agria de su abuela materna, la buena de Ibuki. Llevaba una katana de una longitud superior a la de Nodoka. La legendaria arma que pasaba de generación en generación y que según las leyendas podía cortar de un suave golpe, piedras, murallas y ejércitos enteros.
Akane le hizo una seña con la cabeza señalando la habitación.
-Cree que estamos casados. Ya sabes que está un poco anciana. No es tan diplomática como tía Nodoka.
-Entiendo.
Ranma dejó a Akane en una silla y se aproximó a la invitada.
-¡Abuela! –le abrazó- ¡Qué me has traído de regalo!
-Oh, unas tonterías, para mi nieto favorito. Un kimono nuevo, una caja de dulces…
-Abuela –protestó el joven goloso-, que ya soy un hombre.
Ibuki le palmeó en la frente con la vaina de la katana, asustando a toda la familia.
-Para mi siempre serán un pequeñito aunque te hayas casado. Si quieres lo guardas para cuando nazca mi bisnieto. ¿Cuándo lo tendréis? ¿Este año o el que viene?
Genma interrumpió la escena justo a tiempo cuando se le empezaban a poner los ojos en blanco al joven de la coleta.
-El que viene, suegra. El que viene –le repuso mientras arrojaba a Akane el cuerpo casi inerte de su falso esposo-. Primero los chicos tienen que disfrutar de su matrimonio. Solo se es joven una vez.
Ya en la habitación, Akane fue directo al grano.
-Se quedará tres días. ¿Serás capaz de dormir en el suelo y quedarte tranquilito? Esta habitación nupcial no es lo suficientemente amplia para que la compartan una dama y un pervertido.
-¿Dama? Yo no veo ninguna.
-Por favor, no empieces –protestó Akane, arqueando una ceja-. ¿No ves todas las molestias que me estoy tomando por ti? No soy yo quien al menor paso en falso tendrá una katana gigantesca apuntándole al abdomen. O cooperas o dejaré de ayudarte.
-Si fueras una dama de verdad no tendríamos que hacer toda esta pantomima.
-¿Y eso viene significando qué, exactamente?
-Lo que oiste. Que no nos casamos porque no estás dispuesta a dejar de ser una marimacho malhumorada.
-Y tú un idiota con la boca muy grande.
-Fea –le gritó él desde la puerta.
-Fenómeno –le repuso empujándole fuera.
Ranma dio dos pasos con ánimo de marcharse. Ya pasaría el temporal bien lejos del Dojo entrenando y a esperar que la abuela Ibuki se tuviera que regresar a Tokio.
-Venga, chicos –les conrtó el paso la abuela que era incluso más veloz y peligrosa que Happosai-. Ya sé que sois jóvenes. Y los primeros meses son difíciles pero os queréis. Vamos, haced las pases, por favor. Hacedlo por mi.
-Vale –asintió Ranma.
-De acuerdo –le siguió el juego Akane.
Ibuki les dio una palmada en sendas espaldas.
-Y ahora daros un besito. Lo mejor de las peleas son las reconciliaciones.
Demás está decir que el corazón de ambos parecía que se les salía del pecho.
-¿Qué haces, pervertido? –murmuró Akane tratando de esquivar los labios aproximantes del muchacho.
-Proteger mi vesícula.
-Bien…te besaré…pero te costará medio esófago.
-Ni que lo hiciera queriendo.
-Claro que quieres.
-Ya te gustaría.
Akane se levantó.
-Abuela, podrías ¿dejarnos algo de intimidad? Todavía nos da vergüenza besarnos en público.
-RANMA. BESA AHORA MISMO A TU MUJER –desempuñó la luenga katana-. LA VERGÜENZA ES PARA DEBILUCHOS DE CARÁCTER.
El joven de la trenza se tanteó el torso una y dos veces. No estaba muy seguro de la ubicación exacta de su vesícula pero sí que tenía los días contados dentro de su cuerpo. Luego observó la katana real, la que empuñaba, Ibuki. Amenazadora, sin duda. Y después, a la katana metafórica, la que fruncía los labios como si fuera a besarle y le atizaba con una demoledora expresión de odio entre ceja y ceja. Ojos tan expresivos que solo conseguían que le pareciera más atractiva aún. ¿Conseguir lo que siempre había deseado y salvar la vida o respetar los tiempos de su media naranja y proteger su vesícula? ¿Cuántos hombres habrán perdido la vesícula a través de la historia de la humanidad por elegir la primera? ¿Cuántos otros han dejado pasar la ocasión de su vida y su vida por falta de valor? En bonita encrucijada se encontraba Ranma. Eligiera lo que eligiera, algo saldría mal y él sería el culpable.
-¡Qué demonios! –exclamó-. Seguro que puedo sobrevivir un par de días con el aparato digestivo a media marcha. ¡Vale la pena!
-R-ranma…-tartamudeó Akane- ¿estarías dispuesto a perder la vesícula…por mí? Es lo más bonito que me han dicho jamás.
-Y-yo…ya…estem…he perdido otros órganos más importantes en el pasado por ti. El corazón hace meses que no me late el ritmo que yo quiero…tuyo es. Tú le controlas el ritmo mejor que yo.
Nodoka abrazó a su madre emocionada.
-No hay nada en este mundo que no se solucione con una katana.
-Y si no lo hace –agregó Ibuki- pues se busca una más grande.
Siete años después un niño pequeño se topó con un frasquito oscuro en el congelador de la nevera de Akane.
-Mami, ¿qué es esto?
-La vesícula de tu padre.
Ranma, que estaba haciendo unas katas muy cerca de la cocina se acomodó el kimono. Se palpó por debajo del hígado –ahora sabía perfectamente la localización exacta de la vesícula humana- y dijo:
-Hachiro, deja eso en su sitio. Que me recuerda que nunca tome en sentido metafórico las amenazas literales de tu madre.
Akane sonrió.
-No te quejes. Tenía que asegurarme que de verdad me quisieras. Además, bastante que te perdoné lo que te perdoné cuando comencé a sentir los primeros dolores de parto.
Fin.
Y tampoco pasó la censura. ¡Qué exigente! Solo porque Akane no es así, a la historia le falta romanticismo y desarrollo. Y aparecen Ibuki y Hachiro…
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Tercer intento: Ibuki y medio
Ni siquiera me tomo la molestia de escribirlo…está tan claro que me lo censurarán. A lo mejor me dejan para el especial capítulo 100.
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Cuarto intento: Eres la culpable de mi dolor
(El título suena prometedor ¿a que sí?)
-Akane, Akane. Despierta.
La jovencita del pelo azul solía tener un sueño pesado. Normal teniendo en cuenta todo lo que entrenaba durante el día y la variedad de tensiones psicológicas a la que se veía sometida por culpa de los celos, enemigos sorpresivos y demás condimentos de su vida diaria. Por la noche necesitaba dormir sí o sí. Refrescar ambos, cuerpo y alma, para poder hacer frente a lo que fuera que el destino absurdo le tuviera programado para el día siguiente. Por tanto, solía ignorar todo tipo de ruidos molestos, peleas y gritos durante la noche tapándose la cabeza con ambas manos y un pequeño almohadón lila, único objeto de cierto aspecto femenino de su habitación. Una sola excepción existía a la regla. Solo una cosa podía sustraerla de su necesario premio nocturno. Ranma. Solo si Ranma provocaba la interrupción se le calentaba el humor lo suficiente como para incorporarse y cantarle las cuarenta en directo. Cualquier otra cosa, podía aguardar al día siguiente para sufrir su furia.
-Akane –insistió con dulzura Ranma que se había colado en su habitación por la ventana.
La jovencita intentó entreabrir un ojo. Por un lado se trataba de él. Su sexto sentido le obligaba a abandonar el mundo de Morfeo. Por otro, le hablaba con suavidad, casi como si fueran pareja. Le acunaba y amodorraba ese tono calido y ajeno al patán que le atosigaba con frases hirientes durante el día. Deseaba y no deseaba despertar. La mano de Ranma ya se había posado sobre su hombro y le hamacaba de un lado a otro con el objetivo fallido de despertarla. Todo lo contrario. Estaba tan adormilada que la realidad y la fantasía se confundían. Le amaba y él a ella. A esas horas y entre un mundo y otro, detalles como la ausencia de una confesión directa, carecían de importancia. Se dejó hamcar durante un rato con una sonrisa en los labios. Sus dedos fuertes y masculinos acompañados de una amplia mano le acariciaban con cada meneo.
-Akane, por favor. Tenemos que hablar. Es urgente.
La chica se incorporó. Se sentía desilusionada por el fin del juego pero no podía evitarlo. Habían pronunciado palabras mayores. ¡Urgente! Ninguna mujer es capaz de rehuir de esa palabreja. Para un alma femenina "urgente" no significa incendio ni sangre goteando ni terminar el trabajo de geometría de mañana. "Urgente" es hablar sobre sentimientos, confesar mal de amores, llorar juntos a un familiar perdido hace muchos años, etc. Aún así, intentó simular que no le importaba.
-Son más de las cuatro de la mañana. ¿No podemos hablarlo mañana?
-No, por favor. No aguanto más. De verdad que no.
"Urgente" y "no aguanto más". El corazón de Akane pegó un salto dentro de su pecho y golpeó contra todos los rebordes internos que pudo como si se tratara de salvapantallas de ordenador antiguo. Los ojos se abrieron de par en par y lo poco que le quedaba de modorra se disipó en el aire. Ranma había obtenido con aquel combo su atención total.
-¿Qué te ocurre?
-Yo…-se sonrojó-…yo…no sé si deba. Me da vergüenza.
-Venga –susurró Akane para evitar que le oyeran los chimosos que dormían en las habitaciones contiguas-. Puedes contármelo a mí. Prometo que no me reiré.
Aquel tono suave y casi silencioso de Akane, el murmullo dentro del murmullo que invitaba a Ranma a hablar en tono confidencial le dio un poquito de fuerzas. Las suficientes para pronunciar las siguientes palabras muy rápido y vertiginosamente. Tanto que solo Akane, la principal interesada, fue capaz de descifrar su significado.
-Tengo un problema. Un mal. Algo que me viene y se va. Nunca logro librarme de él del todo y cuando parece que lo hago…al rato vuelvo a recaer. A veces me siento fuerte, seguro de que lo superaré pero luego me encuentro sumido en él otra vez. Es horrible. Soy capaz de pelear contra terribles demonios pero cuando se trata de algo así…casi invisible…no logro atinar con un método para librarme de esto. Sufro y sufro. Un día sí, un diá no y luego otros tres también. Lo peor de todo es que ya ni sé qué hacer. Me da tanta vergüenza.
Cada palabra del muchacho, demás está decir, impactaba en el alma de Akane con fuerza y precisión. ¡Ella también se sentía así! ¡Ella también le amaba! ¡Ella también intentaba negar sus sentimientos para solo conseguir hundirse más y más en aquel amor excitante que apenas dominaba!
¡Qué tierno! –pensó Akane- le pasa como a mí, por mí y viene a mi a contármelo. Normal, además de prometida y su amor secreto soy ante todo su mejor amiga. ¿A quién más podría confesárselo?
-Y-yo…yo también –juntó un valor sorprendente e inaudito para por fin poner aquel dolor en palabras-. Yo también sufro del mismo mal.
Ranma pareció sorprenderse. Se puso pálido. Era de esperarse después de todo. Se trataba de la primera confesión mutua aunque fuera dando un rodeo y sin pronunciar nombres.
-Akane –le dio la mano y se la apretó con galantería-, ¿querrás curarme de mi mal, entonces? Digo…si te apetece…puesto que tú lo tienes también…quizá sea más fácil así…yo…estaría…dispuesto a curar el tuyo también…si me dejas.
-Por supuesto. Si lo deseas será nuestro secreto.
-¡Eso sería genial! –exclamó Ranma-. ¡Qué bueno que me animé por fin a decirlo! ¿Sabes? Es como un picor. Al principio parece que no hace nada, que puedes perfectamente con él. Pero aquello es preciso e implacable. Da siempre en el mismo sitio del cuerpo y poco a poco, como el agua del mar sobre la piedra, va erosionando tus defensas hasta que parece que te taladra la cabeza y se abre paso a tu cerebro para volverte loco. Más de una vez estuve a punto de perder la cordura. De solucionarlo todo como corresponde y en público. ¿Y-yo…te molestaría si antes de empezar…me doy el gusto de hacer algo que hace mucho que deseo y no me animo? No te voy a mentir, es un impulso humano que ya no logro contener…
Akane se sonrojó. No fue capaz de admitir que lo deseaba tnato como él con palabras pero asintió con la cabeza.
-Perdona…no sé…-se levantó de improviso- no me siento cómodo con esto…será mejor que me vaya.
-Por favor, Ranma. Quédate –se sorprendió Akane pronunciando aquellas palabras que se juró que nunca pronunciaría-. Hemos pasado juntos cosas mucho más difíciles. Sé que cuesta pero si estamos el uno al lado del otro, nada parece imposible.
-Tienes razón –contestó el muchacho-. Cierra lo ojos, al menos. Imagino que así me dará menos vergüenza.
Akane obedeció el pedido de su prometido como si de una orden se tratara. Le temblaba el cuerpo, le recorría un frio absurdo por la columna vertebral y se le dilataban inexplicablemente las fosas nasales. Era consciente que dentro de unos instantes todos esos síntomas desaparecerían y aflorarían otros mucho más violentos. Si Ranma por fin juntaba el valor para besarla, ella maduraría de golpe. No volvería a desconfiar de su amor, no volvería a pelear, no volvería a cocinar o intentar ser quien no era. Se centraría en lo realmente importante. En amar y ser amada.
-Listo, Akane. Ya lo hice.
-¿De verdad? Y-yo…no te ofendas…pero no sentí nada.
-Es que lo hice muy despacio. Ya me alivié un poco de la comenzón rascándome. Ahora los piojos, mi mal y el tuyo, me molestan un poco menos. ¿Tienes idea de lo difícil que es aguantarse el picor en público y no rascarte para que nadie se entere de que tienes piojos?
-¿Ese es tu mal?
-Claro, y el tuyo, ¿no? Antes has dicho que sufrías mi mismo dolor. ¿Podrias…pasarme ahora el gel antipiojos por el pelo? Luego te prometo que haré lo mismo contigo. No te preocupes; mi boca será una tumba. Nadie lo sabrá nunca.
Y luego Ranma y sus piojos salieron volando de la habitación de Akane de un gran mazazo.
-¡Tu boca será una tumba y el resto de tu cuerpo descansará en una como vuelvas a despertarme por una estupidez así!
Mientras Ranma volaba por los cielos oscuros de Nerima a mayor velocidad que nunca dos piojos saltaron de su cabeza y se depositaron en sus hombros.
-Amo, Ranma. Eso estuvo cerca. Jamás pensé que intentara deshacerse de nosotros así. Ha estado mal.
-Eso –agregó el otro piojo-. Está claro que Akane no le quiere. Debería intentarlo con Shampoo.
-No. Por supuesto que me quiere y yo a ella. Si no fuera por ustedes, porque me saboteáis todas mis confesiones con vuestras picaduras…hace meses que me hubiese confesado ya.
-Lo siento, amo Ranma. Esa Akane no nos gusta. Tiene el pelo muy corto. Venga. Salga con Shampoo. ¿Le ha visto bien la cabellera que tiene? Tan larga y sedosa. Es el paraiso.
-Esta claro –respondió Ranma- que si no me libro de ustedes, jamás podré ser feliz con Akane –les intentó aplastar sin éxito.
-Es inútil, amo Ranma –se rio el piojo de la izquierda-. Fuimos entrenados por Happosai. Jamás nos vencerá y menos siendo tan pequeños.
-¡Dios! –exclamó Ranma- ¿Por qué de todas las calamidades del mundo tenían que tocarme dos piojos ninja pro-Shampoo? Esta maldición es peor que la de Jusenkyo y la única que podría salvarme de esto…ahora me odia.
Fin obligado por la censura.
Esto iba a seguir con una reconciliación idílica pero cierta persona sostiene que, y cito textualmente: "los piojos, por mucho que te esfuerces, no son románticos".
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Último intento. El hospital de muñecos.
En un galpón grande y polvoriento de la zona sur de Nerima, un anciano de nariz roja, acento italiano y un aire a Geppeto casi sobrenatural, se disponía a reparar por enésima vez los juguetes preferidos de una pequeñita de diez años.
-Ibuki, mi querida niña. Tienes que dejar de maltratarlos así. Están hechos de plástico. Son flexibles pero todo tiene un límite ¿no crees? Hay golpes que necesariamente los destrozarán sin importar la calidad de los materiales.
La niñita miró al viejo de sesenta años con cara de pena. ¿Cómo explicarle a un anciano aburrido que en eso mismo, en destrozarlos, consistía la diversión? Si se tratara de una Hello Kitty o una Barbie, pues sí, las cuidaría, las pondría a tomar el té o similar pero…eran las figuras articulables de Ranma y Akane. ¿Cómo evitar la tentación de hacerlos pelear y estampar contra la pared al pobre de Ranma muñeco?
-Lo siento, Sr. Hachiro. La próxima vez tendré más cuidado.
El taller del anciano tenía un tamaño bastante respetable. Había martillos, destornilladores, cinceles, piezas de madera, de plástico y hasta de metal de todos los personajes que la mente humana pudiera imaginar. Y claro está, de todos los tamaños. A veces, procedía a cambiar una pierna por otra similar. En otras le fabricaba una nueva con sus herramientas. Unas cincuenta cajas apiladas en el fondo guardaban todo tipo de cabezas y capas. Al principio el negocio había renqueado un poco. Los niños japoneses tenían la tendencia a respetar el valor del dinero desde edades tempranas. Pocos pedidos recibía pues la mayoría de las veces, o los cubría la garantía o la misma fábrica original se ocupaba de la reparación. Daba igual si tenía un arsenal de piezas o una capacidad artesanal superior. Su marketing era nulo y el conocimiento del público de su oferta comercial escaso. Todo cambió a fines de los 90. Un tal Rumiko Takahashi pasó de ser una gran mangaka a toda una institución en el mundo del cómic japonés. Su personaje principal, Ranma Saotome, requería reparaciones a diario. Obviamente, las fábricas procuraron endurecer materiales y subir precios pero era inútil. Las pequeñas Akanes de todo Japón le destrozaban antes o después. Por último, le llegó la gran oportunidad a Hachiro. Los fabricantes comenzaron a rechazar los pedidos de reparación de los usuarios. O incluso a diseñar menos Ranmas y más Akanes. Muñequitas con el pelo largo para recortar, otras con un curioso resorte que le hacía aparecer un mazo de la nada, etc.
Hachiro no tenía muchos clientes pero estos eran fieles. Ibuki, por ejemplo, le encargaba la reparación del mismo Ranma tres veces a la semana.
-Hachiro –le preguntó la niña mientras aguardaba-, ¿no te aburres de hacer siempre lo mismo?
-No, mi niña. Cuando eres mayor hallas alegría y descanso en realizar la misma tarea repetitiva.
La niña se rascó la cabeza y se puso en puntas de pie. Solo en esa pose podía acceder a la superficie de la mesa. Su Ranma estaba en estado comatoso. La nariz hundida, dos dedos colgando y un pie totalmente doblado hacia atrás.
Hachiro le guiñó el ojo.
-Habrá que operar.
-¡Sí! ¡Sí! –palmeó Ibuki. ¡Operar!
A continuación el gran héroe de Nerima sufrió todo tipo de atropellos realizados con precisión quirúrgica. Clavos que se introducían para ocupar el lugar de huesos, arcillas rosadas que simulaban apéndices faltantes, etc.
-Señor Hachiro. ¿Cómo es que nunca veo a ninguna Akane pegándole? ¿Es que no le gusta que le den una paliza?
-Sí, -sonrió nostálgicamente Hachiro al oirle-, supongo que sí. Hace mucho que no me dan una. Creo que cincuenta años. Yo también supe tener una prometida. ¿Sabes?
Los ojos de Ibuki brillaron y se dilataron un poco de la emoción.
-¿De verdad? ¡Como Ranma y Akane! ¿Qué pasó? ¿Dónde está?
-No lo sé. Yuko y yo probamos ser novios durante dos años y nos comprometimos. Luego me surgió un trabajo lejos. Fue doloroso pero decidí romper con ella. Éramos muy jóvenes para llevármela conmigo y no me animé. Regresé a los tres años dispuesto a encontrarla. No estaba. La busqué mucho. Pregunté a familiares y amigos. Nada. Nunca la volvía a ver.
-¿Y?
-Ya está. Nuestras vidas siguieron rumbos diferentes.
-No entiendo. Falta el final feliz.
Hachiro le dio un beso en la frente.
-A veces no hay final feliz ni trágico. La mayoría de la veces, las cosas ni siquiera terminan. Simplemente se pierde el hilo que parecía guiar nuestros pasos por el mundo. Y te toca andar a los tumbos y sin rumbo fijo.
-Ah, como Ranma y Akane. A lo mejor ella sigue esperándole en algún sitio. Es como si estuvierais los dos corriendo al instituto luego de la boda que salió mal…solo que lo hacéis en diferentes páginas de Nerima.
Hachiro miró a la niña. El pensamiento era demasiado profundo para una pequeñaja. Y tan nostálgico…La inocencia tenía esa magia oculta de poseer la sabiduría elemental sin tener el conocimiento pleno de las cosas.
Hachiro atornilló la oreja colgante de Ranma y le entregó el muñeco reparado a la niña.
-Vete a casa, Ibuki. Ya es tarde.
-No se preocupe –se despidió la niña-. Yo encontraré a Yuko. Lo prometo.
Diez años después Ibuki conoció a su príncipe azul. Tres después se casó y tuvo una hija. Cada tanto se acordaba de Hachiro y su promesa inconclusa. No había vuelto a verle desde ese día. Parecía un embrujo pero su Ranma ya no se rompía con nada. Y al final se olvidó de Hachiro, historias de amor reales y muñecos infantiles. Ya era una madre con responsabilidades. Hasta que una tarde de verano su hija de siete años se puso a llorar.
-Buahhhh, mamá lo he roto. Lo he roto.
-Tranquila, Sayuri, te compraré otro.
-Noooo, buahhhh. Yo quiero este. Arréglalo.
Ibuki se vio reflejada en su hija y una horrenda ola de nostalgia y culpa le envolvió. Le había fallado. Nunca había buscado a Yuko verdaderamente. ¿Cómo hacerlo siendo una niña? Verdad que ahora que era una adulta, tenía los medios y la independencia para hacerlo pero ¿de qué valdría? Hachiro debia de estar muerto o cerca de los noventa años.
-Mamá, mamá, ¿por qué lloras? Es solo un muñeco ¿Ves? –golpeó la entrepierna de Ranma-. No se queja. No pasa nada. Ya me comprarás otro…Papi, papi, mamá está llorando…
El padre de Ibuki no era malo. Pero tampoco era técnicamente bueno. Se trataba de un hombre de negocios. Un tanto frío y calculador. Conquistar a Ibuki se había convertido desde el día en que la conoció en una transacción en su cabeza. Casarse con la más bonita y vivaz como modo de acrecentar su imagen en la empresa. Tener una hija adorable completaba el combo. Es verdad que se comportaba como un padre y esposo ejemplar. Sin vicios ni mentiras pero lo que es amor amor, no lo había entendido bien. O mejor dicho, no se lo había planteado como una prioridad necesaria. Por supuesto que le decía a su mujer "te amo" y por supuesto, que la quería más que a cualquier otra persona en el mundo. Pero ¿la amaba? ¿Era capaz de enumerar sus virtudes y defectos poniendo los ojos en blanco? ¿Se sentía en la obligación moral de protegerla con su vida pues, sin ella, le faltaba un pedazo de su alma? No. O quizás sí. Pero no conscientemente. Ni se planteaba en profundizar la calidad de su relación ni poner ni un gramo extra de esfuerzo por mejorar su calidad de vida. Si todo estaba bien, ¿qué sentido tenía esforzarse, incluso arriesgar bienestar, para que ella fuera más feliz aún? Matemáticamente inconveniente.
Por estas mismas razones, odiaba las depresiones de Ibuki. Le descolocaban. Si se moría alguien –pensaba- estaba bien sentirse triste. Si perdían un negocio importante, no necesariamente pero lo entendía. Lo que no aceptaba como correcto, comercialmente hablando (único idioma que manejaba), era entristecerse por lo que no dependía de uno. Peor aún por semejante tonteria del anciano solitario y la promesa incumplida.
Al final, antes que pelear –lo odiaba profundamente y lo catalogaba como pérdida de tiempo y esfuerzo-, decidió retirarse con la niña dando un portazo en busca de aquel galpón de la infancia de su mujer. Desde luego no intentaría enterarse de la vida de Hachiro, Estuviera vivo o no, le diría que no lo vio, que le dijeron que estaba muerto, solución ideal para enterrar el tema para siempre. Solo procuraría que le repararan el muñeco. La alegría de su hija por obtener un beneficio material, eso sí que lo entendía.
Ese era el plan pero se truncó desde un inicio. La puerta solo se abrió un palmo y quedó atrancada. Normal. Hachiro habría muerto años atrás y el sitio estaría abandonado desde entonces. Aquello era evidente para una mente adulta y calculadora pero no para una niña adorable que veía el tema como la gran aventura que unía a dos niñas: la que fue en el pasado su madre con su propia niñez-. Y por supuesto, Ibuki sí que cabía por la hendija que se había abierto.
-Ibuki…!Ibuki! Ven aquí. Es peligroso.
Por primera vez en su vida Ryu Sendo tuvo que elegir entre dañar un objeto material carísimo su traje de Armani o ignorar los gritos de su corazón sobre un tema que no era seguro y elegió la opción menos rentable económicamente. Usando su espléndido saco para amortiguar el dolor de coger con ambas manos una estructura metálica tan oxidada, tiró con más fuerza y por fin se hizo paso al interior. Se oían voces en la recamara del fondo, la única que tenía luz.
Allí le esperaba una escena entrañable. Un viejito decrépito levantaba el muñeco malherido que su hija le alcanzaba y exclamaba:
-Ohhhh, si es el Ranma B-762-GF. Nunca olvido a un paciente –miró a Sayuri-. ¿No serás tú la hija de Ibuki? Eres su viva imagen.
-¡Sí! Es mi mami. Y ese que viene allí es mi papi.
-¿Qué tal? –saludó Ryu-. Mi mujer se va a alegrar. Le he dejado en casa con una gran depresión. Tenía miedo de venir aquí y no encontrarle. Además se siente culpable. Algo de una promesa.
-¡Pero se equivocaba -exclamó Sayuri-, sigue vivo como Happosai de Ranma y Akane!
Las arrugas del rostro de Hachiro se arrugaron tanto al esbozar una sonrisa que Sayuri se vio tentada de hacerle reir más y más. Pronto ambos reían sin decir más palabras. Habían conectado a la primera.
-Yuko, Yuko. Ven. Tengo que presentarte a alguien.
Una puertecita lateral que daba a una cocina se abrió de golpe. De allí salió una anciana tan pequeña como Cologne.
Hachiro la señaló y dijo:
-Esta es la hija de Ibuki.
-¿De verdad? –preguntó Yuko-. ¿Sabes? –se dirigió a la niña-. Tu madre nos juntó otra vez. El tonto de mi marido me buscó por mar y tierra hasta que me encontró cenando sola en un Restaurante de una localidad costera. La verdad es que cuando le vi, no me hizo ninguna gracia. Le guardaba rencor. Le monté una gran bronca, llena de reproches agrios. Lo siento pero soy así. De temperamento fuerte. Pero luego, justo cuando estaba por conseguir mi cometido: ahuyentarle para siempre, me lo soltó. Me dijo la frase que removió toda resistencia y tiró abajo los andamios de odio que había construido luego de tantos años: "Nunca estuvimos separados del todo. Tan solo corrimos al instituto luego de la boda que salió mal…juntos pero por diferentes páginas de Japón". Desde luego, aunque nunca lo habíamos leído juntos -nos peleamos antes de su publicación-, yo era fanática de Rumiko y Ranma. Me veía reflejada en Akane. Con esa frase, bajé la guardia y le dejé hablar. Al final me enteré de que me seguía queriendo y de su profesión y ya no lo dudé. Le perdoné.
Aquella noche Ryu regresó a casa avergonzado. En un solo minuto ambos ancianos habían demostrado más amor que él a Ibuki en más de diez años. Luego, abrazó a su mujer y le contó todo:
-Hoy por fin, he aprendido lo que es el amor –comenzó a confesarse-. Hoy me he dado cuenta de que amarte es mucho más que unas sumas y restas y que el resultado es siempre incierto. Todavía no entiendo cómo lo has hecho pero has cumplido tu promesa y ahora me toca a mi cumplir con esta: el amor que siento por ti desde este mismo momento estará por encima de cualquier otra faceta de nuestras vidas. No volveré a descuidarlo.
Fin
PS: No sabría decir si pasó la censura o no. Minefine7 se aburrió tanto porque no aparecían Ranma y Akane que ni siquiera se enteró de que aparece "señore sole".
Bueno, ya me he quedado a gustito. A partir del 61, vuelta a la normalidad. No más Ibukis, Hachiros, piojos ni katanas. A propósito: ¿si un ciempiés tiene cien pies, un piojo tiene 3,1415927…ojos?
Historia bonus
La psicóloga, la estatua, los gatos gemelos y un día de locos.
Los que habéis aguantado hasta aquí os lleváis en calidad de compensación y premio a vuestra fidelidad una historia de amor mía con Minefine7 que ni ella conoce hasta el momento.
Cuando tenía dieciséis años, mucho antes de conocerla, tenía una afición un tanto extraña. Como ya sabéis el Leandro-Sensei adolescente tenía cierta fobia a las muchedumbres. Sin embargo y para mi desgracia vivía en una gran ciudad, Buenos Aires y sobre una Avenida no muy transitada pero avenida al fin. A doscientos metros a la derecha y trescientos a la izquierda se encontraban otras dos: Santa Fe y Las Heras que tenían y tienen la particularidad de olvidar su eterna paralelitud en un punto: Plaza Italia, sitio donde se anudan atrayendo una marea de gente, bicicletas, autobuses y coches. Para resguardarse del caos solo existía una escapatoria, el inmenso Jardín Botánico que se extendía desde Plaza Italia hasta casi mi casa.
Naturalmente, cuando me tocaba desplazarme a un sitio, tenía que salir al mundo, atravesar el Botánico, llegar a Plaza Italia y tomarme un autobús. Lo odiaba. Aguardar a que llegara, con tanta gente esperando en la parada. Viajar apretujado (siempre siempre) y luego llegar a mi destino donde tenía que hacer cosas con gente que me hablaba. Espantoso. O mejor dicho, un infierno. Un averno que comenzaba exactamente cuando terminaba de recorrer el Botánico y atravesaba la última parada. En mi imaginación adolescente, aquella verja enorme eran las famosas puertas del Más Allá. De un lado la naturaleza, las estatuas, los gatos y del otro, el caos, los humos y el metal traccionante.
Mi afición extraña consistía, pues, en esperar el autobús desde los campos Elíseos (así les llamaba) sentado en el último banco del Botánico y espiando desde allí la primera parada del infierno urbanístico. En ese mismo sitio había una gran fuente y en el centro de las aguas, se erguía una estatua maravillosa. Una ninfa con una delicada pose y unos rasgos tan bien cincelados que parecía viva. En esos momentos me consideraba un poeta y por tanto estaba dentro de mis tareas poéticas enamorarme de un objeto inanimado. Desde luego que la ninfa estuviera medio desnuda no tenía nada que ver con la fascinación que me causaba. Era su fabuloso rostro, tan expresivo y suave a pesar de ser de piedra el que me cautivaba. A veces hasta me distraía mirándola y me perdía dos o tres autobuses sin darme cuenta.
Por supuesto, tampoco se me escapaba el hecho evidente de que estuviera a metros de la entrada al infierno. Como ya sabéis, Orfeo el gran músico de la antigüedad bajó a los infiernos a buscar a su mujer muerta, Eurídice, y tanto le rogó a Hades y con tanto arte y que este se conmovió y le dejó que se la llevara a condición de que no volteara nunca a verla antes de salir de sus reinos. Sin embargo, en los metros finales, Orfeo tuvo un momento de debilidad y la miró. Eurídice desapareció en ese instante y ya nunca volvió a verla. En algunas versiones, sin embargo, se convertía en piedra. Así pues, yo imaginaba que aquella ninfa era una especie de Eurídice invertida, pues parecía una humana que se había convertido en piedra por alguna medusa celosa de su hermosura, justo en el punto contrario, pasitos antes de ingresar en el infierno. Y por supuesto, me reservaba el papel de Orfeo, el poeta que la haría revivir. Ya véis qué tonto que era con dieciséis años y qué necesidad imperiosa tenía de conocer urgentemente una Minefine7.
Tres años después la conocí por fin. Y durante el cuarto, ya cuando faltaba muy poquito para ponernos de novios la esperaba allí. Minefine7 venía en autobús desde su lejana casa y bajaría en Plaza Italia. Yo la esperaría en la parada y luego nos tomaríamos otro autobús para ir juntos hasta la facultad.
Como todos los días me acompañaban mis dos compañeros de aventuras, Josecito 1 y Josecito 2, dos gatos gemelos negros como el carbón a los que había bautizado así en honor de José Ortega y Gasset. Al principio le decía Ortega a uno y Gasset a otro pero no les gustaba la broma y tuvimos que dejarlo en J1 y J2. Si cualquier gato normal optaba por acercarse a los viejitos que los alimentaban, estos dos no lo hacían jamás. Eran gatos poetas como yo. Desde hacía dos años siempre que me veían sentarme a admirar la estatua, se trepaban al banquito y la miraban conmigo. A veces maullaban como alabando su gracia. En otras se lamían el cuerpo y las heridas amorosas que seguramente les había provocado el desdén de alguna gata presumida. Nunca faltaban a la cita. Nunca me pedían comida ni interactuábamos de otra manera. Tan solo un par de caricias que yo les daba y luego, los tres tontos enamorados de un ser sin alma nos quedábamos mirándola.
Ese día, el que todo cambió para mi, yo aguardaba en mi acostumbrado sitio a Minefine7. Por fin iba a confesarme. Ya se me había pasado la tontería de amar a una estatua pero me relajaba mucho sentarme allí. La otra tontería, la de la fobia a las muchedumbres, todavía se mantenía tal cual. Pronto llegaría Minefine7 y yo repasaba mentalmente en mi cabeza lo que le diría y cómo lo haría. J1 y J2 brillaban por su ausencia. Normal, yo también les había abandonado un tanto, distraído en cosas más importantes para mí como aprobar exámenes y cortejar a una dama especial. En teoría Mienfine7 había dicho que llegaría sobre las 9:00. Lo que en su idioma significaba entre las 9:30 y las 10:00 y en el mío, las 8:30. La espera se me hizo eterna. Por momentos me arrepentía y decidía dejarlo para otra ocasión. Por otros, me sentía con coraje para ofrecerle incluso casamiento…pero no llegaba. Eso sí, cada vez que paraba un autobús, yo abandonaba mi sitio, atravesaba las puertas del Averno, me adentraba en el infierno cinco metros, miraba si Minefine7 se encontraba entre los demonios que bajaban del aparato infernal y luego, volvía apesadumbrado a mi asiento en los Campos Elíseos del Botánico.
Es inútil –pensé en un momento-, jamás me animaré a decírselo. Para mi las estatuas, las novelas y los amores platónicos. Para la gente normal el amor verdadero.
Y luego me autocompadecí de mi cobardía por al menos diez minutos más cuando noté que un cachorrito de gato negro con motas blancas se había sentado junto a mi, después trepó otro –no sin un titánico esfuerzo- y al final, seis más. El padre orgulloso, J1 me miraba más atrás con su presumida gata blanca que por fin había caído en sus redes. Obviamente no se acercaba, no fuera cosa que le regañaran por seguir admirando a esa estatua de mediocre belleza cuando tenía entre sus zarpas a una bella gata real. A J2 le vi un tiempo después. Le había adoptado una vecina viejita.
-Ojalá fuera yo tan valiente –les dije-. Tengo tanto miedo al ridículo. Si me rechaza bien; puede pasar. Pero como se ria de mi. No lo soportaría.
Y ahora, solo para generar un climax aún mayor, una pequeña digresión. Dos años atrás había tenido una profesora de psicología en el último curso de secundario un tanto especial. Se trata de una profesora genial pero muy, muy, muy tonta, inocente e ingenua. La peor combinación posible para enseñar cosas como el subconsciente, complejo de Edipo y otras lindezas a adolescentes con las hormonas revueltas. Un compañero mío tenía la costumbre de tomarle el pelo cada vez que podía inventándose enfermedades psicológicas de sus compañeros. Cuando la maestra se asombraba por los cuentos de mi amigo –porque encima era amigo mío-, este siempre le respondía: "Es raro, pero es un adolescente. Ya sabe, está en la edad de los cambios bruscos". Yo, en cambio, le tenía un gran cariño a esa mujer. Sobre todo porque sus enseñanzas, más allá, de su genuina estupidez, eran de un nivel excepcional. De hecho, fue gracias a ella que le dije mi primer frase ranmesca a Minefine7. Fue casi el día en que nos conocimos. Ella se compró un bolígrafo y para probar si funcionaba escribió su nombre en un papelito. Yo la miré, señalé el papel y exclamé: "Ajá, remarcamiento del yo". Desde entonces, Minefine7 no se olvida de esa frase que le dolió en lo más profundo. En sus propias palabras: "me sentí desnuda ante semejante acusación".
Pues bien, esa misma profesora, la que me enseñó lo del "remarcamiento del yo", no tuvo mejor idea que pasar justo por el Botánico en aquel preciso momento.
-Leandro-futuro-Sensei, qué sorpresa verte aquí.
-Profesora, ¡cuánto tiempo! Estoy esperando el autobús para ir a la facultad de Filosofía y Letras.
-Bueno, la verdad es que estaba muy preocupada por ti. Hace unos meses me encontré con tu amigo, Tarado-inventa-historias-disparatadas. ¿Te acuerdad de él?
-Sí, claro. Nos sentábamos juntos en clase.
-Ese mismo. Me contó que te habías rapado el pelo y que proferías consignas nacionalistas y poco respetuosas con los extranjeros. La verdad que no me lo creí al principio pero como sois tan jóvenes…en fin, que era posible.
Toda mi vida he llevado el pelo largo y barba al estilo bohemio. No por aparentar un personaje sino por fatiga al peinarme y afeitarme. De allí, la invención paródica de mi "amigo". ¿Os lo imagináis? Yo, despidiéndome de un gato poeta, de una estatua de la que estuve enamorado y suspirando por un amor que se retrasaba con mi larga melena y mi tupida barba y ella sospechando que yo podía ser… ¡eso!
Recordé entonces mi decisión anterior. No animarme a confesarme a Minefine7 por miedo al ridículo. ¿Miedo a qué? ¿De qué me servía huir del ridículo si aquel igual podía alcanzarme de la manera más imprevista?
Me despedí de la profesora no sin contarle antes que mi "amigo" contaba esas mentiras porque tenía un desorden de personalidades múltiples y que una de ellas era la de un mentiroso patológico y otra la de una bailarina de striptease en un bar gay. Y se lo creyó.
Luego llegó otro autobús y nuevamente a repetir la rutina. Atravesar las puertas del infierno, ingresar en él, intentar encontrar el ángel entre la muchedumbre de demonios como si estuviera jugando a "¿Dónde está Wally?" Y regresar a ¿mi asiento? No, en rigor no era mío. Era de todos, por supuesto que alguien podía ocuparlo en mi ausencia. Lo que de ninguna manera podía pasar es que lo hiciera un tipo flacucho y desgarbado que mirara de forma indecentemente platónica a mi estatua. ¡Eso sí que no!
Claro que el "rival" era mayor que yo. A su alrededor, poco a poco se congregó un grupo de jóvenes con cuadernos y lápices. ¡Era una clase de dibujo! ¡Iban a retratar a mi estatua!
-Chicos –comenzó a hablar el profesor-, esta estatua tiene una historia extraordinaria –vi pasar y detenerse el autobús de Minefine7-. Su autor tuvo una vida trágica. Se dice que la esculpió inspirado en…
Sí, sí, sí. Me marché a por Minefine7 y no me enteré. Me moría de curiosidad pero tenía otras prioridades. Y encima no estaba. Volví hecho una furia conmigo, mi impaciencia y la curiosa fecundidad de la dichosa línea de autobuses que no paraba de parir un vehículo tras otro.
-…después de tan trágicos y románticos sucesos, cualquiera hubiese perdido la razón. Sin embargo…
Volví a marcharme como un Ranma torturado por Rumiko. Pasé en un suspiro del Botánico al infierno y nuevamente al Botánico.
-…y esta es la historia tan poco conocida de esta estatua. No aparece en Internet ni en libros. Es una historia que me narró mi maestro antes de morir. Imposible de confirmar.
Ni siquiera tuve la oportunidad de plantearme preguntar. Otro autobús llegaba y ahora sí que traía el codiciado tesoro en su interior. Me despedí de la ninfa sin conocer su periplo y desde entonces nunca más volví a verla con ojos de enamorado. Eso sí, ahora que estoy tan lejos de Buenos Aires y hace tanto que no me paso por alli, uno de los lugares que más extraño es ese sitio. A veces incluso me imagino mirándola a sus ojos de piedra y diciéndole: "Cuéntame tu historia".
El resto ya lo conocéis. Confesión, noviazgo, casamiento, hijos y muchos años de felicidad. Hasta entonces nunca había tenido un día tan extraño y emotivo, que cambiara tanto mis paradigmas. Hoy, gracias a Gohan y Bulmita todos los días son un desafío y un intenso descubrir en pequeños detalles un nuevo mundo que reemplaza al anterior.
Fin de la Historia Bonus.
PS1: ¿Por qué nunca conté esta historia antes a Minefine7? Porque la muy Minefine7 es capaz de sentir celos. Otra razón más por la que la quiero tanto.
PS2: ¿Por qué la cuento ahora? Porque he visto la foto de la estatua en Internet y me han vuelto todos estos recuerdos de improviso. Era escribirlo o estallar.
PS3: A los que véis Icarly, ¿os acordáis del famoso castorpache de Spencer? Existe de verdad. Un día pasaba por fuera del Botánico de noche (cuando cae el sol, cierran las puertas) y lo vi. Exactamente como lo cuenta Spencer. ¡Y me chistó de la misma manera! La gente no me cree de la misma forma que le pasó a él. Para mi no hay dudas: al guionista del show le pasó lo mismo que a mí y utilizó el programa para contactar con otra gente que lo haya visto también.
PS4: Frente al Botánico se encuentra el Zoológico. La de leyendas urbanas que se pueden armar con estos dos detalles…
PS5: ¡Lo que es wikipedia! El escultor se llama Lucio Correa Morales.
Lucio Correa Morales (1852 – 1923) es considerado el primer escultor argentino representativo del campo cultural que comenzaba a formarse a fines del siglo XIX.
Nació en una estancia en Navarro, Provincia de Buenos Aires y a los 13 años se trasladó a la Capital. Impulsado por sus primos el naturalista y dibujante Eduardo Ladislao Holmberg y Francisco P. Moreno, en 1874 ganó una beca creada por Mitre para estudiar en la Academia de Bellas Artes en Florencia, Italia, bajo las enseñanzas del escultor Urbano Lucchesi. En esta ciudad compartió su estadía con otros argentinos que también habían sido becados por el gobierno argentino como es el caso de Ángel Della Valle, José Bouchet y Ballerini.
En 1882 regresó a Buenos Aires donde obtuvo el cargo de Administrador del recién creado Jardín Zoológico y fue designado profesor por la Academia Estímulo de Bellas Artes en Buenos Aires y en la Facultad de Arquitectura en 1897.
Correa Morales fue el maestro de la primera generación de escultores argentinos, entre ellos Rogelio Yrurtia, Pablo Curatella Manes y Pedro Zonza Briano. Su obra "Falucho" (1987, Plazoleta Falucho) fue el primer monumento de un escultor argentino emplazado en la ciudad de Buenos Aires.
Sus obras, entre las que destacan Ondina del Plata (1880, Jardín zoológico de Buenos Aires), Río de la Plata y La cautiva (1905), muestran su carácter indigenista y criollo, enriquecido por innumerables viajes al interior del país en compañía de naturalistas y científicos.
También posee obras suyas en varias provincias argentinas, museos e instituciones.
Comentarios
Estimado hikarus. Bueno, será que he visto demasiadas veces Los Caballeros del Zodiaco. Pero debe de ser así. Tratar de pegarle a un dios solo puede traer malas consecuencias.
Estimada Skidzeez. Gracias por tu apoyo. ¿Has llegado hasta aquí? ¿Te has leido este entero también? Lo malo de ganar un nuevo lector en un capítulo terminado en "9" es que temo perderlo en el especial subsiguiente. Ya sabes. Los especiales son lectura especialmente prearada para los que me vienen aguantando desde hace mucho y ya me conocen las mañas.
Estimada Massy13. Si tal encuentro se produciera, lo más probable es que me convenciera ella a mí, de hacer más finales abiertos.
Estimada Miztu Akari. El tema de conversación es fundamental pero sobre todo, el tono. ¿Si tienes al lado a tres chismosas que están destrozando a su ausente mejor amiga en relación a su sospechosa vida privada, qué puedes decir? El 75% de las cosas que se me ocurren son ironías sobre su falsedad que no entenderían. Un 23%, ironías que sí entenderían y me valdrían su odio infinito y el otro 2% es un sonoro y repetitivo: "Ajá".
Estimado Lu4AVG. Adiós cabello largo y barba. Como habrás podido notar en la historia bonus, yo tengo un aspecto similar al que acabas de abandonar. Así que te entiendo. A propósito, no te asustes pero tienes una Ibuki de tres cabezas detrás tuyo.
Estimada Ai. Yo no me apresuraría en perdonar a Ranma. Ya ha tocado mucho one-shot humorístico, de acción y romántico. Toca drama a continuación. A lo mejor vuelve a meter la pata. Otra cosa. Ranma no miente. Sinceramente no se acuerda de detalles sin importancia ni impacto emocional alto.
Sobre la historia bonus...no es tan fácil. Yo también puedo dormir con la luz encendida sin problemas. Lo que cuesta un poco más es hacerlo recibiendo unos codazos constantes para que vaya a apagarla.
Me encantan los códigos. De hecho, como ambos, Minefine7 y yo, tenemos muy mala memoria para los nombres de las personas, tenemos un nombre en código para todo el mundo. Algunos obviamente han tenido que ir modernizándose por el tiempo. Por ejemplo, Mr. CD, ahora es Mr. DVD.
Estimada minefine7. Al principio Telémaco iba a ser, irónicamente, el hijo de Ranma y Akane, reencarnaciones de Ulises y Penélope. Telémaco sería el bebé futuro de Akane pero no se me ocurrió bien cómo hacerlo aparecer en el presente, siendo alguien del futuro. Luego iba a ser la planta. Anticlimax se cortaría con una de sus espinas y moriría envenenado por el dolor que provocó. Al final, se me ocurrió lo de Akane naciendo de la flor y tuve que encajar el nombre del fic al único personaje sin identidad comprobada que quedaba: Anticlimax.
Estimada angelikitap4emmet (cap.58). Atrasarse es malo. Te pierdes lo divertido de la lectura por entregas: sufrir durante días esperando la actualización que no llega.
Estimada angelikitap4emmet (cap.59). De acuerdo, pero ¿quién compra las luces? ¿Quién aplaude? ¿Quién apaga la tele? ¿Quién va a mirar si es Bulmita la que llora en sueños o la vecina? Conociéndonos somos capaces de aplaudir al mismo tiempo y por tanto que se apague y se encienda a la vez. Peor aún. Se queda uno dormido, el otro leyendo y cuando se va a dormir, aplaude...despertando al primero. El recién despertado, por tanto, enciende la luz y se pone a leer. Y así se formaría un bucle que dure toda la noche.
Dear Kikko. I was waiting for your 500th review. See you in the 600th instead.
Estimada Maxifine7 si ese es tu verdadero nombre. Acabas de abrir la caja de Pandora. El nuevo villano se llamará, Percy Williams. Para más detalles, habrá que ver la próxima historia bonus. Ah, sí, casi me olvido: Papá, toros.
Estimada RosemaryAlejandra (Cap. 57). ¿Perdió la razón Akane? ¿Tendrá sus razones Ranma? Ni uno ni lo otro. Pero bueno, si estás leyendo esto, ya lo sabrás. Bienvenida otra vez.
Estimada RosemaryAlejandra (Cap. 58). Sin duda. Yo creo que en el fondo hasta Ukyo misma se siente amiga de Ranma y no pretendiente.
Estimada RosemaryAlejandra (Cap. 59). No, no. ¿Morir los dos? Imposible. La premisa de los finales felices me lo prohibe. Incluso tengo prohibido buscar finales "medio felices" como que se reencontraron en el otro mundo y se siguieron queriendo.
Un saludo especial a D-Uzumaki, Jannetth y Skidzeez que me han agregado a favoritos.
