Ranma Saotome, Primer Ministro, se divorcia. Segunda parte.

Dos meses después de la separación, al todavía Primer Ministro de Japón, le atacaban en sueños dos densos nubarrones de color y textura similar al plumaje de los cuervos. De haber soñado con sonidos, seguramente los truenos que provocaban sendas nubes al chocar, hubiesen desprendido un rumor semejante al de unos graznidos secos. Tiritaba de frío, miedo o angustia. Solo él lo sabía. Muy cerca del Primer Ministro, quizá demasiado, un par de senos que de buena gana hubiesen disipado esos sueños, le observaban luchar contra las mantas. Aquel duo mamario se trataba de un arma infalible para hacer frente a cualquier pesadilla. Les cubría, de hecho, apenas un escotado camisón lila de esos que solo son discretos con las medidas de mujeres normales pero que se desbordan irremediablemente cuando los usa alguien como Secretaria Cuatro.

La jovencita extrajo un fino pañuelito de seda de su entrepecho y lo dobló en cuatro partes. En la cara superior se podía leer, bordado con primura, una letra y un número: "S4", regalo del Primer Ministro que la muchacha guardaba en tan erótico sitio por razones privadas y que no vienen ahora a cuento. Con este mismo paño se dedicó a absorber una a una las gotas de sudor que emanaban del angustiado cuerpo de su jefe. Primero la frente, luego los brazos y finalmente en otros sitios un poco más ocultos.

De pronto la jovencita detuvo su acción de limpieza dando un brinco. No había sido muy fuerte pero lo había oído con claridad. Los labios de Ranma Saotome pronunciaban otra vez su nombre por séptima ocasión en menos de una hora: "Akane".

-Menos mal que no estoy enamorada de él…me partiría el corazón –se dijo a si misma como intentando convencerse de la veracidad de una duda y no de un hecho. Luego continuó con su meticuloso trabajo nocturno, le abrochó tres indiscretos botones de la camisa de dormir que se le habían desabrochado y se dio media vuelta. El lavabo volvía a llamarle para que evacuara sus penas y fluidos íntimos.

Dio dos pasos más y…

-Espera, Akane, no te vayas.

Por un momento, Secretaria Cuatro pensó en soplarle al oído palabras dulces. Mentiras incómodas que le aliviarán de su pesar. "Tranquilo, estoy aquí. Duerme". Después, pensó en todo lo contrario, en que sería mejor despertarle y terminar con aquella pantomima. Pero no lo hizo. Se trataba del Primer Ministro de Japón. Si no dormía lo suficiente, aunque ambos sufrieran en el proceso, no sería capaz luego de hacer frente a la extenuante agenda de mañana.

-Tienes suerte de ser tan guapo –murmuraba mientras paseaba las yemas de sus dedos por el pecho del bello durmiente al que oportunamente se le habían vuelto a desabrochar los botones-. Mira que pedirme lo que me pides durante las noches…-cerró el puño-…eres tan descerebradamente estúpido…-volvió a abrir la mano y apoyó su palma sobre el corazón. Latía suavemente por fin-…al final tendrás que elegir…o me quieres durante el día o por las noches…estoy exhausta…-y se durmió con una mano sobre el rebelde ojal que se negaba a hacer su trabajo y la otra apretando el botón falseado de su piyama.

Por la mañana Ranma se sorprendió de encontrarse en tan íntima postura pero no dijo nada. Un caballero en tal situación tiene la obligación de pensar con la mente limpia.

Le acomodó la cabellera desordenada y se quedó mirándola un par de minutos, reflexionando sobre si debía despertarla o si se había pasado toda la noche otra vez en vela por su culpa. En tal caso, quizá lo mejor, sería acomodarla en la cama -sus pies y generoso culo todavía reposaban sobre la banqueta de al lado de la cama- y taparla con cuidado. Luego solo haría falta escaparse con suavidad y encargar las primeras dos horas de trabajo al siempre eficiente y servicial secretario uno. Repasó uno a uno los rasgos de la joven, intentando dilucidar su estado: agotada o pre-despierta. Sus ojos tan almendrados como los de Akane se ocultaban bajo unos párpados ténues, de esos que se saben un estorbo que impiden a los hombres admirar las pupilas de la jovencita y por tanto, se ocultan, tímidamente en los rebordes de la cavidad ocular. Los labios carnosos y la nariz chata como una cerecita completaban un rostro irresistible que aturdía a poca gente con su verdadero esplendor por culpa del resto del cuerpo que atraía todas las miradas. Era bella, muy bella. Demasiado. Pero no era Akane. No se le acercaba ni por asomo. Quizá pudiera servir como consuelo nocturno pero jamás de los jamases sería capaz de darle alegría al alma de nadie de la manera en que los gestos y expresiones de Akane lo conseguían con el tonto deprevenido que le mirara distraídamente a la cara.

Aquella idea, la de degustar el bombón por las noches sin que nadie le viera, no llegó ni al rango de tentación dentro del cerebro de Ranma. De Secretaria Cuatro, única conocedora de su secreta ruptura sentimiental y por tanto, única capaz de realizar el trabajo, solo deseaba una cosa: que velara por sus tortuosos sueños para poder hacer frente al mundo por las mañanas. Se trataba de una petición extremadamente egoísta e injusta para con su secretaria pero a nadie más podía acudir sin que saliera todo a la luz.

Al final, el joven primer Ministro de Japón se levantó de la cama, acomodó a su cuarta secretaria jerárquicamente hablando en su sitio y se marchó a preparar el desayuno, mínima acción de agradecimiento que podía efectuar. Un par de tostadas, un poco de mantequilla y un zumito de naranja para que se desastacara ese resfriado que parecía perseguirle, dada la forma entrecortada con que respiraba mientras abrazaba la almohada que poco antes había usado él y se envolvía en sus olores.

Luego se vistió como correspondía a un Primer Ministro, con elegancia pero sin ser demasiado llamativo y regresó por última vez a su cuarto. La respiración de Secretaria Cuatro ya se notaba decididamente enrarecida, al punto de no dejarle dormir bien ya que balanceaba levemente los hombros hacia uno y otro lado y hasta los arqueaba. Ranma Saotome, todo un caballero, decidió dejarse de recatos inútiles dado que estaban en total soledad y decidió hacer presión con sus dedos sobre el orificio más importante del cuerpo de la mujer que dormía en su cama, el nasal, a fin de destaparlo.

-Ranma…-susurró en sueños la muchacha cuando sintió su presencia, arqueó entonces las caderas, esta vez con más fuerzas y por fin, se relajó totalmente. Como siempre, la intuición masculina del Primer Ministro, le había ayudado a resolver un problema femenino con eficacia. Secretaria Cuatro ya dormía como un bebé.

Ranma miró su reloj y nuevamente al bombón que descansaba sobre su almohada, cual regalo de bienvenida de Hotel Cuatro Estrellas. Todavía le quedaba un poco más de media hora para salir. Hacía tanto que no se relajaba, que no le hacía caso a los gritos desesperados de su cuerpo pidiéndole un poco de acción que no pudo más que exhalar un suspiro de resignación y obedecer por una vez en sesenta días a sus instintos. Se quitó la camisa, el saco y la corbata, se acercó a la cama de puntillas, estiró las piernas hasta que estuvieran flexibles y dejó que las palmas y los brazos se pasearan en libertad por donde tanto deseaban.

Secretaria Cuatro abrió primero un ojo, luego otro y guardó silencio. No queriá estropear lo que parecía un sueño hecho realidad con preguntas. Ranma Saotome por fin realizaba unas katas, balanceando sus fornidos brazos en el aire. A lo mejor, de a poco, comenzaba a deshacerse del fantasma que le agobiaba por las noches.


Y sin embargo, a la noche siguiente, luego de aprobar un par de leyes de tránsito y dar un par de discursos, las aguas no volvieron a su cauce ni un centímetro. Por el contrario las voces nocturnas, los sudores y las pesadillas se multiplicaron. No fue hasta el tercer mes de repetirse la escena que Secretaria Cuatro empezó a odiar conscientemente el nombre de aquella mujer: "Akane" que le taladraba todas las madrugadas los oídos, el alma y el raciocinio. Y no fue hasta el quinto que comenzó a meterse a escondidas en la cama como una cría pequeña que teme que en su cuarto le ataque el Cuco. Al sexto mes, luego de pasarse treinta noches en vela, sin animarse a hacer contacto con el objeto de su obsesión, acurrucada en un rincón del lecho por no más de quince minutos y huyendo al fin a su cuarto, se dio por vencida y resignada. Solo entonces, al día siguiente y por la mañana, Ranma Saotome tuvo que hacer frente a un interrogatorio feroz.

-¿Hasta cuándo seguiremos con esto? La gente ya no se cree que la división de tareas entre el Primer Ministro y la Principal Consejera (que a su vez es la Primera Dama), les tenga tan ocupados que ya nunca se vean juntos. Además la gente habla. Se rumorea que han visto a Akane con otros hombres y de mi…bueno de mi se dice lo evidente…que…–puso el brazo en jarra, sacó pecho y entreabrió un poco la piernas- que soy demasiado guapa para ser solo una secretaria.

-No eres `solo´ una Secretaria. ¡Eres Secretaria Cuatro!

-Eso mismo se dice por allí. Que soy la que viene después de Secretaria Tres. Que se me ve entrar en tu casa pero nunca salir. No aguanto más. ¡Dime qué soy realmente! Y ni se te ocurra darme un discurso político. A la mierda la política. Yo…solo quiero…te quiero…te…

Ranma cubrió la distancia que les separaba en un santiamén y le tapó los labios con un dedo, mientras le enjugaba las lágrimas con la mano vacante.

-Lo siento. No he estado muy lúcido últimamente. Sabía de sobra que estaba siendo injusto contigo, que me aprovechaba, pero no me había dado cuenta del cuadro completo de situación. No pretendía herirte ni jugar con tus sentimientos.

-Idiota –sollozó la joven-. Esto me lo pagarás.

Y se fue dando un portazo.

Camino de la calle recordó cómo le había engatuzado para pasar por aquella humillación. Fue al día siguiente de romper con Akane. Se presentó en su oficina, sucio y desaliñado. Un aspecto tan impropio de un político y a la vez tan perfectamente propio de un Ranma destrozado. Le miró directamente. A Secretaria Cuatro no le gustaba hablar por las mañanas ni lo necesitaba. Un solo gesto, que le rehuyera la mirada, le bastaba para atar cabos sueltos. Su matrimonio era ya historia. Debía disimularlo, necesidad que claramente no sería capaz de subsanar sin ayuda, y para peor, ni siquiera había tomado consciencia de que debía hacerlo. Por el contrario se paseaba en público, exponiendo sus escasas ganas de vivir de forma políticamente impúdica y grotesca.

-¿Y el mastodonte?

-¿Quién?

-El mastodonte…ya sabes…tu guardaespaldas.

-Ah. Wu-Bei. Le despedí esta mañana. No quería que se enterara de…

-Ya. Lo entiendo -interrumpió Secretaria Cuatro-. Pero alguien tiene que protegerte. Tienes muchos enemigos.

El pelo embarullado, la cara sin afeitar, la mirada perdida, todo junto le asemejaban más a una piltrafa humana que a lo que estaba por decir pero aún así, Ranma Saotome, Primer Ministro con el corazón partido, lo dijo:

-No necesito un guardaespaldas. Soy un gran artista marcial.

-Eso es igual. Por ley tienen que asignarte uno. Aunque sea de protocolo.

-Lo sé. Te he puesto a ti. Acudes siempre a todos los actos oficiales. Obviamente no pretendo que modifiques tu rutina en lo más mínimo. Solo cubrir el vacío protocolar hasta que arregle lo de Akane.

-¿Es que tiene arreglo? –se sorprendió Secretaria Cuatro preguntando intimidades a un hombre que supuestamente no le movía un pelo. Parecía más la respuesta de una mujer celosa que la de una secretaria. Más allá de eso, desde su óptica no le faltaba razón: su forma de actuar delataba a las claras que Ranma no veía la reconciliación como una posibilidad real.

-El dolor siempre tiene arreglo –comenzó a responder Ranma-. Por eso duele. Es el método que tiene el alma para obligarnos a dejar de ser estúpidos. En ocasiones es solo quitar los dedos del enchufe o sacar la cucharita del café antes de dar el segundo sorbo. En otras, directamente tirar por la borda el orgullo y arrojarse a lo desconocido.

Fue con aquellas palabras rezumantes de esperanza pronunciadas por un zombie desaliñado que el vanidoso e inmaculado corazón de Secretaria Cuatro se aceleró por primera vez. La famosa técnica de seducción inconsciente del Primer Ministro, la sorpresiva frase romántica a cuentagotas, impactó de lleno en su alma y se negó a salir de allí durante los siguientes meses. Esa misma noche Secretaria Cuatro volvió a soprenderse de sí misma cuando a mitad de camino para su casa, sus brazos se movieron solos girando el volante en dirección siniestra. A si mismo, los pies, meros esclavos del amor que la mente intetaba negar, pisaron a fondo el acelerador y le llevaron en un santiamén a su mansión.

-Secretaria Cuatro, ¿qué haces aquí? ¿Ha ocurrido algo? ¿Ya lo sabe Toyama…?

-No, tranquilo. Solo vine a cumplir con mi deber…mi nuevo puesto…alguien debe vigilar la casa mientras duermes…

Del rostro demacrado del Primer Ministro podía extraerse una respuesta obvia y cortante: que los fantasmas akaniles le impedían dormir por la noche. Gesto suficiente para ahuyentar a la jovencita si su única propósito fuera cumplir con el protocolo y para encadenarla a ese hombre, si su motivación fuera diferente.

Tengo entendido que Wu-Bei disponía de una pieza con cama y acceso a las cámaras de seguridad. Hoy dormiré allí…

-De eso ni hablar. Te he dado el puesto a ti precisamente porque pensaba que eras la última persona sobre la faz de la Tierra que vendría a invadir mi intimidad.

-Entonces renuncio.

El rostro de Secretaria Cuatro se ensombreció de golpe. Nuevamente su cuerpo había actuado por voluntad propia sin hacerle caso al cerebro. Dichoso hechicero era Cupido. Si le trastocaba así la vida cuando apenas había desarrollado una ligera atracción inconsciente… ¿qué le obligaría a hacer cuando aquello se transformara en un amor crecido y verdadero?

-¿Hablas en serio?

-Por supuesto. Conmigo no se juega. Me tomo muy en serio mi trabajo. Puedes asignarme todas las tareas extra que quieras pero jamás me quites alguna o encontrarás al día siguiente mi carta de renuncia en tu escritorio. Soy así. O me tomas o me dejas.

Obviamente se refería a tomarla como empleada pero el subconsciente de la joven no pudo más que burlarse del doble sentido. Más aún cuando Ranma respondió con total franqueza.

-En estos momentos no estoy en condiciones de perderte.

Nuevamente, se refería a no perderla como empleada. La mente subyacente de Secretaria Cuatro, aquella que unía palabras sueltas y fuera de contexto guiada por el amor y no por la cordura, interpretó la frase en su sentido amoroso no literal: que sin Akane no podía darse el lujo de perderla también a ella.

-Pues entonces…con permiso –le dio un empujón y se escurrió dentro de la mansión presidencial antes de que se lo pudieran impedir.

Durante la primera noche, Secretaria Cuatro se entretuvo memorizando los ángulos de las quince cámaras y repasando una a una las imágenes que por ellas salían. Durante la segunda, redujo el escrutinio a solo siete. A partir de la quinta jornada nocturna solo se centró en una, la que le permitía espiar a todas horas el tormentoso sueño de Ranma.

Cuando pasadas las tres de la mañana de la décima noche, el Primer Ministro comenzó a arrancarse pelos de la cabeza, tirar manotazos de ahogado por la cama y dar tantas patadas al aire, que a los pocos minutos cayó rendido y medio desnudo (los botones del piyama ya comenzaban a falsearse), Secretaria Cuatro ingresó por primera vez en la habitación sin saber bien qué hacer. El corazón le daba golpecitos en el pecho por dentro como los que ejerce el trote de un potrillo sobre el suelo cuando la impaciencia por llegar a destino le domina. La piernas, a si mismo, se movían a ese mismo frenético ritmo, totalmente sincronizadas con los latidos. Como dije: no sabía bien qué hacer, pero ya su mente le advertía que Cupido había pasado a fase dos y que, por tanto, salir virgen de aquel cuarto dependía más del recato del Primer Ministro que del suyo.

-¿Se…se encuentra…bien?

Nada, Ranma por fin había agotado sus fuerzas. Reposaba en el suelo, sentado y medio despatarrado. Secretaria Cuatro pensó en dejarlo así. No era su culpa si se resfriaba o si luego le dolía la espalda. A lo sumo, lo sería de la otra. De la ausente cuya tan presente ausencia descontrolaba la cordura del Ranma y como daño colateral no deseado, la suya también. Al final, meneó la cabeza dos veces, juntó fuerzas y coraje de donde pudo y se puso manos a la obra. Primero, lo más delicado. Le cubrió los hombros y parte del brazo que había huído de la protección de las ropas. Sus músculos, sorprendentemente grandes para un político, se negaban a resbalar con suavidad, así que tuvo que sujetarlos con fuerza y tironear de ellos con leves caricias para no despertarlo hasta que por fin, la parte superior del piyama estuvo en su sitio. Luego, limpió el sudor de su frente con el citado pañuelito y por fin, con más convicción amorosa que fuerza, parodió la escena nupcial de llevar a la pareja en brazos hasta la cama. A escasos centímetros de cumplir con su cometido, descubrió que Ranma era enorme e imponente, mucho más dormido que despierto y que la convicción sola no bastaba para realizar semejante proeza de transportarlo con sus frágiles bracitos, por mucho que apretara los pechos y la cintura contra su cuerpo. Al final se derrumbaron los dos sobre la cama. Ella jadeante y agotada. Él sudoroso otra vez, ceñofruncido y gimoteante…

Al día siguiente nadie habló del asunto pero el Primer Ministro se mostró más cordial y alegre que de costumbre. Relajado y fuerte. Como antaño. Recompensa que le llenó el ego enamorado a Secretaria Cuatro y que le hizo prometerse a si misma y a espaldas de la consciencia, que por Ranma Saotome haría lo que fuera durante las noches. Tonta promesa que cumplió desde entonces en forma de esporádicas visitas nocturnas para limpiarle el sudor, acomodarle las mantas y si el valor era suficiente, reposar los labios sobre su frente por unos instantes.

Y ahora por fin, al ser formalmente rechazada, ambos consciente y subconsciente de la jovencita virginalmente despechada se dieron la mano y tramaron una venganza acorde al sufrimiento que le habían causado: exponer a la luz lo que todos ya sospechaban pero solo ella sabía a ciencia cierta. Regresó a su casa casi abandonada, puesto que se pasaba las noches en la mansión presidencial y los días trabajando, buscó sus mejores vestidos y se los probó uno a uno hasta dar con el que le parecía que destacaba más su radiante figura, uno sencillo de seda cuyo rebelde dobladillo cubría poco menos de las rodillas. Para cuando, llegó a la emisora pro-Toyama elegida para arrojar la bomba de estruendo política, descubrió con horror que se había dejado estar empolvándose la nariz y cambiándose de ropas. Ya Ranma Saotome, Primer Ministro, aparecía en todos los monitores anunciando por cadena nacional su ruptura matrimonial y con estúpida sinceridad, explicaba una a una las razones que les había llevado a tal fin. Cuando Secretaria Cuatro vio su rostro tan serio y sereno, su traje azul marino y sus ojos también azules mirando al infinito más allá de las cámaras, no pudo evitar que las lágrimas cayeran a borbotones.

-¿Qué he hecho?


Una hora después, Nabiki llegaba a la conferencia de sardinas intentando disimular su mal humor, estrategia que se vino abajo, apenas ingresó en el mismo cuartito lateral de hacía seis meses y pegó un portazo, cuya onda expansiva rompió tres cristales del exterior.

-Lo siento –dijo Ranma con tono neutro-, esta vez has llegado tarde.

-He guardado silencio hasta ahora por respeto pero viendo que tu plan de acción consiste en autodestruirte y por el camino, hacerlo conmigo también, te lo diré sin rodeos: solo tú, Ranma eres tan tonto para romper con Akane…se suponía que hablárais de lo vuestro…no que rompiérais.

-Hablar con Akane no es mi fuerte.

-Tampoco la política. ¿A santo de qué confiesas algo así y encima diciendo la verdad? Te destrozarán: por no querer tener hijos, por separarte de tu mujer. Por ocultarlo seis meses.

-Lo sé.

-¿También sabrás que has convertido a la número cuatro del partido, la que más sabe de ti, luego de Akane, tú y yo, en nuestro enemigo?

-Da igual. De todos modos pensaba renunciar. Si lo hago antes o después, dependerá de la reacción del pueblo japonés.

Nabiki llevaba un vestido rojo, una rosa en el pelo, también roja y unos zapatitos amarillos. En aquel momento, producto de su furia inusual, solo podía distinguirse en ella una masa amorfa roja como la de un tomate, coronada por abajo por sendos puntitos dorados.

-Y digo yo, no sé, tal vez…. ¿No hubiese sido infinitamente más fácil y provechoso decirle la verdad a mi hermana? Las tonterías no tienen mayores consecuencias a los dieciséis. Como adulto, ya ves lo que pasa si mareas la perdiz: te quedas sin trabajo, prestigio, mujer ni amigos.

-¿Qué querías que le dijera entonces? ¿Que le acuse así, sin más, como quien no quiere la cosa, de haber tenido dos bebés cuando era Yuko y no me recordaba? Si ni siquiera los recuerda a ellos.

Nabiki, que antes estaba tan colorada como un tomate, demostró a los escépticos que existe aún un tono más rojo que el de aquel vegetal y era el que teñía su cara en el momento de responder.

-No insistas con esas tonterías, Ranma. ¿Cómo va a haber tenido hijos siendo Yuko? ¡Es Akane, por el amor de Dios, la misma que tardó toda una vida en confesar su amor hacia ti!

-También es la mujer guapa y atractiva que cautiva almas y corazones con una sonrisa. Imposible que nadie se diera cuenta y no intentara aprovecharse de su ingenuidad.

-Aún así –argumentó Nabiki que decididamente tenía ganas de tomar prestado el mazo de su hermana y encajárselo entre ceja y ceja-, aún de haber habido pretendientes…

-Los hubo seguro –interrumpió Ranma mirando para otro lado-. No como vidrio.

-Aún de haberlos –prosiguió Nabiki con su lógica-, Akane les habrá rechazado. Te fue fiel seguro.

-Akane sí, Yuko no lo sé. No tenía a quién serle fiel.

-Pero es tan timorata. Caer en las redes de otro hasta quedar embarazada, me parece imposible.

-No creas. Aunque me cueste aceptarlo hay hombres que no son como yo, hombres que en lugar de pensar las cosas necesarias para conquistar a su presa pero no decirlas por vergüenza, las dicen sin pensarlas de verdad y con total desvergüenza.

-¿O sea que le escuchas hablar en sueños sobre bebés perdidos y ya piensas que Akane esconde algo?

-Akane no… ¡Yuko! ¡Yuko esconde algo!

-Lo único que esconde es una pesadilla.

-Repetitiva. Diaria. ¡EXACTA! No es un sueño. Son recuerdos traumáticos. Lo he hablado con Tofu. Cuando era Yuko soñaba con su vida pasada de Akane de la misma manera. Según los padres adoptivos se despertaba todas las noches aporreando a un imaginario "baboso tri-prometido". ¿Te suena de algo? Y ahora que es Akane pues lo hace a la inversa, con sus tráumas de Yuko. Al quinto día de oirle divagar en sueños me fui derechito a la costa para hablar con los únicos que saben la verdad, los que le acogieron cuando sufrió el naufragio. Me atendieron muy bien. Como excelente anfritriones. No siempre viene el Primer Ministro a visitarte, por mucho que seamos familia desde un punto de vista formal. Cuando les pregunté por esos tráumas…miraron para otro lado, cambiaron de tema y de pronto se mostraron muy ocupados. Al final no pude sacarles nada salvo la evidencia de que había tocado un tema especialmente doloroso.

Nabiki volvió a aconsejar a Ranma, esta vez, con menos energía. Le había parecido tan ridícula la historia y le conocía tan bien, que había deducido que se trataba de un malentendido de los de siempre. Jamás había sospechado que efectivamente, Ranma se hubiese tomado el trabajo de comprobar la teoría y esta fuera verdadera.

-Habla con ella, entonces. Dícelo. Si efectivamente ha perdido dos fetos a mitad de embarazo en el pasado y no lo recuerda…ahora volverá a sufrir con el tercero. Entiendo que no quieras pasar por ese dolor pero no dejes que lo haga ella.

-Ya se lo he dicho. Lo ha entendido, ha llorado hasta deshidratarse y al día siguiente lo ha olvidado todo. Normal, teniendo en cuenta que le ocurrió a Yuko, su personalidad anula tráumas.

-Pues algo habrá que hacer.

-No es mi problema. Es el del tonto que se enamore ahora de ella. Y ahora si me permites…voy a anunciar que renuncio.


Una vez de regreso frente a las cámaras, Ranma se acomodó en su sitio tratando de no demostrar el más mínimo síntoma de nerviosisimo. Era su fin pero lo haría con hidalguía y dignidad.

A escaso metros, enlatada entre cientos de sardinas, Nabiki presenciaba el nefasto discurso con cara de preocupación. Algo raro se olía en el ambiente. No se lo decía su intuición. Se trataba de algo mucho más profundo que le calaba en el centro del estómago y le enfriaba todo el sistema digestivo. La situación se había torcido para peor, si aquello era posible. ¿Pero cómo? ¿Por qué?

-Señor Primer Ministro, ¿tiene algo que declarar sobre los supuestos mensajes de texto entre usted y la Primera Dama que se han filtrado por Internet hace instantes?

Nabiki cogió su smartphone y recuperó la información en un abrir y cerrar de ojos. Era su conversación. La que usó para manipular a Akane. Solo que a la luz de los últimos acontecimientos parecía real ya que la fecha se había cambiado a la de hace un mes. Si lo dejaban estar así, Akane quedaría como una adúltera que había practicado aborto y provocado la separación y si no…tendrían que confesar lo de la base militar. En ambos casos, punto final a su vida política y hazmerreír del planeta entero.

Ranma Saotome, Primer Ministro a punto de renunciar, pestañeó una vez, dos y a la tercera, comenzó a hablar.

Fin de la segunda parte.


Tranquilos. Por supuesto que tengo un final feliz pensado para esto. No soy tan irresponsable…además, lo dejé justo cuando iba a pronunciar su discurso y ya sabéis: Ranma lo arregla todo hablando…estem… ¿lo de las alucinaciones, sueños, amnesias generalizadas y demás soluciones fantásticas ya está muy usado, no?

PS: ¡Dios! He despedido también a Wu-Bei y sigo vivo. ¡Qué miedo me dio! Pero había que hacerlo. No tengo corazón para separarlo de Ibuki.


Historia bonus

Mi tercer enemigo social (sí, tengo muchos)

Como todo escritor distraido que se precie tengo pésima memoria para las caras, los nombres y las fechas pero muy buena para las historias. En general no suele ser muy traumático, salvo cuando confundo más de diez veces seguidas al padre de un alumno con otro…la de veces que se me habrá acercado un desprevenido para hablarme durante horas sobre su "hijo" y repitiendo porque en casa mi "hijo" esto y mi "hijo" lo otro y yo pensando para mis adentros: ya, ya es tu hijo pero cómo se llama, cuál de todos es. Como decía, salvo estos ligerísimos incidentes suelo sobrellevar bien mi incapacidad de distinguir a unas personas de otras (¿Será por eso que me imagino que Rumiko dibuja a todos igual?). El problema ocurre cuando…se mezclan mis dos cualidades. Cuando se me presenta una de esas personas de historias repetitivas hasta el hartazgo. Y claro, normalmente como no les reconozco hasta que empiezan a contármela, no tengo cómo escapar de ellos.

Hace unos dos años aproximadamente estaba cómodamente esperando que llegara el tren cuando un señor mayor de esos que tienen el gesto duro por la edad pero que sonríen fácilmente en cuanto se sienten distendidos, me contó una bellísima historia local de aquellas que difícilmente se encuentran en otro sitio que no sea el boca a boca.

-Muchacho –me dijo-, ¿conoces al vendedor de tickets de la estación de trenes de Satan City?

-Sí, claro, es el de la siguiente estación. Es muy anciano pero creo haber hablado con él un par de veces.

-Ese mismo. En realidad ya no trabaja más allí. Por su edad le han obligado a jubilarse. El verdadero vendedor es el hijo que ha `heredado´ el puesto. Suele pese a todo, dejar que su padre trate con los clientes más que nada para mantenerle entretenido. Y un poco también porque la gente de por aquí es muy cabezota y lineal. Cuando ven al hijo atendiendo, por muy hábil que sea en su trabajo, siempre le preguntan: ¿no está tu padre?

Sonreí. Era una buena historia, teniendo en cuenta que describía perfectamente la particularísima forma de ser de mi queridísimo habitat adoptivo. Solo que no terminaba allí. En seguida puso el gesto serio de vuelta, ese que se había ablandado al verme reir y se había contagiado de mi risa.

-¿Ve esa especie de jaula colgante de allí, donde descansa la réplica de la Virgen del Pilar?

-Sí -repuse.

-¿A cuántos metros calcula que nos encontramos?

-Yo diría que a ciento cincuenta.

-En Satan City hay otra igual. Cuando era joven como usted, me encontraba con mi maestro esperando allí el tren, igual que nosotros ahora y a la misma distancia, cuando me la señaló. También había una especie de reproducción de la Virgen del Pilar solo que hecha de cera y a tamaño natural. Yo le dije "qué bonita estatua. Parece viva". Entonces el maestro me miró con esta misma cara de tristeza que tengo yo ahora y me repuso: "parece viva porque está viva. Es la hija del vendedor de tickets. Tiene parálisis cerebral. El padre la deja allí todos los días para que admire el paisaje. Es casi el único entretenimiento que tiene, hacer de estatua mientras contempla anochecer tras anochecer".

-Oh, algo así solo podría pasar aquí –le dije.

-Efectivamente solo aquí somos tan brutales y sensibles al mismo tiempo. Encarcelada como un muerto en vida para vivir como un poeta que se alimenta de la belleza del paisaje. Y ahora su hermano, es el nuevo vendedor de tickets.

Hasta aquí una conmovedora historia que retrata a los aragoneses a la perfección. Una semana después, sin embargo, me lo volví a encontrar en idénticas condiciones.

-Muchacho –me dijo- ¿conoces al vendedor de tickets de…?

-Sí –le interrumpí-, ¿se acuerda de mí? ¡Me contó la historia la semana pasada!

-Ese mismo. En realidad ya no trabaja más allí. Por su edad le han obligado a jubilarse…

-Sí. Sí –volví a interrumpirle-. Una historia bellísima. La niña con parálisis cerebral…el paisaje. Los aragoneses pintados en su máxima expresión.

-…el verdadero vendedor es el hijo que ha heredado el puesto. Suele pese a todo, dejar que su padre trate con los clientes más que nada para mantenerle entretenido. Y un poco también porque la gente de por aquí es muy cabezota y lineal. Cuando ven al hijo atendiendo, por muy hábil que sea en su trabajo, siempre le preguntan: ¿no está tu padre?

Y volvió a relatarme la historia entera y así viene haciéndolo desde hace dos años cada vez que me encuentra. Ahora ya no le interrumpo más. Escucharle como si viviéramos en un bucle eterno, es el precio a pagar por conocer su cuento real.

Diferente y muy diferente es cuando me pasa exactamente lo mismo con la gente que me cuenta sus problemas triviales como la hija que le salió medio p&ta o el vecino que le roba la correspondencia. A estos les huyo como a la peor plaga. No existe "ajá" que valga ni mayor trascendencia en sus historias salvo la eterna repetición. El conflicto nunca se soluciona. El narrador nunca abandona su angustia y el receptor cada vez logra disimular menos la pereza que le da perder tanto tiempo de su vida para oir un desenlace que ya conoce.

Yo por suerte soy diferente. Nunca repito personajes ni escenas. Desde aquella primera vez que mandé a Akane al hospital allá por el lejano capítulo nueve, no volvió a enfrentarse a ninguna enfermedad o contratiempo médico. No, no. Para nada. A propósito, ¿os conté la historia de cuando conocí a Minefine7?

Fin de la historia bonus.


Comentarios

Estimada Shiroki-San. Es muy "injusto" lo que me has hecho. Soy una persona muy ocupada. Eso de obsesionarme leyendo libros interminables es muy bonito pero poco práctico dadas las circunstancias y sin embargo, aquí me tienes leyendo El clan del oso cavernario, siendo perfectamente consciente de que luego me quedan cinco sextos de tarea pendiente. Ahora hablando en serio, gracias por la recomendación. Cuanto más largo un libro, no necesariamente mejor, pero si es bueno…mejor que sea largo.

Estimada Majomich. Lo siento, Ranma se retractará recién en el próximo capítulo. Espero tu versión corregida con curiosidad.

La Biblia es un libro importante que hay que leer aunque obviamente opino lo mismo de ese libro que de los fics. No debe ser la única lectura ni puede reemplazar a los clásicos.

Estimada Ai. Hoy no apareció Akane, así que supongo que seguirás en ascuas. Gracias por la idea para el nombre. Al final me decanté por dejarlo en mayúsculas como si "Secretaria" fuera su nombre y "Cuatro" su apellido.

Tu historia bonus: buena forma de resolverlo aunque a mi me cuesta mucho.

Para A la dereiva en el Más Allá, no me basé en nada en especial. El tema me atrae. La Divina Comedia. Laberinto de Fortuna y muchísimas películas. Además es un tema que ya he tomado en otras historias propias y también en Ajedrez contra la Muerte.

Estimada Yusuf-Dem-Parim13. ¿Tienes un mazo personal? Mejor no hacerte enojar. Ya mismo le digo a Ranma que arregle todo con Akane rapidito rapidito.

Estimada angelikitap4emmett. Bienvenida. Te esperaba. Ya te pondrás al día poco a poco.

Estimada minefine7. ¿Te cae mal Secretaria Cuatro? Seguro que sos la única…

Estimada RosemaryAlejandra. Nabiki es muy graciosa. Y Akane celosa. Pero sobre todo Nabiki. Ha sido una forma de hacerlas interactuar en la manera que mejor se desenvuelven.

Estimado LuyyiAVG (cap. 70 y 71). Bienvenido, por segunda vez. Cuando leí el comentario corto me dije: pobre LuyyiAVG. Se ve que realmente está ocupado, cansado y con poco tiempo. Luego en el 71 sí que reconocí al gran comentarista de siempre.

La premisa de mis fics es siempre la misma: resolver en un par de capítulos lo que no se resuelve en cientos del manga. Por tanto, hace falta salirse de los personajes. Que luego yo aproveche esa excusa para salirme mucho de los personajes ya es ooooootro tema.

PS: Ya has dado el paso más importante para escribir: reconocer el abismo que hay entre lectura y escritura. La segunda es infinitamente más sacrificada.

Un saludo a todos,

Leandro-Sensei.