La fábula del caballo y la almendra. Tercera parte.
HECHO irrefutable número 16. Según la sabiduría popular, cuando una mujer dice que no, en algunas ocasiones puede significar "sí". Sin embargo, si esta misma mujer, deniega con los ojos, se trata de una rotunda y enfática negación. Si además, estos ojos son almendrados, pues no le queda más remedio al caballo de turno, Ranma Saotome en este caso, que aceptar su derrota.
-Me ha costado dieciséis años, Ranma, pero por fin he aprendido que la mejor forma de resolver los problemas es diciendo la verdad. Si optas por mentir, no te pondré en evidencia pero tampoco te ayudaré. Búscate a otra.
Y así, con aquella suave negativa se marchó Ranma envuelto en un torbellino de emociones contenidas, apenas, por la presa verbal que cerraba paso a sus palabras y que no le mantenía estático porque, como se dijo antes, ya había comenzado a retirarse.
HECHO irrefutable número 17. Nada de toda esta historia hubiese pasado si Genma y Soun hubiesen estado presentes en alguna de las escenas pasadas. Al menos, algunos de los acontecimientos se hubiesen desarrollado de otra manera. "¿Dónde estaban, pues?" se estará preguntando el lector inteligente desde hace al menos un capítulo y medio…Con la tía Amneg, por supuesto. Una señora de su alcurnia e importancia no podía ni debía viajar sin criados y puesto que el Dojo era demasiado pequeño para contenerlos apropiadamente, ambos amigos habían viajado hasta Osaka para hacer ellos mismos de sirvientes durante el trayecto. De hecho, cuando Genma recibió meses atrás la misiva por telégrafo (la gente de gusto refinado rehuye de la tecnología), su primera reacción fue la de huir espantado. Y así lo hizo. Ya sabéis; Genma siempre hacía caso a lo primero que le decía su cerebro. Durante tres días y tres noches se mantuvo en paradero desconocido sin que nadie de la familia, acostumbrada de sobra a sus excentricidades, se preocupara. Al atardecer del cuarto, llegó hasta los oídos de Soun una extraña historia sobre una estatua nueva de un oso panda en el parque adyacente al Instituto Furinkan. Aún, se tardó dos días desde entonces en ir a buscarle pues su sentimiento de lealtad se vio obstruido por su sexto sentido que le indicaba que no saldría muy bien parado del problema que se avecinaba.
-¿Piensas quedarte así por siempre? –le dijo en cuanto le vio sobre una fuente con los brazos alzados y una pierna apuntando hacia el cielo. Un diminuto cartel le dio todas las respuestas a continuación: "mi plan es muy sencillo. Me quedaré aquí plantado hasta que llegue Amneg, se aburra de esperarme y se vaya".
Soun sonrió.
-Vamos. No ha de ser tan terrible. ¿No sería mejor agasajarla como siempre con un ramo de rosas o bombones?
El oso panda meneó la cabeza. Y la siguió meneando cuando su amigo le roció con agua caliente. Y todavía la meneaba cuando se sentaron ambos en un banco cercano.
-La verdad es que no viene a verme a mí. Es a Amnar. El muchacho está ahora en China. Se ha vuelto extremadamente fuerte pero le cuesta sentar cabeza. Tengo que hacerle venir a tiempo y comprometerle con alguien o…
De pronto los ojos de Genma brillaron por un instante.
-Ahora que lo pienso, tú podrías ayudarme, mi querido padre sin herederos varones.
-No, no, no –estiró Soun ambas manos y las movió repetidamente de izquierda a derecha-. ¿Realmente pretendes que comprometa a Nabiki o Kasumi con Amnar? No lo sé. La última vez que hicimos algo así, no salió muy bien que digamos.
Genma se arrodilló.
-Por favor. Eres mi última esperanza.
- Sé que Amnar es un buen partido pero, por lo que tengo entendido, tanto Nabiki como Kasumi ya tienen sus propios planes a futuro. Además, ¿por qué te preocupas tanto? Tú eres el tío nada más. Que se arreglen entre ellos dos.
Genma exhaló un suspiro.
-No, lo entiendes. En realidad, cuando me llevé a Ranma a entrenar, también lo hice con Amnar. Prometí convertir a ambos en hombres entre los hombres, encontrarles prometida y asegurarles el futuro. Solo que uno era buen estudiante y el otro no. Amnar superó sus miedos sin problemas y despachó a todos los gatos de un puñetazo. También estuvo en Jusenkyo con nosotros pero sin caer en ninguna fosa y se "merendó" a media tribu de Amazonas hasta que consiguió que le perdonaran la falta. La única que se salvó entonces fue Shampoo que estaba peleando con Ranma en otro sitio. Además…
-¿Además? ¿Es que encima hay una además en esta historia?
-Sí, además ambos eran idénticos de pequeños no solo de cara como ahora, también de cuerpo. Por eso comprometí a Ranma con Ukyo y con Akane. Pensaba que el que firmó lo de Ukyo era su primo.
-Increíble. No reconoces ni a tu propio hijo…aún así. Es problema de ellos. Yo no tengo nada que ver.
Genma besó el suelo con los morros y le imploró.
-Por favor, amigo. No sabes de lo que es capaz esa mujer.
-Tu hermana.
-Sí, mi hermana. Esa mujer no es tan comprensiva como Nodoka.
-Si Nodoka no es para nada comprensiva.
-Exactamente.
Soun suspiró.
-No entiendo por qué te has metido en este lío.
-Porque cobré un pastón por adelantado en concepto de gastos de mantenimiento, viaje y utensilios de combate. Si en tu mano estuviera despojar de buena parte de su dinero a la hermana gemela que odias, ¿te negarías?
Ese mismo día partieron los dos patriarcas hacia Osaka a buscar a la tía Amneg. En rigor faltaba mucho todavía para el día seleccionado. No obstante, el tiempo apremiaba ya que ambos amigos debían realizar le viaje de regreso a pie y llevando a cuestas a la hermana de Genma y su profuso equipaje.
-Querido amigo –se quejaba cada tres o cuatro pasos Soun-, dime otra vez por qué no volvemos en tren.
-Porque la gente refinada reniega de la tecnología.
-¿Y en carreta?
-Tecnología antigua pero tecnología al fin.
-¿Caballo?
-Herraduras. Y agradece que aceptará hospedarse en el Dojo porque lo considera ancestral.
Meses después, Amnar llegó a Nerima y tan solo dos días más tarde, hicieron lo propio la extraña comitiva que venía de Osaka. Unas calles antes de llegar a destino, se toparon con un joven flacucho y desgarbado y con su acompañante que acarreaba en sus frágiles bracitos un laúd, cinco diminutos claveles, una rama de olivo, siete conchas de tortuga, dos tomos enciclopédicos sobre plantas y flores, dos paraguas con motivos silvestres y cincuenta terrones de azúcar, único alimento acorde a la dulzura de carácter de su acompañante. Ah, y su mascota, un osezno cojo de una pierna al que había que cargar en brazos para que no se sintiera dejado atrás por los veloces pasos de la parejita. Cuando la joven y Genma se miraron a los ojos, la una llevando un osezno en sus espaldas y el otro, a una dama que de lo gorda, parecía un oso panda, ambos se dijeron a sí mismos: "siento pena por ellos".
Y por fin llegó el gran día. Se reunieron bajo un mismo techo, Amneg, Amnar, Kasumi, Nabiki y Ranma para llegar a una especie de acuerdo prematrimonial que satisficiera a todos.
HECHO irrefutable número 18. Un acuerdo prematrimonial satisface a todos, cuando queda particularmente satisfecha la madre del novio.
Un solemne silencio acompañaba al reencuentro entre la madre y su hijo. La ausencia de sonido se daba con tal intensidad que por momentos se hacía audible la melodiosa voz de Akane que canturreaba en los pisos superiores una canción que aprendió durante su primera aventura con Ranma: "Bibidi Babidi Bu".
-Hijo…
-Madre…
Y nuevamente silencio. Momento que aprovechó Ranma para deleitarse con los cantos de su prometida. Aquella casa de los líos que acostumbraba a vibrar de tumulto en tumulto nunca le había proporcionado el tiempo de silencio suficiente para advertir que su Akane amaba la música y cantaba divinamente. Luego, bastó una simple palabreja dicha con ira y malas maneras para que la normal cantinela de gritos y ruidos molestos volviera a reinar en el Dojo.
-¡Sirvienta!
Kasumi miró a su padre, extrañada, y luego a Amneg.
-¿Se refiere a mí?
-¿Hay otra por aquí? Yo solo veo a un integrante de la servidumbre y eres tú. Tráeme el té que estoy agotada de tanto caminar (HECHO irrefutable número 19: en rigor habían sido solo tres pasos: desde el recibidor hasta el sofá en el que se había acomodado).
El gesto al responder había sido tan innecesariamente grosero como violento. Tanto que hasta el mismísimo Amnar se sintió avergonzado.
-Madre, por favor compórtate. Se llama Kasumi. Y no tienes por qué gritarle así. No está sorda.
-Pues sorda puede que no…pero ciega. Hace un siglo que he llegado y todavía no me ha ofrecido nada de beber. Me ha hecho sentir que no soy bienvenida aquí. ¿Cómo piensa llegar a ser buena madre si ni siquiera sabe servir?
"Menos mal que no está Akane –pensó Nabiki-. Si Kasumi está desaprobando el examen de modales…".
Luego la sustrajo de sus ensoñaciones un apelativo totalmente inapropiado, aparentemente dirigido a ella.
-A ver, tú, la fea. ¿Por qué no me traes el té tú, ya que tu hermana se niega?
-Y-yo y-yo…no me n…nie…go –tartamudeó Kasumi mientras huía a la cocina para ocultar algunas lágrimas que se le escapaban.
Nuevamente Amnar, visiblemente avergonzado intentó poner algo de cordura en el rumbo de las conversaciones.
-Madre, por favor, te lo repito. ¡Compórtate! Que Nabiki no es fea.
Amneg repuso con naturalidad, casi como si hubiese estado esperando aquella respuesta de su hijo.
-¿La sirvienta es más guapa verdad?
-SE LLAMA KASUMI. Y sí, lo es. Pero solo un poco nada más. Si Nabiki invirtiera algo del dinero que estafa a los demás en vestidos, serían igual de bellas. Aún sin hacerlo, hay que ser muy borde para considerarla "fea".
-Esto es la jungla, hijo. Si hay dos chicas y una es "la guapa" pues la otra es la fea. Si fueras el último hombre sobre la tierra y tuvieras que repoblarla con las dos supermodelos que sobrevivieron, la descendencia de la más guapa pasaría a ser el canon de belleza y la descendencia que tuvieras con la menos guapa, los feos.
-Siguiendo esa lógica, si solo quedaran dos feas, la menos fea sería…¿bella?
-Ja, hijo. Las feas no son hembras. Son copias imperfectas de las mujeres bellas. ¿Quién quisiera repoblar la Tierra con dos feas?
Amnar se dio un puñetazo, de pura furia, en la cabeza con la suficiente fuerza como para derribar un ejército de mercenarios y se retiró a un rincón, refunfuñando.
-Eres imposible, madre.
Nuevo silencio. Especialmente de parte de Ranma que vivía una pesadilla emocional. Kasumi que ya había vuelto con el té requerido y Nabiki le miraban con furia. Saltaba a la luz que debía defenderlas. Amnar, por otro lado, se mostraba más molesto y agresivo que nunca. Genma, obviamente había desaparecido al primer grito y posaba en la fuente del parque en donde solía esconderse. Soun había partido a buscarle sin llegar a enterarse de que insultaban a sus hijas. Y de fondo y en las alturas, la única pizca de paz en su cabeza: Akane seguía canturreando, ajena a todo. Desde luego, le tocaba intervenir pero…¿qué hacer? Sus mejores armas, la fuerza y la filosa lengua, no podían utilizarse contra un familiar y menos contra una mujer. Solo cabía ganar por lógica y desde luego, ese no era su fuerte.
-Tía –comenzó a levantar la voz Ranma sin saber muy bien cómo continuar-…
-¡Oh! ¡Por Diós! –le interrumpió Amneg-. Me había enterado de lo de tu maldición, Ranma. Pero no pensé que fuera tan horroroso. Haz el favor de transformarte en hombre cuando me dirijas la palabra.
-¡ESTÁ EN MODO HOMBRE, MADRE! –vociferó Amnar-. ¿Puedes dejar de insultar a todo el mundo, por favor?
-Ja, no digas tonterías, hijo. ¿Con esos musculitos de hembra debilucha? ¿Y esa trenza? Parece una chica. Los hombres deben ser fuertes y si no lo son, no deben intervenir en las conversaciones de los adultos.
Poco faltó entonces para que Ranma olvidara todas las razones por las cuales no debía golpearla. Si no lo hizo, fue precisamente porque Amnar se lo llevó al pasillo a la fuerza.
-Por favor, primo. Mi madre tiene la rara habilidad de insultar la mejor cualidad de una persona. Si ha dicho lo que ha dicho, es porque sabe que tú eres fuerte, Kasumi, la perfecta ama de casa y Nabiki, guapa. Tienes todo el derecho de ir a darle su merecido. Pero es mi madre. Por favor, déjalo estar y no vuelvas hasta que se vaya. Me ahorrarás pasar mucha vergüenza. ¿Podrás hacerlo ese sacrificio por tu primo?
-Me debes una y de las gordas.
Desde entonces Ranma se paseó por todos los pasillos del Dojo entre avergonzado, humillado y furioso. Había faltado un segundo de locura más para que le diera su merecido a una mujer anciana. Y encima, no lograba sacarse la angustia del cuerpo. Aquellas palabras dolían tanto que se prometió a si mismo no volver a transformarse jamás en chica. Desde luego, no bastaba con eso. Su hombría había sido cuestionada públicamente. Lo único que se le pasaba por la cabeza para dar vuelta la tortilla era vencer a Amnar delante de la madre petulante y luego, reírse en la cara de la vieja ridícula. Es lo que le mandaba su competitividad adolescente. Y sin embargo, le parecía imposible. Primero, porque Amnar había cumplido su parte del trato y se estaba comportando realmente bien y segundo, porque, efectivamente, al lado de su primo, se sentía más débil que una muchachita frágil. No estaba en estado neko-ken pero lo parecía. Hundido por la humillación y, perdida la consciencia por la furia, Ranma se dirigió inconscientemente hasta la puerta del cuarto de Akane y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada sobre esta, a mascar su bronca. Y Akane, ajena a todo, seguía cantando. ¿Desde cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Realmente siempre cantaba? ¿Tan sordos eran todos en esa casa que hizo falta que una provocadora de silencios incómodos profesional liara todo, para que por fin se enterara del detalle? ¿Quién en su sano juicio sería capaz de negarle feminidad a una mujer que cantaba así? La melodía suave y la alegría que se le notaba al cantar, se fueron colando poco a poco en su corazón y desvanecieron de golpe y sin que lo notara, todas sus inseguridades y vergüenzas. Al rato, merced al canto que amansaba a las fieras, Ranma farfulló un: "¿Qué más da lo que piense una anciana que ni me conoce? Yo sé lo que valgo" y se levantó. Justo entonces se abrió la puerta.
-Oh, Ranma. ¿Estás ahí? ¡Qué sorpresa! Justo iba a buscarte.
El joven de la coleta la miró con indescriptible melancolía. Si algo necesitaba en aquel momento, más que canciones o abrazos, era hundirse un poco en la calma agua de sus ojos almendrados.
-¿Qué llevas allí? –le preguntó de golpe al notar que sostenía unos folios entre sus dedos.
-Por eso iba a buscarte. Limpiando mi habitación me encontré con las hojas que habías perdido el otro día.
Ranma sonrió.
-Es la historia de mi vida. Yo me angustio perdiendo los papeles pero tú me los encuentras. Sé que esta frase es marca registrada de Akane Tendo. No obstante, tengo que decirte algo: "te he oído". Cantas muy bien.
Los pómulos de Akane se ruborizaron de un bermellón aún más fuerte que el de su aura de combate.
-Y-yo…n-no…
-No digas nada. Ya lo sé. Te da vergüenza y a mi. Mejor ponte un vestido nuevo que te has manchado de polvo y ceniza y vamos a dar un paseo. Nos hará bien a los dos.
Las almendras de Akane se encendieron como por arte de magia. ¿Había oído y mirado bien? Aquel tono y aquella forma de pedirlo eran tan especiales…como si de pronto, su prometido hubiese alcanzado la tan ansiada madurez.
-Ahora salgo –dijo Akane entrecerrando la puerta que con las prisas quedó medio abierta. El Ranma de otros días quizá se hubiese caído del susto o le hubiese estallado el cerebro pensando sobre si debía o no debía emular a Happosai. Este Ranma, el que había sublimado el insulto de Amneg y los cantos de Akane, se mantuvo en la misma pose en que le habían abandonado, gozando del espectáculo sin titubear o creer que no era digno. Sobre el ropero de Akane descansaba un cuadro de unos ratones, corceles y luces brillantes y sobre la mesa, aguardaba un plato de puré de calabaza Entre estos dos (los caballos y la calabaza) se encontraba el hermoso espectáculo de una Akane al desnudo que dudaba entre ponerse un vestido con volados azules o uno rosa con un moño claro. Por mí –pensaba Ranma- tárdate todo lo que quieras en decidir.
Finalmente, Akane se asomó envuelta en el vestido que más le favorecía y dijo:
-Dame, un minuto más; de tanto ordenar, ahora no encuentro uno de mis zapatos.
-Está debajo de la cama.
El rostro de Akane se tornó un tanto inexpresivo.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Porque…estem…-tartamudeó Ranma-…solo miré tus almendras. Lo juro.
El aura de combate de Akane pasó por todos los niveles y colores imaginables hasta que se desvaneció de golpe.
-¡Dios! ¿Eres horrible? ¿Lo sabes? Desde que empezaste con la tontería de las almendras no soy capaz de enojarme contigo…¡Ni siquiera por esto! El cerebro me dice: "pervertido" y el corazón: "ese tonto es muy capaz de haberse quedando mirando solo mis ojos".
En un acto de enorme sentido común, Ranma se guardó muy bien de confesar que también llamaba "almendras" a los pezones y se dirigió hacia la cama. Antes tomó dulcemente de la mano a su prometida y la obligó a acompañarle. Akane se sentó sobre el mullido colchón mientras Ranma se arrodillaba y extraía el susodicho zapato del rincón en donde se había escondido. Poco después el gentil caballero deslizaba bajo la planta del pie de su amada, el calzado.
-¡Entra perfecto! ¡Es tuyo sin duda!
-Por supuesto que me queda bien. ¡Soy su dueña!
Más abajo, en el comedor, otra alma mucho más atormentada buscaba encontrar a la dueña del "zapatito mágico" para su hijo. Y a falta de hadas madrinas y encantamientos, recurría al mejor arma posible para definir merecimientos, el examen oral.
- A ver, tú, la guapa. Dime: ¿qué harías si te pillan robando?
Kasumi tardó en darse por aludida y cuando lo hizo, respondió con naturalidad, sin sospechar siquiera que era protagonista del examen más ridículamente estrafalario que un alma retorcida pudiera imaginar.
-Yo no robo.
-Imagina que sí. ¿Qué harías?
-Soy incapaz de robar. Eso está mal.
Amneg frunció el entrecejo.
-De acuerdo, imagina que un villano quiere destruir el mundo y tú le robas la llave para desactivar la bomba que amenaza a toda la población terrestre. ¿Qué harías si te pilla?
-Yo no robo. Ni siquiera en esas condiciones.
-FUERA.
-¿Perdón? –balbuceó Kasumi sin entender.
Amneg respondió con tono solemne.
-Fuera de esta casa. Ahora.
-Pero si es mi casa…
-¡FUERA!
Amnar se acercó a Kasumi y le dijo al oído. Aprovecha la oportunidad. Huye. En unas horas se habrá ido y podrás volver. Mientras tanto, no tendrás que aguantarla.
-Hmpf. De acuerdo. Me voy a ver al Doctor Tofu. Últimamente me resfrío seguido.
Los párpados de Amneg ni se molestaron en pestañear cuando Kasumi se marchó. Antes se ocupaba de la única presa que quedaba: Nabiki.
-Vamos a ver si la fea es más espabilada. ¿Qué harías si te pillaran robando?
Nabiki respondió con la misma lógica que Kasumi.
-Nunca me pillarían.
-¿Y si lo hicieran?
-Imposible. Soy perfecta.
El entrecejo de Amneg volvió a fruncirse en señal de desagrado.
-Pues imagina que no lo eres o que tienes un mal día…¿qué harías?
A continuación un gran fajo de billetes cayó sobre la cabeza de Amnar, impelidos por la castaña.
-Por esta suma, puedo aguantar que me llamen fea pero jamás imaginar que hago mal mi trabajo. Búscate a otra.
Justo entonces, bajaban las escaleras Ranma y Akane de la mano. Ausente, como toda novia primeriza, la peliazul no notó enseguida la gravedad de la situación ni la cara de tensión de todos los presentes.
-Puesto que no existe ninguna otra hija de Soun Tendo que valga la pena para mi hijo, tendré que marcharme entendiendo que no tengo heredera y por tanto, que mi hermano y tú, Amnar, me habéis fallado. Ya te notificaré la fecha y la hora del seppuku en cuanto encuentre a tu tío.
HECHO irrefutable número 20: El harakiri, haraquiri o hara-kiri (literalmente "corte del vientre") es el suicidio ritual japonés por desentrañamiento, si bien en el idioma japonés se prefiere el término seppuku, puesto que la palabra harakiri se considera vulgar. La diferencia entre seppuku y harakiri está en la lectura y el orden de los kanjis.
Al oír aquella palabra pronunciada por Amneg, Akane reconoció la situación al completo. El fracaso y humillación de sus hermanas, La propia ignominia sufrida por Ranma e incluso, la vergüenza de Amnar. La peliazul no solía destacarse por su fineza interpretativa de situaciones tomadas in media res. Tampoco se necesitaba mucha sutileza cognitiva para dilucidar por el rostro ambiguo de Amneg que esta última era una ogresa de mucho cuidado. Quizá por esta razón, porque estaban destinadas a no entenderse, Akane dejó a Ranma en el descansillo de la escalera y encaró a su tía política.
-Yo también soy hija de Soun.
La jovencita fue recibida con el insulto más suave pronunciado por aquellos labios en toda la tarde.
-No pareces muy espabilada.
-Puede insultarme todo lo que quiera pero jamás he desaprobado un examen y no empezaré ahora –respuesta franca y sincera que evitaba la disputa al mismo tiempo que la aceptaba. Diplomacia pura, impropia de Akane pero que se ajustaba a su definición inicial: los problemas mejor resolverlos diciendo la verdad.
-Bien…¿qué harías si te pillaran robando?
-La mujer ideal para la basura de Amnar…perdón…la mujer ideal para el hijo de la que procreó a esa basura –continuó Akane explicando su verdad con ironía-, asumiendo que ya está descartado el uso de la fuerza y la célebre técnica Saotome, acudiría a otra estrategia característica de un clan tan "especial": la técnica de la tigresa caída.
-¡EXCELENTE! –exclamó la tía que por primera vez notaba cierta oposición tanto en el contenido de las palabras como en el modo de ordenarlas-. Siguiente pregunta. Ves tres vestidos que te gustan que pertenecen a diferentes modistos pero solo tienes dinero para pagar uno…¿qué harías?
-Esa arpía que merece casarse con Amnar y heredar eventualmente el puesto de pérfida reina, se llevaría los tres, prometiendo pagarlos después y luego procuraría que todos los modistos se lo reclamen al mismo tiempo, momento preciso en el que confesaría que solo puede pagar uno. Luego, dejaría que los tres rivales se peleen eternamente por ser el que cobre y por supuesto, hasta que no se solucione el altercado, se quedaría con los vestidos y con el dinero…perdón…con la pasta.
-¡MARAVILLOSO! ¡ERES DIGNA! –volvió a exclamar Amneg, esta vez ya decididamente de buen humor-. Última pregunta: vas a un sitio peligroso y ves un cartel que pone alguna advertencia que no entiendes en chino ¿qué haces?
-Las nearthentales como la que busca usted no entenderían el letrero ni aunque estuviera en japonés. Vamos, como su hermano.
-¡Contratada! Digo…enhorabuena, heredera. Has superado el test.
-Lo siento, tía. Pero estoy comprometida ya con Ranma y odio a su hijo. Supongo que igual estará contenta. Porque desde luego, para usted, esos no son impedimentos para considerarme elegible.
Amneg se levantó cuan alta era. Quizá enfadada, quizá contenta. Imposible saberlo por su expresión siempre y desde el principio, de disgusto.
-Entiendo. Vamos, Amnar. Esta chica tiene dos vestidos pero solo puede pagar uno. Por el momento tendré que posponer el seppuku, hasta que se decida.
Ranma, Amnar y Amneg se retiraron poco después en dirección a Osaka. A falta de Genma y Soun, le tocaba a la nueva generación llevar a la matriarca hasta su residencia al sur de Kyoto. "Probablemente, tomarán la ruta de la costa, pasando por Yokohama y Nagoya" -pensó Akane-. "Mejor. Le hará bien tomar un poco de aire y despedirse de esos pesados a solas". Luego se recostó sobre su cama a pensar y sobre todo, a digerir tantos cambios. El nuevo Ranma, el enamorado de las almendras y sumiso con el primo idiota, debía de manejarse de forma diferente al viejo. Y más importante aún, el nuevo y un poco más maduro mostraba intereses claros por su persona. ¿Qué haría cuando volviera a verle? Los labios todavía le hacían cosquillas por el intenso beso de despedida. A lo mejor ya era hora de aceptar que aquella vocecita interna existía. Aquella que se moría de ganas de llamar "novio" a su prometido y que no se contentaba con solamente besarle. Aquel monólogo con su deseo interno, duró hasta la medianoche, momento en que decidió quitarse el vestido y enfundar el kimono. Antes de dormir, mejor entrenar un poco, más que nada para recordar quien era en realidad.
"Pufff, ¿resolver problemas diciendo la verdad?" –se reprendió en voz baja mientras ajustaba el cinturón acariciando inconscientemente su propia cadera-. ¿Qué fue de la Akane que lo destrozaba todo? ¿Por qué deseo con tanta fuerza que el tonto de Ranma regrese ya? ¿Qué haré si vuelvo a estar a solas con él?
Como respondiendo a aquel estado de reflexión nostálgica y premonitoria, unos nudillos tocaron a la puerta. Se trataba de unos pasos masculinos y seguros. Sin duda, de Ranma que se habría regresado a mitad de camino para verla. La parte superior del kimono todavía no estaba perfectamente colocada.
"No importa" –pensó-. "El pervertido ya lo ha visto todo por la tarde". Luego abrió la puerta.
-¿¡Amnar?! –recogió su recato lo más rápido y disimuladamente que pudo-. ¿Qué hace tú aquí? ¿Y Ranma?
-Ranma sigue camino a Osaka con mi madre –repuso con voz grave, casi cadavérica-. Siento haberte asustado…yo…me he vuelto...a pedirte disculpas.
-¿Tú? ¿Disculpándote? -se sorprendió la peliazul.
-Sí. Lo lamento. De verdad. Ranma tenía razón en todo. Tú eres la única de sus prometidas que vale algo. Mejor dicho; eres la única mujer que he conocido que lo vale.
-Y conocerás otras si empiezas a tratarlas con respeto –le sonrió Akane-. Igual no te culpo. Debe de ser difícil escapar a los genes y a la educación.
Amnar ingresó al cuarto de Akane sin que esta pudiera evitarlo y cerró la puerta tras de sí.
-¿Quién ha dicho que quiero conocer otra zorra? ¿O que quiero escapar a mis preciosos genes? –se besó un bíceps que tensó especialmente para la ocasión-. Ese tinte de superioridad pedante que demostraste contra mi madre me ha gustado. Disfrutaré aplastándolo.
Luego, se abalanzó sobre su presa indefensa que intentaba inútilmente ponerse en guardia.
-¿Te defiendes? Realmente me deleitaré con esto.
Fin de la tercera parte.
La conclusión en el especial 111.
Historia bonus: La venganza es un plato que se sirve frío…salvo que Bulmita se entrometa justo cuando lo estabas por saborear.
¿Recordáis la historia bonus del capítulo 86? ¿No? Tranquilos, os lo transcribo para ahorraros el trabajo de ir a buscarlo.
Hace mucho, mucho tiempo, en un país muy lejano, un héroe caballeresco y gentil, llamémosle CocineroSensei, se vio en la curiosa obligación de preparar la comida en ausencia de su mujer. Le acompañaban en la hazañosa labor dos escuderos: Bulmita, la memoriosa y Gohan, el cuentalotodo. Cuenta la leyenda que el festín que supo preparar CocineroSensei durante aquella faena fue digno de reyes, condes y grandes gourmets. Lengua de dragón asada, spaguettis cogidos bien fresquitos del árbol mágico de las pastas, un lemon pie kilométrico de postre y para beber -a tono con la excelencia del banquete-, cocacola. Accidentalmente, mientras CocineroSensei terminaba de anestesiar con su espada al dragón, la botella de cocacola cayó rodando por los suelos.
-¡Por Belzebú! -exclamó CocineroSensei-. ¿Luego de matar a un monstruo alado escupefuego, debería temer yo al gas en expansión contenido por un mero envase de plástico? Claro que no.
Y luego, solo para demostrar su valentía y hombría, decidió abrirla en el salón comedor de su casa. Instantáneamente, se produjo una especie de erupción volcánica marronuzca que impactó de lleno en el techo.
CocineroSensei, con gran valentía y arrojo adoctrinó a sus escuderos sobre la importancia de no mencionar el tema cuando acudiera al sitio del sacrificio del dragón la reina del hogar, Minénfula, la séptima. Demás está decir que, la cena se desarrolló en perfecta armonia por unos diez segundos en los que Gohan se mordía la lengua mientras Bulmita revoleaba furtivamente los ojos en dirección prohibida. CocineroSensei, por su parte, cortaba apaciblemente una pata de dragón haciendo caso omiso a las pocas gotas que le caían en la cabeza. Y Minénfula, la séptima, que no daba crédito a lo que veía, intentaba por todos los medios apaciguar su ira, masticando en silencio.
Desde entonces, cada vez que alguno de los escuderos mete la pata, les basta con decir: "¿Mamá, te acordás de cuando papá manchó todo el techo con cocacola?" para que misteriosamente, la falta cometida ya no parezca tan grave.
Fin de la historia bonus del capítulo 86.
Pues bien. Hace poco, muy, pero muy poco tiempo, en una cocina muy cercana, Minénfula, la séptima, reina del hogar, ordenó a CocineroSensei guardar la cocacola en el congelador.
-¡Por Belzebú! -exclamó CocineroSensei, luego de vencer en lucha singular a cinco lagartijas escupefuego y a dos brujas aladas-, espero que no nos olvidemos la gaseosa en el congelador.
Minénfula, la séptima, era guapa, equilibrada, justa y amable…pero fuera de la cocina. En ella, solo su primera cualidad se mantenía inalterable. Cuando daba una orden, hasta los temibles trolls que vivían en el ártico clima de refrigerador temblaban de miedo.
-No te preocupes, CocineroSensei. Yo me acordaré.
Y ya está. Si lo había dicho en la cocina más valía no objetar nada ni mucho menos insinuar que nuestra memoria de pez no garantizaba el justo final de aquella aventura. Esa valiente y segura frase fue pronunciada al mediodía, poco antes de comer. Por la noche…en cambio, la voz de Minénfula ya no se oía tan segura de sí misma. Y el contenido de sus razonamientos tampoco sonaba muy convincente.
-Caramba. Se ha congelado.
¡Dios! ¡Qué bien que le sentó aquello a CocineroSensei! De acuerdo, él también era culpable pero era ella y solo ella la que había prometido acordarse. Equilibrado como todo héroe, solo se burló de forma muy madura y por poco tiempo de la reina del hogar.
Más aún, prometió solucionar el entuerto con su gran sapiencia (esperando a que se derritiera claro está).
A mitad de la cena, sin embargo, uno de sus escuderos, el más pesado e impaciente, dijo:
-Papá, ¿por qué no la abres ahora? Ya se ha derretido buena parte. Podríamos beber eso.
CocineroSensei aprovechó la ocasión para adoctrinar a su joven escudero sobre conocimientos básicos de física.
-Porque el líquido al congelarse ocupa más espacio que en estado líquido. Por tanto hay más presión y nos pasará lo mismo que el otro día.
-¿Y si abrimos solo un poquito para que salga el gas despacito y luego, abrimos del todo?
HECHO irrefutable número 21: Es una idea pésima. Hay que ser muy, pero muy tonto para hacerle caso.
CocineroSensei juntó todas sus neuronas y luego de frotarlas unas contra otras por varios segundos, no encontró ninguna razón para negarse. Por suerte, Minénfula en aquel momento se encontraba de buen humor o se sentía culpable por haber iniciado involuntariamente el desastre y fue a buscar la fregona sin decir ni mú. Luego persiguió a CocineroSensei por toda la casa limpiando el estropicio que este iba causando mientras acarreaba la botella entre sus manos y porfiaba por dar marcha atrás a la apertura cocacolesca. Al final, terminaron todos en la cocina. Media botella todavía burbujeante de gaseosa descansando en el fregadero y los cuatro integrantes de la historia medio empapados.
Unos quince minutos después, cuando ya todo parecía limpio, Minénfula pronunció las míticas palabras:
-Parece que ya se fue todo el gas. Voy a abrirla.
Decir que la tapa salió volando y se incrustó en el techo de la cocina y que el líquido marronuzco se derramó por las paredes, sobre los platos recién lavados y sobre nuestros cuerpos, sería exagerar. La verdad es que la tapa no se incrustó en el techo. Solo llegó hasta media altura.
CocineroSensei se relamió los labios con gusto a cocacola, abrió bien la boca y cuando ya estaba por decir: "estamos a mano", una diminuta vocecita le interrumpió: "por lo menos no manchaste el techo como papá la otra vez". Jaque mate.
Fin de la historia bonus.
Comentarios
Estimada Gabyy. Muchas gracias por los ánimos. Efectivamente, me esmero bastante. Al final me suelo repetir bastante porque llevo muchos capítulos y los personajes son siempre los mismos pero dentro de todo, trato de hacer historias variadas. Cuéntame, ¿te ha gustado alguno en especial?
Estimada evanmychem (cap. 101). Sí, hay un rap de Dragon Ball y a diferencia tuya, a mi me ha tocado escucharlo muchas veces por culpa de mi querido hijo otaku obsesivo. Los tíos de Ibuki aparecen unos capítulos antes en donde se explica lo de los Beatles, me parece que en el 99, cuando Ranma va a impedir que Akane firme los papeles que anulan el compromiso. Te entiendo, Ranma y Akane viven desde hace años en un bucle de juventud eterna. Difícil imaginarlos de adultos.
Estimada evanmychem (cap. 102). Yo solía hacer lo mismo. Salir con mucho tiempo para no sufrir con la muchedumbre de gente en el metro. Luego conocí a Minefine7 que tiene la rara capacidad, mochila en mano (a modo de escudo) de conseguir asientos para los dos. Ahora vivimos en un pueblito y hace siglos que no nos subimos a un metro.
Bien, con esos detalles me alcanza: armas que disparan sal contra babosas gigantes, apuntado.
Estimada evanmychem (cap. 103). Ranma no quiere acercarse a Rumiko al final porque le tiene miedo. Y razones no le faltan. ¿Y si se le ocurre encajarle otra prometida en lugar de casarlo con Akane? ¿O convertirlo en chimpancé cuando se moja con agua fría? No, no. Demasiado peligroso acercarse a ella.
Estimada .5. Veo que te he dejado picada por la curiosidad con el capítulo anterior y sospecho que con este también pasará lo mismo porque las cosas van a peor. En fin, te adelanto que ya tengo medio capítulo final redactado. En una semanita tendrás la conclusión (termina todo bien como siempre).
Estimada minefine7. HECHO irrefutable número 1 del review. Gracias, efectivamente me daría vergüenza. HECHO irrefutable número 2 del review. Musa solo siente pena por los demás. El osezno no pesa mucho. HECHO irrefutable número 3 del review. Y tan difícil que lo has escrito mal: Amneg. HECHO irrefutable número 4 del review. Ah, sí, el mundial de fútbol. No me acordaba…
Estimada Akyfin02. No puedes linchar a Amnar. Es invulnerable. Bueno, tiene un punto débil que no se develará hasta el final del especial 111. Creo haber demostrado en este capítulo que a veces en la tercera parte se sufre más que en la segunda. ¿Amnar y Enaka te caían mejor? ¿Y Amneg? ¿Cómo te cae? ¿Bien, verdad? ¿O te recuerda a doña Margarita Prime? 2014 recién empieza. Dame tiempo y me superaré con los chistes malos.
Medalla de oro para el que me cuente el chiste más malo que conozca (sospecho que esta la gana minefine7).
