Disclaimer. Rumiko Takahashi no me pertenece. A lo sumo pertenecerá a sus padres.
Hoy tocaba un fic de corte humorístico y paródico. De hecho ya lo tenía medio redactado cuando me topé por la web con la nueva entrevista que decidió conceder la genial autora de los personajes que nos desvelan. Por esa razón, aunque mi japonés no es muy bueno, me he abocado a su traducción para compartirla con todos ustedes. Espero que la disfrutéis tanto como yo.
Una entrevista a Rumiko Takahashi.
Por Makoto Arato y Miko Daishi
Suelen creer los lectores con mayúsculas, aquellos que disfrutan de verdad del acto sublime de sentar el cuerpo para dejar volar la mente, que el arte es el reverso exacto del capitalismo. Que crear historias bellas y atractivas se opone al mero hecho acumulativo. En suma, que un autor jamás y de ninguna manera, mancharía su alma, aquella que creó tan hermosas historias, con la vil tentación de recaudar dinero. Por esta razón imagino yo -para no desengañar a su fiel público-, la majestuosa mansión de Rumiko se levantaba en algún lugar perdido de Japón, tan recóndito y oculto que solo un selecto grupo de íntimos la conocía.
Aún hoy se rumorea que cuando se construyó semejante joya de la arquitectura moderna, los más famosos lingüistas japoneses se vieron en la obligación de realizar una reunión de emergencia para redefinir la palabra "lujo". Dicen las leyendas que incluso las secciones más excretables de la vivienda, como el polvo que se colaba por las ventanas abiertas y que un mayordomo recogía con una pala dorada, estaban compuestas de materiales preciosos. La tierra del jardín consistía en un fínísimo polvo de diamante. Los troncos de los árboles eran de plata, las hojas, de jade y los frutos, rubíes.
Hace exactamente un mes, en el centro exacto de aquel paraíso en la Tierra, Takahashi-Sensei nadaba como una niña en su enorme piscina de monedas de oro.
-¡Yusuf –exclamó de pronto-, algo raro ocurre con las aguas!
El mayordomo, un hombre alto y un tanto fornido para el trabajo, vestía un impecable traje negro, del que asomaba un pañuelo blanco sobre el bolsillo izquierdo. Por lo demás casi no se distinguía algún rasgo suyo de los esperables en una servidumbre de alta alcurnia. Guantes de seda a juego con el pañuelo, una mirada despectiva que se sincronizaba muy bien con la de los invitados de renombre y unos gestos finos ensayados durante horas y horas en su juventud. Quizá lo único radicalmente original era la total confianza de la que gozaba y que, entre otras cosas, le valía para ser el único sirviente de la casa.
-Le aseguro, señora, que he frotado las piezas de oro con el cepillo plateado una a una.
Rumiko chapoteó un rato cogiendo puñados de uno y otro sitio para dejarlos escurrir entre sus dedos a continuación.
-Aún así…no sé. Es como si algo no fuera bien…las siento, diferentes…me cuesta menos hacer pie. A lo mejor he crecido algunos centímetros sin darme cuenta.
-No, señora, es que el nivel ha descendido.
Rumiko esbozó una medio mueca de disgusto. Por fin, y luego de varias décadas, su peor pesadilla se hacía realidad. El público, aquella masa amorfa e imprevisible, por fin se había liberado de su yugo y ataduras mentales.
-¡Ya sabía yo que no podría mantenerlos traumatizados por siempre! Se han resignado, ¿verdad? Buscan consuelo en otros mangas y en novelitas rosas occidentales…
-No, no, señora –aseguró el mayordomo-. Los productos de Ranma ½ se siguen vendiendo muy bien. El problema es con Rinne…la gente se queja. Dicen que son los mismos chistes de Ranma, trasladados al universo de Inuyasha. En fin, que es repetitivo.
-Si, ya. ¿Y? Siempre he sido así. Siempre. Lo bueno, si repetido, dos veces bueno.
-Además, ya sabe… Terminan Bleach y Naruto. Se encuentran en su pico de popularidad.
La mano de Rumiko se movió de arriba hacia abajo en señal de desdén.
-Pssst. Aficionados.
-En realidad, con Naruto se ha armado un gran alboroto. En un capítulo lo empareja claramente con Hinata y al siguiente lo hace con Sakura. Los pros y antis no hablan de otra cosa. Se especula incluso…con un final abierto en el apartado amoroso, una vez vencidos los enemigos.
-P-pe-pero…¿profileración de candidatas? ¿Final abierto? ¡Yo inventé todo eso…! Habrá que demandarle…
-No lo sé, señora. Un verdugo demandando a otro por copiar sus métodos de tortura. No creo que le sirva para recuperar popularidad.
Rumiko asintió con la cabeza. Yusuf, su mayordomo y mano derecha, había dado en el clavo. El problema radicaba en su nivel actual de fama.
-¿Cuánto dices que han descendido las aguas?
-Un 0,000000000000001%.
-¿Tanto? ¡Intolerable! Habrá que tomar medidas extremas…yo…no quería hacerlo pero…seré valiente. ¡Daré una entrevista!
Una semana después un servidor, Makoto Arato, se acercó, mapa en mano, a la formidable mansión de Rumiko Takahashi. Luego de superar una rigurosa selección en la revista en que trabajaba, la lista de candidatos a entrevistarla se había reducido a dos personas: Miko, mi redundante ex, y yo. Al final, nos enviaron a ambos –a mí, micrófono en mano y a ella, cámara al hombro-. Las instrucciones eran muy precisas: realizar una entrevista corta y sencilla para cumplir. Evitar en todo momento sus excentricidades, pues se rumoreaba que había perdido uno o dos tornillos, a fin de garantizar la concreción del trabajo. Aquella sería nuestra única y máxima prioridad. Obtener un buen titular o primicia sería un bonus extra del que podíamos disfrutar pero que no teníamos la obligación de conseguir.
-No entiendo por qué los periodistas del periódico te encargaron el cargo de entrevistador de la entrevista a ti –protestó Miko haciendo gala de aquel refinado léxico repetitivo del que tontamente me había enamorado meses atrás.
-Machismo puro, amiga mía –le contesté-. Machismo puro. No tiene nada que ver con tus cualidades orales.
Oída mi respuesta, las expresiones de Miko se compungieron un poco. A lo mejor detectó la ironía de mi respuesta. O quizá, tal vez, le molestó el apelativo elegido. En ambos casos, me convenía guardar silencio y eso hice el resto del viaje. Desde que habíamos roto, no habíamos vuelto a vernos la cara por más de unos meros instantes, a pesar de que trabajábamos en el mismo sitio. Mucho menos habíamos hablado o recuperado una cordialidad en el trato aunque fuese falsa. Si no hubiese sido porque se trataba de Rumiko, nuestra mutua obsesión secreta, jamás hubiesemos aceptado compartir un encargo así. Y en ese entonces…al hablar, quizá todavía se me atragantaba su tendencia a repetir las cosas, pero callada…¡Qué bella era! Si tan solo mi cabeza de aquel entonces hubiese sido menos perfeccionista con el lenguaje…pero, ¡qué demonios! ¡Era periodista! ¿Cómo se suponía que obviara algo así? Frases como "late mi corazón con latidos de amor" me causaban risa. Y aunque no dijera nada, ella al rato caía en la cuenta y se enojaba conmigo…por decírselo o no decírselo según la ocasión. Hiciera lo que hiciera, al final se quejaba justamente de mi por reirme de ella en voz alta o en voz baja.
Ya en el exterior del emplazamiento de más de cinco kilómetros de diámetro, volvió a dirigirme la palabra: "¿Entramos dentro?" –interrogó. Asentí con la cabeza y comenzamos a aproximarnos a la casa de Rumiko, "una lujosa construcción construida lujosamente" en palabras de Miko, mientras bordeábamos una serie de altas verjas, un tanto puntiagudas en sus extremos. Por primera vez, pensé que semejante arte en la decoración exterior quizá delatara cierta paranoia de sus habitantes al exterior. Aunque luego deseché la idea. Miko iba contándolas encantada: "uno, dos. Y otra vez, uno, dos", cuando sobre la pared más lejana, la que finalizaba el trazado, se pudo visualizar un enorme hueco de dos metros entre la pared y las lanzas metálicas (que hasta ese punto se alternaban cada 15 centímetros). Descuido del arquitecto en la clausura de la red protectora que permitía el ingreso a cualquier caco.
Más adelante, atravesamos un precioso jardín repleto de la más exuberante vegetación y varias estatuas con todo tipo de motivos, dioses griegos: Afrodita y Atenea, las estaciones: primavera, verano y otoño –de invierno solo quedaba el pedestal vacío- y también los pecados capitales.
-Lujuria, Gula, Avaricia, Ira, Envidia y Soberbia –leía Miko las placas de cada pecado mientras avanzábamos.
-Falta "Pereza" –advertí-. A lo mejor les dio fatiga esculpirla.
Miko se llevó un dedo a la frente. Quizá fuera excesivamente redundante, pero además de bella no le faltaba tampoco inteligencia.
-Para mí está muy claro. Claramente no hay descanso para los incansables mangakas creadores de mangas.
-Puede ser –le respondí- aunque no sé…nunca se ha destacado Rumiko por su sutileza…
Nos pasamos los siguientes diez minutos debatiendo sobre si tal o cual pasaje de los 38 tomos de Ranma ½ se trataba de una serie de bromas hiladas con sutileza o no –nuestro pasatiempo favorito de antaño, de cuando éramos felices juntos-, hasta que por fin, atravezados un gran mausoleo y dos pequeños anfiteatros, arribamos a nuestro destino, la puerta de entrada de la mansión propiamente dicha.
Nos atendió Rumiko en persona. Sus inconfundibles gafotas de lentes redondeadas, su pelo lacio y corto al estilo Akane y su sonrisa siempre amplia y amable le retrataban perfectamente. Se trataba de la original e inimitable. Desde luego, Miko disfrutaba de la escena de la misma manera que yo. Quizá al director le diera igual lo que ocurriese allí, ¿pero a nosotros? Idolatrábamos a la sensei desde pequeños. Que nos asignaran semejante trabajo equivalía, ni más ni menos, a obtener el premio gordo en la lotería. De hecho, Miko, se arrodilló sin llegar a decir ni "hola".
-Maestra, es un honor.
-También lo es para mi –agregué manteniéndome de pie.
No sabría decir a ciencia cierta si ocurrió de verdad o me lo imaginé, impactado por el shock de conocerla por fin pero, fue vernos, y literalmente desaparecer de su posición y teletransportarse hasta la nuestra en cuestión de un pestañeo.
-¡Oooooh! Pero si sois una pareja adorable. ¿Estáis comprometidos? ¿Te gusta ella pero te da vergüenza admitirlo? –me dio un codazo en el estómago-. ¿Y él? –se dirigió a Miko-. ¿Parece que nunca se va a decidir por ti? ¿Te causa excitación, vergüenza y celos con cada palabra que pronuncia? Contestad…contestad…ohhhh, os habéis quedado en silencio. Sóis tímidos. ¡Mis preferidos!
-Verá –comencé a responder-. Siento romper con sus expectativas. La verdad es que Miko es mi ex. Nosotros…lo intentamos y no funcionó…
-Sí -agregó Miko-, llegó el momento en que le besaba con mis labios y no sentía nada.
-Pero vamos a ver, Miko –le encaré furioso por airear una intimidad así-, ¿es que acaso se puede besar con otra cosa que con los labios?
-Ya estamos…repitiéndote otra vez con el tema de las redundancias. De tanto repetírmelo, el redundante eres tú.
Rumiko nos miraba pelear como Ranma y Akane con un brillo especial en los ojos. Yo diría que disfrutaba. Como si yo todavía sintiera algo por ella y me negara a aceptarlo o peor aún, aquello le ocurriera a Miko por mí.
-Muchachos, dejad de discutir y pasad. ¿Sabéis? En la vida real, las peleas no deben extenderse mucho o ya no resulta agradable –nos interrumpió la maestra con una sorprendente capacidad de discernimiento entre la realidad y la fantasía.
-Discúlpenos –respondimos al unísono-. No hemos podido evitarlo.
-¡Ohhh! –dio saltitos en el aire con uno y otro pie mientras juntaba ambos puños a la altura del mentón-. Y ahora respondéis juntos. Chicos, estáis destinados. Pasad, pasad…
He de reconocer que la situación entera me provocaba una jaqueca a niveles cósmicos. Rumiko en persona insinuando cosas y Miko tan fiera y guapa como no le había visto nunca…creía que estaba a punto de caer de la confusión…y eso mismo es lo que hice: caerme. Para ser sinceros, iba caminando, y trepando la escalerilla que separaba el comedor de la sala de estar sin prestar mucha atención, ensimismado en mis problemas y cómo ocultarlos justamente ante Miko, la causante de ellos, y la gran Rumiko. Quizá por eso, no reparé en que a la escalerilla le faltaba el último escalón.
-Caramba…-exclamé- pero si falta un peldaño.
Rumiko se ajustó las gafotas sobre su apéndice cerezal (así llama Miko a las narices pequeñas, costumbre que se me pegó) y observó detenidamente la escalera.
-¿Dónde?
-Aquí, -le señalé el sitio exacto a menos de dos centímetros de sus ojos- ¿no lo ve? ¡El último de todos!
-Lo siento, chico. Para mi esta escalera está completa.
-Pero si…
Miko me tapó los labios con su dedo índice y me susurró al oído palabras cuyo contenido casi no pude descifrar, dado lo acalorado que estaba por la escena que protagonizábamos y por la cara de `Kasumi´ que ponía Rumiko al vernos así.
-Recuerda lo que nos recordaron al salir: no contradecir ni llevar la contraria al sujeto de nuestra entrevista durante la entrevista.
Al rato, los tres, no sin dificultad recuperamos la compostura y nos sentamos a ambos lados de una mesita de madera.
-Espero que halláis venido a entrevistarme sobre Rinne. No soporto a los que me preguntan sobre el final de Ranma ½.
-¡Sí, claro! –exclamó Miko con tanta falsedad que hasta daba ganas de mandarle a tomar clases de teatro-. Rinneeeeee. Me encanta ese manga.
-Pero antes de empezar –volvió a dirigirse a mí-. Chico, te veo pálido. ¿Deseas un filete?
-¿Un filete? ¿A esta hora? No sé…nos había invitado a desayunar…
-Buahhhh, ahora te entiendo Miko. Este desalmado es igual que mi novio de la adolescencia. No le gustaba que le cocine. Decía que era una pésima cocinera…¿tenéis idea de lo que me costó deshacerme de ese trauma? Eso sí, soy una profesional. En mis mangas no he permitido que semejante dolor aparezca reflejado en ningún personaje…¿entonces…les cocino un filete o no?
-Claro –repuso Miko-. Al anémico le vendrá bien tratar un poco la anemia con un filete fileteado por usted.
-Bieeen. En el libro de cocina dice que hay que dejarlo a la plancha 5 minutos. Así que lo dejaré 2 minutos.
Miko y yo nos miramos al mismo tiempo, extrañados. ¿Habíamos oído bien? ¿Se trataba de una broma o la maestra sufría efectivamente del legendario "síndrome de Rumiko"? El final de Lum y Ranma, la ausencia de la última estatua de los pecados y de las estaciones, el último peldaño desaparecido de la escalera, la verja sin terminar y ahora esto…
Efectivamente, al ratito no más, volvió la princesa del manga con un plato claramente crudo entre sus manos.
-Pruébalo. Pruébalo. ¿Te gusta? Mi noviecito adolescente siempre decía que soy una marimacho que solo valgo para escribir mangas. ¡JA! Si soy una excelente cocinera.
Intenté negarme con alguna excusa para advertir casi en seguida que me encontraba sumido en la escena ranmakanesca por excelencia. ¿Lo hacía a propósito? ¿O se había vuelto loca y me daría con un mazo si le rechazaba?
Mastiqué una masa chiclosa sin contestar hasta que Miko se apiadó de mí y decidió testear nuestra sospecha anterior.
-Maestra –le distrajo señalando la cocina para que yo pudiera escupir el trozo de carne que me estaba obligando a degustar-, ¿cuál es su postre preferido?
-No me gustan mucho en realidad. Con el primer y segundo plato me contento.
-¿Y ese puzzle? –señaló otra vez en otra dirección, hacia una mesita en donde reposaba la imagen casi completa de Pe-chan a la que le faltaban tres piezas por colocar-. Veo que ya le queda poco para terminarlo.
-No, si ya está terminado.
-Disculpe que le interrumpa –agregué yo-. Pero sin esas tres piezas…Pe-chan está incompleto.
-¡ES-TÁ-TER-MI-NA-DO!
-Ah, sííí, claro –exclamó Miko visiblemente enfadada por mi tozudez-. ¡Qué bonito!
-¿Verdad que sí? –repuso Rumiko-. Hasta los he puesto a la venta. Los Puzzles de Rumiko de 99 piezas. Son de 10 piezas de alto y 10 de ancho.
-Claro claro –insistí-. Muy bonito. ¿Aunque la gente no se traumará por la pieza faltante?
-No, no, que va. Según Yusuf, se divierten un montón fabricando ellos mismos la pieza que les falta. De hecho, la nueva web, `el puzzlefic´ tiene más de 20000 usuarios nuevos cada día.
-Es usted diabólica.
-¿Qué?
-Nada, nada.
Al final tuve que callarme y dejar que el resto de la entrevista la realizara Miko mientras yo me paseaba los ojos aterrados por el resto de la habitación. El temible síndrome de Rumiko, una enfermedad de leyenda que en teoría atacaba a una de cada cien millones de personas, se manifestaba por todos lados. Sobre un estante de la biblioteca descansaba los tomos de la enciclopedia Británica desde la A hasta la Y. Al piano le faltaba una tecla…ya podréis imaginar cuál. Los cadelabros de cuatro y cinco agujeros tenían puestas tres o cuatro velas, etc.
Y de fondo les oía completar el típico interrogatorio básico.
-¿Cuál cree que es la clave de su fama?
-El secreto del éxito es trabajar duro, las veintitrés horas del día, los seis días de la semana, los 11 meses del año.
-¿Cómo se lleva con sus compañeros de trabajo?
-Fatal, me invitaron a la fiesta de fin de año con un solo día de antelación y con todo el descaro de asegurar: "Este año le escribimos con tiempo esta invitación porque sabemos lo ocupada que está y lo demandante que es su nuevo proyecto. La fiesta se llevará a cabo a las 22 horas el último día del año en el Restaurante Oko". ¿Se lo imagina?
Tuve que cancelar un montón de actividades -mi agenda social es muy apretada- y salir a comprar zapatos y un vestido nuevo a las apuradas. Cuando por fin llegué, agotada pero radiante, en el Restaurante elegido no había nadie. Revisé el reloj por si me había equivocado pero no: eran las 22. Luego miré el calendario y tampoco había ningún error. Era el 30 de noviembre, último día del año. No solo cambiaron el sitio de la fiesta sin avisarme sino que además ni se molestaron en notar mi ausencia hasta que había pasado poco más de un mes. ¡Intolerable!
Luego comenzó a ponerse todo un poco grotesco. Miko no lo hacía mal pero Rumiko poco a poco fue perdiendo el norte hasta que acabó sacando unos muñecos de Ranma y Akane de sus bolsillos a los que les clavaba unas agujas vudú mientras exclamaba: "sufrid", "sufrid". Fue entonces que ingresó Yusuf en la habitación y nos pidió disculpas.
-Señora, ya son las 10 de la mañana. Es hora de su medicación.
Aproveché que el mayordomo perseguía a la mujer desquiciada por toda la casa como si fuera una niña que no quería bañarse para iniciar un aparte con mi bella Miko.
-¿Qué opinas?
-No me hables con tu boca. No estoy de humor para que me pongas de mal humor.
-No, no. No es un "te lo dije" lo que está en mi mente. No me malinterpretes.
-Claro que sí. Es muy claro. Siempre me decías que lo terminó así porque estaba loca de la cabeza. Muy bien, Makoto, tenías razón como siempre. Ya puede tu egocéntrico ego regodearse con regodeo en mi error.
Si sería testadura. Ya le había dicho que no iba de eso mi comentario. ¿Por qué las mujeres tenían que ser siempre así de complicadas?
-No está loca –intenté ser didáctico-. Tiene síndrome de Rumiko.
-Claro, Makoto, claro. ¡Ahora quieres hacerme decir que Rumiko tiene síndrome de Rumiko para reirte de la redundante! Pues no te daré el gusto.
-Pues lo tiene. Redundante no sé si seas o si será un defecto tan terrible…pero a cabeza dura no te gana nadie.
Rumiko volvió a materializarse a nuestro lado, mientras se frotaba el culo, en donde, de un certero pinchazo, le habían introducido la medicina.
-No peléis más. Ya os dije que en la realidad no es bonito. Dejad los malentendidos para quienes pueden aguantarlo.
-Sensei, disculpe que pregunte y prometo que no se lo contaré a nadie, es solo curiosidad de un fan: ¿le acaban de medicar contra el síndrome de Rumiko?
-¿Y qué si así fuera? ¿Lo publicarás en primera plana?
-No, el éxito profesional en este momento me da igual. Pero si fuera cierta esta leyenda…quizá lo fuera también la otra…la del final alternativo ultrasecreto de una de sus obras anteriores de muy inferior calidad a Rinne.
El rostro de Rumiko Takahashi se ensombreció. Como ya había manifestado de forma más que clara. Odiaba que le mentaran el final de Ranma y Akane. Más aún que indagaran por otro final diferente.
-¡Fuera de mi casa, insolente!
-Por favor –intentó defenderme Miko-. No es malo, solo un poco tonto.
-Lo sé. Tú también fuera. Me habéis agotado la paciencia.
Recorrimos buena parte del camino del exterior en silencio. Por momentos, Miko parecía un volcán a punto de estallar. Sabía que me lo reprocharía tarde o temprano. De hecho, yo mismo lo estaba haciendo mentalmente. Hasta que al final, lo dijo.
-Eres un idiota.
Sí, lo era. Tenía toda la razón del mundo. ¿A quién se le ocurría hacer ese tipo de preguntas? Y aún así, que me lo dijera justamente ella, me dolía. No porque pensara que ella también lo fuera como iba a proceder a insinuar a continuación, sino porque…se trataba de la persona de quien solo deseaba recibir alabanzas.
-Sí, lo soy pero por haber intentado algo con una marimacho como tú.
Ja, puñetazo a la cara. Miko odiaba que imitara a Ranma. No sabía bien por qué pero le ponía frenética.
-No te esfuerces. Nunca le llegarás ni a los talones.
Gran devolución. Sí que dolió. Pero no pensaba darme por vencido. No todavía. Si iba a perder mi trabajo -porque de seguro iban a echarme-, y si, por tanto, iba a dejar de tener ocasión de toparme con ella a cada rato, por lo menos me despediría de ambos, el trabajo y la mujer más guapa que hubiese conocido jamás, poniéndola de los nervios, tanto que no pudiera evitar mostrarme su faceta akanil.
-Fea. Mala cocinera. Poco femenina.
-Estimado Makoto, ya has hundido hacia abajo mi autoestima bastante. No prosigas por ese rumbo.
¿Estimado? ¿Ahora la redundante se la daba de cortés y distante?
-No, si me voy a hundir hacia arriba.
-Perdón, por ser tan redundante, don perfecto –apretó los puños por fin-. Si supieras que el amor es redundante, un eterno, te amo, te amo, te amo, quizá nuestros últimos besos no hubiesen sabido como besar a un pez pescado de pescadería.
Jaque mate. Me había destrozado. Yo creía golpear donde más dolía sin imaginar que una Miko furiosa era mucho Miko para mí.
-Adios, fue un placer conocerte.
Me volteé y comencé a alejarme. Pese a todo había cumplido con mi cometido. Una corriente de aire se le escurría por la fosa nasal izquierda generando un ligerísimo silbido. La cabellera revuelta como su alma y los labios, usualmente carnosos, apretados unos contra otros. Bellísima imagen de despedida que mantuve en mi memoria mientras seguía alejándome de ella irremediablemente. Unos kilómetros más adelante y ya a solas según creía yo, una voz conocida me interpeló.
-Muchacho, ¿a dónde vas si puede saberse?
-A mi casa –le respondí instintivamente a Rumiko sin reparar en que había aparecido de la nada y me cortaba el paso. De tan deprimido que estaba, hasta me parecía normal.
-No puedo consentir que esto termine así.
-¿Justamente usted viene a reprocharme el final poco bonito de una historia de amor?
-Sí, justamente yo. Fíjate lo patético que eres, que hasta a mí se me revuelve el estómago de verte así.
-Miko y yo somos incompatibles. Fin de la historia.
-De acuerdo, crío. Tú ganas…eres tan endemoniadamente terco como Ranma… hagamos un trato. Yo te doy una oportunidad de acceder al final alternativo de Ranma ½ y tú me la das de crear un final alternativo a tu historia.
Pestañeé cinco veces.
-¿L-lo dice de verdad?
-¡Dios! –volvió a exclamar mientras me rompía el imaginario pescuezo en el aire con un gesto-. Igualito que Ranma. Jamás aceptará que le gusta Akane pero si le hablan de curar la maldición, hará lo que sea. Acompáñame.
Y le seguí. Como bien había manifestado Rumiko, me ha había convertido en un hombre patético que para reconquistar a su amor recurría a la probadamente peor celestina de la historia. Recorrimos otra vez el jardín, esta vez en dirección opuesta.
-¿Por qué me ayuda?
-Ya lo dije. No soporto los finales incorrectos.
-Pues lo disimula muy bien.
Rumiko se volteó. Pese a todo seguía sonriendo.
-Me gusta ir contracorriente. En la fantasía el final feliz se da por sentado. De allí mis finales abiertos. En la realidad, un final feliz es un tesoro muy difícil de conseguir. Demasiado. Lo normal sería dejar que os separárais. Pero no lo dudes, si eso ocurre, no os volveréis a topar mágicamente el día de vuestro aniversario. En la realidad tú eres el autor y es tu trabajo hacer que el destino funcione.
Sendas lágrimas resbalaron por mis mejillas sin que llegara a darme cuenta de inmediato.
-¿Está insinuando que si Ranma y Akane fueran reales no terminarían juntos? No quiero vivir en un mundo así.
-Pues es en el que vivimos.
Seguimos caminando en silencio. Todos mis sentidos, neuronas y hasta los músculos se tensaban para impedir que la boca tirara todo por la borda. Imposible. Era un Ranma hecho y derecho. Tenía que preguntar. No podía evitarlo aún a sabiendas que quizás autodestruía mis últimas esperanzas de arreglar las cosas con Miko. Tenía que saber a qué se debía aquella tristeza en el alma de la maestra.
-¿Qué fue de ese novio de la adolescencia? ¿El que se burlaba de usted por cocinar mal?
-Nunca aprendió la lección. Siguió burlándose de los defectos de sus siguientes novias hasta que encontró una que le sonreía durante el día y le metía los cuernos por las noches. La gente real no cambia…¿por qué iban a hacerlo Ranma y Akane que son de fantasía?
Desde entonces busqué desesperadamente en mi mente una respuesta adecuada. Incluso estaba dispuesto a aceptar el final abierto de Ranma ½. Lo que no podía consentir era que mi idolatrada sensei, mantuviese esa visión pesimista del mundo, el amor y el destino. Desafortunadamente, nunca di con aquella frase que rebatiera sus dichos. Antes, llegamos a su casa y me guió hasta un cuadro enorme. Y detrás de él, la caja fuerte.
-Aquí se encuentra el tomo 39. No recuerdo nada de su contenido. Lo escribí llena de rabia y esperanza un día que soñé con él y sus burlas. Luego cerré la caja fuerte y cambié la combinación. Creía que la había memorizado bien: 3794367345398. Pero no. No abre. Desde entonces descansa aquí a escasos metros de mi pero sin que pueda acceder. Sé que existe y su mera existencia me reconforta, pero la pared que nos separa es impenetrable. Esto mismo te ocurre a ti con Miko. El final alternativo existe y está muy cerca de ti…pero ¿serás capaz de tirar abajo el muro que os separa a tiempo?
A continuación, hizo su aparición Miko por la puerta de la izquierda y acompañada de Yusuf. Este último le repetía a ella la misma explicación tan cual que me había dado la maestra instantes atrás. Luego, ambos anfitriones, la escritora de mangas y el sirviente, huyeron como almas que les persigue el diablo, no sin antes cerrar las puertas y echar el cerrojo por fuera.
-Parece que nos han encerrado –dije una obviedad para romper el hielo.
Y como respuesta obtuve una frase a la altura de su enfado y de mi cuestionable elección de tema.
-¡Redundante!
Le miré fijamente, tragué saliva y volví a hacer una pregunta redundante.
-¿Sigues enojada?
No respondió. No lo había hecho a propósito aunque desde luego, para ella y dadas las circunstancias, me estaba burlando. Más teniendo en cuenta la monumental cara de enfado que esbozaba ya desde antes de que preguntara.
-¿Sabes? –insistí-. No nos dejarán salir de aquí hasta que abramos la caja fuerte o hagamos las paces.
Ante su nuevo silencio, decidí avanzar yo mismo sobre el tema. Por suerte, la inmensa caja fuerte no parecía tan fuerte. Sin duda la habían construido con materiales resistentes y de forma bien hermética…pero se me ocurrían tantas formas de violarla sin recurrrir a la combinación adecuada… Todo lo contrario hacía la mente de Miko que buscaba acceder al tesoro de la manera tradicional, sin forzar las cosas. Recordé entonces la metáfora de Rumiko. A lo mejor éramos incompatibles precisamente por esa actitud mía de forzar las cosas a mi manera, en lugar de adaptarme a la situación. Dicho de otra manera y citando de vuelta a la maestra: la gente real no cambia. Y puesto que no cambia, lo único que quedaba por hacer, consistía en dejarme de ensoñaciones románticas ridículas y centrarme en lo importante: el final alternativo, ese mítico tomo que saciaría la curiosidad de millones, salvaría mi empleo y me procuraría fama eterna.
-3794367345398. Efectivamente, no funciona –dijo Miko-. La he probado del derecho y del revés.
-A lo mejor ha confundido un número y el resto está bien. Será cuestión de probar una a una las posibilidades. Empezaremos invirtiendo los 6 y los 9.
Una hora después, a mi me daba vueltas la cabeza de tanto probar combinaciones y memorizar las ya probadas. Miko por su parte se aburría como una ostra. Sin contar que el estómago comenzaba a hacerle ruidos. Al principio la actividad nos había unido. Una fantástica aventura con un premio que ansiábamos conseguir los dos…pero luego, nos fuimos separando poco a poco. Hasta llegar a la ridícula situación actual. Yo empotrado en cuerpo y alma contra la puerta maldita y Miko en el otro extremo de la habitación rogando porque le colaran por una hendija un poco de comida.
Volviendo a la metáfora amorosa, quedaba muy claro que tanto en el amor como en la resolución del misterio, mi compromiso era mucho mayor que el de ella. Casi como si yo le hubiese obligado a llegar hasta allí.
-Lo siento –me senté junto a ella-. No puedo abrirla.
Miko apoyó su cabeza sobre mi hombro.
-Tengo hambre…y sueño. Vámonos de aquí. Seguro que si lo pedimos juntos nos dejan salir.
-¡Jamás! –exclamé-. Yo de aquí no me voy sin resolverlo.
Luego de decir aquello, solamente para reafirmar mi confianza y de ninguna manera con la intención de herir a nadie, sentí que mi camisa se empapaba poco a poco. Normal que sudara. Hacía calor y llevaba horas en esa casa infernal entre idas y vueltas. Después, noté que no era sudor. Se trataba de Miko. Lloraba a mares.
-Tonto, prefiero mil veces la última imagen que me regalaste antes, la del estúpido que imita a Ranma, a esto. Te veías patético porfiando por abrir aquello y olvidándote totalmente de mi. ¿No te das cuenta de que el final alternativo seguro que será peor que el que ya nos dio antes? Y aún si fuera bueno, ¿de qué sirve un final feliz en la fantasía si tu vida es un asco en la realidad?
-Pues este hombre patético con una vida real asquerosa va a abrir aquello aunque sea lo último que haga.
Volví, pues, a mis combinaciones, hecho una furia y haciendo oídos sordos a sus insultos.
-Idiota, torpe, engreído. Antes de hablar con la boca de síndrome de Rumiko, tendrías que hacerte ver por un médico ese "síndrome de Makoto" que tienes.
¿Síndrome de Rumiko? ¡Eso era! A la combinación le faltaba el número final. Ni más ni menos. Solo era cuestión de probar las diez posibles cifras nuevas, agregando los números del 0 al 9 y una de ellas, sería la correcta. Luego, a casita y a olvidarme de la redundante y pesada de Miko para siempre.
Un minuto después, la dichosa puertecita se abrió. En el exterior se escuchaba el alboroto típico de una batalla épica: "señora, es hora de su medicina…señora…no…el modo Happosai no…". No hice caso. Allí dentro estaba por fin el dichoso tomo 39. Además, había otras muchas cosas. En realidad la caja fuerte se trataba de la puerta a una nueva habitación repleta de oro, joyas y un largo pasillo que parecía dar al exterior…normal…la puerta trasera, la última parte de la pieza no había sido construida nunca.
No pude saborear mi éxito demasiado tiempo. Una Hapossai rumikesca tiró abajo la puerta del salón y se aproximó a mi posición con sendas bombas en las manos. Por detrás, Yusuf porfiaba por detenerla.
-Corre -le dije a Miko mientras apretaba entre mis puños el original perdido de Ranma ½-. Salgamos por la salida trasera.
-¡MI TESORO! ¡DEVUÉLVEME MI TESORO!
Corríamos como locos y de la mano mientras las bombas iban cayendo detrás de nosotros. A cada paso la luz final del túnel se hacía más y más grande hasta que se abrió de par en par y dio paso a…un precipicio de varios metros de altura. Demasiado cinematográfico para mi gusto pero real. Muy real. Tanto que daba vértigo.
Una nueva bomba de estruendo nos hizo caer a los dos casi sobre el borde…y el tomo, por supuesto, salió disparado hasta quedarse haciendo equilibrio sobre el filo de la pared rocosa. Un poco de viento y ya podía despedirme de él. Estaba por arrojarme con alma y vida sobre él, cuando la decimoquinta bomba de estruendo cayó por detrás de mi. Justo donde se encontraba Miko. Mientras el anhelado tomo resbalaba por la pendiente, yo me volteé y la cogí en brazos. Estaba ilesa.
-Makoto –me dijo-. ¿Lo has dejado caer abajo por mi? Si no tengo nada.
-Pero no lo sabía. ¿Soy tonto, no?
Desde luego no lo era. No, para nada. Había hecho lo correcto. Todo eso y más le decían los labios de Miko a los míos en forma de besos y más besos. Redundantes hasta el hartazgo y aún así, tan sabrosos los primeros como los últimos.
Más atrás, Rumiko había recuperado su semblante habitual.
-Lo siento, sensei. He perdido su tesoro.
-Traquilo, muchacho. Era falso. Nunca existió un final alternativo de Ranma ½.
-¿Cómo? ¿Era todo mentira?
-Claro. Ni sufro síndrome de Rumiko ni había olvidado la combinación ni me gusta personificar a Happosai.
-¿Pero por qué?
-Porque, ya lo he dicho muchas veces, en la fantasía quizá me gusten los finales abiertos pero en la realidad, los felices son los mejores.
Fin de la entrevista a Rumiko Takahashi.
Historia Bonus.
Slenderman
Los amigos de Gohan se han obsesionado últimamente con un juego de ordenador llamado Slenderman. Básicamente es una imitación jugable de la película The Blair Witch Project. Manejamos a una persona en un bosque oscuro con una linternita de nada al que persigue un psicópata asesino: Slenderman. Los gráficos no son la octava maravilla pero la sensación de terror con los efectos especiales está muy bien conseguida. Obviamente, Gohan es un chico de pensamiento tan independiente y tan poco influenciable que no se sintió en la obligación de jugar a eso con los amigos a pesar de tenerle pavor a las películas de terror. No, para nada. Faltaría más…
La cuestión es que esa misma noche se fue a dormir diciendo: ¡Qué valiente que soy! ¡Hoy he jugando al SlenderMan y no he tenido miedo!
Hasta aquí todo normal. También normal que se despertara a las tres de la mañana llorando y que yo me levantara gritando: "¡Lo sabía!". Lo extraño fue todo lo que ocurrió después. Parecía que iba bien la cosa pues logré consolarle con bastante facilidad. Bastó con señalarle el poster de Goku que tiene colgado en su pared y explicarle que Slenderman es más débil que Mr. Satan y que por tanto Goku lo haría pelota con un Hame-hame-ha si se le ocurría aparecer por allí. Luego se durmió a la primera, Bulmita se pasó a mi cama con Minefine7 y yo me quedé en la cama de Bulmita velando por el sueño de Gohan. Una media hora después…
-Chocolate…CHOCOLATEEEEE.
-¿Qué te pasa, Gohan?
-¡CHO-CO-LA-TE!
Me levanté encendí la luz y…sí, lo habéis adivinado. Gohan hablaba dormido. Primero fue solo eso. Luego se puso a debatir en sueños sobre si el Slenderman sería real, luego sobre cuál sería la evolución de un pokemon si se fusionara con otro pokemon y así se pasó la noche entera.
Al día siguente, cuando comprobé que no recordaba nada, comprendí una cosa muy importante: por qué Bulmita con seis años todavía sigue colándose en nuestra habitación por las noches. No es que Bulmita sea mimosa solamente. También hay que tener en cuenta que a Gohan durmiendo, no hay quién le aguante.
Fin de la Historia Bonus.
Si alguno de vosotros también habla en sueños, cree conocer el final alternativo perfecto de Ranma ½ o le gusta las redundancias, no dudéis en compartirlo.
Comentarios
Estimada Ai. Me alegra que te sientas mejor y estés de mejor humor. La Doctora I originalmente era Ibuki y el Doctor H, Hachiro pero fui censurado. Igual hoy me desquité metiendo a Yusuf.
El Teniente Hernández podría perfectamente ser medio mexicano. En todo caso es un personaje de otras historias mías (reclutado de urgencia para tapar el vacío existencial que dejaron los despedidos).
No te creas. D4 tiene un poderoso mundo interior que todavía no ha explorado. Nooo, mentira. Sobre Secretaria Cuatro...ya aparecerá en algún otro momento para completar su historia personal.
Estimado LuyyiAVG. Imagino que este de corte humorístico te habrá gustado más. Sin contar que casi no aparecen Ranma y Akane.
Para mí, hay dos Nabikis. La capitalista que ignora el amor en favor del dinero y la otra, la que supongo sin pruebas que existe. La tímida que se disfraza de capitalista para no tener que demostrar sus emociones.
Estimada minefine7. Debo de sufrir de síndrome de Estocolmo. Gracias por censurarme, mi amor.
Estimado Hikarus (cap. 70). Te esperaba y bastante rápido has vuelto dado todo lo que cuentas. Tuve paciencia en esa ocasión de la historia bonus como a veces no la tengo. Todos tenemos nuestro lado temperamental.
Estimado Hikarus (cap. 71). Sí, ahora entra Secretaria Cuatro a poner todo patas arriba. Aunque a estas alturas ya sabes que no es mala ni pone realmente nada patas arriba.
Estimado Hikarus (cap. 72). Tienes razón. Secretaria Cuatro se parece un poco a Shampoo. Se separaron porque Akane queire tener hijos y Ranma no...por razones que se revelan en el último capítulo.
Estimado Hikarus (cap. 73). Ranma ya es adulto. Ha madurado hasta convertirse en Primer Ministro. En algunas cosas sigue siendo igual y en otras, es muy diferente.
Bulmita es una tirana. Manda en casa, en el cole, por la calle, etc...pero la queremos.
