VI
Teba sintió su pecho pesar en el momento que sus ojos se abrieron y reconoció la hamaca donde pasaba las noches. Habían pasado meses desde la destitulación de Revali como líder de los arqueros. Seguía siendo el campeón pero su influencia en el poblado había reducido considerablemente después de que la noticia sobre su intento de asesinato recorriera cada recoveco de la tribu. Teba todavía lo frecuentaba, de hecho no se apartaba de su lado mientras ambos estaban en servicio; el patriarca lo asignó a su comando con el objetivo de que lo vigilara en todo momento. Pero el orni blanco no pretendió seguir estas indicaciones por mucho que los ornis ahora juzgaran al joven campeón, quien además pasó de ser un petulante con principios a un fantasma con deficiencias.
A menudo Revali fallaba en acertar blancos, más preocupado por la voz reprochándole en su cabeza por cada caída. Teba observaba a sus habilidades decrecer, a veces optando por mantenerse inmóvil en la oscuridad sin dejar de sujetarse la cabeza con dolor. La curandera había sugerido que esto se debía al rayo que habían recibido juntos aquella ocasión, ya que el impacto debió dañar una zona en el cerebro del campeón y por ello sus disciplinas habían ido en descenso, arrastrando todas esas extremas decisiones por culpa del estrés.
Ella había sugerido que reposar de todas las responsabilidades mejoraría el estado de Revali, pero Teba no podía decir que estaba funcionando cuando el joven orni lucía cada vez menos consciente, menos vivo.
El pensamiento le aterraba, tal vez por eso Teba se encontraba cada vez menos entusiasmado por comenzar el día. Temía que Revali perdiera todo por lo que trabajó tan duro todos esos años y que fuera considerado un invalido mental, un triste discapacitado; él no lo merecía; esto tenía que ser una horrible pesadilla. Si lo era, Teba quería despertar ya. De pronto una cálida ala envolvió su pico, incitándolo mover la cabeza en dirección a su repentina visita, quien se había colado sin aviso alguno en su choza para sonreírle con dulzura mientras seguía acariciando su rostro en silencio.
—Saki, ¿qué haces a- ?
Un roce con la punta de su pico lo hizo callar de inmediato, dándole tiempo a la orni de apartarse y sonreírle un momento más antes de hablar.
—Has estado muy desanimado todos estos días, así que pensé que hacerte una visita improvista te ayudaría un poco.
—No debiste molestarte —comentó el guerrero con una suave sonrisa.
—Calla —ordenó la hembra, subiendo de un salto calculado a su hamaca para caer sobre su regazo con una gracia fuera de ese mundo. Teba había estado tan sumergido en su desdicha que había olvidado por completo que tenía la mejor relación amorosa del mundo—. No hay guerreros cabizbajos en mi guardia. Vas a tener una sección de besos matutinos para reanimarte.
—¿Sólo besos? —bromeó.
—Es muy temprano para algo más, pícaro —aseguró Saki con una sonrisa maliciosa.
La orni de rosado plumaje se inclinó para frotar su pico contra el de Teba, siendo correspondida de la misma manera como un juego previo acostumbrado entre ellos antes de que sus cavidades dieran acceso para que sus lenguas se encontraran en el interior. Incapaces de retener su aliento, ambos orni se encontraron suspirando gustosos mientras la hembra se posicionaba de manera que para los dos fuera cómodo. El joven guerrero agradeció esto, pues se sentía como un brote de calor en la tempestad de invierno en que se tornó su rutina.
—Siento que debas hacer esto por mi.
—No seas tonto, lo hago con gusto. ¿Qué clase de novia sería sino me importara mi novio? Si quieres hablar, estoy dispuesta a escucharte, ¿está bien?
—Gracias. —Saki sonrió complacida, entonces Teba se permitió compartir sus inquietudes con ella—. Me preocupa el campeón. Sé lo que dijo la curandera pero a veces pienso que debe haber otra explicación para lo que le pasa, él... está tan distante. No puedo ponerlo en palabras pero es como si luchara contra algo más, algo que no pertenece a su mente.
—¿Has intentado hablar con él?
—Lo hago pero él simplemente no... —Teba suspiró con exasperación—. Me ha dicho que se siente culpable y que él debe resolver este problema por su cuenta pero sé que no es así, sé que no puede hacerlo solo, aún así se niega aceptar mi ayuda. Es un necio.
—Tal vez debas dejar de insistir y observar un poco, darle tiempo.
—Lo haría si él me lo dejara fácil. La última vez trató de perforarse la cabeza con una flecha.
Meditando en ese relato Saki se acomodó sobre el cuerpo de su compañero, recostando su cabeza en su pecho para apreciar el ritmo de ese calmo corazón. Comprendía que la situación que Teba atravesaba era complicada, así que sólo le quedaba dedicarle gestos y tratar de animarlo para que su propios pensamientos no lo torturaran más de lo necesario.
—El campeón mejorará. Tal vez no pronto, y seguramente será un proceso muy lento, pero lo hará eventualmente, ya verás.
—Espero que así sea —asintió Teba, correspondiendo a los buenos deseos de Saki con un suave abrazo, el cual cubrió su plumaje rosado con sus alas blancas—. No quiero verlo perder todo de esa forma. Todos los arqueros creen que no tiene ningún remedio, hay quienes incluso dicen que hubiese sido mejor que muriera en esa batalla. Sin embargo, Revali está vivo, sobrevivió a pesar de todo. ¿Acaso es justo que le deseen la muerte? Entiendo que sus acciones recientes no tienen justificación pero... sigue siendo el campeón de la villa. Ha sido nuestro guía durante mucho tiempo. Fue quien despejó el camino para nosotros.
—Oh, Teba. —Saki se levantó para frotar su pico con el del guerrero de nuevo—. Realmente lo aprecias ¿verdad?
—Daría mi vida por protegerlo en batalla —declaró—. De hecho, casi lo logré —agregó con ironía. Saki correspondió a su sonrisa antes de volverlo abrazar.
—Entiendo que esto te frustre, y entiendo que tu apego a él tenga tintes de honor y sincero compañerismo, quizás yo también me sentiría de la misma manera si estuviera en tu lugar. pero por favor, te lo ruego, no vuelvas hacer a un lado tu propia seguridad. Te amo pero a veces eres tan impulsivo... temo perderte. No odio al campeón ni lo juzgo por lo que está ocurriendo, aún así quisiera que pensaras un poco más en ti mismo.
La pareja permitió que el silencio los estrechara entre sus fauces luego de las palabras de Saki, pues Teba se encontró con tantos pensamientos a los cuales atender, sin sospechar de cierta presencia que emprendió el vuelo lejos de la choza tras haber sido testigo de aquella íntima conversación. Ojos ardientes centellando como una estrella de mal presagio.
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Después de una breve patrulla de rutina, Teba y Revali retornaron a los alrededores de la villa. El campeón había aterrizado cerca del barranco, obligando a Teba imitarle por inercia. Los cielos comenzaban oscurecer y la humedad en el aire indicaban una tormenta cercana. El trayecto había sido silencioso, pues apenas se dirigieron la palabra para elegir las rutas a tomar, debido a ello el guerrero se reconoció incómodo. Revali se había vuelto callado pero aquel día en especial la quietud fue tanta que fue imposible ignorarlo, era casi inquietante para él percibirlo tan sumergido en sí mismo. El orni blanco quería iniciar una conversación y lentamente guiar la charla hacia un tema frecuente entre ellos con el fin de averiguar la razón en el estado de Revali, pero las palabras estaban reacias a formarse en su lengua, demasiado tenso para comenzar.
—Revali... —trató, sorprendiéndose de no haber tartamudeado—. Estaba pensando...
—Te ahorraré rodear el tema —le interrumpió el otro—. Estoy bien, no necesitas preocuparte. He tenido mejores días pero en estos momentos no me encuentro tan mal. Logré cumplir mi trabajo sin haber sufrido un solo ataque de pánico, tampoco traté de hacerme daño, así que... si, no ha estado mal, diría yo.
—¿De verdad? —inquirió Teba suspicaz.
—Me ofendes, Teba —replicó Revali con una sonrisa engreída—. ¿Cuántas veces te he dicho mentiras? Sé que tengo un don para las palabras pero, por favor, no soy tan obvio.
—No son mis intenciones menospreciarte pero te has vuelto manipulador.
—¿Crees que te estoy manipulando?
—Creo que intentas evitar que te cuestione. Desde que empezamos este trabajo, has despreciado mi ayuda constantemente. No intento reprocharte tu independencia o iniciativa, aún así considero que estás intentando aparentar mejora.
—¿Aparentar? —se burló—. ¿Quién quisiera aparentar lo que sea en mi lugar? Soy grandioso, he tenido malas rachas pero sigo siendo el mejor arquero de nuestro pueblo. Tal vez ya no aspiro a una posición de respeto pero aún poseo el mayor rango. No me importa lo que digan los demás, nadie puede alcanzar mi nivel todavía, ni lo harán. Si quisiera, yo mismo me haría cargo de la calamidad. Yo y solo yo. No necesito a nadie.
—Lo siento, Revali. Esa fue una pésima actuación de ti mismo. —Los ojos del campeón se afilaron ante la declaración del guerrero—. ¿Qué es lo que te ocurre?
—¿Crees que estoy actuando? ¿Yo? Siempre he sido así.
—Siempre has sido orgulloso, lo admito, pero no narcisista. Tu ego se limita a tus habilidades y sólo presumes cuando la situación lo requiere y ante una persona especifica. No tiene caso que lo hagas frente a mi. Yo siempre te he reconocido, siempre te he admirado —confesó con un acento que podría haber derretido un cubo de hielo—. Por eso no tiene sentido que digas eso ahora. No te comportas como el verdadero Revali. A veces pienso que has dejado de serlo... porque lo he visto luchar desesperadamente contra su propio reflejo.
—No seas ridículo, Teba —espetó el campeón con arrogancia—. ¿Qué clase de loco pelea contra sí mismo?
—La clase de loco que quiere mejorar, la clase de loco que quiere superarse y ser reconocido, que quiere proteger a su gente por encima de su propia seguridad, que es frágil por dentro y trata de aparentar lo contrario con arrogancia. La clase de loco que quiere expulsar algo que no pertenece a su cuerpo y que sabe es la causa de todo el daño ocasionado.
—¿Insinúas que todo lo sucedido fue provocado por una fuerza externa? Bueno, aunque agradezco la confianza en mi poder, me temo que estás pensando demasiado las cosas. Mis errores han sido catastróficos pero no porque los haya causado algo ajeno a mi. Un insignificante dolor de cabeza, sólo es eso, pero pronto me desharé de él.
—¿Qué pasará entonces? —insistió Teba, indispuesto a dejar ir la oportunidad de intervenir en lo que sea que parecía estar transformando a su ídolo.
—La tribu orni será testigo de su verdadero potencial. Cambiaremos el rumbo de esta guerra de una vez por todas.
—Revali. —El guerrero detuvo el andar del otro arquero ante la inquietante sensación de que había algo más contaminando el ambiente—. Si este cambio hará que dejes de ser la inspiración de tantos otros, dudo que pueda apoyarte. Si estaremos del mismo lado no quiero perder al hombre por el que estuve dispuesto a entregar mi vida. No puedo seguir ignorando que algo está sucediéndote, no puedo dejar que sigas esta lucha solo.
—Te dije que estoy bien.
—¡No, no estás bien! —espetó—. Hay algo raro en ti, Revali. Hace tan sólo unos días estabas lamentando existir, no dejabas de reprocharte haberte confiado tras haber roto a ese guardián. ¿Por qué de pronto vas a pretender que nada de lo que nos llevó a esto ocurrió? Veas como lo veas es extraño.
—Basta.
—Antes dijiste que te sentías culpable por haber tratado de lastimar a tantos, incluso intentaste suicidarte para enmendar ese error. Pero ahora... ¿¡ahora me estás diciendo que cambiarás a nuestra tribu!?
Unos instantes el soplo del viento fue el único sonido que abrazó la zona que ambos arqueros ocupaban. La postura de Teba no vaciló, aún sin saber a ciencia cierta qué reacción esperaba del campeón orni. Sin embargo, lo que jamás hubiese anticipado era la extraña bruma negra que se manifestó alrededor del pequeño arquero aparentemente de la nada, al tiempo que un aura rojiza pintaba casi de manera profana su azul silueta; él suspiró pesadamente, un suspiro que denotaba fatiga, molestia e irritación. Teba retrocedió instintivamente cuando lo vio girar, pues el brillo escarlata en sus irirs verdes le incitaron el más profundo horror.
—Hubiera sido mejor para ti que te tragaras mi discurso —dijo aquella voz monstruosa que pecaba de mezclarse casi totalmente con la de Revali—. Pero esta es una buena oportunidad para comprobar qué tan capaz es tu especie de hacerle frente a un campeón.
Sin darle tiempo de asimilar lo que veían sus ojos, la figura de Revali emprendió el vuelo en dirección a Teba con claras intenciones de atacarle. El guerrero orni apenas pudo esquivarle para verle cambiar la dirección de su vuelo de nuevo contra él. Las garras afiladas en las patas de Revali le arrancaron varias plumas pequeñas a sus alas y hombros en su segunda embestida pero aún así Teba se reconoció incapaz de reaccionar a la agresión.
—¡Aguarda, Revali! —suplicó, más en un arrebato fue capaz de interrumpir el siguiente ataque, capturando a ambos en un forcejeó que medía su fuerza física sin oportunidades de escape, algo que causó la absoluta molestia del campeón—. ¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Qué parece que hago, Teba? —dijo con una sonrisa enloquecida—. Esto es una prueba, así es, la más dura que has enfrentado hasta ahora. Depende de ti eliminar a tu ídolo antes de que cometa un crimen imperdonable contra tu amado pueblo, o puedes simplemente someterte a su imagen, pretender que nada de esto ha pasado y recibir sus instrucciones sin cuestionar. Entonces podrás vivir en paz a la sombra del nuevo orden.
—Revali, ¿qué... ?
—Fuiste muy astuto. Si, a nadie le importo lo que sucedía pero tú nunca dejaste de intentar. Tan leal, eso es admirable en estos tiempos oscuros.
—Maldito... lo sabía, tú no eres Revali. —Los ojos de Teba se llenaron de rabia.
—Revali perdió su voluntad de vivir y yo le hice el favor de ayudarlo. Ahora duerme tranquilamente entre la bruma de la calamidad, venerando en sueños a Ganon.
—¡Mentira! —exclamó Teba—. Revali jamás dejaría que un repugnante ser como tú lo venciera. Revali ha luchado más que ninguno de nosotros y estoy seguro que no permitirá que controles su cuerpo a tus anchas.
—Oh, Teba. Pobre, pobre, Teba —canturreó la Ira a través del pico del campeón orni—. Lo sobreestimas demasiado. Este inútil orni a quien tanto admiras no es lo que crees que es. Es un cobarde que trata de huir constantemente de su propia debilidad. Tiene tanto odio albergado en su corazón que he sido capaz de habitar su cuerpo sin ningún problema. Todo habría sido más sencillo sino hubieses intervenido esa ocasión, aunque por otra parte te lo agradezco. De no ser por tu única existencia, nada de esto habría sido posible.
—¿Qué quieres decir? —interrogó el guerrero desconcertado, pues aquellas palabras realmente habían logrado confundirlo, y la sonrisa que se dibujó en las comisuras del pico de Revali consiguieron que su sangre se helara ante la incertidumbre.
—¿No lo sabes? —inquirió el espectro con malicia.
Teba trató de recordar cualquier cosa que involucrara su relación con Revali. Era cierto que el campeón le había mostrado cierto favoritismo en el transcurso de su carrera pero no había un sólo motivo que pudiese rescatar de esas memorias que resolviera el misterio tras las insinuaciones del espectro. Fue entonces cuando un escenario llegó a su cabeza: aquel atardecer al borde del abismo y el brillo que habían adquirido los ojos de Revali cuando le comentó que pronto contraería matrimonio.
—No es cierto... —murmuró Teba sin aliento, reduciendo inconscientemente sus fuerzas.
Su enemigo aprovechó esto para dominar el enfrentamiento. De una embestida lo golpeó contra el suelo, inmovilizándolo con la bruma rodeando su silueta, la cual se convirtió en sólido mientras la risa distorsionada de Revali llenaba la atmósfera y preparaba el arco tras su espalda, señalándole con una flecha la cabeza para asestarle el golpe final. Teba mientras tanto vio con miedo el destino que le amenazaba.
—Patéticos mortales —se mofó la Ira.
Sin embargo, una fuerza interna lo paralizó en el mismo instante que sus dedos estuvieron a punto de soltar la cuerda, haciéndole temblar al tiempo en que corrientes de energía en forma de latidos parecían reducir su poder inicial. Los dedos del orni azul soltaron el arco y la flecha al mismo tiempo que su garganta emitía dolorosos gemidos. Desconcertado Teba observó la escena, logrando percibir cómo aquella extraña bruma parecía disiparse de momentos, dispersándose como humo antes de volver a rodear el cuerpo del campeón.
—Te-Teba... —pronunció Revali con dificultad, su postura franqueando hasta hacerlo tambalearse hacia atrás sin equilibrio un par de pasos. Los ojos del aludido se estrecharon con esperanza pero fue incapaz de moverse entre sus ataduras—. Avisa sobre esto al poblado... adviérteles. No sé cuánto tiempo pueda soportarlo...
Revali se apresuró a volar lejos de la zona y Teba gritó su nombre con desesperación. El vuelo del campeón se mostró errático al principio pero logró perderse en el cielo a toda velocidad. Una vez se reconoció liberado de su viscosa prisión, el orni blanco se levantó dispuesto a perseguirlo pero la voz de Saki y su mejor amigo lo interrumpieron. Cuando se giró vislumbró a los dos orni aterrizar a su lado, alarmados por lo que habían visto hace unos momentos. La hembra no perdió tiempo en abrazar al guerrero con gran alivio, dejando a Teba paralizado.
—¿Qué sucedió? —interrogó Harth con gesto severo antes de mirar en dirección a la sustancia que lentamente se consumía en la atmósfera como brasas—. ¿Qué era esa cosa?
—Es... algo difícil de explicar —admitió Teba. Mientras tanto Saki continuaba inspeccionando su cuerpo en busca de anomalías, encontrando al fin una herida en su hombro.
—¿El campeón te hizo esto? —indagó.
—¡No! Escuchen. Sé que sonará como una locura, pero algo está tratando de controlar a Revali. Su comportamiento hasta ahora es debido a ese espectro negro que lo rodea. No estoy seguro cuándo comenzó, pero todo señala que fue después de que hubiésemos sido golpeados por el rayo de ese guardián envuelto en la bruma de Ganon.
—Si así fuera, ¿por qué tú no haz sido afectado? —cuestionó Harth suspicaz.
— ...No lo sé —declaró Teba después de un momento de reflexión—. Es posible que yo no fuera su objetivo, además Revali recibió casi todo el impacto, yo apenas logré atraparlo.
—Aunque me gustaría creer en tus palabras, amigo. No existen más pruebas que tu testimonio —aseveró el orni de negro plumaje para total confusión de sus compañeros.
—¿Qué? ¡Tienes que estar bromeando, Harth! —espetó Teba con las plumas de su cresta erizadas—. ¡Ustedes lo vieron! Esa cosa rodeando a Revali es antinatural. No existe un sólo orni en este poblado que haya podido manipular algo así.
—Es cierto. Sin embargo, ¿cómo crees que el patriarca se tome esta información? Desde que inició esta guerra contra la calamidad, no han existido registros que indiquen sea posible que esa bruma manipule a nuestros aliados, nada más que maquinas u objetos ancestrales. Moblins y Bokoblins han sido seducidos por su poder maligno pero no obedecen sus ordenes de forma absoluta, lo cual indica fue su voluntad formar parte.
—¿Acaso estás poniendo en duda mi juicio?
—No puedes negar que has sido profundamente influenciado por Revali —dijo Harth con toda la frialdad que fue capaz de reunir en su voz, aunque por dentro se sintió mal de siquiera tener que aseverarlo—. Si alguien fuera capaz de justificar cada equivocación del campeón, ese sin duda alguna serías tú, Teba.
—Yo confío en las palabras de Teba —declaró Saki antes de que el guerrero se atreviese dar un sólo paso en dirección a su mejor amigo con intenciones de agredir. Harth entonces miró a la orni de rosado plumaje con indiferencia.
—Bien, me temo que tampoco eres alguien de fiar en este momento, Saki. Amas a Teba, por lo tanto tus sentimientos están involucrados, así que eso anula tu participación.
—¿Y qué propones hacer? —Saki volvió a interceder—. Porque mientras nosotros estamos aquí perdiendo el tiempo, Revali está en alguna parte luchando por su vida, o peor.
Harth suspiró con exasperación, frotándose la cara con un ala. Odiaba ser la oposición en esta clase de situaciones pero alguien tenía que hacerlo cuando el tipo rudo se mostraba reacio abandonar su postura como creyente esperanzado. El informe que debían ofrecer al poblado para evitar sospechas debía ser conciso sin fallas colaterales, así que se encontraban en un punto complicado. Teba finalmente pareció considerarlo.
—Harth, ¿pueden volver al poblado y decir que nuestra patrulla se extendió? —El cambio abrupto de tema sorprendió a los recién llegados—. Denme tres horas. Alcanzaré a Revali y resolveré esto yo mismo.
—No puedes enfrentarlo tú solo —exclamó Saki con preocupación—. Vimos lo que te hizo, es muy probable que intente lastimarte otra vez.
—No tengo otra alternativa, Saki. Harth tiene razón: nuestra credibilidad pende de un hilo, y si no queremos sembrar el pánico, lo mejor será que resolvamos este asunto en secreto.
—Lo sé, pero...
—¿Crees que puedas solucionarlo en ese lapso? —inquirió Harth dedicándole una mirada fija. Teba se tomó un momento para pensarlo detenidamente.
— …Tengo que intentarlo.
—En ese caso, lo dejo en tu ala.
—¿Qué? ¡No! ¡Esto si es una locura! —exclamó Saki desconcertada—. ¡Me niego aceptarlo!
—Saki. —Teba tomó a su pareja de los hombros con una dulce sonrisa en su intento por apaciguar la incertidumbre dibujada en su rostro—. Esto es algo que debo hacer. Todo estará bien, te lo prometo.
—No, Teba. —Saki negó con la cabeza—. No puedo, no me pidas que lo comprenda, yo... no soportaría perderte de esta forma —confesó al borde del llanto. Teba sintió a su corazón estrujarse sólo de verla en ese estado—. Si aún así quieres ir... al menos deja que vaya contigo.
Fue el turno de Teba para negar con la cabeza. Podía aceptar la preocupación que se reflejaba en la mirada de su pareja, y no podía fingir que no le aterraba también. Sin embargo, si existía algo que el guerrero temiera más que nada en todo el universo, era que ella fuera herida por culpa de su ineptitud. No estaba dispuesto a ver sufrir a más de sus seres queridos.
—No te arriesgaré de esa forma.
—Pero...
—Saki, por favor, no me obligues a rogar. Vuelve al poblado donde es seguro y espera por mi. Juro que volveré y traeré a Revali conmigo. —Con un último fuerte abrazo y varios roces entre sus picos, Teba finalmente emprendió el vuelo en dirección opuesta a los otros dos ornis, quienes depositando su confianza en la espalda del guerrero, volaron hacia el poblado con la intención de cumplir su parte del acuerdo.
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Teba voló entre la tormenta, haciendo uso de toda su fuerza para ver a través de los vientos salvajes y relámpagos alguna señal de Revali. Estaba convencido de que no debió llegar lejos por el estado en que se fue, más no descartaba la posibilidad que el espectro que trataba manipularlo hubiese podido recuperar el control. Pero cuando un rayo golpeó uno de los pinos del monte, Teba quedó aturdido por la explosión, además de perder el equilibrio para ser empujado por las corrientes de aire fuera de curso. Aleteó con fuerza por instinto hasta que logró sostenerse, por ello tomó la decisión de refugiarse antes de que fuese arrastrado por la madre naturaleza otra vez. Sin embargo, mientras buscaba protección entre las grandes concentraciones de roca y tierra, visualizó una silueta conocida al interior de una cueva poco profunda, así que se dirigió hasta allá sin titubear.
Aterrizando con la mayor firmeza que le fue posible, encontró a Revali encogido contra el muro húmedo mientras temblaba. La imagen no tardó en enternecer al guerrero pero decidió acercarse sigilosamente, ya que desconocía la verdadera identidad de aquella familiar figura. Al no percibir peligro, Teba extendió un ala para rozar el hombro del orni azul, quien pareció congelarse un segundo antes de mirar detrás suyo con desconfianza.
—Creí haberte dicho... —El pico de Revali castañeó, interrumpiendo su cruda sentencia. Aún así no pudo evitar seguir estremeciéndose patéticamente—, que fueras al poblado... es peligroso estar cerca de mi... ahora.
—Quiero ayudarte —confesó Teba con convicción. Revali respondió con un gruñido.
—Ya no hay... más remedio... que morir en el frío. Sólo con eso pude... ganar algo de tiempo. ¿Entiendes... ? No se detendrá hasta que... muera.
—No digas eso.
—¿Y qué... sugieres? No puedo... volver al... poblado así... no merezco... formar parte de ustedes... más.
—Debe haber una forma de expulsarlo de tu cuerpo. Si buscamos ayuda de la princesa Zelda, ella podría... —intentó Teba argumentar pero terminó siendo interrumpido.
—Para cuando ella llegue yo... mi mente se habrá consumido por... completo. Ya no puedo luchar contra esto... no hay más esperanza...
—¡La hay! ¡Tiene que haberla! No puedes rendirte, Revali.
—He perdido todo lo que tenía —declaró Revali con frustración, encogiéndose mucho más en la zona donde yacía postrado. Teba se reprimió por no estar lo suficiente seco tampoco—. Mi honor... mi posición como arquero... la confianza de mi pueblo... no me queda nada...
—Nuestro pueblo aún cree en ti, sólo están confundidos. En cuanto sepan lo que te ha estado ocurriendo, todo volverá a ser como antes. Si logramos liberarte de ese espectro, las cosas volverán a la normalidad sólo... sólo no te rindas.
—Eres el único que... piensa eso. Ya es tiempo de que... me abandones tú también.
—No voy hacer eso —espetó Teba con acento severo. Revali bufó, riendo sin gracia.
—Lo harás —afirmó—. Tendrás que hacerlo si te dan a elegir. Vamos, Teba. No soy más que un superior en tu vida. En algún momento... cuando todo se ponga en tu contra... tendrás que hacerme a un lado. No voy a culparte cuando eso suceda.
Con un impulso lleno de su frustración, impotencia y rebeldía, Teba sujetó el cuerpo del campeón, apegándolo a su pecho en un abrazo cúspide de todos sus sentimientos. Revali necesitaba calor, y aunque no ayudara mucho su cuerpo empapado, esperaba que eso sirviera por lo menos un poco para tan siquiera reducir el temblar insistente en su voz. El joven arquero se reconoció conmocionado con aquel gesto, pues Teba era el tipo de guerrero que no compartiría esta clase de contactos con cualquiera. Asumió que sus acciones no eran menos que tecnicismos de su profesión mezclados con terquedad, pero de igual modo hizo a su corazón latir enloquecido con la simple sensación de sus plumas sobre las suyas.
—Te equivocas, Revali —susurró, reposando su pico contra la mejilla—. No eres sólo un superior para mi.
—¿Teba?
—Lo siento, lamento mucho no haberme dado cuenta antes, es sólo que yo te creía inalcanzable. Creí... que estar a tu lado durante las misiones era suficiente. Nunca lo fue. Aún así estaba feliz con serte de ayuda, no imaginé que mi compromiso te haría daño.
—Teba, yo... —Revali tragó saliva con nerviosismo, incapaz de pronunciar más palabra.
—Por eso, déjame demostrarte lo mucho que te necesitamos... yo te necesito.
Revali se movió entre las alas blancas, enfrentando la suave mirada que Teba le dedicaba. En esos ojos fue capaz de surcar las profundidades por unos segundos y no tuvo más dudas al respecto, así que tomó una decisión. Deslizó su pico por el de Teba, siendo correspondido con la misma delicadeza que sugería su intimidad. Sus picos se tocaron con ternura por cada extensión, así que Revali se esforzó en temblar lo menos posible mientras estos roces ocurrían. Era injusto pensar que debiera reducirse a esto cuando pudieron haber aprovechado cada momento juntos, pero debieron sincerarse en el peor momento y desgraciadamente no había marcha atrás, Revali lo sabía.
—Vuelve con Saki y sean felices —susurró.
Teba no tuvo tiempo para reaccionar cuando una extraña parálisis golpeó su cuerpo entero, atrapando cada una de sus extremidades sin remedio alguno. Revali se levantó con dificultad, avanzó cojeando y bastante adolorido, pero más seguro que nunca en lo que estaba a punto de hacer. Se volvió a mirar a Teba cuando este lo llamó, convencido en darle una explicación de lo que estaba ocurriéndole a su sistema nervioso antes de irse.
—No me equivoqué. Aunque la energía no es la misma... ni podrá afectarte como lo ha hecho conmigo... recibir el rayo del guardián provocó que algunas partículas reaccionen al contacto... con la Ira habitando mi cuerpo. Pero en lugar de ser atraídas de vuelta al magma de donde salieron... se mantendrán estáticas junto a su portador... hasta que su creador desaparezca. Por lo tanto no podrás moverte hasta que sea conveniente.
—No... Revali... —jadeó Teba impotente, comprendiendo lo que significaban esas palabras.
Revali lo miró por encima del hombro una última vez, el brillo en sus ojos transmitiéndole toda clase de anhelos y emociones, pero sobre todo completa resignación. Entonces extendió sus majestuosas alas azules, emprendiendo el vuelo fuera de la cueva. Y esto fue lo último que Teba logró visualizar antes de perder la consciencia.
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Entre la oscuridad, una voz de origen desconocido llamándole con insistencia le guió hasta que consiguió abrir los párpados, de vuelta al tiempo real, más su aturdimiento le impedía asimilarlo totalmente. Por unos instantes fue incapaz de recordar lo sucedido, así que movió la cabeza con la intención de recolectar información por medio de su vista, reconociendo dos rostros que se mostraban aliviados por su despertar: eran Saki y su mejor amigo. La hembra lo llamó por su nombre y tomó del ala más cercana, Teba sintió cómo estaba temblando a través de sus dedos, seguramente por miedo a su inminente muerte.
—Teba... hombre, tú no cambias. Será mejor que dejes de darnos estos sustos —le recriminó Harth con una sonrisa apenas perceptible, la angustia evidente en su semblante.
—No puedo prometerlo —se rió Teba pero enseguida un recuerdo lo golpeó, sintiéndose repetir un escenario que ya antes había vivido—. ¿Y Revali?
Sin embargo, de haber estado dentro de un deja'vu, la expresión de su amigo no hubiese vuelto a caer, ni Saki hubiese estado presente para transmitir la cruel realidad que estaba por descubrir con su simple postura en la silla que ocupaba junto a la cama donde él yacía. Aquellos gestos sólo indicaban terribles noticias, por ello no ver su cuerpo por ninguna parte, hizo que se levantara bruscamente, importándole poco haber sufrido los estragos que le impidieron escuchar las reprimendas de sus acompañantes. Su propio estado era lo que menos le importaba en esos momentos a pesar de haber reaccionado. Lo que más necesitaba (y estaba dispuesto a exigir pese a las continuas negativas de su pareja), eran respuestas.
—¿Dónde está Revali? Harth, ¡dime qué sucedió con él!
—Revali... —comenzó Harth con el mayor tacto que pudo utilizar—, el campeón rito... no está más entre nosotros. —Y la noticia le heló a Teba la sangre, dejándole paralizado en su sitio sin posibilidades de recuperarse—. Después de encontrarte en esa cueva, los arqueros iniciaron una búsqueda exhaustiva por toda la región de Tabantha. Encontraron su cuerpo casi en la cima de la montaña... los signos determinan las causas de muerte como suicidio.
— …Fue en vano —dijo Teba, sorprendiendo a los dos que yacían a su lado, turbados por las lagrimas derramándose sin mesura de los dorados ojos del guerrero—. No pude hacer nada... yo... ni siquiera logré convencerlo... lo dejé morir.
—No, Teba. —Saki se levantó de su asiento y de un fuerte abrazo se fundió con el caos que atravesaba la mente de su pareja, arrancándole lagrimas—. No... eso jamás, no.
Harth prefirió mantenerse en silencio, pues las palabras no significarían nada en esos momentos para ninguno de ellos, mucho menos para Teba, quien ni siquiera tuvo fuerzas para corresponder al abrazo de su pareja. Saki lloró junto a él hasta que ya no quedaron lagrimas, hasta que la angustia se tragó el ruido de tempestad remolineando en el exterior.
Fin.
Notas Finales: ¿Han visto esos hermosos fanarts de Revali siendo corrompido por la Ira del Viento de Ganon? Pues esas imágenes me inspiraron para escribir este Theeshot.
Comentarios Adicionales: Más adelante, en alguna otra oportunidad, escribiré el AU donde todos los campeones porten la armadura de las Iras. Quiero escribir un poco de acción, así que es probable el oneshot sólo se enfoque en eso. Humm... ¿deberé incluir a los sucesores o solamente usaré a Link para luchar contra los cuatro? Bueno, es obvio que Teba tiene que aparecer, sino esta serie perdería su sentido.
