Amor en la oscuridad. Final.

Vivir con fantasmas. Desayunar con apariciones. Comer rodeado de ánimas y dormir a la intemperie como un espectro más. Esa es la vida del prófugo. Acompañado siempre por los recuerdos de mis delitos o por el miedo a ser descubierto. Cada ruido lejano se transfigura en una posible amenaza, cada vapor humeante de una chimenea en el horizonte dibuja el contorno de un policía o de mi rival. A esto he llegado por amor. El dibujante de arcos iris en la acera devenido en asesino y criminal buscado. De pasear por los parques a plena luz del día paso a saltar de cementerio en cementerio por las noches, único sitio seguro según Ana para los de mi clase.

Extraño el sol y extraño a la gente. El murmullo de los niños cuando notan que voy a agregar un tono más a mi dibujo. Pero sobre todo, la extraño a ella. Ana se ha convertido en una obsesión para mí. A lo mejor he heredado de mi rival su volcánico hambre de amor. Como los salvajes que se comen el corazón del tigre que han cazado para adquirir su fuerza. O quizá, simplemente ardo por verla porque es lo único bueno que me ha quedado en este mundo. Sin honor, sin familia, sin oficio, sin luz y sin vida puesto que emulo a un torpe zombie que va a tientas y tropezando de losa fúnebre en losa fúnebre, siempre bajo el manto oscuro de la noche, siempre solo y errante.

La extraño tanto que incluso reniego por momentos de todo. Se me licua el optimismo en las venas y la sangre. Se me olvida mi arte y mis sueños. El futuro se me hace efímero y el presente, eterno. Sudo, tropiezo, olvido, recuerdo. Todo se agolpa en un sin vivir de quien vive en un laberinto a oscuras. ¡Afortunado quien narra sus desventuras en tiempo pasado…! Pues no hay nada más desgarrador que hacerlo en presente. Es muy fácil recordar resumiendo al espectador todo en un: "y dos horas después llegué al cementerio". ¡Pero qué difícil ha de ser para este último vivir aquellos nefastos minutos junto al protagonista. Segundo a segundo. Oración a oración. Soliloquio insufrible a soliloquio insufrible. Soy un prófugo. Y como tal, esta es mi pena y mi condena. Y sin embargo, soy feliz. Porque la tengo a ella. ¿Qué importancia puede tener pisar horribles tumbas de paladines ignotos si luego estos pasos me sirven para reunirme con mi amada? ¿Qué trascendencia han de tener sus lamentos de fantasmas heridos si no han de oírle más que yo que no les oigo? Piso una lápida, una cruz y también una reja oxidada. Todo frío. Todo muerto. Y más allá, a 1100 pasos aproximadamente, la pétrea mirada del basilisco que aguarda mi llegada.


Vivir con fantasmas. Desayunar con apariciones. Comer rodeada de ánimas y dormir a la intemperie como un espectro más. Esa es la vida de la enamorada. Acompañada siempre por los recuerdos de su sonrisa dark o por el miedo a no volverle a ver. Cada ruido lejano se transfigura en su segura llegada, cada desengaño en un humeante vapor de tristeza. A esto he llegado por tonta. De odiar el amor a respirarlo a cada instante. De pasear por los cementerios por las noches y rodearme de su paz, a engalanarme durante el día en caóticos parques para que mi padre no me vea. Ayer no ha venido. Y eso que le esperé junto al basilisco como acordamos. Da igual. Soy dark. Puedo aguantarlo todo. El dolor, la inseguridad, la duda. Son todas buenas para mi alma. Ahora lo sé, tarde pero lo sé, no existe nada más oscuro y destructivo que el amor. ¿Quién necesita agujas y venenos para sufrir, pudiendo enamorarse? Las princesitas que aguardan a su príncipe azul durante años en su torre de marfil…(¿quién lo hubiera dicho?)…son el summum de lo dark. Y yo, una más de ellas. Convertida en lo que más odio…por amor.


Esta noche sí que he de verla. Le aguardo junto al basilisco. Como habíamos quedado. Como ocurre desde hace ya tres noches. Intento refrenarlas pero las dudas me asaltan. ¿Por qué no viene? ¿Se habrá ido de Granada? ¿Tendrá novio? ¿Le retendrá el padre? ¿Existirá otro basilisco en el cementerio? ¿U otro cementerio con un monstruo mitológico en la entrada? ¿Me habré equivocado de hora? Demasiadas dudas. Me laten las sienes. Descanso sobre el tronco de un árbol. Recorro con los dedos parte de su superficie y me entretengo jugueteando sobre ella. Algunas áreas están como erosionadas. Curioso. Tienen la forma de un brazo menudo. Como si el fantasma de una mujer le abrazara todos los días imaginando que es su amado y de tanto apretar le dejara la marca de sus manos sobre la madera. El árbol y el basilisco. Objetos inertes que irradian un profundo sentimiento. Un hechizo inexplicable que me obliga a volver noche tras noche durante meses a pesar del evidente abandono de Ana.


Desde aquella nefasta noche el corazón de papá dejó de latir. Por fuera parece que me equivoco. Que sigue tan normal y campante como siempre. Por dentro, ya es otra cosa. Lo tiene tan oscuro, dañado y atrofiado que hasta a mi me da pena asomar la cabeza en su pecho y echar un vistazo rápido. Soy dark para todo menos para eso. Los corazones son y han de ser rojos. Un músculo muerto, por muy negro que quede, no es "dark". Es otra cosa. Una máscara más que se añade a las apariencias sociales. Hay que tener el corazón muy sano y muy colorado para ser gótica. Así que huyo de él. Literalmente. Por vergüenza, por miedo y porque no para de buscarme "candidatos" para encauzar las aguas que se desbocaron aquel día. Siento pena por él. A lo mejor si cediera, recuperaría paulatinamente la cordura. Pero no puedo. Le quiero. Deseo solo lo mejor para él pero mi amor no está en venta. Hace mucho que se lo llevó Ramón a Génova y no regresa a devolvérmelo.

Le espero donde siempre, en el cementerio, solo que a jornada completa. De día y de noche. La luz solar causa estragos en mi pálida piel. No importa. Es lo mínimo que puedo hacer por él aunque claramente haya decidido abandonarme por alguna Akanella que habrá conocido en Italia. Lo reconozco. Resisto mejor el dolor de las ampollas que las llagas en el corazón. Me aferro a mi árbol, el que imagino que es el nuestro. Y le abrazo durante todo el día. Y luego, a esperarle detrás del basilisco como quedamos. Noche tras noche admirando su larga cola de serpiente.


Ha pasado otros dos meses. A veces creo que lo más sensato sería cargarme a todo el destacamento de policías por el camino e ir a su mansión a aclarar las cosas. Pero no. No puedo. Cuando ocurrió lo que ocurrió, le prometí que no lo haría. Que pasara lo que pasara, le esperaría frente al basilisco. Noche tras noche admirando su cabeza de gallo sobre el cuerpo de una víbora.

Ahora vivo en el cementerio también durante el día. He encontrado trabajo de sepulturero. Me gusta el esfuerzo manual y en solitario aunque, la verdad es que me avergüenza un poco. De solo imaginar la reacción de asco de Ana al enterarse, se me eriza la piel.


Hoy he hablado con un señor bajito y enclenque. Lloraba junto a la tumba de su mujer. Según él no la veía desde el comienzo de los tiempos. Que casi no la recuerda. Me cayó bien. Sobre todo porque luego se puso a reír y a llorar a la vez: "Jajaja ¡No la recuerdo! ¡Irónico! Snifff". Intenté cambiarle de tema. Le conté mis angustias y mis aflicciones.

-No sabría decir si lo tuyo es realmente dark –me dijo de pronto removiendo un torbellino de emociones en mi interior-. No me malinterpretes. Veo que te esfuerzas y tal…pero lo "dark" va por contraste. En una sociedad alegre, tu vestuario es sin duda dark…pero ¿casi viviendo en un cementerio? Lo dark sería vestir de rosa como una princesita. Dark e irónico, ¿verdad?

Reconozco que al principio tuve ganas de darle un puñetazo en toda la cara. De hecho se lo manifesté verbalmente. Luego ya no. Sobre todo cuando me confesó que siempre suscita la misma impresión en toda la gente cuando le conocen. Seré dark y ridícula pero qué le voy a hacer. Me cae bien. Tanto que se me ocurrió hacerle caso. Un regocijo infantil me invadió el alma cuando dibujé un arco iris con ceras en una lápida. Luego, simplemente, ya no pude parar hasta…que me topé con una fosa abierta. Recién cavada por el nuevo sepulturero que según se rumorea es muy guapo. El corazón se me agitó en el pecho. ¡Había utilizado la técnica clásica noruega para comenzar a hacer el foso pero la había coronado con un Smith número 3! ¡Mi preferido! ¡Qué sensibilidad! ¡Qué dark! Reconozco que aquel sentimiento me agobió en seguida. ¿Yo, una enamorada alabando el trabajo de otro hombre? ¿Conmoviéndome por el arte ajeno? ¡De ninguna manera! Yo amaba a Ramón y no a ese sepulturero al que ni conocía. Y me daba igual si a mi amor se le daba por ausentarse ocho años más. Allí mismo le esperaría. Y sin embargo…un Smith número 3 combinado con la técnica noruega…¡qué hombre!


Rayos y centellas. Solo seis meses sin verla ¿y ya está? ¿Tan frágil y olvidadizo es mi corazón? ¿O es que acaso tengo manecillas y engranajes en lugar de sangre y ventrículos en su interior? De acuerdo, los arcos iris que me acabo de encontrar dibujados por todo el cementerio son gloriosos….y claramente han sido pintados por la exquisita mano de una mujer…¿y qué? ¿Solo por eso me tiene que latir así mi tonto músculo indispensable? Acepto también que el tema de Ana y su ausencia me carcome el alma y me llena de dudas…¿aún así? ¿Eso es todo? ¿Si se ausenta mi dama por el tiempo suficiente, ya mis órganos internos hacen borrón y cuenta nueva sin pedir permiso al cerebro? Y por otro lado, ¿cómo negarlo? Un arco iris hecho a la antigua. Con la paleta de colores Manley 7 y bordado con gotas de agua para que dure más su sujeción al suelo. Amo a Ana. Y aún así, mi corazón late revoltoso y rebelde por una desconocida.


Hoy ha vuelto el viejito escuálido. Decididamente nos hemos hecho amigos. Aunque no quiera decirme su nombre. Se hace llamar Anticlímax…pero sé que en realidad su nombre es otro. Dice que eso fue hace mucho. Que ya no lo recuerda. Alguna vez fue Telémaco también. En otra vida. Pero que tampoco. Que lo suyo viene de más atrás. Da igual. No soy tonta. Intuyo que me esconde cosas y también me doy cuenta de que por alguna razón intenta manipularme. Pero lo hace bien. A lo dark. Sin florituras o falsedades. Con cada evasiva me lo dice a la cara: "te estoy manipulando y ocultando cosas".

-¿Qué quieres de mi? –le pregunto, directa y clara como me gusta ser.

-Nada. Yo soy una mosca y tú una luz de ironías. Es normal que no me pueda despegar de ti.

-Si me vuelvas a comparar con una luz, te despegaré los brazos del tórax.

Y reímos juntos. A mi me gustan sus metáforas ridículas y a él, mi espíritu belicoso. Ojala pudiera llevarme así con mi padre.

-¿Sabes, Ana? Sería recomendable que te despidas del basilisco. Hoy a la noche le caerá un rayo encima.

Río otra vez. Y vuelvo a hacerlo. Trato de ignorar su gesto sereno que parece decir la verdad. Mejor creer en lo lógico. En que está senil. No lo consigo. Al final, huyo de él y de su risa ¿maléfica? a los trompicones. Intento sacarme el mal gusto de la boca. Olvidar que hoy está un poco tonto y olvidar también que pende sobre mi basilisco una amenaza. Corro hasta él, me abrazo un rato a mi árbol y después me acurruco junto al basilisco, me apoyo en su espalda y me quedo dormida.


Lo he decidido. Esta es la última noche. Si no aparece, iré a buscarle a su casa. Estoy harto de esperarle. Y más harto aún de ignorar los femeninos arcos iris que me rodean. Este cementerio parece un infierno diseñado por un alma irónica y retorcida para torturarme. Para testear el poder y aguante de mi amor hacia Ana. Su ausencia mezclada con el delicado canto de sirena de esos dibujos. Un arte que intenta seducirme sin éxito…aunque no sepa cuánto más podré aguantar.

Apoyo la espalda sobre el árbol que da a la cabeza del basilisco. La hondura de los abrazos del fantasma diurno se ha multiplicado. ¡Ojalá Ana me quisiera tanto como el fantasma a su árbol! ¡Ojalá…

Callo. Comienza a caer un aguacero de esos que solo aparecen en los cuentos de hadas. La tierra se embarra demasiado rápido. Lodosa y resbaladiza. Ideal para esguinzarse un tobillo. Mi foso a miedo hacer, se llena de agua, piscina imposible para el fantasma burlón que quiera utilizarla. Truenos. Pero no de los suaves. De los otros. De los que parecen cañonazos en la distancia. Y después, el único desenlace posible. Rayos. Los famosos rayos que no respetan ni la física ni la historia. Rayos que caen cuándo y dónde quieren. Rayos tenebrosos, grandiosos. Electricidad pura, de esa que daña primero y pregunta después. Los admiro empapado. Ha caído y cae tanta agua que me pesa la ropa y hasta el pelo. Cada centímetro de mi cuerpo absorbiendo toda el agua que es capaz. Ana tenía razón. El cementerio convertido en un pantano…no da miedo. Antes parece un paisaje más de un bosque. Una ciudad sin civilización o una naturaleza sin animales. También, una enorme casa sin techo, vulnerable a los rayos y sin embargo, inmune a su espectacular fuerza. Nadie, salvo un servidor, el sepulturero, debería temer por su vida.

-¡Oh! ¡Qué bonito! Por fin una noche como Dios manda. A tono con mi estado de ánimo.

¿He oído bien? ¿La voz de mi Ana? No lo sé. Estoy demasiado nervioso para comprobarlo. Sin embargo, un pequeño mechón de pelo negro asoma por encima de la cola del basilisco. Ahora sí que lo veo todo con claridad.

-ANA –grito- ¿ERES TÚ?


-¡Soy yo! –le respondo, estupefacta-. ¡Claro que soy yo! ¡Por fin has vuelto!

Las lágrimas de princesita tonta me caen con tanta facilidad que la lluvia torrencial no logra ocultarlas. Empapada como una sirena negra y sin embargo con mayor densidad de líquido alrededor de los ojos que cualquier ser acuático.

-¡Por fin has venido! –me abraza. Nos besamos. Volvemos a hacerlo. Cada uno decodificando la frase del otro en su cerebro sin pronunciar palabra. Un tercer beso basta para que nuestros labios se pongan al día. Lo otro cuesta más. Se lo explico. Me lo explica. Lloro. No le creo. Insiste. Me abraza. Le rechazo. Vuelve a hacerlo. Me dejo abrazar. ¡Pero insisto sobre el sitio exacto de nuestra cita! Me suelta. Dice que es mi culpa. Que no fui clara. Intento dibujarle un plano que se emborrona en la oscuridad y cae hecho una pasta informe por las enormes gotas de lluvia que conspiran contra mi explicación didáctica. Se queja. Niega mi amor. Yo el suyo. Nos volvemos a abrazar. Nos juramos amor eterno. Y entonces…el caos. Mis dibujos de arcos iris se han perdido para siempre por el torrencial. Solo queda uno, el que llevo en mi bolsito. Lo ve. Me descubre…y…no puedo evitarlo. Hiervo de celos. Enamorado de mi sin saber que era yo. Traicionándome en la mente y conmigo pero…¡traicionándome a fin de cuentas! Se disculpa. Jura que me ha sido fiel. Que la otra no significa nada para él. "¿Cómo que no?" –le reprocho- "¡Si soy yo!" Se desdice. Mete la pata en un charco y la hunde un poco. Intenta salir pero no lo consigue. Soy cruel. Paso a paso le voy ayudando a hundirse sin lograr contenerme. Ya medio cuerpo lleva dentro del lodazal cuando se me ocurre mencionar la técnica Smith número 3. De pronto, se invierten los papeles. Se revela como el nuevo sepulturero. Me obliga a confesar lo mío. Echa chispas por los ojos. Una furia descomunal le arrebata. Me maldice a mi y al estúpido sepulturero. Dice que le matará. "pero si eres tú" –intento zanjar el asunto-. "Da igual" –me replica-. "¿Cómo has podido?".

¿Cómo pude? ¿Cómo pudimos? No lo sé. De verdad que no.

-A lo mejor somos demasiado jóvenes para esto. Casi no nos conocemos –musito sin animarme a mirarle.

Ramón si lo hace. Le ha vuelto esa mirada dark melancólica que me parte el alma y me ata a él y sus locuras. Daría la vuelta al mundo con él si tan solo me lo pidiera. No lo hace. Antes me da la razón.

-Somos jóvenes.

Se queda callado. La lluvia vuelve a arreciar. Un relámpago destroza la estatua del basilisco sin que ninguno de los dos pestañee, absortos en nuestros problemas y el dolor que nos causa. Vuelve a abrazarme. Le dejo. Ya no sé qué somos ni si somos algo pero tengo una certeza. Me gusta que me abrace. Me acurruco junto a él. De buena gana le entregaría mi honesto fruto sobre una lápida si me lo pidiera.

-Mañana dejaré el puesto de sepulturero. Ahora que te he encontrado no lo necesito. Es horrible.

-¿Horrible? –musito extrañada-. Yo pensaba que eras "dark".

-¿Dark? ¡Por favor, Ana! No digas tonterías. El mundo está lleno de colores y luces. Hay que ser muy tonto para…

Se para. De pronto, parece que las piezas se colocan en su cabeza por primera vez en la vida. Intenta desdecirse. Tartamudea. Se esconde detrás de los restos humeantes del basilisco. Creo que llora. Me da igual. Me parte el alma, pero la siguiente pregunta ha de hacerse y a la brevedad.

-¿Qué eres, entonces? ¿Cuál es tu lugar en el mundo si no es en el cementerio?

-Soy un dibujante de arcos iris en el suelo…de los parques.

-¡Vete! –grito.

-¡No!

-Lo nuestro es imposible. Solo te haría daño.

-Lo sé. Pero no me voy. Seré…dark si ese es el requisito para estar contigo.

Trago saliva. Ser dark sin quererlo. Por amor. Es lo más darkhermoso que me han dicho jamás. Sacrificar su forma de ver el mundo por amor. La esencia misma de lo oscuro. Pero no. No sería justo para él.

-Jamás entenderías lo que hace falta para vivir como yo lo hago. Es un arte que no es arte. Una escultura que se modela a si misma pero que es natural. Un luto que no está de luto. Una contradicción que se cuela entre los dedos. Imposible de asir o imitar. Dark se nace. Nunca se hace. Ni siquiera por amor.

-Seré dark. Lo juro.

Se marcha. Bien. Es lo que quiero. Para que pueda ser feliz. Le he encomendado una misión imposible. Algo que le aleje de mi y le lleve en la dirección correcta. Fracasará y al hacerlo encontrará un amor más sencillo y agradable en otra…aunque a mi me deje hecha un despojo. La cabeza de piedra del basilisco me mira desde el suelo. ¡Qué suerte tiene! Su cuerpo ha quedado más entero que mi amor. Aún así le doy sepultura.

Al rato llega a mis oídos el tonito senil de Anticlímax.

-¿Enterrando una escultura? Eso sí que es irónico, chica.

-Vete. Te vas a enfermar.

Tampoco se va. ¿Qué les pasa a los hombres de hoy en día que no son capaces de dejar a una dama sola cuando lo solicita?

-Por favor…hoy no estoy de ánimo.

-Sí, ya me voy. Solo que no lo entiendo. Esto no ha salido como lo planeé.

¿Cómo lo planeó? ¿De que habla? Da igual. ¿Para qué pensar? Mejor responder con la verdad por delante. Como siempre.

-Tú no tienes la culpa. Le amo y le dejo marchar. ¿Qué hay que entender?

Anticlímax se rasca la cabeza.

-No, si eso me parece bien….pero ahora tenía que aparecer Joe. Es lo irónicamente correcto en este caso.

-Está muerto.

-¿Segura?


Entro en la estación sin hacer ruido. Desde luego, sigo siendo un prófugo y es lo aconsejable. Pero no. Ya no huyo. Si entro en silencio es porque ya no siento motivos para vivir o generar sonidos. Ni siquiera la certeza de que un fantasma del pasado me espera en medio del andén me detiene. Saca su espada. Se pone en guardia. Sigo de largo sin prestarle atención. Me mira confundido. Supongo que hasta los fantasmas tiene derecho a sentir dudas. Poco me importa si es real o no. Ya nada me interesa, de hecho. Tengo suerte. La boletería está todavía abierta a pesar del horario y el temporal.

-Un ticket a París, por favor. Solo ida.


Odio a Anticlímax. Lo odio, odio, odio. ¿Acaso estoy yo para estos trotes cuando me encuentro en un cementerio a medianoche, bajo una tormenta legendaria y con el corazón destrozado? Yo creo que no. Me da igual ya el objetivo de su confabulación. Solo deseo una cosa. Que me deje en paz. No lo consigo. Joe. Mi odiado y repulsivo Joe. ¿Está vivo? Es hora de enterarme de una vez por todas qué pretende Anticlímax.

-De acuerdo, tú ganas. Lo he intentado con todas mis fuerzas. Tenerte aprecio….pero tú ganas. Ahora te odio.

Parece que le he descolocado. Suda. Me esconde la mirada. Tartamudea. ¿Realmente estará tan acostumbrado a actuar su rol de malvado que no sabe qué responder si le alejan de él?

-¿Me apreciabas? Así mejor –concluye-. Eres la bruja después de todo. Deberíamos odiarnos.

Sus ojos. Por un momento me pierdo en ellos. Observándolos. Y de tanto explorar su lenguaje no verbal en lugar de oír sus patrañas, descubro su secreto. A lo mejor soy una bruja después de todo. Hablamos. Intenta negarlo. Falla. Soy demasiado sensible para obviar algo tan evidente. Es el efecto colateral no deseado de ser dark: la hipersensibilidad. Vuelvo a la carga. Le acorralo. Y por fin lo suelta todo entre lágrimas.

-Tranquilo –le consuelo-. Tu secreto está a salvo conmigo. Aunque deberías hacer algo. Todavía estás a tiempo.

-Y lo hago. Desde el capítulo 57 hasta ahora. Incluso esto es parte de mi plan para recuperarla.


Desde entonces han pasado ya ocho años. Esculpir una obra de arte sin esculpirla. ¡Qué difícil es eso! Me uno a la vanguardia francesa. Hacemos esculturas, pinturas y collages explorando todo lo nuevo. Rompemos con el arte histórico. Adiós a las dos dimensiones, a las convenciones y al arte que reproduce un status quo. El color se libera del dibujo. Van Gogh, Gauguin y Touluse-Lautrec, los grandes postimpresionistas. Soy un artista maldito como lo fue Baudelaire hace cincuenta años. Me hago un nombre en el mundillo. Algunos ya me llaman, menuda blasfemia, `Petit Touluse´. Desde luego no le llego a los talones. Él, un gran artista y yo, un falso pintor que retuerce sus arcos iris para que parezcan "dark". La idea gusta a mis contemporáneos. En rigor, uno de mis cuadros, una olla de oro vacía y volcada en un desierto junto a un extremo de un arco iris oscuro, ha llamado la atención de la crítica. Gran parodia dicen. Y tienen razón. Solo que no parodio a una sociedad consumista y burguesa si no a mi mismo. Soy la parodia de mis sueños. Ni me acerco a lo que me pidió Ana ni logro alejarme de mis inocentes garabatos de juventud. Akanui dice que no debo angustiarme más. Que la mejor forma de crear es olvidándose del mundo y de nuestras motivaciones para hacer arte. Yo asiento con la cabeza y le agradezco el consejo. También que me permita exponer en su Galería de Arte. Aristocrática pero comprometida. De seguro le caería bien a Ana. Ranmond es otra cosa. Desde que fui a visitarles y me quedé a vivir en su casita de huéspedes, no cesa en su empeño de que olvide las tonterías y pelee con él. Accedo cada tanto a darle el gusto…pero sin convicción. Estoy demasiado vacío y acabado para pelear en serio con alguien que disfruta del amor de su mujer y su niña.

-Jajajaja -entra en mi estudio la pequeña sonriente-. ¡Soy Noruega! ¡Soy Noruega!

-¡Ven aquí, niña del demonio! –ingresa a continuación Ranmond echando espuma por la boca. La escena no podría ser más grotescamente divertida-. ¿Qué has dicho? –le amenaza con el dedo.

Ella se planta y pone ambas manitas en jarra.

-Que soy Noruega.

-Has nacido accidentalmente allí en plena vacaciones pero eres FRAN-CE-SA. Hemos hecho todos los trámites. Tu pasaporte dice claramente que…

-Cuando tenga 22 años –le interrumpe llevándose las manos al pecho y extraviando los ojos-, me casaré con un noruego muy guapo y musculoso.

-No te casarás con un noruego. Desde luego, no a los 22. Y de ser posible, no te casarás.

Ahora entra Akanui. Intenta calmarle. Recordarle que su hija solo tiene seis años. Que le está tomando el pelo.

-¡Por supuesto que tiene solo seis! –exclama-. Si fuera mayor ya estaría dándole su merecido, espada en mano. La muy mocosa es demasiado débil para sostenerla todavía.

-En Noruega no practicamos deportes bárbaros. Somos más de leer libros y explorar fiordos.

Ranmond me echa una furibunda mirada.

-¿Y tú dices que me envidias? ¡Mi hija asegura ser noruega y encima está orgullosa!

-Pues, te envidio, amigo.

No digo más. El estudio al completo se llena de una espesa melancolía hasta que Akui, la pequeña, decide darme una palmada en la rodilla para reconfortarme.

-Tu novia estará al otro lado del arco iris que estás pintando –señala la pintura a medio hacer.

¡Cuánta verdad dicen los niños cuando quieren! Mi vida es un negro arco iris temporal que va desde el pasado colorido y feliz a este presente amargo. En el pasado se encuentra Ana y en el presente estoy solo. Todavía luchando contra mi mismo. Todavía a medio camino de la trascendencia.


Llevo ocho años buscándole por medio mundo. Creo que no he tardado ni una semana en darme cuenta que no puedo vivir sin él. ¿Dejárselo a otra para que sea feliz? Podré ser dark pero no estúpida. Ramón para mi solita y guay de la que se le acerque. Y me da igual si han pasado ocho años ya. Le hallaré. He recorrido los cinco continentes. Al principio solo de noche. Luego y ante la desesperación de no encontrarle, también de día. He atravesado junglas y desiertos. Mi piel, curtida en mil batallas, se ha tornado más morena que blanca. Y si me duele, ya no me acuerdo. He madurado. Una ampolla es poca cosa comparado con estar sola. Quedarme en Granada, me resulta tan tonto como esperarle a un lado del basilisco mientras él me espera al otro. Aquella es la gran lección de Anticlímax, supongo. Si le quiero, debo remover cielo y tierra hasta dar con él. El sedentarismo es para tontas. Estuve en Génova y la Malasia. Nada. También en Inglaterra. Creo que solo he esquivado el Himalaya. Nadie es tan tonto para huir de su amada hasta allí. Vuelvo a Francia. Me toca intentarlo con Ranmond, su amigo del torneo. La primera vez que pasé, estaban de viaje de novios en Noruega. Ahora me toca intentarlo otra vez. Además dicen que está despuntando en París un joven artista que pinta arcos iris negros…intento contener la emoción pero no puedo. Muy en mi interior sé que se trata de él. Y lo sé con tanta claridad que no me asusta ya el no hallarle sino sus circunstancias. ¿Seguirá queriéndome? ¿Se habrá casado? Me miro al espejo. Ja. ¿Y yo era dark…? Mis pelos se han vuelto castaños. Mi tez, morena. Ya nada queda de mi palidez cadavérica. Mis manos otrora delicadas y débiles, presentan los signos de ocho años de esfuerzos acarreando equipajes y trepando escaleras naturales que no llevaban a ningún sitio. No, no era dark antes. Solo una noblecita que jugaba en su castillo de cristal a ser diferente a las demás. Solo una cosa nos hace realmente dark y hace añicos las prisiones de vidrio con que los padres aristócratas nos encierran, el amor.

Subo al tren. Por detrás lo hace mi sombra particular. Joe me sigue a todos lados como desde hace ocho años. Es conmovedoramente tonto y orgulloso. Si fuera a corresponderle ya lo hubiese hecho antes. Cuando destripó a esa serpiente que me amenazaba en la India, por ejemplo. Pese a todo insiste en su santa tarea de protegerme. A lo mejor aguarda a que le encuentre y termine llorando despechada en su hombro. Es un final posible. Uno muy dark diría yo. Claro que Ramón no lo permitirá. Si algo nos diferencia de otras parejas es que hemos establecido desde el principio un hilo de confianza invisible que protege la relación subterráneamente aunque en la superficie sigamos peleando o separados. Eso sí. A Joe ya le he perdonado. Simular su muerte para deshacerse de su rival fue cruel y retorcido. Pero no se trató de una idea propia. Aquella farsa tenía el sello de Anticlímax. No tenía pruebas ni las necesitaba. Hay veces en la vida que simplemente dos más dos son cuatro. Como un plan retorcido sumado al momento preciso de ejecución, equivale a Anticlímax.

Y de pronto, en Marsella, todavía lejos de mi destino, me encuentro ante un espejo humano. Uno que me habla y me sonríe. Dice llamarse Akanui. Somos idénticas. No parece notarlo. O a lo mejor está demasiado acostumbrada al fenómeno ya. Junto a él se encuentra un caballero francés que, vaya sorpresa, se parece muchísimo a mi Ramón. Es irónico, a decir verdad. Han dado la vuelta al mundo, juntos. Yo, en cambio, la he dado con…Joe…buscando a Ramón. Según ellos, aquel viaje afianzó sus lazos de amor. El mío, en cambio…

Me presento: Miss Tendoso. Ellos hacen lo propio. Caramba. Si es el famoso Ranmond de Saotonnières, el mejor amigo de mi Ramón según me dijo Wu-Bei en Italia. No digo nada. Temo que me cuenten malas noticias. Antes les interrogo sutilmente. ¡Vive con ellos un artista español! Bingo. Trato de develar mi identidad. De decir que yo soy Ana. De preguntarles todo sobre él. Si me ha mencionado. Si sigue respirando arte por mi. No lo hago. Solo alcanzo a pedirles que me lo presenten. Akanui accede. Le parece lógico dado que compartimos nacionalidad. Ahora sí, estoy preparada. Empiezo a confesar que yo soy Ana. No me dejan. Ranmond acapara toda la atención de su mujer con un comentario inapropiado. Ella le pega una cachetada. Él insiste. La pelea se desarrolla durante horas. Llegamos a París y siguen discutiendo. Bueno, mejor dicho, sigue hablando él y ella, abofeteándole. Akanui se para un instante. Me señala la casita de al lado de la mansión. Ese es su estudio. Allí está Ramón. Y luego, vuelve a abofetearle.


Hoy me quedo de niñero. Ranmond y Akanui se han ido a Marsella a comprarle una sorpresa a Akui. Ella no es tonta. Me aborda sin tapujos.

-¿Qué será, tío? ¿Qué será? ¿Un vestido?

-No sé de qué hablas.

-Lo que mamá y papá me han ido a buscar. Solo me dejan a tu cuidado si es por algo importante. Y no se me ocurre nada más importante que regalarme algo.

Egocéntrica y al mismo tiempo compradora. Bastó que me dijera tío para que estuviera su merced. Intento defenderme. Al menos, simular ignorancia.

-No me lo han dicho.

Me entorna los ojos.

-Por favor, dímelo. Sabes que yo te quiero mucho, ¿no? –me pide que le haga upa para magnificar el efecto de su ataque.

-Y yo a ti. Pero tendrás que esperar a que tu madre vuelva y te lo diga ella. No la queremos hacer enfadar, ¿verdad?

Akui se palpa el culo con la mano derecha y se lo frota de izquierda a derecha recordando lo que le ocurrió la última vez que hizo enojar a Akanui.

-No, No quiero.


Me quedo muda en la puerta. Desecha y desilusionada. Ramón tiene una niña en sus brazos. Y es idéntica a él. Ella le dice que le quiere. Y Ramón le habla de su madre. Le dice que no la haga enojar. Está claro que es feliz. Normal. Después de todo ese era mi plan ¿no? Que se rindiera y al rendirse encontrara un amor más sencillo. Me retiro en silencio. Por suerte no me ha visto. ¿Qué decir delante de una niña tan bonita? Siento cierta desazón. Los cálculos no me salen bien. Nueve meses de gestación. Y unos cinco o seis que aparenta tener la nena…y solo pasaron ocho años. ¡Qué pronto me ha olvidado! ¡Qué rápido se encontró a otra y la embarazó! Huyo, tropiezo y caigo. Joe no pierde la oportunidad. Ya su hombro está amortiguando el golpe y sus brazos rodeando mi cuerpo que no para de temblar. Una infinita pena me invade. Maldigo a Anticlímax una y mil veces. Es su culpa. Todavía no sé como pero lo es. Me vuelvo a Granada. Antes me topo con una especie de trastero en las afueras de la mansión de Saotonnières. Está lleno de cuadros. La mayoría son malos. Yo aparezco en muchos. Demasiados. Los odio. Son horribles. Y yo misma lo soy por dudar sobre si me seguirá queriendo o no. ¡Tiene una hija! Jamás dejaría a una niña sin padre. Me marcho. Dejo en el trastero mi opinión sobre su obra. Le pido a Joe que la escriba para que no me reconozca la letra.

Ya que quieres ser un artista maldito, hazlo de verdad. Estas medias tintas solo te hunden en la mediocridad. La obra no ha de parecer una obra. Esa es la clave.


Lo quemo todo. Han pasado otros ocho años. Akui se marcha a estudiar a La Sorbonne y me deja de recuerdo una carpeta con todos los dibujos que ha hecho desde pequeña. Seguirá la profesión de su tío: artista. Primero me alegro. Luego, cuando ya se ha ido y reviso sus primeros garabatos, me entran ganas de quemarlo todo. Mis cuadros, los caballetes. Y también las telas y pinturas. Uno de sus dibujos lo ha hecho sobre una hoja ajena. Y en el envés, un mensaje anónimo fechado hace bastante más de un lustro: Ya que quieres ser un artista maldito, hazlo de verdad. Estas medias tintas solo te hunden en la mediocridad. La obra no ha de parecer una obra. Esa es la clave.

Tuvo que ser Ana. ¡Cuánta razón tiene! Dieciséis años lejos de ella y sigo sin lograr ser dark. Y sin embargo, estuvo aquí. ¿Por qué? ¿Qué podrá querer de un estúpido dibujante de arcos iris sin talento ni oscuridad? Mejor dicho ¿Qué pudo querer hace ocho años cuando pasó por la mansión? ¿Habrá sitio para el amor dieciséis años después en nuestras vidas?

Ranmond me reconforta. Oye toda m historia y me da una colleja en la cabeza.

-Ve a buscarla. Déjate de tonterías. Estar lejos por esto es tan estúpido como esperarla al otro lado del basilisco. Que te quiera por lo que eres o que no te quiera.

Y eso mismo hago. Me dejo de tonterías. Está claro que no sirve de nada jugar a que soy quien realmente no soy. Lo quemo todo. En un sitio alejado y solitario. No quiero molestar a mis eternos anfitriones. Ya bastantes problemas tienen con la marcha de Akui.

-¿Qué haces?

Es Akanui. Le quiero como a una hermana pero tiene un defecto horrendo. Siempre se mete donde no le llaman.

-Quemarlo todo. Me he cansado de hacer el ridículo.

-A lo mejor no lo has hecho lo suficiente.

Ranmond le espera a unos cuantos metros de distancia sobre un carruaje. Le grita para que se apure. De seguro se va a la Sorbonne a vigilar la fauna del lugar. Descartar que no haya estudiantes noruegos de intercambio. Mejor. Así Akanui no tendrá tiempo de molestarme con sus galimatías.

-Creo que ya lo he hecho bastante. Como dice Ranmond, Ana ha de quererme por lo que soy y lo dejó muy clarito cuando me fui: así no me quiere.

-¿Y si te dijera que Ranmond es en realidad noruego? ¿Qué un día decidió convertirse en el defensor de todo lo galo por despecho? ¿Porque le pareció que me enamoré de un inglés y sintió que como francés le haría frente mejor que como noruego?

-Diría que está loco.

-Sí, loco de amor.

Le miré sobre su carruaje pintado de azul, rojo y blanco y sonreí. Imposible.

-¿Pero tú querías que fuera francés?

-No, a mi me da igual su nacionalidad. Pero ¿cómo no enamorarme de alguien que tiene una forma tan estúpida de no rendirse jamás? Si quieres a Ana tendrás que buscar al idiota que llevas dentro.


Y por fin, me he quedado sola. Dieciséis años después. Joe por fin se casa mañana con otra. Una tal Dulcinea que conoció hace unos meses. Incluso su amor tiene fecha de caducidad. Y al igual que Ramón, no ha tardado nada en reemplazarme. Así son los hombres. Si les dejas estar, se van. Y si les rechazas, tardan más en irse pero también se van. No sufro por su abandono. No le quiero. Pero me desconcierta. ¿Después de todo lo que hizo por mi? ¿Rendirse tras dieciséis años? ¿Me quería o simplemente no encontraba a otra que le prestara atención?

De pronto, llaman a la puerta y entra María, mi vecina. Llorando. Le contratan para eso. Para llorar. Es lo que aquí se conoce como una "llorona". La que acude por unas monedas a los entierros de gente solitaria que no tiene nadie que llore por él. Siempre viene a mi casa a practicar cuando recibe la paga. Dice que se puede beber tristeza de mi rostro literalmente.

-¿Quién ha muerto?

-El viejito de la torre en las afueras. Creo que le llaman Axila.

-Anticlímax –le respondo con el tono seco, intentado ocultar mis lágrimas-. No practiques más. Hoy yo seré la llorona por ti.

Huyo a mi habitación a cambiarme. Llevo literalmente dieciséis años sin acudir a mi hogar, el cementerio. Todavía no puedo creer que se haya muerto. Si parecía inmortal…

Y no puedo evitar reírme en silencio y con más lágrimas en los ojos. La muerte de quien parece inmortal. ¿Irónico, verdad?

¡Qué triste! En el cementerio no hay nadie. Ni siquiera familiares. A la llorona le había pagado el mismo Anticlímax unos años antes de morir para "cuando el destino decida ponerse irónico". Tampoco hay sepulturero, pedido expreso del muerto. Una especie de máquina construida por él mismo le va introduciendo en una fosa vacante. La que cavó hace dieciséis años Ramón. De pronto, dejo de llorar. Distingo sobre el féretro un papel colgando. Abollado y sucio. ¿Su testamento? Una especie de lista de la compra por el frente. Tediosa. No le doy la oportunidad de leerlo y la giro. Por el otro lado, lo que me temía; su testamento.

Lego todas mis ironías a Ana. Y a quien quiera cumplirlas o reírse de ellas, mi lista de tareas pendientes: 1) Leer un libro desde el final hasta el principio. 2) Domar un avestruz. 3) Recibir la estatua que encargué para mi mausoleo. 4) Hacer las paces con mi hermano. 5) Encontrarla a ella. 6) Matar a Ranma Saotome. 7) Dominar el mundo o pintar la casa. Lo que sea más fácil.

Colinas arriba, en la torre a las afueras de Granada, una pared descascarada todavía espera a que su amo decida que es más fácil repintarla sin saber que este ya ha pasado a mejor vida. Decido empezar por allí. Desde luego es lo mínimo que puedo hacer por su memoria. Subo hasta su casa. Tomo, para llegar más rápido, el camino alternativo. Serpenteante y mal empedrado. También bello y destartalado. Una belleza irónica desde su punto de vista.

Cada paso que doy, cada recuerdo de Anticlímax, despierta un extraño sentimiento en mi. Quiero ser feliz otra vez. Volver a ver a Ramón. Aunque sea solo como amigos. Por fin arriba, me encuentro con infinitos cubos de pintura de diferentes tonalidades, jaulas con varios avestruces y miles de libros amontonados a tontas y a locas. La brocha se mueve libre entre mis manos. De derecha a izquierda y luego del lado siniestro al diestro. No miro lo que hago .No hace falta. ¡Pintar! ¡Qué paz que se siente al hacerlo! Ahora entiendo el último propósito de Anticlímax. Solo puede pintar quien todavía conserva la esperanza de ser feliz. Por eso para alguna persona, él por ejemplo, podría resultar más sencillo conquistar el mundo que lanzarse a salpicar colores sobre unas rocas desnudas. Termino exhausta. Alzo la vista. Un gran arco iris cubre toda la casa. La última y póstuma ironía de Anticlímax. Ha logrado que una chica dark pinte un arco iris enternecedor. Atardece. Me contento mirando toda Granada desde aquí arriba. Los hombres parecen hormigas. Por momentos me siento una diosa. ¡Tan pequeños e insignificantes son los humanos desde mi puesto de vigilancia! Solo se mantiene magnífico un único lugar de Granada. El cementerio. Una hormiga acaba de entrar en él acarreando dos cajas enormes. ¡Mierda! ¡Las estatuas para el mausoleo!


Se siente raro. Tantos años después…dejar de ser prófugo. Volver a Granada. Y al cementerio. La ciudad ya no parece mi ciudad. Las casas han cambiado. Incluso el sentido y la dirección de las calles son otros. Y de la gente mejor ni hablar. Los niños ahora son adultos y los adultos viejos. No conozco a nadie. Mi familia se ha mudado a Madrid y la de Ana, a Córdoba. Solo una cosa permanece intacta e idéntica. El cementerio. Es curioso como cambian las personas y los edificios pero la muerte siempre se mantiene igual. He tenido que irme tres lustros para advertir la poesía del Huerto del Señor. Descargo mi encargo justo en el sitio vacante que ha dejado nuestro basilisco destrozado por la tormenta de aquel día. Casualmente allí me han pedido que deposite las estatuas. Me han dejado libertad total para elegir el tema y desarrollarlo. Solo una condición: que procurara que fuera mi obra maestra.

Desembalo la primera caja. Un basilisco igual que el anterior. Idéntico al menos a lo que se conserva en mi memoria. Llueve. Como aquel día. Es gracioso. Un arco iris se derrite de la pared de una torre en el horizonte. Alguien ha decidido seguir mis pasos. Y ha elegido el peor día del año para hacerlo. Mejor. Que aprenda rápido que la felicidad es efímera y frágil. Este basilisco –toco su cabeza pétrea con mis puño- durará por siempre. Basiliscos y arcos iris. Caballos y almendras. Ranmas y Akanes. Amores imposibles.

-¡Ramón!

Me giro en dirección a su voz. Mejor dicho, tardo en girarme una eternidad. Me esfuerzo por hacerlo de forma instantánea. Pero aún así, tardo una décima de segundo. Una eternidad. La hacía en Córdoba. Casada con Joe según los rumores que llegaban hasta París.

Entre los dos, como no, se encuentra otra vez un basilisco de piedra. Yo frente a su cabeza y ella, tras su cola. Nada ha cambiado en dieciséis años. En el fondo, aquellos meses de desencuentro y estos años de lejanía han sido más de lo mismo. El basilisco, una simple metáfora de la falta de comunicación. Y tras el basilisco, el árbol que todavía conserva la marca del abrazo eterno de un fantasma.


-¿Te trajo él, verdad? Por supuesto. Una ironía perfecta.

No contesta. Lógico. Solo yo le conozco. Al resto del mundo, su existencia simplemente le es desconocida. A veces creo que tiene algo de divino. Que basta con levantarse y gritar su nombre tres veces al aire y creer en él para que reviva.

-Te quiero…aunque hayas formado otra familia.

Decimos los dos lo mismo al mismo tiempo. Nos miramos. Me interrumpe. Le interrumpo. Nos besamos. Luego sí. Aclaramos los malentendidos. Con torpeza. Sin saber bien cómo respetar los turnos de palabra. Demasiados tontos para hablar. Y encima, pretendemos darnos el lujo de…¿amar?

-Tú eres la única mujer de mi vida.

Lo ha dicho. Y lo repite. Le creo. Me basta. Ya no soy la estúpida imperdonable que le rechazó hace dieciséis años. No pretendo que sea dark. Miro la estatua. Le ha quedado hermosa. Le ha reproducido tal y como era pero ha conseguido sacarle una expresión diferente. Entre el espanto y el amor. Imaginar a un basilisco enamorado… suficientemente dark incluso para mi que ya no lo soy.

-Te amo.

Me mira con tristeza. ¿Por qué? Si vuelvo a decirlo luego de tanto tiempo.

-Sé sincera. Llevo toda una vida esperando tu respuesta.

-Me gusta. Es dark.

Vuelve a bajar el rostro. Mis palabras le deprimen.

-¿Qué pasa?

-¿Todavía no lo he conseguido, verdad?

Meneo la cabeza. Es hermoso. Una obra de arte. Cargada de sentimiento y de nostalgia por lo que significa para nosotros pero no. No cumple el requisito de Anticlímax. No es todavía su obra definitiva.

-Todavía no es una obra que aparenta no serlo. Ni un arte que no es arte. Ni una escultura que se modela a si misma pero que es natural. Ni un luto que no está de luto. Ni una contradicción que se cuela entre los dedos

Solo entonces sonríe. De su mano pende un hilo rojo y este llega hasta la otra caja, la que está enfrentada. Un suave movimiento de muñeca y…los cartones que la cubren, caen. Otro basilisco. Esta vez hembra. Ahora las expresiones concuerdan. Si por separado solo generaban misterios, juntos se nota a la legua que se aman.

-Es más bonito todavía pero sigue siendo solo piedra escenificando un tema clásico por un artista convencional.

-¿Quién ha dicho que yo he hecho esto?

Vuelvo a observarles con detenimiento. Parecen vivos. Casi a punto de saltar el uno sobre el otro. Se miran. De pronto, pego un grito. ¡SE MIRAN! Dos seres mitológicos que según la leyenda convierten en piedra todo lo que alcanza su vista. Podrían ser dos esculturas más o dos basiliscos reales que se han enamorado y convertido en roca mutuamente. Imposible saberlo si uno cree en ellos. Una obra de arte, en definitiva, que bien podría no ser ni arte ni obra.

-Esto debería estar en París. En la Exposición Universal.

-Mejor aquí. En Francia solo me pidieron un arco iris retorcido. Aquí, el difunto Anticlímax, ha exigido mi mejor obra. Estaría loco y senil pero tenía más sensibilidad que todos esos viejos críticos juntos.

-¿Has hecho esto por mi?

-Al principio sí. Ahora es por mí. Me gusta hacer esto. Por ti he pedido otra vez mi antiguo trabajo de sepulturero. No lo obtuve.

Oh. ¡Qué pena! Le abrazo. Le doy a entender con la mirada que iré con él hasta el mismísimo infierno. Incluso al cielo si no hubiera más remedio.

Su brazo rodea mi cuerpo. Nos quedamos observando la tumba de Anticlímax en silencio. Un villano que une amores después de muerto.

-Dicen que soy demasiado famoso para sepulturero. Me han ofrecido el puesto de restaurador del cementerio. Tendría que mudarme a vivir aquí –le miro alborozada. Temía tanto que este abrazo fuera una despedida, Que decidiera volver a París y la vanguardia-. No sé si serás lo suficientemente dark para vivir entre muertos a tiempo completo pero es lo mejor que puedo ofrecerte.

El viento, fuerte e inoportuno, imita la risa fantasmal de Anticlímax. Le abrazo con fuerza. Tanto que parece que quisiera quitarle la madera a su pecho como hiciera en el pasado con el olmo de mis amores.

-Volveré a ser dark. Por ti. Por nosotros.

Y dark tengo que ser para besar a mi novio de hace dieciséis años frente a la tumba de mi enemigo querido y bajo una lluvia torrencial. A lo mejor le falto el respeto. Me gusta creer que todo lo contrario. Que desde su nicho bajo la tierra, una vocecita senil repite: "irónico, irónico".

Fin


Al parecer estoy obligado por contrato a redactar una historia bonus o despiden a Lensei. La idea de no escribirla me tienta. Que vuelva de vacaciones y se entere de que me he cargado los mandamientos, matado a un personaje principal, cambiado la nacionalidad de Ranmond y encima ha perdido su trabajo en solo una semanita de ausencia. Me encantaría ver su cara al enterarse de todo peeeero….no soy tan malo. Además me quedó una cosita en el tintero que explicar.


Mary Sue.

En toda creación literaria, los personajes nacen en mayor o menor medida del interior del autor y comparten características con él. Esto es inevitable y normal. No existe, por suerte, la tienda de venta de personajes y de existir, no hay forma de utilizarlos sin que pasen aunque sea inconscientemente por el tamiz de nuestra propia personalidad. Sin embargo, cuando este personaje nuevo adquiere características bien concretas: ser el alterego del autor y acaparar demasiado protagonismo, se le suele criticar negativamente en el fandom. Este rasgo abunda sobre todo en los escritores inexpertos y por tanto aparece más de lo deseable en un género tan particular como el "fanfic". De allí, que se haya estereotipado este tipo de personajes en un nombre con connotaciones negativas: Mary Sue y los lectores/escritores más expertos tiendan a evitarlo como un tabú vergonzante. Algo así como que Lensei escriba sobre Ranma, el profesor que se casa con Akane7. Horrible. Y sin embargo, aquí me tenéis, yo, Anticlímax, un personaje, escribiendo una historia y autoinsertándome en ella. Es decir, soy en el capítulo 115 un ¡metaMary Sue! ¿Metairónico, verdad?


Comentarios

Estimado Spirit of paladín. No, no, no y no. Yo quiero un troll de los de verdad. De los que se comprometen con el asunto. De los que realmente saben mucho y buscan pelea para demostrarlo. Esos que te explican los contextos en lo que es correcto usar "aún" con tilde y los que no, detalle que a pesar de ser profesor siempre se me olvida. De los que te censuran con justa razón una escena pensada desde una concepción occidental y que sencillamente sería imposible en Japón dadas sus costumbres diferentes. Tienes a tu disposición 115 capítulos y más de 500.000 palabras repletos de errores de ortografía, de tipeo, de redacción, incoherencias temporales, argumentales y hasta de nominación. Esta colección es un tesoro para un troll. Pero para uno de verdad porque la regla dorada de todo troll es leerse una y otra vez, del derecho y del revés la obra a criticar con el ánimo de sacarle todo el jugo a la explicación pedante con la que "iluminará" a los pobres escritores ignorantes. Y usted, mi buen aspirante a troll, me ha desilusionado con su vagancia. Cansarse solo con las primeras trescientas palabras que ni siquiera son parte de la obra. Todo troll gusta diferenciar el texto del paratexto. ¡Si lo enseñan en la primera clase de la escuela de acoso por Internet! Le recomiendo encarecidamente que cambie de profesión o en su defecto que intente al menos estar a la altura de los escritores a los que comenta. Vuelva cuando se haya convertido en uno con el que se pueda iniciar una larga guerra dialéctica. Y por favor, no se desanime con mi respuesta. Solo hágalo mejor. Sé que puede. Entonces sí, gustosamente me pondré a debatir con usted si la mitad de trescientos (150 palabras) es un "soliloquio" largo o corto o si el inicio de una obra es el lugar adecuado o no para realizar a preámbulos. A lo mejor debería haber empezado con el epílogo.

En todo caso, gracias por el consejo para incrementar mi número de lectores. No dudaré en usarlo si en algún momento planeo multiplicar exponencialmente mis escasos 1090 reviews o 2.356.456 lecturas. Sí, ha leído bien. Más de 2 millones de lecturas en poco más de un año.

Estimada Akyfin02. ¿Y ahora? ¿Todavía piensas que no me he cargado los mandamientos? En todo caso, he cumplido con tu pedido. Historia de los basiliscos completa…¿o todavía falta algo por contar? Puede.

Planeaba quedarme hasta el 123 por eso de la escalerita…pero no sé qué va a pasar ahora que estoy muerto. A lo mejor revivo con Hiboki. ¿Qué tal la tarea de matemáticas? A mi mucho no me gusta. Hay pocas ironías en el reino de la exactitud.

Estimada Serenity. Ahora solo necesito que el paladín recomiende que no me regalen dinero por la calle.

Estimada minefine7. Soy romántico. ¡Ñac! Y eso que no conoces mi secreto.

Caracterizar los personajes por el lenguaje...no es tan fácil.