Capítulo 99. Un cuento chino.
Cuando el genio señala la luna, el tonto mira el dedo. Gran verdad que me definía como un lerdo pero que no tenía en cuenta un ligerísimo detalle. Mi interlocutor ilustre era Akane. Normal que yo me perdiera observando sus sedosas manos y me olvidara de hacer caso a lo que señalaba. Igualmente, de cada veinte palabras suyas solo solía retener dos. El resto era como un murmullo que acompañaba a sus labios suaves y finos, única parte de su alocución a la que yo realmente prestaba atención.
-¿Me has entendido? –me dijo un día.
Asentí con la cabeza sin estar muy seguro de qué demonios me hablaba. A lo mejor debí haberle confesado que me había distraído pero no me animé. Ya se sabe, el que teme sufrir, sufre de temor.
-De acuerdo…si no tienes nada que objetar –frunció el ceño claramente disgustada…mejor dicho…desilusionada-…me iré ahora. Nos vemos en dos meses.
¿¡Qué?! ¿¡Qué me había perdido?! ¿Tanta información vital me había proporcionado en un ratito de belleza sublime? ¿O la conversación a la que yo contestaba con meros gruñidos para disfrazar mi vergüenza se había extendido por más tiempo del que me había parecido? Abrí los ojos bien grandes y observé la escena intentando buscar pistas. Por supuesto existía la opción de interrogar a Akane sobre el tema. Como dice el refrán: pregunta lo que no sepas y pasarás por tonto unos minutos; no lo preguntes, y serás tonto la vida entera". Pues yo era de estos últimos. Antes que admitir un fallo mío prefería mil veces enfrascarme en la terrible aventura que comenzaba a desarrollarse.
Lo primero que noté es que efectivamente estaba vestida diferente. Elegante. Con unas ropas de mujer adulta, más cercana a la ejecutiva que a la estudiante o artista marcial. ¿Se iba a trabajar? ¿Si solo teníamos dieciséis años? En las manos llevaba un portafolio de cuero finito y largo. Evidentemente contenía papeles importantes y poco voluminosos. Ni libros ni apuntes. Cosas tipo facturas o contratos. ¿Secretaria? ¿De quién? ¿Por qué? O a lo mejor tenía que negociar algo. Alguna deuda del Dojo que últimamente iba de capa caída…no, de eso se encargaría Soun, o mejor aún, Nabiki. Akane solo se ocuparía de un trámite y por dos meses si tuviera que ver exclusivamente con una actividad importante suya. Su futuro profesional. ¿Una pasantía? Tenía sentido. Mañana comenzaban las vacaciones. Los dos meses no le harían perder ni un día de clases. O…ya no pude pensar más. Akane simplemente se había hartado de aguardar mi frase clave: "¡Quédate!" y se marchaba aún más furiosa que antes. Peor aún…a mí también se me hacía tarde para mi encuentro diario con Shampoo. A lo mejor Akane se había enterado de mis salidas furtivas y estaba enojada por eso. Imposible que lo supiera dada mi hermética actitud sobre el tema pero…ese detalle era el que mejor explicaba su agrio malestar. Además la única forma de evitar que alguien se entere de lo que has hecho es, precisamente, no hacerlo.
-¡Akane! –alcancé a llamarla antes de que saliera-. Te llamaré después y aclararemos todo.
-Si está todo muy claro, Ranma. Yo sobro en el Dojo. Volveré con la anulación de nuestro compromiso firmada por Ibuki´s abogados y con los papeles de compra-venta para que tú y el aprovechado de tu padre lo firmen. Te quedas con todo, Ranma. Con el dojo de mi padre y con la libertad de casarte con quien quieras. Solo una cosa. Por favor, no cambies el nombre de nuestro arte marcial a "todo valer". ¿Podrás hacer eso por mí?
Demasiada información y furia de un solo golpe. A veces el destino tendría que tener en cuenta que soy de un lento procesar y debería mandarme los inconvenientes de forma más pausada. Como a Goku que le mandan los enemigos siempre en orden. No le ataca Freezer que es tan fuerte cuando es niño. No. Eso sería injusto. Tampoco le ataca el débil de Taopaipai cuando es adulto y se puede transformar en supersaiyan. Eso sería muy fácil. Pues a mi no. El destino me manda a tres prometidas al mismo tiempo con dieciséis años y ahora...¡esto! ¿Qué hacer? ¿Confesar que no sabía nada del tema porque me embobé mirándole los ojos? ¿Admitir que me vuelve loco? ¿Salir a matar a mi padre quien evidentemente aprovechaba el momento de vacas flacas del Dojo para forzar las cosas innecesariamente? ¿Ir a ver a Shampoo que me esperaba pacientemente y a quien por nada del mundo podía dejar plantada, ni siquiera por Akane? ¿Estudiar para el examen de mañana? No, eso no. Lo de admitir mis fallos y mis sentimientos…tampoco. ¿Matar a mi padre –tentador- o ver a Shampoo –ineludible-? A eso se reducía todo. ¿Lo urgente o lo importante? Me hice una ensalada mental tan grande pensando en que lo urgente es más urgente que lo importante pero lo importante más importante que lo urgente…que al final, cuando opté por ir a ver a Shampoo ya ni me acordaba si nuestra cita era lo urgente o lo importante.
Me esperaba en el Cat café como siempre. Y por "como siempre" me refiero a tan ligera de ropas y tan insidiosamente insinuante como cada día desde que llegó a Japón.
-¡Airen, llegar tarde! –me reprendió- ¡Así nunca aprender chino! ¡Nunca curarte de la maldición!
-Tienes razón –mascullé-. Lo siento. ¿Has hecho tu tarea de japonés?
-Sí, claro. Tomar.
Examiné sus ejercicios sintácticos detenidamente. Seguía sin conjugar bien pero estaba claro que se esforzaba. Por otro lado, bien sabía que utilizaba el pretexto de la dificultad en el idioma para conseguir una cita diaria conmigo. Pero valía la pena. Ella me enseñaba palabras básicas de chino y su enorme variedad dialectal para que pudiera arreglarme mejor en mi viaje a Jusenkyo y yo a cambio le ayudaba a mejorar su japonés. Sacrificio necesario pero que, desde luego, Akane no lo entendería como tal.
-Airen, no querer ser indiscreta pero haber visto antes pasar a Akane llorando. ¿Haber roto?
-No –gruñí-, ha sido un mal entendido. Ya lo arreglaré en cuanto terminemos.
La tonta amazona puso una de esas sonrisas de superioridad que solía dedicarle a Akane y que entre otras cosas hacía imposible que pudiera sentir por ella algo más que rechazo.
-Sin embargo, venir primero aquí conmigo. Y luego, hablar con Akane. Interesante.
Me levanté hecho una furia. Una cosa era aguantar sus tretas por el beneficio común y otra muy distinta que insinuara que me gustaba estar a su lado y que prefería pasarme el tiempo con ella a ocuparme del dolor de Akane.
-Sabes muy bien que no me queda otra opción. Según tu abuela, la maldición se hace irreversible a los ocho meses de producirse. Me queda menos de una semana para aprender chino y llegar a Jusenkyo.
-Jajaja. Airen –se rió de mi compartiendo aquella expresión de superioridad que describí antes-. No hacer falta disimular más. Los dos saber que honorable bisabuela haberse inventado historia para que no darte vergüenza pasar tiempo conmigo. Nadie ser tan tonto. Además ¿cómo pensar llegar hasta Jusenkyo en una semana? ¿Meterte dentro de una caja y utilizar el nuevo sistema de envíos de paquetes de Amazon?
No sabía bien qué me dolía más que me llamaran así, que lo hicieran en infinitivo o que incluso utilizaran ironías en mi contra.
-En tal caso, este tonto da por terminadas las clases de idiomas. Muchas gracias, he cultivado mucho mis capacidades aunque no pienso volver a aprender nada de ti y menos aún, chino.
Y la dejé muerta de enojo y muerta de frustración. Por culpa de sus cadavéricas tretas había perdido mi atención para siempre. El comentario le había servido para machacar a Akane –seguramente es lo que pensaba decirle si esta no se enojaba y se creía lo del estudio- pero había cometido un error de cálculo: nunca mates a una mosca sobre la cabeza de un tigre. A medida que le iba dejando atrás y se perdía en el horizonte, me parecía que me sacaba un peso de encima. Casi como si no existiera. Por lo menos para mí ya no pertenecía a este mundo.
Ahora tocaba utilizar el cerebro. Eso significaba dilucidar dos misterios. ¿Dónde estaba el estudio de Ibuki´s abogados? Y ¿cómo había logrado el pobretón de mi padre reunir dinero para comprar el Dojo? Lo de traicionar a su amigo en lugar de ayudarle era raro pero creíble, dado su conflictiva personalidad. Lo de disponer de la pasta suficiente para una transacción así…directamente de ciencia ficción. Esta vez el orden de acción estaba claro. Lo importante y urgente primaba sobre lo raro. Ya tendría tiempo de indagar sobre el tema de la riqueza momentánea de mi padre aunque muy dentro de mi corazón sospechara que en ese detalle se centraba todo el problema.
Además no tenía ni idea de dónde se encontraba Genma pero sí cómo hallar a los chupasangre de Ibuki´s abogados: en la guía telefónica. Regresé al Dojo haciendo uso de todas mis habilidades de artista marcial. Di unos saltos tan perfectos y precisos que por momentos parecía que volaba. En el fondo para ese tipo de cosas me entrenaba. No solo para ser el más fuerte. También para llegar a tiempo a donde sea. Cuando eres un pobre Ranma Saotome, preso por el destino en una cárcel de locos imprevisibles, la velocidad es tu principal aliado. Y allí estaba Genma. No se encontraba en modo panda pero lo parecía. Ataviado con un fino traje blanco de pies a cabeza. Una corbata y un sombrero negro completaban la burla de si mismo. Me mordí la lengua para no preguntar, pegarle ni interrogarle. Mi objetivo era otro. Encontrar la dirección que necesitaba e interceptar a Akane antes de que sufriera más.
-¿Qué haces, muchacho? –me cortó el paso Genma con los brazos estirados cuando me retiraba con la dirección anotada en un papelito.
-Ahora no tengo tiempo, viejo –le esquivé y proseguí con mi frenética marcha-. Ya te daré tu merecida paliza cuando vuelva.
-¡Ja! Si soy más fuerte que tú –volvió a interrumpirme el paso-. Y también, más rápido.
Le respondí con una patada en el estómago, único lenguaje que entendía y agregué:
-Si el alumno no supera al maestro, malo es el alumno y malo es el maestro.
Genma se acomodó en el suelo del Dojo como si, efectivamente, de un panda se tratara. Regordete, sentado con la espalda curva, las manos sobre las rodillas y una expresión de jugador de póker indescifrable.
-Yo también puedo jugar a ese jueguito. Los proverbios chinos en manos de un manipulador sirven para justificar lo que sea. Escúchame; no tardaré mucho. Además, si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza.
Tenía razón en ambas cosas. No perdía nada con escucharle. Pero…era un manipulador. Si acudía a las palabras era porque había descartado ya retenerme usando la fuerza. No debía, por tanto, dejarme engatusar.
-Tengo que irme.
-Solo nadando contra corriente se alcanza a la fuente –me repuso con naturalidad, como si ya supiera lo que iba a decir en la siguiente jugada de la partida de ajedrez dialéctica que estábamos sosteniendo.
Callé; estaba claro que de hablar solo recibiría un nuevo proverbio que me hiciera dudar. No tenía tiempo.
-Antes has dicho que soy un mal maestro –insistió- pero tú tampoco eres un buen discípulo. Te precipitas y el jade necesita ser tallado para ser una gema.
-No me detendrás padre- le repuse mientras seguía acercándome a la puerta-. Es más fácil doblar el cuerpo que la voluntad.
Y cerré la puerta. En el exterior me esperaba Soun. Ni cabeza gigantesca con lengua de serpiente ni ríos de plimps saliendo de sus ojos. Más bien, vacío. Como agotado por los acontecimientos.
-Lo arreglaré –le aseguré con vehemencia.
-Ranma, aunque recupere el Dojo, lo de Genma no se puede arreglar. Él ya no es mi amigo ni tú, prometido de Akane.
-Aún así, lo arreglaré.
Soun seguía mirándome a la cara sin mirarme realmente. Y continuaba hablando sin oír mis respuestas. Repetía la misma historia que evidentemente se había repetido hasta el hartazgo en la cabeza durante las últimas semanas.
-Le presté el dinero. Una suma considerable. Y ahora que lo necesito, ¿me lo devuelve? No. Argumenta que le dije que me lo regresara cuando quisiera. Tiene el dinero pero no le apetece entregarlo. No me ayuda a pagar la deuda. Antes, me compra el Dojo con el propio dinero que le presté. Él, que no tiene nada, me compra MI Dojo con MI dinero. ¿Acaso existe algo más bajo que eso?
No, realmente. En esta ocasión se había superado. En el fondo culpa de Soun. En el mismísimo momento en que se enteró de que me había comprometido con cuánta persona con pasta se le topó por el camino, tenía que haberle dado una patada en el culo en lugar de seguir confiando en él.
-Tienes razón. Mi padre no tiene arreglo. Queda, por tanto, tratarle como a un enemigo más. Antes del anochecer tendrás el dinero, el Dojo y a un panda lloroso suplicando por tu perdón. Solo pido algo a cambio: no le perdones.
Soun no me contestó. Mejor dicho, solo me repuso con la siguiente frase de su monólogo interno que siguió repitiendo durante horas: "con MI dinero".
Mientras saltaba de techo en techo en dirección este, mi cerebro comenzó a pescar palabras sueltas de Akane del profundo pozo de mi subconsciente: "Esta vez es intolerable", "Genma es un monstruo", "¿vendrás conmigo, verdad?" "solo necesito un "si" de tu boca para saber que no posees ninguno de sus genes", "tengo miedo, Ranma", "es posible que nos separen", "yo, desde luego, aunque luego todo se arregle, no podría compartir techo nuevamente con esa bestia ambiciosa", "fuguémonos, Ranma", "es una opción, ¿no? Antes que no volver a vernos", "ya no tiene sentido seguir con este juego de los secretos; te amo" "yo también estoy shockeada, Ranma. Me ha costado muchísimo tiempo pronunciar palabra", "dime algo…o empezaré a creer que tú también estás en el ajo". "¿Me has oído? Tu padre es un estafador. Te amo. Fuguémonos", "¿se lo has pedido tú? ¿Es tu sueño dorado, verdad? ¿Quedarte con Shampoo y el Dojo?". "Tu padre me ha desilusionado pero tú…me partes el corazón", "si no te pego es por esa estúpida cara de enamorado que me sigues poniendo…uggghh, no te entiendo ¿cómo puedes ser tan cruel y manipulador y mantener, al mismo tiempo, esa expresión de serenidad absoluta?" "¿Estás pensado en ella, verdad? ¿No oyes nada de lo que te digo?", "Que seas feliz, Ranma. Si tú lo eres, yo también lo soy".
Mi pobre subconsciente se había ocupado de negar todo aquello como medida para proteger mi equilibrio emocional. En el fondo la misma técnica que utilizaba con el Neko-ken. Solo que en vez de en gato, me había transformado en un zombie por al menos media hora. Seguían existiendo un montón de agujeros negros en mi colección de datos sobre el embrollo: "¿por qué mamá lo permitía?" O más raro aún "¿por qué Nabiki lo hacía?" pero ya disponía de los principales. Akane y yo necesitábamos hablar lo antes posible.
La sala de espera de Ibuki´s abogados parecía la de las almas en el Más Allá esperando a ser juzgadas. Repleta. Una eterna guardia para poder al fin dejarse un riñón, paso previo, a recibir las malas noticias. ¡Por eso necesitaba tanto tiempo, Akane! El papeleo infernal se dilataría por semanas, única justificación para cobrar lo que cobraban, un sistema perverso de engranajes lentos y soporíficos. Y allí estaba Akane, a mitad de la primera de las quinientas colas que le harían hacer. ¡Qué valiente que era! Se enfrentaba al enemigo más horrible y agresivo de su vida con el corazón partido y lo afrontaba sin quejarse ni desmoronarse. Le llamé, grité e hice señas hasta el cansancio. Nada. Demasiado enfrascada estaba en apretar bien los dientes para que no se le saliera el alma por la boca. Luego avancé hacia ella.
-Alto, mi amigo. Debe hacer la cola como todo el mundo.
El hombrecillo que me cortaba el paso, pequeño y maloliente, adornaba su cuello y resto de cuerpucho con una minicorbata y un traje de niño. Claramente, un abogado de Ibuki´s.
-Yo no pretendo que me atiendan antes. Solo hablar con esa muchacha de allí. Es mi prometida.
-Según el derecho vespuciano…párrafo XII, inciso cuarto, todo extraño que quiera saltarse una cola por causas no legales debe cumplir antes con el protocolo y pedir permiso en mesa de entrada.
-Es ridículo. Es esta misma cola. Así no la alcanzaré nunca.
-En casos excepcionales puede saltarse el inciso cuarto pidiendo permiso en mesa de entrada…
-Estem…no podría hacer una excepción. Es una emergencia.
-¿De qué naturaleza?
-La amo…pero no lo sabe.
-Entiendo…-sacó un megáfono-…Jhon, Paul, George, Ringo…bajad un momento por favor.
Al instante cuatro hombrecillos idénticos al anterior bajaron por las escaleras armando un gran revuelo, solapándose el uno sobre el otro e intentado justificar sus adelantamientos según tal o cual ley de códigos civiles desconocidos. Finalmente se reunieron en torno al primero.
-Deje que me presente, muchacho. Somos el riñón de Ibuki´s abogados. Mi nombre es Pete Stuart Chas, el principal accionario del buffet y abogado de más talento en Nerima. Por favor, cuéntele a mis colegas la razón de su urgencia.
-Es una emergencia de amor –exclamé esperanzado de la enorme atención que había logrado captar con semejantes palabras.
-Jajajajaja –explotaron los cinco al unísono.
-¡Increíble! –sentenció el primero-. Este chico cree tanto en el amor que se considera capaz de conmover a un abogado…
-Sublime –agregó el segundo frotándose los mocos con la manga de la camisa-. Stuart, tienes unas ocurrencias.
-Habrá que contar esto en la reunión del miércoles –le dijo el tercero al cuarto.
-Sí, sí –respondió este último-. Jamás he visto una demostración de ingenuidad tan pura.
Los cinco me parecían idénticos. Tanto como Ryoga, Mousse y yo les pareceríamos iguales a ellos. Las sutiles diferencias de rasgos, personalidad y armas se les escapaba como a mi las del mal olor y conocimiento legal de cada uno.
-Además de creer firmemente en el amor, creo en la fuerza. De hecho, usualmente resuelvo los problemas por esta última vía.
-¡SEGURIDAD! –gritaron al unísono.
-¡La medicina solo puede curar las enfermedades curables! –exclamé mientras me deshacía de los guardias más fornidos y atemorizaba al resto con mi demostración de fuerzas-. Ahora, con permiso. Solo tardaré un minuto.
Me abrí paso entre la multitud de clientes atemorizados. Era imposible que no me hubiera notado; más cuando me había "lucido" tanto como le gustaba decir a ella. Sin embargo, seguía dándome la espalda, sentada en su silla negra y sosteniendo su ticket con el número 99. Otras 98 personas temblaban delante de ella, temerosas de que intentara ganar tiempo haciendo gala de la fuerza que había demostrado hacía unos instantes.
-¿Ya has terminado de jugar con tus amiguitos? –me preguntó de pronto, cuando ya podíamos oírnos pero en rigor no estábamos tan cerca.
-Son TUS amiguitos –le aclaré mientras cubría la distancia de seguridad que Akane intencionalmente había intentado crear…seguramente para que no viera lo que ya estaba notando entonces…que temblaba en su sitio sin ser capaz de contenerse, que se mordía los labios para no insultarme y que de mi, entonces, lo que menos podía tolerar era el comportamiento insensato de siempre.
-¿Por qué huyes de mi? Normalmente me golpeas.
-NORMALMENTE creo que me amas pero te dejas llevar momentáneamente por tus hormonas masculinas. NORMALMENTE te adiestro para el futuro matrimonio reforzando los buenos comportamientos con sonrisas y señalando los malos con dolor. Pero tú te has salido de la norma.
¿Así de sencilla era nuestra relación? ¿Un lento caminar conjunto hacia el futuro que ambos conocíamos? Parecía mentira que hubiésemos llegado a ese punto con bases tan sólidas.
-Normalmente no me dices las cosas así de claro -protesté.
-Normalmente no hace falta -repuso.
-A mí me parece normal amarte.
-Pues no somos normales –me rebatió.
Y punto final. Se levantó pesadamente. Harta de mis mentiras. Verdades que salían del corazón pero que a la luz de los hechos, le resbalaban como falsas. Necesitaba imperiosamente un acto de total sinceridad y lo necesitaba ya. ¿Dónde estaban los enemigos formidables cuando se los necesitaba? Un buen salvataje de un secuestro express y asunto zanjado.
-Perdone, señorita –interrumpió Pete Stuart Chas-. Según entiendo, usted desea anular su compromiso con este animal. Dadas las últimas circunstancias, le entendemos perfectamente. Pase a mi despacho y le agilizaremos gratuitamente los papeleos con la presteza que la situación amerita. De paso, nos gustaría que asista un juicio como testigo en nuestra demanda contra el señor Saotome por daños y perjuicios. Una mano lava a la otra –le guiñó el ojo-. No sé si me entiende.
-Por supuesto –repuso Akane mientras le mandaba a volar muy lejos-. He entendido perfectamente.
De pronto la sangre me hirvió hasta apoderarse de todo mi raciocinio. A lo mejor en otra vida ya había sufrido alguna afrenta así pero era la primera vez que me ocurría en esta.
-¡Akane! ¿Cómo has podido? ¡Darle a otro con el mazo! Y encima delante de mí.
-Pues vete acostumbrado, Ranma. Tú y yo ya no tenemos nada que ver. A partir de ahora le daré un buen mazazo a quien me parezca y cuando me parezca. Nabiki estará orgullosa de mi. Es abogado; tiene talento y dinero.
Y sin embargo todavía le temblaba el cuerpo y le costaba mirarme a la cara. Entonces lo entendí. Haría lo que fuera para alejarme y evitar que la viera llorando. Incluso lastimarme.
-De acuerdo –me marché-. Has lo que creas más pertinente con nuestra relación pero deja el Dojo fuera de esto. Yo no tengo nada que ver con las locuras de mi padre.
Luego me retiré dejándola con la respuesta atragantada y un extraño sudor que le brotaba muy cerca de los ojos, plimps que se escapaban por los poros ya que no podían hacerlo por los párpados.
Solo había una forma de tratar con una Akane desequilibrada y era equilibrarle nuevamente la balanza: salvar el Dojo. Bastaba con correr hasta casa y confesarle a mamá que me gustaba transformarme en chica, mentira suficiente para que ni mi padre ni yo contáramos el cuento. Buen sacrificio que salvaría el Dojo y lavaría mi nombre.
De pronto presentí que aquel golpeteo feroz y rápido que oía en el interior del estudio era el de su precipitada carrera hacia mí y me detuve.
-¡Ranma, espera! –me interrumpió Akane-. Ese brillo en tus ojos al salir…no pude evitar mirarte por última vez…era el de la estupidez más absoluta…solo tú puedes poner esa cara…
-Akane, dices unas cosas tan románticas…yo…yo pensé que…
-…¿Qué pensaste? ¿Que ya no te quería? ¿Cómo podría dejar de hacerlo? ¿Cómo podría dejarte solo? ¿Quién se va a ocupar de salvarte de ti mismo si te abandono?
Se acercó aún más, con la mirada tierna y el gesto suave. Por fin, mis primeras palabras habían traspasado la cera de sus oídos y se habían depositado en su corazón. Era lenta pero siempre llegaba a tiempo. Reflexión que en una demostración única de sentido común me guardé de compartir con ella.
-…Iba a…
-Sí, ya lo sé –me interrumpió-. A cometer un error garrafal. Una estupidez en toda regla. Déjame adivinar. Lo más tonto que se me ocurre es enfrentar a tu padre con esos nervios. Te haría papilla.
-Estem…sí, esa tontería estaba por hacer. ¡Has dado en el clavo!
A nuestro alrededor más y más oficiales del cuerpo policiaco de Nerima nos iba rodeando por pedido expreso de los Ibukis sobrevivientes. Nada de eso interrumpió nuestro retrasado y merecido beso.
-¡Help! –gritaban los abogados-. Son ellos. La chica del vestidito con un campo de fresas y el de la camiseta del submarino amarillo.
-¡Déjamelos a mi! –despegó Akane sus labios de los míos-. Ahora que estás tranquilo sé que puedes ganarle tú solo.
Las cosas, pues, marchaban perfectamente. Akane y yo no solo habíamos hecho las paces sino que además habíamos dado el paso adelante que tanto necesitábamos. El Dojo, por tanto no estaba en peligro. Y la ofensiva legal de Ibuki´s abogados me tenía sin cuidado. Tan solo faltaba darle su merecido a Genma y recuperar el dinero de Soun.
Los tres, mi padre, mi futuro suegro y la pasta, me esperaban en el Dojo como si no me hubiese ausentado ni un instante. Soun seguía en el mismo sitio, muy cerca de la puerta de entrada y murmurando las mismas cosas: "con MI dinero". Dentro, Genma se mantenía en la misma pose de panda, sentado en el suelo con su traje blanco y corbata negra. Me recibió con un nuevo proverbio chino. Creo que era el cuarto del día y el decimoctavo de la semana. Pensándolo bien, si me había aficionado a narrar las cosas usando aquellos proverbios era por simple influencia paterna
-No puedes impedir que las aves de la tristeza vuelen hacia ti, pero puedes impedir que aniden en tus cabellos.
-¿¡Qué dices, viejo?! ¿Se te ha ido la olla del todo? Ya me tienes harto de proverbios.
-No confundas, jinete, el galopar del caballo con los latidos de tu propio corazón.
¿Por qué me hablaba tanto? Si nunca lo hacía. A lo mejor era su forma de decirme que yo hiciera lo propio. Que intentara algo que nunca hago: pensar antes de atacar. ¿Pero qué? ¿En qué tenía que pensar? Si había alguna incongruencia que explicara su forma de actuar estaba claro que la había pasado por alto. Como ya dije hasta el hartazgo, esta vez se había pasado tres pueblos pero la treta al completo…entraba dentro de su forma de comportarse…salvo por un detalle…si se quedaba con el Dojo…iba a tener los mismos beneficios que hasta ahora…pero trabajando él. Sencillamente horrible desde su punto de vista.
-Ya lo he entendido, papá. Alguien te está obligando a hacer todo esto. Dime quién y te ayudaré.
-No se puede caminar contemplando las estrellas cuando se tiene una piedra en el zapato.
Algo más se me escapaba. ¿Pero qué? Su insistencia tenía un solo objetivo. Ayudarme. Algo le retenía el raciocinio y la voluntad pero no la ridiculez, su principal arma.
-¿Tu problema tiene origen en China? ¿Le pasa algo a tu maldición? ¿O te atacó alguna Amazona? ¿Mousse, quizás?
De pronto se oyó una risotada errática que muy bien conocía. Bingo. Era Mousse después de todo.
-Tu padre se resiste bien al embrujo. Tengo dominada su voluntad pero a medias. Si le digo que te engañe. Te dirá mentiras pero es él quien las escoge y así se las ingenia para arruinar o ralentizar mis planes. Si te digo que te mate, te atacará pero con la secuencia de ataque que él elija. Se nota que es un especialista en hacer las cosas mal.
¡Un embrujo! ¿Por qué no? ¿Por qué tenía que ser siempre Shampoo la que se beneficiara de la ciencia mágica de Cologne? Por eso me aguardaba en la misma pose. Mousse le había convertido en una especie de robot teledirigido que aguardaba órdenes.
-Renuncia a Shampoo y te diré la contraseña para liberarle de mi embrujo de los Picos Nevados Chinos. Y si no…pues tendré que obligarle a hacer crueldades de mayor envergadura. Hasta ahora he sido sutil.
¡Qué tonto era! Se había olvidado de un pequeño detalle. Llevaba estudiando chino por más de un mes con Shampoo. Conocido el nombre de la técnica, era muy fácil deducir la contraseña, una palabra que para mi suerte había estudiado muy bien.
-Jiǔ Shí jiǔ –exclamé en chino.
-Jajajaja. Me impresionas, Ranma. Has dado en el clavo. Lástima que lo hayas dicho en mandarín. ¿Sabes? En china hay más de mil dialectos diferentes. El de mi región es simplemente diferente. No basta con disfrazarse de chino, hay que serlo para salvarle.
Mierda. Si ya había arreglado todo con Akane. Si odiaba a Shampoo. ¿Por qué había intentado solucionar las cosas por las malas? Si hubiese sido infinitamente más sencillo seguirle la corriente. Dejarme vencer y sacarme a Shampoo de encima para siempre. Yo y mi maldita bocota. Era ver una posibilidad de ganar a lo que fuera y que se me nublara el juicio.
-Renuncio a Shampoo…entonces.
-Lo siento, Ranma. Ahora que sabes lo que tienes que buscar es cuestión de tiempo para que le liberes. No me dejas más opción que enfrentarte a tu padre en un duelo a muerte. Gane quien gane…tú pierdes…Genma, mátalo.
Se produjo entonces lo que en clases de historia de las artes marciales se denomina "punto de quiebre en la evolución de una técnica". Por primera vez iba a utilizarse la célebre técnica Saotome –en este caso más que justificado su uso-, contra precisamente un Saotome. ¿Sería capaz de escapar? ¿O el maestro en las argucias de los cobardes conocía tan bien todas mis vías de escape que me interceptaría a mitad de camino? Si no lo lograba, la lucha sería inevitable. Me puse en puntas de pie, gesto que amenazaba con atacarle pero que me permitía correr más ligero. Aquella primera fase de la técnica se vio contrarrestada por un estiramiento de cuello y una apertura gradual de los ojos por su parte. Afinaba la vista para no perderse pisada de mis movimientos.
-Mousse, ¿sabes una cosa? –le pregunté mientras me dirigía a la cocina-. Los pandas y los patos son más lentos que las chicas.
Como había calculado ambos me interceptaron antes de que cruzara la puerta. Mejor. Aunque no sea un proverbio chino, también valía: no hay mejor defensa que un buen ataque. Sabiendo que iban a interceptarme allí no me fue difícil disfrazar los dos últimos pasos de mi carrera para que no se notara que tomaba impulso para realizar un salto. ¿Los puntos de impacto? El pecho de mis dos rivales. Cayeron al suelo pesadamente. Entonces sí, me di media vuelta y ejecuté la técnica preferida de mi padre.
Me encontré a Shampoo en el Cat Café, exultante. Desde mi promesa de no volver a recurrir a ella hasta el momento no había pasado ni media hora. La muy petulante disfrutaba de mi necesidad hasta la saciedad. No tenía tiempo. Mousse no era tan tonto para no adivinar el destino de mi huida. Necesitaba respuestas ya.
-Claro, Airen –me dijo apenas terminó de oír mi atropellada explicación-. A cambio de un beso. Ser poca cosa lo que pedir.
-Sí, "Airen" –agregó con tono irónico Akane que acababa de llegar-. "Ser poca" cosa. Los traductores cobran muy bien. A saber lo que te pide por una traducción de El arte de la guerra de Sunzi.
Bien visto parecía el desenlace de una novela rosa. Darle un beso a la que no amaba delante de mi amor o dejar que mi padre me despellejara vivo. ¿Cómo se resolvía esto en las telenovelas? ¿Amnesia? ¿Reaparición de un pariente imprevisto? ¿Sacrifico de un personaje secundario? ¿Todo junto?
Entró al Cat Café entonces Pete Stuart Chas.
-¿Quién soy? ¿Dónde estoy?
Evidentemente el golpe de Akane le había mareado hasta provocarle pérdida momentánea de la memoria.
-¡Tío Stuart! –exclamó Shampoo-. Por fin venir a visitarme.
¿Tío? ¿Con ese nombre? Daba igual. Si era chino, sabría la respuesta que necesitaba. Le cogí de la camisa y le dije:
-Hay 99 picos nevados en China. Necesito saber cómo se dice 99 en chino.
- Jiǔ Shí jiǔ.
-Eso ya lo sé. Me refiero a 99 en vuestro dialecto. El de Shampoo y Mousse.
Shampoo se interpuso entre ambos.
-Soltar a mi primo. Él no saber. Vivir en Pekín toda la vida hasta que decidir abrir estudio de abogados en Nerima.
Decía la verdad. Un efecto colateral no deseado de pasar tanto tiempo con Shampoo últimamente era que leía mejor sus expresiones corporales. Cuando mentía solía mostrar buena parte de la dentadura sin ser capaz de cerrar del todo la boca. En ese entonces, ambos labios estaban pegados el uno sobre el otro esperando a que le besara a cambio de la información exclusiva que ella poseía. Mientras tanto, Akane montaba guardia junto a la ventana.
-Tú ganas, Shampoo. Allí vienen. Ranma…puedes besarla…yo cerraré los ojos. Un beso sin amor es, como dice ella, algo sin demasiado valor.
Aquel permiso akanil era lo único que necesitaba para satisfacer un deseo que poco a poco crecía dentro de mí. A continuación, deposité mis labios sobre los de ella. Poco a poco repasé con los míos cada uno de sus pequeños pliegues hasta que conseguí que se abrieran un poco. Entonces apreté más fuerte. A lo mejor era la última oportunidad que tenía de besarla. No debía desaprovechar la oportunidad. Ella me correspondía, confundida. Probablemente no se imaginaba que actuaría así. Ni que le abrazaría ni que aquella dulce caricia dada con las bocas duraría tanto. Su placentera tibieza se correspondía con la delicadeza de sus ojos que, fijos en los míos, delataban amor. Cuando terminé de besar a Akane, me giré a Shampoo y le dije:
-Siento haberte hecho presenciar esto pero era la única forma de que entendieras la crueldad de lo que nos estabas pidiendo. Si te ha dolido observar el espectáculo, por favor, dime la contraseña.
Shampoo había observado todo, vencida y derrotada. Se lo merecía aunque sintiese algo de culpa por actuar así.
-No poder ayudarte…la verdad ser que darme vergüenza…haberme inventado lo del beso con la esperanza de que no pedírmelo más.
¿Vergüenza? ¿Por qué? ¿Qué podía haber algo de vergonzoso en una palabra? Cuando Genma ingresó en el bar con una bomba de las de Mousse en la mano e hizo el gesto de arrojarla, Shampoo gritó bien fuerte el hechizo que rompía el embrujo, 99 en chino. Entonces entendí perfectamente la raíz de su vergüenza.
-¡Cachi-chien!
Me había salvado la vida. Después de todo, la amazona no era tan mala.
-Gracias –le di un beso en la frente-. Este es el camino para que podamos, al menos, ser amigos.
Fin.
Historia bonus: Odio a Furby.
Ya está. Es eso. Creo que ni hace falta desarrollar más. ¿Cómo llegué a odiarlo? Está claro. El tonto de Papá Noel lo trajo a mi casa. ¿A quién? Obviamente a Bulmita. ¿Por qué lo odio? Por dos razones. 1) Solo para de hablar cuando duerme y 2) Duerme diez segundos cada tres horas. La más ligera brisa es capaz de despertarlo.
Para el que no sepa qué es un Furby se lo explico: se trata de un peluche que habla, con aspecto de Gremlin y al que me dan muchísimas ganas de probar qué le ocurre si lo mojo.
Eso sí, Bulmita está refeliz porque Papá Noel adivinó lo que quería y hasta acertó con el color. Gohan por su parte ya se enteró del asunto (su maldita sociabilidad le llevó a debatir sobre el tema con los mayores) aunque sigue creyendo que es posible hacer una Genki-Dama si mantiene los brazos suficiente tiempo levantados.
Desde hace unos meses Gohan está obsesionado con ser ingeniero cuando sea mayor (de fórmula 1, por supuesto) así que recibió un set de construcción con piezas metálicas e imanes. En el fondo a Gohan le gusta más el Furby y Bulmita mira de reojo con avidez el set de construcción. Ocurre en las mejores familias.
¿Y el Grinch? Me lo pasé bien. Ni hizo falta ir a la Navidad de los niños. Será que me estoy volviendo viejo…eso explica por qué me pasé todo el día de Navidad armando el puzzle de 500 piezas de Héroes de Marvel que apareció misteriosamente en el árbol de Navidad con una etiqueta que ponía para "Leandro-Sensei".
Por lo demás ha sido una Navidad normal. Minefine7 aprovechó que me tenía todo el día en casa para cocinarme a todas horas y por supuesto -no sería navidad sin el detalle-, servirme los diferentes platos en la boca ya que yo tenía ocupadas las manos en el puzzle. No se lo digáis pero yo creo que aunque se las da de Akane, tiene en el fondo, alma de Kasumi (minefine7 argumenta que Akane también haría eso por Ranma).
No queda mucho más que contar de la Navidad salvo el temita del festival escolar. Cuando Bulmita tenía tres años salió a cantar con sus compañeras. Se quedó en un rincón, cerró los ojos y permaneció quietita y en silencio hasta que todo acabó. Cuando tenía cuatro…otro tanto de los mismo. Con cinco…aprovechó que la canción era con máscaras para ocultar de su campo de visión al enorme y heterogéneo público. Pero ahora, con seis…le tocó hacer la obra de teatro de Navidad. Decir unos cuantos diálogos delante de todos y completamente sola. No había dónde esconderse, ni cómo disimular. Le tocaba su minuto de protagonismo aunque no quisiera.
Supongo que la mejor forma de explicar la situación será mentar una anécdota con mi siempre lógica y coherente madre de cuando yo tenía diez años. Para el Día de la Bandera, nuestro curso montó una obra de teatro sobre Belgrano y cómo se le ocurrió la superoriginal idea de elegir el celeste y blanco para nuestra bandera. Había dos nenas disfrazadas de celeste, una de blanco. Varios chicos que le ayudaban a elegir. Y luego, estaba Belgrano, el protagonista y único personaje que actuaba durante toda la obra.
-¿De qué te toco, hijo?
-De Belgrano…pero de suplente por suerte.
-Ohhh, ¿de Belgrano? ¡Qué emoción! Yo siempre quise hacer de Belg…aunque era nena…digo…siempre quise que actúes de Belgrano.
-Sí, pero por SUERTE me tocó de suplente.
-¡BELGRANO! MI HIJO VA A SER BELGRANO.
Para hacer corta la historia bonus, diré que recién unos veinte minutos después logré que la información llegara a su cerebro.
-Ah, suplente –frunció la nariz-. ¿Estás seguro?
-Sí.
-¿Estás seguro que no dijo la profesora que Futuro-enyesado-en-el momento-menos-oportuno era el suplente y tú el protagonista?
-Seguro.
-¿De verdad? ¿No será que te confundes?
-No.
Me gustaría decir que aquel interrogatorio duró solamente otros veinte minutos. En realidad fueron unas cuantas horas hasta que se quebró mi resistencia.
-A lo mejor oí mal.
-Eso, eso. Seguro que oíste mal. ¡Belgrano! ¡Qué emoción!
Desde entonces fui sometido a un entrenamiento espartano para aprenderme el guión. Horrible, espantoso. Texto, entonación, gestos, volumen de voz. Todo.
-Más alto, mira al frente, con más vehemencia. Ni se te ocurra asustarte de la gente.
-No, mami. Tranquila. Tú das más miedo.
Y así durante quince días hasta que faltando dos para que la obra se pusiera en práctica, mi madre se topó con la madre de Futuro-enyesado-en-el momento-menos-oportuno y se tomaron juntas un café. Luego volvió a casa deprimidísima y furiosa.
-¿Podrías haberme dicho que eras el suplente, no? No sabes la vergüenza que me hiciste pasar.
¿Qué se podía contestar a eso? Si estaba claro. De los varones solo nosotros dos éramos lo suficientemente estudiosos para aprendernos el guión. Futuro-enyesado era elocuente y extrovertido. Y yo prefería que me tragara la tierra antes que salir a hablar en público. Ponerme a actuar era una apuesta delicadísima que ninguna maestra tomaría como primera opción. Así que pasé dos días de mierda comiendo "el plato de los suplentes", saboreando "el postre de los suplentes" y desayunando "la leche con cereales de los suplentes" (no es metáfora mía, realmente mi madre me decía esas cosas mientras me servía los diferentes alimentos). Durante ese mismo fin de semana, Futuro-enyesado-en-el momento-menos-oportuno se fue a jugar al fútbol a la quinta de sus primos, pateó un balón con todas sus fuerzas y en lugar de darle al esférico, impactó en el suelo. Aún hoy, hay días en que sospecho que de alguna manera mi madre tuvo algo que ver con el accidente. Sobre todo cuando mis hijos me obligan a ver el capítulo de Victorious en el que Jake es suplente de Tory en una obra de teatro y le prepara todo tipo de trampas.
La cuestión es que el entrenamiento espartano dio sus frutos. Si no fuera por la enorme ridiculez de mi madre, lo más probable es que no me hubiese preparado tanto. Y sin esa preparación, cuando vi al público y se me puso la cabeza totalmente en blanco, hubiese tardando mucho más de un segundo en reaccionar.
Por supuesto ahora el lector descuidado pensará que, aprendida la ridiculísima lección, me convertí en un eslabón más de la cadena familiar y trasladé mi trauma infantil a mi hija, sometiéndola a un entrenamiento similar. Casi…digamos que los genes de mi madre se saltaron una generación. Hubo entrenamiento espartano. Sí, por supuesto que lo hubo. Solo que fui nuevamente yo el torturado. Tuve que aprenderme los papeles de sus dos interlocutores y recitarlos perfectamente durante horas, días y semanas.
-Papá, más alto. Que te oigan. Tienes que mover el brazo así cuando digas "camello" y así cuando digas "barba". ¿Qué te crees? ¿Qué puedes salir a actuar y quedarte quieto recitando? ¡La profesora dice que somos actores! ¡Hay que moverse correctamente mientras hablamos!
-Sí, bueno. Pero yo no actúo, solo tú.
-¿Cómo quieres que actúe bien si tú no lo haces? Vamos, otra vez desde el principio. Escena III.
Y así, nuevamente pasé por la tortura del entrenamiento espartano hasta que Bulmita consideró que ya se sabía bien el papel. Desde entonces hasta ahora hay que mirar en la tele la grabación del espectáculo navideño seis o siete veces por hora y aplaudir a la Bulmita de la tele y a la de carne y hueso que también hace reverencias.
Fin de la historia bonus.
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Sé que suena un poco mal, dejar el año con justo 99 capítulos. Casi como si me ahogara justo a metros de la orilla. La realidad es que para mí, el año fanfictero se acaba el 17 de enero, momento en que se cumplen 365 días desde que publiqué el primer one-shot. Aprovecharé, pues, para redactar, el especial número 100 para ese día, el más que esperado: Ibuki 1/2.
Agradezco a Mamocha Forever, Andrea Ale-chan, Linahi y MaquiM por agregarme a favoritos. Sobre la bocina hemos conseguido y superado el objetivo de los 50 favoritos antes de fin de año.
Comentarios
Estimada Akyfin02 (cap. 97). ¿El Grinch vivía en Villa Pereza? Ya sabía yo que ese Sportacus era un poco sospechoso.
No he visto nada nuevo de Mizaki. Toca esperar...total no lo dejaste interrumpido en ningún momento de máxima tensión...
Estimada Daia (cap. 97). ¿En serio? ¿Hay cosas que no entienden de nosotros? Si no hay nada que entender. Esa es la diferencia entre hombres y mujeres. Que nosotros admitimos abiertamente que no existe esa supuesta profundidad oculta que ustedes buscan.
Estimada Ai (cap. 97). Lo siento. Ibuki está tan rendida luego de actuar de flor y de cinco Beatles diferentes que ya ni se acuerda cómo actuar de sí misma. Para el año que viene el capítulo 100.
Estimada Laura no me hables de la Kodachi que llevas dentro que me haces acordar de lo de Postdata, marimacho.
Lo de "no intentes cambiarme" no suele ser reclamo femenino. Usualmente son las mujeres las que tienen la enorme paciencia de intentar cambiar a una persona y los hombres la enorme osadía de no querer madurar.
Estoy de acuerdo, con Nodoka de educadora hubiese sido todo diferente. Ahora, lo de Nodoka presidenta no lo veo muy claro. Eso de dictar leyes, katana en mano, me suena poco democrático.
Muy bien. Minefine7 no se dio cuenta de la referencia a "Cocinera por amor". Supongo que por eso pasé la censura. Tengo prohibida la reaparición de Yusuf-Den-Parim.
Más que pagar, Ranma asumió la deuda que ya irá saldando según le apetezca a Nabiki.
Estimada minefine7 (cap. 97). ¿Te cortaste el pelo? Ya me había olvidado. Fue hace como una semana. Es como si pretendieras que me acuerde del nombre de esa persona con la que hable´recién y que te cuente eso tan importante que me dijo sobre esa otra persona que...ya me olvidé.
PS: Los ríos mueren en el mar y los rumores en mi memoria.
Estimada Daia (cap. 98). Buen profesor has tenido. Incluso los que no lo valoraban habrán ganado algo más de lo esperado gracias a su insistencia.
A mí también me cuesta ver a Akane con otro que no sea Ranma. Es el truco para inventarme historias. Los pongo en una posición sin salida evidente y luego mi veta ranmakanesca me obliga a escribir el resto del fic para reunirlos.
Estimada Akyfin02 (cap. 98). Valeee, sigo esperando el capítulo nuevo.
Valían los three-shots. Gracias por tu podio.
¿Insinuas que cuando Ibuki no habla cae mejor? Pobrecita. Recibe palos hasta cuando no hace ninguna maldad.
Estimada minefine7 (cap. 98). Mi podio es Tormenta, el carnet de secuestrada VIP y la reunión de los 100 Ranmas...
Estimada Ai (cap. 98). Sí, había un "entero". Muy buena vista. Seguro que eres una campeona buscando a Wally.
¿Cómo se me ocurrió la historia? Después del especial de Halloween, pensé en hacer uno de Navidad. Tres fantasmas...tres prometidas. Demasiado tentador. Y claro, tuve como dos meses para pensarme los detalles entre Halloween y fin de año.
"Ranmasterizada". Gran idea. Lo corregí apenas te leí el comentario.
Gracias por el super-mega-comentario de hoy.
Estimada Isakura Tendo. Y sí. Al pobre de Hachiro siempre le toca ser mirado con recelo.
Estimado LuyyiAVG (Cap. 92). Bienvenido, de vuelta. Se te extrañaba por estos lares. Efectivamente no hace falta creer en Navidad para disfrutarla o saludar.
A todos mis lectores, Felices Fiestas de parte de Minefine7, Gohan, Bulmita y del Grinch.
