Advertencia: Se trata de un universo alterno. Supongo que luego de 75 capítulos de caminar en la cuerda floja entre universo de Ranma y Akane y un universo propio, me he ganado el derecho de salirme totalmente de los parámetros rumikenses en una historia. He de avisar además que por exigencias del guión, algunos personajes sostienen ideas machistas y anglófobas que nada tiene que ver con mi posición de autor. En todo caso, luego de lo de "la regla alegre" supongo que ya me perdonáis cualquier cosa. Y si ofendo a algún lector inglés, solo decirle que considero que Rooney es un jugador espectacular.


La vuelta a la Akane en 80 Ranmas.

En 1874 el mundo ya era más o menos tal cual como lo conocemos ahora, con una única y gran diferencia. La gente recién entonces comenzaba a abrir los ojos a la globalidad. Hazañas como la de Phileas Fogg que había logrado dar la vuelta al mundo en ochenta días, contribuía a aquella sensación de poder y control sobre la naturaleza que permitiría al hombre durante el siglo siguiente conquistar hazañas -tan impensables unos meros años atrás- como volar por los aires, pisar la luna, transmitir imágenes y sonido de un sitio a otro y demás. El coraje y valentía para intentarlo ya existía desde siempre –Phileas Fogg era buena prueba- solo faltaban dos cosas: la tecnología que poco a poco empezaba a sincronizarse con nuestras fantasías y que la humanidad tomara la decisión de intentarlo con todas sus fuerzas. Podría decirse que aquella primera hazaña de dar la vuelta al mundo en tan poco tiempo fue la bisagra que cambió la mentalidad de millones. Por supuesto, solo un tipo de persona podía conseguir algo así: un inglés. Mejor dicho, un gentleman. Por un lado, alguien suficientemente cínico y excéntrico para no deprimirse ante los inevitables retrasos e imprevistos del viaje. Y por otro, valiente y noble para realizar las proezas sin pestañear. Y por supuesto, alguien con mucho mucho mucho dinero.

Dada la espectacularidad de la hazaña, al tal Fogg se le rendía homenaje y pleitesía entre vitoreos y aplausos que llegaban desde los cuatro puntos cardinales. Sin embargo…-siempre existe un "sin embargo" en estas historias- no todo el mundo estaba feliz con el rumbo de los acontecimientos. Toda Europa veneraba a Phíleas Fogg. ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada de irreductibles anglófobos negaba todavía y siempre la veracidad de la supuesta hazaña.

Un joven aristócrata francés de finos rasgos y coleta a la moda, Ranmond de Saotonnières, era el principal sostenedor de las teorías anti-anglo-hazañosas. Se trataba de un Diputado en París del Club de Feuilliants, el partido político que abogaba por una monarquía constitucional y a cuyos partidarios se les solía acusar de ser enemigos de la Tercera República que gobernaba desde la caída de Napoleón III. En su caso, sin embargo, nadie se animaba a acusarle de nada, probadas sus capacidades esgrimísticas inusualmente prodigiosas en un joven de su edad y su mal temperamento. Saotonniéres se había educado años atrás bajo la tutela del Cardenal Louis René Edouard de Rohan, con quien conoció mundo y estudió las maravillas naturales de los Pirineos al dedillo. Así pues, geólogo y político por vocación, se sentía en derecho de obtener fama como aventurero potencial y hombre de mundo.

En su tiempo libre, solía quejarse en público y con vehemencia de la arrogancia inglesa que atropellaba a todos los demás hombres de valía con sus pomposas "hazañitas". También solía quejarse de lo mismo en privado, en estas ocasiones con un tono más amargo y chabacano. Su interlocutora era su joven prometida, Akanui. De aquel ridículo enlace hurdido y planeado casi un siglo atrás por el Duque de Gengny, su tatarabuelo, y el Marqués de Tendoue -mucho antes de que los vástagos nacieran- prefería ni hablar por retrógrado. Si había quedado obviamente sin efecto años después, dada la Revolución de 1789, a ninguno de sus familiares parecía importarles. Aunque en público los tataranietos no tenían la obligación de contraer tal enlace, la presión por fortalecer la unión de las familias de origen monárquico todavía existía casi cien años después. Ambos jóvenes ignoraban la situación lo mejor que podían mientras se les obligaba a convivir y realizar diversos trabajos sociales en pareja. Ni Ranmond ni Akanui llegaban al ridículo de considerarse hermanitos de educación pero, desde luego, renegaban del título de "prometidos". Para ambos, el otro era tan solo un amigo, colega de alta alcurnia o conocido que no caía del todo mal.

-Pero vamos a ver, Akanui –solía estallar Ranmond todas las mañanas mientras leía la prensa en el salón de actos de su mansión de verano-. ¿Quién fue el primero en salir de Inglaterra? ¿Y el primero en pisar tierra al regresar? Passepartout, por supuesto. Su sirviente francés. ¿Quién se llevó el mérito? Phíleas Fogg, el inglés. ¿Quién salvó a la chica? El joven héroe francés. ¿Quién se casó con ella? ¡El viejo inglés! ¿Quién realizó todas las proezas dignas de admiración? ¿Saltar sobre un tren en movimiento para vencer a los indios en Estados Unidos o enfrentarse a los sacerdotes furiosos en Bombay? Passepartout, por supuesto. ¡El titán francés! ¿A quién idolatran todos? Al inglecito de pacotilla.

A Akanui no le gustaba hablar mucho de política. Lo suyo era más bien sus "pasiones poco femeninas" en palabras de Ranmond: la lectura y coleccionar relojes antiguos. Ante estos berrinches, por tanto, le gustaba cortar por lo sano. Cumplir con el ritual del desayuno conjunto y reitrarse luego a sus aposentos, una de las más de doscientas habitaciones de la mansión, a leer y aguardar que el fin de su reclusión forzosa en territorio ajeno llegara a su fin.

-¿Ha salido otra nota sobre Mister Fogg en Le Siècle?

-Oui, mademoiselle.

-No me hables en francés. Sabes que no me gusta.

-Estamos en Francia…

-Pero me crié y viví casi toda la vida en Londres. Me siento más inglesa que francesa.

Ranmond enarcó una ceja. ¿Odiaba a los ingleses más aún debido a la pasión que Akanui sentía por ellos o despreciaba más a Akanui por declararse abiertamente anglófila? ¿Qué fue primero en su orgullosa mente: el odio al huevo o a la gallina? ¿A la civilización pedante o a la pedante prometida?

-No deberías renegar de tus orígenes y menos para ensalzar a esos bárbaros vestidos de seda.

-Pues los bárbaros vestidos de seda como tú nos llamas estábamos en plena revolución industrial mientras vosotros guillotinabáis reyes. Y ahora un siglo después, recién empezáis vosotros mientras la bandera británica ondea en todos los continentes. No existe hombre en el mundo que valga más que Phíleas Fogg ni Nación más bonita que la inglesa.

El puño derecho de Ranmond se cerró de golpe sobre si mismo y la mente deseó por un instante volver al pasado, a cuando eran niños y tenía derecho a pelearse con aquella "dama" a placer y a los golpes -las contadas veces que se les tocaba viajar a Inglaterra-.

-Tienes tres segundos para desdecirte Akanui o…

-¿…o qué? ¿Enfrentarás a nuestros padres y romperás nuestro compromiso retrógrado? ¡JA! No tienes lo que hay que tener para hacerlo.

-Haré algo mejor. Humillaré a tu héroe de pacotilla en un duelo de espadas.

Akanui ensombreció el rostro.

-No te atreverías.

-¿Qué pasa? ¿Ahora temes que el fuerte y varonil lord inglés resulte herido por el francesito inútil?

-Tú todo lo resuelves por la fuerza. Aún si le vences, jamás le llegarás a los talones.

Ranmond realizó un par de firuletes con una espada imaginaria en el aire.

-No es fuerza. Se trata de destreza. No me critiques por ser bueno en lo que me corresponde. Los hombres de alta alcurnia practicamos esgrima. Es como si yo te criticara por cocinar bien…

-Monsieur, si va a ponerse irónico conmigo, será mejor que me retire a mi cuarto.

-¿A qué? ¿A leer enciclopedias inglesas otra vez? Si por lo menos cultivaras lectura femenina…libros de cocina. Novelitas ligeras…¿pero ciencia? ¿Una mujer?

-Au revoire, monsieur –se despidió en francés rechinando los dientes-. Le dejo solo con su ironía y falta total de modales. Espero que le hagan bueno compañía durante el desayuno. A propósito, yo no probaría los croissants; los ha preparado una servidora.

Una reverencia irónica después –alzando sendas puntas del vestido con ambas manos y bajando la cabeza-, Akanui intentó dejar el cuarto. Por el camino, sin embargo, tropezó con Jhon Latch, el mayordomo inglés de Ranmond.

-Sorry, Mademoiselle.

Akanui le miró con tristeza. Aunque Ranmond sostuviera que le contrató precisamente por ella y para que no se sintiera tan sola y desamparada en las tierras de Juana de Arco, ella sabía que la verdadera razón era otra: le usaba como excusa para darle órdenes a un anglosajón. El nombre mismo del muchacho despejaba toda duda: Jhon Latch, traducción exacta de Jean Pasepartout, el sirviente de Phileas Fogg.

-Perdóname tú a mí. Si no fuera por mi culpa…no tendrías que aguantarle.

-Excuse me? I don´t understand.

-No te preocupes Jhon. Yo me entiendo. Apúrate y sírvele. Antes de que se acuerde de que está enojado.

Jhon se rascó la cabeza. Estaba tan acostumbrado a las broncas cotidianas de sus amos que no le sorprendía en absoluto. Sin embargo, a sus ojos hacían tan buena pareja que no entendía cómo era posible que se llevaran tan mal. Así, un tanto perplejo y temeroso de la bronca de su amo, Jhon se presentó ante Ranmond.

-Monsieur, ¿me ha mandado llamar?

-Oui. ¿Podrías hacerme el favor de probar este croissant por mí?

-Le recuerdo que mi trabajo no incluye jugarme el pellejo por usted. Solo servirle de la mejor manera posible.

-Tranquilo no está envenenado. Por lo menos no a propósito.

-Entiendo, Monsieur. Lo ha cocinado ella, ¿verdad? ¿Si cree que está malo por qué no lo tiro y ya? Le traeré algún postre del chef…

Ranmond miró hacia la puerta y el techo. Observar, la arquitectura barroca de su mansión, recargada de arabescos y adornillos le distraía de sus problemas cotidianos.

-No te pago para que me sugieras planes de acción. Pruébalo y dime si es comestible.

Jhon abrió la boca y engulló medio croissant de un bocado. Como todo inglés le habían educado para viajar por los países más recónditos y probar los platos más extraños con una sonrisa. Si el Sultán de la India le daba a probar un plato de bichos, exquisitez del lugar, pues debía aceptar aquel honor demostrando cuánto le agradaba, so pena de iniciar un altercado diplomático de proporciones épicas. Así pues, Jhon Latch ingirió aquella piedra con una sonrisa y con una sonrisa sentenció:

-El sabor es indescifrable, probablemente no sea de este mundo una textura tan nauseabunda…

-¿...pero es comestible? –interrumpió Ranmond.

-Yes, Monsieur. Es biodegradable si eso es a lo que se refiere.

Ranmond agradeció al mayordomo y le pidió que se marchara con una seña. Luego cerró los ojos y los engulló como buenamente pudo.


Al día siguiente quiso el destino –aquel ente que gustaba iniciar aventuras geniales juntando caprichosamente a gente de personalidades opuestas- que saliera publicada en todos los diarios una noticia increíble. En el aniversario exacto de su hazaña, el lord inglés iniciaría un viaje relajado de seis meses para recorrer todo el mundo y en esta ocasión tomarse el tiempo correcto para visitar los sitios turísticos, saludar a las masas de admiradores y por supuesto, realizar espectáculos supuestamente benéficos para ensalzar su figura, la de Inglaterra y del Imperio Británico. Y el itinerario, esta vez más racional y lineal comenzaba lógicamente por el país vecino, Francia.

En aquel momento no existía el tren bala, ni los aviones supersónicos ni nada parecido pero ya llevaba diez años de publicada la excelente obra del gran Julio Verne, De la Tierra a la luna, en la que se utilizaba un gran cañón para llegar a la luna. Por tanto, a nadie resultará extraño ni anacrónico si afirmo que Ranmond y Akanui al conocer la noticia por primera y única vez acordaron algo de común acuerdo sin pelear y que luego se precipitaron al sitio del gran acto, tan veloces que parecían proyectados dentro de una invisible bola de cañón.

-¿Crees que podremos verle? –preguntó Akanui al joven que atizaba a sus caballo con el látigo con el mismo placer y maestría que su tataranieto japonés haría muchos años después con cierto cerdo.

-Tenlo por seguro –le repuso el ancestro del gran artista marcial de todos los tiempos-. He comprado las ubicaciones de las dos primeras hileras para nosotros solos. Tendrá que responder a mis preguntas lo quiera o no.

Akanui se paró en seco.

-¿No pretenderás hacer el ridículo, verdad? Por lo menos no delante de mí…por favor, Ranmond, en honor a nuestra amistad, prométeme que te comportarás.

-Ah, ¿pero es que somos amigos?

-De la infancia. Nos conocemos desde siempre. No te gustarán mis platos y a mi, tu anglofobia pero llevamos demasiado tiempo juntos como para afirmar que no nos debemos nada. En este mismo momento te pido que levantes la mano y me jures por nuestra amistad que no me involucrarás en tus locuras.

Ranmond, a saber si con la mano izquierda tras la espalda cruzaba los dedos o no, elevó su palma abierta hasta más allá de su cabeza y realizó el juramento.

-¡Por nuestra amistad!

Y la pobre e ingenua Akanui le tomó la palabra sin advertir que tanto su futuro esposo como su tataranieto tenían tanto interés en mantener una cordial amistad con sus prometidas como Rumiko Takahashi en darle finales cerrados a sus obras. Aún cuando ambos prometidos a la fuerza atravesaron todo el extenso pabellón de festejos de París y se sentaron en primera fila para oir la disertación del gran aventurero, Akanui no sospechaba nada. De hecho, y por primera vez en su vida, había bajado unos centímetros la guardia. Ranmond había estado tan caballeroso en invitarla a pesar de la rivalidad que sentía por su héroe. Y se había comportado con tanta galantería durante el viaje, incluyendo la promesa. Mirándolo bien, si se comportara siempre así y se mantuviera callado, hasta casi se podría aformar que no era tan feo. Más bien guapo. Sin los rasgo duros y rectos de la aristocracia. En realidad, elegante pero a la manera plebeya. Con un carisma brioso y fuerte antes que refinado y desdeñoso. De esos hombres que dejaba a las mujeres sin aliento sin siquiera aparentar notarlo…aunque por supuesto, lo notaban. Un sudor que no conocía, el de las palpitaciones del corazón levemente acelerado, comenzó a resbalar por su frente. ¿A lo mejor aquello sería su primera cita?

¡Qué tonta que soy! –pensó Akanui-. Por fin tengo a Mr. Fogg a escasos metros de mi butaca. Hace más de media hora que está disertando sobre sus aventuras, obsequiando a todos los presentes con detalles hasta ahora desconocidos de su vuelta al mundo y yo casi ni le oigo, embobada con el anguloso mentón de Ranmond.

-…y así fue cómo nos comprometimos Aouda y yo…cuando parecía que tendríamos que vivir en la más plebeya y horrible pobreza.

"Oooohhh" se oyeron murmullos entre el público femenino: "¡Qué romántico!".

Aouda, su mujer desde entonces, se encontraba sentada a su lado, apoyando con ligeros meneos de cabeza, todas las afirmaciones de Mr. Fogg.

-Mi marido es el hombre más correcto, romántico y valiente del mundo. Le amaría aunque no tuviera dinero o una posición social de valía.

Ante aquellas palabras, Ranmond no pudo evitar sentir que la bilis se le salía del estómago y porfiaba por ascender por su garganta. Se giró para pedirle un pañuelo a Akanui y entonces la vio, la expresión levemente libidinosa de su prometida. En rigor la había provocado él. En su cerebro sin embargo, aquella expresión nacía de la presencia del lord inglés y equivalía a decir con los gestos: "ojalá yo fuera Aouda". A continuación se levantó tan alto como era y aprovechando su sitio de privilegio, exclamó de tal manera que todos los asistentes pudieran oirle.

-¡Monsieur, es usted un farsante!

Flemático como todo inglés, Mr. Fogg le restó importancia a las coléricas palabras de su rival con un gesto. Estaba claro que no necesitaba envilecer su figura con rencillas baratas. Sus acciones pasadas hablan de él mejor que cualquier discurso justificatorio.

-Cualquiera -insistió Ranmond- puede dar la vuelta al mundo en ochenta días. Un verdadero hombre lo conseguiría incluso antes y demostrando su valía en cada sitio.

He de recordar en este punto que si algo caracterizaba y caracteriza a un inglés más que su flemática mirada de desdén es su curiosidad. Así pues, vencido por la duda, Mr. Fogg accedió a rebajarse a la altura del engreido insecto francés.

-Creo haberlo hecho en cada sitio que visité. En todo caso, Mister envidioso, ¿cómo propone que un hombre demuestre su valía?

-Siendo cacheteado por una mujer, por supuesto. La verdadera esencia de un caballero, la que le hace superior o inferior a los demás, es la cantidad de cacheteadas sinceras que logra obtener.

-En cierta forma coincido con su retorcida forma de ver el mundo, Mister. Y he de confesar que mi amada Aouda ha llegado a cachetearme tres veces durante nuestra travesía y eso que recién nos conocíamos y le había salvado la vida.

Se oyeron murmullos femeninos desde todos los rincones del escenario: "¡Qué hombre!".

-Pues yo soy capaz –los acalló Ranmond herido en su orgullo- de ser cacheteado al menos una vez por país y en menos de ochenta días. Apuesto todo mi fortuna a que lo logro.

Mr. Fogg asintió con la cabeza.

-Nadie es tan hombre como usted afirma ser. Jamás he rechazado una apuesta y jamás lo haré. Nos vemos en ochenta días aquí…si lo consigue, claro está.

Ranmond y Fogg ya se encontraban frente a frente mostrando su verdadera esencia: dientes apretados, puños tensos y las venas de la sien a punto de reventar.

-Y apuesto a Akanui a que lo consigo. Ouchhh –recibió la primera de sus ochenta cachetadas-. Bueno, primer país conseguido.

Acto seguido una jovencita del público cayó desmayada, exclamando: Lo ha logrado en un instante. ¡Solo existen hombres así en París!

Fin de la primerè partie.


Nueva advertencia: llevo una semana de descomunal trabajo y a la inversa desinpiración alarmante. Asi que a fin de no haceros esperar más me he plagiado a mi mismo una Historia Bonus antigua.

Historia bonus

Vísperas del día de la madre del año pasado.

05 de mayo del año pasado.

23:12

Gohan observa el primer plano de Granero, nueva incorporación de su equipo, en el enorme poster del Real Madrid que acaba de colgar. Busca por arriba…por abajo…a los costados. Levanta, incluso, una punta para espiar la cara oculta del cartel…y se rinde. Sabe de sobra que Raúl no está. Le cuesta asumirlo. Más aún cuando acaba de ver a Van Nistelrooy jugando para el Málaga.

Me doy cuenta, mientras voltean sus pupilas de uno a otro lado en silencio, de que por su cabeza pasan infinidad de combinaciones posibles en busca del milagro. Hasta que por fin las descarta. De sobra sé, también, que sus rendiciones nunca son gratuitas, que alguna reflexión acompañará su decepción y le ayudará a digerirla mejor.

Cuando por fin me mira y abre la boca, intento aplicar una inútil táctica de ditracción, meneando la cabeza. Con un poco de suerte el claro mensaje llegará a su mente a tiempo e interrumpirá su sentencia: "Hijo mío, sé lo que estás pensando y no, no es posible solucionarlo; dejémoslo así; sin debatir sobre el asunto".

Por un momento parece que tuve éxito. De hecho, a Gohan se le queda la boca entreabierta con el reproche atragantado entre los dientes durante algunos instantes. ¡Pero no! Traga saliva y, pese a todo, comenta.

-Espero que a Mamá le hayas preparado una cosa buena de verdad como el espejo que le diste a Bulmita y no una mierda…como un poster del Real Madrid sin Raúl.

-Raúl se marchó del Madrid ya hace varios años. ¿Te lo quito? -le respondo.

-No…no hace falta. Igual me gusta -baja la cabeza con tono condescendiente-. Solo que Mamá…es el Día de la Madre mañana. ¿Te acuerdas, no?

Respiro hondo, intentado reprimir las ganas de darle unas palmadas en el culo y olvidar la infinidad de veces que quise tener durante la semana anterior esa conversación…cuando todavía no era demasiado tarde.

-Sí, me acuerdo. Yo ya le he comprado algo por vosotros. Te acuerdas que te lo consulté un montón de veces y tú me respondías: "falta mucho". ¿Qué quieres regalarle ahora?

-¡Una tarta!

-Pero, Gohan. Es el día de la madre. No su cumple.

-Pero a mi me gustan. Ah, sí. Comprémosle un helicóptero. ¿Tiene carnet para conducir helicópteros?

-Mañana es domingo, Gohan. Está todo cerrado, incluyendo la "tienda de helicópteros". Y TENEMOS UN SOLO DÍA. NO PIENSES EN PROYECTOS FARAÓNICOS.

-Ah. Pues un libro. A mamá le gusta leer.

-Muy bien. Es buena idea.

-¿Cuántos eres capaz?

-Supongo que con dos se contentará. Pero no creo que le interese leer más de uno a la vez…

-Noooo, ¿cuántos libros `fafánicos´ eres capaz de escribir en un día?

-Faraónicos…no sé. Una o dos…hojas.

-¿Nada más? Bueno, es igual. Ponemos la tarta en una piñata con las dos hojas y ya está.

-Ya. No digo que no sea gracioso ver cómo le cae una tarta en la cara a tu madre, pero con los libros se puede hacer daño.

-Ah, ya lo sé. ¿Tienes chocolates?

-Sí, pero creo que ya dejé claro el tema de que no es su cumple.

-Tengo una idea. Cogemos un martillo…

-¿Un martillo?

-Sí, ¿qué te parece? Un martillo destrozamos las chocolatinas y las ponemos en la nevera. ¿Qué crees que saldrá?

-No sé…¿una tarta?

-¿En serio? Eso es mejor de lo que yo pensaba.

-No, pará. Era irónico. ¿Qué pensabas vos?

-Eso, una tarta.

Gracias a Dios en ese momento entra Bulmita en la pieza. Le abrazo con amor de padre -pensando en que por fin colaborará alguien con sentido común-, la junto en un rincón con Gohan y le explico la situación.

-¿Bulmita, qué crees que le puede gustar a mamá?

-Una tarta.

-No, eso es para los cumples, gorditos míos.

De pronto, Gohan salta en la cama se da un cocazo contra el reborde metálico, llora, se muerde los labios y exclama.

-Una oca.

-¿Cómo la de tu clase del cole?

-Sí, como esa. Porque…¿tienes papel, celo y tijeras?

-Pues sí. Pero no es que nosotros tres seamos Phineas y Ferb precisamente. A lo sumo, Bulmita…

¿Y por qué no le regalas un montón de folios vacios pegados con celo para que se pueda escribir ella su propio libro?

-Porque eso se llama cuaderno de anotaciones. Ya está inventado.

-Entonces la oca.

Unas interminables e insufribles horas después, terminamos, photoshop mediante, con nuestra "obra de arte", un regalo extra con la cara de Minefine7 en el centro y las consignas cambiadas para que se adaptara a nuestras vidas. En suma y por eso os lo cuento, una especie de juego de las Historia Bonus. Claro que a los quince minutos se apoderó de él Bulmita. ¿Sus reglas? Ella empieza con la pieza amarilla y yo con la roja. Si luego la roja va por delante, entonces la amarilla pasa a ser la mía y la roja la suya y así hasta que se llega al lógico e innegable resultado: su victoria.

Fin de la Historia Bonus.


Comentarios

Estimada sofiaflores1. Bienvenida. Ya he visto que me has agregado a favoritos y te has leido todo Misterios en Nerima también. No te preocupes ya terminaré ese fic también. Lo he dejado de lado hasta llegar a los 100 capítulos aquí. Luego me tomaré un respiro para terminar ese y el de Ranma psicoanalista.

Me alegra que te guste el formato de historias bonus y que le tengas aprecio a Ibuki. Quiza la recontrate temporalmente para el especial 80...

Sobre tu pregunta: Bulmita y Gohan por separado no son traviesos. Juntos...puedes oirle a Bulmita decir cosas como: "y después te subes a la mesa y desde allí arrojas el juguete por la ventana" y a Gohan contestarle: "!Qué buena idea! Ahora lo hago".

Estimado hikarus. Makoto y Miko son dos Ranmas y Akane más de la vida real. En el fondo todos tenemos algo de uno u otro. La Rumiko real seguramente no será así pero ¿a que molaría que lo fuera?

Estimada Akyfin02. Ahora que lo recuerdo en mis recuerdos leyendo con mi vista tu comentario redundante, ya me habías dejado otro redundante antes en el pasado, capítulo 56: "me encantó, me encantó, me encantó, etc"

Estimada Majomich. Feliz regreso a las clases. No hay nada que le guste más a un estudiante que estudiar, las tareas, los exámenes sorpresa...a mis alumnos por lo menos les encanta.

Pues ni Gohan ni yo cerramos del todo los ojos para dormir. De hecho, a veces he sorprendido a Gohan durmiendo con los ojos abiertos de par en par.

Estimada Ai. Esta vez no puse ninguna cita de obra tuya. Me siento culpable. Bueno lo arreglamos fácil con una mini historia.

Pechan entero

Aunque nadie lo vio, Ryoga cayó al mismo tiempo que Ranma en las aguas con la pócima de Happosai. Luego se separó de Pe-chan. Nadie lo notó ni le dio mayor importancia.

Fin.

Gracias por leer Cocinera por amor. Se nota que mis sutiles pedido de lectura surtieron efecto.

Estimada LuyyiAVG. Efectivamente, se parece un poco a Soy su fan de Maxhika. De hecho cuando se lo leí por primera vez, pensé: "¿Cómo no se me ocurrió a mi antes?".

Suelo coincidir con tus comentarios anticapitalistas. Por favor, no dejes de incluirlos.

Estimada minefine7. Makoto y Miko no volverán a aparecer hasta que las Ibukis vuelen. Además antes les debo una reaparición a Musa y Haiku-kun. ¿Es que soy el único que los extraña?