Más romántico que balada de Ranma y Akane. Final
Aseguran los que saben que la experiencia del déjà vu, es decir, la de creer que ya se ha vivido algo, suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de «sobrecogimiento», «extrañeza» o «rareza». La experiencia «previa» es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia «ocurrió auténticamente» en el pasado. Sin embargo, coloquialmente se suele utilizar el término para referirse a la repetición exacta de situaciones ya vividas y no, imaginadas. En el fondo, en el caso que nos ocupa, la palabra adecuada debiera ser: «fatalidad». Más aún si tenemos en cuenta que ambas situaciones, la desaparición de la madre y la ausencia de Ranma, tan reales como la vida misma, provocaban en Akane un mismo nivel de intensidad en el dolor. La pequeña momia ausente de vida de seis años atrás poco se diferenciaba de la adolescente apagada y vacía que aguardaba recostada sobre unas rocas de la playa a que la marea le trajera un cuerpo con o sin pulso. Optimismo del que nadie osaría reirse ni menospreciar, dado que, nuevamente, un patito cuasimágico acompañaba a la victima.
-Tranquila –le frotaba el hombro sin mucha convicción Nabiki-. A último momento la marea cambió de dirección y te escupió hasta aquí. Pronto hará lo mismo con Ranma.
-Además, es fuerte –agregó Kasumi-. Aguantará lo que sea.
Vanas palabras de confort que no llegaban a su mente. Así como tampoco lo hacían las sirenas y el monumental operativo de búsqueda que se formó casi en seguida. Aquella zona era conocida por sus tormentas súbitas y sus olas embravecidas. Los lugareños, tristes enterradores de turistas, estaban acostumbrados a realizar las búsquedas, transportar víctimas a su amplio cementerio y solo de vez en cuando, llevar al hospital al dichoso afortunado que llegaba a contar el cuento. Esta vez no sería el caso según la sabiduría popular. La tormenta se había desatado con inusual furia. Aún de sobrevivir, las aguas le habrías impulsado mar adentro en un santiamén. Imposible volver a nado. Muy difícil que un helicóptero le hayara a tiempo.
El operativo de rescate se impuso un límite de veinte horas. Diez que era el tiempo de supervivencia habitual de un humano normal en aquellas condiciones. Nueve más, por tratarse de un artista marcial excepcional y la última, por pura cortesía.
La primera hora se pasó en un suspiro.
-Es muy pronto. Todavía muy pronto –repetía Nabiki, que de tanto frotarle el hombro parecía que pronto echaría chispas.
Sobre la segunda hora de espera la comparación con el trauma anterior se hizo ineludible.
-El mar siempre se lleva a los buenos –protestaba Kasumi-. ¡Y mientras tanto, el cobarde de Ibuki se pasea por las aguas desde entonces! ¡Sin que nadie siquiera le tosa a la cara!
-¿En serio? –preguntó Nabiki-. Yo pensaba que estaba preso. La verdad es que por ese entonces no estaba muy lúcida. Pero eso asumí. Capitán que abandona a una tripulación entera…
El pañuelo que Kasumi llevaba atado a la cabeza lo había bordado ella misma con primor y termura durante toda una temporada. A veces, le descosía algún motivo que no había quedado del todo perfecto, otras lo agrandaba o quitaba cosas. Casi como si pintara un cuadro que se negaba a acabar, puesto que la actividad creativa le devolvía más placer al cuerpo que el disfrute de la posesión material una vez terminada. Quizá por eso, por ser su autora y porque conocía todos sus entresijos, era capaz de deshacerlo con los dedos y sin mirar. Luengos flecos de tela caían al suelo mientras recreaba la escena en su cabeza.
-Ibuki nunca fue a la cárcel. Sus primos, los del bufete de abogados, le defendieron con uñas y dientes. Que locura temporal, que incapacidad de cumplir con su deber, debido a las graves heridas recibidas durante el incidente.
-¡Pero…si eso fue después!
El pañuelo terminó de besar el suelo en su nueva forma de lombriz de tela.
-¡Exacto! Así de cínico es el mundo. Lo que dije antes: el mar solo se lleva a los buenos. A veces…y que me perdone, madre…a veces me arrepiento de haberle salvado. ¿Qué ganamos? Seis años después estamos exactamente igual. O peor. De esta no creo que salgamos con una casualidad…
Nabiki enarcó una ceja.
-Sabes que no existe persona más materialista que yo. Pero de casualidad, nada. Eso fue madre acudiendo al rescate. Desde el más allá.
Kasumi pisoteó el pañuelo hasta hundirlo en la arena.
-Da igual. No creo que a Akane le valga recibir el patito como un adiós. Sin Ranma, puedes despedirte de ella. Son mucho más que enamorados o almas gemelas. Sus corazones laten a la vez. Sin uno, el amor no funciona. Como si quitaras una pila de la radio. Por muy cargada que esté la otra, el aparato necesita de ambas para ponerse en marcha.
-Ja –rio Nabiki sarcásticamente-, y luego soy yo la materialista. Acabas de comparar al amor con una máquina. Hasta yo entiendo que el amor trasciende esas cosas. Si Akane cree que Ranma volverá –y lo cree porque aún destrozada y sin fuerzas, le espera-, yo le esperaré también. Y creeré en el milagro.
Kasumi se sentó en la arena junto a sus dos hermanas y cavó un hueco en la arena.
-Al final tendremos que enterrarle como hice yo con el pañuelo. Hace seis años que no me late el corazón correctamente y el tal Ibuki ya ni se acordará de nosotros. Así de justo es el mundo en el que confías.
Un puñado de arena se coló entre las manos de Nabiki.
-Será que este trauma nuevo nos está devolviendo a nuestras personalidades primitivas. Pero no dejo de pensar que la justicia aunque se escurra entre los dedos como me pasó recién con la arena, al final cae toda junta en el mismo sitio. No desaparece. Solo se aposenta en otro sitio a la espera de que los caminantes la encuentren.
-Ridículo –pegó Kasumi un puñetazo en la arena de tal intensidad que creo un cráter de más de un metro de diámetro.
-La justicia como la arena no resiste la fuerza bruta. Esto mismo hizo el capitán Ibuki con nuestras vidas.
Nabiki se paró en la montaña de arena que se formó a su alrededor.
-Deja al tal Ibuki en paz. Llanura, hueco o montaña. Todo es arena o justicia, incluso la ausencia de esta es una forma de existir. Nadie hay tan injusto como para hacer desaparecer una playa. Incluso el mar, aquel a quien acusas de llevarse solo a los buenos, de tanto chocar con las rocas de la justicia solo ha conseguido convertirlas en arena. Nunca, por mucho que porfíe en nuestra contra, se librará de ella.
-Una gran roca convertida en polvo, en nada. Eso es el mundo. Da igual cuán fuerte seas, incluso a Ranma, de tanto enfrentar los peligros, al final se lo llevaron. Somos frágiles e indefensos. El destino está escrito y nada podemos hacer salvo llorar en silencio…como Akane.
Nabiki desenterró el pañuelo de la arena.
-Todo se transforma. Dejar de coser es rendirse. Tú decides cuándo lo haces. Akane y yo esperaremos. Todavía hay esperanza. El mar, aquella masa amorfa de injusticia, se apoya en el fondo sobre infinita arena.
Kasumi volvió a pegar un puñetazo fenomenal en la arena.
-Te doy una moneda si te callas. Dices que no has perdido las esperanzas todavía. Entonces vuelve a ser la Nabiki de siempre. La codiciosa.
Una silenciosa Nabiki desenredó los nudos del pañuelo desecho y lo pasó varias veces por alrededor de su muñeca hasta convertirlo en una vistosa pulsera.
-En unas horas, cuando vuelva Ranma, aceptaré gustosa esa moneda, hermana. Aunque intuyo que recuperar esto –se señaló la tela multicolor anudada sobre su brazo-, te costará bastante más caro de lo que piensas.
Ocho horas después solo quedaban las tres hermanas sobre la playa, a oscuras. Dos helicópteros giraban en redondo en el aire alumbrando el mar por puro aburrimiento. Ni los pilotos ni los que manejaban las luces mantenían ya mayores esperanzas. Si buscaban algo, era un cuerpo inerte que les permitiera volver a casa y cobrar las horas extra de trabajo. El entusiasmo inicial por salvarle se había trasmutado a un fúnebre accionar mecánico y desapasionado.
-Es de noche –hizo hincapié Kasumi sobre lo evidente-. ¿Todavías crees en Ranma?
-Seguimos aquí. ¿Todavía dudas de nuestras convicciones?
-Prométeme al menos –le tembló la voz- que tú sí comerás. No soportaría quedarme sola otra vez cargando con todo.
Nabiki le guiñó el ojo.
-Por 1000 yens comeré lo que quieras.
Kasumi sonrió.
-Realmente se puede confiar en ti, cuando hace falta.
-Ya te lo dije ese día. Por ti, lo que sea, aunque duela.
-Me duele creer en Ranma. Es mucho más fácil hacer el duelo previo que albergar esperanzas y oir el veredicto negativo todavía conservando alguna duda sobre su estado.
A las cinco de la mañana la esperanza reverdecía en los corazones de todos los integrantes del grupo de rescate. Pronto saldría el sol. Las aguas y los vientos se habían calmado. Si todavía era un ente flotante, si no se había hundido bajo toneladas de arena, las posibilidades de hallar su cuerpo eran altas…de hecho, bastaba con que alguna de las hermanas se diera vuelta y mirara tras sus espaldas o que alguna de ellas se preguntara por qué se oían cuatro respiraciones en lugar de tres. O por qué les salpicaba agua caliente, como si alguna persona se estuviese tirando el contenido de una tetera hirviendo sobre la cabeza justo un par de metros por detrás de su posición.
-Toma, tu patito. Siento haberlo perdido. ¿A propósito, sabéis a que viene tanto helicóptero y reflectores? ¿Se escapó un asesino de Alcatraz?
Un abrazo bi-tendesco le rodeó a continuación. La primera mitad aprovechaba la cercanía para tantearle la ropa –no, no llevaba monedas que robar-. El segundo era sorprendentemente fuerte, viniendo de Kasumi, pero se hizo poco a poco más suave y tierno hasta culminar en un flojo contacto que más parecía una caricia fraternal que un iracundo: "estás vivo".
La tercera hermana, Akane, seguía yaciendo sobre la roca. La boca reseca, la mirada perdida, el corazón partido.
-Espera –dijo Kasumi-. Tienes que ponerle el patito en la mano y apretar. Como hizo papá hace muchos años.
Fue recién entonces, cuando Ranma advirtió el estado de abandono akanil, que entendió el calvario por el que les había hecho pasar. Aún tardó unos segundos más en vincular su ausencia prolongada con el operativo de rescate.
-Vamos. Dáselo.
¿Será posible? –pensó Ranma mientras obedecía a Kasumi-. ¿Tanto me quiere? ¿Tan frágil es anímicamente? Solo estuve unas diez horitas en paradero desconocido, luchando contra un huracancito de nada. ¡Qué exageradas son las mujeres! ¿De qué se va a quejar cuando nos casemos? ¿De que me fui dos meses a entrenar a una montaña sin avisar?
Muy diferentes pensamientos se cruzaron por su mente en cuanto notó que Akane no reaccionaba. Estaba literalmente ida, ausente, fuera de sí.
-Estas cosas toman tiempo. La otra vez estuvo así un año.
-Yo no tengo un año que perder. Ya bastante esperé…bueno…ya sabéis…
Y se calló por un momento. Akane se veía tan guapa. Tan silenciosa y frágil. Tenía que hacerla reaccionar. Probó tirando agua a la cara, simulando que se ahogaba otra vez en la orilla, restregándole el patito por la nariz y los ojos.
-Es inútil, Ranma. No sabe que eres tú. Es como si le hablaras a una piedra.
-Tampoco está tan mal –razonó Ranma en voz alta-. No cocina, no me gruñe, no me pega con el mazo. Y sigue igual de guapa. Casi dan ganas de llevármela a casa así como está.
Nabiki suspiró.
-No te canses. Ya intenté yo hacerla enojar. No funcionará.
-¿Cómo que no funcionará? –empezó a perder la compostura el muchacho-. Venga, Akane. ¿Te parece bien quedarte indefensa y sola con el pervertido?
-…
Marimacho.
-…
-Pechoplano.
-…
Plimp…plimp…plimplimplimp…PLIMP.
-…
-¡Qué lindos! –les espiaba Kasumi desde su habitación del hotel-. Se han quedado allí fuera, abrazados bajo una manta, esperando el amanecer. A veces parece que Akane ya despertó y no dice nada como en Jusenkyo. Para estirar la escena lo máximo posible.
-Yo no me alegraría tanto. ¿Y si no se despierta? –preguntó Nabiki-. Al fin y al cabo puede que tuvieras razón. Que haya sido todo un accidente. El destino, la magia, el amor. Está claro que no existen. Y todo por culpa de Ibuki…En realidad, yo también me arrepiento. Ahora que Ranma está bien, me dan unas ganas de ir a buscar a ese cobarde y despojarle de todas sus pertenencias hasta que me pida de rodillas que le indique el camino de la cárcel para entregarse él solito.
-¿Y por qué crees que es su culpa?
-Mamá murió haciendo su trabajo.
-Hubiese muerto de todas formas. Aún con un capitán seguro y audaz, se hubiese quedado a dar una mano.
Nabiki se desenroscó la pulsera-pañuelo y la dejó hecha un ovillo sobre la mesa.
-El trauma de perder a mamá en todo caso es el que actúa ahora. Sin eso, estaría bien. Solo asustada.
-¿Sabes? Cuando estoy nerviosa, a veces me da ganas de pegar puñetazos en la arena y otras, de tejer.
Nabiki observó, inexpresiva, cómo su hermana extraía unas largas agujas de su bolso.
-La arena es igual de injusta que el mar. No puedes confiar en una ni en la otra.
-La arena y la justicia son como el hilo –sonrió Kasumi-. Necesita de alguien que les de forma. El viento solo la empuja, el mar solo la moja y la rompe. Es el hombre quien escribe en ella o realiza esculturas en la arena.
Nabiki tiró del extremo libre de la tela y deshizo los dos o tres nudos que había iniciado Kasumi.
-El agua y el viento tarde o temprano derribarán la escultura, borrarán las palabras. Nada es eterno. Y menos la felicidad. Apuesto que a Blancanieves luego del "y vivieron felices" tuvo que soportar miles de penurias. Que el príncipe le meta los cuernos con las cortesanas. Que los enanitos la demandaran por abandono del hogar.
-Siempre hay una forma de solucionar los problemas cuando no son definitivos –tiró una moneda al aire y aprovechó que Nabiki se abalanzaba sobre ella para recuperar la madeja de hilo-. Solo es cuestión de seguir intentándolo.
Nabiki se guardó la moneda en el escote y volvió a coger el hilo con las dos manos.
-Y sin embargo, somos humanos. Nuestra capacidad de insistencia es menor que la de la naturaleza. Y, no lo olvides, la fatalidad y la tristeza son fuerzas naturales. Jamás dejan de merodear nuestras murallas endebles. Siempre encuentran la hendija por donde clavar sus dientes venenosos.
El bolso de Kasumi se abrió de par en par. Estaba repleto de monedas y madejas de distintos tonos y grosores. Y una postal del sol resplandeciente de Nepal, regalo de Ryoga para la familia Tendo.
-En tal caso, es necesario poner toda la carne en el asador. La mitad del contenido de este maletín a cambio de que me dejes terminar.
A Nabiki le brillaron los ojos. Se había topado con una muralla muy bien edificada. Tanto que al final fue ella misma quien ayudo a Kasumi a terminar con su trabajo: una pequeña manta con el logo de P-chan para abrigar mejor a los enamorados.
-Desde luego, tienes un poco de mala leche, hermana. A Ranma no le gustará.
-Que se aguante. Al fin y al cabo, todo esto es su culpa principalmente.
Ya empezaban a salir los primeros rayos del amanecer cuando el cuerpo tibio de Akane sintió que un poco más de calorcito se agregaba al abrazo varonil que le sostenía la cabeza y el torso erguido. Era otra manta.
-Kasumi, por favor. Sálvalo –murmuró.
Entre los pliegues de la manta, también sintió la joven colérica en trance de dolor, un bultito diminuto, una especie de bolsillo secreto con dos objetos metálicos y redondos en su interior, unas monedas –"para la suerte" en palabras de su hermana.
-Nabiki, manipúlale -también susurró.
Por último, notó que sus labios ya no estaban tan resecos. Extraño. Si había decidido dejarse morir de pena. No recordaba haber bebido nada en un día. A lo mejor las pesadas de sus hermanas le estaban alimentando a la fuerza otra vez, como hace seis años. Pero no. Se sentía una humedad cálida. ¿Sería Café? De hecho, sabía café con leche…como los besos de Ranma…
Sus ojos se abrieron lentamente. Luego correspondió el beso de amor de su joven novio con suavidad y lentitud. La cabeza le daba vueltas. ¿Realmente Ranma había optado por intentar reanimarle con algo tan romántico? ¿Él un príncipe azul y ella Blancanieves? Imposible. El pervertido simplemente se aprovechaba de su inconsciencia. Y sin embargo, le besaba de forma tan suave y casta…¿cómo se había salvado? ¿por qué…?
-Ranma, te he oído…ahogarte.
-Estoy bien.
Akane intentó incorporarse infructuosamente. Todavía el shock le tenía las fuerzas cogidas. El patito resbaló de entre sus dedos y cayó hasta la arena. Entonces, todos los sucesos volvieron a su mente en su orden lógico y el cuadro entero de situación cobró sentido otra vez.
¡Plafui! Ranma recibió su merecida cachetada sin entender y observó atónito y aún más confundido como Akane partía en dos la figura de madera y la tiraba al mar con todas sus fuerzas.
-¡Idiota!
-Pero si lo he recuperado…
Tuvo que ser Nabiki (Akane ya estaba muy lejos) quien se lo explicara:
-Hasta yo que solo pienso en lo material me doy cuenta de por qué reaccionó así. Nuestra madre se murió ahogada y tú le hiciste revivir el trauma. Estaba preocupada por ti y no por el patito.
Ranma cogió la manta de P-chan del suelo y se la puso sobre sus espaldas. Por pura temeridad y estupidez se había convertido en otro Ryoga. Un torpe y despistado enamorado de Akane, a quien la jovencita de pelo azul no quería ni ver. Luego se propuso vagar con ella de forma indefinida hasta que se le ocurriera qué hacer. La famosa técnica Saotome en plan melancólico.
-Quítate eso –le dio un manotazo Nabiki-. Pareces tonto. El derrotismo no te pega para nada. Eres capaz de sobrevivir a un huracán, ¿no? Pues enfrenta a mi hermana y aclara las cosas. No puede ser mucho más difícil.
Ranma pestañeó dos veces. Por primera vez veía a la Nabiki generosa con sus propios ojos. ¿Dónde se había escondido la otra? ¿La que le hubiese vendido una solución por un "módico precio"?
-De acuerdo…gracias –contestó, dubitativo sin animarse a explicarle que efectivamente era mucho más difícil y peligroso enfrentar a Akane furiosa que a la naturaleza desatada.
Desde entonces la buscó por todos los alrededores en vano. Ni en el hotel, ni en el estacionamiento, ni por el bosque cercano. Simplemente había desaparecido. Ranma se sentó en una roca a pensar. No la hallaría de forma precipitada e irreflexiva. Si quería arreglar las cosas, tendría que abandonar también a la intuición como método de búsqueda. Debía centrarse en su verdadero poder. En su conocimiento sobre su personalidad. En el amor que sentía por ella. Solo así adivinaría lo que había hecho.
Finalmente chasqueó los dedos y exclamó: "Ya lo tengo, el autódromo".
-¡Qué rápido me has encontrado! – le saludo con amargura y cierto tono de sarcasmo Akane cuando le vio aproximarse hacia la grada desierta en donde se había aposentado-. Al final va a ser cierto lo de tu dichosa intuición masculina.
-Fue fácil. Eres una mujer de palabra después de todo. La carrera es mañana y tienes que esperar a Ryoga. Aún si es literalmente imposible que llegue a tiempo, existe la posibilidad de que lo haga. Sería descortés ausentarse antes de que se cumpla el plazo.
Se hizo a continuación un silencio incómodo. Efectivamente, Akane había pasado de aguardar el regreso de uno a hacerlo por otro.
-Es más fácil esperar a Ryoga un mes que a ti un segundo –dijo por fin.
Ranma miró para otro lado, simulando que no le importaba el resultado de la comparación que había planteado Akane.
-¿Por qué? Somos igual de fuertes y tontos. Las posibilidades de que nos metamos en peligro son igual de altas y de que no podamos salir airosos, igual de bajas.
-Ya, pero de él solo me preocupo como amigo. De ti…-le puso una mano en la cara y la agitó suavemente sobre un pómulo-. Tú lo eres todo para mí.
El viento elevó la fuerza de sus soplidos por unos instantes. Ninguno se movía. Tan solo se miraban a los ojos…con ternura. Ranma acercó sus labios a los de Akane pero desvió el rumbo a último momento y siguió de largo hasta la oreja izquierda. Luego, susurró.
-Tú no eres todo para mí. "Todo" se queda corto. Eres lo que existe y lo que no. Lo que hay y lo que no hay. Podrían ofrecerme por ti "todas" las posesiones y poderes de la Tierra y los rechazaría. Todo sin ti es un infierno en el que no quiero vivir. Prefiero la Nada pero compartida contigo.
A Akane le saltó el corazón en su sitio. No imaginaba que Ranma pudiera ser tan sensible, más allá de que en el fondo se tratara del mismo chico tonto y competitivo que juegaba al "y yo más".
-¿A propósito –continuó Ranma con sus razonamientos-, si le pido a Nabiki que deje de comer por una temporada, aprenderás a cocinar como Kasumi?
-Ni lo sueñes.
Sorpresivamente, Ranma la tomó por la cintura y la levantó en brazos hasta girar con ella dos veces sobre si mismo. Los pies de Akane volaban literalmente mientras el torso se abrazaba al de su novio con fuerza para no caer. Luego la dejó otra vez en su sitio.
-Mejor. Yo te quiero así. No cambies nunca.
Y finalmente se besaron. Nuevamente, los labios sabor café de Ranma le salvaban de unas cuantas meteduras de pata.
Y a sus pies, producto de un hechizo, una casualidad o simplemente de capricho del destino, el patito con el apelativo de Akane inscripto en su superficie volvió a aparecer intacto y sin marcas de haberse partido. A ninguno de los dos les pareció inusualmente extraño. Mucho más lo era que amándose tanto y estando comprometidos, les hubiese costado tanto llegar a ese punto.
Lejos de allí en donde había comenzado todo, en la playa desierta del hotel exclusivo, la manta de P-chan descansaba sobre la arena. Allí le había dejado Ranma cuando fue a buscar a Akane. Sus pliegues se apoyaban suavemente sobre los granos espesos y mojados. Había sido cosida con tanto ternura y amor que era capaz de dar calor a cualquier cosa, incluso a un metro cuadrado de arena barrosa.
Un hombre alto y delgado oteaba el horizonte parado junto a la prenda olvidada. Le picaba la barba, mas no decía nada. Hacía mucho tiempo que había aprendido a reprimir sus vanidades de carácter y a comportarse como un ser justo y correcto. Algo en su intuición le decía que aquella tela ya no tenía dueño. O más bien que él mismo era su dueño ahora, como si el destino se la hubiese dejado de regalo de agradecimiento por su buena acción.
-Capitaaan, capitan Ibuki. ¿La ha encontrado? ¿A la chica pelirroja que salvamos del temporal?
-No, marinero. Pero, da igual. Tengo el presentimiento de que está a salvo.
El marinero se rascó la cabeza.
-¿A salvo? Si la encontró casi moribunda flotando en las aguas en plena tormenta. Todavía no sé de dónde sacó el coraje para arrojarse al mar embravecido y rescatarla…
-…No fue coraje. Solo culpa –le interrumpió poniéndole una mano sobre el hombro-. No es la primera vez que arriesgo mi vida debido a ella…
El marinero examinó por unos instantes el rostro de su capitán. Ojeroso, arrugado e inexpresivo. Jamás le había oído hablar de su vida privada. Su forma de actuar normal se asemejaba a su cara. Seco y reservado. Y sin embargo, allí le tenía hablando de culpa y traumas del pasado.
-Capitán –decidió cambiar de tema-, la chica ha saltado por la borda apenas recuperó la consciencia. Es imposible que haya llegado a tierra firme de una pieza. No, con lo débil que estaba.
Ibuki cogió el indirecto regalo de Kasumi y Nabiki y se lo ató sobre el pecho a modo de capa. Era sorprendentemente cálido y abrigado. Tanto, que sin saber bien por qué, el capitán sintió que la dura piedra que tenía en lugar de un corazón, volvía a latir en su pecho.
-Vamos al barco. Creo que ya estoy preparado para confesar.
El marinero tembló más por sorpresa que por miedo o frio.
-¿Confesar?
-Sí, lo que fuera que tenía que hacer aquí fuera, en el mundo de los libres, siento que ya lo he hecho. Y ahora, ya va siendo hora de expiar mis pecados. En la cárcel.
Fin.
Historia bonus
A Minefine7 no le gusta el queso.
Fin.
¿Qué? ¿Pasa algo? No siempre las historias bonus son super interesantes o trascendentales. Y vamos, lo de hoy no hay por donde ampliarla. Diferente sería si yo fuera un catador profesional de quesos o si Minefine7 los odiara porque su exnovio Yusuf-dem-ese la traumatizó de alguna manera con los quesos. Pero no. No hay nada de eso. Simplemente no le gustan. Y mirad que le he dado vueltas al tema. Incluso me puse a pensar en las arañas. No le gusta ni una ni otra cosa. ¿Qué tienen en común? Si hallara algo, por estúpido que pareciera, ya tendría mi historia bonus preparada. Es más, casi se escribiría sola. NADA. No se me ocurre ningún punto en común entre las arañas y los quesos que delate algún tipo de animadversión más profunda del suboconsciente minefineisco7. ¿Y si se encontrara con un queso con forma de araña? ¿Le disgustaría más? No lo sé. Supongo que no. Que no tiene un efecto acumulativo. Por otro lado, odia los crossovers. ¿Y si hago que Spiderman comiendo un queso pelee contra Ranma? ¿Le causará mucho asco? Imagino que no. Más le molesta el final abierto de Ranma ½. Bastaría con que Akane bese a Ranma luego de aplastar a la arañita para que supere a Rumiko.
Muchas veces cuando escribo y me quedo literalmente bloqueado en un punto, suelo centrarme en un detalle insignificante como este y le doy vueltas y vueltas por horas, descartando ideas totalmente ridículas como la anterior hasta que de pronto, de tan cansino e insistente, el cerebro accede a juntar dos datos irrelevantes para generar la historia. A veces, simplemente no pasa, momento en que me tocaría rendirme…o dar un paso más allá y hundirme definitivamente en el fango de la ridiculez. Por ejemplo, existen muchos tipos de quesos en el mundo. ¿Y si Minefine7, aunque sea subconscientemente, catalagora a la gente y las acciones malas según su afinidad con un queso? ¿Qué seré yo cuando la hago rabiar con mis ironías? ¿Un Gruyere, un roquefort? ¿O le seguiré gustando, a pesar de todo? Y así fue que, luego de un largísimo rodeo, se desatascó en mi mente el final del capítulo 81: "El día en que Ranma y Akane abrieron los ojos"… Recordando que a Minefine7 no le gusta el queso…fue que imaginé a Ranma definiéndose a sí mismo como un chocolate. También llegué a notar en este proceso, que, en ocasiones, cuando estoy solo, en silencio y pensando tonterías, me parezco muchísimo a Ranma.
Comentarios.
Estimada Akyfin02. ¿Empieza la época de exámenes por allí? Bieeen, me encantan. Mucha suerte.
Estimada Ai. Estem...la idea era que se besaban como hombre y mujer, luego cayeran entrelazados a las aguas, Ranma se transformara en chica y por tanto se separaran. La redacción fue un poco confusa. Lo siento.
Ibuki siempre vuelve a aparecer. Es más fuerte que yo. A propósito me manda decir Ibuki que solo acepta trabajos de villana por razones muy personales que no piensa revelar ahora y me pide que te pregunte si le respetarás el deseo.
12 de marzo. Tomo nota. Sabía que me lo ibas a decir tú. Realmente no tenía ni idea. El premio...ya tocará en el especial 100.
Estimada Massy13. No era propaganda. Solamente me gusta ir entrelazando cosas del pasado como los plafuis, los plimps y los Ibukis. Soy repetitivo por naturaleza. Dice Ibuki que ella por una de sus fans de verdad dormiría en un sofá y que por tanto le parece justo que sus fans hagan lo mismo por ella. Traté de explicarle que tú no eras exactamente su "fan" pero me tiró un florero por la cabeza.
Estimada Daia. Gracias por leer. Imagino que la Akane real no será tan melodramática pero tampoco pasa nada por tensar un poquito la personalidad de los personajes para que encajen en la historia.
Estimada Minefine7. Has ganado. Te felicito. Estoy supercontento...porque estamos casados. Tus triunfos son mis triunfos también y tus derrotas son tus derrotas. Es lo que toca cuando uno se enamora...
