Ignoto
IV
Sintió que su respiración era cortada por el frío que saturó de pronto el espacio. Un sentimiento de pavor se instaló entre sus plumas azules, pero aún era demasiado leve para tomarle importancia a pesar de todo. Aunque sabía que un sólo movimiento en falso les traería la muerte, Revali no dejó de mirar dentro de los ojos carmín que parecían absorberlo dentro de sus fauces, hipnotizándolo como nunca antes, y los dedos de hierro enterrándose en la tierra que recorría en su marcha, eran una advertencia devastadora. Sin embargo, ni siquiera pensó en rendirse o demandar retirada, pues todavía confiaba en que todos juntos contrarrestarían al grupo maligno que atacó el poblado, envuelto en la bruma de Ganon. Lo habían estado combatiendo durante más de diez años, era imposible que perdieran contra él ahora. Jadeó sin poder evitarlo mientras se elevaba en el viento, ajustando la mira de su arco en dirección a los ardientes ojos del mal.
Con expresión afilada, y le sed por su sangre siendo cada vez más pronunciada en la fuerza con la que sostenía el arco entre sus dedos, Revali decidió que terminarían con eso antes del anochecer. Disparó las primeras dos flechas explosivas, dando en el blanco. Los gigantescos moblins cayeron en el acantilado, mientras otros se reconocían gravemente heridos, antes de que su segundo al mando enviara las siguientes flechas para exterminarlos en definitiva.
Revali sonrió complacido por la respuesta de sus demás acompañantes orni, quienes volaban grácilmente por el viento, ofreciendo asistencia a cada maniobra que él ejecutaba. Pero el campeón no se permitió distraerse para seguir al guardián que se alejaba; éste giró la cabeza para disparar uno de sus rayos destructores contra él, fue rápido en esquivarlo y volver a lanzarle flechas, cegando su visión por unos segundos con el humo que lo rodeó. Se acercó lo suficiente para disparar nuevamente justo sobre su ojo de cristal, el cual se rompió en miles de pedazos una vez recibió el impacto. Entonces Revali se alejó. Los orni que le acompañaban celebraron su ofensiva. Entre ellos, el más aliviado era Teba, quien no se evitó vigilar los siguientes movimientos del campeón para asegurarse que estaba a salvo; sabía que no necesitaba preocuparse, pero no podía evitarlo estando tan cerca del peligro. La batalla había iniciado con varias bajas y no quería que su guía fuese una de ellas.
—¡Teba! ¡Te necesito acá! —le llamó su mejor amigo desde lo alto, así que el orni blanco se desplazó sobre la atmósfera con fuertes aleteos para alcanzarlo.
Revali continuó luchando sin perder el menor detalle, comprendía que vencer a un guardián era una tarea complicada, pero no se permitiría hesitar cuando había logrado debilitarlo durante todo el recorrido. El guardián se movió con torpeza tras su ataque pero aquello no lo hacía menos peligroso, aún si sus rayos fueron pulverizados, poseía brazos que podrían tomar a su enemigo y romperle los huesos en el proceso. Revali comenzó por explotar las uniones de sus extremidades, esquivando en el momento justo. Y finalmente, luego de un danzar descontrolado, el guardián dejó de funcionar por lo que -para asegurarse- Revali aterrizó a una distancia prudente, observando la máquina ancestral, su coraza chamuscada por el fuego. Ya no se movía; acababa de vencerlo.
Con un profundo suspiro, Revali colocó su arco en la espalda antes de mirar hacia el resto de arqueros, comprobando que también terminaron su labor, y en esos instantes únicamente se aseguraban de que no hubiese monstruos sobrevivientes, haciendo uso de hojas de acero para encajar sobre sus corazones. La misión había sido exitosa y en Revali recaía la responsabilidad de enviarlos a todos de vuelta a su hogar, donde habría noticias que informar; condolencias que ofrecer. Volvió a suspirar antes de recomponerse.
—¡Buen trabajo, señores! Es hora de volver al poblado.
Todos los arqueros sin excepción se movieron al son de sus indicaciones, listos para despegar nuevamente a los salvajes vientos de las montañas. Ninguno se molestó en mirar atrás. Sin embargo, Teba no pudo evitar hacerlo, a pesar de haberse preparado para colocarse en posición y volar al mismo ritmo en que lo hizo Harth, por eso fue el único consciente del extraño brillo carmín que expulsó el guardián a espaldas del campeón, su mira coincidiendo con su calmo andar.
—¡Revali! ¡Cuidado! —exclamó emprendiendo el vuelo en su dirección.
Revali se mostró desconcertado por la advertencia, pero en un impulso miró a sus espaldas, alcanzando a notar cómo el guardián disparaba un último rayo carmesí contra él. Su única reacción fue cubrirse de forma instintiva, y aunque Teba logró llegar hasta él, fue demasiado tarde para los dos. Ambos recibieron el rayo, siendo enviados a gran velocidad contra las paredes de roca. Alarmados, los orni que quedaban desenvainaron sus arcos para apuntar al guardián, pero este volvió apagarse frente a sus ojos. Sorprendidos volvieron a bajar los arcos, antes de correr en dirección a los afectados por el ataque.
—¡Joven Revali! ¡Joven Teba!
Hart encabezó la carrera, temeroso del resultado que aquel improvisto hubiese causado. No dudó saltar y aletear para llegar rápido, deteniéndose justo frente a los dos orni que habían caído desfallecidos por la fuerza de impacto. Teba sostenía a Revali con fuerza entre sus maltratadas alas blancas, mientras el joven campeón parecía la criatura más frágil que jamás haya existido. Harth sintió a su garganta cerrarse frente a la imagen, conteniendo la respiración inconscientemente, victima del pánico y pavor entremezclados.
—Teba... Joven Revali... Demonios, no... —masculló con tono grave, no estando seguro cómo moverse ahora que apreciaba el estado de los dos con sus propios ojos. Fueron muchas cosas las que pensó hacer para ayudarlos, pero no concretó ejecutar ninguna, paralizado por la rabia y la tristeza juntas—. No, por favor, no... —volvió a mascullar con dificultad, pero entonces percibió movimiento en su mejor amigo, abrumándolo por el hecho de que todavía estaban respirando—. Teba... dioses, resistan —les suplicó antes de dirigirse a los otros—. ¡Están vivos! Debemos llevarlos al poblado para que los atiendan. Rápido.
Los más fuertes cargaron en sus espaldas a los dos guerreros, procediendo volar fuera de aquella zona sin perder el tiempo rumbo a la villa. Harth se encargó de vigilarles durante el viaje para asegurarse que permanecieran convida, en su mente orando a las deidades del aire que protegiera sus espíritus y les impidiese morir ahí.
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El dolor fue lo que hizo a Teba despertar durante la madrugada. Se removió en sueños antes de abrir los ojos con dificultad, sólo para darse cuenta en donde estaba. Harth lo recibió, el alivio impregnado en sus ojos mientras lo tranquilizaba y alentaba no hacer movimientos bruscos, o todo el progreso podría revertirse en su cuerpo. Esforzándose en respirar, Teba atendió cada una de las sugerencias de su mejor amigo al inicio, los recuerdos de lo ocurrido situándose en su mente con la misma lentitud en que se acostumbraba a su estado, razón por la que se obligó levantarse de su lecho pese a las quejas de Harth.
—¿Revali está bien? —Teba no necesitó una respuesta de su mejor amigo para encontrar a la figura del campeón orni postrado en una cama junto a él, sintiendo que un peso muy ligero caía de sus hombros al cerciorarse de su presencia.
—Lamentablemente se encuentra grave —dijo Harth con pesar—. La curandera nos pidió que le diéramos tiempo, pero sino despierta dentro de una semana como máximo, me temo que debemos resignarnos a perderlo.
—No... —Teba bajó la mirada y negó con la cabeza, simplemente no podía aceptar un ultimátum así. Los dedos de sus alas estrujaron la frazada que lo estuvo cubriendo, sintiéndose impotente—. Debí haber reaccionado antes...
—No es tu culpa, Teba. Nadie hubiese anticipado que quedaba energía en esa cosa.
—Pero yo...
—Hiciste lo que pudiste, amigo —le señaló Harth compasivo. Sin embargo, aquellas palabras no consolaron al guerrero, sólo incrementaron la desesperación en su corazón—. Debes descansar, tú también recibiste ese rayo. Casi te mata.
—Ojalá lo hubiera hecho, si con ello Revali...
—Basta —exclamó Harth con severidad, más Teba no se inmutó por su reacción—. No te atrevas a decir ni una palabra más. ¿Crees que eso hubiese hecho feliz al campeón? ¿Tienes idea de lo mucho que Saki hubiese sufrido sino despertabas? ¿Tienes alguna idea de lo que yo sentí cuando te vi así? —espetó, entonces Teba se apenó por haber expresado sus pensamientos con tal insensibilidad, sin tener en cuenta los sentimientos de su mejor amigo o del resto. Harth suspiró con pesadez—. Sé que es difícil, pero por favor no lamentes haber vuelto convida. Además, aún no está decidido el destino de nuestro campeón, estoy seguro que volverá a la consciencia —agregó con tono conciliador.
Teba asintió como única respuesta, mirando por segunda vez a Revali. Se le veía fatal, como si el dolor que sufría fuese arrancarle la carne desde adentro, lo imaginaba por la manera en que su rostro se contraía y movía con incomodidad.
Y aunque Harth lo había sugerido, Teba se reconoció incapaz de dormir. Después de que las luces se apagaran, se encontró sufriendo por el malestar que acosaba aún sus huesos, sin mencionar que su piel ardía cada vez que una punzada lo invadía. Mientras estuvo luchando contra eso, se dejó mirar en dirección a Revali, siendo consciente de que su padecer debía ser peor al suyo por la forma que se quejaba. No pudo dejar de sentir culpa a pesar de todo. Y en algún punto, el dolor lo venció, cayendo dormido sin darse cuenta por el agotamiento.
Durante ese periodo, una luz escarlata comenzó a irradiar del pequeño cuerpo del campeón orni, iniciando de su pecho -donde se concentraba como sangre- al resto de sus extremidades. Revali comenzó a sufrir ligeras convulsiones antes de que sus párpados se abrieran de golpe, como reanimado por un choque eléctrico, permitiendo a sus iris verdes mancharse con la misma bruma negra que había contaminado a los moblins y bocoblins a los que se habían enfrentado aquella noche. Su pico se abrió buscando aire, ahogándose con la energía que lo sofocaba, antes de que una extraña fuerza lo elevara sobre la cama que ocupaba, haciéndolo levitar y volviendo a dejarlo caer inconsciente, una vez todo su espíritu se mezcló con la fuerza maligna que lo convirtió en su contenedor, igual a un parasito. El semblante de Revali entonces retornó a la normalidad, sin dejar indicio alguno de lo que acababa de suceder, para permitir al joven campeón dormir una vez más en calma, sin más dolor que amenazara su tan merecido descanso.
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Al día siguiente, Teba se despertó más tarde de lo que acostumbraba, pero el abrir de sus ojos no fue pacífico una vez notó la ausencia del campeón en la cama a su lado. Todavía aturdido por el dolor, sintió el impulso de salir fuera de la choza para advertir al poblado, ya que ni siquiera la curandera estaba presente, encontrándose a su mejor amigo en el camino, quien lució desconcertado de verlo de pie, razón por la que corrió a su encuentro enseguida.
—¡Teba! ¡Hombre! ¿Estás loco? —le reprochó, sosteniéndolo antes de que cayera contra el suelo de madera—. No te has recuperado por completo. ¿Tantas ganas tienes de morir?
—Revali... —jadeó agitado en medio de su martirio. La gravedad de su estado volvía hacerse evidente en su semblante. Harth se desesperó.
—¿Qué pasa con él?
—No está en la cama, él... pudo haberle sucedido algo.
—Genial, otro desaparecido. Pero es imposible, la curandera lo estuvo revisando hace poco, estaba peor que tú, no pudo haberse levantado de la nada ¿o, si?
—Eso es lo que me preocupa...
—¡Eres el menos indicado de hablar! Joder. Vayamos a buscar ayuda —declaró rodeando su cuello con el brazo de Teba, pues sabía que sino lo vigilaba de cerca, él haría todo lo posible por desplazarse por su cuenta en todo el poblado y empeoraría la situación.
Sin perder más tiempo, ambos se dirigieron a la choza del patriarca, quien luego de recibir el informe, indicó a su acompañante pusiera a los arqueros en alerta máxima para que se apresuraran en emprender una búsqueda exhaustiva por el campeón. Sin embargo, a pesar de haber presenciado aquello, Teba aún estaba inquieto, motivo por el que se negó descansar, insistiendo en brindar su ayuda. Aún así Harth no lo escuchó, decidiendo por llevarlo a la residencia de Saki, donde al menos podría estar siendo vigilado el tiempo suficiente hasta que las cosas se calmaran. Mientras caminaban en dirección al hogar de la joven orni de rosado plumaje, una silueta entre el desorden llamó la atención de los dos. El arquero en cuestión recién aterrizaba en la plaza con la mirada fija en el movimiento del resto de fuerzas, luciendo confundido por el suceso. Teba y Harth lo reconocieron al instante, pero se mantuvieron en silencio, incrédulos por su apariencia, estupefactos por su evidente salud; éste los ubicó con facilidad, así que no dudó acercarse en busca de respuestas.
—¿Qué es todo este alboroto? ¿Estamos bajo ataque otra vez?
—Campeón Revali... —pronunció Harth aún sin poder creer lo que veía.
—Si, ese soy yo —respondió con ceño fruncido para posteriormente insistir—. ¿Entonces? ¿Van a responderme o tendré que preguntar a alguien más?
—Te ves sano —evidenció Teba esforzándose en mantenerse de pie sin el soporte de su mejor amigo, como si la visión de su propia situación fuera advertir la razón de su sorpresa a quien poco interés parecía mostrar a los sentimientos encontrados de su compañeros.
—¿Si? ¿Tiene eso algo de raro? —Revali se llevó un ala a la cadera—. En realidad nunca me había sentido tan bien. Fue por eso que tomé la decisión de entrenar un poco antes de darle mi informe al patriarca, ya saben, sobre los sucesos que ocurrieron ayer.
—Pero eso... ya está cubierto.
—¿En serio? Que vergüenza —declaró cubriéndose el rostro con un ala en un gesto abochornado que volvió a dejar a los otros dos sin habla—, debió ser una molestia para ustedes el haberse ocupado de mis deberes después de que cayera dormido.
—No caíste dormido, Revali —espetó Teba impaciente, consiguiendo la atención del campeón orni gracias a su tono—. Te disparó un guardián, intenté protegerte pero al final nos afectó a ambos. Estabas grave, por eso todos creímos te mantendrías en cama algún tiempo. Ese es el motivo de esta locura. Reportamos que habías desaparecido, así que todos están buscándote. No imaginamos verte en perfectas condiciones después de lo que pasó.
El gesto sereno de Revali se tornó severo en cuestión de segundos, resultándole inconcebible que su ala derecha en batalla estuviera jugando de aquella manera. Aún así prefirió guardar silencio mientras sus miradas chocaban, intentando descifrar las motivaciones del otro para subestimarlo de aquella manera.
—No sabía que te gustara hacer ese tipo de bromas, Teba.
—¡No estoy bromeando! —replicó Teba exaltado.
Harth se apresuró sostenerlo, pues el guerrero no había tardado en marearse por la explosión de sustancias en su cuerpo, dejándolo relativamente débil a la vista de Revali, quien también había extendido las alas hacia él, preocupado, creyendo que podría desfallecer.
—Tómalo con calma, amigo —le instruyó Harth con voz suave. En este punto, muchos arqueros se habían detenido a observar la escena, igual de extrañados por la intacta vitalidad que presumía su campeón, pues muchos lo habían visto a un paso de la muerte con sus propios ojos antes—. No quiero ser grosero, pero me gustaría solicitar que fueras a una revisión con la curandera —continuó Harth dirigiéndose esta vez a Revali—. Tu rápida recuperación fue sorprendente, es decir, nos alegra que estés bien, pero necesitamos una prueba para sentirnos seguros con tu caso. Como dije, ha sido una sorpresa.
Aunque sin mucha disposición, Revali asintió, accediendo únicamente porque las miradas tras su espalda lo acusaban de una falta que él no recordaba haber cometido. Aburrido y sin más opción, recibió la guía de sus mejores subordinados hacia la choza del medico, al tiempo que la búsqueda era cancelada de forma abrupta por los demás arqueros. Tras una serie de intercambios poco amables, la curandera realizó estudios en el cuerpo del campeón, mostrándose más que impactada por los resultados que había encontrado por ese lapso de dos minutos, confirmando que gozaba de buena salud; un hecho que volvió a desconcertar a los presentes. Después de esto dejaron a Revali irse, molesto por la desconfianza que el poblado entero acababa de mostrarle.
Sin embargo, a pesar de no ser sus intenciones renegar, Teba se mostró aún escéptico por lo ocurrido, pues él mismo había observado a Revali gran parte de la noche; no pudo haberse curado con semejante rapidez. Los elixires y pociones representaban una ayuda considerable para la mejora de los heridos, pero tales no los salvaban del reposo o inclusive el dolor entrañable. Pareciese obra de la mano divina que su campeón hubiese recuperado su fortaleza usual, aunque una parte suya presentía que algo lejano al milagro acababa de intervenir en la mejora de su superior. Arrancándole una vida por otra.
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Con obvia irritabilidad, Revali removió las corrientes de aire para volar de vuelta al campo de entrenamiento. Ya había cumplido un régimen aquella mañana, pero sintió necesitar un segundo por el sin sentido que acababa de protagonizar, aunque no culpaba a sus compañeros por preocuparse si lo que habían dicho presenciar era verdad. Ciertamente, él no podía recordar más que la voz de Teba gritando su nombre y el extraño brillo que lo cegó antes de que todo se volviera negro. Cuando despertó en la choza del medico, supuso se había desmayado al término de su misión, pero al parecer la realidad fue otra, a menos que todos se unieran para gastarle una broma de mal gusto, algo que dudaba considerando el escaso sentido del humor de Teba, el guerrero orni.
Con un suspiro, volvió a tomar impulso para despegar, extendiendo sus alas a cada costado suyo para recibir las corrientes de aire naturales de la zona. Una vez alcanzó la altura que necesitaba, se desplazó en el viento, precipitándose hacia los blancos que él mismo instaló en puntos estratégicos por todo el abismo, acertando a todo cual puso bajo mira con excepción de uno.
Insatisfecho, Revali siquiera aterrizó para nuevamente agitar sus alas e ir en busca del mejor ángulo donde ubicar sus objetivos, disparando de manera uniforme y precisa, mientras las explosiones se llevaban consigo los trozos de madera ahora inservibles. Contento con el nuevo resultado, Revali sonrió, sobrevolando los espacios más angostos y peligrosos, antes de volver aventurarse a cumplir sus extravagantes cometidos. No cabía la menor duda que todos aquellos años de entrenamiento en solitario, habían valido la pena ahora que podía remover a capricho el viento, el sol y la lluvia. Sin embargo, algo más entorpeció su ritmo de manera sorpresiva. El repentino parpadeo carmín lo envió perder equilibrio antes de impactar contra el tumulto de nieve al filo de la las escaleras de la choza.
De pronto comenzó a dolerle muy fuerte la cabeza, así que por instinto se cubrió el rostro con los dedos. Intentó masajear el puente de su pico para aligerar un poco la carga, pero terminó por ceder a la debilidad que lo azotó segundos después, arrodillándose sobre la nieve. De pronto no podía dejar de repetir el sentimiento de ira que lo llenó cuando sus subordinados y Teba dudaron de su palabra. Sin razón aparente, no podía dejar de odiar el asombro con el que la curandera identificó su buen estado.
«¿Acaso quieren deshacerse de mi? ¿Por eso armaron todo ese drama sobre mi supuesta desaparición? ¡Vaya insolentes malagradecidos! No se dan cuenta a quién están despreciando»
Confundido por sus pensamientos, Revali agitó la cabeza. ¿Qué estaba pensando tan de repente? Admitía que le había ofendido la actitud de los otros y Teba, pero no tardó en comprender que se debía a su importancia en el poblado. Sino fuese alguien valioso, no habrían puesto en alerta a todos para ir a buscarle. No tenía sentido que quisiera reprocharles por su actitud con él después de captar la indirecta, aún así no entendía porqué no podía disipar esa cólera quemando su pecho. El dolor se había ido, pero su irracional enojo persistía en todo su ser. No pudo evitar gritar con furia a los cuatro vientos.
Continuará...
