El cementerio de relojes. Primera parte.

Hoy es el día de mi nacimiento. Lo sé porque mis manecillas así lo marcan. Y también porque huele a 1 de mayo. Hoy nadie trabaja. Las aceras, siempre cubiertas de murmullos tristes y fragancias de oficinistas cansados, se disfrazan por única vez en el año de un silencio carnavalesco. Desde siempre, mi nacimiento se viene gestado y prometiendo para esta fecha. A lo mejor exagero pero me parece que además, hoy es el día más caluroso del año. A esa sorda paz de los holgazanes se suma también, para adornar mi primer encuentro con la vida, una especie de bruma cálida que produce aún más somnolencia en los pocos afortunados que han decidido enfrentar el precioso amanecer que ya se nos echa encima. Sí, sin duda. Hoy, día de mi nacimiento, es también la más ardorosa jornada imaginable. Algunas hojas arden de forma espontánea en los bosques de Yokohama. Inusual demostración de lo antes dicho para unas simples coníferas. Nadie pude verlo o es tan cuadrado para advertirlo, pero incluso los postes de luz se retuercen mínimamente e inclinan su precioso ángulo recto en uno o dos grados. En Nerima, simplemente se dilata todo por el calor. Máquinas, corazones y animales. No hay viento. El aire simplemente pesa tanto que no podría moverse ni aunque un huracán de temperaturas bajas lo invadiera todo por sorpresa. No. El calor se ha instalado sobre nuestras cabezas para quedarse. Eso sí. Nadie suda todavía. Es tan de madrugada que aún no molesta. ¡Con 25 grados y a las 5 de la mañana del día de trabajador! Así nací. Sobre la mesa de relojero de mi creador, un taxista, durante 364 días al año. E inventor, el día restante. El único que su trabajo le deja libre.

Al "parto" asisten en calidad de "enfermeros", un niño de ojos azules y una magdalena a medio acabar que aguarda el fin de sus días en la cornisa de un plato, a punto de precipitarse al vacío y sin embargo, en suave equilibrio. Mientras conectan mis últimos engranajes, pienso que a lo mejor le convendría caerse. Si se ensucia, más allá del terrible golpazo, tendrá más chances de sobrevivir. Aunque sospecho que el muchacho de ojos azules no es de los que le hacen asco a un plato rico solo por asuntos de higiene. Ranma, así se llama, me mira con entusiasmo. De hecho, no ha apartado los ojos de mi "humanidad" durante toda la operación. No sé. Les parecerá tonto. Pero su penetrante mirada infantil, su infinita paciencia anclada en mi proceso de creación, me reconforta. Me genera cierto sentimiento de exclusividad. Como si yo fuera, aún antes de nacer, especial. Sobre todo me hace gracia su forma de mirarme. Ha logrado desincronizar los pestañeos entre sus ojos. De manera que cuado uno se cierra, el otro permanece absorto en mi y viceversa. Hasta ese grado de fanatismo (de no perderse literalmente ni un segundo de mi nacimiento), llega su aprecio por mi. ¿Curioso, verdad? Todavía no he nacido pero ya me parece que he generado un lazo profundo con la vida y con alguien. Y mientras tanto, el laborioso ensamblaje de piezas continúa. Una rosca no parece terminar de calzar bien en mi cuerpo. No importa. Ya los dedos ancianos de Hachiro, mi creador, rebuscan en su cajita de herramientas y hallan entre un mar de ruedas una que se ajusta perfectamente al espacio vacante. No voy a mentir. El proceso le cuesta un poco. Su mirada gastada contrasta grandemente con su capacidad artesanal. No sé cómo demonios hace para conducir el resto del año con esos ojos agotados por la vejez ni me importa. En estos momentos tan solo quiero que acabe. Y no me molesta reconocerlo en lo más mínimo. Estoy impaciente. ¿Tengo derecho, verdad? Hachiro le ha prometido a Ranma que me armaría hoy hace más de tres meses y medio. Ya bastante hemos esperado los dos. Él, a su reloj nuevo y yo, a mi amo. Además las cosas no están yendo del todo bien. La mesa cada vez me parece menos confortable. Y si soporto alegremente el frío de la concatenación azarosa de piezas metálicas es simplemente porque el taller de Hachiro ya parece una sauna. ¡Y eso que estamos en primavera! Por momentos la vista se me nubla y con ella la consciencia. Ya ha pasado al menos una hora del supuesto momento de mi parto. Algo decididamente no va bien. Hachiro intenta no asustarme pero yo lo noto. Sus manos se mueven de forma cada vez más frenética y nerviosa.

-A lo mejor –sentencia en voz alta por primera vez-, los engranajes se han dilatado por el calor.

Ranma menea la cabeza y por primera vez aparta la vista de mí. Dolor. Pensaba que estaríamos juntos por siempre y de buenas a primeras mi "siempre" se tuerce en un "casi". Un experimento fallido que muere antes de nacer. Hachiro no se rinde. Intenta darme cuerda una, dos y tres veces. Nada. Me quita de golpe un engranaje y lo reemplaza por otro. Nada. Me voltea y aprieta unas tuercas. Duele. Solo eso. Todos sus intentos de reanimarme, mejor dicho de insuflarme vida, tan solo me causa eso: dolor. De hecho, el último recambio de piezas, efectuado con la urgencia de un bombero que enfrenta las llamaradas del infierno armado con un helado de agua, me ha retumbado por toda la consciencia. Ahora ya ni veo ni casi oigo. Sé que sigo aquí, en el limbo de los por nacer, porque todavía percibo el constante balanceo al que la desesperación de Hachiro me somete.

Pese a todo, hago enormes esfuerzos por no desfallecer. ¡Quiero vivir! ¡Claro que quiero! No tengo dientes pero aún así los aprieto. Forcejeo con mis engranajes internos. Intento hacerlos funcionar. Recobrar al menos la capacidad de ver y oír. Nada. A mis oídos solo llega la vocecita de Ranma. Si Hachiro le responde o no, es un misterio para mi. A lo mejor lo hace pero yo únicamente soy capaz de percibir sus pensamientos por el delicado vínculo que armamos antes. ¡Qué triste! No quiero morir y sin embargo, ni siquiera podríamos catalogar el suceso de "muerte". ¡Si todavía ni he nacido!

Entonces lo oigo bien. Están comiendo. ¡Dios mío! –exclamo-. Se encuentran en el comedor. Está claro. Hachiro ya se ha rendido…todo está perdido para mí. Pasan dos minutos insoportables en silencio. A mis oídos solo llega el ligero sonido de los labios del viejo taxista sorbiendo de una taza de té con una lentitud insoportable. De Ranma nada oigo. Su silencio parece deprimido. Mis últimos instantes a las puertas de este mundo me permiten echar una reflexión sobre la vida. En teoría los silencios, meras ausencias de sonido, deberían ser idénticos unos a otros y sin embargo, no existen dos silencios iguales. Y el de mi amigo me daba ganas de llorar.

-No hay nada que hacer Ranma. Me he convertido en un viejo sin darme cuenta. Ya llevaba más de tres años sin construir nada. Creo que definitivamente no estoy para estos trotes.

-A mi me ha parecido que sabías lo que hacías. Quizá no al final…pero al principio. A lo mejor no es tu culpa.

Silencio. Su última frase todavía retumba en mi consciencia. ¿No era su culpa? ¿Entonces de quién? ¿Mía? ¿O suya? No puedo evitarlo. Quiero seguir oyéndole pero ese último comentario me ha desanimado. La tristeza invade mis poros metálicos por enésima vez. Y la puerta del mundo de los vivos me parece más pesada que nunca. Ahora estoy seguro. Jamás seré capaz de forzar su cerradura. No tengo lo que hay que tener para vivir. Lo sé. Lo siento en mis entrañas de madera. Y también en mi consciencia aturdida. Queda poco.

-Creo que has hecho un gran trabajo. Solo que es un recién nacido. Nadie le ha dicho todavía cómo deberían latir sus engranajes.

-Jajajaja –ríe Hachiro con afabilidad-. Desde luego los niños veis las cosas con la misma óptica de los inventores. ¿Y qué propones entonces? ¿Que le traigamos un reloj que haga de mamá?

-No hace falta. Tengo todo lo necesario aquí.

No puedo ver sus manos suaves y firmes pero las siento bajo mi espalda de caoba. Me apoya sobre una especie de acolchado caliente y plano. "Es mi pecho" me aclara. "Escucha" me dice. Escucho: ba-bump. Nada más. Un momento; ahí viene otro. Ba-bump y otro más; ba-bump. Con el tercero, a una parte de mi cuerpo de metal y madera se le ocurre revelarse a la muerte y jugar un rato a ser otra cosa. A imitar al humano cálido. Ba/tic. Bump/tac. Repetimos la secuencia juntos y una extraña sensación me invade de tranquilidad y emoción. Ahora sí que nazco. Ya lo he hecho en realidad cuando Hachiro conectó el último engranaje. Pero este, unos cuántos minutos después, se trata de mi verdadero nacimiento. Latimos juntos durante unos instantes hasta que por fin, me siento seguro de haberme aprendido la secuencia y ya me arriesgo a interpretarla solo. Ba-bump. Tic-Tac. ¡Increíble! Nuestros engranajes de carne y latón han quedado sincronizados. Como si fuéramos hermanos siameses. Procuro desfasarme. Probar ir más lento o más rápido. Imposible. Un hilo oculto e invisible me ata a sus latidos. El cordón umbilical emocional de los relojes al parecer es más difícil de cortar que el de los humanos. Desde entonces somos inseparables. Ranma, mejor dicho el corazón de Ranma, y yo. "Little Clock" como me ha bautizado.


Ya han pasado ocho años desde que nací y Ranma ahora tiene el doble de edad que yo. Da igual. Seguimos siendo amigos inseparables. De hecho, me guarda siempre en el bolsillo oculto de su traje chino. Creo que nadie sabe de mi presencia. No sé si es que me sobreprotege o que simplemente, la hora le da igual y solo me conserva como a un amigo. ¡Mejor! La amistad ha de ser por afinidad y nunca porque uno de los sujetos le resulta útil al otro. No es por insistir en un tema ya gastado pero nuestros latidos siguen perfectamente sincronizados. No ha habido en ocho años ni un solo "ba" separado de su "tic". Ni mucho menos -¡qué horror!-, un "bump" sin su fiel amigo "tac". Por lo menos hasta hoy. Entramos en una especie de Dojo. Y digo "especie" porque no parece vivir nadie especialmente fuerte en él. El patán (así llamo a su padre) y otro tipo igual de patético como él, intercambian abrazos luego de unas largas explicaciones. Y de pronto lo imposible se hace presente. Primero intento ignorar el tema. Atribuir el fallo a un simple accidente sin importancia. Luego no puedo más que rendirme a la evidencia.

Ba/tic Bump Ba-Bump/tac. Ba-Bump Ba-Bump. Tic…

No hace falta que se lo reproche ni que me lo explique. Acaba de conocer a Akane Tendo. Su prometida. Para ser una humana, he de admitir que no le falta gracia. Casi podría decirse que su sonrisa guarda cierto aire de engranaje cósmico. Imposible que no lo notara mi tonto hermano. También le perdono. Desde siempre he sabido que este momento llegaría. Y desde luego, no soy tan insensible para negarle el derecho a un acto involuntario. Ni mucho menos le privaría de algo que claramente le hace feliz. Otra cosa por supuesto sería dejar de pensar que la bobada de enamorarse es, ha sido y será una reverenda estupidez.

Ya han pasado dos meses desde que Akane Tendo entró en nuestras vidas y sigue dominando los compases del corazón de mi hermano. Hemos mutado de la simple desincronización temporal a la total y nula capacidad de entendernos. Yo diría que el punto de inflexión fue ese tonto incidente que le sesgó el pelo a ella. Ahora nuestro lazo se ha cortado. Y en su lugar ha nacido un intenso hilo rojo que ata y entrelaza su corazón con el de ella.

Como dije, el amor, un misterio para mi, me parece una pérdida de tiempo sin sentido. Tampoco me quejo. El abismo que podría imaginarse no es tal. Sigue cuidándome. Sigue dándome cuerda cuando lo necesito. Y yo, sigo a su lado. Haciéndole compañía y viviendo con él infinitas aventuras. Últimamente además, los enemigos vienen más seguido. Sobre todo me gusta cuando machacamos a Ryoga. Lo sé, lo sé. Es un dos contra uno. Pero se lo merece. Y en esos momentos, a la hora de pelear, allí sí que metal y carne vibran de forma acompasada. Claro que luego vuelve Akane y aquello he de reconocer que ya me exaspera. "Díselo de una vez" –le grito sin que me oiga-. "Si hasta un aparato sin sentimientos como yo se ha dado cuenta". Nada, cuando le ve por las mañanas, perdemos la sincronización y sus muy idiotas labios tartamudean al ritmo de sus pulsaciones aceleradas. Por suerte, por las tardes me toca descanso. Me deja en su portafolios en el Instituto Furinkan y aprovecho para platicar con el sabio edificio sobre filosofía y la estupidez de los adolescentes. A veces trata de explicármelo. No lo consigue. "Cabeza dura" sentencia malhumorado cuando me río de sus explicaciones. Justo él que la tiene pétrea como una azotea viene a hablar de la dureza de la mía…

Ahora ya es casi de noche. Toca la batalla nocturna por la comida con su padre, otro hito del día que disfruto horrores y finalmente, superados los obstáculos, la infaltable peleita de buenas noches con la "Tendo esa" sin la cual no puede conciliar el sueño. A veces hasta vuelan cosas. Precisamente ahora, caen a mi lado un paraguas y dos cestas de fruta –a saber de dónde salieron-. La cosa se pone fea. Quizá por eso, porque empiezan a caer objetos contundentes, mi hermano me apoya sobre el primer escalón de la escalera. Mal sitio. Muy malo. Pero Ranma ya no piensa. O mejor dicho, piensa a la velocidad que late su corazón que es lo mismo que no pensar. Siguen cayendo cosas. Una lámpara de pie, que por ironías del destino, cae de cabeza. Una maceta y cinco periódicos -¿cinco? ¿quién lee más de uno por día? Definitivamente, chica rara-. También cae algo de comida. No sabría decir bien qué es o pretendió ser cuando su creadora elaboró erróneamente sus engranajes biodegradables. Solo que tiene una apariencia azulada y poco uniforme. Y después cae algo que no veo bien. Solo que me parece agradable aunque venga con tanta fuerza y en mi dirección. Me desdigo. No es "agradable". Hermosa. Esa es la palabra. Una hembra tallada a mano. Una diosa de la precisión. Una belleza de piernas tersas y manecillas albas. Pálida como la luz de la luna y con varias pecas que engalanan sus números. ¿Qué digo "pecas"? Unas estrellas en el cielo maravilloso que es su rostro. Su aguja pequeña, recta como una nariz griega y la más grande, dulce como ceja de estatua romana. Chocamos irremediablemente. Y caemos abrazados y entrelazados. Creo que me rompo algo. Más importante aún, ella sigue de una pieza. A último momento he logrado amortiguar la caída con toda mi relojidad. "Mi héroe" exclama ella antes de desmayarse del susto. "Lo seré por siempre y para siempre, querida. Lo prometo".

Más lejos, ambos humanos advierten el desastre.

-¡Little Clock, amigo! –grita Ranma.

-¡Miss Exaccia! –llora Akane-. ¿Qué he hecho?

Tranquila, trato de decirle. Se encuentra bien y a salvo. Todavía no lo sabes. Pero sus "tics" y sus "tacs" ya son míos. Latimos sincronizadamente. Al final creo que he caído en la trampa. Es el mal de estar vivos. Tarde o temprano todos caemos. ¿Quién hubiera dicho que alguna vez la mecánica de mi corazón generaría "tics" de amor?


Desde entonces han pasado dos semanas. No volvemos a vernos. Cada niño en el cuerpo de un joven, cada ser inmaduro de aquella pareja despareja, ha guardado su tesoro a buen recaudo. No lo dicen pero somos los Montescos y Capuletos de los relojes. Ellos se aman del corazón para dentro. Con las posesiones las reglas del juego son algo distintas. Pertenecemos a dos bandos irreconciliables. "Jamás permitiré que mi dulce Exaccia se acerque a un reloj tan burdo" parece decir con la mirada doña Tendo. "Prefiero que estés lejos de esa bruta. Es peligrosa" me murmura a veces Ranma. Solo por las tardes y de casualidad nos encontramos. No podemos cruzar miradas ni siquiera hablar, pero escondidos cada uno en su prisión particular (portafolios deshilacho en mi caso, primorosa canastilla rosa en el suyo), descansamos muy cerca el uno del otro. No sufro. Me basta con esas ocasiones y comprobar que nuestros latidos, secos y metálicos, siguen en un mismo compás para no perder el raciocinio. Quizá debería hablarle. No lo hago. ¿Qué decirle? Si vivimos un amor imposible. ¿Que espere a que esos dos abran su corazón? ¡Ja! Antes prefiero aguardar a que me crezcan piernas y escaparme con ella en brazos. Raro, extraño. Pero mucho más probable que lo primero.

Y así seguimos. A veces empieza él. En ocasiones, tan solo chocan. Y mientras tanto, la Tierra ya ha dado una vuelta entera alrededor del sol. Ahora tienen diecisiete. Casi no se nota. Mi hermano se ve un poco más alto. Y a doña Montendo como me gusta llamar a Akane, parece que por fin le ha llegado la hora de sacar las uñas fisiológicas a relucir. Pómulos más redondeados, contextura más armónica y una cintura de avispa que acelera los latidos del corazón de Ranma. Por lo demás, siguen igual. De nada sirve cambiar la carcasa si no se da cuerda a los engranajes internos. En todo caso y más allá del caos reinante, vivimos en relativa paz. Tan solo me aqueja cada tanto una especie de "clonc" que se me cala entre "tic" y "tac" cada cierto tiempo. No me preocupa. Solo ocurre cada tanto. Y en caso de fallar, Ranma conoce la dirección de Hachiro…CLONC. Bueno, a veces es más fuerte. Aunque juro que no sé a qué se debe. He revisado una a una mis piezas…y…¿por qué llora Akane? ¿Qué ocurre? ¿Por qué arrastra entre sus manos a Exaccia como si fuera un pájaro mal herido, una paloma de la paz que equivocó el rumbo y cayó rendida entre dos trincheras? ¡Dios! ¿Por qué no le oigo latir? ¿Acaso ese "clonc" era suyo? Ranma. Has algo…por favor.


Nos despeñamos camino abajo en dirección a la casa de Hachiro. Como dije, no corremos, no lloramos, ni galopamos. Directamente nos despeñamos. Que es la forma más rápida de avanzar cuesta abajo. La desesperación nos gana. Tanto que en lugar de hacer lo lógico: llevar el cuerpo maltrecho al taller de Hachiro, buscamos al viejo y le arrastramos hasta el Dojo sin casi dejarle terminar su taza de té que, todavía humeante, sigue entre sus manos cuando por fin regresamos al lugar de la tragedia. Mis engranajes laten solos por primera vez. Desbocados, caóticos, libres. Sin seguir el ritmo de Ranma ni el de Exaccia que ya no late. No imagino mayor desamparo que ese. Latir en soledad. Peor aún, que no exista nadie que lata por ti. Por fin llegamos. No se la ve por ningún lado.

-Tranquila, Akane –dice Ranma con una voz resoluta que no le conocía-. Mamá ha de haberla encontrado. Iré a preguntarle.

Por primera vez en mi vida, me separo de Ranma. Me ha dejado con Akane, probablemente para que le haga compañía. A lo mejor, ha tenido la sensibilidad de darse cuenta de que sufrimos por un mutuo dolor y lo ha hecho a propósito. ¿Quién sabe? Ella llora. Yo no, aunque se me desgarra el alma y temo que los "tics" y los "tacs" pierdan tanto su esencia de los raros que me salen, que ya no sea posible diferenciar el primero del segundo. Una de sus lágrimas resbala por su mejilla y cae justo sobre mi espalda. ¿Con que así se siente una lágrima humana? Un líquido tan efímero que se evapora él solo y tan eterno que sus llagas duran para siempre. Se lo agradezco. Con mis piezas mojadas, casi puedo imaginar que estoy llorando yo también por ella. Al menos tengo el alma inundada de tensión y miedo como ella. De pronto vuelve Ranma. Su expresión es sombría. Peor que inexpresiva. Adusta. Abre la boca pero le fallan las palabras. Akane le espera, impactada por su seriedad. Yo no. Yo ya he calibrado sus latidos y ya sé de qué va la cosa. La he perdido. No cabe duda.

-L-lo siento, Akane. Mi madre la ha tirado a la basura. Te adora. Sabes que es así. Y por eso, está destrozada, buscando en la guía los teléfonos de todos los basureros de la zona. Por favor no llores. Yo la hallaré. Te lo prometo.

Fin de la primera parte


Historia Bonus

La mecánica del corazón.

.

Este fic está inspirado en la lectura de La Mecánica del corazón de Mathias Malzieu. Cuenta la historia de un niño, luego joven, que al nacer en el día más gélido de la historia, le colocan un reloj en el pecho para que ayude a su débil corazón a latir. Creo que me lo leí en un santiamén, teniendo en cuenta que fui interrumpido más de quinientas veces por gente pidiéndome cosas. Al principio, cuando era pequeño, recuerdo que me fastidiaba que esto ocurriera, que el mundo me llamara a servirle justo cuando estaba en medio de tan sabrosa tarea. Ahora ya no. Ya he descubierto su secreto. Y sé, por experiencia, que cuánto más se encapricha la realidad en separarme de la lectura, mejor sabor de boca me dejará el libro cuando lo termine. De hecho, suele ocurrirme también cuando escribo. Una vez que me he acostumbrado a la constante interrupción y la he adaptado a mi ritmo de lectura/escritura, se ha convertido en una herramienta valiosísima para dejar sedimentar ideas y escenas. Obviamente, no siempre funciona, no siempre soy capaz de ganar al mundo de las cosas, pero cada victoria, se nota. Por eso, estoy seguro de que nunca me olvidaré de algunas escenas y frases de este libro ni tampoco de este fic, ambos leído o escrito ante una multitud de despistados pidiendo indicaciones para encontrar lo que tenían enfrente de sus narices.

Fin de la historia bonus.


Comentarios

Estimada Ai. Gracias por los memes. Me alegra que te haya gustado.

Estimada Akyfin02 (cap. 112). "Ultramegahiperarchirequetecontrasúperhermoso". ¿Cómo responder a algo tan largo? Con la palabra más larga que conozco yo: Esternocleidomastoideo.

Puedo ser más retorcido pero dejémoslo para el especial de Anticlímax. Ñac. ¿Te gustó el chiste del otaku? Curioso. Pensaba que era malo como los otros. Tendré que estudiarme un poco mejor tu sentido del humor.

No, por favor, para nada. Los franceses no son así. Olvidaos que soy profesor. Nada en Ranmond está remotamente cercano a la forma estereotipada de comportarse de los franceses ni se parece a los franceses que conozco yo. Solo me pareció gracioso que fuera así. En todo caso, la idea surgió sola al escribir. Estaba ambientado en la época y se me ocurrió hacer una referencia a Asterix. Luego, nació Ranmond. Como un orgulloso francés que resiste al invasor.

Ah, sí. Feliz cumpleaños adelantado.

Estimada Akyfin02 (cap. 112). ¿Cuál es el colmo de Akyfin? Que le secuestren al tigre.

Estimada Evanmychem. Asesina a tu calculadora. Yo nunca me equivoco….no, no, jamás. Y de ninguna manera editaría la historia para que parezca que no hubo error. Y si no me crees, puedes preguntarle a Akyfin si soy de ese tipo de personas. Muy bien, le contaré a Anticlímax que tiene una fan nueva. Seguro que le sube la autoestima. Es un Dios y necesita que le suban la autoestima. ¿Irónico, verdad?

Desafio aceptado. Haré en algún momento un especial reivindicatorio de Amnar y Enaka (aunque todavía tengo pendiente lo de Inuyasha que prometí hace un tiempo).

Dice Gohan que tardan lo mismo.

Estimada Gabyy. Gracias. No dejo de escribir. Me aburro mucho si no lo hago.

Estimada Akyfin02 (cap. 15). ¿Se notaba mucho que tenía ganas de irme de vacaciones?

Estimada Akyfin02 (cap. 16). Pues Bulmita es pro-Shampoo. En ella están inspirados personajes como los piojos pro-Shampoo y la única e irrepetible hija de Akane en Misterios en Nerima.

Estimada Akyfin02 (cap. 17). Capítulo 17. Siempre gusta. Será porque la gente en ese momento todavía no me conocía lo suficiente. Ahora que lo pienso si tuviera que escribirlo de nuevo, sería en voz de Anticlímax y rematándolo con un "¿irónico, verdad?".

Estimada Akyfin02 (cap. 18). Pues tengo que agradecerle a minefine7 que me censuró debidamente el fic, me obligó a cambiar el final e insertar la advertencia de que es pro RanmaxAkane (ese día me dolía la muela).

Estimada Akyfin02 (cap. 19). Gohan es pro-Kagome. No hay nada más que decir. Aunque en rigor no es la primera historia bonus. Cuando redactaba Misterios en Nerima cada vez que los nenes hacían una gracia la incorporaba a la historia.

Estimada Akyfin02 (cap. 20). Vale disimulemos. Oh, ¡Pero qué lectora más ingenua! Sufre, sufre. Seguro que termina mal. Buahahaha.

Estimada Akyfin02 (cap. 21). Sí, sí, soy supermalo y lo divido en tres partes. No te preocupes que ya no lo hago más.

Estimada Akyfin02 (cap. 22). Lo siento, mi querida Akyfin, pero yo soy de la facción de la logia de profesores que aboga por un incremento de las tareas.

Estimada Akyfin02 (cap. 23). Lo que tú digas. Yo ya hace rato que perdí la cuenta.

Estimada Akyfin02 (cap. 24). A tu edad, esa ortografía es casi normal y lo tuyo es lo raro. Y si es mayor que tú, pues ya no es perfecto para ti.

Estimada Akyfin02 (cap. 25). Es un final perfectamente lícito de una primera parte de mis historias. De hecho, casi todos los primeros capítulos de los three-shots terminan con algo parecido. ¿Aunque sangren los pies? Y luego son las mujeres las que no entienden a los hombres. Hacerlo por amor o miedo a tu mujer es entendible. Pero ¿por coquetería? ¡Qué locura!

Estimada Akyfin02 (cap. 26). Yo tampoco me acuerdo. Por eso están los mandamientos. Son básicamente para mi.

Estimada Akyfin02 (cap. 27). Uhhhh, la maldad personificada. Ver una película de tarea. ¿Cómo puede un profesor ser tan desalmado? ¿Pudiendo obligarte a hacer un cuaderno entero de ejercicios exigirte que veas una peli el fin de semana? No, no, no. Yo jamás les haré esos a mis alumnos. Y mientras les tomo examen sorpresa, les contaré que según una mexicana que conozco, estoy siendo menos cruel que si les mandara a ver una película.

Estimada Minefine7. Tú si que sabes. Ñac.