Pido disculpas a todos por el retraso. El sábado pasado nevó y haciendo oídos sordos a todas las advertencias de minefine7, jugué con Gohan a miles de cosas irresponsables con la nieve. El resultado fue un fuerte catarro al día siguiente. El lunes, por supuesto, ya estaba plenamente recuperado porque como todo el mundo sabe, los catarros solo duran un día. No es que prefiriera mil veces ir a trabajar una semana entera enfermo a admitir que minefine7 tenía razón. Realmente me había mejorado mágicamente. En fin...que no he tenido mucho tiempo de leer ni escribir esta semana...por culpa de...una carga excesiva de trabajo extra...que nada tiene que ver con mi salud. Por cierto...atchuuuus.


Yo he matado a Ranma Saotome, Señor Juez. Segunda parte.

Muerta. Otra vez difunta y desahuciada. Como siempre. Desde el principio de los tiempos hasta la eternidad. ¿Cuánta gente habrá ya narrado aquel fenómeno extraño que volvía a experimentar entonces? Aquella verdad universal que se resume en un simple y trascendental máxima: "Morir es cómo despertarse". Ni más, ni menos. Abrir los ojos y reconocer la verdadera realidad. Diferenciarla del erróneo sueño anterior que solo hacía instantes nos parecía tan vital e importante. En el fondo, todos somos meras Yukos naciendo nuevamente sin recordar nada de nuestra vida pasada. Un eslabón más de la cadena infinita de patrañas. Somos igualitos al niño que duerme temblando en su habitación, totalmente ausente de las paredes que le rodean y de las mantas que le tapan. Si este sueña que le persigue un elefante huracanado sin notar que en el fondo se encuentra a salvo de todo daño, de la misma forma nosotros vivimos nuestras insignificantes vidas ignorándolo todo sobre el Más Allá y sufriendo innecesariamente. Es gracioso. Cuando el niño despierta y fija la vista en el póster de las Tortugas Ninjas que cuelga de la pared de su habitación, inconscientemente sonríe y se dice para sus adentros: "Ah, sí, ya. Esto es la realidad, lo otro un ligero trauma que pronto olvidaré". Igual me ocurría a mí. Mi forma etérea y resplandeciente trepó una vez más hasta la cúspide del Himalaya y luego saltó al Valle Oculto y Único de lo Continuo, allí donde cada ser se reencuentra una y otra vez con su destino y se calibra los logros y fracasos de unos y otros. A mi lado, la pomposa luz morada de Anticlímax. El muy tonto se había suicidado para acompañarme. Si Ryoga era mi padre en la vida anterior, en esta, en la verdadera, eterna e imperecedera, lo era Anticlímax. Siempre me hacía lo mismo. Siempre, siempre, siempre, tomaba prestado el cuerpo de mi padre ocasional, me torturaba un rato y luego, a casita…o lo que es lo mismo, me sustraía la vida del cuerpo y luego brillaba alegremente a mi lado en el Más Allá. ¡Y qué contento que se ponía el mentecato, Señor Juez, cuando me veía abrir mis ojos brillantes e incorpóreos y recordar que en realidad yo era su hija verdadera! Ya ni hacía falta que pronunciara su muletilla. Estaba todo claro. La vida misma era y es la suprema ironía de la creación. Vivir, un esfuerzo inútil. Llorar, una actividad sin causas verdaderas. Y la alegría, un mero y efímero consuelo en la fugaz monotonía universal.

-Papi –volví a protestarle ese día como durante los últimos mil siglos-, si siempre me traes de vuelta aquí cuando todavía soy una niña, jamás podré encontrar al amor de mi vida. Así no podré aspirar a convertirme en Diosa ni tendré que temer al Devorador De Ilusiones.

-Mejor así –solía responderme envuelto en sus vanidades y vanos planes conspiratorios-. Eres muy joven para buscar pareja todavía.

Aquello me exasperaba. ¿Joven? Sí Tenía cien mil años ya. Sí, sí, Señor Juez, los tenía y los tengo todavía. Aunque de experiencias vitales poco llevaba cargada el alma. Salvo una vez, allí por el 1325 en que logré escabullirme de su radar por tres lustros, el resto de encarnaciones, fueron siempre saboteadas, pisoteadas y ninguneadas por el Dios más celoso, protector e insólitamente paternal del universo…En el fondo, le entiendo. Desde su más que particular punto de vista, me estaba ahorrando infinitos años de dolor, quitándome la venda de los ojos. Vale, sí, también me mezquinaba las escasas oportunidades de ser feliz en el mundo irreal de los humanos pero a él le parecía un buen precio a pagar por no verme derramar "plotsh" que es como los dioses y semidioses llamamos a las lágrimas. La verdadera felicidad no estaba en la Tierra. Si no…allí arriba. En el cielo tizoso del Más Allá.

Quizá alguna de mis últimas declaraciones, su Señoría, le causen algún resquemor o duda. Le entendería perfectamente si así ocurriera. Quizá por fuera, con su traje y corbata de aburrido funcionario, se ría de "esta loca y de sus desvaríos" pero la procesión va por dentro. Bien sabe que digo la verdad. De hecho, por muy dormidos que estemos ahora, una parte de nuestro cuerpo todavía recuerda y siente el Más Allá. De allí nuestra capacidad de percibir fenómenos extraños a todas horas. De allí también la infinidad de relatos e historias sobre el tema.

Sí, su señoría, en esta vida efectivamente olvidamos la verdadera esencia de las cosas. Pero no, no somos totalmente ignorantes del tema. Así que le pregunto, ¿no desea usted, señor juez, convertirse en un Dios? ¿No desea en el fondo hacer y deshacer a placer como lo hace mi padre? No necesita menear la cabeza en señal de desaprobación para disimular. Muy bien conozco su secreto y el de todos. No existe ser humano que no lo desee. Si en el fondo ese es nuestro propósito. Para eso vinimos aquí. Para que seres superiores calibren nuestra valía y decidan si somos de los pocos a los que dejaran acceder a su cielo tizoso de inmortales o si por el contrario, nos hundirán en el fondo más profundo del Valle Oculto y Único de lo Continuo. ¿Sabe quién habita allí, verdad? Se encuentra dormitando su siesta eterna el temible Devorador De Ilusiones. Las almas somos como copos de nieve que flotan en el aire y el único habitante vivo del Valle es un perro anciano. Lento, cojo, ciego y sordo…pero voraz e implacable. Si por ventura nuestro vuelo níveo desciende lo suficiente para caer en sus fauces, entonces sí que desapareceremos. Para siempre. La vida en el Más Allá...pues se resume en un eterno bucle. Morimos sin cesar…hasta que venga el Devorador De Ilusiones y lo arruine todo. Cada reencarnación tiene un único propósito: dejarnos experimentar el amor. Si lo conseguimos, al morir, nuestros copos níveos ascienden un palmo…si fallamos, si nos comportamos con egoísmo, soberbia o autosuficiencia, ocurre lo contrario. Al final de los tiempos, unos pocos han repetido tanto su tarea bella de amor, que superan la barrera de lo mortal. Otros, almas mezquinas y cerradas al amor, por el contrario se han hundido en el olvido. Los demás vivimos con altibajos. De hecho, si no recuerdo mal, su Señoría, le sugiero que hoy mismo, cuando regrese a casa, comparta unas cálidas palabras de amor con su esposa. Usted sigue flotando en la medianía pero ella…ella flota tan cerca del hocico del perro inmortal que el suave vapor de su respiración le humedece el alma a cada instante. No puede permitirse un nuevo traspié.

Por favor, Señor Juez, ahora que vamos llegando al meollo de la cuestión, hágame el favor de entender mis motivaciones. Mi sueño en la vida eterna era uno solo. Enamorarme, vivir mi peculiar historia de amor sin interrupciones molestas y por fin acercarme a la trascendencia final. Ya se sabe. Cada reencarnación es única y diferente. Por tanto, mantenía las esperanzas de cobrar vida en algo lo suficientemente fuerte como para hacer frente a Anticlímax. Una mamuthesa longeva que cruzara sus finos cuernos con los de un gallardo mamuth de esos que tienen la piel tan dura y reseca que ningún dios osaría atacarle. O una microbiesa que llega a la edad adulta en cuestión de segundos. Suficiente para vivir una microintensa historia de amor con un microbio bien machito antes de que apareciera el padre castrador con poderes divinos. Ya me daba igual, su Señoría. Todo menos lo que me ocurrió en la siguiente reencarnación. Desperté espesa y, por llamarlo de alguna manera, derramada en un vaso de Starbucks. Eso sí, calentita y al punto. Con cookies y crema. Me encontraba, de momento, abandonada en una larga mesa de buffet de lo que parecía ser un estudio de grabación de una película de adolescentes. Había muchas luces, colores brillantes y cancioncillas pegadizas de fondo. Difícil era enterarme muy bien de todo sin ojos, pero los cafés suelen intuir las cosas aún sin verlas. Cuando, por ejemplo, se produjo el suave terremoto que elevó mi alma unos centímetros, intuí que en realidad un joven apuesto había cogido mi vaso. De la misma forma, mientras era literalmente ingerida, entre pausa y pausa, llegué a intuir el título del musical que filmaban: "High School Musical 2". Luego, lo vi todo negro y regresé al Más Allá con mi padre.

-¿Por qué pones esa cara, hija? –me recibió intentando no mofarse demasiado de mí-. ¿Estás triste?

-¿Tú qué crees? –le respondí-. Esta encarnación no duró nada. Fue frustrante.

-Pues no es por ser el Dios de la ironía ni nada parecido pero conozco gente que mataría por morir como lo has hecho tú recién. Además, has tenido reencarnaciones peores. ¿Te acuerdas cuando te tocó ser personaje de videojuego? ¿La Ibuki de Street Fighter? Eso sí que fue irónico. Vidas infinitas y cada muerte virtual sin consecuencias reales. Así es la vida verdadera. Igual de intrascendental que la virtual.

Su voz y razonamientos seguían siendo indudablemente los mismos. La media burla constante en el tono y en el gesto. Sin embargo, se le notaba algo distante. Ausente, diría yo. Me hablaba e incluso, me miraba al hacerlo. Pero yo no era su centro de atención. Por el contrario, aunque intentaba hacerse el disimulado…, cada tanto, cuando sospechaba que me distraía, echaba furibundas miradas de reojo al cielo. Allí, casi rozando el límite entre el mundo de los muertos y el de los dioses, flotaban las almas de Ranma y Akane. Si protagonizaban una nueva escena romántica más en su nueva vida, accederían al premio mayor. Llevaban ya más de quinientas encarnaciones exitosas encontrándose y reencontrándose. Todas ellas, a pesar de los pronósticos negativos del Augur de los Mil Aciertos del Más Allá, habían acabado en enlaces románticos.

-¿Así que de eso va todo esto? –le reproché con energía-. ¿Quieres impedírselo, verdad? Sabotearles la trascendencia que justamente se merecen. ¿Por eso falseaste sus árboles genealógicos del amor?

Anticlímax me miró, paternal. De nada servía ocultarme lo que ya había deducido ni necesitaba hacerlo.

-Se dice que dos almas gemelas reencarnan siempre cerca. Tanto en el espacio como en el tiempo…

-…a menos –le interrumpí- que alguien artificialmente provoque una pelea que desincronice sus corazones justo antes de que se produzcan dichas reencarnaciones.

Efectivamente, Ranma había muerto…por amor. Sacrificándolo todo por ella. Pero Akane había perecido, desengañada y furiosa, sintiéndose timada desde el principio de los tiempos. Amor vs. desconfianza. El peor y más dispar cóctel. Imposible que reencarnaran en el mismo país o época. Es más, su Señoría. Dadas las circunstancias, le aseguro que era imposible que reencarnaran en la misma especie. Desde el principio, en eso consistía su plan: sabotearles el último paso para transformarse en dioses.

-Irónico, ¿verdad?

-Las ironías no existen –le repuse pletórica de esperanza y ávida de romanticismo del bueno, de ese que destroza con su potencia las más duras barreras de separación-. Las ironías son excusas que nos inventamos para no afrontar que fuimos incapaces de conseguir que las cosas fueran como queremos. Ranma ama Akane y ella a él. Todavía no te he oído decir: "¡Qué irónico! Se quieren pero no están juntos". Ambos más allá de la timidez y los estorbos habituales trabajaron siempre para estar juntos. Son inseparables y se lo han ganado. Si algún día Akane se fuera con Ryoga o Ranma con otra prometida no sería "irónico". Sería falta suya por permitirlo. Ya verás que se las arreglan para reunirse.

Anticlímax frunció el ceño. Desde luego no le había gustado mi monólogo anterior. Era demasiado pomposo y rimbombante para aceptarlo pero le carcomía la duda. Lo sé, aunque luego dijera:

-¿Las ironías no existen, querida? ¡Eso sí que sería irónico! Hasta donde yo sé, dada la última bronca entre ellos, el uno podría encarnar en un homo neanthertalensis de hace doscientos mil años y la otra, en una piedra de Neptuno del futuro galáctico.

-Da igual. Akane sería, pues, una piedra que se convertiría en meteorito y caería a la tierra derritiendo el témpano en donde todavía latería el corazón congelado del Ranma cavernícola.

Anticlímax sonrió.

-Ves mucha tele. Además yo no sabría si catalogar a tal evento como "romántico".

-Por suerte –respondí mirando al cielo tizoso- no eres tú el que tiene que juzgarlo.

Los brazos de mi padre se elevaron un palmo y luego dibujaron en el aire una serie de figuras que solo los dioses conocían. A continuación, aparecimos en una especie de campo de algodón. A saber qué año sería. Solo puedo decir, dada la ausencia total de civilización, que probablemente habíamos retrocedido bastante en el tiempo.

-¿Qué tal si lo comprobamos en persona?

Estaba claro. Le había dado en el órgano más débil de los dioses y por tanto, en donde más le dolía, en la duda. Caminamos entre unos pequeños arbustos que, como describía Heródoto, en lugar de frutos producían una especie de lana de una calidad más hermosa y mejor que la de los carneros.

-¿Sabes? –me instruyó (a pesar de todo seguía siendo mi padre)-. El algodón es desde siempre el principal medio de subsistencia agrícola de Alejandría.

-Así que estamos en Egipto –farfullé.

-Pues sí. Y no es por darle clases de historia a una niña que se autodefine como una vieja de cien mil años pero estamos en el año 643.

-¡Dios! –exclamé, horrorizada (sin notar la ironía de que lo decía delante de uno). Era el momento y lugar exacto. La biblioteca de Alejandría, la más importante y amplia colección de escritos de la antigüedad, estaba por arder. A lo mejor…todavía estábamos a tiempo para la resolución amorosa que trasciende el tiempo, la distancia y la materia. Ya me lo imaginaba, ya. Akane habría encarnado en un libro de hace cientos de años y muy distante en el tiempo que, por puro azar, había caído en la biblioteca. Y Ranma era el apuesto bibliotecario que moría entre llamas protegiendo la maravillosa obra de, cuyo arte, curvas y densidades semánticas, conocía cada rincón y recoveco.

Efectivamente, pronto las llamas comenzaron a ganar la intensidad suficiente en el horizonte para que yo pudiera adivinar la ubicación del mítico templo del saber. A unos cuántos metros de distancia, como si de una premonición se tratara, corría un hombre viejo y flacucho, de luenga barba blanca pero…atención al dato, con una coleta, un traje rojo muy similar al de Ranma y una mirada engreída, propia de quien ha leído mucho o todavía nunca se animó a pronunciar palabras de amor. Llevaba entre los brazos un grueso volumen sobre los diferentes tipos de mazos y la mejor forma de utilizar cada uno.

Un rayo, un violento y fuera de lugar rayo, le cayó justo encima y le carbonizó vivo junto a su preciado souvenir.

Mi mandíbula apenas si respondía a las órdenes del cerebro de lo sorprendida que estaba. Creo que tardé al menos unos veinte segundos en poder pronunciar palabras que hacían hincapié en lo evidente.

-¿L-le…has matado?

-¿Irónico, verdad? Huye de un incendio y le fulmina un rayo. Igual –me apoyó la mano sobre el hombro, con su habitual calidez paternal que me confundía y me hacía dudar de su supuesta maldad espontánea-, quédate tranquilita que no se trata de ninguna encarnación conocida. Ranma se encuentra muy lejos de aquí en todos los sentidos de la palabra "lejos".

-¿Entonces? –protesté-. ¿Por qué le matas?

-Ya lo dije. Por amor a la ironía.

No, no, no. Daba igual si se trataba de un personaje secundario en la obra de teatro que era nuestros debates. Y me importaba un comino si luego reencarnaría en otra cosa. No tenía derecho a hacerle mal así porque sí.

-¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿No has visto que tenía cara de enamorado?

-Precisamente. Si no ha amado tanto como yo…entonces es un inútil que no merece vivir. Y si ha amado más que yo…se trata de una amenaza. Tampoco merece continuar con vida.

¡Bingo! Ya estaba hablando de nuevo de madre sin mencionarla. Por culpa de ella, el universo entero y yo teníamos que aguantar a un ser amargado y desquiciado que desataba su frustración de forma aleatoria e imprevisible sobre todo lo que le pareciera irónico.

-¿Vas a decirme de una vez quién es mi madre y dónde está?

-Y-yo…

Lo juro, su Señoría. Los dioses también son capaces de temblar de dolor y de rabia. Lo sé porque en aquel instante un ligerísimo temblor recorrió todo su cuerpo. A pesar de toda su crueldad, me partía el alma verle así. Más aún, por la expresión de vergüenza que no lograba ocultar. Le había pillado pensando en ella.

-Ya han pasado cien mil años. Podrías decírmelo…si quisieras.

Su voz, acostumbradamente tan burlona y sarcástica dio lugar a una sepulcral y melancólica.

-Tu madre no me recuerda…¿irónico, verdad?


Al rato volvimos a caminar, su Señoría. Bastantes dudas flotaban por mi mente y me impedían ahondar en el interrogatorio. Las usuales y con mayúsculas: ¿QUÉ? ¿CÓMO? ¿POR QUÉ? Pero sobre todo ¿QUIÉN? ¿QUIÉN me había separado de mi madre y había provocado que nos olvidara? Su explicación olía a chamusquina. Entendía que en el mundo de los adultos, yo en el fondo lo era también, las parejas se olvidaran unas de otras. Era su elección. Mala, pero elección al fin. Pero ¿y a mi? ¿Cómo podía una madre olvidar a su hija por propia voluntad? Imposible. La maternidad es para siempre. Yo no la elegía ella ni ella a mi. Ninguna de las dos teníamos derecho a disolver el vínculo.

En todo caso, quedaba un interrogante más que me carcomía en raciocinio. ¿Dónde íbamos? ¿Qué papel estábamos por interpretar en la eterna historia de amor de Ranma y Akane?

-Por si te interesa –me dijo de pronto-, ya he hallado a Ranma. Se encuentra mil doscientos años en el futuro, en la Malasia. Creo que esto te va a gustar. ¡Es un pirata! Ranmakán.

-¿Entonces? ¿Por qué estamos aquí?

-Por ella –señaló un árbol robusto. Es un Cercis Siliquastrum.

-Ajá –exclamé-. Akane reencarnó en el árbol del amor. ¿IRÓNICO, VERDAD?

Lo era. ¡Claro que lo era! Si estaba cubierto de unas preciosas flores rosas…por otro lado, los árboles no suelen vivir mil años. Y aunque este lo hiciera…que el alma de Akane quedara atrapada tanto tiempo dentro de un árbol para reencontrarse con la reencarnación de Ranma en el futuro…me resultaba raro, imposible y fuera del canon. Rumiko jamás imaginaría una historia así.

-Tienes razón, padre. Has ganado. Ya me dirás cómo hace Ranma ahora para enamorarse de un árbol.

Anticlímax se había quedado de pie frente a su "enemiga" y le miraba con rencor. Así comprendí de pronto que no habíamos venido solamente a "observar". Planeaba intervenir también.

-Puede que sea imposible pero no me fío. Esa bruja sabe metamorfosearse.

Nuevamente, cayó un rayo del cielo. Esta vez, con la fuerza y precisión de una sierra. Antes que quemar el tronco, le cortó como si de una gigantesca hacha se tratara.

-Ahora sí –se congratuló cuando vio desplomarse los seis metros de tersa madera sobre el suelo árido-, está muerta. ¿A propósito, sabías que también se le suele llamar Árbol de Judas? Según la leyenda, de uno de estos se ahorcó Judas Iscariote después de traicionar a Cristo. ¿Irónico, verdad?


Mil doscientos años después, en plena época de piratas y en el mismísimo corazón del sudeste asiático, un diminuto barco surcaba los mares. Era tan pequeño y navegaba tan repleto de tesoros que buena parte de la embarcación permanecía hundida bajo el mar. Solo la proa y parte de camarote del capitán escapaba a la sensación de próximo hundimiento por pura codicia y sin embargo, el ingenioso diseño del vehículo de agua impedía que tal suceso ocurriera. El Nabiki II, jamás dejaría atrás una moneda por falta de espacio o incapacidad flotativa.

El timón era sostenido férreamente por un joven apuesto que, a falta de coleta, llevaba una larga melena ondeando libremente. El viento chocaba en su rostro sin siquiera obligarle a pestañear. Curtido en miles de fieras batallas, perdida la ingenuidad adolescente luego de enterrar unos tantos Ryogas y Kunos de su tripulación, resultado habitual de sus cruentas batallas, mantenía pese a todo una mirada melancólica muy alejada de la típica sonrisa cínica de un pirata hecho y derecho. Le acompañaba una dulce amazona que había rescatado del cautiverio inglés en una de sus aventuras previas. Le había costado imponer su presencia en la cubierta. Más que nada por la estúpida idea machista que vinculaba la presencia de hembras en una embarcación con su más que seguro final. A la postre, tanto había insistido el capitán por ella y tantas razones dio en su defensa, que sus subordinados terminaron convenciéndose del tema y le dejaron estar. Así mismo, la amazona terminó sospechando que, quizá, Ranmakán la defendía por razones del corazón. Pasadas unas semanas, pues, quiso las ironías del destino –mejor dicho, de Anticlímax que todo lo manipulaba-, que Shampianne y Ranmakán llegaran a la conclusión de que sería más fácil administrar el basto tesoro si unían esfuerzos en todos los aspectos de sus vidas.

Todavía quedaban dos horas de lento batallar contra las olas para llegar hasta Mompracem, hogar de todos los piratas que había optado por trabajar libremente y fuera del influjo de ningún gobierno. En fin, una sociedad igualitaria que rechazaba tanto a los ingleses como a los corsarios, meros mercenarios que se vendían al servicio de políticos de intereses ajenos a los suyos. Shampianne apoyó su larga melena morada sobre los brazos de Ranmakán y comenzó a interrogarle.

-Ranmakán, ¿Cómo creer que ser tu vida si nunca haberme conocido?

-Mi vida sin ti sería horrible.

-¿Sólo horrible? ¿Tan poco haber yo mejorado tu calidad de vida?

-No, claro, claro. Estaría muerto.

-¿Muerto? ¿Tan poco quererme? ¿Airen no luchar por conocerme? ¿No sentir dentro de ti que algo faltarle?

-De hecho, a pesar de tenerte a mi lado, sí que lo siento. Desde siempre. Me falta algo que no sé qué es. Una ausencia que me ahoga los sentidos a cada instante. Como si no conociera o no fuera capaz de sentir la felicidad verdadera. Un trozo de alma perdido que pese a todo late dentro de mi corazón, aún a millones de kilómetros de distancia. Algo que me acompaña durante toda la eternidad aunque ahora no lo vea. Unos sentimientos tan profundamente enterrados y tan profundamente sentidos que no existe entierro ni conspiración de dioses que pueda ya ocultarla…

La Amazona llamó a gritos a los piratas más fieles.

-¡Gunsinkán! ¡Dojokán! ¡Furinkán! ¡Venir pronto! Ranmakán volver a sentirse mal.

Fin de la segunda parte.


Pregunta solo para fanáticos obsesivos: ¿Cómo se llama el Devorador de Almas en realidad?


Historia bonus

Escenas más vergonzosas de mi vida. Segunda parte.

6) Atención, atención, callaos todos que mi papá va a hablar.

7) El viaje en el autobús escolar.

8) Minefine7 y el Monopoly.

9) Gohan y el juego del Escritorio.


6) Esta creo que ya la conté. En todo caso, pasó más o menos así. Estaba en la puerta de la guardería esperando a que Bulmita saliera. Desde luego, Gohan (cuatro años) venía conmigo. Compartíamos todos los padres un mismo sitio de espera y un mismo aburrimiento. La mayoría de las presentes eran madres y como tales hablaban de varios temas que mucho, mucho no me interesaban. No llegaban al nivel de otros cursos de ponerse a criticar a la madre ausente pero sí que mencionaban a un montón de gente que no conocía. Por ejemplo, se compadecían de la salud quebradiza del tío del primo del vecino de Pilar, la que se casó con Sancho que, por cierto, el año pasado se ganó la lotería, etc, etc, etc. Yo literalmente me perdía en esa maraña de relaciones y sucesos ajenos. Me faltaba competencia cultural para entender los sobreentedidos como la que le puede faltar a un lector ocasional de fanfics que me lee de pronto y sin anestesia hablando de Yukos, plimps, Ibukis y cuartos ocultos en los armarios. A mi no me parecía gratificante el esfuerzo de enterarme de los detalles de cada suceso. Demasiado trabajo para poco premio.

Diferente óptica del asunto tenía Gohan. No solo comprendía absolutamente toda la charla si no que además era capaz de opinar y aportar datos desconocidos para los demás. Hecho que no me resultaba para nada vergonzoso. Desde pequeñito siempre le he usado de escudo social sin tapujos. Con Gohan a mi lado, tengo la libertad de olvidarme de una conversación aburrida que ya se ocupará él de mantenerla sin que el interlocutor se aburra. Ahora la uso a Bulmita que es como yo. Si alguno se empieza a agobiar, le hace una seña al otro y ponemos en práctica infinitas técnicas de superviviencia. Del tipo: "papá, tengo pis. Acompáñame" o "Bulmita, ¿tienes sueño? ¿Quieres que te lleve a casa?".

Sin embargo, en aquel momento algo falló en mi plan. A Gohan le pareció que yo tenía algo que decir sobre el tema y que por extrema timidez no lo hacía. Y que por tanto necesitaba de su ayuda para poder dominar a ese grupo de mujeres que hablaban tan rápido que no me dejaban intervenir. Así que se paró en medio del círculo de señoras, levantó ambas manos y empezó a agitarlas sobre todas y cada una de las presente hasta conseguir que hicieran silencio: "Atención, atención. Silencio, que va a hablar mi padre".

Entonces, ante la sorpresa y estupor general, todas se dieron vuelta y me miraron. En un segundo, el "simpático" de mi hijo había generado una inusual expectativa en "mi público" y…yo sin nada que decir. Ni cómo explicar un comportamiento como el de Gohan de forma creíble.

Pasó medio segundo que me pareció eterno y luego otro medio segundo más aún más largo. Y de pronto cuando comenzaba a abrir la boca para decir lo que mi mente en blanco pensaba: "Aukum", única palabra que pasaba por entonces por mi cabeza, se abrió la puerta de la guardería y salió Bulmita.

Nadie en la historia de la humanidad, ni siquiera Ranma para salvar a Akane, ha dado un salto tan largo, veloz y preciso como el que di yo en ese momento para reunirme con mi hija, hacerle upa, llenarla de besos y preguntarle durante horas qué había hecho en la guarde. Para cuando finalizó el amoroso y estudiado interrogatorio, Gohan se había olvidado del tema y las madres ya estaban muy lejos de allí.


7) Un día de primaria. Digamos que tenía nueve años, por decir algo. La verdad que no me acuerdo de la secuencia correcta de ningún suceso que haya ocurrido antes de 2011. Y con los restantes, según Minefine7, suelen equivocarme bastante. Como decía, un día me tocó ir de visita a la casa de un compañerito mío que vivía lejos. Por tanto, a la salida del cole, teníamos que montarnos solos en el autobús escolar y luego bajar en la calle correcta cuando el buen conductor nos dejara. Nunca lo había hecho. Eso de viajar en un medio de transporte sin mis padres. En teoría, no había pérdida posible. El conductor se hacía responsable de dejarnos en el lugar apropiado. Luego, bajar, tocar el timbre y ser recibidos por los padres de mi amigo.

A mitad de camino noté que Suneo (esta vez le invento nombre porque no tengo ni idea de cómo se llamaba) tenía un nuevo reloj-jueguito de esos portátiles. Super moderno. Un solo color (negro) pero ojo, ¡cuatro botones! Al final, luego de rogarle un rato largo como si él fuera el verdadero Suneo y yo, Nobita, accedió a prestármelo. Y jugué y jugué hasta que finalmente perdí mucho tiempo después. Obviamente, cuando levanté la cabeza, Suneo no estaba. Lo normal hubiese sido explicar la situación al conductor y pedirle que me regresara por mucha vergüenza que me diera admitir que me despisté a un adulto desconocido. Lo inmaduro y peligroso, bajarme sin decir palabra en un sitio que no conocía en el mismo momento en que descendiera del autobús otro chico…y eso intenté hacer. Para mi fortuna, fui interceptado:

-Oye, tú –me increpó el conductor-. ¿No ibas a la casa de Suneo?

Y así, luego de terminar el recorrido de todos los chicos nos quedamos el conductor y yo a solas, viajando a la casa de Suneo, media ciudad más lejos de donde habíamos terminado. No hacía falta que me dijera de todo porque aunque no salían palabras hirientes de sus labios, bien sabía yo lo que estaba pensando el pobre hombre de mi. Al llegar a destino el buen señor me preguntó:

-¿de verdad ibas a bajarte sin decirle nada a nadie en un sitio desconocido?

-No quería molestar.

-¿Sabes? Si lo hubieses conseguido, a mi me despedían seguro.

Fue entonces, al descubrir que por intentar sacrificarme casi le sacrifico a él, que entendí la enorme diferencia entre el tímido por timidez y el tímido por egoísmo, comodidad, conveniencia y dejadez. ¡VERGÜENZA!


8) Esto ocurrió este año. Fue un instante de vergüenza extrema en donde comprobé al 100% que los genes culpables de la forma de ser de Gohan son los de Minefine7. Los nenes acababan de salir del cole y caminábamos los cuatro alegremente en familia, platicando de tonterías sin sentido. A nuestro alrededor, por delante y por detrás, cientos de familias hacían lo propio. En un momento dado, cuando todavía seguíamos inmersos en la muchedumbre social, Gohan comenzó a hablar del Monopoly. Cada uno contaba entretenidas anécdotas del juego cuando de pronto le tocó el turno a Minefine7 que no tuvo mejor idea que empezar entre susurros y rematar la frase a los gritos: "a mi no me gusta el monopoly porque… CUANDO ERA JÓVEN TERMINABA SIEMPRE EN LA CÁRCEL". Acto seguido se dio vuelta todo el pueblo a mirarnos inquisidoramente.

-¡EN EL MONOPOLY! ¡EN EL MONOPOLY! –grité yo, exasperado-. ¡CUANDO ERA JOVEN JUGABA MAL AL MONOPOLY!

No sé que me dio más vergüenza si lo primero o sentir a todo el pueblo riéndose de nosotros después, por mi reacción.


9) ¿Creéis que la anécdota anterior es insuperable, ¿verdad? ¿Qué por mucho que los genes se hagan paso de una generación a otra y porfíen por prevalecer, al final es imposible que se repita una escena similar? Pues os equivocáis. Gohan es mucho peor que Minefine7 cuando quiere.

Tenía dos añitos y medio y me acompañó a la organización de un evento en el Colegio. Yo debía repartir entradas, folletos y anotar algunos datos de los asistentes en un ordenador especialmente puesto en el escritorio de entrada.

Como me aburría un montón, pasaba una persona cada quince minutos, me puse a jugar en Internet a un juego de autos. Era un simulador de f1. A medida que ganaba carreras, podía usar el dinero del premio para mejorar los frenos, las ruedas, el motor y también pagar mejores publicidades que exhibían unas chicas muy monas de las de f1, es decir, de las que llevan poca ropa encima.

Yo le expliqué a Gohan que se suponía que no podía jugar en Internet porque estaba trabajando así que no debía decirle nada a nadie. Y le guiñé el ojo.

-Es nuestro secreto ¿vale?

-Vale.

Y me guiñó el ojo también, hecho que juro que me produjo un escalofrío en todo el cuerpo. Estaba clarísimo que lo había entendido mal. ¿Cómo? Imposible saberlo.

Aconteció que en un momento dado Gohan no tuvo mejor idea que cagarse, literalmente, encima. Así que lo llevé a un baño cercano y por supuesto se llenó entonces de gente que necesitaba imperiosamente ser atendida ya.

-Un momento –supliqué asomándome desde la puerta del baño-. Ya voy.

Y allí empezó el monólogo de Gohan a los gritos mientras la tarea de limpieza me tenía anclado en aquel sitio y todos podían escucharle.

-Papá, ¿A QUE NO TE GUSTA QUE, CUANDO TE DISTRAES, TE QUITEN TODO EL DINERO DEL ESCRITORIO…-me guiñó el ojo- del ordenador?

El evento por supuesto era de pago y efectivamente me había dejado una buena recaudación abandonada allí, hecho que todos los presentes conocían y por supuesto malinterpretaban las palabras de mi hijo. Ya que lo que decía a los gritos y en mayúsculas se escuchaba y las palabras claves dichas entre susurros y minúsculas, no.

-Además…-continuó hundiéndome-…SI TE QUITAN EL DINERO…en el juego –me guiñó otra vez- NO PODRÁS GASTÁRTELO EN MUJERES SIN ROPA…en el juego –guiñó por penúltima vez el ojo.

Cuando amablemente (agarrándolo del cogote) le pedí que le mostrara a la gente a qué se refería en realidad dijo: "nooooo, papá. Es nuestro secreto. Solo nosotros podemos ver a las chicas sin ropa cuando no está mamá" y sí, delante de todo el mundo, me guiñó el ojo.

Y sigue vivo. ¿Conocéis un padre mejor que yo?


Comentarios

Estimada Daia. Claro que hay final feliz. No sé si para todos. Pero con el tema de las reencarnaciones es muy fácil de solucionar cualquier desaguisado. Además, ahora ya sabéis por qué el edificio del instituto Furinkan tiene alma.

Estimada Candy. El jurado no tiene la culpa ni, mucho menos, el pobre santo del Señor Juez que lleva escuchando el monólogo de Ibuki desde hace más de una semana. Lo de pagar el psicólogo...tendrías que pedírselo a Rumiko. En todo caso, entendería perfectamente que hicieras lo que tienes que hacer mientras parezca un accidente.

Minefine7 conoce el final desde el principio y por tanto me dio vía libre para torturar a cuanto personaje de Ranma 1/2 se me cruce por el camino.

Lo de Bulmita lo dejo para la próxima historia bonus. Solo para empezar una vez me dijo: "abuelo" y lo remató con un: "Uy, perdón, me equivoqué...es que yo soy tan joven y tú al lado mio pareces tan viejo...". Solo tenía dos años. ¡AY! ¡Cómo dolió!

Estimada Akyfin02. Leyendo Mizaki. Voy tres veces que cuando llego a la parte en que mencionan los celos por Ryota me empiezan a dar mareos y lo dejo. Es por el exceso de trabajo. Atchuuus.

¿Sorprendida? Ponte a releer Mizaki, levanta una mano y di sin mentir ni reirte: "juro que mi historia tiene menos vueltas de tuercas que esta". ¿Verdad que no puedes? Además, no es tiempo de sorprenderse. ¡Todavía no aparecieron los piojos de Ranma como personajes principales del fic!

Estimada Ai. Ibuki narradora tiene unos veinte años pero cuenta lo que le ocurrió cuando era pequeña. Por eso, es capaz de describir profundos sentimientos de angustia como un adulto. Lo del señor Juez se resuelve recién al final. Y puesto que es el final, ya tenéis una pista. Nabiki tiene algo que ver en el asunto.

Sí, claro. Anticlimax aparece en el mismo momento en que Ryoga empieza a comportarse de forma errática. Ibuki no lo nota en seguida porque en realidad Anticlimax ES su verdadero padre.

Si, se muere Hachiro el del hospital de muñecos.

Sayuri e Ibuki son amigas que van al hospital de muñecos. Sayuri es la que relata la historial del especial sin censura e Ibuki, la que narra esta.

No, no me duele una muela, atchuuus, ni dos atchuuuus, ni tres, atchuuuus. Yo jamás dejaría que mi salud afectara atchuuuuus el nivel de tragedia de mis historias atchuuuus. Bueno, sí que lo haría pero no es el caso.

Sí, es continuación del 59. Aunque Anticlimax ya no es Telémaco. Aquella fue una simple apropiación de cuerpo por parte del Dios como la de Ryoga.

1111 palabras. Más que muchos capítulos de fic enteritos. ¿Irónico, verdad?

Estimada evanmychem (cap. 54). Sí, la historia de quién mató a Akane es un poco confusa al principio. Por suerte ya abandoné esa técnica de confundir al lector...como primer paso para atraparle en la lectura.

Estimada evanmychem (cap. 55). Por supuesto que los hombres tenemos algo similar a la regla: el hambre. Las ensaladas y legumbres están muy bien pero si no comemos algo de origen animal cada cierto tiempo, damos más miedo que una simple e inocente reglita de nada. Claro que vosotras tenéis lo del café a la mañana. ¿Qué es peor? ¿Tener la regla pero desayunar bien o no tenerla pero pasarse todo el día en ayunas? Ahora que lo pienso, Minefine7 con regla y sin desayunar vs. Sensei a dieta de sopitas durante una semana...brrrr, ¡qué miedo!

Estimada evanmychem (cap. 56). Algunos (minefine7) me matarán por decir esto pero...el carnet de secuestrada VIP es lo más divertido que escribí este año. Al menos, yo me lo pasé genial redactando.

Estimada Massy13. Por culpa de tu comentario Anti-Anticlimax (irónico, ¿verdad?) me he sentido en la obligación de contar algo de la historia personal del Dios a fin de redimirlo un poco. Soy así; no soporto que los personajes sean totalmente malignos. El mal nunca es absurdo o inmotivado. Siempre se ancla en profundas raices de dolor.

Estimada evanmychem (cap. 59). Has llegado justo a esta historia en el momento indicado. ¿Irónico, verdad?

Estimada evanmychem (cap. 60). Precisamente...el final de la historia de los piojos viene en el próximo capítulo. Realmente irónico que vayas justo por esos capítulos cuando acabo de publicar esto en la cresta de la ola. No,. no tienen kunais para defenderse. Solo la técnica de multiplicación. ¿Te gusta "Hora de aventuras"? Yo lo veo casi a diario por culpa de Gohan y he de reconocer que el último capítulo que vi, dejó en mi una herida aún más grande que el final de Ranma y Akane.

Estimado Hikarus (cap. 87). Bienvenido. Ya se te extrañaba por aquí. Bueno, Ranma aprende rápido todo. Incluso a patinar. Solo necesita de un rival que le motive.

Estimado Hikarus (cap. 88). Sí, lo del fic solo para Ibuki está próximo. Será el especial 100: Ibuki 1/2. Tengo el argumento pensado. Solo falta redactar...En la zona de Argentina donde vivía yo, tampoco nevaba nunca. Por eso, me gusta tanto la nieve ahora. Porque me sigue pareciendo algo exótico.

Estimado Hikarus (cap. 89). ¡Arriba la intuición masculina! Efectivamente así termina el fic.

Estimado Hikarus (cap. 7). Aunque está en el puesto siete, en rigor es mi primer one-shot. Y por eso le guardo un gran cariño también.

Estimada minefine7. Aouda en realidad no me gustaba lo que pasa es que atchuuuus. Además, Ibuki se comporta así en el fic porque atchuuus.