La fábula del caballo y la almendra. Primera parte.

No se trataba de la primera y temible cita. De hecho, no llegaba al status de cita pero nuestros protagonistas compartían por fin y, ojo al dato, un postre en una heladería céntrica de Nerima. Lo hacían a solas y sin mayores complicaciones que la de evitar que las gotas de la cremosa pasta helada mancharan, en un descuido, sus uniformes escolares.

Se encontraban cerca de una tarima de autoservicio, donde los clientes más golosos podían adornar los helados que acababan de comprar con el contenido de diferentes muestras gratuitas: virutas de chocolate, almendras, nueces, cacahuetes y demás frutos secos.

-Akane, escúchame, por favor –dijo de pronto Ranma-. Es muy importante que entiendas que nuestro futuro depende de que no te comas esa almendra.

La muchacha sonrió. Desde que habían cogido la costumbre de pasar por aquel establecimiento a la salida del instituto y antes de volver a casa, Ranma iba gradualmente mostrando más y más peculiaridades de su carácter. Rarezas que normalmente pasaban desapercibidas o morían aplastadas por la vorágine de rivales grotescos y familiares sin escrúpulos. Su capacidad de perderse en detalles mínimos o incluso darles la mayor de las importancias era una de estas particularidades que solían aflorar a esas horas.

Como dije antes, no se trataba de un primer encuentro –más bien era el decimocuarto- pero cumplía perfectamente con su cometido: conocerse mejor. De haber interrumpido la escena algún estorbo de los de siempre, probablemente los muchachos hubiesen negado todo con una mueca de disgusto y asegurado que se trataba de una simple ingesta compartida en un sitio público sin mayor trascendencia que la de llegar a casa con menos hambre de la normal. Estando a solas, el diálogo abordó pronto y a pesar de lo ridículo del tema, ribetes románticos.

-¿Qué le ocurre a este fruto seco para que nuestro destino dependa de él? –lo miró Akane con curiosidad en el rostro.

-Observa esas pequeñas hendiduras –señaló una parte en la que la almendra parecía estirarse por los costados y hundirse sobre sí misma en el centro de cada depresión-. Son como tus ojos.

¿Cómo mis ojos? –pensó Akane y se ruborizó al instante-. ¿Desde cuándo Ranma sabe cómo son mis ojos o es capaz de compararlos con objetos cotidianos? Y en todo caso ¿qué importancia capital podría tener para nuestro futuro que existiera una almendra parecida a mí?

-¿Y? –preguntó con mayor curiosidad, la peliazul-. ¿Para qué me la muestras?

El muchacho insistió señalando otra vez las depresiones en el fruto seco.

-¿No lo ves? Es una almendra con ojos akaniles y tú, una Akane con ojos almendrados. Podrían ser hermanas.

Akane volvió a sonreír. No llegó advertir, en su inmadurez adolescente, que la escena entraba dentro del terreno de lo romántico ni que ella era objeto de pensamientos muy intensos pero sí notó que Ranma nuevamente se relajaba junto a ella, regalándole una escena bonita y sencilla de esas que no eran frecuentes en él.

-Normalmente –continuó el muchacho con su monólogo dedicado a Akane-, todo lo que veo lo imagino parte de una aventura. El poste de la luz me parece un enemigo alto. El buzón, un ogro gordinflón acorazado. La calle, un camino de la serpiente eterno. Pero cuando observo esta almendra, desaparecen los ogros y los dragones y se me meten en la cabeza un montón de imágenes entre cursis y románticas. Poéticas sobre todo…y también cosas infantiles y fantásticas. Historias con tensión pero sin puñetazos. Caballos enamorados de pequeñas semillas. Nubes con forma de cielos y cielos con forma de nubes.

Las manos de los chicos se juntaron por primera vez de forma natural.

-Toma. Cuídala bien –le dijo Akane sin dejar de mantener el contacto de sus pulgares con los largos dedos de Ranma. En algún momento durante aquel leve roce, las líneas de la amistad y el amor se cruzaron irremediablemente. Al punto que de la boca del muchacho salieron palabras un tanto osadas teniendo en cuenta su forma de ser y comportarse frente a Akane.

-Me pregunto si sabrá que la quiero…digo…si lo sabrá la almendra.

-¿¡Qué?!

-Ya sabes. Soy su dueño –dijo mientras se la guardaba en el bolsillo- pero… ¿y si no sabe que la riego por amor? A lo mejor se va con otro jardinero con cara de cerdo o algo así. En el fondo es una almendra. No estoy muy seguro de que un humano pueda tocar su corazón.

Tan suave y directo el piropo como poco preciso. Igual de ambigua fue la respuesta de la peliazul. Últimamente jugaban a eso. A decir y no decir las cosas (que es mejor que gritarse a todas horas simulando desprecio).

-No te preocupes. ¿Has dicho que tiene ojos, no? –preguntó Akane entornando los suyos-. Pues entonces verá tu amor.

-Por eso mismo me preocupo. Sé por experiencia que a los ojos akaniles les cuesta descubrir el amor de un Ranma por muy evidente que sea este.

Silencio. Frase aventurada y demasiado directa para que pudiera ignorarse o responderse con palabras. Los labios de ambos muchachos se desprendieron al mismo tiempo y se aproximaron los unos a los otros. Los helados llevaban varios minutos en estado líquido endulzando las servilletas con su lento derramar y el resto de clientes ni les miraba. Allí arriba, en el balconcito terraza del local al que habían accedido mientras charlaban, disponían de toda la privacidad imaginable. Luces bajas, una imponente vista de Nerima y un atardecer de esos que tiñe por unos instantes las casas de un tono anaranjado.

No llegó a ser un beso. Pero tampoco fue un no-beso. Mejor dicho, hubo contacto, suave, delicado y lento pero no duró demasiado. Por lo menos, no todo lo que esperaban los protagonistas. Antes cedió el suelo bajo los pies de Akane y luego, hizo lo propio el terreno que sostenía a Ranma. Debido a la magia del momento ni habían oído ni habían querido escuchar los torpemente sigilosos pasos de Mousse o el estruendo de una de sus granadas al caer. En rigor el rival había apuntado hacia una sombrilla que tenía cierto "aire pomposo ramnesco" -desde su óptica- y a una silla que no podía tratarse de otra cosa que de Akane, puesto que dejaba que el delgadísimo muchacho se apoyara sobre ella sin parecer notarlo. Lamentablemente el objeto -redondo como toda granada- resbaló por sobre la tela abierta de la sombrilla e impactó en la columna que sostenía el balconcito. El resultado, pues, fue peor y más peligroso que si lo hubiese calculado un cazador con ojos de lince y un tanto de mala leche.

Akane tuvo tiempo de dar dos vueltas en el aire, maquillarse un poco, recuperar el equilibrio y luego perderlo adrede para el oportuno salvataje de su Romeo. Esta vez no tendría excusa para ir a recatar a Nabiki. Acababan de besarse o…medio-besarse. Y no había nada más de valor en los alrededores salvo ella. Quizá por eso. Por aquella certeza errada fue que la peliazul se sintió tan decepcionada cuando su trasero impactó en la tierra. No fue del todo violento aunque lo suficiente para no estar contenta. Menos aún cuando descubrió la naturaleza del retraso de su prometido.

-¿¡HAS SALVADO A LA ALMENDRA EN LUGAR DE A MÍ!? PERO…¿TÚ ESTÁS TONTO O QUÉ? LO DE NABIKI FUE HUMILLANTE PERO LO ENTIENDO. ¡ESTO YA ES DIRECTAMENTE RIDÍCULO!

-¡Pero qué manía tienes de caerte de todos lados! –respondió Ranma visiblemente ofuscado por haberse visto obligado a elegir entre sus dos amores-. A veces parece que lo haces a propósito.

Akane se levantó dispuesta a darle "a propósito" un buen puñetazo en la cara pero ya no pudo decir o hacer más. Mousse había aprovechado el momento de confusión para secuestrar a su objetivo. De haber estado callada, le hubiese costado algo localizarla entre los escombros. Gritando como lo hacía, no le fue difícil adivinar su ubicación exacta y escapar con ella a cuestas.

Unos veinte minutos después, el chino y la japonesa arribaban al escondite secreto del primero. En rigor, Akane tuvo al menos siete ocasiones para escapar en forma de descuidos del secuestrador primerizo. Y eso sin contar en la más que evidente opción de utilizar la fuerza. Pero no. Ese día se había obstinado en dejar que Ranma la salvase. En darle una segunda oportunidad. Normalmente no se trataba de la típica damisela sumisa y dependiente del héroe. ¡Claro que normalmente no se besaba tampoco con el "paladín de la justicia"! Después de tanto esperar, ella y él se merecían ese premio. Recrear una escena de "riesgo" para darse el largamente postergado beso de amor en un ambiente de aventura.

-Lo siento, Akane. No me imaginaba que llegaríamos a tanto –se disculpó el muchacho chicato cuando ingresó en las mazmorras-. Espera en la celda 3 hasta que Ranma y yo terminemos el duelo. No creo que tardemos mucho. ¿Te apetece un té? ¿Unas masas?

-¿O sea que me secuestras para…?

-Para pelear con Ranma, claro está.

Akane se encogió de hombros mientras Mousse cerraba la puerta metálica con llave.

-Pues ya lo tenías allí.

-Sí, sí. ¿A que es raro? No me esperaba conseguir acceder a este terreno tan favorable para mí sin que nos interrumpiera antes. Hoy se ve que anda distraído.

A lo mejor… –pensó Akane con una alegría y sonrió imaginando que su amado tropezaba con cuanta roca y rama se topase por culpa de estar soñando despierto con ella. ¿Qué otra razón podría haber para su retraso? Si le encantaba pelear. ¿Pagar los helados? No, la formalidad financiera no era precisamente su fuerte. ¿Plantar la almendra? Tampoco, podía hacerlo después. ¿Interrupción de alguno de los rivales habituales? Raro. Si por algo se caracterizaban sus aventuras era por la sincronizada aparición de villanos, de uno en uno y de fuerza creciente.

Pese a todo, aún tuvo que esperar unos quince minutos más a que su salvador llegase. Cada tanto, Akane se asomaba un poquito entre los barrotes y miraba al chino de las gafas con cara de preocupación. Este se limitaba a menear la cabeza y a seguir aguardando en silencio. Recién cuando transcurrió ese tenso cuarto de hora, La peliazul notó, por fin, que había alguien asomado a la ventana de su celda. Extraño. Normalmente Ranma optaba por entrar de frente y a los golpes. ¿Por qué demonios se encontraba allí? No se podía decir que aguardaba como un cobarde pero sí, como si no deseara enfrentarse con Mousse. Casi como si el tema entero le aburriera. En el fondo, no le culpaba. Mousse no le llegaba ni a los talones peleando. Por supuesto que ni siquiera se plantearía mantener una lucha verdadera. Probablemente, de hecho, debería esforzarse en disimular que le costaba vencerle.

-Psssst. Akane…Akane –susurró.

Ya sea por rebeldía, enojo o malestar al descubrir que las cosas no siempre se desarrollaban como ella quería, Akane simuló no escucharle. Con un poco de suerte, Mousse le encontraría pronto y obtendría su merecido rescate.

-Por favor, Akane.

-¿QUÉ QUIERES, RANMA? –grito su prometida. Nada, ni Ranma notó que estaba furiosa ni el cegato se separó de la puerta de las mazmorras, creyendo que le tomaban el pelo.

-Por favor, Akane, no tengo mucho tiempo. Surgió algo…¡IMPORTANTE!

¿Importante? –pensó Akane- ¿Qué puede haber más importante que rescatarla de un "temible enemigo"?

-Mira –continuó el muchacho explicándose-. En esta mochila que preparé el año pasado por si un día te secuestran y yo no estoy para salvarte hay varios kits de prevención para estos casos. A ver, a ver –revolvió dentro de ella-. Kuno, Herb, Saffron, Ryoga (nunca se sabe), Kodachi…ah, sí, aquí está. Kit para escapar de un secuestro de Mousse.

Akane se quedó ojiplática cuando vio caer una pequeña bolsita y luego oyó los pasos cada vez más presurosos y lejanos de su prometido. Dentro había unos cuantos artefactos y una carta.

Para Akane Tendo, información ALTAMENTE CONFIDENCIAL.

Si estás leyendo esta misiva, significa seguramente que ahora estoy muerto, amor mío. Solo por esa razón imagino que renunciaría a salvarte y aún de estarlo, no estoy tan seguro de ser capaz de separarme de ti. Por mi Akane, volvería de donde sea. Solo por esta misma razón -porque ya debo de ser un habitante más del más allá-, me animo a decirte por escrito –si es que todavía no tuve el valor de hacerlo oralmente- que te quiero y siempre te he querido. En todo caso, aquí tienes un juego de llaves completo de las celdas de Mousse y un libro de Encuentra a Wally para distraer a tu secuestrador. Tranquila, si se lo das, dispones de seis semanas de tiempo para escaparte.

Te amaré por siempre aunque ahora ya no esté contigo.

Ranma Saotome.

Akane buscó con desesperación dentro de la bolsita de lana. Ya le daba igual todo. Después de esa carta…después de que Ranma le entregara el kit sabiendo lo que ponía esa epístola que se encontraba dentro…ya no necesitaba que la rescataran. Solo salir de allí cuanto antes y reunirse con su amor. Solo que…, de pronto, descubrió que su prometido había cometido una lamentable error. Allí dentro solo había un espejo y una llave dorada que tenía grabada en su superficie la leyenda: "Familia Kuno".

Da igual…-prensó Akane otra vez sonriente con tonos casi áureos en el rostro-. Se ha vuelto a turbar en mi presencia y a equivocar las cosas. Cuando Mousse se aburra de esperarle me liberará y asunto zanjado.

Todavía tuvo que esperar la joven enamorada casi dos horas hasta que por fin, Mousse regresó con el rabo entre las piernas y una cara de tonto que mal podía disimular.

-L-lo…siento, Akane. Las cosas no han salido como esperaba…fue un lamentable error de cálculos… ¡Tendría que haber secuestrado a la almendra! Adelante, ya puedes irte –dijo todo esto con pena y casi sin levantar el rostro de la vergüenza que sentía.

-Estem…Mousse –llegó a quejarse Akane desde el otro extremo de las mazmorras-. Que estás abriendo la puerta de la celda 24 y yo estoy en la 3.

El muchacho se disculpó como pudo, introdujo la llave en la puerta de la quinta celda y antes de que la peliazul pudiera quejarse nuevamente, desapareció del lugar.


Al día siguiente, poco después de que saliera el sol, Akane regresó, por fin, a casa. Su cuerpo y uniforme escolar presentaban signos de haber pasado por una experiencia horrible. Arañazos y lastimaduras en los brazos. Tierra en los ojos, cabellera y uñas. Y más de un agujero en la falda y en la blusa a la altura de los codos.

-¿¡Qué te ha ocurrido, Akane?! –se asustó Kasumi al verla entrar en ese estado.

Akane resopló.

-¡NADA! ¡ESTÚPIDO MOUSSE Y ESTÚPIDO RANMA! ¡SOLO QUE ME VI OBLIGADA A CAVAR TODA LA NOCHE CON LAS MANOS DESNUDAS!

Kasumi le pasó por la cara un trapo de cocina y frotó en forma circular y sentido antihorario por unos segundos.

-Listo, reluciente como un lavaplatos. Ahora, ve a bañarte y prepárate. Te toca conocer a un idiota y tendrás que tenerle paciencia. Al parecer, Ranma le idolatra.

¿He oído bien? –pensó Akane- ¿Le ha llamado "idiota"? ¿Existe alguien en este mundo tan decididamente imbécil como para obligar a mi hermana a decir una palabrota? Tiene que tratarse de algo nunca antes visto. Si según Kasumi. Tatewaki es "un chico peculiar" y Kodachi "una gimnasta excéntrica", ¿qué tipo de comportamiento podría tener alguien para merecer aquel apelativo en boca de ella?

La respuesta llegó en el comedor. Allí le esperaban dos muchachos similares. El primero, el atlético, noble y coletudo de su prometido. El segundo, otro Ranma solo que mayor. De unos veinte años. Más alto y musculoso. Con una coleta idéntica pero que le llegaba hasta la quinta vértebra y una expresión facial totalmente opuesta a la de su ojiazul. Creído hasta la médula como Ranma pero de forma adulta y socarrona y con una sonrisita engreída insoportable. Nada que ver con el inocente egocentrismo inseguro de su amado.

-¿Podrías haberte dado cuenta ayer de que no volvía? –le reprochó Akane, ignorando al invitado.

-Lo hice. Pero tenía algo más importante que hacer –respondió Ranma-. Ir a buscarle a la estación. Te presento a mi primo, Amnar.

¡Sí, claro! –dialogó consigo misma y en silencio Akane- Ranma tiene un primo y Rumiko que es tan poco proclive a omitir detalles importantes se olvidó de mencionarlo durante 38 tomos. ¡POR SUPUESTO!

A continuación, la primera impresión de rechazo de la peliazul se exteriorizó señalando un hecho evidente.

-¿Has notado que se llama como tú, pero al revés?

-No, no –aclaró Amnar-. Yo soy el modelo a seguir y él quien tiene mi mismo nombre a la inversa. Yo soy la versión perfecta y Ranma, la casi perfecta…bueno, dejémonos de eufemismos. Ranma es mi versión imperfecta. Menos fuerte, menos guapo y menos inteligente.

Ja –pensó Akane-. Pues esta versión imperfecta es supercompetitiva y orgullosa. Totalmente incapaz de aceptar un insulto en la cara. Ahora mismo voy a disfrutar de como te rompe la cara.

Efectivamente, Ranma se volteó hacia ella con cara de furia. Desbordaba agresividad por todos sus poros. Normal –volvió a pensar Akane-. Ese cretino te ha insultado como nadie ha osado antes.

-¡Tiene razón, Akane! Por dios, que llegas a ser maleducada y borde. Por favor, no le faltes el respeto a mi primo que acabas de conocer, comparándolo conmigo. Si lo vuelves a hacer no te lo perdonaré. Mírale. Ese es el hombre en el que aspiro convertirme algún día. Al lado de él, yo todavía soy un crío.

-¡MESERA! –gritó de golpe Amnar mientras Akane se quedaba de piedra digiriendo la ridícula realidad de que la furia de Ranma estuviese dirigida hacia ella-. ¡MESERA! ¡TENGO HAMBRE! –volvió a gritar el primo de Ranma.

De la puerta de la cocina asomó Kasumi con una expresión tan akanil que por primera vez en años parecían verdaderas hermanas. Furia en estado puro.

-Ya no queda comida. Te lo has zampado todo.

De inmediato Ranma se puso pálido.

Ahora sí que sí. Vamos, Ranma. Dale su merecido. Una cosa es meterse contigo –a saber qué favor le debes de cuando eras pequeño- y otra con tu familia. Llamar "mesera" a Kasumi sobrepasa todo lo tolerable.

De pronto, Akane observó más detenidamente la palidez de Ranma. ¿Era la de combate o una nunca antes vista? ¿Podría ser que Ranma…? No, imposible…y sin embargo, ¿no era ese blanco fantasmal de su rostro el del miedo en su máxima expresión? ¿Podría ser que temiera quedar mal delante de él?

Aquellas dudas akaniles se resolvieron de forma más que amarga cuando su prometido rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar su tesoro y se lo entregó.

-No es mucho pero debe de ser comestible.

-¿Una almendra? –se alegró Amnar- ¡Me encantan las almendras! ¡Tú si que sabes primo!

Y aquello ya fue el colmo. Akane simplemente se hartó de observar en silencio y se llevó a Ranma a un rincón.

-Oye, ¿no era esa tu almendra del corazón, la que es más frágil que yo y merece ser salvada de una caída?

Ranma repuso imitando torpemente la risa socarrona de Amnar. Simplemente aquella expresión no encajaba bien en su rostro.

-Madura, Akane, por favor. Era un simple objeto inerte. Un alimento. Yo ya soy casi un hombre. Jamás jugaría como un crío a buscarle forma a las nubes. Y menos a una almendra.

Akane vio horrorizada como Amnar masticaba y destrozaba el alma infantil de Ranma hasta tragarse la semilla entera. Mientras lo hacía, no pudo evitar pensar en que el tonto de su prometido la entregaría a ella misma en bandeja de plata a su primo para que se la comiera si tan solo este tuviera el mal gusto de pedírselo.

Desde entonces, Akane procuró alejarse del primo. Se moría de ganar de enfrentarlo ella misma. Su nivel de madurez desde luego no daba para aguantar mucho más a la versión "perfecta" de un Ranma insoportable. Por otra parte…le daba vergüenza. ¿Qué pensaría Ranma de ella si lo golpeaba? Ahora que eran novios…-¿lo eran? No estaba muy claro-. Además, él idolatraba a ese idiota. Podía ponerse de su lado o peor aún, ponerse celoso. Al fin y al cabo, lo de pegarle a un hombre era su forma "especial" de demostrar interés.

Y así, entre una y otra duda, Akane se sorprendió espiando una conversación privada de los primos.

-Bueno, hermanito, ¡por fin has madurado! Me he enterado de tu situación. Así, pues, dime. ¿A cuál de tus prometidas te beneficias todos los días? ¿Y a cuáles tienes de suplentes?

-Y-yo…

-Vamos. Es el sueño de todo hombre. La excusa perfecta para tener un harem. Dímelo ya, que estoy por estallar de la curiosidad. ¿A cuál le muestras tus técnicas de artista marcial en la cama?

-A ninguna.

Amnar exhaló un sentido suspiro de desengaño.

-Entiendo. No es fácil con las otras vigilando. Pero para eso tienes a tu primo cool aquí. Para darte una mano. Dime entonces ¿cuál te gusta más? ¿Con cuál empezamos?

-A…Akane. Solo me gusta Akane.

-Jajajajaja. No, no, en serio. Déjate de bromas. Esa es horrenda. ¿Cuál te gusta? ¿Shampoo o Ukyo? ¿La zorra mala o la cocinera?

-Akane es perfecta una vez que la conoces bien. Y Shampoo…no es mala. Sé que en el fondo tiene una parte buena. Y desde luego no es una zorra…se comporta así porque es una Amazona. No está acostumbrada a lidiar con hombres en sociedad.

-¡Bien, hermanito! ¡Bien! Por fin dejas de pensar con el estómago y empiezas a pensar con el instrumento. Pues ya que tanto defiendes a la china tetuda, iremos a por ella primero.

Fin de la primera parte.


Historia bonus.

Un cuento de Ranma sobre almendras y caballos.

Sé que esto no disculpa ninguna de las actitudes de Ranma en el capítulo anterior pero, pese a todo, lo que viene es un cuento que escribió este último para regalarle a su Akane durante la decimoquinta cita. Gracias a su gran sutileza al nombrar los personajes, la peliazul nunca adivinó quiénes eran los protagonistas y si lo hizo, solo lo confesó con su enorme sonrisa de enamorada y de ninguna manera con palabras. A continuación, el cuento.


Muy lejos del dojo Tendo, en un establo de una granja que limitaba con una carretera polvorienta a las afueras de Nerima, un caballo de ojos azules y crin tan larga que sus dueños debieron ajustarla con una coleta, se encontraba en su plato de la comida, entre muchas semillas, con una almendra de ojos akaniles. La olisqueó durante unos instantes con curiosidad, pensando con su alma de potro salvaje, que aquel amor era imposible. Sobre todo teniendo en cuenta que estaba viejo y que mañana le sacrificarían. Las palabras textuales de su amo fueron: "está tan acabado que casi ni puede caminar. ¿Qué sentido tiene mantenerle ya? ¿Qué cosa de provecho podría efectuar un animal tan anciano?".

Cuando al día siguiente el amo le encontró muerto a más de 100 kilómetros de su granja, se rascó la cabeza. ¿Sería posible que hubiese entendido lo que estaba por ocurrirle? Y en todo caso, y si realmente había huido…¿cómo logró avanzar tanto? Lo que el granjero no logró ver entonces, era que bajo el cuerpo del equino, la tierra había sido removida con amor y dedicación por unas pezuñas ancianas. Tampoco fue capaz de ver que, bajo aquel cúmulo de tierra húmeda, descansaba una almendra que estaba destinada a florecer. Dicen los que saben que desde entonces, todos los árboles que nacen allí son almendros con frutos de ojos akaniles y que, según la leyenda, todos los caballos de Nerima, cuando sospechan que ya les queda poco de vida, acuden a aquel paraíso en vida a pasar sus últimos días equinos. Lo que no saben ni siquiera los que saben, es que las almendras tienen la propiedad mágica de prolongar la vida de los caballos y que estos, a pesar de conocer aquel detalle, prefieren pasar sus últimos días admirando su belleza, a ganar un poco más de tiempo en este mundo sacrificándolas.

Un día, muchísimo tiempo después, un viejo artista marcial de siglas R. S. atinó a pasar por allí. Aunque en rigor, ni había entonces almendras bellas por los suelos ni caballos agonizantes a su lado, supo intuir con su alma de niño -que es similar a la de los poetas-, la tristeza de lo que ocurría allí y exhaló un larguísimo suspiro.

-¡Qué suerte que tienen los caballos de morir sabiendo que sus almendras seguirán alegrando el mundo con su belleza tras su muerte! Luego quiso seguir hacia el hospital donde agonizaba su querida A. T. sin notar que su sitio estaba allí, junto a los caballos solitarios y sus almendros. Recién fue consciente del detalle, unos pasos más allá, cuando las rodillas le flaquearon y cayó de bruces sobre la tierra.

-¡Mejor así! –pensó en voz alta-. Mejor morir antes a tener que despedirme de ella.

Un rato después, cuando el humano necio ya había perdido el conocimiento entre las florecillas de almendro, acertó a pasar por allí otro equino, uno puro al 100%. Como todos los caballos, olió con su olfato nostálgico y sensible la gravedad de la historia y solo por variar, porque pese a todo, antes que románticos y resignados, los caballos son tercos, decidió variar su destino y el del humano. Durante los siguientes treinta minutos luchó contra la ley de gravedad que empujaba el cuerpo hacia abajo y contra la ley del tiempo que le marcaba como tarea imposible conseguir colocar con sus escasas fuerzas a aquel humano anciano sobre su lomo. Lo que vino a continuación fue incluso más difícil de conseguir que el milagro anterior. R. S. simplemente pesaba demasiado. Pese a todo, pese a la lejanía del hospital y a que nadie le había dicho en qué dirección estaba, su instinto y valentía obraron el milagro. Cuando las enfermeras vieron al caballo subiendo las escaleras, pensaron en una simple alucinación producida por la larga jornada sin descanso. Solo la jefa de enfermería, una mujer de armas tomar y poco creyente en los milagros, osó comprobar la corporiedad de la aparición.

En ese mismo momento, cuando el caballo intentó echarse a trotar para escapar y entregar su encomienda -pero cayó exhausto a pocos metros de la habitación de A. T.-, R. S. recuperó el conocimiento. Nuevamente, por extraño y ridículo que pareciera, el anciano no necesitó que nadie le explicara la situación para entenderla de inmediato. Empatía equina que es aún más profunda que la femenina. El caballo le había salvado y consumido sus últimas energías solo para que pudiera despedirse de su amada. Nobleza que solo habita en los cuadrúpedos y algunos humanos. Uno de ellos, R. S.

-Ven amigo mío –le cogió en brazos y le arrastró haciendo uso de aquella fenomenal fuerza juvenil de la que por arte de magia todavía conservaba un poco-. Aún no te ha llegado la hora. Vas a contemplar las dos almendras más bellas de la historia.

-Déjame adivinar –dijo la peliblanca cuando le vio entrando en su habitación cargando un caballo tras sus espaldas-. Te has entretenido jugando con un equino en lugar de venir a cuidarme.

-Bueno…ya sabes…yo…-tartamudeó R. S. como siempre lo hacía ante el amor de su vida-. Te queda una semana. Me daba miedo verte.

-¿Por qué? ¡Tonto! Si luego estaré mucho mejor.

-Bueno, eres valiente y tal pero entiéndelo. A mi me cuesta aceptarlo. Una semana de vida…

-¿¡Qué?! ¿De qué hablas, sordo? ¡Una semana para que me den el ALTA! ¡Si serás cabeza hueca! Que solo me disloqué la cadera por jugar a que todavía soy joven y puedo dar patadas como antes.

Mientras la verdadera naturaleza de la internación de la mujer de su vida comenzaba a procesarse en el lentísimo sistema de engranajes y poleas del cerebro de R. S., la peliblanca observó a animal agonizante.

-Hola –le sonrió-. Yo me llamo A. T. ¿Y tú?

Obviamente el caballo no respondió. Tampoco hacía falta. Su remedio, la mirada directa y almendrada de la anciana, ya iba surtiendo su efecto. Para cuando ingresaron los médicos con lazos y sogas entre las manos, el animal relinchaba como un potrillo joven e inexperto.

Fin del cuento que regaló Ranma a Akane durante la decimoquinta cita.


Comentarios

Dear Kikko. Not at all. It is just the opposite situation. It is Ranma who suggest the possibility to break off his other compromises as a way to punish her. Why did he think that this could work as a punishment to Akane? Because he stupidly thought that Akane uses Ukyo and Shampoo as an excuse to reject him. That's why Akane got angry. Because she indeed, did want to marry him. I know, I know. This scene is absurd and confusing but Ranma usually is a little absurd.

Dear Kikko. Yes, Google translator is a great tool but it can think as a human. Maybe in the near future it would do better translations.

Estimada Akyfin02. No sé muy bien a qué te refieres. En todos los comentarios he puesto siempre el mismo pseudónimo. Seguramente estarás haciendo mención a respuestas en capítulos anteriores.

Entendido. Te gustan los fics cortos. Procuraré no encajetarte nada muuuuuy largo entonces. Eso sería descortés de mi parte.

No, no terminé cansadísimo contestando tus comentarios. Más me costó responderle a Kikko porque mi inglés no es muy bueno.

Estimada Astron. Bienvenida. Supongo que todavía estarás por alcanzar la cresta de la ola. Te espero. A mi me cuesta barbaridad escribir en el móvil. Es vergonzoso. Por un lado el cerebro dice: "corrige", por otro, los dedos dicen : "no pienso volver a escribir todo otra vez" y ganan los dedos.

Estimada Linahi. Lo he notado. Hay muchos fics enfocados exclusivamente en los celos de Ranma. Y es curioso. A las mujeres les divierte la posibilidad de que un personaje masculino sienta celos y a los hombres en cambio nos hace sufrir que una mujer los sienta, aunque sea ficticia.

Ups…tengo la tendencia a olvidarme de que a Ranma le queda el recurso de transformarse en chica. Sí, supongo que si se mojara le desaparecería el dolor.

Estimada minefine7. ¡Lo sabía! En la escala uno a diez de Anticlímax me llevas dos o tres puntos de ventaja. Espero ansiosamente tu próximo comentario. Te amo, Leandro.