Anticlímax rules. Segunda parte.

Hoy, mi querido Anticlímax, es un día formidable. Si no me equivoco y nunca lo hago, esta tarde sonará por fin la Marsellesa en el Valhalla y en el Olimpo. Y no existe dios, Semidiós o criatura mítica que se resista a su bello encanto, ni a su ritmo que cautiva más que la ambrosía y deleita mejor que los cantos de Orfeo. Resulta curioso cómo funciona el destino en ocasiones. Hace apenas unos días me tenías amordazado y a merced de tus pesadas historias y ahora…ocurre lo contrario. Ironique, n´est-ce pas?

¿Recuerdas cuando tu tonta muletilla fue pronunciada por los inocentes labios de mi nieta? ¿Una niña que había envejecido una centuria con el único propósito de traspasar mi desesperado mensaje a Ranma? Pues bien, ese fue el principio del contraataque de los humanos. Fue conmovedor verle actuar tantos años después de mi muerte. Akanui, Akui, Ai. Cada nueva generación se había ido despojando de letras internas, simplificando conductas y nombres. Y pese a todo, cada generación, había mantenido inalterable un rasgo único: su espectacular parecido con Akanui.

¿Cómo hubieses reaccionado tú si de pronto te interpela una anciana desconocida y te amenaza de muerte? ¿Y si soñaras todas las noches con el fin del mundo, vidas pasadas y Semidioses egoístas? Desde luego, de todas las novedades, incluida la promesa de asesinarle, solo una duda parecía molestar sobre manera al francés de Japón. Duda, que decidió verbalizar en voz alta.

-Si tenemos una hija, ¿habrá que ponerle Acné de nombre?

-Sería bonito –le repuso Ai-. De hecho, mi hija y mi nieta que viven del otro lado del mundo también se llaman como yo. Lo nuestro se ha convertido en una tradición. A propósito, ¿te parece bien que te mate después? Es que me haría mucha ilusión hablar un poquito con Akane. Cosas de chicas.

-¿Chicas? –se sorprendió Ranma-. Yo no veo ninguna. Solo una momia senil y una marimacho.

Aquella agresión verbal no le cayó muy bien a mi nieta. De hecho frunció su arrugado rostro dos o tres veces. Aunque pensándolo mejor, es probable que muy en su interior le haya gustado un poco. ¿A que mujer no le agrada recibir un apelativo borde de un joven francés?

-¡Oye! –le repuso a continuación-. ¿Te parece bien llamar "momia senil" a Akane? Si tiene tu edad. Además –agregó con tono vehemente-, podrías traerme un vaso de agua, ¿no? ¡Qué falta de educación! Cuando era joven y visitaba la casa de una víctima para asesinarla, los anfitriones siempre me atendían con sumo respeto porque antes que enemigos somos personas y las personas han de tener modales. La juventud de hoy en día apesta.

Mientras tanto, Akane oía el diálogo estrafalario en silencio y sin oír realmente. Si alguien le hubiese preguntado su opinión en aquel momento, probablemente hubiese aseverado que aquella viejecita parecía una extraña fusión de ti, Anticlímax, y de ella misma. Y no le hubiese faltado razón, puesto que en el fondo, tú eres el primer Ranma. Mi descendiente, por tanto, podía perfectamente haber heredado aquellos genes. Y a medida que Akane permanecía absorta en sus disquisiciones, mi nietecita anciana ordenaba por fin sus ideas y comenzaba a explicar las razones de su visita. Cada tanto graficaba, en el aire, espirales o resortes que comenzaban siempre en un mismo punto lejano pero no parecían tener fin.

-El tiempo es cíclico e infinito pero la masa, es decir la gente, escasa –explicaba con ese tono pausado de toda mujer mayor-. De allí, que existan reencarnaciones. Cada una nace en un mismo punto de la espiral solo que en un diferente nivel y todas, invariablemente mueren en el mismo momento. Poco importa la era en la que vivas, compartes con tus antepasados un mismo día de nacimiento y muerte. Dentro de diez minutos, se cumplirán cien años del deceso de ellos. Un siglo exacto desde que Anticlímax decidió fenecer por amor.

-¿Para eso has venido? –preguntó Ranma- ¿Para asegurarte de que esas pamplinas se cumplan?

En realidad no. Como bien sabes tú, dentro de diez minutos Ranma iba a morir de todas formas. Le caería un meteorito, o le daría un ataque al corazón o lo que toque. La muerte no puede evitarse. Pero…se puede adelantar. Ganarle diez minutos a las Parcas. Y utilizarlos para ayudarte. Ya sé; ya sé que nunca lo has pedido. Y que de hecho no te ha gustado mucho la idea de que te salvemos. También has de reconocerme que se trató de un plan bastante irónico: Ranma y yo en el Más Allá…muriendo a propósito para defender a nuestro mutuo archienemigo.


Instantes después, Ranma recuperó la consciencia en tierra firme. Solo conservaba del mundo de los vivos una jaqueca terrible y el recuerdo, impregnado en su piel, de una ráfaga terrible de aire que lejos de golpearle tan solo se limitó a impedirle respirar por el tiempo necesario. Una forma efectiva y gentil de matar, muy propia de un maestro en las artes marciales.

-¿Ninguna herida? –me sorprendí al recibirle sobre las negras arenas del otro mundo-. Veo que mi nieta se ha convertido en alguien excepcional, Ranma.

Y lo era, sin duda. Los ancianos siempre conservan esa capacidad de lucha de juventud fusionada con infinidad de experiencias y técnicas que a los jóvenes nos son desconocidas.

El recién fenecido observó al espejo que le interpelaba, y sostengo que yo parecía su espejo, porque en el Más Allá, las leves diferencias faciales entre Ranma et moi, simplemente se desvanecían. Y luego dio un puñetazo en el suelo.

-Ha sido tan fácil para ella. Resulta frustrante.

-Mon ami –le repuse-, la muerte siempre es frustrante. Sin importar las circunstancias.

A continuación le resumí durante unos minutos todo lo ocurrido hasta que por fin Ranma exhaló un suspiro.

-El mundo en peligro y ¿esta es tu solución? ¿Mandar a tu nieta a que me mate? No sé. No me quejo. De algo hay que morir pero, ¿no hubiese sido mejor vencer a los Titanes y hacerle frente a Clímax en la Tierra, cada uno en su tiempo?

A lo mejor. Claro que yo prefería esta solución. Lo cual provocó un incómodo silencio y que ambos eleváramos instintivamente la vista al cielo. Seguía morado e inescrutable como siempre. Y sin embargo, allí, en algún lugar prohibido para los humanos, se ocultaba tu primo traidor. Desde allí, también, se planeaba el fin del mundo.

¿Por qué todos tus planes tienen que ser tan insoportablemente retorcidos? A veces pienso que no es por ironía. Solamente porque te gusta sufrir y torturarte. De hecho, dudo siquiera que seas realmente quien dices que eres. ¿Verdad? ¿Ironía? ¿Desde cuando esos conceptos son atribuibles a dioses? Akanui que se ha leído todo bicho con hojas y lomo que pillara cerca, sostiene que eres un farsante. En fin, puesto que nunca te has dignado a revelarnos tus planes, he tenido que ser yo solito el que los descubriera y se los comentara a mi colega japonés.

-Sí, hubiésemos podido perfectamente plantarle cara a los Titanes en la Tierra. Pero mientras peleaba con ellos me invadió una duda de esas que nacen del meollo mismo del instinto, de esas que no se pueden ignorar. ¿Sabes, Ranma? Creo que la clave de todo está en un detalle muy evidente que hasta el momento se nos ha escapado. Clímax ha de estar allí arriba, observándonos desde el principio. Por algo es casi un Dios. Por tanto, si Anticlímax deseaba organizar un ejército y entrenarlo en su contra, tendría que haberlo hecho de manera que no se notara. Por ejemplo, ¿recuerdas la historia de la Ibuki niña, matando a su héroe varias veces? Pues me ha venido como anillo al dedo para contactar contigo. ¿O cuando nos hizo viajar juntos al Más Allá? A lo mejor quería solamente matarnos. O quizá, que conociéramos la existencia de esas puertas –señalé el gran portal que llevaba al Valhalla.

Ranma se encogió de hombros igual que lo estás haciendo tú ahora.

-Puede ser. Pero no veo cómo podríamos aprovechar ese conocimiento. Aquellos son caminos que no pueden transitar simples humanos.

-No somos simples humanos. Somos franceses. Si lo hacemos a tiempo. Cuando llegue Anticlímax con las demás encarnaciones en lugar de derretirnos, iremos directo al Valhalla. A enfrentar a los dioses.

Bueno, ¿Qué opinas? ¿Vas a seguir negando que nos manipulaste para esto? No era que no le gustara a Ranma la idea de darle su merecido a los dioses. Ni que le tuviera especial respeto a los seres divinos. Tanto Saffron como tú mismo podéis dar buena cuenta de ello. Sin embargo, en aquellas circunstancias, no lograba desligarse del papel de escéptico.

-¿Y dices que cada vez que Anticlímax nos atacaba, en realidad procuraba que adquiriéramos técnicas útiles para vencer a Clímax sin que este sospechara? Suena tan…

-¿Irónico? –le interrumpí-. Pues de eso se trata. Mira las puertas, por ejemplo. ¿A que son de piedra?

El japonés las examinó de arriba abajo. Sus casi tres imponentes metros de altura le generaban un gran respeto. A saber qué ser fantástico, acostumbraba a cruzarlas.

-Sí, lo son. ¿Pero no estarás insinuando que la muralla que separa el mundo de los muertos del de los inmortales, solo está custodiada por una contraseña tan básica como "ñac"?

BRRROOOOOOOM. Si en algo se caracterizaba el Limbo del Más Allá era por su eterno y denso silencio. Aquel pequeño monosílabo, sin embargo, bastó para que se produjera un gran estruendo y para que al portal de la derecha le surgieran, de pronto, unas gruesas y pesadas piernas de piedra con las que comenzó a marchar. Dime ahora que me equivocaba, Anticlímax. Dime que cada uno de tus retorcidos planes no era una simple y diminuta pieza de un magistralmente retorcido megaplan para vencer a Clímax y reconquistar a Verdad. Sí, claro, no puedes responder. Sigues amordazado. Ironique, n´est-ce pas?


Mientras las puertas del destino se abrían en el Más Allá, sobre las aguas anaranjadas, un poco más allá de la costa, una barca con un selecto grupo de héroes se desplazaba capitaneada por tí. Ramón, Ranmanelli, Ranmakán y una multitud de clones desconocidos. Todos y cada uno de los presentes oía arrodillado el mismo relato que me habías obligado a oír con anterioridad. La pierna izquierda hincada en la superficie de la barca y la rodilla derecha bajo los respectivos mentones. Cada tanto, recuerdo que te tomabas un respiro y les apoyaba una espada en sendos hombros, explicando.

-Ranmakán, Ramón, yo os declaro Caballeros de la Ironía. Ranmanelli, Ran-ma-chang, también os declaro Caballeros de la Ironía.

Del otro lado de la puerta sagrada, como no podía ser de otra manera, una escalera sin fin nos esperaba. Sus bruñidos escalones divinos se hundían en las famosas nubes moradas del Más Allá. Y sobre ellas, sin duda alguna, la morada de los Semidioses.

¿Te acuerdas de la furibunda mirada que te dedicó Ranma cuando la vio? Por poco y te meas de miedo.

-No puedo creer que hasta mi aventura con Saffron y las tormentas haya sido cosa tuya.

-Irónico ¿verdad? –repusiste para variar-. ¿Quién más que yo hubiese ideado una situación tan paradójica?

Efectivamente, los vientos raudos e inmortales, empujaban con su huracanada furia a los visitantes humanos. Y soplaban con tanto aplomo y convicción que lo que para un semidiós normal significaba unas simples cosquillas, para nosotros podía convertirse en una trampa mortal. Un solo paso en falso y…en el mejor de los casos, vuelta a empezar. En el peor, hundirse en las aguas del olvido que rodeaban la estructura como le ocurrió a Ran-ma-chang, pieza del puzzle por la que no te he visto derramar ni una lágrima, por cierto. Aquello me fastidió un poco. Tanto simular ser un semidiós bueno y piadoso y al final nos utilizabas como meros instrumentos. Supongo que no tenías tiempo. Aún así aquello me hizo enfurecer. Tanto que decidí marcharme a retaguardia. Me daba igual las instrucciones que Ranma y tú les daban a los demás desde la vanguardia del grupo para enfrentar una fuerza violenta, imprevista e invisible. En la última posición del grupo, yo escalaba manteniendo mi propio estilo y haciendo uso de mi espada más poderosa, la invisible, para contrarrestarlos. Y por fin, una semana después, un jadeante y extenuado Ranma, accedió al cielo de las divinidades, momento en el que rebotó contra una montaña gigantesca. Al tacto, sin embargo, aquel obstáculo le resultó blando y cálido como aquella vez que yo tropecé con Wu-Bei. Y al levantar la vista se comprobó mi teoría.

-¿Amnar? –dijo-. ¿Qué haces aquí?

-Ja, No me confundas con una insignificante encarnación. Soy el supremo Semidiós del Valhalla, Clímax. El dios de la perfección.

-Y yo soy francés –alcancé a retrucarle desde el fondo pues justo entonces acababa de coronar también la cima olímpica.

Como si aquella muletilla llamara a la otra y estas juntas a la fatalidad, bastó que Anticlímax comenzara a pronunciarla para que poco a poco surgieran más y más Semidioses que, atraídos por la novedad, rodeaban a nuestra extraña expedición de Argonautas sin Argos y sin divinidad. Entre ellos, Verdad en persona.

-Camaradas –cogió Clímax del cuello a Ranma y le levantó un palmo del suelo-, unos humanos han osado venir a visitarnos, aprovechándose del conocimiento de un torpe exiliado. Propongo que les devolvamos a su lugar natural a la brevedad. Son tan insignificantes que su status no llega ni a amenaza punible de nuestra ira.

-Por favor, primo –le enfrentaste disolviendo mis dudas anteriores sobre tu implicación en nuestro destino-. Deja a mi encarnación predilecta en paz.

-¿Este? ¿Encarnación tuya? –te miró extrañado-. Para ser un humano parece más fuerte que la media. Y tú…eres el Semidiós más débil.

-Irónico, ¿verdad? Pues este ejército y un servidor, el Semidiós de pacotilla, como sueles llamarme, os darán una buena lección.

No sé todavía cómo lo soportaste. ¿Es que acaso no tenéis sangre en las venas, vosotros los dioses? Verdad, que se encontraba muy cerca de Clímax, mantenía sus dedos entrelazados a los de tu primo. Y para colmo, ambos te hablaban intentando disuadirte. De palabras nada. Si alguien le toca un pelo a Akanui, firma su sentencia de muerte y en ese mismo instante la hago efectiva.

-¿Llamas ejército a esto? –se rió de nosotros Verdad-. ¿Un puñado de débiles humanos capitaneados por un noruego que se cree francés y un japonés que no escucha ni a su corazón?

¿Había un noruego entre nosotros? ¿Dónde? ¿Dónde? Le busqué sin hallarle hasta que una fuerte ráfaga de viento volvió a envolver a todos los presentes, marcando diferencias de status y fuerza. De un lado, los Semidioses que custodiaban la puerta del Valhalla apenas si pestañearon y del otro, nosotros, los osados invasores, tuvimos que acudir a todo nuestro equilibrio y vigor para no caer al suelo.

-¿Y cómo piensas ganarme? –rió socarronamente Clímax-. ¿Con ironía?

-No, hoy no peleo por ironía ni para salvar al mundo. Hoy lucho por amor.

"Amor". Palabra interesante que, aprendimos entonces, a menudo se ausentaba del mundo de lo divino. La raza de los dioses se trataba de una tribu tan banal y baja de instintos como los humanos pero ilimitadamente poderosa. ¿Qué espacio podía haber para algo tan suave y delicado como el cariño en ese contexto? Ninguno. El amor desde siempre se ha basado en cierta ingenuidad y ternura. Para amar, al menos, es necesario creer en los demás. Abandonar el egocentrismo básico del individuo para fusionar voluntades y sentimientos. Un abandono del yo mucho más difícil de efectuar en los poderosos que los débiles.

-¿Por amor? –acusó el impacto Clímax-. Mírala. Verdad dice que me ama y que yo soy más fuerte que tú. No tienes nada que hacer aquí ni por las buenas ni por las malas.

-Ya lo he dicho y lo repito. Mis ironías son más verdaderas que sus verdades y más perfectas que tus perfecciones.

Y mientras así se resolvía el tenso diálogo entre ustedes, Ranma cogió algo de aliento y me susurró al oído:

-Recuérdame. ¿Por qué nos estamos jugando el pellejo para ayudar a nuestro enemigo declarado número uno?

-Al parecer, porque es irónico. Y también porque somos franceses.

-Cierto.


En ese mismo instante, en el mundo de los vivos, de forma inapropiadamente bíblica, las aguas iban creciendo en volumen y ganando centímetro a centímetro espacio a la superficie. Los inminentes esponsales divinos se celebrarían con el fin del mundo como regalo de bodas. O lo que es lo mismo desde la óptica de Clímax, con el fin de la imperfección. Como en toda catástrofe natural de origen sobrenatural, no tardaron mucho las máquinas del hombre en advertir el detalle y difundir la noticia por toda la blogósfera. El Apocalipsis se daría irónicamente sin zombies. Ai, y Akane observaban el relato de los reporteros de la televisión junto al cuerpo todavía cálido de Ranma.

-Parece que ya ha empezado.

Silencio. Sobre la cabellera moribunda de su prometido, se deslizaban los dedos akaniles realizando caricias circulares. La elocuente aseveración de Ai le tenía sin cuidado. De todos los humanos que pronto irían al Más Allá no le preocupaba ninguno, ni siquiera ella misma. Por el contrario, todos sus miedos se centraban en el destino de su Ranma. ¿Enfrentar a dioses él solito? Desde que le conoció, nunca había tenido una idea buena y se había muerto sin llegar a tenerla.

Pese a la indiferencia de la peliazul, las calles pronto iban tiñendo su habitual tranquilidad en caos y locura.

-Es una pena que no esté aquí Anticlímax –se quejó Ai-. Estas cosas le encantan. En fin, tendré que ocuparme yo de mantener el orden.

-Espera –se levantó Akane-. Voy contigo.

-No. Tú cuida el cuerpo de Ranma.

En condiciones nórmales, la peliazul hubiese argumentado algo más. Pero en su estado actual de extenuación física y mental, aquella orden le pareció sensata. El cuerpo de Ranma, de hecho, parecía el de un dormilón un tanto afiebrado. Incluso al contacto, sus cachetes púrpuras como los que mostraba cuando sentía timidez por algo, se sentían tibios.

Al rato llegó a casa Nodoka que, como toda madre, sentía que una mano huesuda e invisible le estrujaba el corazón y sin saber bien por qué. Su primera impresión, al verles así, fue de alivio. Ranma tan solo dormía y Akane por fin, se animaba a reconocer sus sentimientos sosteniendo delicadamente su cabeza sobre las rodillas. La escena desprendía tanta ternura por si sola que la jovencita tuvo tiempo de explicar detalladamente las razones de esta antes de que Nodoka decidiera caer cuan larga era sobre la moqueta de la cocina.


Mientras tanto, los Semidioses comenzaban a dispersarse. ¡Malditos fanfarrones! ¡Les parecíamos inofensivos y aburridos! ¡Nosotros, los guerreros más fuertes de cada época! Recuerdo que aquello me pareció intolerable. Al punto de atacarles porfiadamente. No sé que me causaba mayor rabia si el vergonzoso hecho de que no lograba ni acercarme, o el más patético que ni siquiera sentían la necesidad de defenderse. Al rato solo permanecían impidiéndonos la entrada al Valhalla, los protagonistas divinos de esta historia, Verdad y Clímax, mientras los demás se me habían escurrido de entre los dedos sin pronunciar palabra.

-Primo –dijo este último-, para serte sincero, me has decepcionado. Llevo esperando tu regreso tanto tiempo…y a tu supuesto giro irónico de los acontecimientos… ¿No pretenderás realmente que masacre a esos pobres insensatos?

-La ironía es un arte similar a la venganza. Se cocina con amor en lugar de odio, pero ambos son platos que se sirven fríos.

-Como tu quieras, primo –levantó el puño Clímax y se materializó en él la daga que utilizó Bruto para matar a César-. Di adiós a tu parte divina.

Entonces no lo sabía pero según me contó después Akanui, la famosa empuñadura del arma legendaria, según las leyendas, contenía propiedades sobrenaturales. El mango, cubierto con la mismísima piel del vellocino de oro, parecía irradiar rayos y centellas. Arma arcaica y selecta, forjada por humanos y envilecida durante siglos con magnicidios constantes, se decía que había adquirido por culpa de estos regicidios, la capacidad de envilecer incluso la parte divina de un Semidiós.

¡Qué tonta soy! –pensó Verdad al ver el vellocino de oro-, si esta piel pertenecía a un carnero volador. Se me había olvidado.

A medida que la daga iba recorriendo su inevitable camino hacia el corazón de su antiguo amor y el mundo se hundía también en las profundidades del océano, imitando a lo grande a la Atlántida, Verdad se rebelaba también poco a poco ante su autoembrujo.

¿Amor? ¿Responsabilidad? ¿O simplemente tomar consciencia que de existir un caballo y un carnero volador, debería hacerlo también una cabra con alas? Lo irónicamente correcto en estos casos, hubiese sido la tragedia. Es decir, el fin del hechizo por amor, unos segundos después de que el objeto punzante llegara a destino. Y sin embargo, Clímax encontró sin darse cuenta, un camino intermedio más rápido, verdadero e irónico y por tanto, irresistible para la diosa del destino.

-Esta ha sido tu última ironía, Anticlímax –gritó tu primo.

-Esta ha sido tu última ironía, Anticlímax –repitió Verdad. Y puesto que lo dijo, instantáneamente, perdiste tu mejor arma y divinidad: la ironía.

-Jajajaja –bramó encantado Clímax-. Esto es aún mejor de lo que había planeado. Ahora eres humano. Muere con los tuyos.

Con un gesto del Semidiós de la Perfección, nos dejaste solos, desvaneciéndote en el aire y recién volviéndote a materializar en Nerima y en pleno siglo XX.

Caíste -te lo recuerdo por si en tu estado de brutal confusión se te ha olvidado- al mundo real, derrotado y totalmente despojado de tus poderes, justo en frente de las puertas del mismísimo Dojo Tendo. Y en el momento exacto en el que ingresaba un aterrado Amnar en busca de refugio por el tsunami.

-¿Amnar pidiendo ayuda a Akane para salvarse del Apocalipsis que desató su primer yo? –dijiste-. Iron…ir…iro…i. ¿Cómo era? De verdad que no me acuerdo.

Fin de la segunda parte


Historia bonus: Cómo salir airoso de un tema delicado sin mentir.

Problema: Hace unos días he descubierto con horror que las famosas manchas en el sofá las hice yo. Irónico, ¿verdad? Resulta que cuando me tocó cambiar el cartucho de tinta negra de la impresora otra vez, comprobé que los nuevos que compré hace unos meses gotean al abrirlos. Peor aún, recuerdo perfectamente que el día del incidente también los había cambiado y para completar la escena vergonzosa, da la casualidad que la compuerta redondeada por la que cae la tinta, tiene el tamaño exacto de los dedos de Bulmita. Por tanto, lo ríos de tinta que caían de él, simulaban perfectamente sus dedos. Dado lo cual, habría que recategorizar a Bulmita de "villana" a "víctima". El tema es el siguiente: ¿Debería confesar? ¿O me es lícito hacerme el tonto?

Solución:

-Bulmita, ¿Te acuerdas de cuando apareció el sofá manchado y yo te pregunté insistentemente si habías sido tú?

-Sí.

-Tengo algo nuevo que decirte sobre el tema. Ha surgido una nueva prueba. ¿Quieres oír de qué se trata?

-No.

-¿Segura?

-Segura.

-A lo mejor te conviene.

-No.

-Bueno. Si no hay más remedio, no volveré a mencionar le incidente. ¿Te parece bien?

-Sí

Y así es cómo se hace para salir airoso de un tema delicado sin tener que mentir.

Fin de la historia bonus.

Comentarios.

Estimada evanmychem. Arriesgar la vida de desconocidos por terminar de leer la historia, ¡eso es compromiso por la causa! Si por arreglarse todo te refieres a que venga Noé con su Arca y salve a todos de la inundación global…pues no, no terminará bien. Igual termina pasando algo irónico que lo arregle todo. Igual no. Primero Anticlímax tendría que recuperar sus poderes.

Estimada Ai. Konnichiwa Sherezai. ¿Ni una sola respuesta "A"? Lo sospechaba. Quizá más adelante haga un Ranma vs. Ryoga pero me resulta más aburrido. Antes debería cumplir mi promesa del fic de Inuyasha y terminar de leer El beso más pequeño. Últimamente, las responsabilidades se me han vuelto trabajos divertidos que hago a placer y por el contrario, los entretenimientos se me van acumulando sin terminar como si se trataran de responsabilidades indeseadas cuando es todo lo contrario. El pobre de Anticlímax, por ejemplo, me ha tenido mucha paciencia en esta ocasión.

Destripar juguetes para deducir su funcionamiento y rearmarlos de otras maneras…¡qué recuerdos!

Estimada Akyfin02. ¿No tienes palabras? Usa: "Ñac". Sirve para todo. A mi también se me ha olvidado todo del capítulo anterior. Si aparece alguna incongruencia, hazme el favor de mirar para otro lado y simular que no te diste cuenta.

Con 35 grados de sensación térmica…obviamente se rompió el $%&%/$ aire acondicionado. Además una placa base, una tarjeta gráfica, el famoso robot de cocina y las luces del pasillo que hacen "plof" cada vez que reemplazo la pieza rota. Eso sin contar con el diente de leche que Bulmita le quitó a Gohan de una patada porque este la hizo renegar. Además en ese entonces seguía el temita del tobillo, la muela de juicio y otros achaques de la edad que dificultaban mi tolerancia al deterioro inmotivado de las cosas.

Sobre los detallitos feos no te digo nada porque hoy he leído que parece que la cosa se está enderezando de a poco y por el lado que corresponde. Ojalá sea un verdadero paso adelante y no se quede todo en un paso en falso.

Estimada minefine7. Yo no soy malo. A lo sumo Anticlímax que tiene voluntad propia.

Entiendo, entiendo. Aunque soy feo te parezco un Adonis. He tomado nota.

¿Tú te acuerdas de tus 16? Yo no. Si mi memoria no me falla, eso ocurrió en el siglo pasado. Demasiado atrás en el tiempo.