Capitulo 2 "Todo por una calificación".

Este capitulo contiene Lemon. Y temas que pueden ser susceptibles para el lector, se recomienda discreción.

Abrió los ojos pesadamente, al sentir dos bultos, pesados, sobre ella.

-Ya hablamos de esto, niñas. No soy una almohada. –Murmuró, tallándose los ojos.

-Setsuna tuvo una pesadilla. –Dijo Towa, apretándose al vientre de su madre.

-No es cierto, Towa quiso ir al baño y me levantó para ir con ella. –Escucho la voz amortiguada de Setsuna contra su pecho. –Me asusto un ruido en la ventana y vine aquí.

Rin se levanto con dificultad, con todo y el par de niñas aferrándose a ella.

-Tengo que bañarme, niñas.

No se movieron un centímetro.

-Tengo clases dentro de poco.

Se aferraron más fuerte. Casi se echo a reír, estaba segura que no había ser mas posesivo en el mundo que sus niñas.

-No volveré a traer más pizza a casa.

Por fin, sus pequeñas pulguitas la soltaron haciendo pucheros.

Riéndose, se puso de pie para ir al baño.

Una hora después, salió de la casa, sin desayunar, y despidiéndose de las gemelas.

Corrió como alma que lleva el diablo para tomar el autobús.

Como siempre, estaba lleno, pero al menos no tenía que estar pegada a otros pasajeros.

Le dio la oportunidad de pensar en cómo arreglar sus problemas con las clases y el trabajo.

El camino fue largo, naturalmente, vivía muy lejos de la zona universitaria, por eso tenía que pararse temprano y tomar 2 autobuses para llegar.

Un par de compañeras la saludaron al llegar a la entrada.

Devolvió el saludo, pero no se detuvo a platicar con ellas.

Su vida social apestaba. Tenía muchas responsabilidades encima, por lo que no podía darse el lujo de ir a fiestas, reuniones, ni mucho menos citas.

Después de un año rechazando a chicos, evitando fiestas y cualquier otra reunión social que requería más tiempo del necesario, dejaron de invitarla, pensando todos que ella era una chica antisocial y aburrida.

No era verdad, le gustaba socializar, tener amigos y conversar con gente de su edad, pero no podía darse el lujo de perder el tiempo de esa manera.

No tenía que decirles a todos que era una repudiada por sus padres por haber tenido dos niñas fuera del matrimonio, además de ser madre soltera y tener dos trabajos por llevar pan a la mesa.

No le debía nada a nadie. Si querían pensar lo peor de ella, adelante. No le importaba.

Media hora después, salía del despacho de dos de los profesores con los que tenía problemas en su clase. Habían sido comprensivos y ligeramente flexibles, dándole una oportunidad al ser una excelente estudiante, podía contarla como una victoria, pero a medida que avanzaba hacia su siguiente clase, sentía que los pies le pesaban una tonelada.

Seguía él.

-¿Algo está mal? –Dijo una voz familiar, antes de que un delgado brazo se colgara de los hombros de Rin.

La muchacha miro a su lado. Había una hermosa mujer de ojos rojos, labios carnosos del mismo color, el pelo negro peinado en un chongo, que le sonreía amigablemente.

Rin le devolvió la sonrisa, pero siguió caminando, su próxima clase iba a comenzar en poco tiempo y era una a la que no podía llegar tarde.

-No pasa nada, Kagura.

-Sí, claro. Anda, suéltalo. –Los ojos carmesí de su amiga estaban fijos en ella, llenos de curiosidad.

Rin suspiró, y se encogió de hombros. –Estoy en bancarrota, y encima de eso, van a terminar mi beca si no mejoro mis notas en 3 clases, por lo demás, todo es color de rosa.

Kagura frunció el seño.

-Creí que habías ido a la sala de profesores precisamente para explicarles tu situación.

Rin la miro incómodamente mientras se rascaba la nuca. –Sí, pero también esta "Patología Sistemática".

Kagura hizo una mueca desanimada. –Taisho.

-Sip. –Dijo Rin miserablemente.

El profesor más joven de la Universidad. Sesshomaru Taisho, tenía el apodo de "El demonio de ojos dorados" por una razón. Era estricto y duro, fijó estándares imposiblemente altos para los estudiantes y les hacia la vida miserable a los que no lograban alcanzarlos.

Él no toleraba la falta de disciplina ni la holgazanería.

Y como Rin a menudo perdía muchas de sus clases y no tenía tiempo de completar sus tareas, ella era una de las estudiantes menos apreciadas de Taisho-sensei, si el hombre incluso sintiera algo por alguien.

La posibilidad del profesor Taisho teniendo alguna flexibilidad con ella era inexistente. Taisho-sensei no ofrecía a nadie ninguna flexibilidad.

Sus expectativas demandantes bordeaban lo ridículo, pero a los ojos del Consejo Estudiantil, Taisho-Sensei no podía hacer nada mal, ya que había obtenido numerosas becas de investigación, y un montón de premios prestigiosos... No es que ella supiera.

Tenía que darle crédito al hombre, uno no llegaba a ser un investigador famoso y tan altamente respetado para la edad de 33 años, si uno no era increíblemente inteligente. Pero eso no cambiaba el hecho de que el hombre fuera un maldito arrogante.

-¿Y qué vas a hacer? –Dijo Kagura, lanzando besos a un par de muchachos que las miraban embobados.

-No tengo idea. –Rin entro al salón, ignorando a los chicos. Camino hasta los asientos al frente de la sala de conferencias. Taisho-sensei les había dicho que debían sentarse allí luego de haberlas atrapado platicando a principios de curso.

A veces pensaba que era como ese personaje de Harry Potter que tenía un ojo mágico que lo veía todo. Burlándose de sus propios pensamientos, se sentó en el asiento junto a la oji rojiza.

-Me gustaría poder ayudarte. –Kagura suspiro. –Pero tú sabes que mi padre me retiro la mesada.

Rin asintió un poco divertida. Aunque Kagura era de una familia asquerosamente rica, su padre, un hombre cruel y aterrador, que era increíblemente dulce con Rin, había decidido retirarle las tarjetas de crédito y efectivo a su hija para que dejara las fiestas, y se concentrara de lleno en sus estudios.

Según Kagura, una medida estúpida, porque estaba segura de que si Rin le pusiera esos ojitos a él, apostaba su corazón a que su padre la colocaría en el testamento. Además, al idiota de su hermano menor no le prohibían nada.

-¿Qué hay de tú hermano? –Pregunto la más alta, retocando su maquillaje. –Pensé que él te ayudaba cuando las cosas se te complicaban.

Rin dejo de lado sus libros y la miro, algo asombrada. –Él murió el año pasado, Kagura. Te dije eso.

Kagura se sobresalto tanto que un poco de su labial se salió de su lugar. –Mierda. Lo siento, nena. No sé cómo pude...

Rin negó con la cabeza. –Olvídalo.

No es que Kagura no le importara o fuera una mala persona. Ella era la típica chica popular que todo el mundo en la escuela amaba, excepto los profesores, que la odiaban por sacar buenas notas aunque no hubiera sido muy buena con la asistencia y sin ayuda de la influencia de su padre.

También tenía más amigos, que Rin conocidos. No era de extrañar que fuera un detalle que se le hubiera pasado.

-Pero... Pero... ¿Qué hay de tu primo? Eh... ¿Jako? –Kagura sonrió algo nerviosa. -¿Ves? No soy totalmente un caso perdido, lo recuerdo a él.

Rin soltó una risita que atrajo un par de miradas. –Tú no tienes salvación. Para empezar, su nombre es Jakotsu, y él salió hace poco de la cárcel. Tiene que resolver su vida. No necesita mis problemas por encima de los que él ya tiene... De todos modos, yo no estoy pidiendo dinero. Es más preocupante mi situación con Taisho-sensei, sino obtengo buenas calificaciones en su clase, voy a perder la beca y tendré que abandonar la escuela.

Aunque a veces se preguntaba a si misma si no sería mejor dejar la Universidad. Si no tuviera una escuela a la cual asistir, mejoraría sus posibilidades de encontrar un trabajo medio decente.

Pero un título Universitario aumentaría sus posibilidades de encontrar un trabajo bien remunerado y darle a Towa y Setsuna todo lo que necesitaran mientras crecían.

-Bueno... –Dijo Kagura en un tono aparentemente inocente. –Escuché un interesante rumor sobre Taisho.

-¿Qué rumor?

Kagura miro a su alrededor, fulminando con la mirada a los que las observaban, como para asegurarse de que nadie las oía. Se inclino hacia ella y murmuro: -Kanna dice que él tiene una debilidad por las chicas adorables.

Rin parpadeo rápidamente. –Qué lástima, seguro te jugo una broma.

-¿Cuánto has visto a esa mujer bromear con algo?

Kanna era la secretaria de las oficinas principales del Campus, por lo que estaba más que informado de lo que se comentaba en la escuela, pero se aseguraba que fuera verdad antes de difundirlo.

-Al parecer, alguien vio a Taisho con una chica de primero muy linda en su auto.

Rin se rio entre dientes, negando con la cabeza. –Incluso si es verdad, ¿Qué tiene que ver conmigo?

Kagura le lanzo una mirada de "¿Tengo que decírtelo?"

Rin abrió la boca y la cerro como un pez, sin saber que decir. –Tienes que estar bromeando.

Kagura le dio una mirada coqueta. –Dice que tiene una cosa por las chicas con carita de muñeca.

-Que lastima por ti, entonces.

Kagura sonrió divertida, acomodando uno de los mechones de su hermoso pelo negro.

-Prefiero ser así de hermosa, pero tú lo tienes fácil, muñequita. Vamos, mujer, es una solución perfecta.

Rin le mandaba una mirada de confusión, mientras se preguntaba si ella de verdad escuchaba lo que estaba diciendo.

-Hay un pequeño e insignificante problema. Él no me gusta.

Su amiga no parecía inmutarse. En realidad soltó una risita. – ¿Y qué? No estoy diciendo que lo hagan en su oficina. Aunque si no fuera por tu timidez, verías lo increíble que se siente si tu compañero sabe lo que hace. –La oji rojiza sonrió y Rin resoplo, haciendo volar uno de los mechones de su propio cabello que caía en cascada sobre su cara.

Kagura era una mujer libre y segura de sí misma, que experimentaba con hombres y mujeres sin tener tantas reservas como las que tenia Rin, y tampoco tenía reservas de hablar sobre sexo.

-¡Kagura! –Dijo con el mismo tono de voz que usaba para regañar a sus hijas por alguna travesura.

-Solo digo que puedes usar un labial bonito, y mover coquetamente las pestañas con tus ridículos ojos de cachorro para convencerlo sin tener que hacer nada con él, ¿Sabes? Eres muy bonita. Digo, no eres mi tipo, me sentiría una pervertida si yo misma te llegara a poner un dedo encima, pero no soy ciega... Eres Sexy, fácilmente una de las chicas más hermosas de la escuela.

Rin se sonrojo avergonzada. No pensaba de sí misma como "hermosa" ni "sexy". –Tú no eres para nada fea, tampoco.

Todo el mundo amaba a Kagura. Tenía una belleza "exótica", pero todo el mundo la encontraba atractiva. Era difícil apartar la mirada de ella.

Rin podría ser Hetero, pero incluso ella se sonrojaba cuando Kagura se ponía a coquetear en broma con ella.

Kagura le guiño un ojo. –Claro que no lo soy. Pero eres sorprendentemente adorable.

-¡No soy adorable! –Dijo haciendo pucheros. Se sonrojo un poco al sentir que su amiga le daba un ruidoso beso en la mejilla. – ¡Kagura! Me manchas. –Su amiga se echo a reír cuando se limpiaba desenfrenada mente el resto de pintura de la cara, e hizo una mueca cuando Kagura la abrazó, haciéndola sonreír.

-Señorita Muso, señorita Jundo, ¿Ya terminaron? –Dijo una voz fría detrás de ambas.

Rin se congeló, parpadeando varias veces, sintiéndose como un ciervo encandilado, antes de que ambas se separaran rápidamente y se sentaran correctamente, aguantando la respiración.

No se atrevió a mirar a Taisho-sensei mientras el hombre paso junto a ellas para llegar a su escritorio.

El aula se encontraba en un silencio antinatural.

-Carajo. –Dijo Kagura cuando el hombre se detuvo frente a su escritorio y se quedo en silencio, viendo en su dirección.

Rin mordió el interior de su mejilla, casi sacándose sangre, y alzo tímidamente los ojos para ver al profesor.

Era mucho más alto que el promedio, su cabello rubio platinado largo peinado en una coleta, ojos dorados fríos y crueles. Vestía un elegante traje blanco impecable de tres piezas.

Los dorados ojos estaban fijos en su amiga, sus cejas fruncidas, pero el resto de su rostro sin defectos no mostraba nada.

Incluso cuando él no estaba disconforme con alguien, la mirada de Taisho-sensei haría a cualquiera retorcerse o paralizarse.

Cuando verdaderamente era infeliz, nadie quería estar en el extremo receptor de sus miradas frías.

Rin pensó que lucía como un perro de ataque, listo para acabar con su presa.

Los ojos dorados pasaron de Kagura a su persona. Y, por si acaso fuera posible, sus ojos se volvieron más fríos, y se veía más molesto ahora. La tensión en sus hombros se noto más.

Por dentro, Rin gritaba aterrorizada como cuando era una niña pequeña.

Se humedeció los labios resecos y trato de verse lo más respetuosa posible, obligándose a sostenerle la mirada con firmeza.

Ella no era cobarde. Impulsiva y algo imprudente tal vez, pero no una cobarde.

Taisho-sensei era solo un hombre. Un hombre que parecía muy enojado con ella.

-Señorita Jundo. –Dijo en un tono tranquilo.

Rin trago duro, muy nerviosa. Había algo que hacía que la voz del profesor sonara más amenazante cuanto más tranquila fuera.

-¿Ha-Hai, sensei? –Carajo, siempre que se ponía nerviosa empezaba a hablar en su idioma natal.

-Si usted y la señorita Muso no están interesadas en lo que estoy enseñando aquí, deberían irse.

Mirando la cara fría del hombre frente a ella, Rin recordó por un momento las palabras de su amiga, y casi se rio en voz alta por lo ridículo que era la idea.

-No, señor... Quiero decir, estamos muy interesadas. –Cuando Sesshomaru no movió ni un musculo, agarro valor para añadir. –De hecho, yo quería hablar con usted después de clases, es acerca de mis notas.

El hombre de cabello rubio platinado la miro por unos momentos antes de contestar con frialdad. –Yo no tengo horas de oficina hoy. –Se sentó detrás del escritorio y comenzó la lección.

Rin lo miro, parpadeando en confusión, insegura de que se suponía que significaba esa respuesta.

¿Fue eso un sí o un no?

Fue un "No tengo horas de oficina, por lo que puede venir", o "No tengo horas de oficina, por lo que no puede hacerlo".

-"Excelente". –Pensó con ironía. –"Fantástico".

Rin suspiro pesadamente y comenzó a anotar la lección.

Solo rezaba porque todo saliera bien.

. . .

La puerta del despacho del profesor Taisho era brillante y oscura.

Rin se quedo mirándola, tratando de ignorar la inquietud y la incomodidad en su estomago.

Las palmas de sus manos empezaban a sudar, y rápidamente las seco en sus jeans.

-"No seas tonta". –Se dijo internamente. –"Taisho-sensei solo es un hombre, no un monstruo".

El no iba a transformarse en alguna criatura espeluznante y comérsela viva, ni abriría un portal al infierno tras de ella y la arrojaría al abismo.

Lo peor que el hombre podía hacer, era decirle que no. Solo hablaría con él, explicaría su situación, y esperaría que el hombre no fuera el maldito insensible que todo el mundo creía que era. Sonrió ligeramente por su pensamiento optimista.

-¿Quería usted algo, señorita Jundo? –Una voz baja, suave, dijo detrás de ella.

Rin casi dio un salto ridículo como un gatito.

Se dio la vuelta para encararlo, tratando de encontrar las palabras correctas para hablar con él.

-¿Señorita Jundo? –Taisho-sensei tenía el seño fruncido, pero menos notorio que cuando estaba en clase.

-Yo... Yo... Quería hablar con usted, señor. –Mientras jugaba nerviosa con sus dedos.

-No es una hora de oficina. –Dijo el hombre, abriéndola puerta con la llave y entrando. No la cerró detrás de él. Rin vacilo, insegura de si debía entrar también.

Taisho-sensei se sentó en su amplio escritorio, y encendió su computadora. –No tengo todo el día, Jundo. –Dijo sin mirarla.

Rin entro en la oficina rápidamente. Cerró la puerta, y al estar frente al escritorio, se detuvo. Miro a su alrededor, pero no había mucho que ver. Ni siquiera tenía una foto sobre su escritorio de algún ser querido.

-¿Y bien?

Rin se obligo a mirar a los ojos de su profesor. Taisho-sensei la estudiaba con un toque de impaciencia.

Rin se pellizco para dejar de jugar con sus dedos por el nerviosismo.

-Como dije, yo quería hablar de mis notas...

Los labios de Taisho-sensei se presionaron en una delgada línea.

-No estoy seguro de que hay que hablar. Yo no doy segundas oportunidades a los estudiantes que no las merecen... Usted no se molesta en asistir a la mayoría de mis conferencias, la calidad de sus trabajos de curso es pésima, ¿Y ahora quiere una calificación aprobatoria?

Rin bajo la mirada, sin saber que decir. Taisho-sensei volvió a hablar.-La política de asistencia a clases se expresa claramente en el programa de clases. Se supone que los estudiantes deben leer esta política cuidadosamente y organizarse en el cumplimiento de sus deberes... Francamente estoy sorprendido de que usted sea una estudiante becada. Así que si está preocupada por su beca, temo que lo único que puede hacer es dejar la clase.

-No puedo dejar su clase. Es una co-relatividad con otra clase que actualmente estoy cursando, y no puedo dejar ambas sin perder mi beca, así que no puedo desaprobar su clase, ni tampoco puedo dejarla. Necesito aprobarla, señor.

La mirada de Taisho-sensei era muy poco alentadora.

-Se puede culpar solo a usted misma, señorita Jundo. Usted no se merece una mejor calificación. Su asistencia, tareas, participación en clase y evaluación están por debajo de las expectativas del curso. Sí usted vino a decirme una historia lacrimógena y pedirme una mejor nota, ahórrese el aliento. He oído de todo: Madres ancianas enfermas, niños pequeños que cuidar, trabajar tres empleos, y así sucesivamente. Si usted no puede, o no quiere, estudiar y aprender, háganos un favor a ambos. Deje de desperdiciar nuestro tiempo y abandone la Universidad.

El corazón de Rin se hundió. Ella siempre había admirado al profesor Taisho por sus capacidades e inteligencia, y hubiera esperado que hubiera tenido piedad de ella si le comentaba su situación y le permitiría recuperar sus tareas luego. Pero, al parecer, a Taisho-sensei no le importaba escuchar "Historias Lacrimógenas".

Rin sintió lágrimas agolpándose en sus ojos. Su orgullo la instaba a darse la vuelta y marcharse, pero no pudo... Ella no podía perder la beca. Sus hijas dependían enteramente de ella.

De la nada recordó el estúpido consejo de Kagura.

"...Dice que él tiene una debilidad por las chicas adorables...".

"Convencerlo sin realmente hacer nada".

-Señorita Jundo.

Rin se estremeció, se sonrojo y volvió a mirar al hombre.

-¿Qué está haciendo todavía en mi oficina? Puede retirarse.

Viendo la cara de Piedra de Taisho-Sensei, Rin no podía imaginarse "Coqueteando" con él, aunque su vida dependiese de ello. "Coqueteo" y "Taisho-Sensei" nunca deberían ser mencionadas en la misma frase y punto.

Y ella no tenía mucha experiencia con el coqueteo, de todos modos. La única experiencia en cuanto a relaciones sexuales que había tenido en su vida, no la recordaba. Ella estaba borracha y no recordaba nada. Ni la experiencia, ni al hombre en cuestión, y gracias a sus descuidos termino repudiada por sus padres, y con dos niñas. No le habían quedado ganas de tener más experiencias de ese tema.

Respiro profundamente antes de encontrar sus ojos con los de Taisho-sensei.

-Señor, yo... –Trago saliva. – ¿Hay alguna manera en la que yo pueda mejorar mi calificación? Hare lo que sea... Cualquier cosa.

El hombre la miro fijamente. Luego sus ojos se estrecharon.

-Señorita Jundo... –Dijo después de un momento. -...Está sugiriendo ¿Lo que creo que está sugiriendo?

Rin trago duro ¿Lo hacía? Ella misma no estaba segura de lo que estaba sugiriendo.

-Umm... ¿Sí?

Un brillo oscuro apareció en los ojos del mayor. Se echo hacia atrás en su silla, sin despegar los ojos de ella.

-Por favor, aclare para evitar una confusión.

Rin se preguntaba si el piso debajo de ella podría abrirse, tragársela y escupirla del otro lado del mundo si lo deseaba con suficiente fuerza.

Barrió el suelo con la mirada antes de mirar a sus pies, y encogerse de hombros. Sus tenis negros estaban gastados y descoloridos pero no podía permitirse unos nuevos.

-Creo que usted lo sabe, señor.

Silencio.

Los segundos pasaban pesados e incómodos.

-Ya veo. –Dijo Taisho. –Cierre la puerta y venga aquí.

El estomago de Rin se sacudió con pánico.

Sus piernas temblaban. Se acerco a la puerta y la trabo. Todo el trayecto escucho un grito de pánico, similar a los que ella hacia cuando era pequeña y se asustaba. –"¿Qué estás haciendo?"

Mirando a cualquier otro sitio, menos a Taisho, rodeo el escritorio y se detuvo junto a él. Su corazón latía como loco en sus oídos.

Taisho se giro en su silla, de modo que ahora estaban de frente.

Rin, decididamente, miro la tela blanca del traje de su profesor.

-De rodillas. –Escucho la suave voz del hombre.

Se dejo caer de rodillas, casi aliviada. Así de inestables se encontraban sus piernas.

Taisho tomo su barbilla y jalo bruscamente hacia arriba, obligándola a mirarlo.

-Yo puedo hacerle expulsar por esto. –Dijo fríamente.

Los ojos de Rin se abrieron como platos, aterrada.

Taisho le mando una mirada con tanto odio que se retorció en su lugar.

-Tengo estudiantes que nunca se pierden clases, y trabajan duro para conseguir una "C" y luego están las "Chicas Lindas", tontas como usted, que piensan que por mover sus pestañas y darme una mamada van a tener una buena calificación.

Rin sintió su cara caliente. Oír la palabra "mamada" siempre le hizo sentir incomoda cuando su amiga le contaba con detalles, no pedidos, de sus experiencias, pero escucharla de los labios de Taisho-sensei era extraño y raro.

Extraño y, francamente, obsceno.

El agarre en su barbilla se apretó.

-¿Cree que es justo, Jundo?

Rin trago saliva, pero se obligo a sostenerle firmemente la mirada. No podía vacilar, no ahora.

-Sí usted va a informar de esto al Consejo, recuerde que usted me dijo que me pusiera de rodillas, y yo nunca dije nada sobre una "Mamada", sensei. Usted sí lo hizo. Así que si me delata, yo tampoco me quedare callada.

Un musculo en la mandíbula de Taisho se crispo.

-Mocosa insolente. –Su otra mano la empujo hasta que su mejilla choco contra su entrepierna. –Bien, ¿Quiere una calificación aprobatoria? Adelante. Trate de impresionarme.

Rin respiro con dificultad, sintiéndose increíblemente incomoda al sentir la musculosa pierna del hombre pegada a su cara. No era desagradable, pero con los nervios a flor de piel, no estaba exactamente disfrutándolo, tampoco.

Taisho sonrió. No era una sonrisa agradable. – ¿Arrepintiéndose tan pronto?

-No. –Dijo Rin con la confianza que no sentía.

Alcanzo el botón del pantalón del hombre, diciéndose a ella misma que no fuera una miedosa. Esto era algo que mucha gente hacia todo el tiempo. Solo tenía que hacer esto rápido, y obtendría una nota aprobatoria.

No era muy difícil, ¿Verdad?

Tal vez tendría un sabor desagradable, pero no la mataría ni nada. Muy bien.

Lentamente abrió los pantalones del profesor y luego... Se detuvo. No importaba lo que se dijera a sí misma, no podía continuar, mirando algo asustada el bulto en los pantalones blancos del hombre.

El profesor Taisho dio un bufido irritado. –Como lo sospeche. Lárgate. Y si vuelves a molestarme...

-¡No! –Rin puso su mano sobre su erección y la apretó.

El mundo no se acabo por eso.

Ella se debatía internamente entre reír como idiota y entrar en pánico.

Tenía su mano sobre el miembro de un hombre, un hombre que le daba miedo, el miembro de su profesor. Era cálida en su mano. Ese fue su primer pensamiento. Fue creciendo lentamente con cada segundo que pasaba con ella acariciándolo con sus dedos. Le asusto un poco, pero también le dio confianza.

Sin importar lo que Taisho dijera, la deseaba.

Rin le dio un pequeño apretón experimental y miro al hombre.

El rostro de Taisho se mantuvo inmutable. Y por alguna razón, eso la enojo un poco. Le dio una tímida sonrisa.

-Parece que tiene una preferencia por las "Chicas lindas y tontas", profesor.

Los labios de Taisho se presionaron en una mueca. Pero por otra parte, casi parecía aburrido.

-Es solo una reacción fisiológica al estimulo y a una cara bonita... No es responsable de su apariencia física, por lo que dudo mucho que sea algo de lo que usted deba estar orgullosa. Ahora, sí realmente tiene la intensión de hacerlo, deje de perder mi tiempo.

Mirándolo, Rin lo acaricio hasta que estuvo completamente duro, y noto un ligero cambio en la respiración del albino. El ángulo era incomodo, así que la saco.

Era grande y gruesa, y estaba muy cerca de su cara. Rin se lamio los labios, nerviosamente, sin poder apartar la vista. Tenían que ser al menos 25cm de largo.

Taisho suspiro, como si estuviera frustrado con la reacción de su propio cuerpo, y se movió un poco. La punta rozo contra los rozados labios de ella. –Lame.

Rin respiro nerviosa, al menos no tenía un olor desagradable. Tímidamente saco su lengua y dio una tímida lamida.

El sabor era extraño, pero no era nada de lo que había esperado. Paso la lengua de nuevo. El profesor gruño, agarrando el pelo de Rin en una coleta y acercándola más.

-Abre tu boca. –Fue una orden.

Rin hizo lo que le dijo y sintió aquella dureza dentro de su boca. Chupo suavemente.

Una parte de su mente seguía entrando en pánico. Tenía el miembro del albino en su boca y no podía creerlo. Pero solo tenía que sentirlo en su boca para saber que esto era muy, muy real.

Los ojos de Taisho-sensei estaban fijos en ella, mientras adentraba mas su miembro en su boca y empujándola por la nuca.

Los ojos de Rin se encontraron con los de él, y cerró los ojos, decidida en no abrirlos para concentrarse en hacer la tarea. Cuanto más pronto el hombre terminara, mas pronto esto terminaría y más pronto, podría seguir con su vida.

Pero con los ojos cerrados, sus otros sentidos estaban mucho más alertas y sentía todo con más intensidad. Era... muy extraño.

Se sentía duro y grueso en su boca. Sabía a piel y a algo más. Era extraño, pero no asqueroso. Rin la saco, respiro y volvió a meterlo a su boca, bajando un poco más lejos. Probando.

Tuvo un breve momento de preocupación, de no hacer esto correctamente, pero se dijo que no fuera tonta. Kagura le había dicho que no existían las malas mamadas, y su amiga tenía más experiencia que ella misma.

Bajo un poco más, tratando de tomar la mayor parte, como podía. Movió de arriba abajo su boca, marcando un ritmo, tratando de acostumbrarse a ello. Se centro en esto, y de contar en su cabeza cuanto tiempo pasaba. Le tomo un tiempo darse cuenta de que Taisho le estaba diciendo algo.

Rin lo saco de su boca y miro a la otra persona con la boca hormigueándole. Parpadeo hacia él y prefirió no preguntar, si lo estaba haciendo bien.

-¿Qué pasa? –Pregunto en cambio. Esperaba no sonar aterrada o altanera, como solía pasarle cuando estaba nerviosa.

Taisho-sensei la miro por lo que le pareció un siglo, sus ojos dorados dilatados, y los parpados pesados. Finalmente dijo:

-Es su primera vez, ¿No es cierto?

La voz de Taisho sonaba ronca y dura.

-¿Importa?

Los labios del hombre se torcieron en una mueca.

-No, pero eso explica porque es tan torpe con algo tan simple.

Rin frunció el seño y apretó la erección del hombre.

-Cierta parte de su cuerpo cree que lo estoy haciendo bien.

Taisho se rio.

-Eso solo demuestran lo simples que somos los hombres. Continúe, pero dejo de pensar tanto... No piensa mucho en clase, pero ahora parece pensar demasiado fuerte, cuando se supone que no debe estar pensando.

Rin lo fulmino con la mirada, pero asintió con convicción.

Dio al falo un par de lamidas antes de volver a envolverlo con sus labios y hacer lo que él quería. Sin pensar, sin calcular, sin razonar.

Fue mucho más desordenado de esta manera. Bajo todo lo que pudo sin ahogarse, volviendo a subir, lamiendo todo el contorno de su gran miembro y saboreándolo sin darse cuenta. Trato de no pensar en lo sucia que seguramente parecía, mientras succionaba con avidez, y haciendo sonidos obscenos.

Taisho gruñía, y empujaba sus caderas, así supuso que lo estaba haciendo bien ahora.

Un poco más tranquila, Rin siguió trabajando en la erección de su maestro, ignorando el dolor de su mandíbula, rodillas y espalda, y moviendo su mano en la parte del miembro que no entraba en su boca.

-Abre los ojos. –Taisho dijo rígidamente.

Rin lentamente los abrió, aturdida, y los elevo hasta la cara de él. Sus ojos se encontraron y Rin soltó un gemido ahogado al darse cuenta de que aun tenia la boca llena del duro miembro. El falo de su profesor.

-Voy a correrme en tu boca. –Dijo en tono de conversación, como si no fuera nada extraño en tener a su alumna de rodillas, chupándolo. –Échate hacia atrás y déjame el resto a mí. Mírame.

Sintió sus mejillas y cuello enrojecerse, pero obedeció sumisamente.

Los fuertes y grandes dedos del hombre acunaron su cara. Su miembro se deslizo fuera de su boca hasta que solo la cabeza quedo dentro.

Rin miraba a Taisho, pero era una visión muy borrosa, aun así pudo ver los dorados ojos regresándole la mirada antes de golpear profundamente en su boca.

Ella se quedo sin aliento, luchando con el reflejo o de nauseas y trataba de respirar aun con "eso" dentro de su boca, pero no despego la vista de su profesor, como se le indico.

Pudo notar la alterada respiración del hombre, como sus fosas nasales se dilataban, y sus ojos vagaban por toda la cara de Rin.

Saco su miembro y volvió a meterlo en un ritmo lento. Repitió la acción una y otra vez, sin despegar su vista o parpadear siquiera.

Rin estaba segura de estar más roja que un tomate maduro, porque se sentía increíblemente sucia. Él era su profesor, el profesor más temido de la escuela, y estaba usando su boca para satisfacerse.

Todo se sentía demasiado abrumador. El gusto, el peso, la sensación de un objeto extraño en su boca, las manos fuertes sosteniendo con fuerza su cara mientras Taisho empujaba dentro y fuera de su boca, la respiración cada vez más trabajosa, sus ojos intensos y fijos en ella.

Empujo más rápido sus caderas, y Rin casi se ahogaba, pero él empujo más profundo, viniéndose en su boca. Salió lentamente de ella.

Tapo su boca, tosiendo al estar falta de aliento y aturdida.

-Trágalo. –Ordeno.

Rin lo miro mal, y con una lagrima saliendo de uno de sus ojos, pero hizo lo que le dijeron, aunque con cierta dificultad. Afortunadamente no era un sabor asqueroso, como había creído.

Bajo la mirada, ocultando su cara con los largos mechones de su cabello y tratando de recuperar la respiración.

Lo escucho acomodarse la ropa. –Pasable.

Rin alzo la mirada, muy enojada, debatiéndose si era buena idea darle un puñetazo en la cara.

Se puso de pie, se limpio los labios y trato de arreglar su desordenado cabello. –Gracias, profesor. –Su voz era rasposa y falta de aliento. –Entonces... ¿Qué pasa con la calificación?

Un musculo pálpito en la mejilla del hombre, fue por un segundo, pero allí estaba. Parecía enojado.

-Ya puede retirarse, señorita Jundo.

Rin salió. Mientras la puerta se cerraba detrás de ella, suspiro. Ella no podía creer que en realidad había hecho-

Le había echo una mamada a un hombre. Ella había dejado que Sesshomaru Taisho, de todos los hombres del Universidad, usara su boca, a cambio de una calificación.

Se sonrojo, y miro a su alrededor, paranoica, pensando que todo el mundo pudiera adivinar lo que había pasado solo con verla.

Pero nadie le estaba prestando nada de atención. Nadie sabía.

Todo estaba bien.

Lo hecho esta echo.

Podía borrar el incidente fuera de su mente y fingir que nada había pasado.

Ahora solo le quedaba esperar a que él mantuviera su parte del trato.

Sintió una inquietud en su estomago. Salió corriendo hacia el puesto de golosinas más cercano y compro una enorme barra de chocolate, que devoro en tres bocados.

Espero a que el sabor dulzón la calmara. Pero el malestar no se fue. Así que compro otra.

Después de la cuarta barra, se sintió un poco menos acomplejada y se llevo la quinta para sobrellevar la carga de trabajo del resto del día, sin notar la mirada aterrorizada que le daban el vendedor y sus demás compañeros.

Ella jamás comía chocolate.

Nunca.

A menos que algo la tuviera a punto de un ataque de estrés.

Un ataque que no había tenido desde la muerte de su hermano.

Mientras iba de camino a su trabajo, ignoro la voz en su cabeza, diciéndole que era una completa decepción para la familia. Una voz que sonaba muy parecida a la de su madre.