Notas Iniciales: Algo cortito que surgió de mi necesidad por darle amor a Saki.

Inspirado en la canción "Not Enough" de Elvis Drew x AVIVIAN


Ignoto.

II

Saki tenía un conflicto. Sus complejos tomaban el control y derretían su cerebro en variadas reacciones insensatas. La última vez que se había sentido de esta manera fue cuando su primer amor había renegado de jugar con ella -una niña- al noviazgo. A pesar de su popularidad y atractivo visual, Saki nunca fue una orni que se aventurase a las relaciones, si no amaba prefería mantenerse al margen y no crear una falsa imagen, ni siquiera por gusto propio. Muchas veces había sido criticada por su forma de vida; las palabras la habían herido; consiguieron que temiera entregar su cuerpo a los placeres de la vida. Fue en esos altibajos cuando conoció a Teba, gracias a él fue superando todas sus inseguridades, recreando su vida en base a las nuevas experiencias. Con él hizo lo que nunca se hubiese imaginado, sintiéndose bien en sus elecciones, sin más temor que la detuviese de volar nuevos aires. Sin embargo, el nido de confianza que había forjado con años de paz mental una vez más decaía. Al principio intentó restarle importancia y disfrutar de los pequeños detalles, más esta vez su paciencia no la premió. Lentamente fue notando cómo su marido se distanciaba cada vez más, el tiempo que pasaban juntos perdió su encanto y la monotonía distorsionó el resto. Al contrario de los que algunos pensarían, ella no culpó a Revali, su esposo siempre lo había admirado, desde que podía recordar él era su ídolo, un ideal, por quien había dedicado años de estudio, adiestramiento y perfección.

Ella tampoco había creído al principio que tal orni se tratase del mismo campeón que se había perdido en batalla cien años atrás, pero Teba aseguró lo era cuando lo vio. Ya antes su esposo había hablado de haber atravesado las barreras del tiempo a un pasado entrañable pero Saki creyó poco y nada de lo que se había hablado entonces, simplemente lo dejó pasar como una de las tantas excentricidades de su esposo. Inclusive prefirió pensarlo como un sueño o mentira incitada por las noches que pasaba con su mejor amigo, hablando de probabilidades y escenarios que pudieron desarrollarse durante la caída de Hyrule.

Aunque llegó a experimentar celos, logró controlarse, encontrando la compañía de Revali curiosa hasta tornarse interesante. Revali siempre la trató con respeto, incluso le dedicó una caballerosidad que no había recibido nunca de su esposo u otro orni que hubiese intentado cortejarla; eso la llevó a pensar que no podría ser tan malo dejar a Teba entrenar junto a él altas horas de la noche. Sin embargo, el cambio en la actitud de Teba hacia Revali lo fue notando en pequeñas señales. Ocasionalmente, el campeón haría una broma que dejaba a Teba inquieto en su lugar hasta que él se despedía para marchar a su hogar, mientras él eludía hablar de cualquier cosa que involucrase lo reciente. Además su esposo había comenzado a ponerse más cariñoso de lo usual con ella, teniendo ideas poco parecidas de las que tuvo alguna vez durante sus juegos de cama. Ella lo aceptó al principio, creyendo esto como una mejora a su matrimonio, luego entendió que simplemente no podía complacerlo lo suficiente. Habían tenido tan poco tiempo juntos desde los ataques de la bestia divina que, entre deberes y las necesidades de su hijo, fueron perdiendo toda ocasión de reanimar el fuego de su relación. Intentaron remediar eso pero nuevamente las circunstancias los golpearon para impedirles un segundo de privacidad.

Saki continuo observando cómo Teba se alejaba cada vez más de ella, sin poder impedir que la brecha creciera. La oportunidad de infidelidad se presentó en su trabajo como costurera pero decidió dejarla pasar a favor de la menor posibilidad de estabilidad entre ellos.

Aquella noche, ella dejó que Tulin disfrutara de un campamento patentado por los educadores de su tribu, otorgándole el permiso que tanta alegría le causó a su polluelo. No se lo comentó a Teba, así que esperó por su regreso en completo silencio. Las escasas lamparas que iluminaban su vivienda yacían apagadas mientras ella yacía en la oscuridad con el corazón acelerado. Temía que fuera a rechazarla. Pues si él retornaba agotado por el tiempo transcurrido junto a Revali, probablemente no querría ejercer una segunda ronda, más un pensamiento egoísta animó a Saki de continuar el plan: si su esposo había tenido el descaro de satisfacer a Revali hasta los límites, también lo haría con ella.

—Que oscuro está aquí. —La voz de Teba en la entrada hizo al corazón de la hembra saltar con adrenalina. Respiró profundo, repitiéndose que estaba lista—. ¿Saki? ¿Qué haces con todo apagado? ¿Tulin se ha ido a dormir ya?

—Tulin fue a un campamento —dijo, maldiciendo su tono frío, no se suponía que debiera recibirlo así, su idea era mantener un acento cariñoso y no estaba funcionando.

—¿Campamento? ¿En esta época? No tenía idea de eso.

—Tal vez si pasaras más tiempo con él y menos entrenando... —Saki suspiró, decepcionada de sí misma. Lo estaba haciendo todo mal, lo comprobó cuando escuchó a Teba dejar su arco a un lado con tanto cuidado que no generó ruido alguno en la estancia.

—Lo siento, me temo que mi cabeza no ha estado en un solo lugar estos días.

—Está bien. —Saki se desabrochó el costado de su blusa cuando vio la oportunidad de dar un giro a la situación, sino actuaba ahora, probablemente no tendría otra oportunidad después—. Más importante, ahora tenemos un momento a solas ¿cierto? —Saki se giró, permitiendo que su ropa se deslizara sobre su cuerpo hasta el suelo, dejándola totalmente expuesta al ambiente ante la mirada estupefacta del guerrero, quien no pudo sino tragar en seco como primer reacción—. Ven aquí —instruyó ella con una sonrisa.

Con obediencia instintiva Teba se acercó a ella, rodeándola con sus alas sin poder evitarlo, todavía impresionado por su iniciativa. Al sentir esos dedos largos acariciando su espalda tentativamente, Saki suspiró, alejando de su mente la incertidumbre frente a la rápida respuesta de su pareja. Intentó pensar en el paso dos de su plan pero su mente se había quedado en blanco, hacía mucho que no tenían esos juegos así que estaba insegura sobre cómo moverse. Tal vez podría comportarse aburrida y Teba terminaría hartándose de su timidez para cortar por lo sano tan irreal escenario.

—Saki, yo... —susurró Teba de forma nerviosa.

—Shhh, no pienses en nada —le respondió la hembra en su intento por demostrar que tenía todo bajo control, procediendo a entrelazar sus picos para el encuentro de sus lenguas.

Teba no tardó en corresponder, sujetando su rostro con un ala mientras con la otra atraía su cadera, apegándola más a sus fuertes pectorales. Saki comprobó por el movimiento de su lengua y pico que Teba había estado muy ocupado aprendiendo otras técnicas así que eso le incitó deslizarse con mayor destreza, indispuesta a quedarse atrás en esta actividad para dos. Rompiendo el beso, realizó un recorrido por todo el cuerpo de Teba hasta alcanzar la entrepierna, donde enfocó su atención para disfrutar de la manera como su pareja empezó a estremecerse y acariciar sus cabellos. La preocupación que sufrió al inicio lentamente fue desapareciendo de su cabeza, dándose cuenta de lo mucho que ella misma había necesitado de esto, por lo que se enfocó en calmar el apetito voraz que despertó en su cuerpo durante la primer penetración. Con un gemido ansioso, se abrazó al cuerpo de su esposo, guiándolo junto a ella a la alfombra que los había visto consumar su unión tantas lunas atrás. El rostro de su esposo irradió placer con cada movimiento y esto arrastró a la mente de Saki hacia los pensamientos que no se atrevería admitir mientras poseía lucidez. Aún con esta victoria bajo sus plumas, se encontraba hambrienta de respuestas. ¿Cómo era que Teba se había atrevido a que alguien más lo dominara? ¿Era porque ella no gustaba de la cima que Teba había tenido de ir en busca de alguien que si lo prefiriera? ¿Ella no era suficiente? ¿Cómo era el sexo entre dos varones? ¿Qué rol tomaba Teba dentro de la situación? La idea consiguió que el orgasmo la sorprendiera instantes después de considerarlo.

Los brazos de Teba fueron firmes mientras la abrazaba y fue algo que Saki agradeció al verse envuelta por la bruma del goce, con el sin fin de imágenes aleteando en su cabeza. Excitada, lo obligó mantener el ritmo incluso dentro del cambio de postura. La espalda de Saki impactó en el pecho de Teba, al tiempo en que ella se sostenía de su cuello, respirando con irregularidad, demasiado perdida en el placer para controlar sus impulsos.

—¿Así está bien? —inquirió, sintiéndose alcanzar el límite de su resistencia.

—Si... Saki. Maldición...

La orni sonrió divertida por las palabras de Teba, disfrutando del aliento contra su cuello y oído pero la mejor parte era la forma en que su esposo resguardaba un gruñido dentro de su garganta, fue algo que apreció con gran placer cuando lo sintió terminar con un gemido ahogado. Saki contuvo la respiración y se retorció ligeramente al encontrarse de vuelta al éxtasis después de varios minutos manteniendo el mismo ritmo. Estaba satisfecha pero se sorprendió al sentir más movimiento por parte de su esposo, quien no parecía dispuesto a detenerse aún.

—¿Cariño? Aún estás duro...

—Los estoy... —confirmó Teba, deslizando la punta de su pico por el cuello de la hembra, deteniéndose cuando un pensamiento lo golpeó—, ¿te incomoda?

—No, está bien, es sólo que... ha pasado tanto tiempo. No te recordaba así de resistente.

El comentario de Saki pareció tensar a Teba al instante, motivo por el que sus blancas alas dejaron de amasar sus senos, posándose sobre las gruesas piernas de su esposa de manera floja, esperando por algo que jamás llegó. Por un momento Saki consideró cambiar el tema, alejarse de lo que indudablemente le haría un mal a este momento tan agradable, pero una parte de ella aún quería indagar un poco más y quizás recriminar a Teba por sus molestos secretos. Rompió la posición, apartándose un poco de él, sin mirarlo.

—Saki... —El guerrero intentó decir algo pero su esposa lo interrumpió.

—Estoy cansada pero te puedo ayudar —dijo ella, un extraño ánimo sumándose al ardor que la hacía sentir un vacío sin precedentes en el pecho. Se inclinó hacia su esposo, haciendo uso de sus dedos después de darle un dulce beso en una mejilla.

—¿Segura? No me importaría hacerme cargo yo mismo —comentó Teba automáticamente y Saki se incomodó por aquel tono culpable que despidió su acento.

—Por favor, Teba. No somos niños, no hay nada de lo cual avergonzarnos. Además —Saki sonrió al tener una broma inteligente en mente—, no lo estoy haciendo gratis. A cambio de este favor, irás por Tulin pasado mañana y le prepararás el almuerzo mientras yo disfruto de mi tiempo de ocio en la hamaca. ¿Tenemos un trato?

Teba bufó con mayor tranquilidad, encontrando divertidas las palabras de su esposa, pues acababa de hacer una jugada bastante astuta, ya que con aquello lo haría cumplir su tiempo reglamentario a lado de su hijo y además la estaría compensando por estar tan ausente en casa. No se quejaba de ello pero lo ponía en una situación un tanto difícil con Revali, quien seguramente no aceptaría el cambio de planes para su itinerario de entrenamiento de buena manera. Decidió que ya lo solucionaría en su momento.

—Está bien —asintió derrotado—. Que sea lo que tu digas.

Los movimientos de Saki comenzaron justo después de que compartieran un corto beso. La respiración de Teba volvió hacerse pesada mientras los dedos de su esposa ascendían y descendían consecutivamente. Saki se concentró tanto en hacerlo eyacular que ignoró la intensa mirada que Teba le dirigía, por eso apenas consiguió reaccionar cuando él la atrajo del rostro para que compartieran saliva durante más tiempo. Saki sintió que su lenguas se adherían mientras sus alientos se mezclaban, cada vez más calientes. Saki debía reconocer que este tipo de contacto con su marido no hacía más que encenderla.

—Teba, te dije que no puedo más —reprochó sin aliento cuando el guerrero sujetó su espalda antes de hacerla caer suavemente bajo su figura.

—No tardaré —susurró Teba contra su pico, dando inicio a un nuevo vaivén, aunque más exigente y necesitado de lo que Saki estaba acostumbrada.

No replicó más, siguiendo el ritmo ya establecido. Ninguno de los dos estaba seguro cuándo tendrían un nuevo momento a solas, por ello Saki decidió dejar que su pareja tomara las riendas de aquella situación; ciertamente todo parecía mejor que sentarse a conversar aquello que contaminaba el cerebro de Saki, y que hacían de sus fantasías un revoltijo de sentimientos sin reparación. Sintió a su cuerpo volverse espuma mientras un gemido era liberado de lo más profundo de su garganta, Teba jadeó contra sus cabellos rosados, ahora desordenados por la acelerada ejercitación. Entonces el guerrero se permitió tumbarse a su lado, dedicándole cuidadosas caricias sobre su estómago. Saki se hubiese rendido a sus atenciones de no ser por la incomodidad húmeda entre sus piernas.

—No quisiera molestarte, amor. Pero aún no terminamos. Traje unas toallas y un pequeño balde de agua tibia... pero seguro ya está helada en estos momentos.

—Ya voy —contestó Teba con pereza, levantándose para arrastrar hasta sus posiciones los artículos de limpieza mencionados, tendiéndole uno de los trapos a su pareja, quien lo recibió con una pequeña sonrisa adornando las comisuras de su pico y enseguida proceder a sumergir la punta del mismo en el agua del balde.

—Ya que mañana tenemos trabajo que hacer, tendremos que levantarnos más temprano de lo usual para visitar el río. Deberíamos ir juntos.

—Por mi no hay problema.

—Teba.

—¿Hum? —inquirió el aludido con simpleza, demasiado concentrado en terminar su aseo personal para notar que su esposa se acercaba, siendo consciente únicamente cuando las alas de la orni rodearon su cintura en un abrazo anhelante que se reafirmó con su cabeza recargándose con delicadeza contra su espalda.

—Te amo. Lo sabes, ¿verdad? —dijo en un murmullo, casi apenado, casi solitario. Teba se removió y respondió a su abrazo sin dudar, tocado por la incertidumbre que ella le transmitía por medio de su gesto. Le hubiese gustado decirle tantas cosas que revolotearon en su cabeza, más lo único que surgió de su pico fue la misma respuesta que estaría dispuesto a repetir -reiterar- si con ello lograba redimir sus fallos.

—También te amo, siempre lo haré.

Saki sonrió dentro del abrazo y negó con la cabeza sin alejarse del contacto. Dejó pasar el tiempo, sus preguntas, sus temores. Dejó pasar el momento; lo seguiría haciendo mientras tuviera el valor de enfrentarlo definitivamente, en esos instantes se permitiría ser ciega y muda, lo haría si de tal manera podía mantenerlo a su lado unos segundos más. Sólo el tiempo determinaría el destino de su relación, si todo viajaba y terminaba como un mal sueño o encontrarían una solución que en esos momentos no era capaz de confrontar.

Fin.