Capitulo 8. "La Cena".

Cuando Rin termino de acomodar la coleta de Towa, se alejo un par de pasos para ver a sus dos niñas y los ojos le brillaron de orgullo.

El vestido de Towa era de un blanco inmaculado que la hacía parecer una muñequita de aparador, lo que probablemente justificaba su cara de molestia.

Setsuna en cambio tenía un bello vestido azul que la hacía ver como una princesa, y trataba de animar a su hermana.

Rin se miro por última vez al espejo, ella traía un vestido rosado que no tenia escote pronunciado pero era elegante y bonito. Se pregunto como había adivinado su talla, pero prefirió que fuera mejor no saberlo.

Miro a las niñas y suspiro, ahora hablaban de que querían nadar en la piscina y jugar en aquel enorme jardín.

No era una mala idea, pero tenía que pedirle permiso a Taisho-sensei y no sabía si aquí dejarían a las niñas jugar o tan siquiera respirar sin que las reprocharan con la mirada.

De nuevo pensó que esto era mala idea, pero ya no había vuelta atrás.

Tocaron a la puerta del cuarto de las niñas y Rin se sobresalto. No, aun no estaba mentalmente preparada.

Saco un pequeño perfume de aroma floral y le echo un poco a las niñas que tosieron mas por jugar que por el aroma, porque era bastante suave.

Se hecho un poco en el cuello y camino nerviosa a la puerta. Jaken estaba del otro lado de la puerta y tenia los brazos cruzados sobre su pecho, con el seño fruncido, moviendo su pie de arriba a abajo con impaciencia como si llevara horas esperándolas.

-¿Se puede saber por qué se tardan tanto? La impuntualidad es una característica horrible y no quieren hacerle perder el tiempo al Amo Bonito o a sus honorables padres-

-Señor Jaken. –Interrumpió Towa. –Usted llego 5 minutos antes de la hora que acordamos.

Setsuna se rio por la cara que puso el hombre de ojos saltones, que parecía medio asombrado, medio indignado.

-Por-por supuesto, mocosas. Las mujeres se tardan una eternidad en arreglarse, por eso el amo Sesshomaru me encargo la importante tarea de que estuvieran listas para la cena, y no podía fallarle en esta misión. –Hablaba como si le hubieran encargado proteger un secreto de Seguridad Nacional, lo que solo le daba algo de ternura a Rin.

-Muy bien, niñas, dejemos de hacerle perder el tiempo al señor Jaken y vamos a cenar.

-¡Comida! –Setsuna y Towa salieron corriendo del cuarto.

Rin rio al ver a Jaken tratando de poner orden, así que tuvo que intervenir para que sus pequeñas se comportaran.

Bajaron por otro largo pasillo, que era distinto al que usaron anteriormente, pero no por eso menos lleno de cosas de alto valor.

Pasaron más habitaciones que parecían oficinas y un estudio, por lo que Rin les dijo a las niñas en voz baja que no se les ocurriera salir de noche a explorar los pasillos. Le daba igual que rompieran algo, más bien tenía miedo de que se fueran a perder, y Setsuna solía asustarse más fácil que Towa y le generaba ansiedad el solo imaginarla de noche explorando la casa.

Llegaron a un elegante comedor donde las doncellas ponían la mesa y acomodaban las fuentes. Towa y Setsuna miraron sorprendidas las escenas que solo habían podido ver en cuentos o películas. Rin no estaba menos sorprendida. Y además la mesa era tan larga que de seguro un ejército podría comer allí.

También había unos enormes ventanales que daban vista al precioso jardín con arbustos con formas y las luces dándole un toque mágico. Lo que daría por ir y sentir ese verde pasto bajo sus pies descalzos.

-Muy bien, los señores bajaran en un momento. Mientras escoltare a las niñas a la cocina.

-¿Qué? –Pregunto Rin, sorprendida y alterada. ¿Sus hijas no comerían con ella?, pero tenía que ver que comieran bien, que Setsuna se comiera sus vegetales, que Towa se acabara todo el plato, que no repitieran postre o no podrían dormir en la noche. No, no le gustaba para nada la idea. –Pero... Señor Jaken...

-Los niños no están permitidos en el comedor principal. –Escucho la voz fría de Taisho tras ella. Volteo sobresaltada. Estaba vestido con un nuevo traje y miraba evaluadoramente a las niñas y pareció complacido de verlas con la ropa que les había dejado antes de ver a Rin.

Sintiéndose nerviosa, Rin cruzo las manos sobre su pecho y frunció los labios. -¿Qué clase de regla es esa? No sabré si comen adecuadamente o si algo les pasa.

-La señorita Moroha también estará allí, también el cocinero y la niñera personal de la joven ama, así que no estarán solas y comerán todo lo que les den, así que no des más excusas y dense prisa. –Dijo Jaken con su voz al lado de Taisho-sensei.

-¿La pequeña Moroha come sola entonces? –Se horrorizo al pensar en esa idea, no parecía haber muchos niños aquí, y que la pobre estuviera sola para tomar sus alimentos, rodeada de adultos y sin nadie con quien jugar le partía el corazón.

-Veo que ya conociste al engendro del mal que habita en esta casa. –Dijo Taisho con una mueca.

Rin se mordió la lengua para evitar decir que el único engendro del mal aquí presente era él.

-Muy bien, niñas, ustedes comerán en otra parte con Moroha... Pórtense bien y cómanse todo, ¿Entendido?

-Sí, mamá. –Dijeron solemnemente las niñas estirando el dedo meñique, que Rin unió con los suyos.

-Por el amor de... No se van para siempre, mocosas dramáticas...

-Jaken, silencio.

-Sí, amo.

-Nos vemos después, señor Sesshomaru. –Dijeron las pequeñas con una tierna sonrisa antes de seguir al hombre sapo fuera del enorme comedor. Izayoi entro poco después con una sonrisa, viendo a donde se habían ido las niñas de ojos coloridos.

-¿No son adorables? –Dijo con voz divertida.

Rin asintió muy contenta, esperando que no se sintieran solas o incomodas en la otra habitación.

. . .

Towa tomo la mano de Setsuna cuando se iban acercando a la cocina, siguiendo a Jaken que parecía menos tenso que antes.

-¿Y si queremos ir al baño? –Murmuró Setsuna bajito.

-Entonces me avisas y te llevo. –Dijo Jaken.

-¿Y si no nos gusta lo que sirven? –Pregunto ahora Towa.

-Te lo comes y punto, esto no es un restaurante.

Las niñas hicieron pucheros, pero siguieron haciéndole preguntas al pobre hombre, al parecer sin su madre ahí, se soltaban un poco más.

-Aquí es, entren en silencio.

-Gracias, señor Jaken. –Dijeron al unisonó con una sonrisa. Antes de entrar, Setsuna rebusco en su pequeña bolsita y le dio un dulce de mantequilla al hombre bajito de ojos saltones. Se despidió con la manita antes de entrar, sin notar que el hombre empezaba a llorar por ese gesto tan adorable y... humano.

La cocina era muy grande también, había una isla con sillas altas en el medio, contaba con un montón de hornos, lavaderos y gavetas. Al lado de la puerta había un hombre con sombrero blanco y filipina que les sonreía amablemente y una doncella que las ayudo a sentarse en sus sillas, poniendo servilletas blancas en sus pequeños regazos y en su cuello.

Las dos agradecieron antes de mirar a todas partes, nerviosas, les incomodaba estar solas, en un espacio desconocido y, más importante aún, estaban muy lejos de su madre. No era la primera vez que quedaban solas con extraños y su madre siempre salía a la escuela y al trabajo, pero por lo menos les presentaban a las personas antes de dejarlos allí.

Parecían gelatina mal cuajada cuando la puerta volvió a abrirse y entro Moroha. O más bien, entro siendo cargada como un costal de papas por una mujer que se veía muy fuerte y tenía el seño fruncido por que la niña pataleaba y exigía su libertad.

Ambas se detuvieron al ver a las niñas sentadas en la mesa. Towa saludo con la mano y Setsuna con una reverencia ligera, pero las dos con sonrisas muy lindas.

-¿Qué significa esto? –Dijo la mujer de cabello canoso mirando a las niñas casi con desdén.

-Son invitadas del Joven Sesshomaru. –Dijo el hombre tras las niñas luciendo un poco incomodo.

-¿Eh? ¿Son invitadas del tío Sessho? –Dijo Moroha curiosa aun siendo sostenida de esa manera y puso una mano bajo su barbilla.

-¿Y por qué tienen que comer aquí? –Pregunto la mujer aun sin quitar su mirada despectiva de ellas. Las pequeñas se sentían cada vez mas incomodas.

-Ordenes de los amos. –Dijo ahora la doncella.

La mujer solo bajo a Moroha, que se acerco emocionada y se sentó frente a las gemelas con una enorme sonrisa.

-¡Genial! Entonces ya no tendré que compartir mis dulces para que jueguen conmigo. –Dijo sonriendo hasta que sintió e coscorrón que la mujer dio en su cabeza. -¡Oye, vieja!

-¿Qué te dije de sobornar a otras personas para que hagan lo que quieras? –Dijo la mujer muy seria.

-Que no lo haga. –Dijo refunfuñando.

-¿A qué te gusta jugar? –Pregunto Setsuna curiosa.

Moroha parpadeo en su dirección y una gran sonrisa apareció en sus labios.

. . .

Decir que la cena era incómoda seria un eufemismo. No fue solo incómoda. Fue dolorosa.

Habían pasado solo 10 minutos y ya estaba viendo de nuevo el reloj del abuelo en la pared.

La comida era deliciosa y abundante, pero la atmósfera de la habitación era tan espesa que podría ser cortada. Nunca había sentido tanta pasivo-agresividad entre los miembros de una familia. Hacían ver las peleas con sus progenitores como sermones de padres comprensivos y amorosos, preocupados porque su hija menor cayó de su bicicleta.

Ahora se alegraba de que ni a Towa ni a Setsuna se les hubiera permitido comer con los adultos.

La parte molesta era: que nadie dijo nada incorrecto. Todo estaba tan cuidadosamente oculto detrás de sonrisas insulsas y modales pulidos, que ella hubiera preferido una grosería.

Inuyasha, el hermano pequeño de Taisho-sensei, era el único que parecía estar luchando por ocultar el disgusto por su hermano. Su esposa Kagome, una mujer hermosa y amable como la señora Izayoi, lo reprendía cada vez que notaba como miraba con ira al mayor o hacia algún comentario inadecuado.

Taisho-sensei no prestó al señor Inuyasha, o a las disculpas de su cuñada, mucha atención, sin embargo. Sus palabras más cortantes se reservaron para sus padres. Taisho-sensei era bastante famoso por su crueldad en la Universidad, pero no era comparado con la crueldad que mostraba hacia sus padres.

Rin habría sentido lastima por la señora Irasue o el señor Touga, si el hombre no supiera defenderse hábilmente de las cortantes palabras, y la mujer era en realidad peor.

Durante los primeros 10 minutos, Irasue-sama había logrado insultar todo sobre su hijo, desde su inteligencia, hasta su forma de vida, su tono lleno de burla y desprecio.

Al verlos, Rin estaba empezando a entender porque Taisho-sensei había dejado su casa y no regresó en 15 años. Ninguno de los dos lo respetaba.

También estaba empezando a entender porque Taisho era un monstruo controlador. La personalidad de su padre era tan dominante que probablemente había desarrollado una necesidad similar por controlar todo como un mecanismo de defensa.

-Ellos se dan cuenta de lo mucho que son parecidos, ¿No? –Rin murmuró a Izayoi, asegurándose de que Taisho, que estaba sentado a su otro lado, no podía oírla.

La señorita Izayoi parecía la única cara amigable en la mesa después de la señora Kagome. Ella suspiro.

-Creo que es en parte del porque son tan agresivos entre sí. Aunque en el fondo, se preocupan los unos por los otros.

Rin observo a madre e hijo como francotiradores entre sí, uno frente al otro. Mientras que el señor Touga bebía tranquilamente un vaso de vino pero mirando entre uno y otro. Le dio a Izayoi una mirada cariñosa antes de volver a su comida.

Rin le dio una mirada escéptica a Izayoi, pero también con algo de curiosidad.

Izayoi sonrió sin humor. –Lo sé, es difícil de creer, pero Irasue se preocupa por Sesshomaru. –Sus ojos se volvieron distantes. –Cuando era más joven, los tre... dos solían estar muy orgullosos de él. Inuyasha suele envidiar a Sesshomaru. Las cosas se volvieron... "Difíciles" cuando Sesshomaru expresó sus deseos de no hacerse cargo de la empresa familiar ni de casarse con la mujer que designaron para él, pero estoy segura de que todavía se preocupan. Si ellos no lo hicieran, ya lo hubieran repudiado hace mucho tiempo y sacado del testamento. –Hecho un vistazo a su hijo que seguía fulminando a Sesshomaru con la mirada. Ella bajo la voz. –Inuyasha está muy enojado al respecto. Él ha estado trabajando con Touga desde hace años, pero tampoco quiere hacerse cargo y culpa a Sesshomaru por dejarle a él sus responsabilidades mientras él se divierte en la ciudad.

-Ah. –Dijo Rin. Eso explicaba la animosidad del señor Inuyasha hacia Taisho-sensei.

Hablando del hombre, Inuyasha eligió ese momento para girarse hacia Rin y preguntar: -Así que... ¿Tú trabajas? ¿O mi hermano paga tus cuentas por abrir tus piernas para él?

El silencio cayó sobre la mesa y Rin se sintió sonrojar, humillada. No podía creer que el señor Inuyasha... Al demonio. No podía creer que Inuyasha había dicho eso. Y a juzgar por la mirada incomoda que se asomaba por el rostro de Inuyasha, él no lo podía creer tampoco, el sonrojo de sus mejillas denotaba que no estaba del todo sobrio. Pero entonces el apretó la mandíbula, mirándola con esa mirada terca y decidida.

Él podría haber lamentado decirlo, pero era evidente que no estaba retirándolo.

-¡Inuyasha! –Le regaño su esposa, mirando con pena a la chica mientras le daba una palmada en el brazo a su esposo.

Rin se mordió el labio, sin saber que decir. Las palabras del hombre no estaban muy lejos de la verdad. Claro que nadie aquí conocía la naturaleza de la relación que mantenía con Taisho-sensei, pero, sin embargo, hizo que se sintiera avergonzada y humillada.

Rin no había vuelto a mortificarse desde ese día cuando tuvo la revelación con sus hijas, y ahora, volvía a sentirse como una puta. Era ridículo, pero era realmente la primera vez en mucho tiempo que lo sentía. No se había sentido como una puta cuando le pagaban por darle placer al albino. Se sentía como una puta sentada en este comedor elegante, con toda esta gente snob. ¿Eran snobs si realmente eran Lores?

-Discúlpate.

Taisho.

Hablo en una voz baja, de acero, pero todo el mundo en la sala lo escucho.

Inuyasha miro a Taisho, altanero. -¿Por qué debería hacerlo? Todos podemos ver que ella es pobre y se acuesta contigo para-

-Vas a pedir disculpas. –Dijo Taisho, su tono peligrosamente suave.

-Inuyasha, por favor. –Dijo Izayoi, incomoda. –Eso estuvo fuera de lugar para-

-Discúlpate. –Dijo Taisho-sensei de nuevo.

Touga Taisho estaba mirando el intercambio de palabras entre sus hijos como un halcón, mientras que Irasue miraba todo divertida y trataba de ocultar su sonrisa bebiendo una copa de vino.

-Está bien. –Dijo Rin suavemente y sonriéndole a Taisho, aunque en el fondo quería llorar.

Taisho-sensei no le hizo caso y siguió mirando a Inuyasha, que parecía querer lanzarse a los golpes.

-Él pedirá disculpas o nos vamos.

Rin pensó que era una amenaza extraña, ya que claramente el menor de los peli plateados se deleitaría claramente si se fueran con él como el ganador, pero Touga Taisho frunció el seño. Irasue frunció sus hermosos labios.

-Discúlpate, cachorro insolente. Nadie insulta a mis invitados. –Dijo finalmente la mujer de mirada fría.

-"Excepto usted". –Pensó Rin con ironía.

Inuyasha dijo secamente y apartando la mirada. –Mis disculpas si he ofendido a alguien. No fue mi intención.

Taisho-sensei y su padre no parecían satisfechos en lo mas mínimo, sus cuerpos tensos y los ojos entrecerrados. Touga de hecho iba decir algo, pero...

Rin respiro hondamente. No. Ella había soportado palabras así de su propia familia, pero ni en esta vida ni en la otra aguantaría que este idiota le dijera eso. –Si quiere saberlo. –Rin dijo a Inuyasha con una sonrisa dulce. –Soy estudiante, y trabajo a tiempo parcial como camarera. Sí, Sesshomaru paga la mayor parte de mis cuentas, no me avergüenzo de ello. –Un sonrojo y una mirada soñadora. –Tengo suerte de tener a una pareja que me apoya, a mí y a mis pequeñas, y tener a alguien en quien confiar. –Miro a Inuyasha a los ojos. –Y si yo abro o no mis piernas para él no tiene nada que ver con eso, y estoy bastante segura de que no es de su incumbencia, señor Inuyasha. –Parpadeo antes verlo confundida. –La verdad, ni siquiera estoy muy segura de porque ha sacado el tema, en realidad. A menos que quiera que hablemos sus asuntos de cama, a la hora de la comida, con sus padres aquí presentes.

Sonrió al ver el rostro del hombre ponerse rojo como el traje que traía puesto. Ni siquiera le importo el extraño silencio que cayó sobre la sala. Tomo su tenedor para volver a comer, ignorando olímpicamente a todos.

Escucho la voz de la señora Kagome susurrar un "Te lo mereces", le pareció sentir como Izayoi negaba con la cabeza, avergonzada; escucho como alguien más empezaba a comer, y una ligera risa de parte de la madre de Taisho-sensei. Podía sentir la mirada de Taisho en ella. Rin no volvió la cabeza. Solo quería que este maldito día terminara ya.

-Esto fue una cena interesante. –Dijo Irasue a la hora del postre y el café mirando extasiada el trozo de pastel de chocolate que estaba frente a ella. –Aunque la verdad, esperaba algo más dramático. –Antes de darle una probada.

Rin ni siquiera lo saboreó, ya llevaba la mitad mientras se imaginaba maneras de patear a Taisho en la noche por haberla obligado a ir.

-¡MAMAAAAAAAAAAAAAAAA! –Se escucho a alguien entrar corriendo y la puerta abriéndose de golpe.

Todos los adultos voltearon para ver a la pequeña Moroha entrar y buscar con mirada aguda a alguien. Miro en dirección a Kagome y corrió hasta brincar a sus brazos.

-¡Moroha! ¿Qué te he dicho sobre entrar así? –La reprendió la mujer.

-¡Feh! No seas tonta, esta es su casa, puede hacer lo que quiera. –Dijo Inuyasha bebiendo de su copa.

-¡Mamá, ellas me agradan! –Moroha los ignoro rotundamente, mientras señalaba a la gran puerta de roble que quedo abierta.

Nuevamente todos voltearon a la puerta, donde se asomaban tímidamente las cabecitas de Towa y Setsuna.

-Le dije que no pasara, mami. Pero no me escuchó. –Dijo rápidamente Towa en Japonés.

-Yo también, pero tiene mucha fuerza y nos arrastro aquí. –Dijo Setsuna con un mohín.

Rin sonrió cariñosamente.

-¿Ves? Hablan chistoso. ¿Puedo conservarlas? ¿Puedo? –Pregunto haciendo ojos de cachorro.

Kagome se tallo el puente de la nariz, probablemente preguntándose qué haría con estos dos. –Moroha, no hablan chistoso. Solo hablan otro idioma, lo que tú también deberías hacer. –Moroha le lanzo una mirada poco entusiasmada. –Y en segundo lugar, son seres humanos, así que no digas eso.

Moroha rodo los ojos. –Bien, ¿Entonces puedo jugar con ellas?

-Tampoco son juguetes, amor. –La regaño cariñosamente.

Moroha cruzo los brazos enojada.

-Pasen, niñas, nadie se las va a comer, ya todos lo hicimos. –Instó el señor Touga con una sonrisa a las pequeñas que seguían asomándose por la puerta.

Ambas entraron, hicieron una reverencia y se acercaron a su madre.

-¿Les gusto su cena? –Les pregunto Rin, cargándola sobre su regazo.

-Sip. Aunque me gusta más la tuya mami. –Respondieron a la vez, acurrucándose en ella.

Rin sonrió y les acaricio la cabeza con cariño.

-Hablan muy claro tanto español como japonés. –Dijo Irasue, luciendo algo sorprendida.

Rin la miro, sin soltar a las niñas. –Sí, mi padre me enseño desde que soy chica, y quiero que aprendan desde ahora las costumbres de mi país.

-Ya veo. –Dijo ella en voz baja.

A Rin no le gustó la mirada, y aferró a las niñas contra ella.

-¿Por qué no van a jugar a la sala de juegos de Moroha? –Sugirió con cariño Izayoi. –Seguro tiene muchos juegos divertidos.

Moroha hizo una mueca. –No voy a jugar a las muñecas de nuevo.

-¿Podemos ir, mamá? –Pregunto Towa, mientras que Setsuna parecía aferrarse.

Rin le asintió y le murmuro algo al oído que hizo que a la peli plata le brillaran los ojos.

-Moroha, jugamos al escondite. –Dijo Towa emocionada.

-Qué gran idea. –Dijo la niña con los ojos brillantes y saltando del regazo de su madre. –Nos vemos luego, madre, abuela, abuelo, tío, anciano y anciana. –Dijo Moroha saliendo del comedor.

-¿A quién llamas anciano, mocosa insolente? –Le grito Inuyasha.

Escuchó algo romperse y vio la taza de Irasue en sus manos rota, pero ella aun tenía una sonrisa en la cara.

-¡Espera, Moroha, no corras! –Towa la siguió.

-Espérame, hermana. –Setsuna la siguió.

Ambas se detuvieron de golpe, se dieron la vuelta e hicieron una reverencia a los adultos. –Gracias por la deliciosa comida, familia Taisho. –Y luego se fueron.

Rin sonrió orgullosa. Y más al ver la boca desencajada del chico de piel bronceada. Sip, ella estaba disfrutando esto. Y por la mirada que le lanzaba Taisho, parecía satisfecho también.

Extraño.