Advertencia. Esta historia comienza en el capítulo 100. He dividido la historia completa en dos partes por razones argumentales (y de tamaño) pero deben leerse como una unidad.
Tercer acto: Ibuki por amor.
Pasé una noche repleta de pesadillas. Calderos ardientes llenos de monedas de oro, lingotes que se derretían, cárceles de plata y bronce. Siempre sola. Siempre sedienta y nada que beber salvo oro líquido y ardientes ríos argentíferos. Una auténtica Midas moderna. Por la mañana, sin embargo, desperté plena y pletórica de fuerzas. Como si se hubiese extinguido por fin un centenario y duradero un hechizo que me apresaba. Quizá me hubiera acostado como la mala de la película, como la rica ambiciosa que solo conseguía con su dinero unir a los pobres enamorados. Pero cada día nuevo representaba una nueva oportunidad de torcer el rumbo de los designios divinos. Bastaba con proponerse cambiar para que también lo hicieran nuestras circunstancias. Recuperar a Hachiro, graduarme por méritos propios y recolectar el dinero suficiente para operar a su padre con el sudor de mi frente. Esos eran mis objetivos. Si Musa ahora no era tan repelente pues mejor…lucharíamos en igualdad de condiciones y que ganara la mejor. Yo misma.
Me encontraba en ese momento, despeinada y ojerosa. Como mi cama, cuya forma de despeinarse era entrelazar sus mantas de manera poco satisfactoria y la de lucir ojeras, tener las fundas de las almohadas a medio salir. El cuarto también se mostraba a tono con mi estado de ánimo. Los cuadros de actrices famosas que adornaban las paredes, Angelikita P. Emmet y Shiroki-san, pendían chuecas y totalmente desfasadas del nivel del suelo. La enciclopedia de teatro del maestro Hikaru Soda abierta en el artículo de las cifras exactas y un montón de bolitas de papel por el suelo. Algunas, simples tumbas misericordiosas de mis "plimps" fallidas y otras, de algunos relatos cortos originales que escribía para no aburrirme.
Toc, toc. De pronto, tocaron a la puerta. Solo podría tratarse de la ofrenda matutina habitual de la falsa de Musa. Aunque se hubiese quedado con Hachiro, seguramente me temía todavía. Yo seguía somnolienta y desaliñada. Daba igual…para atender por un instante a esa creída iba más que bien. Abrí la puerta.
-Ricitos de Oro, por favor, déjame pasar. Es urgente.
Frente a mi se encontraba ni más ni menos que Ranma. Hachiro en persona con su disfraz de Ranma, quiero decir. Afirmar que en ese entonces me puse colorada sería faltar a la verdad; mi rostro iba más allá de la simple tonalidad bermellón. Los vapores de mi propia vergüenza y acaloramiento me ahogaban. ¿Me llamaba Ricitos de Oro otra vez? Y venía a mi cuarto en carne y hueso, ¿o seguía soñando? Él, tan guapo y arreglado y yo…ese desastre. Esa piltrafa de Ibuki al despertarse que tanto desmerecía a la Ibuki de las 23 horas siguientes del día.
-U-un mo…mento –intenté cerrar la puerta y disimular lo indisimulable a la velocidad del rayo. Esconder, al menos, los dibujos de su cara rodeada de corazones que pululaban por todo el cuarto.
-Por favor –se coló en mi habitación sin esperar respuesta-. Es urgente…tengo miedo.
¡Ay, madre mía! ¡Qué disgusto tan grande! Hachiro, mi Hachiro, temblaba en su sitio sin ser capaz de controlarse. Tan fuera de si, tan aterrorizado, que ni notaba la oda a la Hachirez que era mi cuarto, ni el desorden, ni mi cuasi desnudez. Espero que el lector ocasional de convicciones morales fuertes sepa perdonar mi desliz pero le abracé con todas mis fuerzas. No intentaba jugar el papel de una Shampoo ni ser una segundona calenturienta que aprovechaba un bajón de autoestima del galán para regalarle su virginidad. Tan solo deseaba calmarle. No existe peor espectáculo para una mujer enamorada que recibir sin previo aviso al amor de su vida derrumbándose y sin saber por qué. Estuvimos así casi un cuarto de hora. En silencio, parados. El uno junto al otro, entrelazados. Poco a poco sus temblores iban disminuyendo aunque a mi me costara controlar los míos. Al final, logré amansarlo tanto que fue capaz de sentarse en mi cama y confesarme su problema.
-Van a darnos pasantías a todos. Todos lo que aprueben, claro está. Cien funciones pagas y muy bien remuneradas por todo Japón. Seremos los Ranma y Akane, el show itinerante. Necesito ganar esto –apretó los puños-. Por mi padre y mis hermanitos. Si me convierto en el Ranma titular…seré una estrella. Podré pagar la operación y mantener a todos sin necesidad de que vuelvan a trabajar nunca más.
-T-te ayudaré…te lo prometo –le tranquilicé-. Eres el más guapo y el de más talento de todo el instituto. Sin duda, el candidato número uno.
De pronto era él quien se ponía colorado. ¿Por qué? ¿Qué había hecho? Lo del abrazo podía sonar sugerente pero era necesario, no podía reprochármelo…¿qué más? ¡Dios! ¡Le había dicho "guapo"! ¡Se me había escapado completamente! Daño colateral de ser sincera.
-Necesito que tú ganes también –seguía sin levantar la vista del suelo-. Que seas Akane.
-¿Yo? ¿Y Musa? –exploté, rabiosa y enojada por lo controvertido de la situación. ¿Por qué estaba en mi habitación? ¿Por qué acudía a mi y no a ella?
-Yo amo…a Musa. Pero tú eres mi Akane. Simplemente, no puedo ser Ranma si tú no eres Akane.
Paf. Puñetazo emocional a la mandíbula en toda regla. ¿Qué se podía responder a eso? ¿Que también podría ser su Akane en la vida real si se decidiera a abrir los ojos? ¿Que solo le interesaba de mi, mi talento? ¿Qué? ¿Cómo afrontar tanta ironía junta? Como me tope un día con el Dios de la Ironía, juro que le daré un puñetazo bien fuerte en uno de sus ojos. Un Dios con el ojo morado. Eso sí que sería irónico, ¿verdad?
-Ya te dije que te ayudaría .No te angusties más.
-Gracias –me volvió a abrazar con todas sus fuerzas y se marchó-. No podría hacer esto sin ti.
Pues estábamos a mano. Porque yo no podía vivir ni respirar sin él. En serio; si alguien me hubiese traído en ese mismo instante al Dios de la Ironía en persona le hubiese dado un puntapié en los cataplines. Sin embargo, no fue a él al que me trajeron. Si no, al nuevo profesor, el que reemplazaba a Kodachi. Se trataba de un viejo actor de quien se rumoreaba una anciana rica le había roto el corazón hacía mucho tiempo ya. Desde entonces se la pasaba vagando de instituto de teatro en instituto de teatro realizando suplencias. Nadie conocía su nombre pero le llamaban Anticlímax porque siempre explicaba el significado de esta figura retórica en su primera clase. Esta vez fue una excepción. No había tiempo para exquisiteces. Se venía ya el fin de curso y había que prepararse para las pasantías.
-Cómo ya sabéis, todos los que aprueben este curso conmigo, tendréis la oportunidad de optar por un personaje de la comedia que se representará por todo Japón desde el 17 de Enero de 2013. Serán cien funciones. Y desde luego, no podréis cambiar de personaje; una vez asignado el correspondiente será para siempre. Así que espabilad. Si os toca ser un villano…lo seréis por años. Lo que tardemos en representar las cien funciones. Yo mismo escogeré a los actores dentro de un mes.
El profesor era bajito y escuálido. Tan flaco y desnutrido que hasta parecía alto por contraste. La cabeza calva y un traje elegante remataban una silueta que sin ser imponente –más bien, todo lo contrario- atraía la vista hacia él como por arte de magia.
-Tendréis que agruparos en equipos de cuatro. Cada grupo actoral escribirá un pequeño guión original y lo representará. Según los méritos de cada actuación elegiré a mis actores. Una última cosa. Procurad que los equipos sean balanceados. Dos chicos y dos chicas.
Lo que ocurrió a continuación fue titánico. Cerca de cincuenta hembras hambrientas de carne, éxíto y reconocimiento se tiraron sobre Hachiro (Musa y yo incluidas, claro está). Estaba claro; si fuera por el voto de la clase, el papel de Ranma ya estaba adjudicado. El más guapo, el mejor actor, el que más lo necesitaba y por esa causa, el más trabajador. Lo tenía todo. Y por supuesto, quien actuara con el mejor Ranma, ganaría mucho en la parejísima carrera por convertirse en la mejor Akane. Luché con fuerza y vigor, cargándome al igual que Musa a la mayoría de la competencia. Hasta que de pronto, una víbora venenosa, una rival despechada por perder, me mordió el tobillo y caí al suelo, bajo un mar de piernas y sudor.
-Ricitos de Oro.
-Hachiro.
-Ricitos…
-Hache.
-Ricitos de Oro…aquí estás –me levantó de entre el mar de pretendientas que se abrió a su paso como si se tratara del Moisés de las Akanes y me llevó hasta un lugar seguro, donde le esperaba su otra rescatada, Musa-. Me tenías preocupado.
La clase entera advirtió el ligerísimo detalle de su rostro desencajado y la mirada extraviada, una escena más romántica que la Balada de Ranma y Akane, y comprendió que con Musa y yo a su lado, las demás sobraban. En el concurso de Ranma y Akanes quedaba mucha tela por cortar pero en la carrera por el corazón de Hachiro, Musa y yo éramos las únicas finalistas. El cuarto integrante de nuestro cuarteto actoral era la viva imagen del profesor Anticlímax. Desnutrido, distraído y ensimismado en bellas imágenes que solo él podía ver en su cabeza, Haiku-kun.
La competencia era inmensa. Más y más alumnos se habían ido sumando cada semana a otras clases. Ahora que estábamos todos reunidos, éramos más de doscientos. Había que admitir que éramos los mejores por separado en cada aspecto importante de la actuación –Musa, la estudiante perfecta, se conocía todas las reglas y procedimientos, yo era la mejor improvisando, Hachiro poseía una versatilidad única para realizar papeles y Haiku-kun realizaba escenarios hermosos con presteza y devoción-. Sin embargo, de nada servían nuestras perfectas cualidades individuales si no lográbamos trabajar en equipo. El primer obstáculo llegó nada más al comenzar. Nos habíamos reunido en la habitación de Musa, una primorosa casa de muñecas a escala que había ido decorando poco a poco desde que se mudó a la Academia. Las paredes pintadas de rosa. Las ventanas, de morado. Las sillitas parecían de sala de infantil. Y los muebles estaban cubiertos por todo tipo de peluches de Pe-chan.
-¿Quién escribirá el libreto? –pregunté-. Será probablemente la clave de nuestra actuación.
Haiku-kun intentó levantar la mano pero fue interrumpido por Hachiro.
-Hazlo, tú Ricitos de Oro. Te he visto escribir cosas muy bonitas en tus tiempos libres.
-No –protesté-. Sabes muy bien que casi siempre el que escribe el guión luego no actúa. Que lo haga Haiku-kun que me parece que tiene ganas.
-Sí, sí -saltó alborozado-. La literatura es mi fuerte. Solo necesito encontrar a mi musa para convertirme en el mejor poeta de Nerima.
Musa le miró con asco.
-Será mejor que lo hagas tú –me dijo-. No me fío un pelo del "arte" de este pervertido.
Y luego dicen que la primera impresión es la que más cuenta en el amor…
-Aún si aceptara…-razoné en voz alta- tenemos otro problema. Aquí veo dos Akanes y un solo Ranma. Musa obviamente quiere ser Akane. Pero yo no pienso hacer de Shampoo o Kodachi –jamás haría de loca mala; iría contra mis principios-
-Lo sé, Ricitos de Oro –me apoyó la mano sobre el hombro Hachiro-. Sé que tu sueño desde pequeña es ser querida por todos. Jamás te pediría que actúes un rol frustrante.
Musa se cruzó de brazos y frunció el ceño.
-Pues espero que a mi tampoco me lo pidas. Acuérdate de quién es tu novia y quién una simple "amiga".
-Si me permitís –se metió Haiku-kun en la conversación-. Yo podría…escribir los versos más bellos esta…-clank. Le cayó en la cabeza una bandeja de plata de los ositos de Musa, impulsada por esta última. Era gracioso, aquella química ranmakanesca que yo creía exclusiva de ellos y que Hachiro y yo personificábamos tan bien, por momentos y después de todo, parecía que también podría gobernar la relación de Haiku-kun y Musa.
-¡Fuera de mi cuarto, todos! ¡Me agobiáis!
Al día siguiente volvimos a reunirnos. Me había pasado toda la noche elucubrando una solución a la altura de la necesidad de todos hasta que había hallado un argumento de lo más original: Ranma sería un demonio enamorado de la Akane del pasado y de la del presente sin saber bien a cuál elegir, solución sensata que nos permitía a Musa y a mí encarnar el mismo personaje y de paso poner en ficción el dolor que atormentaba mi alma.
-¿Con que dos Akane, eh? –me recibió Musa- Buena idea…pero no soy tonta. Yo quiero ser la Akane protagonista. Quiero ser la primera que conoce Ranma, la del pasado. La que se muere y revive. Nuestro amor será más poderoso que la muerte.
¿Quién era yo para llevarle la contraria? Ahora que compartía tiempo con ella y no me atacaba, comenzaba a darme cuenta de que mi formidable némesis era en el fondo una chica tonta más. Si me había hecho sufrir en el pasado se debía más a mis inseguridades que a su verdadera maldad natural.
-De acuerdo –acepté-. Tú serás Akanyo y yo seré Akagome.
Por supuesto tuve que hacer algunos ajustes en el final para que se diera un desenlace abierto que Musa pudiera aceptar como válido. A lo mejor a Rumiko le habrá pasado algo similar en el pasado. Ya me la imagino diciéndole a su rival particular.
-De acuerdo. Tú serás la de pechos más generosos, Shampoo, y yo seré la marimacho de Akane.
Y luego dejando un final abierto para que la tonta no se diera cuenta. Seguro que eso fue lo que pasó.
Desde entonces practicamos todos los días y a todas horas nuestros roles y trabajamos muy duro en mejorar el nivel general de la obra. Pasados unos días, incluso, Musa y yo comenzamos a olvidarnos de que éramos rivales y a trabajar en equipo. Mi intuición primigenia era acertada. Mejor hacer amigos con mi faceta de Ricitos de Oro que machacar enemigos como una Ibuki. Me faltaba el amor de Hachiro pero era feliz. Fueron sin duda las mejores semanas de mi vida. Rendir al máximo en lo que me gusta con mis tres "amigos"…si es que podía llamarse "amigo" al amor de tu vida, la novia odiosa de este y a un tipo tan raro como Haiku-kun. Además no me olvidaba de Akane Mamoru. Todas las tardes en el receso para descansar pasaba a visitarla, chequear sus progresos, mostrarles los míos y charlar sobre bueyes perdidos. Para una mujer que se acostumbró desde tan temprano a la soledad, tener tantos amigos era una bendición que me impedía entristecerme por no tenerlo todo. No besaba a mi amor pero me reía cuando Haiku-kun empezaba a recitar y le caía algo desde un ángulo imposible. No le abrazaba tampoco pero bebía por los ojos el sabroso néctar de compartir afición y trabajo con Hachiro. No le decía "te amo" pero mientras no lo hacía, la sana competencia con Musa me permitía crecer como actriz. Sin darme cuenta había perdido lo que había venido a buscar y había encontrado muchas otras cosas en su lugar. Suficiente para mi.
Y así, en un suspiro, llegó el día de la actuación. Fin de mi felicidad, ya que luego se desmembraría el grupo…pero un final que daría paso a otro tipo de alegrías. Obtuviera la calificación que obtuviera, esta sería al menos un aprobado. Quizá no consiguiera convertirme en Akane, quizás sí. En ambos casos pasaría a integrar un grupo más amplio de actores durante cien funciones. Seguramente lo disfrutaría.
Por supuesto los otros grupos no se habían quedado atrás en preparación y esfuerzo. Había de todo. Crossovers con otras series como el del equipo de D. Uzumaki y Elena79, representaciones clásicas montadas con escenarios sublimes y unos vestuarios lujosos, puestas en escena minimalistas como la de Arvo Part y Alexbonita y por supuesto, también había que tener en cuenta la de los estudiantes extranjeros de intercambio, Znta y Kikko. Hasta me pareció ver una, un tanto dark y oscura que por alguna razón logró pasar la censura.
Como dije, en ese entonces no estaba nerviosa. Mi único objetivo, aprobar, lo tenía seguro. Y el de Hachiro me parecía imposible de perder. De hecho, apenas comenzó nuestra actuación, noté que éramos insuperables. Grandes actores y una química, la del triángulo amoroso, que manejábamos como nadie precisamente porque este era parte de nuestras vidas. Hachiro se hamacaba en la delgadísima línea de la lealtad y la atracción con la misma maestría de siempre. Yo me convertía en un ente de seducción irresistible y Musa se aferraba con uñas y dientes a lo que una vez le había pertenecido y ahora de la boca para afuera, al menos, también parecía corresponderle.
Un estruendoso aplauso bajó desde cada rincón del escenario cuando nuestras cabezas se agacharon para dar por concluida nuestra obrita, una tensa metarealidad que hacía referencia a una realidad mayor y más tensa.
El jurado, compuesto por Rumiko, Akane y Sandro Lensei –el guionista del tour por todo Japón-, nos aplaudía de pie. Objetivo mínimo conseguido y probablemente el máximo también. Entre nosotros tres había un Ranma y una Akane titular. ¿Pero quién?
Dos horas después el jurado se reunió para deliberar. Hachiro se mordía las uñas de las mano y solo por pudor, no continuaba con las de los pies.
-Ufff, Ricitos de Oro. ¡Cuánto tardan!
-Tranquilo –le repuse-. Solo han pasado cinco minutos.
-¿Solo? A mi me han parecido ya ocho años.
Musa nos miraba con rencor. Los nervios eran el particular Neko-ken de Hachiro. Ante la presión se abría conmigo y en mi buscaba confort, nunca en ella. Sumémosle a eso que competíamos por un mismo puesto y entenderéis lo incómodo de la situación.
-En serio, Ricitos de Oro. Voy a explotar. Ni se te ocurra irte al baño tres horas como suelen hacer las mujeres hasta que no salgan a dar su veredicto. No soportaría quedarme solo.
-YO estaría AQUÍ –rechinó los dientes Musa.
-S-sí sí, claro, claro –se corrigió Hachiro-. Me refiero a que no estaría el equipo al completo.
-¡SI HAIKU-KUN HACE DOS HORAS QUE ESTÁ DESAPARECIDO!
El rostro de Hachiro se puso blanco. Le había pillado.
-Perdona, Musa. Estoy nervioso. Nada más. Por supuesto que tampoco quiero que tú te separes de mí.
De los ojos de Musa salían llamas literalmente. Una Akane estupenda. Lástima que eso me dejaba en el lugar de una rastrera Shampoo o en el mejor de los casos, de una sosa Ukyo. Para empeorar las cosas el jurado salió justo en ese momento.
Rumiko cogió su micrófono y dijo:
-Queridos estudiantes es un placer para mí informaros que los ganadores de este concurso son…
Y se sentó. A lo mejor no entendía bien los nombres o…estaba senil.
Sandro Lensei se levantó a continuación y dio un final acorde, correcto y genial a lo que había iniciado Rumiko:
-El papel de Ranma titular es para Hachiro Stick. Ranma suplente, para R. Hibiki…
Le abrazamos ambas, conmovidas y alegres. Aquel abrazo que nos fundía en una sola unidad sin conflictos duraría un solo instante, lo que tardó Sandro Lensei en completar su alocución.
-Akane titular: Akane Mamoru. Akane suplente: Musa Raña.
Mi corazón latía a mil por hora. Por seguir abrazada a Hachiro que ahora me apretaba con tanta fuerza que casi no podía respirar, por la fulminante mirada de odio de Musa –inevitable- y por algo más…por una vocecita que desde el público empezaba a sonar con fuerzas.
-¡He vedcido, mami! ¡Zoy la nuevda Akadne!
Luego los pasos atolondrados de ¿mi amiga? le precipitaron en un suspiro desde su posición entre los simples observadores hasta el sitio en el que se encontraba Sandro Lensei.
-Discudpe. Ha dicho que Akande Mamodu es la nuedva Akadne, ¿vedad? Pued bien. Esa soy yo. Midé mi documedto de idedtidad.
Jaque mate, Ibuki. Tu mejor amiga te traicionaba para quedar bien con su madre. Mejor dicho, no era tu mejor amiga. Te había utilizado. Se había aprovechado de tu talento para obtener lo que su lamentable dicción le hubiese impedido de otra manera. Lo tenía planeado desde el principio. Por eso me había animado a volver cuando me rendí aquella vez. No era por amistad. Lo necesitaba. Vinieron a mi mente entonces las interminables lecciones del tío George; todas, todas terminaban con la misma enseñanza: "no es necesario ser malo en este mundo cruel pero ten por seguro que la maldad existe. No te fíes de nadie. Especialmente de quien dice ser tu mejor amigo. Amistad e Ibukis nunca deben mezclarse. Cuando eres rico es demasiado peligrosa. Un lujo que no puedes permitirte". Efectivamente en aquel mismo momento murió Ricitos de Oro para siempre. Solo quedaba una Ibuki despojada de sus sueños y sus mentiras agradables. ¿Amigos? ¿Quién? ¿La que le robaba todo? ¿La que le odiaba? ¿O Hachiro? El incomprensivo energúmeno que me gritaba miles de barbaridades enfurecido por mis mentiras.
-¿Has entrado con una identidad falsa, Ibuki? ¿Tienes idea de lo inmoral que es eso? ¿Y si te hubiesen descubierto ayer? ¡Nos hubiesen descalificado a todos! ¡Has puesto en peligro mi futuro y el de mis hermanitos por puro egoísmo!
Vale, tenía razón. Pero un poco insensible ¿no? Acaba de ser traicionada por mi mejor amiga y de perderlo todo. Yo a él le había estado protegiendo durante todo el calvario de sufrimiento que había atravesado. Me merecía un poco más de empatía de su parte. No digo intentar tapar las miles de "plest" que me resbalaban por la cara pero al menos dejarme a solas sin mentar mis otros fallos. Comparado con Hachiro, Musa, Kodachi y Akane Mamoru…mis tíos eran de buen corazón. Insensibles, poco piadosos, pero sin maldad. El dinero les permitía interactuar con el mundo sin tener que ser crueles en demasía. Una Ibuki mejor que una Ricitos de Oro…eso quería yo…pero no podía…seguía, pese a todo, enamorada.
Mientras todo esto pasaba por mi cabeza, Sandro Lensei terminaba de examinar la nueva situación y aprobaba el cambio –para ser guionista era un poco lento. De hecho tuvieron que explicárselo dos o tres veces hasta que por fin entendió lo que ocurría-. Mientras tanto, Sayuri, la orgullosa madre, lloraba desconsoladamente de la emoción y se abrazaba con cuanto desconocido se topara.
-Y yo que creía que solo llegaría a ser una Nabiki y miradla ahora. Una Akane. ¡Una Akane!
De toda esa gente solo guardé sitio en mi corazón para Akane Tendo, la única que me vio marcharme entre la multitud y demostró algo de pena por mi situación. Torpe de mi, no podía ayudarme. Como muy bien había dicho Kodachi antes de que la mandara a París, me habían pillado en una falta de la que ni Akane Tendo podría salvarme. Los demás, especialmente, Mamoru, Stick y Raña, había decidido que no lograrían hacerme derramar ni una "plest" más.
Fin de la historia. Faltaba atravesar un pasillo, abrir una puerta y salir al exterior…y allí estaba. El tipo más ridículo y al mismo tiempo el que volteó mi mundo con una sola expresión, Haiku-kun. El cuarto Beatles de nuestro grupo que había faltado sin aviso a la representación más importante de nuestras vidas.
-No sufras más, Haiku-kun. Te ha tocado de Gosunkugi. Tu escenario te ha valido pasar el examen.
-No sufro por eso. Es por Musa. Yo la amo…y sé que ella no. Pero aún así…no logro rendirme. Por más que me repito una y otra que no es para mi…que es imposible. Sigo amándola. A lo mejor…si a lo mejor me pudiera quitar este dolor del alma diciéndole las cosas claras a la cara, si me dejara que le cante la canción que escribí para ella, podría olvidarme de todo. Así, sí que me sentiría satisfecho. Todavía no ha dejado que yo diga mi última palabra en este amor unilateral que nos une.
¡Y cuánta razón tenía! Yo tampoco. Yo tampoco había dicho mi última palabra en mi relación con Hachiro. Muy bien. Si me tenía que odiar y rechazarme que lo hiciera pero antes debía decírselo. Que supiera bien clarito y por mis labios que le amaba.
Pero primero lo primero. Al fin y al cabo era una mujer y una que había llorado mucho. Tocaba pasar por mi habitación a acicalarme. Eso fue rápido. Un poco de agua, maquillaje, colonia, pintura de labios, esmalte de uñas, gel de pelo y poco más. Tarde solo ochenta minutitos en quedar perfecta otra vez. En ese tiempo, Hachiro había tenido tiempo de regresar a su habitación, trofeo de Ranma Saotome en mano y asomarse al balcón a contemplar el mío con cara melancólica. ¿Me extrañaba? Eso parecía. Desde mi rincón podía observar todos sus pasos. Sostenía el trofeo con dos dedos, casi con desgano. Luego comenzó a hablar. No a mí. A la Ibuki que recordaba de tantas otras noches. Se despedía y al mismo tiempo se disculpaba.
-Lo siento, Ricitos de Oro. Me he dejado llevar por la furia. Esto lo he conseguido por ti y sin ti no vale nada –lo tiró a un cesto de la basura en el que solían acumularse los envoltorios de los chocolates que se comía cada noche mientras platicábamos-. Últimamente me cuesta manejar mis sentimientos con claridad. Quiero a Musa desde siempre pero el peor escenario posible para mi es este, el que me faltas. Si las dos se cayeran a un pozo…yo…no dudaría ni un instante en sacarte de allí primero. Soy patético. Porque a pesar de todo. A pesar de ese sentimiento venenoso estoy seguro de que quiero a Musa. Le he querido desde la cuna. Desde mucho antes de conocerte en la cena de beneficencia. Vecinos como lo somos nosotros ahora. Platicando antes de dormir y a todas horas desde antes de ser niños. Ella es mi vida aunque tú seas mi alma.
Terrible monólogo que me carcomía el raciocinio y probablemente a él también. Dudas, confusión y confesiones sin destinatario presente. Sonaba tanto a Ranma y Akane pero en otro contexto. En uno en el que el galán no se aclaraba. Así pues, salí y me expuse. Sucediera lo que sucediera había que inclinar la balanza en una dirección, aunque fuera la no deseada.
-No demos más vueltas –le dije asomándome primero y mostrándome al entero después-. Yo te amo. Sin restricciones, dudas ni objeciones. Amo todo de ti. Y te acepto al completo con tus virtudes y tus defectos. No hace falta que me respondas pero sí que lo entiendas. Ninguna de mis acciones está condicionada por otra motivación que mi aprecio hacia tu persona.
-Ricit…Ri…Ibuki…por favor no me hagas esto. No estoy preparado…para rechazarte. En el fondo no te quiero pero sé desde hace tiempo que tú sí y temo romperte el corazón. Creo que hasta volví con Musa solo por eso…para no tener que decirte que no te quiero. Lo siento, Riz…búscate a uno de tu clase. Lo nuestro, por muy guapa que seas, es imposible. Y lo sabes. Tarde o temprano se terminaran tus vacaciones y volverás al mundo al que no pertenezco ni deseo pertenecer.
Telefoneé al tío George, el más bueno de todos, y le conté mi dolor entre suspiros e hipos nerviosos. Estaba hecha polvo. Tanto que necesitaba que vinieran a buscarme.
-¿Quieres que arrasemos con el sitio? No digo la Academia. Nerima entera si te trae malos recuerdos.
-No, solo ven a buscarme.
-Al menos déjame que les pague a mis amigos de la academia de lengua japonesa para que agregan una acepción extra a la palabra Hachiro: "basura".
-Tampoco, tío. Por favor, solo ven a buscarme. Te necesito. Los necesito a todos. En especial a la abuela Yuko.
La conversación telefónica se truncó con una orden directa.
-En media hora estaremos allí. Espéranos en la puerta. Si llego a entrar…no respondo de mis actos.
Y así lo hice. Atravesé como una zombie todos los pasillos del lugar. Tan confundida y derrotada estaba que me parecía un laberinto indescifrable. Una especie de hechizo del edificio que me impedía abandonarle antes de cumplir con mi destino. Finalmente, mi equipaje y yo desembocamos en el salón de actos. Allí estaban todos. Hachiro, Musa Sandro Lensei, Rumiko y Akane Tendo. Se estaba por realizar la primera práctica de la primera función.
-Escuchad todos –repetía Lensei-. Una vez puestos vuestros disfraces y en escena ya no hay marcha atrás. Interpretaréis ese papel por las próximas 100 funciones.
Hachiro estaba enfundado en su exquisito traje rojo de Ranma. Por suerte para mi no le tocaba salir hasta la escena quinta. Tenía tiempo de sobra para huir de aquello sin verle actuar con otra Akane. Además temblaba otra vez. En esta ocasión no era mi trabajo cuidarle…de hecho, nunca lo había sido…y sin embargo…no paraba de temblar…se moría de nervios. Como Ibuki no podía ayudarle, como Ricitos de Oro no debía permitir que su dolor se dilatara sin el cobijo de un abrazo femenino y si yo no podía dárselo, tocaba advertirle a Musa de su descuido. Ser su novia, entre otras cosas significaba estar para él en estos momentos. Sandro Lensei me mostró la puertita de los camerinos con alegría y me dijo:
-Las pelucas de Akane están en el tercer baúl de la izquierda.
Tuvo que ser su bella, inteligente y sumamente atractiva asistente, la recepcionista de Petulantes y Malcriadas High School, quien le recordara que yo ya no pintaba nada allí. Aunque sospecho que al rato se olvidó otra vez. Puestos a sospechar, yo diría que no era capaz de llegar ni a la esquina sin su ayuda. Por suerte para mi, su total ineptitud no me afectaría en el futuro. Una vez hablara con Musa, me escaparía de ese mundillo para siempre. Amontonados sobre las paredes de los pasillos se podía ver todo tipo de objetos de utilería: una tabla con cara de mujer, una máscara de Saffron, unos patitos de madera, un huevo Kinder y un limpiaparabrisas. ¿Para qué podrían utilizar algo así? Más allá, a unos escasos metros, detrás de una puerta convenientemente entreabierta, se desarrollaba una escena singular.
-¿Entonces, Mamoru? ¿Estás de acuerdo? Yo haré las escenas con diálogo y tú, las de acción.
-Pedfedto. Solo una cosa. En la sedta edcena me tocadá midad a Hachido con cada de enamodada. Espedo que no te moledte.
-¿Yo, celosa? ¿De ese? Claro que no. Solo hemos vuelto porque yo lo quise, para hacerme famosa como la nueva peliazul –se puso una peluca- y volver a ser rica. ¿Te imaginas el revuelo que se armará cuando se sepa que los actores que encarnan a Ranma y Akane son pareja en la realidad? La prensa rosa no nos dejará en paz. Luego una peleita, una reconciliación y así sucesivamente. Seré trillonaria.
-Sí. Lo sedemos las dos. Yo solo tengo que liadme con el Radma supledte.
Ahora sí que me encontraba ante mi mayor dilema. De pronto y ante esas palabras, mi derrotismo simplemente se había esfumado. Ibuki se aprestaba a machacar. ¿Quién podría acusarme de nada si caía accidentalmente un satélite sobre sus cabezas en plena actuación? Si ellas eran las nuevas Akanes, yo sería la nueva Ibuki de la Ópera. En cuanto llegara el tío George comenzaría el verdadero Show. Pero…¡maldita sea! Al salir y mirar otra vez tras el escenario…¿por qué tenía Hachiro que seguir temblando así? ¿Por qué cada vez que deseaba convertirme en la más feroz Ibuki, él me transformaba con un gesto de necesidad en la más dulce y sacrificada Ricitos de Oro? ¿Por qué?
-Porque le amas –repuso Akane Tendo mi pregunta atragantada que tan bien había sabido leer de mis labios. Inconscientemente o no, la realidad es que me encontraba allí, frente a frente con Akane Tendo y la mesa de asignación de papeles.
-¿No queda nada para mí? –pregunté- ¿Algún personaje menor? Sonará irónico pero hasta haría de Sayuri por seguir cerca de Hachiro…
-No. Solo quedan villanos.
-Vale. Me los quedo todos. Así saldría en todos los episodios.
-No sé –replicó Akane Tendo sorprendida por mi firmeza al elegir mi múltiple condena-. Tienes que rendir entregada al máximo o te descalificaremos. Con tu talento, te convertirías en el personaje más odiado del fandom con seguridad. El opuesto exacto de tu sueño según tu ficha de inscripción –sacó a relucir mi currículum que agitaba con ambas manos-. ¿Tanto le quieres?
-Sí, Akane. Seré villana por amor.
De pronto, Hachiro estaba junto a mí. Ya no temblaba. Por el contrario emanaba su demonio interno con más fuerza que nunca, ese que solo sacaba a relucir cuando creía que yo metía la pata.
-¿¡Estás loca, Ibuki?! ¿O la riqueza te ha ahuecado la cabeza? Akane Tendo tiene razón. Serás la más odiada. Peor que tus tíos.
-No me importa -le repuse-. Aquí seré aborrecida por el público pero allí, en casa de Ibukis estaré sola. Contigo, aunque me rechaces, seré una Ibuki enamorada. Eso me basta para huir de la soledad.
Su enorme cuerpo parecía agrandarse más y más a cada paso. Los brazos se separaban del tronco . Poco faltaba para que me estrangulara allí mismo…
-No te entiendo, Rici…Ibuki –se giró conteniendo su fenomenal furia-. Y no quiero saber nada de ti mientras persistas en esta autodestrucción. Pensaba que éramos amigos. Me has mentido todo este tiempo. Y ahora esto…eres indescifrable.
¿Indescifrable? Me gustaba. El mejor piropo que me había dicho desde "Ricitos de oro puro". Solo por aquella frase y por haber logrado que dejara de temblar de miedo, había merecido la pena mi sacrificio. ¡Qué gracioso! Pronto le tocaba salir a Kiima. Al final formalizaría mi pacto con el diablo y mi papel de villana por cien capítulos antes que Hachiro el de Ranma o mis odiadas examigas, el de Akane.
Por supuesto -para estas cosas las rivales tiene un radar-, Akane Mamoru y Musa no tardaron ni un suspiro en enterarse de que me estaba enfundando el vistoso traje de plumas y realizaron un cuidadoso contraataque. Tomate tras tomate robados del buffet libre se iban repartiendo por manos anónimas entre el público. Tantos como asistentes había entonces. Más de mil. No me importaba. Una vez tomada la decisión de sacrificarlo todo por un amor no correspondido, lo que menos dolía era la humillación material de ser golpeada por una tonelada de tomates. Eso sí. Como llegara el tío George en el momento menos oportuno, ninguno de ellos contaba el cuento. Claro que el que llegó no fue él sino el otro, el héroe imposible.
-Ibuki, por favor, no salgas. Te humillarán.
-Lo sé. Pero lo hago por ti. Tú necesitas de alguien que te calme los miedos aunque sea haciéndote estallar de furia en lugar de con abrazos. Adiós, Hachiro. Mi destino ya está juzgado.
-Pero…¿no deseabas que te quieran?
-Solo deseaba que me quieras tú.
Y entré en escena. A la ejecución pública…por amor. El primer tomate impactó en el ojo –buena puntería, Mamoru-. El segundo lo sentí en el pecho –no sé de quién…ya no veía bien por culpa del primero-. Luego una violenta lluvia roja se precipitó sobre mí. Había fallado en incluir un pequeñísimo detalle en los cálculos previos de mi sacrificio. Los tomatazos no solo manchaban el cuerpo…y el alma. También dolían. Entrecerré los ojos, espantada. En unos instantes sufriría un vigoroso y merecido dolor físico. Por estúpida. Ingenuamente recordé cómo empezó todo. Mi nacimiento, el día de la cena benéfica, la sombra del cachetazo que había interrumpido con mi propio cuerpo de niña. A la madre de Sayuri llorando por el éxito de su hija. Y a mis tíos ejecutando hipotecas impagas. ¡Qué tontería! ¡Tampoco era que me fuera a morir! Tan solo perecería allí mi orgullo y ganas de vivir. Nada importante. Aunque los tomates tardaran un tiempo ridículamente largo en caer, tarde o temprano lo harían y se acabaría todo. Pero no lo hacían. Por lo menos no sobre mí…abrí los ojos, sorprendida…ni una gota más de zumo de tomate había escapado del poderoso escudo humano que conformaba Saffron.
-Eh –protesté al extraño-. No te pongas mi disfraz, intruso. Que todos los villanos son míos.
Sé que he dicho varias veces ya en esta historia que me "tembló el corazón" y perdonadme que sea tan repetitiva. Será que es mi metáfora preferida o que el destino se negaba a dejarme vivir en paz. Pero la verdad es que me tembló en su sitio como si se tratara de un fénix que moría y volvía a renacer de sus cenizas. Era Hachiro. Cubierto de pies a cabeza de la tomatina y con mi traje de Saffron.
-Los villanos…se suponía que eran míos.
-Ya no. Ese –señaló a Sandro Lensei- me ha permitido cambiar de personaje.
-¿Eres consciente de lo qué has hecho?
-Por supuesto. Convertirme en villano…por amor -acarició mi cabellera enrojecida por los tomates-. Me di cuenta que me había comportado antes como un villano…y ya sabes…Ricitos de…ketchup, los villanos tienen que ayudarse mutuamente.
¿Ricitos de ketchup? ¿Villano por amor? ¿Estaba entendiendo bien lo que ocurría o el daño de la tomatina me producía alucinaciones?
-¿No te das cuenta que lo has sacrificado todo por mi? –me aseguré de que realmente haya entendido la gravedad de la situación-. Ahora serás un villano…por cien capítulos.
-Ni Ranma ni villano, Ricitos de Ketchup. Soy desde ahora y por siempre, PROIBUKI. Y estaré contigo donde sea que el destino te lleve.
-¿D-de verdad?
-Tú me quieres por quién soy. Eres la única que ve al gran actor detrás del gran personaje. Luego, da igual qué papel me toque.
-Te amo.
-Y yo a ti. ¿Sabes? En el fondo estoy contento de haber tomado esta decisión.
-¿Por qué?
-Porque si fuéramos Ranma y Akane, no podría hacer esto.
Y me besó. A lo mejor era por la tomatina o producto de mi imaginación pero sus besos no sabían a café. A ketchup. Sus suaves labios de ketchup se correspondían con los míos mientras nuestras alas coloradas por la lluvia de vegetales nos daban algo de intimidad, ocultando nuestros rostros.
Akyfin-aliza el especial número 100 (que terminó en el 101 ¿Irónico, verdad?).
Epílogo 1
El tío George se rascó la calva en distintos sitios: la frente, detrás de las orejas y finalmente en la nuca. Ni una mota de pelo aparecía para contener su perplejidad. En su juventud creía recordar que alguna vez le habían hablado del tema ese de juntar los labios con otra persona para expresar amor pero como se había enterado de que esto último, el afecto entre personas, no servía para ganar dinero -más bien para lo contrario-, lo había borrado de sus mente.
-¡NIÑA! –nos gritó-. Sepárate de ese estafador de baja extracción social ya. Tú tienes que casarte con alguien de tu mismo poder adquisitivo…y eso si no hay más remedio…porque lo mejor sería que terminaras sola y con la herencia al completo.
Hachiro apretó los puños para refrenar la enorme potencia que le empujaba a patearle el trasero a mi tío. Se trataba de la gran escena de rechazo que temía volver a protagonizar desde que me conoció.
-Tranquila. Yo arreglo esto. Tío George –me dirigí a él-. ¿Que me case con alguien de mi mismo poder adquisitivo? ¿Existe acaso eso?
-Bueno…no…no creo.
-De hecho, el segundo hombre más rico sobre la faz de la Tierra tiene tan poco dinero al lado nuestro que su fortuna no añadiría nada a la nuestra. Hachiro desde el punto de vista estrictamente económico es tan buen partido como él. Y en los otros le supera con creces.
Los cinco Ibukis se reunieron en rondo. Hablaban sobre contratos prematrimoniales, herencias protegidas y demás recaudos. Aquel 17 de enero de 2013, en el mismísimo instante en que terminaran de hablar se cumpliría mi destino.
-Hija, -extendió el brazo el tío Jhon con un contrato en la mano-. Firma esto por favor.
Conocía perfectamente su contenido sin leerlo. Había soñado tanto tiempo con ese día que apenas me lo creía mientras mi mano se deslizaba por la hoja y la impregnaba de tinta con mi nombre.
-Perfecto, niña –lo examinaron cuidadosamente-. A partir de este momento, estás formalmente desheredada.
Detrás de ellos, en una sillita de ruedas que avanzaba lentamente, el último obstáculo para la libertad me miraba con desilusión. La abuela Yuko Ono.
-No puedo permitirte esto, querida. Tienes una responsabilidad familiar que asumir. Devolver a los Ibukis algo de humanidad.
-Lo siento, abuela –le repuse-. Ya he tomado mi decisión. Solo le pido que se olvide de mí durante 100 actuaciones. Nada más. Luego ya iré a visitarle
-No sé. Alguien tendría que cuidarte. Vigilar que ese muchacho no aproveche las circunstancias para cosas raras.
-Pues venga conmigo, abuela. Acompáñeme en esta aventura.
-¿Actuar yo? ¿Mientras me olvido de que existes? Imposible. Además, dentro de un par de meses cumples diecisiete y el doce de marzo del año que viene cumplirás dieciocho, serás formalmente mayor de edad y tendrás que volver a Japón a firmar estos papeles de nuevo. Necesitarás presentarte al menos con uno o dos meses de antelación para disipar cualquier suspicacia. Yo diría que a mediados de enero de 2014 tendrías que tomarte un vuelo para aquí. Te queda un año pues. ¿Cómo piensas realizar 100 actuaciones en 365 días?
-Dándolo todo de mí. Como siempre.
La abuela Yuko dejó salir un largo y sentido suspiro.
-De acuerdo está decidido.
Unos minutos después un enorme helicóptero traía el equipaje de la abuela y nos aprestábamos a partir.
-¿Y los tíos? –pregunté, extrañada-. ¿No se despedirán?
-Esos no vendrán. Ya no perteneces a la familia. ¿Recuerdas?
-¡Qué pena! Les extrañaré.
-Es el precio del amor. Para ellos aparecer en una obra de teatro solo para visitarte sería aceptar que te quieren, que respetan tu decisión y que te readmiten en la familia. Que te quedas con el chico guapo y con el dinero. Imposible que le veas antes de que se cumplan las cien funciones. Jamás se rebajarían a algo así.
-Tienes razón. Tampoco hay que ser ambiciosa. Bastante felicidad he ganado ya con Hachiro. No hay por qué aspirar al combo completo. En todo caso, tengo alguien que presentarte, abuela. Le dicen Anticlímax.
Akyfin-aliza el primer epílogo.
Segundo epílogo.
Nuestro barco, el que nos llevaría a nuestra primera parada en China, parecía el Arca de Noé. Subían parejas de dos en dos, titulares y suplentes. Dos Ryogas, dos Ukyos, etc. Luego nos tocó el turno al combo completo de villanos, Hachiro y yo. Y por último, las dos nuevas incorporaciones: Yuko y el profesor Anticlímax que harían todo tipo de papeles, una especie de comodín que se salía de la norma pero por el que Sandro Lensei cobró una cuantiosa paga extra.
Solo quedaban dos parejas truncas, la de Akane –mi "amiga Mamoru había embarcado sola"- y la de Gosunkugi –solo se veía al suplente-. Abajo, en el muelle, Musa lloraba desconsoladamente.
-¡Siento pena por ella! –le dije a Hachiro apoyada en la barandilla del barco.
-No lo sientas tanto, Ricitos de Oro –me repuso sin dejar de abrazarme-. Presiento que se está por cumplir un mandamiento de esos que pegó en el mástil la mujer del guionista.
Efectivamente, Haiku-kun le acompañaba también. Era difícil que le hiciera caso en esa situación tan triste pero era su única oportunidad. O le hablaba con el corazón en la mano yo lograba atraerle con su arte, o aquello sería la despedida.
-¿Te gustaría escuchar la poesía que compuse para ti?
Musa ni levantó la cabeza, sumida en su tristeza por perder a mi Hachiro.
-Vale. Ya todo me da igual. Lo mínimo que me merezco es este castigo.
La brisa soplaba con suavidad moviendo tenuemente la hierba. Un Sauce llorón alto y delgado como Haiku-kun les acompañaba con su sombra y unas golondrinas adornaban el cielo azul. Aquel paisaje solo merecía la más romántica y perfecta de las canciones, la que recitó el muchacho enamorado a continuación en honor a su musa.
-La cucaracha, la cucaracha,
ya no puede caminar,
porque no tiene, porque le falta,
las dos patitas de atrás.
-Ohhhh –exclamó Musa con los ojos vidriosos por la emoción-. ¡Es hermoso! Haber inspirado una creación así…yo…es tan reconfortante…creo que te he juzgado mal. ¿Te apetecería tomarte un helado conmigo en la cafetería del barco? Podrías recitarme más obras de arte de las tuyas.
-Será un placer.
Y así, ambos enamorados, los últimos que faltaban por subir, se incorporaron a la compañía teatral. Estaba todo listo para comenzar.
Akyfin-aliza el segundo epílogo.
La empatía femenino-masculina y la varicela.
¿Qué tienen que ver? Pues que mi ingeniosa madre inventó la relación empate-empatía un día en que el tema de la varicela estaba muy presente.
Antes que nada hay un detalle que explica la "grinchez" mía y de mi mamá que me olvidé de explicar en pasadas historias bonus: somos judíos, detalle de mínima importancia para mi madre puesto que también es comunista, casi anarquista y por tanto no cree en Dios. Minefine7 en cambio, es cristiana. La cuestión es que de pequeño sí que celebrábamos algunas festividades judías. Obviamente no el Ion Kippur en el que había que pasar ayuno todo el día. Pero sí otras como el Hanukka que se celebra por diciembre (la fiesta de los candelabros).
Cuando era pequeño mi mamá invitó a esta última festividad a mis abuelos y a mi tío por parte paterna, con quienes por cierto, se llevaba fatal. Se la pasó cocinando todo el día y sufriendo por el juicio al que se vería sometida (le gusta cocinar pero odia hacerlo porque es más trabajo del que puede realizar con su enfermedad a cuestas). Eso sumado a que yo en ese entonces tenía el estómago muy pequeño y cerrado. Casi no comía nada. Así que mi madre me decía cada dos por tres:
-Te voy a servir poco. ¿Vas a hacerme el favor de comértelo todo, verdad?
-Sí.
-¿Y si te preguntan -aunque sea una comida tradicional sosa-, vas a decir que te gustó?
-Sí.
-¿Y si te digo que "llueven ravioles" te vas a acordar de que esa es nuestra seña secreta para que cambies de tema?
-Pero mamá –protesté al fin-. ¿Cómo van a llover ravioles?
-¡Exactamente!
-Una contraseña debería ser más sutil –insistí rojo de vergüenza.
-Estoy de acuerdo pero…tú –me señaló- no entiendes la sutileza.
Tenía razón. En esa época yo era una versión de Gohan ampliada. Había que hacerme callar en algunos casos porque metía la pata hasta el fondo y no entendía las indirectas a menos que fueran totalmente ridículas como esa. El día de lo de "las chicas con poca ropa en el ordenador" me hubiese venido bien utilizar lo de "llueven ravioles" con Gohan. Era ridículo, me hacía pasar vergüenza pero…funcionaba. A continuación un ejemplo al azar.
-Mamá, la abuela no trajo ninguna escoba ¿vino caminando en vez de vol…?
-¡LLUEVEN RAVIOLES!
-No, mamá. No llueven. ¿Cómo van a llover ravioles? ¿A quién se le ocurre? ¿De qué estaba hablando? Ah, sí. Ayer me saqué un diez en matemáticas. ¿Lo quieres ver, abuela?
La cuestión y volviendo a la historia, es que cuando faltaba una hora para que llegaran a casa, escuché a mi mamá gritándole a mi papá.
-¡Que no venga!
-Sí, claro, claro –le respondía mi papá cabizbajo-. Es una pena pero...
-¿A quién se le ocurre enfermarse de varicela siendo un adulto? –seguía quejándose mi madre-. Solo a tu hermano. Me va a contagiar a los nenes.
-Estoy de acuerdo en que puede contagiarlos y es mejor que no venga -le defendía mi papá-. Pero obviamente no lo hizo a propósito como medio de hacerte trabajar en balde.
-Seguro que sí. ¿Qué tiene de malo el 23 de febrero? ¿O el 14 de mayo? ¿Por qué tiene que enfermarse hoy?
-La gente no elige cuándo ni de qué se enferma.
-¡Claro que sí!
Mi papá hizo una pausa y la miró a los ojos. Realmente mi mamá se creía lo que le estaba diciendo.
-Querida, te recuerdo que padeces de una rara enfermedad terminal. ¿También la elegiste?
-¿Estás comparando mi drama con una varicela? ¿Insinuando que me gusta estar enferma? –ante cada pregunta mi papá se ponía más pálido y se hacía más pequeñito- ¿Qué tu hermano no decidió enfermarse a propósito para no venir hoy a comer aquí? ¿Qué yo sí me enfermé a propósito?
-…Yo…lo llamaré ahora. Y le diré que lo dejemos para año nuevo.
¿Interesante teoría, no? Toda la gente se enferma a propósito menos ella. Desde que tengo uso de razón siempre ha negado todas mis enfermedades como "psicosomáticas", es decir, como una manifestación material de algún problema psicológico.
-Mamá, ¿te parece "psicosomático" este moco? Yo lo veo bastante verde y corpóreo.
-Estás triste por algo y por eso te bajaron las defensas. De aquí no te vas hasta que no me digas qué te preocupa.
-Me preocupa mi dolor de cabeza y no ser capaz de respirar bien por tener la nariz tapada.
-¿Alguien te dijo algo malo en el cole? ¿Se te rompió algún juguete?
-Que no. Solamente me contagié de Pedrito que se resfrió la semana pasada.
-En cama no te vas a quedar, que no estás realmente enfermo. Puedes ir al cole igual o quedarte conmigo en casa a averiguar qué te aqueja.
Estamos hablando por supuesto de la misma madre ultra-sobreprotectora que al día siguiente cuando ya estaba bien me obligó a faltar a clase porque llovía un poco. Y sí, el día anterior sí que fui a clase con una nariz chorreante y un dolor de cabeza espantoso.
Obviamente, desde su perspectiva, mi tío se había angustiado tanto por tener que acudir obligado a probar la "asquerosa" comida de mi mamá que había caído enfermo. Y había elegido una enfermedad altamente contagiosa para asegurarse de que no le obligaran a asistir igual. Lógico. ¡Por supuesto! Como el día que tuve paperas y se me hinchó toda la cara. También psicosomático.
Descrito así podrá parecer la peor madre del mundo pero...recuerdo perfectamente que un día me vino a buscar la abuela a la salida del cole. Extraño. Normalmente venía mi mamá. Además me llevaba solo a mí.
¿Y Raditz? –pregunté-. Mi hermanito ya tiene que estar por salir.
-No te preocupes –me contestó mi abuela sin animarse a explicarme lo que ocurría-. Ya se lo llevó tu mamá. Luego me regaló una caja entera de chocolates. Se trataba de una colección muy particular. Cada chocolate venía en un molde con un personaje distinto del circo. Y existía un álbum en dónde se podían pegar. Se trataba de un chocolate grande. Obviamente completar la colección de veinte figuras no estaba al alcance de cualquier niño porque no podías comerte más de uno al día de lo grandes que eran. En mi caso, como ya dije, un chocolate así podía durarme varios días. Por eso me extrañó aún más que mi abuela me haya traído la colección completa. Sonaba a hay que entretener al nene con lo que fuera.
Mientras guardábamos los chocolates en sitio seguro y nos dedicábamos a pegar los moldes, mi abuela me explicó por fin lo que ocurría. Raditz había metido la mano en la bisagra de una puerta metálica y un nene la había cerrado con fuerza sin verlo. ¿Resultado? Dedo entero cortado, pendiendo solamente de un fino pellejo de piel. Según el doctor de urgencias había que amputar rápido para evitar infecciones. En ese entonces era muy difícil reparar tejidos, etc, etc. Mi padre aceptó con resignación. Era lo que decía el médico. Pero mi madre no. Ella insistió, pataleó e insistió otra vez hasta que consiguió que le dejaran buscar una segunda opinión a pesar de la urgencia del asunto. No había mucho tiempo. Pero en esos minutos que le dieron se las ingenió para averiguar el nombre de una eminencia en cirugía infantil, su dirección de trabajo, y puesto que no estaba, el teléfono de su casa. "Imposible" le decían. Debe de estar muy ocupado. Es una eminencia. No éramos ni ricos ni importantes. ¿Qué posibilidades había de que viniera y de hacerlo, que llegara a tiempo? Mi mamá repetía: "hay más posibilidades que el 0% que me dais vosotros". Y efectivamente, las eminencias no llegar a ser tales, rigiéndose por la importancia del que pide sino por la urgencia del caso. Así pues, dos horas después mi hermano estaba operado y con el dedo en perfecto estado. Una semana después, le quitaron una tablilla que le habían puesto y ni cicatriz le quedó. Antes, cuando el doctor terminó de operarle, salió del quirófano y le dijo a mi mamá:
-Ya está. No debería tener problemas.
-¿De verdad?
-De verdad.
-En tal caso…si me disculpan…
Y allí mismo, delante de la eminencia, mi madre se cayó en redondo al suelo. Desmayada por la impresión. Según su propio relato posterior, llevaba ya más de dos horas en las que se sostenía en pie tan solo gracias a su "valor de madre". Mi hermano acariciando su cabeza con la manita entablillada. Y yo en casa sin saber mucho del tema, comiéndome los chocolates que le hubiesen venido muy bien para recuperarse de la bajada de tensión.
Volviendo a la historia de Hanukka, unos cuantos días después, el 31 de diciembre de ese año, mi tío se presentó a pasar la fiesta de fin de año (sí, celebrábamos la fiesta de fin de año a pesar de tratarse de un calendario diferente al judío). Llevaba en una mano un certificado médico de alta y en la otra, un par de juguetes para Raditz y para mí.
Mi madre se pasó toda la noche mirándole con recelo. Sobre todo, escrutando sus expresiones a la hora de tragar la comida y de felicitarla por lo rica que estaba. También vigilaba los supuestos granos en la cara y brazos. Si realmente habían desaparecido todos u ocultaba alguno.
Pasada la medianoche, ya entrados en el año siguiente, estrenamos los regalos. A mi me tocó un cuatro en línea con el que me la pasé jugando con el tío. Yo me divertía igual aunque me ganara porque de a poco iba cogiéndole el truco. De las primeras partidas en las que perdía en seguida a las últimas en las que casi llenábamos el tablero había gran diferencia de nivel. Cada tanto pasaba mi mamá y nos decía: "recordad que lo que hagáis el primer día del año se repite el resto de días del resto del año". Nosotros ni bola. Seguíamos a la nuestro. Luego, pasadas unas quince partidas empezó a decirle al tío: "Podrías tener un poco más de empatía con la situación del niño o con la mía". Y a la partida treinta ya estalló: "un poco más de empatía. Caramba. Si no quieres dejarte ganar, al menos, déjate empatar. Empatía, empatar. No es tan complicado. ¿O pretendes que el nene pierda a todo lo que juegue durante todo el año?".
Así fue como el tío y yo nos enteramos de que mi madre, la comunista, era también supersticiosa. De más está decir que esa partida que tenía totalmente perdida se convirtió mágicamente en un empate.
Y por supuesto, nunca tuve varicela. A propósito, según mi mamá, el chico al que le tocaba hacer de Belgrano en la historia bonus pasada, tenía miedo de actuar en público y por eso, inconscientemente, se autoflageló el pie. ¿Tiene sentido, no?
He de reconocer que gracias a esta educación casi nunca falto al trabajo por cosas tan simples como tener 40 grados de fiebre. Alumnos, agradecedle a mi madre. También reconozco que cuando me siento mal, me pongo a pensar en qué ha salido mal durante los días anteriores y procuro arreglarlo. Casi nunca me curo así pero me siento mejor. Algo es algo.
Fin de la historia bonus dedicada a Ai y su varicela.
Comentarios
Estimada Linahi (cap. 60). Lo has descripto muy bien. No hace falta comentar siempre pero tampoco hay que ser un lector fantasma. Por lo menos en este tipo de publicación la opinión del lector ayuda mucho a la hora de elegir temas y optar por uno u otros caminos. Cuando me agregaste en favoritos y leí tu perfil, me di cuenta de que quizás me dejarías un comentario ya que noto cierta afinidad en el modo de ver el mundo. En todo caso, Felices Fiestas para ti también.
Estimada Daia. Tenés razón. A veces no es tan simple la interpretación de lo que decimos. ¿O si? En temas como la comida, fútbol y demás necesidades vitales para nosotros: "Sí" es "Sí" y "No" es "No". En lo demás. "Si" es "me da igual" y "No", también.
Estimada Akyfin02. Lo de la "lágrima saotomida" aparece en Ranma, candidato a presidente , por supuesto. Aunque ahora sería "plimp saotomida". Hay cosas peores que un muñeco hablando sin baterias. Un Gohan en la piscina, sumergiéndose debajo del agua y volviendo a salir sin dejar de hablar ni un solo momento. Y luego preguntándome: "¿Qué opinas?". Pues opino que me perdí la mitad de tu razonamiento.
Akyfin-aliza mi respuesta a tu comentario.
Estimada Majomich. ¡Eres millonaria según Musa! Enhorabuena. Antes decías que nunca te agradó esa Ibuki. ¿Y? ¿Sigue sin agradarte? ¿O te hizo llorar un poquito? Dime que sí. Un poquito aunque sea.
Estimada Rosita. Caí como un chorlito. Por suerte lo leí yo primero porque Minefine7 es más ingenua que yo todavía y hubiese organizado una búsqueda y cacería por toda la blogósfera sin detenerse a leer el final del review.
Estimada RosemaryAlejandra (cap. 79). No, no te había olvidado. De hecho ya estabas incluída en la lista de vips que aparecerían en los capítulos de hoy. Muy bien por las notas. Saber que mis lectores son buenos alumnos me llena de orgullo. Es más; cada vez que uno de vosotros se saque una buena nota, es su deber moral dejarme un comentario.
Estimada RosemaryAlejandra (cap. 80). La curiosidad todo lo puede. En realidad tengo que contarte un secreto sobre estos one-shots pero cuando te pongas al día con los comentarios. Es un secreto muy importante. Y misterioso. De ninguna manera un truco para obligarte a ponerte al día.
Estimada Minefine7. 100 capítulos de censura. Felicitaciones mi amor. No estoy muy seguro pero creo que eres la única que ha leído y comentado absolutamente todo lo que escribí aquí. Como dice Ibuki, sin ti no llegaría ni a la esquina. Bueno, de hecho, podría estar en la misma esquina que tú y no darme cuenta. ¡Qué recuerdos!
Estimada Massy13. Volvemos al mismo tema de siempre. Tienes derecho a tener tu vida privada. Por supuesto que sí. Pero haces falta. Tienes un punto de vista único y necesario al comentar. Eres parte del especial 100 como habías profetizado.
Estimada Hiwatour. Hay que tener en cuenta que 8 meses para Ranma suelen ser como 8 años.
Si, por supuesto. Nos pasa seguido eso de admirar tanto la hermosura de una mujer que no la escuchamos. Claro que también nos pasa cuando las mujeres nos hablan y estamos mirando la tele o comiendo o durmiendo con los ojos abiertos o...dejémoslo allí.
Tienes razón con Mousse. Hoy por hoy, tiene más chances de volver antes Ibuki como villana que él. Ya veremos.
Sobre tu historia bonus...obviamente tenía todo el fic diseñando antes de conocerla. Ha sido todo casualidad. Aunque he sentido la tentación de integrar alguna que otra referencia a tu experiencia en el mundo de la actuación.
Estimada Linahi (cap. 80). Lees rápido. Decididamente me caes bien. Lástima que no llegaste al cien a tiempo.
Te espero en el 90 y claro, en el 100 y 101.
Estimada evanmychem (cap. 84). Otra ricachona entre mis lectores según Musa. Tienes suerte. Tú lees escuchando la Balada de Ranma y Akane y a mi me obligan a escribir oyendo el rap de Dragon Ball una y otra vez.
