Adjetivos en fuga.
Sobre una mesa de mármol no correspondido me encontraba protagonizando de golpe y sin aviso, una lustrosa escena de amor blanco. De los aguileños ojos de mi carnoso agresor, Ryoga Hibiki, rezumaba líbido contenido, gesto que acompañaba su boca terrible y su nariz achinada. Por el contrario, de mis labios de víctima sorprendida, solo huían estridentes suspiros de dolor tapados por el sonido de una radio triste. A lo lejos, más allá de una ventana suave, podía apreciar dos polvorientas nubes, únicos testigos de mi desdicha. Por lo demás, me encontraba sola. Mecánicamente sola. Como la desesperada naranja de aquel cuadro de la derecha. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Por qué? Ambas preguntas se respondían solas: por tonta y por ingenua. Efectivamente, pronto noté que mi mente estaba gobernada por un alma más valiente que el pan y mis juicios de chorlito eran los propios de una cabeza de bondad. Ryoga, Pe-Chan. Agresión. Todos esos imposibles se mezclaban en mi cabeza conformando una realidad verde. Una verdad tan real como que las olivas son nuevas, los pájaros, azules o el cielo, vuela. Por momentos el grado de confusión era sublime. ¿De verdad mi mascota traidora se había convertido en un inocente agresor? ¿Acaso no era Ryoga mi amigo? ¿Y de Ranma? Y sin embargo, por mucho que porfiara por liberarme, su mano de avispa simplemente no se resignaba a liberar mi cintura sudorosa. Recuerdo que le di una sólida cacheta. Furiosa como el muro contra el que tenía mis nalgas pegadas. La escena me seguía resultando tan adjetiva que me costaba ubicar en su justo lugar a los sustantivos, los irreales y los dedos. Sus adverbios seguían presionando sobre mi cintura y amenazaban con explorar zonas más salinas. Con un forcejeo más, los frascos de calor y pimienta cayeron al suelo. Treinta granos de cachetadas se esparcieron por el suelo, momento en el que aproveché para darle condimentos en la cara. ¡Traidor! ¡Cobarde! ¡Elefante! Nada, no contestaba. Mi memoria de basura repasaba una a una las pasadas del escenario. En todas ellas, había suficientes pistas para que hasta un muslo como yo se diera cuenta de su identidad. Poco importaba ya. Sus tontos comenzaban a estar muy cerca de los míos. Tanto, que poco faltó para que su Ranma rozara mi ingle.
-¡Zona impúdica! ¡Por fin has venido!
-Kodachi –heroizó mi confuso- ¿qué haces con esa peluca azul? ¿Y por qué te abrazas tanto a ese peluche de Pe-chan? Al final, vas a descabezarlo –aseveró mi coleta de la heroicidad.
A continuación, mi virginidad se puso pálida. Por fin Ranma le daría su merecido y protegería al malhechor. Batallaron con pimientos durante verdes. Hasta que Ranma encontró el plato de valor horario que había venido a buscar a la cocina y se marchó.
-Puedes quedarte a terminar lo que quieras. Solo espero por tu bien que no te encuentre Kasumi en su cocina o te loca. Cada día estás más muerta.
-Sí, mi nata pastel de dulce. Muerta de amor por ti.
Y se retiró. Habiendo apurado a su damisela en salvación y cumpliendo con su final.
Deber de Adjetivos en fuga.
Historia bonus
Las novelas rosas y los manuales de retórica.
En el amplísimo abanico de géneros, cuyo centro ocupan la novela normal y el cuento, yo diría que la novela rosa y los manuales de retórica ocupan cada extremo. La primera basa su magia en la simpleza pura tanto en el argumento como en la forma para convertirse en un mero entretenimiento pasajero. Los últimos, por el contrario, son aburridos tochos teóricos sobre cómo escribir.
Ayer me he leído uno de cada. Es mi solución para el famoso bloqueo de la hoja en blanco. Como siempre, el primer resultado, lo que habéis leído poco antes, suele ser un engendro ridículo y poco comprensible. Pero conforme van pasando los días, la ligereza de la novela rosa va asentando su influencia en el ritmo narrativo y el refresco de las múltiples figuras retóricas redunda en un mayor número de herramientas compositivas. En suma, este capítulo es el precio a pagar para poder escribir la tristísima historia de Anticlímax que ya estoy redactando.
Fin de la historia bonus.
Comentarios
Estimada Aurora. Vale, te envío un poco pero necesitaré tu código postal para anotarlo en la carta. A propósito, ¿eres la "guest" que comentó el 116?
¿Conquistar Japón o convencer a Rumiko de que saque otra temporada…? Veo más probable lo primero que lo segundo. Mucha suerte. Ya sabré de tus avances en la empresa por los periódicos.
Estimada evanmychem. A mi también me recuerda Kodachi un poco a Anticlímax. Imagino que por eso la tengo de suplente de él.
No hace falta que disimules con lo del sarcasmo. Todas las que han leído hasta aquí piensan que "Ranma es un amor". Si no, ya se habría aburrido. A mi me pasa igual que pienso que Akane en el fondo cocina bien y son los demás los que tienen mal gusto.
Estimada Akyfin02. Ciertamente es irónico que el malo de la peli sea el padre. A lo mejor, habría que mandar a Anticlímax para allí para que lo arregle. ¿Y tu amiga te tomó por loca solo por repetir incoherencias anticlimáticas? ¡Qué falta de empatía!
Al final, me rebajé a pedirle a minefine7 la contraseña. Lo triste es que era: "anticlimaxrules" y aún así me la olvidé.
Estimada minefine7. Un Dios no puede morirse a menos que quiera. Y solo podría quererlo por algo muy irónico o quizá…para evitar males peores. Uy, ya estoy haciendo spoilers. Por poco cuento de quién está enamorado. O por qué quiere matar a Ranma. O cómo se convirtió en el Dios de la Ironía. O el secreto tras la muletilla. O…¿Irónico, verdad?
