¡Maldita seas, Rumiko, la mangaka! Final.

Si algo había aprendido Ranma durante el último año era que 99 de cada 101 veces, el chico escogía a la mujer equivocada. En aquella obviendad radicaba, sin duda, la belleza de la fecha especial en que todo salía bien como le había ocurrido a él. Pero ¿y en el resto de ocasiones? ¿Qué pasaba, pues, cuando la normalidad le ganaba la batalla a lo excepcional? Y sobre todo ¿cómo saber realmente en qué caso se encontraba cada uno? Al fin y al cabo, el hombre y la mujer enamorados piensan con el corazón y el corazón siempre se siente especial aunque luego, todo lo ocurrido se resuelva en un cúmulo de ilusiones trenzadas en el aire con el hilo de la ingenuidad. A Ranma por momentos le ganaban los pensamientos clichés. De sobra sabía que había elegido bien. De última, lo único reprochable de optar por Akane era la tardanza. ¿Por qué dudaba entonces? Por una razón bastante evidente. Porque titubear es humano. Y más aún cuando el Apocalipsis se aproxima. Viendo aquel tornado violáceo, hasta sus convicciones más firmes temblaban sobre su mismo andamiaje de ideas. Desde que se había descubierto siete días atrás que escondía a Phineas en su cuerpo, toda su existencia se había resumido en actuar o no actuar. Permanecer como Ranma ignorando el problema o convertirse en Phineas e ir a resolverlo. Finalmente, optó por el camino intermedio, el único que su orgullo le permitía escoger. Salir a solucionarlo pero como un héroe. Una acción tan osada y ridícula como propia de él. Ranma hasta la médula y hasta el fin de los tiempos. ¿Qué demonios podía hacer un artista marcial ante un feroz tornado? ¿No era mucho más sencillo dejar que Phineas inventara un aparato que calmara los vientos, los pisoteara o los enviara a otra dimensión?

Afuera, le esperaba sin embargo, un viento aún más aterrador que el mismísimo tornado. Una tormenta que llevaba unos cuarenta capítulos sin enfrentar. Akane, furiosa. Un huracán, un tifón –recordó-, un torbellino y un ciclón. Todo junto con apariencia de mujer.

-Akane, déjame pasar. Tengo que salvar el mundo. Cosa de hombres.

-No –le repuso, poniéndose en guardia-. Estamos en otro mundo. Con otras leyes. Aquí podrías morir a las primeras de cambio.

-Tonterías. Este mundo me parece aún más inofensivo que el nuestro.

Akane ni pestañeó. Una decisión fría y desapasionada le mantenía en su posición. Desde luego, no le dejaría pasar por las buenas.

-Este mundo está fuera de control –argumentó la peliazul-. Y por tanto, nada es seguro.

-Una razón más para intentar detenerlo. Antes de que empeore.

Ambos enamorados se miraron a los ojos por unos instantes. Aquello distaba tanto de lo que habían practicado durante la última semana y al mismo tiempo era tan parecido. Un duelo de egos enfrentados que se resolvía intercambiando precisos golpes.

-¿Sabes, al menos, que te enfrentas a un viento? –le dijo, sin poder contener la risa por recordar aquella aventura.

-¿Y tú, que le daría un tanque de oxígeno a una sirena si hiciera falta?

Luego, la batalla prometicida comenzó.


No muy lejos de allí Sandro Lensei discutía con su secretaria.

-¡No puedo creer que hayas dejado la docencia en artes dramáticas para ponerte a vender camisetas de Ranma y Akane! Si hace años que terminó la serie. ¡Y estamos muy lejos de Japón! Aquí simplemente no hay mercado.

Una turba gigantesca les rodeó a continuación.

-¡Son camisetas de los chicos que están peleando allí con esos saltos espectaculares! ¡Son tan guapos e inmaduros! Y además parece que se aman. Se nota un montón.

-¡Deme 10!

-¡A mí 20!

Sandro Lensei guardó todos y cada uno de los generosos fajos de billetes en caja y se dirigió a su secretaria.

-Quinientas ventas en un abrir y cerrar de ojos. ¿Irónico, verdad?

Finemine7 resopló. Por un lado estaban recaudado suficiente para pagar la universidad de sus hijos, Bohan y Gulmita. Por otro, odiaba perder todos los días de su existencia y a todas horas con el gran Lensei.

-Esa no es tu línea.

-Soy el autor –repuso Sandro-. Todas las líneas son mías.

-¿QUÉ?

-El autor…de las camisetas –se excusó, dejando caer una gota de sudor. Por poco le descubría. De haberlo hecho, seguramente le hubiese dicho algo así: ¿tienes idea de lo inmensamente egocéntrico que resulta para el lector, encontrarse con un autor que se incluye en la historia como personaje?

-A propósito –cambió de tema, sagazmente Sandro (de hecho, todo lo que hacía, lo efectuaba con sagacidad)-, ¿qué opinas sobre esto?

Ante Finemine7 aparecieron un montón de bolsitas transparentes que contenían pequeñas gotas de agua congeladas. Venían atadas primorosamente con un lacito azul y con un cartelito que ponía con una pésima letra: "Plimps, 50 dólares".

-¿¡ESTAFADOR!? ¿Quién en su sano juicio pagaría 50 dólares por un trozo de hielo que se va a derretir en unos instantes?

-Son plimps que vertió Ranma por amor y el amor es efímero.

-¡ES-TA-FA-DOR! Nadie, por suerte, podría interesarse por algo así.

Finemine7 no había terminado de levantar el dedo acusador que ya una nube de clientes aún más grande que la anterior rodeaba a la pareja.


A unas calles de allí, Kandsumi y Ukyela consolaban mutuamente sus penas hablando pestes de sus hombres en una heladería. En rigor no hacía mucho calor ese día. Y sin embargo, estaba repleta. Tanto el mostrador, de esos largos como los de los bares, hasta las mesas, más coquetas y adornadas, contenían una amplia fauna de oficinistas aburridos. El intenso murmullo de la clientela desestresándose de su ardua jornada laboral rodeaba a las chicas.

-Lo que más me dolió –decía Kandsumi sin hacer caso del agobiante contexto-, fue esa ausencia total de tacto a la hora de romperme el corazón.

Ukyela no le respondía. Más bien escuchaba asintiendo una a una a todas las definiciones de su compañera sobre la maldad de los hombres. Y entre una y otra frase, se tomaba su tiempo para contener con la lengua la menguante masa helada de limón que sostenía con sus manos. El cucurucho de Kandsumi no corría mucha mejor suerte. Fresa sobre chocolate iba tiñendo de marrón y rosa infinitas servilletas sin que su dueña atinara a saborearlo. Ambas despechadas se vengaban en el pobre e inocente postre haciéndole exactamente lo que la indiferencia masculina les había provocado. Dejar que su sabrosa y expectante esencia se malgastara sin apenas notarlo.

-¿Sabes lo que llegó a decirme para escudarse, el muy cobarde? Que ni él es Jeremy o Tofu. Ni yo soy Candace o Kasumi. Que somos personas diferentes.

-¿Qué más da? –repuso Ukyela-. Candace y Jeremy se gustaban. El Doctor y Kasumi también…

Kandsumi se levantó de un salto apuntando a su amiga.

-Eso, eso mismo le dije yo. Y sin embargo…-retorció unas servilletas con las manos-. Afirma que las fusiones nos han cambiado. Que a su yo Tofu le desconcentran los chillidos de mi parte Candance. Y que a su yo Jeremy no le gusta que mi cuello ya no sea de cisne.

-¡IDIOTAS! –gritó Ukyela sin especificar si se refería a Phineas y el Doctor Jeremy o a todos los hombres en general. El grito, bastante airado y melancólico murió ahogado por el barullo que les rodeaba. Por muy intensos que fueran sus sentimientos, nadie parecía notarlo. Una soledad englobada en una mesita y compartida por dos mujeres que se rendían al despecho.

Solo cuando el tornado de luces violáceas se llevó por delante parte de la fachada y todo el toldo extensible, solo cuando la muchedumbre de oficinistas se dispersó entre gemidos de miedo y dolor, Ukyela y Kandsumi recordaron que quizás sus problemas eran nímios ante el inminente Apocalipsis. ¿Tristezas de amor? ¡Tonterías! Bastaba con hacer el duelo un par de días y recomenzar con el proceso de búsqueda. Pero ¿el mundo? Hacer duelo por la civilización humana al completo y reiniciarlo todo se les antojaba como un poquito más complicado.

Huyeron espantadas. La primera pensando en que en el fondo nunca había tenido nada con Ranma y muy poquito con Phineas y la segunda, que ella valía más que Jeremy y Tofu y que de última, eran ellos los que se lo perdían. Tofus y Jeremys los hay a montones en el mundo real. Pero ¿mujeres como ella? Solo un puñado y la mayoría ya estaban ocupadas. Si el Doctor Jeremy se había sacado la lotería y despreciaba el billete ganador…pues mejor…Mejor saber que era un idiota temprano y corregir el rumbo.

Unas calles más atrás, Sandro Lensei inauguraba su nuevo puesto de camisetas.

-¿El Apocalipsis? –protestaba Finemine7- ¿De verdad te gastaste el dinero de la Universidad de los niños en esto? ¿No te das cuenta que si no tienes razón, no venderás nada y que si aciertas, ser rico no sirve de nada?

Casi a continuación dobló la esquina, como por arte de magia el mismísimo tornado que seguía arrasando con cuanto edificio se topaba. Finemine7 se cruzó de brazos mientras una turba aterrorizada se dejaba los ahorros de toda una vida a cambio de camisetas y luego seguía huyendo.

-Esto tiene truco. Pareciera que sabes exactamente lo que va a ocurrir.

-¿Yo? ¿Qué insinuas? ¿Qué soy el autor…de estas desgracias?

-No sé. Pero algo hay seguro. ¡ES-TA-FA-DOR!


Mientras tanto, también por la calle y también cerca del lugar, Doofenshclimax se paseaba con alegría admirando su obra destructiva. Las viviendas destrozadas, las familias aterradas pero sobre todo, el caos. Porque, aunque no parecía importarle a nadie, el tornado seguía tirando rayos al azar que provocaban todo tipo de fusiones pintorescas. Sobre una azotea, dos paraguas entrelazados que volaban imitando el aleteo de un ave. En la esquina, un semáforo que escupía fuego cuando se ponía en rojo y a su izquierda, un buzón que devoraba con sus mandíbulas de hierro todas las cartas colocadas anteriormente por un inocente peatón distraido. Y lo mejor, por supuesto, infinidad de personas que se fusionaban con personajes ficticios de libros y revistas. Un Goku que se transformaba en un gigante verde cuando elevaba el ki. Una pizza ninja que comía tortugas. Unos pitufos con el pelo verde que caminaban siempre en la misma dirección y sin detenerse. Un Quijote que dibujaba una "Z" en el aire y al que acompañaba el Sargento García. Y entre todos estos engendros, el caso más extraño. El de un hombre tímido que se había fusionado con el personaje principal (la hache) del libro más famoso del mundo, el diccionario.

-Jajajaja –rió Doofenshclímax cuando le vio abriendo la boca e intentado sin éxito emitir sonidos-. ¡El tartamudo por timidez no puede hablar! ¿Irónico, verdad?

Y sí. Tenía razón. Un crossoverinator fuera de control se convertía, por definición, en una fuente inagotable de ironías. Esta en especial, que justo entonces Yuka decidiera ir a buscarle para arreglar las cosas, no sería ni la primera ni la última de las que el aparato provocaba.

-Hachiro…yo…lo siento.

-…

-Entiendo que estés enojado. Dije muchas cosas tontas.

-…

Yuka intentó contener la respiración para evitar que las hormonas le volvieran a jugar una mala pasada. Poco a poco, sin embargo, el silencio de Hachiro le empezaba a molestar. Finalmente exhaló fuerte y dijo:

-Comprendo perfectamente lo que quieres decir, mi vida. En este mundo existen muchos silencios como hay también muchos amores perfectos. El problema es que ningún amor va a decirte que se trata de él. Tienes que descubrirlo y creer en su sinceridad. Porque quien te jura que es la persona perfecta para ti, por definición no es ni un silencio, ni una hache ni un amor verdadero. ¿Por eso callas, no? ¿Porque te dije que demostraras lo que sientes por mi con acciones? Aunque no lo entiendo muy bien. ¿Esta es tu acción? ¿Evitarme?

-…

-De acuerdo…supongo que me lo merezco…no tardes mucho en decidirte…falta un mes para que nazca…

-…

Yuka volvió a mirar a Hachiro. Sin duda le devolvía una expresión de amor. Si tan solo no hubiese perdido la compostura golpeándose en el pecho y estrujándose el cuello hasta quedar colorado, quizá le hubiese parecido menos patético. Así las cosas, realmente parecía ofendido.

-¡Dime al menos que lo RECONOCERÁS! –alzó la voz al pronunciar esta última palabra-. Dime que aunque a mi no me quieras más, el niño –se acarició la barriga- tendrá un PADRE. ¡NO! –tiró al suelo un bolígrafo y una hoja en la que Hachiro intentaba escribir algo-. Lo que tengas que contarme, dímelo a la cara.

-…

Ante el silencio, el horrible y continuo silencio, Yuka se despidió con un simple y enérgico: "¡Idiota!".

En rigor Hachiro podría haber hecho algo más para detenerla. Existen infinitas formas de comunicarse no verbales. Si no lo hizo. Si no quiso hacerlo, se debía a que en el fondo, le parecía mejor así. ¿De qué le serviría a esa familia un padre cobarde, indeciso y encima, mudo? De nada. Mejor romper antes de que naciera que cuando le viera la cara de recién nacido y ya no se sintiera con fuerzas de escapar.


En ese mismo momento, el momento de la ruptura entre Yuka y Hachiro, Ranma y Akane seguían batallando en la puerta del Dojo. Paridad absoluta. Fuerza y técnica del lado de Ranma. Pura tosudez que equilibraba la balanza del otro. Y un poco de malicia. Muy poquito, casi nada. Solo lo suficiente para lograr que bajara la guardia el chico más engreído de Nerima.

-¿No eres demasiado guapo para ser artista marcial?

Ranma se paró en seco y repuso.

-Sí, sí que lo soy.

Fue solo un instante. Menos de una décima. Pero el caso es que Ranma bajó la guardia. Ocasión más que suficiente para que Akane, sabiendo que eso iba a ocurrir, efectuara una certera toma que le precipitó por encima de sus hombros. Ya en el suelo, se sorprendió, boca abajo y totalmente inmovilizado por el peso de la peliazul.

Unas calles más atrás, donde siempre, Sandro Lensei vendía camisetas ilustradas con una Akane vencedora y un Ranma caído que ponían "Poder femenino".

-Esto ya es el colmo. ¿Cuándo has visto tú que Akane venza a Ranma peleando?

-Nunca. Peeeeero…

Pero una tumultuosa cantidad de personas que acababan de observar atónitas el desenlace de la pelea se llevaron, por un módico precio claro está, todas y cada una de las camisetas.

El tornado violáceo, por su parte, ajeno a todas estas rencillas que iba provocando, crecía de forma proporcional a los destrozosos que ocasionaba. Pronto, su tamaño era tal que amenazaba a todos por igual.

-Al monte, al monte –gritó alguien-. Hay que evacuar la ciudad.

Y así se hizo. No porque ese alguien tuviera necesariamente razón o dispusiera de alguna autoridad para dar órdenes. Simplemente porque la turbas aterrorizadas hacen caso a quien grita más fuerte. Solo entonces se notó que algo extraño ocurría. El monte estaba casi desierto. No más de doscientas personas entre fusiones positivas, fallidas a media y no fusionados habían sobrevivido al gran tornado. Los demás, las fusiones totalmente fallidas alimentaban el cuerpo huracanado del engendro climático. Nada más y mada menos que cerca del 98% de la población.

-Ya decía yo que estaba vendiendo menos camisetas de las esperables –se quejó Sandro Lensei.

-Sí, claro –agregó Finemine7-. Por supuesto. Eso se debe a la escasez de público solamente…

A un costado, sin que nadie lo notara, Doofenshclimax se ocultaba mientras monitoreaba los avances del tornado con su sensor de pantalla LCD. Sherlock L. Estefano Rey, el crepúsuculo de los Shinigamis. Esperando a Godoy Cruz, El fierro rebelde, el mecano naranja, Lo que el viento devolvió porque no le gustaba, el Principito de Saint Maquiavely. Maquiavelo y mendigo. Mendigo a palos de Moliere, El Quijote que perseguía Molieres de viento. El diario de Ana Frankestein. El marqués de MontañaMahoma, la Bueninche, el hombre que mató fantasías animadas de ayer y hoy, etc.

Akane y Ranma observaban el Apocalipsis cercano con las manos entrecruzadas.

-¿Puedo salvarte y salvarnos ya?

-Es un tornado de verdad, Ranma. Y este, un mundo diferente. Si no puedes ganarme a mi, es porque ya nadie te protege de tus defectos.

El muchacho se sentó sobre un cúmulo de hierbas que se agitaban de izquierda a derecha por la fuerza próxima del viento huracanado.

-¿De verdad crees que todas las veces que arriesgué la vida por ti, lo hice sabiéndome invulnerable? Hasta hace unos días ni siquiera intuía que vivía en una historia shonen.

-¡POR ESO MISMO! Eres tonto y sacrificado. El heroicismo romántico está bien en nuestro universo. Pero aquí…me dejarás viuda antes de casarnos. Lo de prometinovios lo he aceptado a regañadientes. ¡Pero no pienso ser una prometiviuda!

-Solo un diminuto, pequeño e inofensivo Hiryu Shoten Ha –hizo Ranma un gesto de insignificancia acercando los dedos pulgar e índice de la mano izquierda en forma de círculo-. Así podría contrarrestar la fuerza del tornado con el mío.

-Eso po…dría…funcionar. LÁSTIMA que no estemos en Nerima.

Unos montículos de tierra a la izquierda, escena similar se desarrollaba con idéntico final.

-Solo unas camisetitas ínfimas. Un dibujo del tornado violáceo y la leyenda: A la deriva en el Más Allá.

-Ni siquiera tiene sentido.

-Hay que pulirlo un poco pero la idea es que con el tornado llegás antes al Más Allá.

-¡He dicho que NO!

Siete montículos al norte, Stuart Chas hallaba, por fin, el escondite de su amigo, el científico loco.

-Doofenshclímax, para esta locura, por favor –le dijo con calma, seguro de que dialogando arribarían a un buen desenlace.

-¿Por qué?

-Porque –se ajustó las gafas el abogado- entre otras calamidades menores, te estás cargando a todos mis clientes.

Doofenshclímax se encogió de hombros.

-¿Y? Ya eres rico.

-Además, estás destruyendo el mundo justo el primer día que mis hermanos salen a verlo.

-Irónico, ¿verdad?

Pronunciada por enésima vez la muletilla, una lluvia de objetos comenzó a caer por los alrededores.

-A cubierto, a cubierto –volvió a gritar una voz anónima-. Esto puede durar horas.

Nuevamente, la recomendación anónima se convertía en orden, mandato, ley y precepto inquebrantable en el público. Así funciona el liderazgo en algunas ocasiones. Obediencia ciega al que parece saber más en los momentos de crisis.

Algunos marchaban rápido. Otros iban a su ritmo pero ayudados por familiares y amigos. Y luego estaba el caso de Yuka. Una mujer embarazada que no tenía a nadie más en el mundo que a su enorme barrigota y a Hachiro que brillaba por su ausencia. En rigor, Akane, amiga de la infancia podía haberle dado una mano. O Ranma, héroe que utilizaría cualquier excusa para no huir. Con tanto caos, sin embargo, Yuka quedó simplemente atrás sin que nadie se diera cuenta. Exactamente a las 17:03 del martes 12 de marzo de ese año, Yuka y sus diez kilos de más tropezaron con una raíz que se ocultaba entre las hojas secas. A las 17:05 el tornado descontrolado comenzó a arrojar todo tipo de verduras desde su vórtice. A las 17:12 Doofenshclimax miró en su pantallita y sonrió. "Tomates. ¡Qué apropiado!". El 12 de marzo a las 17:15 una densa tomatina cayó sobre Yuka. Desde esa altura, caían como rocas. Con que uno solo le pegara en la cara, seguramente y en el mejor de los casos, la desfiguraría. En el peor, simplemente no contaría el cuento. Generosa y valiente como toda madre, Yuka no pensó en eso al resguardar con manos, brazos y rodillas su vientre, dejando expuesto el resto del cuerpo. El primer tomate estuvo a punto de impactar en el ojo –mala puntería del tornado-. El segundo lo sintió rozando el pecho –demasiada suerte que solo retrasaba lo inevitable-. Luego, una violenta lluvia roja se precipitó sobre ella. Había fallado en incluir un pequeñísimo detalle en los cálculos previos de su sacrificio. Los tomatazos no solo golpearían en el cuerpo…y en el alma. También eran enormes. Del tamaño de una sandía. Entrecerró los ojos, espantada. En unos instantes sufriría un vigoroso y merecido dolor físico. Por estúpida. Ingenuamente recordó cómo empezó todo. Su nacimiento, el día en que conoció a Hachiro, la sombra de su amor separándose de ella. Los alaridos de Ranma y Akane de hace instantes, clamando por ella. ¡Qué tontería! No llegarían a tiempo. Nadie podía salvarla ya. Aunque los tomates tardaran un tiempo ridículamente largo en impactar, tarde o temprano lo harían y se acabaría todo. Pero no lo hacían. Por lo menos no sobre ella…abrió los ojos, sorprendida…ni una gota de zumo de tomate había escapado del poderoso escudo humano que conformaba el padre de su hijo de brazos extendidos y posición elegante. Si la verdura caía y golpeaba como piedras, su pecho se mantenía firme como el acero.

Doofenshclímax observó la escena entera que se extendió por unos largos minutos entre sorprendido y maravillado. Finalmente, cuando el caótico zigzaguear del tornado se alejó de aquel punto, exclamó:

-No se bien por qué, pero me apetece decir esto: ¿Irónico, verdad?

Unos segundos más tarde Ranma y Akane alcanzaron la posición de Yuka. Hachiro había caído sobre la hierba, boca arriba, exhausto y feliz. Había cumplido con su deber. Llevaba el cuerpo al completo repleto de hematomas y moratones. Nada de esto veía Yuka que confundía, horrorizada, los restos de tomate que le cubrían de pies a cabeza con sangre.

-Tranquila –le dijo el Doctor Jeremy que también acaba de alcanzarles-. Se pondrá bien.

El joven de la coleta y la peliazul se miraron durante unos instantes sin decir palabra. No hacía falta. La decisión estaba tomada.

-Ve.

-¿Segura?

-Sí, después de lo que hizo el marido de Yuka, si no te dejo algo de protagonismo, reventarás de la rabia literalmente hablando.

Y Ranma se dirigió hacia su más que segura y heroica muerte con una sonrisa en la boca. ¡Qué bien que le conocía Akane! Dejar que arriesgara la vida solo. Darle un beso apasionado de despedida. Aguardar paciente y sumisamente en un lugar seguro. Mojarle a traición con agua fría…¿¡MOJARLE A TRAICIÓN!?

-¡Phineas! –dijo la peliazul, cubo en mano, al terminar con su treta-. Por favor, resuelve este embrollo.

Y Phineas se puso manos a la obra. En menos de dos minutos había calculado todas y cada una de las posibilidades, dibujado tres o cuatro planos y concluído con su análisis.

-¡Imposible! Haría falta un aparato capaz de girar en la dirección contraria al tornado para desestabilizarlo. Pero el tornado crece de forma aleatoria. Imposible de calcular. Solo podría conseguirlo una persona con fuerza sobrehumana que cambie la dirección y velocidad de sus giros a cada instante según su azaroso crecimiento.

Justo antes de verter sobre Phineas el contenido de una tetera humeante, Akane amenazó a todos los testigos.

-¡Como alguien le cuente a ese egocentrín que su idea es la misma que la del mayor genio creativo de la historia, me lo cargo!

Instantes después, Ranma iniciaba su frenética carrera en espiral.

-¿Qué crees que ocurrirá, Doof? –preguntó Stuart Chas a su amigo.

-O muere en el intento o deshace casi todas las fusiones. En todo caso, algo quedará de todo lo absorbido. Probablemente los restos se fusionen entre sí.

Poco a poco mientras nuestro héroe corría tan rápido que parecía volar, la segunda opción se fue revelando como la correcta. Uno a uno, fueron apareciendo los amigos ausentes. Phineas, Ferb, Kodachi, Ukyo, Kuno, Isabela, Stacey, Shampoo, etc. Al mismo tiempo, una masa viscosa rosada se iba formando en el centro mismo del tornado. Al final todos exclamaron, sorpendidos:

-¡Pero…si es una niña!

Efectivamente, un bebé de cabellos rubios y cachetes rosados dormía en el sitio donde minutos atrás, se había desatado el evento climático apocalíptico. De sus manos se seguían desprendiendo rayos morados.

-Amigo –se puso de rodillas Stuart Chas ante Doofenshclímax-. Apaga el crossoverinator.

.-No. ¿No entiendes todavía la ironía del caso? El tornado ha cobrado vida. En cuanto despierte, crecerá igual de rápido que antes y lo destruirá todo.

Stuart Chas abandonó por primera vez en su vida su tono reservado y neutro y habló con el corazón en la mano.

-Por eso mismo. En cuanto los demás se den cuenta, van a verse obligados a matarla. No puedo permitirlo. Hasta los tornados tienen derechos. Y yo seré un abogado cruel. Pero ante todo, abogado. Debo salvarla de una injusticia.

-¿Pretendes que por propia voluntad, detenga mi plan maléfico?

-Si lo haces, yo, Stuart Chas, voy a hacerme cargo de una niña que nadie más querrá. Una hija a la que todos los demás temerán. ¿No te parece eso suficientemente irónico?

-Supongo…aunque si apago la máquina…se desharán las primeras de las fusiones…yo volveré a ser dos personas que no te conocen y ya no te recordaré. Ya no seremos amigos. Y eres el único que he tenido.

-Mírala. Ha nacido del crossoverinator. Siempre será también un poco hija tuya. Hazlo por ella.

-¿Tanto deseas un heredero? ¿No te importa que tus hermanos pierdan sus capacidades artísticas?

Stuart Chas, el abogado, rebatió el argumento con solemnidad.

-Conservarán los nombres. Con eso nos sobra.

-De acuerdo –bramó Doofenshclímax-. Pero si esa niña va a tener unos tíos adoptivos tan malos, se merece al menos una abuela mejor.

Instantes después el crossoverinator utilizaba los últimos restos de sus baterías para provocar un cambio en la personalidad de la gran matriarca y luego, simplemente dejaba de funcionar.

Cuando Stuart Chas cogió en brazos a la niña, supo que algo se derretía en su corazón y que ya nunca volvería a ser el mejor abogado de la historia. También comprendió que la felicidad, aquella esquiva diosa que parecía odiarle desde su nacimiento, a partir de entonces compartiría morada con ellos.

-¿Será feliz? –le preguntó Akane a su héroe.

-Tendrá que pelearlo. Como todos.

-¿Te parece? –se extrañó la peliazul-. Tiene las voces y las capacidades de todos los personajes imaginables. Debería tenerlo más fácil que nosotros.

-La felicidad nunca es sencilla. Y el destino caprichoso. A lo mejor esta niña de las mil voces se enamora de un chico sin voz. En todo caso, será una gran actriz.

Fin.


Epílogo.

Al día siguiente, todo volvía a la normalidad en el Área de los Tres Estados. Todo, salvo por un detalle. En el cuarto de Candace se desarrollaba una charla tensa.

-No era yo el que te rechazó –juraba Jeremy-. Se trataba de otra persona.

-Esa otra persona tenía parte de ti y aún así no fuiste capaz de evitarlo. Jamás podré perdonarte. Tenías que haber encontrado la forma de sobreponerte al imprevisto de la fusión. Aunque fuera casualmente. Esa es la cualidad que más admiro de ti y ayer brilló por su ausencia.

Jeremy se turbó un poco. Aquella forma de rechazarle, pese a todo, revelaba un gran amor y confianza hacia él.

-¿Qué puedo hacer para compensarte? –preguntó.

-Nada. Aunque lo intento con todas mis fuerzas, cuando te miro solo veo al que me rompió el corazón sin apenas pestañear.

Candace permanecía sentada sobre el colchón de su cama con los brazos caídos y su larga melena pelirroja cubriendo su famoso cuello de cisne.

-Has roto conmigo –completó Candace su razonamiento-. No creo que puedas hacer nada de magnitud similar para compensarlo.

Poco después, Jeremy bajaba las escaleras, apesadumbrado. Saludaba a la madre de Candace, pasaba por al lado de la mesa y antes de retirarse, probablemente, para siempre, señalaba los cascos que reposaban sobre esta.

-Señora Flynn, Phineas y Ferb se han olvidado los cascos de sus bicis en el comedor. Podrían hacerse daño.

La ex estrella adolescente del pop, abrió los ojos como platos.

-Caramba, Jeremy. Tienes razón. ¡Cuando vuelvan de hacer las compras, se la van a cargar!

A continuación, se oyeron los pasos presurosos de Candace, desplomándose literalmente por la escalera.

-¿He…he oído…bien? ¿Les…les has pillado?

-Bueno –se llevó Jeremy una mano a la cabeza-, no ha sido gran cosa. Solo se olvid…

-…pero –le interrumpió-. ¡LES HAS PILLADO!

-Sí, supongo. Ha sido sin querer.

-Sí, sí, sí. Sin querer LES HAS PILLADO –se llevó las manos al corazón-. ¡Mi héroe! ¿Sabes lo que veo ahora? –dijo Candace con los ojos vidriosos por la emoción-. Veo al hombre que ha pillado a mis hermanos por amor.

-Candace, fue solo un accidente. Nada más.

La pelirroja histérica meneó la cabeza.

-En el amor no hay accidentes. Te he pedido que compensaras lo anterior y has encontrado la forma de hacerlo en tiempo record.

Y ya no dijeron más. Sus labios volvieron a juntarse en una mezcla de perdón, arrepentimiento y promesa eterna de no volver a pelear. Poco después, probablemente debido a la escena romántica que acababan de protagonizar, Jeremy pronunció la frase más adecuada para ese momento, una frase que por romántica, bonita y conmovedora, pasaría a la historía de las confesiones de amor como la primera y más perfecta:

-¡Oh! Estás ahí, Perry.

Fin del epílogo.


Historia bonus

La poesía de los emoticones.

Hace poco, he descubierto algo que me ha abierto los ojos. El código para dibujar un corazón es un signo menor y un tres. Es decir que literalmente, según los emoticones, el amor equivale a "menos de tres". ¡Definición super romántica! El que inventó este emoticón es un poeta que merece estar en el podio junto a Quevedo y Lope de Vega. Incluso, un escaloncito por encima de Federico García Lorca. ¿Qué valor puede tener una obra como Poeta en Nueva York al lado de esta cuidadosa alquimia de signos y significados? ¿Ismaelillo de Martí? Pfffft. La creación de un aficionado comparado con esto. Por supuesto, existen los detractores de este poeta anónimo que osan insinuar algo de girar las cabezas y observar la forma de un corazón. A esos hipócritas celosos de su arte, solo decirles que la poesía con mayúsculas, a Baudelaire, Bécquer, Catulo, Haiku-kun y 3 se los lee de frente y con la cabeza erguida.

Lol, que no sé que significa pero seguro que es obra del mismo artista. Es más; si existieran fics sobre 3 yo me los leería todos.

Atentamente,

Musa.


Comentarios

Estimada Akyfin02. ¡Aquel padre es un visionario! Ponerle Gohan a su hijo es de gente inteligente.

Ese es el punto con Ukyela. Que la gente nunca sabe si es una Ukyo que se aferra a una causa perdida o una Isabela que la tiene ganada aunque todavía falta tiempo para conseguirlo. Buena suerte con ese nuevo propósito. Creo que te faltan unos cuantos del principio de esta colección. De hecho, la única que está al día y por obligación es minefine7. Y sí, es el más largo que me has escrito.

Estimada minefine7. Me ofenden tus insinuaciones sobre cómo será el futuro. El novio futurísimo de Bulmita y yo estamos condenados a llevarnos mal. Si es por ponerse en plan Troll, nada te impide comentar 920 veces Misterios en Nerima. También llegarías a 1000 reviews y no se lo quitarías a nadie.

Estimada Linahi. No, no, no. Ninguna de las 14 posiblidades son buenas. Alguna son menos horrendamente malas que otras. Pero todas son MALAS. ¿Cosas complicadas de ajedrez y biología? Tomo nota. Podría preguntar algo sobre el metabolismo de los caballos de ajedrez.

Estimada Daia (cap. 104). Disculpas aceptadas. Me sorprende que con tanto trabajo hayas tenido tiempo siquiera de leer. Yo también lo pensé. Lástima que no se puede invertir el orden. Rumiko es muy cuadradita en este sentido.

Estimada Daia (cap. 105). ¡Ja! Conozco todas las canciones que mencionas. Punto para el Grinch de la música.

NINGUNO DE ESOS SUBHUMANOS se merece que me rebaje a incluir una respuesta buena en el test. Igual si me responden la de Pikoro puede que me ablande...NO.