En un lugar recóndito del universo, sitio donde ningún humano ha osado entrar jamás, un Dios de escritura exquisita y sutileza sin igual se prepara a suplantar a su colega, Lensei, que se ha tomado unas vacaciones. Para concentrarse mejor, decide adentrarse en un lugar de su fortaleza cósmica aún más recóndito, sector vacante del "Valhalla de la Ironía", en donde no ha entrado nunca nadie, ni ser vivo, ni divinidad: el baño. En rigor no lo necesita (es un Dios), pero aún así, por hacer burla a los seres mortales, decide imitarles en sus tareas fisiológicas. Y a falta de papel higiénico, utiliza una vieja lista de mandamientos para limpiarse y luego tira de la cadena.


El cementerio de relojes. Final.

Redactado por Anticlímax (¿irónico, verdad?).

-Yo la hallaré. Te lo prometo.

Oímos todos el juramento y por arte de magia nuestros engranajes apresurados se desaceleran. Una especie de poder sedativo se activa en nuestra consciencia a partir de sus palabras. Yo diría que aquello es su arma más potente. Una herramienta que suele ocultar entre miles de improperios que solo consiguen magnificar el efecto del mensaje tranquilizador cuando este llega.

Nos calmamos. La aventura ya ha asignado a un héroe para que se ocupe. Al mejor de todos. Akane y yo bien lo sabemos. Curioso. Por primera vez siento cómo un alma ajena, la de su prometida, late al mismo tiempo que mis engranajes. Difícilmente existan en este mundo otras dos criaturas que confíen más en el humano de sonrisa escurridiza que nosotros dos. Aquella certeza nos une. Cada uno, despojado de lo mismo; Miss Exaccia, y cada uno, sabiendo que no hay nada que temer. Aunque hay que reconocer que las promesas de Ranma se caracterizan por cumplirse siempre, también es de sentido común, por otro lado, aceptar que su forma de resolverse suele por lo general ser extraña. Incluso, irónica. De nada nos sirve que la halle rota. O que lo consiga dentro de veinte años. O en un mes e intacta pero casada y con hijos de agujas hambrientas y mirada exacta. Las dudas vuelven a carcomerme el alma. ¿La hallará? Sí, seguro. Pero cómo, cuándo, en qué estado. Maldigo mi condición de objeto inerte y vuelvo a maldecirme. Confiar en Ranma el trabajo que yo mismo debería realizar, es tan aventurado como encontrar una aguja en un pajar. Y más doloroso que buscar una paja en un agujar. A veces creo que esta es la definición misma de estar vivo. Sabemos de sobra que vivir es terrible y angustioso. Nos preparamos, pues, mentalmente para el caos, para ser felices solamente sin tenemos la inmensa fortuna de hallar el objeto metálico entre millones de palitos amargos. Y cuando por fin creemos que lo conseguimos, que ya estamos listos para intentarlo, descubrimos la verdad. Que la vida es una montaña de filosas agujas que nos desgarrarán desde el mismísimo momento en que intentemos rebuscar bienestar en ella. Si hemos de ser felices, perdón si hemos de tener la fantasía de que quizá exista algo de armonía al final del túnel, antes deberíamos rasgarnos la piel, los tendones y los engranajes, buscando la pajita de la felicidad que quizá ni existe. Y si nos rendimos o ni siquiera lo intentamos, ahí está la enorme montaña de agujas que es la vida riéndose de nosotros. Alejándose cada vez un poco más, a sabiendas de que el tiempo juega a su favor y que pronto, muy pronto, si ni siquiera luchamos, nos iremos de este mundo sin haber hecho nada de valor.

Ranma, por supuesto, es demasiado ingenuo para advertir que vivimos en un cosmos cruel. O demasiado terco para aceptarlo. Akane, en cambio, (ahora que latimos de forma sincronizada lo sé) está hecha de otra pasta. Cálida, gentil, optimista, pero en el fondo, aturdida por su propias voces internas que le advierten de los peligros del mundo. Necesita de un héroe como el agua. Por eso le ama. Y al mismo tiempo, necesita que le mientan sin mentirle. Que le digan, creyendo sinceramente que es verdad, que su diagnóstico sobre la crueldad del espacio es falso y erróneo. En un mundo ideal las medias naranjas se encontrarían con facilidad y lo difícil sería separarles. En un mundo normal, costaría tanto lo uno como lo otro. Y si digo que esta realidad es cruel y mala es precisamente por un hecho evidente; porque aquí, las almas gemelas casi nunca se encuentran y si lo hacen, las circunstancias les separan con tan pavorosa facilidad que todo el universo parece orquestado para evitar que esto mismo suceda.

Se forja, por tanto, la más extraña de las alianzas. Akane me toma entre sus dedos y me guarda en su bolsillo. Ranma me ha prestado a su prometida. Para que me consuele o que la consuele yo. Da igual. Nos ha juntado, al montesco y a su capuleta particular. A "la bruta capaz de destrozarme con un solo estornudo" según sus propias palabras, con su hermano de metal, el obstáculo desde siempre para que expresara mi amor a Miss Exaccia con el pretendiente inapropiado para su frágil mascota de tuercas y precisión. Ranma no lo ve pero su cálida mano, en el interior del bolsillo me acaricia casi de forma frenética. La angustia le carcome. Y a mi. Pese a todo, sus dedos son sedosos y por mucha fuerza que tengan, su caricias solo saben a ambrosía y miel. Por fin entiendo la fijación de Ranma en ella. Akane es una estatua en honor a la furia esculpida sobre un cristal delicado. Tan fiera cuando se enoja como frágil si la atacan. Igual es su corazón: fuerte y generoso a la hora de latir y amar. Dulce y terroso como una mota de polen por dentro. Hay que cuidarlo con la mayor de las delicadezas si pretendes tan solo convivir con ella. Y de amarla mejor ni hablar. Se trata de una tarea solo a la altura de Ranmas intrépidos.

Su suave balancear al correr calle abajo y su mano sobre mi corazón de metal me adormecen. Me acuna como la madre que nunca tuve. Descubro de golpe que la vida de Miss Exaccia ha de ser así de maravillosa y que yo mismo deseo vivirla. Descubro también que no deseo otra cosa que saltar ahora mismo si pudiera y tirarle de la oreja a ese idiota de mi hermano hasta obligarle a confesarlo todo. Decirle: "ya basta de tonterías, Ranma. Cásate con ella. No existe orgullo o miedo que justifique que te pierdas esta paz ni un solo instante más".

Y de pronto, de todos estos sentimientos que embriagan mi consciencia me sustrae un ligero dolor en la carcasa. ¿Qué ha sido eso? ¿Acaso me confié demasiado? Eso parece. La mano de Akane me sostiene ahora con tanta fuerza que a punto parece de despedazarme. Me ahogo. Algunos resortes de los más pequeños y delicados comienzas a chirriar y apretujarse sobre si mismos. Si no se detiene, pronto, ya no habrá marcha atrás. Parte de los nudillos le tiemblan. A lo mejor le cuesta hacer tanta fuerza o…¡no es eso! Tiembla de miedo. Me había distraído tanto con sus caricias que había dejado de monitorear su corazón. Teme. ¿A qué? Si su corazón indomable carece de ese sentimiento. Hay algo allí fuera que lo provoca. Ya me da igual si apenas logro respirar o latir. Ranma me ha encomendado a Akane. Si está sufriendo, es mi deber fraternal reconfortarla. No queda otra opción. He de acelerar mis latidos, único movimiento que la mecánica de Hachiro me permite efectuar. Pronto noto como todo arde a mi alrededor. Demasiada fricción interna. Da igual, si con ese mínimo calorcito logro distraer a Akane, vale la pena. Me incendio, como el corazón de Ranma cuando ella sonríe. Y con ello, sube toda la temperatura de mi cuerpo. Creo que lo nota. Sí, sí. funciona. Sus dedos se relajan, vuelven a acariciarme.

-¿Tienes miedo, Akane? –pregunta él.

-No digas tonterías, Ranma –contesta ella-. ¿Por qué habría de asustarme de la estatua?

Y agrega para sus adentros de forma tan sutil y delicada que no puedo más que sonrojarme: "¿Cómo podría tener miedo si parece que tuviera tu corazón entre los dedos dándome fuerza?".

-No es una estatua cualquiera. Se trata de un basilisco –aclara Hachiro que nos ha guiado hasta allí-. Marca la entrada al cementerio de los relojes. Si existe alguna chance de hallarla, es que a la hora de reciclar, la gente del basurero le haya arrojado aquí.

Ranma hace el gesto de entrar. Akane le sigue. Mejor dicho, se acerca a él. Sus manos tan cerca que parecen a punto de entrelazarse. Se rozan una vez y otra. Mi guardiana sigue con miedo pero prefiere morirse de angustia a confesarlo. Echa un último vistazo a la horrible cabeza de gallo con cuerpo de serpiente y larga un gran suspiro. Sus dedos vuelven a apretarme con fuerza. Con lo fácil que le sería hacer lo propio con la mano de Ranma. Antes se aleja un poco y me habla. Lo hace por primera vez. ¿Acaso sabe mi secreto? ¿Sabe que puedo entenderle? ¿Por qué no? ¿Acaso no es la dueña de Exaccia? Desde luego, su sensibilidad tan sublime podría permitirle el lujo de superar los típicos preconceptos de los humanos y dialogar con mi alma. O a lo mejor simplemente me usa de placebo. Soy el corazón de Ranma en su mano, después de todo.

-Lo estudié en clase el semestre pasado. El basilisco nace de un huevo de gallina incubado durante siete años por un sapo. Te fulmina con la mirada. ¿Quién ha podido idear algo así para adornar un cementerio de objetos? ¿Sabes qué es lo peor? Mírale los ojos. Son tan…tan…tiernos. Es demasiado extraño. Pareciera como si lo hubiese esculpido un hombre enamorado. No logro sacarme la idea de la cabeza. ¿Qué clase de locura, qué clase de situación brutalmente irónica podría empujar a alguien a esculpir algo así por amor? ¿De qué manera puede ser semejante engendro romántico?

Concuerdo con ella. Se ha puesto en cuclillas y al hacerlo me ha extraído del bolsillo para hablarme cara a cara. Miro la estatua durante unos segundos. Efectivamente da escalofríos y efectivamente algo hay en ella como fantasmal. Un sentimiento que trasciende el tiempo y el espacio.

Luego entramos. Los tres héroes. Ranma, Akane y yo. Hachiro aguarda en la entrada junto al basilisco. Antes de terminar de perderle de vista, alcanza a gritarnos.

-Recordad que debéis salir antes de la medianoche. No es bueno estar allí después de esa hora si estás enamorado.

El corazón de Akane se estruja. Le duelen las últimas palabras como si un cuchillo estuviese sirviendo mantequilla de su corazón sobre una tostada infernal. Me extrae otra vez, gesto mecánico que ya decididamente le tranquiliza, y simula observarme. De ninguna manera osaría aceptar que coge fuerzas de mi, imaginando que soy quien bombea sangre en las venas de su amor.

-Son las 23 ya…

-Da igual –se encoge de hombros Ranma-. Yo no estoy enamorado.

El cuchillo antes mencionado se hunde irremediablemente y extrae un buen trozo de mantequilla roja. Nunca antes había asistido al terrible espectáculo de un corazón lagrimeando. Decididamente la necedad de Ranma me desespera. Vuelvo a acelerar mis tic-tacs a la máxima velocidad. Da igual si me carbonizo en el proceso. Debo impedir que se separen. Encontrar a Exaccia juntos es mi máxima prioridad.

-Yo tampoco, idiota.

Miente, maldice pero también se calma un poco. Está claro. Quién invente un peluche con forma de corazón artificial con el nombre del amado para vender a bajo precio a adolescentes inseguras se hará millonario.

Con estas palabras el corazón infantil de mi hermano se acelera. Y la rabia le carcome. No patea a Pe-chan solamente porque no se encuentra presente pero le circula la sangre por las venas con el mismo hervor que cuando le ve en brazos de Akane.

-Mejor –contesta sin pensar-. Sería incómodo que mi prometida se enamorara de mi.

Ahora sí, el cuchillo en el corazón de Akane asesta un golpe mortal. Muy bien, Ranma. Tienes entre tus manos un tesoro frágil como el cristal y le tiras una bomba atómica. No puedo permitirlo. Desengancho el limitador que previene un recalentamiento excesivo y echo fuera de mi consciencia todo tipo de preocupación por la vida o el futuro. Se siente placentero. Galopar a la velocidad de la luz, navegar por las estrellas, derretirme en algo más caliente que la lava, mi propia carcasa de metal que comienza a fundirse. Y salvarme por culpa de las lágrimas akaniles que nuevamente caen sobre mi turbina recalentada justo en el momento más indicado.

-Y-yo…Akane…no llores…no lo decía en serio…

Demasiado tarde. Akane ya no le oye. Huye, escapa, corre, salta, pisa un reloj cu-cú, dos de pared y otro de estética kitsh. Tropieza, cae y se levanta. Nada le detiene. A esa velocidad, el anticlímax de la historia parece estar cerca. ¿Qué posibilidad hay que no encontremos a Exaccia surcando el mar de cadáveres a velocidades supersónicas? Como dije antes, Ranma siempre cumple sus promesas pero de la forma menos elegante y correcta posible. Akane seguramente le hallará pero con el alma despedazada en el proceso.

¡CLONC!

Allí está. No la veo pero le oigo. Para, Akane. Es por allí. Es…

No se detiene. Cierto. No puede oírme. Y además ni se acuerda de ella. Antes que buscar a Exaccia está huyendo de él. Cuando por fin se para, ya estamos lejos, hemos perdido el rumbo y peor aún, son las 23:58. Solo entonces recuerdo las palabras de Hachiro. ¿Peligroso un cementerio después de la medianoche? ¿Por qué? ¿Hay fantasmas? ¿Acaso cobrará vida la estatua del basilisco y nos pulverizará con su mirada? ¿Y en todo caso…por qué se trata de un momento solamente comprometido para los enamorados?

Los relojes no creemos en la magia ni en los aparecidos. Somos así. Hijos de la ciencia y de ella nos fiamos. Ya bastante me cuesta creer en el amor para hacerlo también en fantasmas. Y aquello me recuerda a los hombres medievales que leían en sus libracos enciclopédicos sobre elefantes y dragones. Estaban los escépticos que descreían tanto de la existencia de un ser fabuloso con una mano en la cara como de la de un una serpiente voladora que escupiera fuego. Y los creyentes que imaginaban a ambas criaturas como reales. ¿Cómo creer, pues, en el amor y no en los fantasmas si ninguno puede verse y si ambos parecen tan extraños e imposibles? Siendo objetivos: ¿Qué es más probable que exista? ¿La persistencia del alma después de la muerte? Raro pero con cierta lógica. ¿O el caótico cúmulo de sentimientos que es el amor sin ningún tipo de orden, utilidad o ganancia?

Caen las doce y por fin, las incógnitas empiezan a revelarse. Con la última campanada de la iglesia más cercana, los ruidos en el exterior desaparecer poco a poco. Los últimos trabajadores apagan sus máquinas, los últimos coches se alejan del lugar y al cementerio le inunda un silencio absoluto. Solo entonces, cuando ningún ruido en el exterior distrae a los muchachos, tanto Ranma, Akane como un servidor, advertimos el prodigio. No todos son cadáveres. De hecho, casi ninguno de los relojes parece haber muerto del todo. Los tics y los tacs totalmente desacompasados de cada uno, inunda el recinto como si se tratara de una orquesta de grillos que se ha propuesta desafinar de la peor manera posible. Un caos en toda regla. Pero no cualquier caos. Un caos de relojes rotos. O lo que es lo mismo, un caos de corazones destrozados. Pronto, Akane cae al suelo como fulminada por la melodía fúnebre. Efectivamente, su corazón, demasiado proclive por estar enamorada, a latir al ritmo de otros, intenta seguir todos los ritmos propuestos. Así, ora se estruja sobre sí mismo, ora late cinco veces en un segundo, ora se mantiene dilatado más de la cuenta. Y con esto, las mismas imágenes del amor se suceden en su cabeza. Ve a Ranma guapo y feo a la vez. A veces, gritándole sobre sus capacidades culinarias, a veces alabando su sonrisa. Con sus otras prometidas o con ella a solas. Casados o separados para siempre. Y entre todas estas y de forma repetitiva, las crueles palabras del final: "no estoy enamorado".

Otro tanto creo adivinar que ocurre en el otro extremo del cementerio. Yo mismo intento resistirme pero ya me asaltan imágenes de Exaccia muerta o separada de mi para siempre. Chocando otra vez contra mi cuerpo como aquel maravilloso día o diciéndole: "mi héroe" a otro reloj que se transforma en cerdo cuando le dan cuerda.

¡No! No puedo rendirme. Esos tontos tienen derecho a dejarse dominar por la locura del amor. Yo no. Antes debo salvarla. Aunque eso signifique negarlo todo y a mi mismo. ¿Dejar de amar por amor? ¿Existe algo más irónico que eso? Y sin embargo, ¿Qué otra opción queda? Los humanos no pueden pero ¿yo? Soy un reloj después de todo. No me es tan complicado desconectar unos engranajes y enlazar unos con otros de otra manera. Tengo miedo, pavor…pero sigo…destruyendo mi amor por amor. Comienzo a delirar. Imagino que con cada tuerca que cae, con cada gramo de amor perdido, la estatua del basilisco da un paso más cargándome en brazos hacia el infierno. Y no sé por qué razón, también imagino que con cada paso, un Dios guapo y bien parecido, grita "ÑAC" entre risas diabólicas. No sé que relación podrá existir entre una estatua que se mueve y un "ÑAC" ni me importa. Todavía conservo suficiente lucidez para darme cuenta de que tal Dios no existe y que la estatua sigue en su sitio.

Y sin embargo, las imágenes del infierno me sobrecogen. ¿Realmente estoy muriendo al negar mi amor? Akane desde luego parece que sí lo hace por aceptarlo. Llora, grita, se arranca los pelos. Totalmente rendida a la locura sin límites de un amor caótico que los envidiosos fantasmas de relojes destrozados pisotean por el puro placer de convertirla en su igual. Me estremezco. Solo queda un alambre por quitar para convertirme en un alma sin amor. Solo puede impedirlo la típica interrupción dramática. ¿Dónde está el héroe? ¿El que siempre llega a último momento? Nada. Obviamente Ranma está fuera de combate. Por tanto, deduzco: yo soy ese héroe. El que llega a último momento para salvar a los indefensos. Normal, al fin y al cabo soy quien aprendió a latir como él desde mi nacimiento. Desconecto el alambre final y con ello me desconecto. Ya no soy yo. Se ve todo borroso como aquel 1 de mayo de hace ocho años. Claro. Nacer. Morir. Ha de ser parecido. Creo que funciona. Por lo menos, ya no veo nada. Pronto, tampoco oiré. Y cuando ocurra, cuando me libere del embrujo, ya solo me quedará, ciego, sordo y sin amor, latir a máxima velocidad otra vez y despertarla. Ser el corazón de Ranma. Luego, solo quedar morir y si es posible aguantar hasta que hallen a Exaccia para mirarle por última vez. Eso…estaría…bien…

De pronto, lo imposible. Un Deja-vu a escala cósmica.

Tic-Ba, Tac-Bump. Tic-ba, Tac-Bump. Tic-tac. Ba-bump.

Abro los ojos. Otra vez me encuentro sobre un acolchado caliente y plano, su pecho (el de Ranma, no el de Akane que también es plano). Como siempre el héroe llega a último momento. Sonríe.

-¿Cómo puedes ser tan tonto, Little Clock?

Intento responder. Explicarle lo de Akane. Que intentaba salvarla. Y a Exaccia. Que le imaginaba loco de amor en el otro extremo del cementerio de relojes. Le miro. Se ve tranquilo y relajado. Los "tics" y "tacs" siguen todavía su réquiem fúnebre desincronizado a nuestro alrededor.

Akane yace muy cerca de nosotros. Ranma le coge en brazos y pasa el envés de la palma por su frente. Le acaricia con ternura.

Se despierta.

-Ranma, ¿cómo has hecho…?

-Ya te lo dije, Akane. Yo no estoy enamorado. Siento de veras que tú lo estés pero yo no. Ya sabes…resulta un poco incómodo.

Akane se frota los ojos. Había alucinado tanto ya, que seguramente se trataría de un espejismo falso más que le despertaba solamente para seguir regodeándose en su tortura. Pero no. Por mucho que se los frota, el aparecido que pronuncia palabras mortuorias se niega a desaparecer. Antes le apoya con delicadeza sobre un cúmulo de relojes despertadores. Akane sigue llorando.

-Yo ya no catalogaría lo que siento por ti como simple amor –enjuga sus gotas de dolor con la yema de los dedos-. Es algo más. Mucho más profundo y sincero. Otro estadio totalmente de los sentimientos. Amor, amor, era el que te profesaba cuando te conocí. Cuando mi corazón solo latía soñando con tus besos. Ahora ya no. Hoy en día no soy capaz de respirar ni de pestañear en tu ausencia. Eres parte de mi. No sé cómo llamarlo pero ya no es un simple amor que se alimenta de dudas, deseos e inseguridades. Ya no me tiro de los cabellos ni lloro por no animarme a decirte las cosas. Por eso es incómodo. Porque ya he madurado. Sería más fácil si tú también…

Akane le mira embelezada. ¿Cuándo mi Ranma se convirtió en un hombre que no me he enterado? –se pregunta-. Entonces, ¿qué le incomoda? ¿Qué yo todavía sea una niña?

Sus ojos se cruzan y sus respiraciones. Si hay "tics" o "tacs" distractorios (en el fondo, otra forma de Kunos o Shampooes saltando sobre ellos), ya no los escuchan.

-Yo también creo que he madurado un poco. Ya estoy lista para decirte que te amo.

A lo mejor el basilisco, personificación de todas las brujerías y todos los males, y único testigo del espectáculo, intenta impedir el beso con su mirada fulminante. Si lo hace o no, poco importa. Cuando un hombre y una mujer deciden madurar al mismo tiempo y cortar con el círculo vicioso de la eternidad, nada les detiene.

-¿Cómo me has encontrado? Es todo tan caótico…

-Ha sido fácil. Oí a mi corazón y busqué un sonido igual. Encontrarte ha sido tan fácil como encontrarme a mi mismo.

Un silencio melancólico por las románticas palabras recién oídas. Y luego, un "clonc" en su bolsillo. Claro. Los héroes son así. Ha tenido tiempo de salvarme a mi, encontrar a Exaccia por el camino, hallar a Akane y confesarle su amor justo cuando parecía que su corazón de cristal estallaría de forma irreparable. En la puerta misma del cementerio aguarda Hachiro. Está viejo y agotado y, que yo sepa vive solo desde siempre. Y sin embargo, no se anima a entrar. Mientras repara a mi amor, me entretengo imaginando que maravilloso amor albergará en la memoria de su corazón para no aventurarse allí dentro. A nuestro lado, el basilisco sigue sin moverse. Su feroz cabeza de gallo, sus alas anaranjadas y su cuerpo de serpiente parecen a punto de cobrar vida. ¿Qué tipo de horrendo kikirikí será capaz de cacarear? De pronto, el "clonc" desaparece. Ranma y Akane se miran. La escena les enternece hasta las lágrimas. Se sucede otro beso, uno largo y romántico que dura todavía hasta ahora que llegamos al dojo. Cuando por fin separo mis manecillas de las suyas, sé que luego de ese beso que nos hemos dado, Miss Exaccia y yo seremos felices por siempre. Desde entonces pasan miles de años. Cada tanto recibo algún que otro tacflui y así, felices y juntos, pasamos de generación en generación como joyas indivisibles que hay que cuidar y mimar por su antigüedad. Con cada nueva generación, aprovechamos para circunstancialmente enlazar el ritmo de nuestros engranajes con los de algunos humanos. Conocemos gente singular. Presenciamos grandes y bellas historias de amor pero ningún amor como el de nuestros primeros amos. Dicen que aún hoy, el basilisco sigue presenciando alguna que otra aventura amorosa en su cementerio. Y al igual que nosotros, ninguna, ni siquiera la historia de Ranma y Akane, se compara con la de sus creadores.

Fin del Cementerio de relojes.


Al final termina bien. ¿Irónico, verdad?

Y ahora lo que todos vosotros estáis esperando. Una historia bonus redactada por Anticlímax. Pues no. No os voy a dar el gusto. La vida privada de mis hijos, Thor y Lokita, no es de vuestra incumbencia. Y de mi mujer, Ironífine7, mejor ni hablar.

Para compensar, otro fic. 2 al precio de 1. ¿Irónico, verdad? Creo que para este dejaré que me ayude un viejo amigo mío que hace mucho que no aparece. Que lo disfrutéis.


Historia bonus.

Amor en la oscuridad.

Esta es la historia de Ana del Tendoso. Mi historia. Una historia dark por cierto. Porque, no es por presumir ni por nada en especial, pero hay que admitir que soy una adelantada a mi época. Inventora de todo lo alter: emo, gótica, depre, complejo de Electra, heavy y, por supuesto, dark. Para que nos entendamos: mi definición de tierno no contiene más luz que la que pueda reflejar la luna en la piel de una pareja de murciélagos revoloteando sobre una tumba bajo un cielo estrellado. Difícilmente se halle tanta paz en ningún lugar de Granada como montada a medianoche en uno de los altares del cementerio. Cuando me encaramo en una de sus frías losas como ahora, casi no se me distingue de un fantasma. Básicamente, porque tengo el cutis opaco, cabellos largos y negros como ha de ser y también los labios manchados con una pasta que he preparado con zumo de carbón triturado y agua. Espero a mi novio que vuelve de Italia. Ha partido hace casi un mes a un torneo de artes marciales o algo así. No me ha explicado mucho pero de seguro habrá sido sangriento. Obviamente no soy materialista. No espero ningún regalo y menos de un poeta dark que cultiva almendros colorados. Aunque quién me quita la ilusión de recibir algún meñique de un rival o al menos una oreja.

Para no aburrirme oteó el horizonte. Nada. Por suerte, al maléfico sol con sus horripilantes ardores todavía le falta mucho para venir a ampollarme la piel. Sufro de la típica alergia de adolescente. O dicho de otra manera, odio a la puerca primavera. Por el polen me arden los ojos. Por el calor, se me ampollan los brazos y encima, cada tanto, se me acelera el corazón. Ojito, ¡eh! No os vayáis a imaginar tonterías. Se me acelera por puro vértigo. Nada de amor y cursiladas de haditas descerebradas. Esta estación me causa tanta zozobra como el viento al equilibrista. La luz, las sonrisas, la alegría. Puajjjj. Y para colmo, en primavera del año pasado mi padre queriendo casarme. Por supuesto, ¿qué mejor estación que primavera para darme la nueva buena? Cierro los ojos y dejo que la fresca brisa de la noche del cementerio me haga creer por un instante que todavía estamos en otoño o invierno…y que nunca existió tal compromiso. ¿Casarme, yo? ¡Ja! Eso mismo le dije a mi pomposo padre. Todavía recuerdo el horror de los criados cuando le desafié.

-Cálmate, hija –intentó zanjar el asunto mi padre mirando de reojo el enorme retrato de mamá que pendía sobre la cabecera de la mesa.

-Pues no. No me calmo ni me tranquilizo. No soy una Ibukline ni una cobarde. Antes que escaparme y hacer mi vida a escondidas, prefiero decirte las cosas a la cara. ¡NO-ME-CA-SO! Y menos con un desconocido.

Su tez pálida y lustrosa contrastaba con la mía. Sus ligeros sudores que ya comenzaban a caer desde ella, también lo hacían con mi serenidad. Patético. Si algo había tenido de caballero arrogante y valiente, lo había perdido todo cuando aquella tonta enfermedad reemplazó la seda de las sábanas maternas por tierra sobre un ataúd.

-Anita…ya tienes dieciséis. Como Paloma cuando se casó conmigo. Me dieron a escoger entre ella, Paz o Blanca, sus hermanas. Es lo que se acostumbra. Supongo que no es justo que seas hija única pero no es lo para nadie. También tuve miedo antes de verlas. Ese día, sin embargo, fue el mejor de mi vida. Entre tus tías destellaba con luz propia la belleza más pura e inocente de tu madre…

Puajjj. ¡Qué asco! ¿Verdad? Si ya bastante vomitivo era tener que aguantar a mi padre hablando sobre la belleza de mamá…que encima acudiera a adjetivos como "luz"…horrible. Además, ¿y a mi qué? Si a ellos le había salido bien…pues, bravo. Genial. Pero yo era y soy gótica. No pensaba rebajarme a sufrir por las estupideces de los demás en lugar de por mis propios problemas como el hambre en el mundo y la maldad generalizada de la alta nobleza granadina, de la que tristemente formaba parte.

-Verás que Ram…

-Shhht –le interrumpí-. No quiero saber ni su nombre. Y como te atrevas a describirlo como galante (puajjj), sonriente (requetepuajjj), pulcro (arcadas) o educado (pffffftt) no respondo de mis actos. Sobre mi futuro mando yo. Nadie más.

-De acuerdo, niña –repuso de pronto con malicia y se dirigió a los sirvientes-. Todos la habéis oído, ¿verdad? Sois testigos. La niña ha aceptado casarse y ha decidido elegir ella misma a su prometido.

-Pe..pe –tartamudeé como una princesita descerebrada. Maldición. Sin una buena taza de café en el estómago era bastante vulnerable a las tretas rastreras. Y encima ese brillito de sol primaveral que se colaba por la ventana y me daba justo en los ojos no ayudaba mucho a que espabilara.

-De acuerdo. Está decidido entonces. Mañana se celebrará un gran banquete al que acudirán todos los caballeros casaderos de Granada y tú elegirás al que más te guste. ¿Reniegas de la monarquía y este sistema al que llamas caduco? Pues bien, toma democracia. Elige a tu presidente para que se case contigo. Habrá un solo voto, el tuyo y el ganador, se llevará tu corazón por mayoría absoluta.


Mientras tanto, también se desarrolla otra historia, la mía, la de Ramón Saotomez, adelantado cordobés y residente en Granada. La de un noble granadino que huye de su título y obligaciones. De profesión: dibujante de arco iris en la acera. Oficio elegido con el corazón y haciendo caso omiso a los ruegos de mi padre, el Diputado Mayor de la ciudad. Elección que me obliga a cambiar constantemente de paradero a fin de evitar que me enjaulen en un cuarto de tecnócrata aburrido. Y aunque he recorrido mucho mundo, hoy por fin vuelvo a Granada y a mi amor. Con una tonelada de experiencias nuevas bajo un brazo y un presente para mi princesita bajo el otro: un angelito blanco bordado con lana y algodón. He de reconocer que todavía no he calibrado muy bien sus gustos. Solo nos conocimos una noche y luego tuve que partir. Pero de seguro le gustará. ¿A qué mujer no le late el corazón con más fuerza cuando recibe un regalo sin valor real pero dulce, armonioso y colorido? Sobre todo, Ana, sé que lo apreciará. Básicamente porque ella no es como las demás damas. Ni superficial ni viviendo de las apariencias. Se trata de una mujer real. De las que tienen sangre en las venas. Y pensar que estuve a punto de no conocerla. De hecho, cuando mi padre me informó de que estaba comprometido con ella, me invadió tal amargura que por poco agregó por error un semicírculo de color negro al arco iris que estaba dibujando en el patio de nuestra mansión. ¡Dios! ¡Qué cerca estuve de blasfemar artísticamente hablando! El negro simplemente no es un color. Hay que ser decididamente necio y tener un alma muy pobre para confundir "la ausencia de luz" con un tono de la infinita paleta de colores que nos ofrece el mundo.

Desde luego me opuse con todas mis fuerzas a casarme con una desconocida. Una noble vacía de corazón e ideas.

-¿Y cómo sabes que es así, si ni siquiera la conoces? –argumentaba mi padre intentando ignorar mis dibujos que emborronaba a propósito con sus lustrosos zapatos de ejecutivo de sangre azul.

-Porque son todas iguales. Las mujeres criadas de forma sobreprotectora por grandes fortunas han de crecer todas idénticas. Me recuerdan de hecho a una tropa de doncellas que dicen que existe en Génova.

-¿Y eso precisamente qué tiene de malo? Sabrá cocinar, hacer los quehaceres de la casa, ignorar con una sonrisa tus estupideces artísticas. Será perfecta para ti.

"Mis estupideces artísticas". Así todavía define padre a mi profesión. He de reconocer que pintando arco iris en la acera mucho no se gana de dinero o reputación. Más aún, cuando en mi soleada Granada suele caer algún chaparrón travieso al menos una vez a la semana llevándose con sus aires húmedos el trabajo de horas. Pero desde luego no es una estupidez. Sé que en cuanto Ana vea mis graffitis sobre el cemento de cada rincón de la ciudad se enamorará aún más de mi. Mis dibujos tienen la fortuna de alimentarse del brillo del sol a todas horas y la poesía de un mural que se ha caído al suelo para sonreír con su gran semicírculo alegre a todos los transeúntes. En realidad no lo sé a ciencia cierta. Y esa duda me provoca algún que otro malestar. Temblor de rodilla. Acidez estomacal y mirada melancólica. Todavía recuerdo el día en que le conocí. Padre volvió a casa muy ofuscado. Gritando: "¡ignominia, ignominia!". "Los pactos son para cumplirse". "Traición, traición". Y sospeché que así era. Para un Diputado Mayor como él, incumplir cualquier mínima promesa equivalía a clavarle un cuchillo por la espalda. Le hacía hervir la sangre política con tal fulgor que parecía un Caballero a punto de montar en su corcel y marcharse a matar gigantes cuando en realidad solo montaría en su silla de escritorio noble a firmar misivas amenazantes al nuevo enemigo. Aquella escena la vivía casi a diario y con alegría. Cuando la cólera le dominaba, pasaba totalmente de mi. Según el rojo de su tez, calculé que tendría toda la mañana libre para pintar. He de admitir que entonces, su sorpresivo grito y dirigido justamente a mi, recorrió toda mi piel y me puso los pelos de punta.

-¡Y más te vale que ganes, Ramón!

¿Que gane? ¿De qué hablaba? ¿Desde cuando era yo participe de las confabulaciones del olimpo político granadino?

-¿Perdón?

-Pues eso, hijo. Que el sinvergüenza de José del Tendoso ha anulado vuestro compromiso y en su lugar propone una especie de concurso para que todos los jóvenes casaderos de Granada se disputen a la mosquita muerta de su hija como si fuera la "gran princesa de Calcuta". Me da igual ya todo. Si es buena para ti o no. Si tienes algo que hacer frente a la flor y nata de la política andaluza con tus estupideces artísticas a cuestas. ¡ME DA IGUAL! Vas a acudir a ese concurso y ganarás.

Y así fue. Me rodearon en un abrir y cerrar de ojos, Rigoberto, el esbirro más fuerte de mi padre, un cerdo en todos los sentidos de la palabra, y Manuel, un cegato que medía el doble que Rigoberto a lo alto y el triple a lo ancho. Con semejante escolta fui conducido por media Granada en carroza. Allí me esperaba un ambiente opresivo. Como ya habréis notado, si algo detestaba y detesto es la hipocresía. Y por supuesto, nada de ello, faltaba allí. Miles de galanes se preparaban a luchar por un amor inexistente, puesto que no la conocían. Dicho de otra manera, se preparaban a batirse a duelo por una dote y una mejor posición social. ¿Qué tenía que hacer un simple pintor de arcos iris efímeros en tal lugar? Nada. Y sin embargo, pronto se levantó a mi alrededor un sordo murmullo que duró durante al menos quince minutos. ¡Claro! Pese a todo, yo seguía siendo el prometido oficial hasta ayer y por tanto, el principal rival a vencer. Flacucho, desgarbado, distraído, gran espadachín, probablemente el mejor de Granada, pero incapaz de matar a una mosca. Y ellos, una turba sangrienta como la que acosó a Penélope en ausencia de Odiseo. Todavía no había acudido a Génova ni tampoco conocido a mi buen amigo Ranmond, así que cuando me vi rodeado por tanto energúmeno celoso, no supe muy bien cómo reaccionar. ¿Debía flagelarlos a todos de un espadazo? Obviamente. Pero en ese entonces me parecía que hacer eso sería tomado como que luchaba por mi dama. ¿Huir? Claro que no. En caso de necesidad, siempre se puede intimidar al personal sin acudir a la fuerza. Y sin embargo, eso mismo intenté. Huir. No por miedo. Más bien usándoles como excusa para no tener que asistir al acto hipócrita. Desde luego, cuando me cayeron dos encima que me cortaban el paso, comprendí que no tendría más remedio que arrasar con media clase noble de Granada.

Blandí la espada en alto. Con un poco de suerte, la fama de mi destreza les haría retroceder. No fue así. Tampoco importó demasiado. Conocía suficientes técnicas para deshacerme de ellos y de quien fuera sin hacerles daño. A continuación comenzó la danza. Unos, dos, tres compañeros de baile demasiado lentos para seguirme el ritmo cayeron sin oponer resistencia. Otros cuatro se esforzaron más pero perdían el compás con demasiada facilidad. También mordieron el polvo sin daño por su parte o esfuerzo por el mío. Y de pronto, quince a la vez. Mejor. Cuantos más vinieran, antes acabaría todo. Y luego, solo uno. Formidable, enorme y silencioso. Muy silencioso. Me miraba con odio.

-Joe –me alcanzó el murmullo proveniente de los cuerpos de mis rivales vencidos.

¿En serio? ¿Joe? ¿El mítico Joe gigantesco e imbatido? ¿El Joe que era pobre, reservado y odiaba a la clase noble? ¿Joe, el anarquista? ¿Qué demonios hacía aquí mi héroe y por qué me miraba con tanto odio? ¿Sería posible que creyera, dada mi exhibición, que yo representaba todo lo que ambos despreciábamos? Pues sí. Probablemente algo de eso había. Al menos, lo deduje por su expresión ya que de su boca no salía palabra alguna.

-Espera…Joe…no deseo pelear contigo…tú eres mi idol…

Y no dije más. Sin armas, de un solo puñetazo y sin acatar las mínimas reglas del decoro marcial, me tumbó ante mi sorpresa. Supongo que de haberlo deseado podría haberme defendido mejor. Aunque no lo sé. Su golpe era simplemente demoledor. Más aún si lo recibía por sorpresa y con la guardia baja. Cuando desperté, mis ropas estaban todas destrozadas como las de un mendigo. Y buena parte de mi rostro y atuendos manchados con carbón. Ah, sí. Y con múltiples heridas. Los muy cobardes habían aprovechado la ocasión a consciencia. Me levanté como pude y entonces la vi. Ya estaba entre nosotros Ana. Vestida de negro, de luto. Claro, pobrecilla. El casamiento forzado era como la muerte para ella. Por eso abandonaba sus vestidos más alegres y vestía así. Aguardaba a que un héroe la rescatara del abismo al que la empujaba un padre tan necio como el mío. Pese a esa tristeza, pese a esos atuendos horribles, a ese maquillaje mortuorio sin una pizca de color (¿qué duda cabe?), estaba hermosa. Una belleza única y sublime.


Acudí a mi subasta conteniendo las lágrimas. Una mujer dark, una dama gótica, a la venta para que se la lleve el mejor postor. Papá me había prometido dejarme elegir pero yo lo tenía claro. Rechazaría a todos y luego…me obligarían a cumplir mi palabra con el que haya traído más dinero. Creo que di unos treinta pasos en silencio y sin animarme a levantar la cabeza. Sus miradas de buitre aguardaban a que el indefenso murciélago cayera entre sus manos para merendárselo. Peor aún, se había ataviado con tantas joyas que aún sin mirarles y con la mirada anclada en el suelo, podía percibir los infinitos rayos y lumbres dañinas que despedían sus atuendos. Me daban asco. Mi única alegría en el día, el revoltijo en el estómago que crecía dentro de mi. Marché entre todos, obligada. Como la única damisela que posaba en un desfile de moda. A cada paso, más y más luces dañinas. Ahora, por la proximidad lo sabía, no las irradiaban las joyas. La luz provenía específicamente de sus colmillos blancos. De pronto, lo impensado. Un hueco oscuro. Levanté la vista. Ahora mismo levanto la vista e imagino que le veo como le vi aquel día. Sucio, desarreglado, sin ningún adorno, despeinado. Con dos botones de su camisa perdidos y otros dos sin abrochar. Y su mirada. Su infinita mirada dark. Sí, sin duda. Ese hombre sufría por mi. Por mi destino. Me reconocía como una persona sufriendo en lugar de un objeto. Tan guapo.


Ana avanzó entre todos los pretendientes sin siquiera darles el gusto de devolverles la mirada. Sin sonrisas ni frivolidades. Como un muerto que caminaba desde el carro fúnebre al ataúd por su propio pie para no molestar a los familiares. De pronto, se detuvo. Me miró. Volvió a hacerlo. Y después, el delirio. Su sonrisa. Su franca y sincera sonrisa. Reímos juntos. Más aún cuando ella misma terminó de romper el único jirón de camisa que se mantenía en perfecto estado.

-Así estás mejor, guapo. Lástima que seas un buitre más de los que vienen por su presa.

-¡No, no! –exclamé-. De eso nada. Vine a la fuerza y me quedo solo con una consigna: rescatarte. Sé en carne propia lo que se siente cuando te comprometen a la fuerza. Yo te salvaré.


Ba-bump. Ba-bump. Mi corazón latió de prisa. Por primera vez desde que tenía memoria. ¿Un héroe dark? ¿Existía tal cosa en este mundo cruel? Yo desde luego había perdido toda esperanza. De pronto, las preguntas se acumularon en mi mente. ¿Cómo había llegado aquí? ¿De qué trabajaba? ¿Sepulturero? ¿Verdugo? ¿Espiritista? ¿Le gustaré? Puajjj. Me daba asco de mi misma. Un segundo que bajaba la guardia y ya me parecía a una princesita de cuento de hadas. A punto estuve de imaginar que montábamos un mausoleo en el cementerio para vivir juntos. Y el nombre de nuestros futuros hijos, Azabache y Tristeza. ¡Jamás! Dark y sola hasta la sepultura. Así había de vivir y así habría de morir. Eso mismo pensé pero sin poder quitarle los ojos de encima. Se le veía tan triste y deprimido. Nada de luz salía de ellos. Antes parecía comérsela una sombra interna que le devoraba el alma y por supuesto, a mí, el raciocinio. ¿Cómo podía ser tan endemoniadamente guapa una sola persona? Ba-bump. Ba-bump. ¿Cómo? Ba-bump.


-¡Yo te salvaré! –dije y al instante me rodearon otra vez los demás pretendientes. Y a unos metros, otra vez, la devoradora mirada de odio de mi ídolo. ¿Por qué? Si lo había dejado muy en claro. Yo le salvaría. No la desposaría ni le obligaría a nada. Tan solo…entonces lo entendí. No era tan necio para no hacerlo. Joe no había acudido a la cita en calidad de paladín de los débiles sino como un enamorado más. Mi presencia, la del prometido oficial, le causaba tanto rencor que juraría que sus ojos ardían. Especialmente uno de ellos parecía a punto de estallar por el odio. Intenté acercarme y hablar de hombre a hombre con él. Decirle al menos que respetaba su visión del mundo y su trabajo y que a Ana era la primera vez que la veía. Que si alguien corría con ventaja en nuestra carrera por su corazón era él, puesto que ya la conocía. Nada de esto pude hacer. Antes, el padre de Ana nos convocó a todos los aspirantes (los energúmenos que deseaban su dinero y Joe y yo, su corazón) a comenzar con la ceremonia. Se trataba de un hombre mayor con una frente que le llegaba hasta la nuca y unos movimientos nerviosos. Casi podría asegurar que temía tanto como yo que su hija cayera en las manos equivocadas. Junto a él se alargaba una mesa con un gran caldero en su centro y tantos platos a su lado como comensales/aspirantes había en el lugar.

-Este plato ha sido cocinado por mi hija. Creo que es una buena forma de empezar a conocernos. Que cada uno prueba su forma de cocinar y dé su opinión.


"¡JA! Padre, la has liado" pensé "mi forma de cocinar es simplemente vomitiva y más aún si me esmero lo suficiente. Ni siquiera me ha hecho falta hacerlo a propósito".

Efectivamente, uno a uno, fueron pasando los pobres desdichados. Muecas de disgusto. Arcadas. Algún vómito mal disimulado con un repentino ataque de tos y un cúmulo de discursos alabando mi capacidad culinaria, seguramente aprendidos en interminables horas de clase de falsedad en el Colegio de Nobles Pedantes SA.

Su hija, Muy Señor Mío, ha cocinado un plato de néctar y ambrosía, tan sabroso y cuidado que solo podría haberlo preparado el alma más delicada y bella de Granada. Si yo fuera el afortunado en casarme con ella, haría despedir a mis tres mil chefs en el mismísimo instante del enlace pues ya no tendría sentido alimentarme con algo sabroso de "cuisine internacional" teniéndola a ella en la cocina que obviamente lo supera.

No sabría decir en estos momentos, quién sufría mayores malestares en el estómago en aquel momento. Si yo con esas alabanzas vacías y falsas o ellos con mis ácidos mal mezclados. No me importaba. Solo una cosa me mantenía en vilo, dudando y sufriente. ¿Qué haría mis misterioso héroe dark cuando le tocara el turno? ¿Y si me soltaba un discurso falso? ¡Qué desilusión! ¿Y si no se lo comía? ¿Con lo que me costó prepararlo?

-Cinco, siete, quince hombres cayeron al suelo revolcándose de dolor. Uno, dos, cuatro. Seis mantuvieron la pose con una sonrisa triunfal y luego, le tocó el turno a ¿mi amor? No lo sabía. ¿Le amaba o solamente me gustaba? Probablemente su discurso me lo diría.

-Basura. Este plato es nauseabundo, propia de una bruja marimacho que ni sabe ni debe volver a cocinar en su vida.


Ohhhhhh. "Basura". ¡Llamó a mi plato "basura" y a mi: "bruja", "marimacho" y ya no recuerdo qué más. ¡Qué dark! ¡Qué hombre! ¿Cómo no enamorarme de alguien que me piropeaba así? Tocaba el cielo con las manos de la emoción. Y a punto estuve de desmayarme como princesita descerebrada hasta que de pronto, entró en escena otro hombre. También dark. Pero con oscuridad mal entendida. Por la fuerza y sin poesía. Peleado con el mundo como mi héroe pero incapaz de apreciar lo oscuro de la vida. Triste pero escéptico. Eso no es dark. Los escépticos, a lo sumo serían los darks que se han rendido. Los que reconocen el mal del mundo pero, desprovistos de sutileza para resistir, planean destruirlo usando su fuerza bruta, única arma de resistencia que conocen.

-No permitiré que nadie insulte a mi Ana en mi presencia.

Lo dicho. Darkismo mal entendido. No me insultaba, monigote ridículo. ¡Estaba ligando conmigo!

Cada vez que recuerdo los ruidos de aquella pelea me entran escalofríos. Aún hora, sobre la tumba de Joe y mientras espero que vuelva de Génova, no puedo más que sentir ese frío relámpago que recorre la columna vertebral cuando notas que existe algo aún más dark de lo que habías imaginado jamás. Y digo que recuerdo los ruidos porque no pude ver nada. Solo sé que la mansión entera se derrumbó por la brutal refriega y que desde entonces, Joe descansa aquí abajo y mi novio está prófugo, perseguido por la ley.

Especialmente dramático me resultó ver mis muñecas de Monster High todas decapitadas y aplastas por los escombros. Una de ellas manchada de sangre (¿a saber de cuál de los dos?) y otra partida en dos justo por la mitad como si fuera una tabla de madera enamorada que jugaba a salvar a su tigre platónico.

¿Lo verán? ¿Podrá llegar? Supongo que no habrá problemas. Encontrarnos en el cementerio de noche ha sido decididamente una buena idea. Un toque dark más a nuestra ya más que dark historia de amor prohibido. ¿Si mi padre supiera que terminé enamorándome de mi prometido? ¿Si yo hubiese sabido entonces que ahora que le amo, es él quien me impide casarme con Ramón? A veces pienso que mi destino ha sido escrito por un loco amante de las ironías y el ser más dark sobre la faz de la Tierra. Una coproducción de final imprevisible e inquietante. Oigo una sirena a lo lejos del escuadrón policial de medianoche y me estremezco. ¿Y si por ventura mi tonto Ramón decide acercarse al cementerio por esa ruta? Da igual. Podrá con ellos. Vuelvo a sentarme. Descanso. Hurgo con las uñas entre los entresijos del tronco de un árbol. Late savia por sus venas. Único rastro de vida además de la mía en el lugar. Y a lo lejos, en la puerta de entrada del gran cementerio, la estatua del Basilisco, aguardando con su mirada pétrea a que se desate el carnaval persecutorio o a que dos enamorados se reúnan por fin bajo la luz de las estrellas.

Fin de la primera parte de Amor en la oscuridad.


¿Les ha gustado mi drama decimonónico? ¿Histórico, verdad?


Comentarios

Estimada Akyfin02. ¿Triste? Si te pareció triste lo que escribe Lensei, pues mejor no leas a Anticlímax. Podrías quedar traumada de por vida. ¿I, v?

Mi villano favorito es nuestra peli favorita de todos los tiempos. La parte en que los nenes intentan con malicia transformar al buen villano en una caricatura de sí mismo. Y cómo lo consiguen. Exquisito.

Jajajaja. ¿Y por qué se dejan? Si a mi, que estoy totalmente loco, me viene alguien a sacar el zapato, le doy una patada en el culo. Es lo sensato y única forma de actuar ante esa situación. Encima el torpe profesor no tendrá más remedio que aprobarme a fin de año o se arriesga a que le denuncien los Abogados Ibuki. A que yo diga al director que merecía pasar el curso pero me desaprobaron por negarme a desvestirme en público.

Estimada evanmychem. No hace falta que la mates. Me contentó conque tortures a tu calculadora psicológicamente durante un rato. Que le digas que últimamente la ves más gorda o que ya no hace los cálculos tan rápido como cuando era joven.

¡Tienes toda la razón! Lensei es un vago. Por pedido expreso tuyo hemos redactado una historia bonus bien larga para compensar. De hecho, nos quedó tan larga que tuvimos que trocearla en capítulos.

Estimada minefine7. Y tú me gustas mucho a mí.

Estimada Ai (cap. 111). Eso no es rudo. Es más importante leer que comentar.

Para Gohan lo del tamaño del planeta del Principito no es tan obvio. Realmente se trata de un tema que le angustia. Tiene varias teorías y métodos de medirlos y no logra llegar a una conclusión definitiva.

Y también Allan Poe es el autor favorito de mi co-autor dark.

Te explicaría lo de Ranmond y las cachetadas pero es una historia que piensa escribir Lensei cuando vuelva de las vacaciones en algún momento a partir del 124.

Por fin alguien me dice: "¿Irónico, giusto?". Pensaba que más gente se tildaría con mi nueva frase. ¡Ñac!

Sí, sí, sí. Efectivamente, guiño a Vegueta. Nuevo punto para Ai. Y efectivamente ya había salido lo de la pesa y las flores.

Mmmmm. Primer fallo. Ranmond se muere en el capítulo siguiente. Aunque entiendo que en realidad lo sabías y esperabas que no ocurriera.

Si no se ha notado suficiente en el 113, en este 114 mi gusto por La mecánica del corazón se nota aún más.