Notas Iniciales: Inicio esta serie porque... no hay material de ellos, básicamente. Así que estoy aplicando la ley de "sino encuentras, hazlo por ti mismo", jeje. Hay muchos momentos que quiero intentar con estos dos (eso incluye la ship) así que la extensión dependerá de la idea, además puede contener headcanons, AU's y semi-AU's.

Advertencias: Erotismo y mentes rotas.


Ignoto.

I

Las celebraciones en la villa rito, se caracterizaban por la infinidad de colores que terminaban decorando el poblado de principio a fin. Música de acordeón, armónica, guitarra acústica y clarinete componían el ambiente antes de que la voz de las orni, que habían ensayado sus melodías anticipadamente, se elevara, animando a la concurrencia. Cualquier extranjero que hubiese asistido a un sólo festival, no dudaría en señalar cuan hermosos e inolvidables eran sus tradiciones e historia, pues sino eran maravillados por las decoraciones o atuendos que los orni elegían lucir aquellas fechas, sin duda los convencerían las serenatas y la comida servida a la mesa. Teba, que había acudido a estas durante toda su vida, estaba tan acostumbrado que ya no le parecían ninguna novedad. Sin embargo, aquella noche se sentía diferente gracias a la presencia de Revali quien, además de haber cambiado su uniforme de guerrero por un conjunto de ropajes más sencillo, dejaba sus cabellos sueltos -usualmente trenzados- ser acariciados por las agradables ventiscas que abrazaban el plumaje de todos los que se desplazaban en la zona.

Desde que él llegó a sus vidas, la villa rito había cambiado drásticamente, no sólo para los pocos guerreros que quedaban o su patriarca, sino también para aquellos que se habían considerado ajenos a toda leyenda sobre el campeón orni. De aquello habían transcurrido ya varios años pero a Teba todavía se le complicaba asimilarlo. Para él fue un impacto enorme más que para ningún otro, después de todo quién creería posible conocer a su héroe de infancia después de cientos de años de historia amontonada; al menos no él.

Ver a los grupos de polluelos abalanzarse en su dirección recién llegar, le recordaron que todavía estaba rodeado de gente. Teba había asistido a la celebración junto a su esposa e hijo así que no le sorprendió escuchar a Tulin pedir permiso a Saki para unirse a los demás orni de su edad, ella aprobó su solicitud y le sugirió no aturdir demasiado al campeón pero Tulin respondió con una simple sonrisa traviesa; Teba comprendió inmediatamente que no era una promesa, aún así sonrió para sí mismo. Los niños seguirían siendo niños al final del día. Que grato le resultaba recordar que debido a la llegada de Revali, Tulin se mostraba más entusiasta por ser un guerrero, siempre había estado dispuesto a ello pero tener una figura a seguir -más allá de su padre- funcionaba mejor, lo sabía por experiencia. Eso le trajo a la memoria la tensión familiar, pues Saki nunca había querido esa clase de vida para su hijo y era un tema que siempre traía discordias dentro del matrimonio pero Teba siempre fue un cabeza dura; no estaba seguro de cambiar su opinión a pesar de todo.

¿Qué edad tenía Tulin de todas formas? Teba ya lo consideraba suficiente mayor para tomar sus decisiones dentro de lo adecuado y, por el momento, Tulin no había manifestado otro interés que no fuera el arco y el vuelo alto. El grito exaltado de Saki lo sacó de su hondo ensimismamiento, alcanzando a ver cómo Revali se salvaba de resbalar cuando Tulin había tirado muy fuerte de él para llamar su atención, quien procedió a quejarse de ello con el culpable, causando la risa de los demás espectadores en consecuencia.

—Este niño... —suspiró ella con cierta exacerbación.

—Está bien —intervino Teba bebiendo apreciativamente de la bebida alcohólica que sostenía entre sus dedos—, déjalo que se divierta. Se ha portado muy bien todo el día.

—Me preocupa que la paciencia del joven Revali finalmente se desvanezca.

—Me sorprende más que la tuviera para empezar, ya ves, los niños lo adoran y él no parece querer evitarlo. ¿Quién lo hubiera imaginado? Yo no, sinceramente —agregó con una sonrisa—. Con lo poco comprensivo que es mientras entrenamos. En serio, deberías escucharlo graznar cuando-

—Querido. —El tacto de Saki contra su hombro lo alertó, causándole intriga por la suave sonrisa que se dibujaba en la comisura del pico femenino, reflejando una ternura que ocultaba tras su faz otra clase de sentimientos—. Deja el entrenamiento fuera de tu mente por un momento y disfruta de nuestro tiempo en familia.

Había algo implícito en aquellas palabras y Teba lo comprendió al instante sin siquiera reflexionar al respecto, por eso cerró el pico atendiendo a su bebida nuevamente, esta vez un poco nervioso. No sabía qué había dicho con exactitud pero era obvio que acababa de molestar a Saki. Se preguntó si tenía que ver con la constante negativa de entrenar a Tulin pero -por alguna razón- sabía que no estaba relacionado, más era un hecho que pasaba cada vez menos tiempo con su esposa desde la llegada de Revali. Si antes llegó a descuidar su relación por los estragos que causaba Vah Medoh antes de la caída de Ganon, ahora era la presencia del campeón orni lo que se interponía entre ellos, porque gracias a que él estaba allí, los entrenamientos consumían la mayor cantidad de tiempo que hubiese establecido por si mismo antes. La tutela de Revali era exigente y no dejaba muchos espacios libres; no es como si Teba los hubiese exigido de todos modos. Pero no cabía duda de que esto estaba golpeando fuerte una zona delicada que Teba no se hubiese imaginado existía.

—Hum... la luna se ve increíble esta noche ¿no crees? —dijo, buscando romper el silencio que se había extendido entre los dos. Saki siguió su mirada detrás de ellos, emitiendo una risa agradable que daba seguimiento al tema abrupto que Teba acabó por elegir.

—Es verdad. No cabe duda de que la luna de verano es la más hermosa.

—¿Qué hay de la luna de invierno? Pensé que era esa tu luna favorita.

—Lo es, pero la luna de verano tiene un significado muy especial —rectificó Saki mirando con dulzura los ojos de su pareja—, después de todo fue bajo su luz la noche que me propusiste matrimonio. ¿Lo recuerdas? —Teba se sorprendió genuinamente, pues un detalle tan importante como ese no debió haberlo olvidado, aún así la hembra no tomó en cuenta su reacción, en cambio se recargó contra el barandal, permitiendo que su hermoso plumaje rosado se aferrara al humilde y vetusto color de la madera—. Yo estaba aquí, pensando en lo desafortunada que era por ser la hija de un capitán perdido en batalla, cuando llegaste tú a cambiarlo todo. Jamás me hubiese permitido enamorarme de un guerrero tras ver el sufrimiento por el que pasó mi madre, cuánto tuvo que esperar por el regreso de mi padre sin resultado. Y sin embargo, aquí estamos. Juntos.

Saki alargó sus alas hacia Teba, quien en reacción las sostuvo con toda la delicadeza que le permitía la situación, habían muchos orni presentes y él nunca había sido adepto a las muestras de cariño públicamente; esto Saki lo sabía, por eso no llegó más lejos de rozar la punta de sus picos brevemente, con todo el amor que le concebía tal recuerdo. Teba correspondió con torpeza, sintiéndose de regreso a la época en que sólo era un adolescente con cero habilidades románticas, alguien tan rudo e irresponsable, cuya terquedad no podía ser apaciguada por nada. Era impensable que alguien como él terminaría uniendo su vida con una hembra tan atenta y deseada; hubo muchos orni luchando por enamorarla, aún así él fue el afortunado en conquistarla pese a toda su inexperiencia. Nunca cambiaría eso y estaba convencido que no necesitaba nada más, pero el pensamiento no bastó para protegerlo de la incomodidad que le generó ser consciente de la figura de Revali a centímetros de ellos mientras compartían esta intimidad. Teba soltó los dedos de la hembra en el acto, mirando hacia otro lado, incapaz de ver el rostro de Revali mientras Saki se giraba, recibiendo con vergüenza el gesto curioso de Tulin y la incomodidad del campeón.

—Oh, joven Revali. ¿Tulin ha hecho algo?

—No, mamá —replicó el pequeño orni, antes de que Revali pudiese responder—. Vinimos porque tenemos hambre. Revali iba a irse a otra mesa pero yo le prometí que la nuestra era la mejor.

—En realidad, te aferraste a mi ala y no me dejaste otra opción —reprochó el campeón al niño con una mueca y esto Saki lo interpretó de forma negativa.

—Siento mucho eso, joven Revali.

—N-No es nada. —El campeón se apresuró a restarle importancia al asunto, aparentando toda la calma que le fue posible conservar frente al torbellino de emociones azotándolo por haber interrumpido el momento de la pareja—. Soy yo quien debería disculparse por dejarme arrastrar hasta aquí en el momento menos oportuno. Si gustan, puedo llevar a Tulin y mis plumas otra mesa para... recibir otros vientos.

—No, no. —La orni negó rápidamente—. No va a ser necesario, joven Revali. Por favor, toma asiento, sería muy agradable que te unieras a nosotros esta noche.

Saki señaló con un ala extendida las sillas disponibles en su mesa familiar. Revali asintió incómodo, todavía siendo guiado por el emocionado polluelo que lo llevó entre gritos entusiasmados a su lugar en el mueble. Teba y Saki se sonrieron por la iniciativa que Tulin había tomado. No era como sino buscase siempre una oportunidad para acaparar toda la atención de Revali, pero aquella era la primera vez que lo integraba a la familia. A pesar del tiempo, Revali se había estado comportando como un extraño en cada reunión al que lo invitaban y realmente nunca había convivido con ellos en conjunto, por eso tal vez Teba también se reconocía un tanto nervioso por esta repentina situación. El matrimonio tomó asiento entonces mientras escuchaban a Tulin relatar todo lo que había hecho con sus amigos el día anterior. Teba le ofreció a Revali una bebida y este aceptó, aún inquieto, sintiéndose como un invasor en la mesa servida. Sin embargo, Saki hizo todo el esfuerzo por cambiar eso, haciéndole preguntas más personales para conocerlo mejor, del tipo de interrogantes que indagaron sobre cuál era su color favorito o cómo prefería el té.

Lentamente y sin prisa, Revali había comenzado a relajarse, formulando palabras con la misma confianza que desprendía al hablar de sus habilidades en el viento, así que el ambiente tenso se dispersó antes de que Teba se diera cuenta. El campeón comenzó alejarse de todo título hasta encontrar la mejor manera para compartir su buena vibra y verlo convivir con su hijo le ayudó comprender porqué lo seguían, su forma de demostrar cariño era muy jovial, nada exagerado o muy complaciente como solían aplicar otros; confidente. Teba lo había visto muchas veces bromear manteniendo un acento arrogante, más no genuino; hacía esto incluso con los adultos. Cualquiera que careciera de la habilidad de observación adecuada lo malinterpretaría enseguida, por eso no dudaba que hubiese tenido problemas para acoplarse fuera de la villa en tierras lejanas, pues incluso Link había creído que se estaba metiendo con él después de que resolvieron todos sus malentendidos.

Observar la naturalidad con la cual Saki reía de las interacciones de Revali y Tulin, o como a veces Saki y Revali compartían puntos de vista, empeñados en hacer juegos de palabras en forma de competencia con la risa de Tulin como fondo, hizo a Teba considerar al orgulloso campeón alguien de su familia; el pensamiento no fue desagradable; la calidez que lo llenó fue una afirmación por lo que él también se calmó gradualmente.

Luego de ello, la velada consistió únicamente en disfrutar. Nyel -que se había aparecido en mitad de la reunión- no se impidió acercarse hasta su mesa por sugerencia de Harth para pedirles participación en los cantos generales, suceso que causó risas entre los orni cercanos ya que ni Teba o Revali eran siquiera decentes en el arte como otros machos. Al término de la sonata improvisada, el baile se adueñó de la pista, las parejas se formaron mientras los niños jugaban en los alrededores. Revali bailó con Saki varias veces al son de la música mientras conseguían su objetivo de convencer a Teba de despegar su trasero del asiento, al que se aferraba con cada proposición. Para sorpresa de muchos, Revali poseía gracia y técnica para el baile, su forma de moverse por la pista fue tal que Saki abandonó sus planes iniciales de guiarlo y mejor dejarse llevar por el ritmo al que se retiraron juntos. Teba no pudo evitar quedarse embobecido por la imagen: la belleza de su esposa parecía acentuarse con el plumaje azul del campeón orni, a quien dedicó pensamientos que no logró retener tampoco, a pesar de la incomodidad que le generó asimilarlos más tarde.

Cuando Saki tuvo la oportunidad de sacarlo a bailar, Harth y Revali se unieron para beber, siendo el primero reprendido por la cantidad de copas que comenzó acumular en su espacio, regaños severos cortesía de su hija y más reciente novia. Finalmente, Saki y Teba decidieron que ya había sido suficiente diversión, pues Tulin había caído dormido en una silla de las mesas mientras que la ebriedad de Revali fue más que evidente. Cargando a su pequeño en brazos, Saki se despidió de sus conocidos para ir a reunirse con su esposo, quien ya sostenía al joven campeón contra su cuerpo, evitando que resbalara a causa de la torpeza con la que había comenzado a moverse. Una vez todos juntos, subieron las escaleras con tranquilidad, comentando de manera espontanea los agradables momentos que acababan de vivir en la celebración. Entonces se detuvieron ante su choza.

—Llevaré a Revali hasta su casa —avisó Teba—. No puedo dejarlo ir solo en estas condiciones, seguro acabaría estrellándose o cayendo al vacío.

—¿Ah? ¿Qué dices? Soy lo suficiente capaz de llegar allá por mi cuenta, suéltame en este instante y te daré una demostración, Papá Mood —protestó Revali, demasiado borracho para notar que su tono soberbio sufría de alteraciones significativas. Saki se rió del sobrenombre con el que Revali llevaba identificando a su marido durante la velada.

—Está bien pero cuídalo mucho, cariño. No sabemos de qué sea capaz estando así —le aconsejó ella aún sonriendo.

—Descuida, me aseguraré de que convierta en cuna su hamaca.

—No te atrevas, pervertido —recriminó Revali con una mirada juiciosa—. No quiero ser blanco de tus desagradables fetiches.

—Si, si —respondió Teba con simpleza, emprendiendo marcha escaleras arriba, no sin antes despedirse de Saki, mientras Revali seguía bufando quejas que nadie se molestó en escuchar. La orni los vio alejarse antes de adentrarse a su vivienda, dispuesta recostar al polluelo que se removía entre sueños sobre sus brazos en busca de mayor comodidad, en su mente el pensamiento de que aquella noche había sido entretenida y muy divertida, tal vez más amena de lo que pudo considerar en un principio.

.

Alcanzando el punto más alto del poblado, a sólo unos cuantos escalones de la choza patriarcal, Teba se encontró con la casa de Revali que gozaba de una decoración pintoresca. Había adornos por todas partes, desde artesanías típicas de la tribu hasta colguijes de tierras lejanas, presumiblemente del dominio zora, gerudo y goron. Unos cuantos dibujos hechos por niños se recargaban en la escasa mueblería, además de otras herramientas que Revali seguro usaba para calibrar su arco. La característica bufanda azul -tejida por las manos de la princesa Zelda- se encontraba en una zona especial de la choza, fuera del alcance de quienes pudieran osar mancharla. Y más al fondo, sobre una mesa, la hamaca doblada que Revali usaba para dormir. Teba acomodó a Revali contra un muro de madera mientras él se apresuraba fijar la hamaca sobre el aire, dispuesto a terminar el trabajo lo antes posible, antes de que los extraños pensamientos que estuvo teniendo hacia Revali volvieran a su cabeza. Habiendo terminado su cometido se volvió para dirigirse al campeón, liberando una sonrisa instintiva al verlo, pues éste se había recostado en el suelo igual a un cachorro.

—Haz un esfuerzo. Ya casi estás en la hamaca —le dijo con cariño paternal mientras se aproximaba, levantándolo con cuidado para apoyarlo contra su cuerpo de nuevo. Revali se quejó y frotó la cabeza contra su pecho de forma inconsciente, tensando a Teba un momento por su inocente reacción—. Hey, no puedo dejarte dormir como un vagabundo. Anda, sé que puedes terminar el recorrido. —De un impulso, Teba puso a ambos de pie, aún así Revali parecía reacio a deshacer la posición que había adoptado, su largo pico enterrándose entre el plumaje blanco al tiempo en que su cálido aliento erizaba la piel de Teba al contacto, un hecho que el receptor trató ignorar—. Voy a cargarte, Revali.

Inclinándose, Teba sujetó las piernas del joven campeón entre sus dedos, entonces su corazón comenzó a palpitar, poniéndolo todavía más nervioso. La posición no era cómoda pero la accesibilidad de Revali le ofrecía a la mente de Teba un escenario nada confortable. Se suponía que sólo lo estaba ayudando llegar a la hamaca para descansar, su cuerpo no debería estar reaccionando de aquella manera tan sugerente. Tomó un respiro y finalmente alzó el pequeño cuerpo de Revali para dejarlo caer contra su hamaca. Revali liberó un gemido que Teba ignoró, entonces se movió por el lugar, trayendo consigo una almohada y frazada que le ayudaría a mantenerlo caliente. No esperó que al acercarse para acomodar el almohada bajo la nuca de Revali, este extendería sus alas suavemente para rodear su espalda. Teba se tensó de nuevo, esta vez reconociéndose en pánico por la manera como las alas de Revali abrazaban su cuerpo. Por unos instantes se esforzó en pensar sin éxito, evadiendo las preguntas que no obtendrían respuesta sobre las acciones del otro orni, era obvio que estaba ebrio y que cada movimiento que ejercía no era del todo voluntario, aún así le torturaba la idea de que aquello pudiese ser deliberado. Cerró los ojos en su intento por recuperar compostura.

—Revali, déjame ir... tengo que... —Las palabras de Teba murieron dentro de su garganta cuando su nombre fue articulado por Revali en un tono que rápidamente lo paralizó. Su nombre en el pico del campeón surgió dulce, anhelante, con un gruñido tan suave que denotaba cierta exigencia y esto a Teba lo hizo temblar—. Revali, no soy una almohada de compañía. Si me dieras el espacio necesario... —Un nuevo suspiro gustoso y esto bastó para que Teba se sintiera sonrojar furiosamente bajo las plumas de sus mejillas—. Oye...

—No quiero soltarte... tu calor... se siente bien...

—Revali...

Teba se removió con la intención de soltarse pero la respiración del campeón bajo las plumas de su cuello lo estremeció, dejándolo en la misma postura mientras luchaba por contener su voz. No sabía lo que sucedía con él pero rápidamente culpó al hecho de que no había tenido el suficiente contacto íntimo con su esposa; era un orni adulto, era obvio que extrañaría tener sexo, aún así no comprendía cómo era posible que su cuerpo se sintiese tan debilitado, pues no daba crédito a que la fuerza física de Revali fuera más de lo que hubiese podido presumir dentro de ese pequeño cuerpo. Aquello no tenía sentido.

—Estuve lejos cien años —murmuró Revali de pronto, sorprendiendo a su compañero, quien abandonó la idea de liberarse para escuchar sus palabras con atención—. Cien años en los que no pude sentir más que desolación y dolor. Había perdido... y con ello mis esperanzas de honrar mis raíces y marcar la historia se esfumaron. No pude luchar, ni sobreponerme a las fuerzas que me mantenían cautivo. Yo no era nada para esa cosa. No recibí el reconocimiento que quería ni tuve la oportunidad de salvar a mi pueblo. Cien años... que convirtieron este lugar en algo que jamás pude imaginar... con gente maravillosa que apenas recuerda la tragedia donde yo participé.

Teba sintió a Revali temblar tras su declaración, tomándolo desprevenido. Nunca hubiese imaginado la lucha interna por la que su héroe había estado pasando desde su retorno, ni que estos pensamientos fueran los motivos por los que se mantuvo distante todo este tiempo de los suyos, de las generaciones que tanto debieron venerarlo para morir dentro de las mentes de los más ancianos. La sola idea le hizo sentir pena. Quizás la posición en la que Revali lo obligaba permanecer no fuera la más cómoda pero funcionó para que extendiera sus alas a cada costado del campeón antes de abrazarse a su cuerpo con la mayor delicadeza que le fue posible, sintiendo como si el orgulloso orni se rompería ante cualquier sacudida. Parecía mentira que el mismo orni que había presumido, reído, bromeado y que se había mostrado enfurecido por las situaciones, fuera éste mismo que con tanta fuerza retenía el llanto. Este aspecto tan endeble del campeón calentó el corazón de Teba, recordándole que sólo había sido un muchacho inmaduro cuando murió en el interior de Vah Medoh, completamente solo; esto le incitó transmitirle seguridad con su gesto; brindarle todo el apoyo moral que tenía a su alcance.

—Eres libre ahora —le susurró con ternura—. No importa lo que haya sucedido en el pasado, todos tus sacrificios serán recordados y amplificados por lo que eres en el presente. Todos tus logros, intenciones y propósitos marcarán la historia de toda nuestra tribu... de todo Hyrule. Confío en que será así.

Un jadeo ahogado sofocó la garganta de Revali, impactando contra el hombro de aquel a quien se aferró con más fuerza frente a su apoyo, cerrando los ojos igual a un polluelo asustado por la guerra. Teba se dejó llevar por la sensación del plumaje del campeón contra su cuerpo, su mente diluyéndose igual a un cubo de azúcar. No le importó nada mientras permanecía a merced de Revali, sus piernas comenzaron a entumecerse por la postura pero decidió no romper el abrazo hasta que su compañero dejase de sollozar. Revali no lo soltó hasta que su propia ebriedad aflojó sus alas, atinando a cubrirse el rostro cuando Teba se separó para verlo a los ojos. Comprendiendo que Revali todavía era orgulloso aún en su estado, se contentó con posar la punta de su pico en su frente, tal como haría con Tulin.

—Ahora duerme —le dijo, finalmente alejándose de la hamaca. Revali descubrió uno de sus ojos esmeraldas para verlo marchar, deteniéndolo antes de que cruzara el umbral.

—Teba.

—¿Si? —Revali desvió la vista cuando la mirada de Teba la encontró, y volvió a cubrirse con sus alas, el calor en su rostro aumentando pero esta vez por una razón distinta.

— …Olvídalo. Ya vete.

Teba no se despidió, simplemente continuo caminando con una ligera sonrisa adornando la comisura de su pico, pues le causaba gracia que acabara de ser tratado de esa manera tan parca aún cuando había visto a Revali en un momento de debilidad total. El sonido de los pasos de Teba se perdieron con la distancia, dándole a Revali la libertad de suspirar aturdido por lo acontecido recién, y es que con ningún orni se había sentido tan cercano como con ese guerrero que lo encontró a los pies de la bestia divina durante un vuelo matutino. Su relación había sido un poco complicada al principio pero tanto él, como su esposa e hijo, lo habían ayudado a integrarse de nuevo a su pueblo natal en esta era pacífica. Se había sentido confundido por ello, perturbado incluso. Sin embargo, la servicialidad que Teba le había cedido lentamente calmó su miedo, pues era como si ya lo hubiese conocido desde mucho antes que la calamidad tomara posesión de Vah Medoh.

Se llevó un ala al pecho, notando que el latir de su corazón aún no se calmaba. No entendía qué era eso pero era la primera vez que lo sentía con semejante fuerza. No sólo llegó considerar a Teba su amigo sino que lo veía como una figura paternal de la cual nunca gozó. Pero este sentir estaba evolucionando y todavía no sabía cómo llamarlo. Por el momento se conformaría soñando con ese tacto, esperando que no se repitiera o enloquecería con lo que sea que lo estuvo acosando cuando sintió el cuerpo de Teba tan cerca de él.

Fin.