Capitulo 9. "Primera Vez".
Después de la cena, Rin fue a buscar a sus hijas. El señor Jaken "Amablemente" la había acompañado a la sala de Cine, donde se encontraban viendo una película. Era un salón amplio con una enorme pantalla blanca, y un proyector de películas conectado a una laptop. Estaban viendo una película de princesas, y las tres estaban muy entretenidas con la trama.
Rin hizo una mueca, de niña también le encantaban los cuentos de Disney y películas de Hollywood donde los sueños se hacían realidad: la chica pobre se casaba con el amable, rico y apuesto príncipe, y se acababan mágicamente todos sus problemas. Pero después de su desastrosa entrada a la etapa adulta, entendió que solo era una bonita ilusión y esas cosas no pasaban en la vida real. Al menos no a ella. Pero, de nuevo, ella no era nadie para romperles la fantasía a sus pequeñas niñas.
-¿Qué estamos viendo? –Preguntó, sentándose en el amplio sofá de cuero que estaba detrás de las niñas que habían decidido sentarse en la alfombra mirando casi sin parpadear la pantalla.
-La Princesa y el Sapo. –Dijo Moroha con la boca llena de palomitas.
Bueno, esa era bonita y con lindo mensaje, por lo menos.
-¿Qué no acabas de cenar? –Preguntó curiosa al ver que la pequeña devoraba la bolsa de palomitas.
-Nunca se está lleno para palomitas. –Declaró fuertemente, mientras la apuntaba con un dedo.
-Shhh. –Dijeron las gemelas con un dedo en sus labios antes de volver a ver al villano prediciendo el futuro de los personajes.
Moroha hizo un puchero, pero siguió comiendo.
Al finalizar la película, Rin se debatía entre reír y deprimirse por que hasta entonces sus hijas notaron su presencia.
-Nunca me sentí tan ignorada. –Dijo haciendo un puchero.
Setsuna corrió a abrazarla, mientras Towa recogía los envoltorios de golosinas que habían dejado en el suelo.
-Deja eso, después vendrán a recoger. –Le dijo Moroha.
-Pero es de mala educación entrar a un cuarto y dejarlo peor de lo que estaba. –Dijo Towa con una mueca.
Rin sonrió, y pudo ver que la doncella a su lado parecía sorprendida y enternecida. Ella misma se sentía orgullosa de su pequeña.
-Setsuna, tu también dejaste la evidencia de tu crimen en la alfombra. –Dijo Rin con falso tono severo, mientras señalaba los envoltorios de dulces.
Aterrada, la niña recogió la basura y la escondió en sus bolsillos, fingiendo no saber nada.
Moroha miraba extrañada a las niñas y a Rin, pero igual recogió la bolsa ya vacía de sus palomitas.
Rin sacó a las niñas del cuarto y paso las siguientes horas jugando con las tres. La casa tenía un Gimnasio equipado para muchos tipos de deporte, entre ellos el Basquetbol.
Moroha era buena lanzando y Towa esquivando, pero Setsuna no daba una con las canastas... Al parecer ser 2 centímetros más pequeña que las otras dos si afectaba.
Miró como su pequeña lanzaba la pelota por enésima vez, y por enésima vez no entro en el aro.
Rin se preguntaba qué podía hacer para hacerla sentir mejor, pero hasta ese momento noto a dos grandes hombres en la puerta, mirándolos atentos. Eran similares entre ellos, tal vez gemelos también. Vestían trajes negros, zapatos negros, y tenían lentes de sol. Eran mucho más altos y grandes que cualquier otro hombre que conociera... Bueno, Taisho padre e hijo eran altos, pero no tenían tanto músculo.
¿Quiénes eran? ¿Qué estaban haciendo allí?
-Ellos son los asistentes del abuelo. –La tranquilizó Moroha. –Siempre que mis padres o la anciana no están aquí, ellos me cuidan, creen que soy tan torpe que me haré daño.
Towa y Setsuna se acercaron con las bocas abiertas, apenas y les llegaban a las rodillas.
-Que altos. –Dijeron ambas a la vez.
Rin se tapo la boca para ahogar la risita.
-¿Quieren jugar? –Dijo Towa ofreciéndoles la pelota.
El par de sujetos grandes solo la miraron.
-Niñas, dejen de molestar a los señores.
Las niñas hicieron un puchero, pero volvieron a jugar.
Rin saco su teléfono para revisar sus mensajes. Kagura le escribía que donde carajos se había metido. Al parecer, no la había escuchado y fue a su casa para llevarla a la dichosa fiesta, pero ella, evidentemente, no se encontraba en casa.
Mientras se comía la cabeza pensando en qué demonios iba a hacer con la imprudente de su amiga, escucho el grito de Setsuna. El teléfono cayó de sus manos del susto y miro a todos lados buscando a su bebé.
Ella estaba... En los brazos de uno de los grandes hombres, que la elevaba más allá de la altura de la cabeza del adulto, para ayudarla a encestar el balón. La niña probablemente había gritado de la impresión de haber sido elevada tan rápido a semejante altura. Sorprendentemente quedaba a la altura perfecta.
Setsuna parpadeo varias veces antes de sonreír y lanzar el balón. Aplaudió emocionada por lograr una canasta decente y cuando volvió a tener los pies en el suelo le sonrió al enorme hombre.
-Muchas gracias. –Sonriendo. Luego corrió hacia su madre. –Mami, ¿Me viste? ¿Me viste?
-¡Ahora me toca a mí! –Dijo Towa.
-¡Ni lo pienses, yo quiero! –Moroha se quejo.
Sonriendo, Rin se sentó en uno de los bancos mientras las niñas volvían a jugar y aquellos enormes hombres las ayudaban a encestar.
-Vaya, no pensé que ellos hicieran eso. –Escuchó una voz a su lado.
Rin miró a la persona que recién había entrado. Era la señora Kagome que tenía una sonrisa amable en su cara y miraba a donde su hija corría esquivando a sus contrincantes.
-¿Puedo sentarme? –Le pregunto amablemente. Rin se hizo a un lado para permitirle sentarse.
Kagome jugó con sus dedos y miraba a todas partes menos a la joven. Se notaba incomoda y nerviosa.
-Yo... Bueno... Quería disculparme contigo por las cosas que dijo Inuyasha en la cena.
-¿Eh?
-El estaba algo borracho, pero no es excusa, lo sé. Sé también que lamenta haber dicho esas cosas, pero el tonto es muy orgulloso para reconocer sus errores. –Dijo la joven mujer con una mueca de enojo. Rin sonrió, al menos se podía ver que ella era sincera.
-Gracias... Sé que tal vez por cortesía debería disculparme también, pero...
-No, no, no vine a exigirte disculpas, hiciste lo correcto, y me alegra mucho que te hubieras defendido. Más aún con unos suegros como lo son el señor Touga y la señora Irasue. Estoy segura que no aceptarían que su hijo saliera con una mujer que deja que le digan cosas horribles y solo agache la cabeza.
Rin quería decirle que le importaba un comino lo que esas personas pensaran de ella porque no tenía que demostrarles nada, pero tenía que fingir ser la pareja de Taisho mientras estuviera allí, así que no podía comprometer su tapadera.
-En parte creo que es por el rencor que tiene hacia su hermano que dijo esas cosas tan desagradables... Aunque no conozco bien a Sesshomaru, solo asistió a nuestra boda y ni siquiera se quedo a la fiesta, pero nunca me imagine que pudiera ser tan protector con alguien.
Rin se puso roja como un tomate. No era sobreprotector con ella, solo... Era parte de su papel, ¿No?, solo estaba tratando de demostrar que supuestamente no dejaba que insultaran a su supuesta pareja, ¿Correcto?
¿Correcto?
-Nunca la había visto tan risueña. –Dijo Kagome mientras veía a su hija echarse encima de Towa y reírse histéricamente cuando ambas cayeron en la colchoneta. –Casi no convive con niños de su edad, y no tiene a nadie con quien jugar. Su padre trabaja en la empresa y yo tengo también trabajo que hacer, así que casi no tenemos tiempo para verla. La meto en muchas actividades para que este siempre ocupada y tiene una niñera que la vigila, pero-
-Pero desearías darle más que eso, desearías pasar todo el tiempo posible con ella, enseñarle cosas, ser tú la que juegue con ella y disfrutar de cada segundo a su lado mientras puedas. –Termino Rin, mirando a sus hijas. –Conozco el sentimiento.
La mujer le sonrió dulcemente y miro a las gemelas. –Se ve que has hecho un gran trabajo con ellas, son muy lindas y amables.
-Hago lo que puedo. La pequeña Moroha es muy amable y es muy linda.
Las mujeres charlaron animadas sobre las aficiones de sus pequeñas mientras las niñas jugaron hasta quedar agotadas.
Una hora después, los dos fornidos Guardaespaldas llevaban a las gemelas en sus hombros camino a su cuarto, y la niñera de Moroha la llevo a su cuarto, a regaña dientes.
Rin entro al cuarto de las niñas, les dio un baño y les puso sus pijamas para que descansaran.
-¿Se divirtieron? –Pregunto una vez que las arropaba a cada una, por primera vez, en diferentes camas, eran bastante amplias así que no se preocupaba que se cayeran entre sueños.
-Sí, la comida estuvo rica, y Moroha es divertida. –Towa le sonrió.
-¿Mañana podemos nadar en la piscina? –Preguntó Setsuna saltando sobre su cama emocionada.
-Pero si no sabes nadar. –Rin la atrapó y volvió a acostarla.
La pequeña hizo pucheros pero sonrió al sentir un beso en su frente.
-Ya veremos.
Después de unos minutos, las niñas quedaron dormidas. Era normal, después de todas las emociones que tuvieron este día. Las observó dormir durante algunos instantes antes de cerrar la puerta y entrar a su cuarto. Estaba vacío.
Sin saber si estaba aliviada o decepcionada, Rin tomo ropa limpia y tomo una larga ducha. Se quedó por un rato cayendo por su cuerpo desnudo, y pensando en el hecho de que iba a compartir la cama con Taisho. Toda la noche.
Rin miro su cuerpo medio tenso por la idea y suspiro pesadamente. Esto era tan confuso. Más después de las palabras de la señora Kagome. Taisho era un hombre grosero, mandón y frío con cualquier ser viviente. Ella no podía estar emocionada por compartir la cama con él.
Molesta con su estúpido cuerpo, Rin se secó, se vistió, se secó el cabello con la secadora y camino de regreso al dormitorio.
Al principio, pensó que Taisho se encontraba todavía en otro sitio. Entonces vio una figura alta en el balcón.
Despacio, Rin caminó hacia la puerta, la abrió y salió a la noche.
Cuando el aire frio la golpeó, se abrazó a sí misma para mantener el calor. Estaba bastante cálido para Noviembre, pero no era lo suficientemente caliente para una capa delgada de ropa como lo eran sus shorts negros y su delgada blusa blanca que empezaba a creer que se transparentaría por la humedad y el frio.
Taisho tenía un cigarrillo en la mano. No volvió la cabeza.
Rin apoyó las manos en las barandillas del balcón, haciendo aun más evidentes la diferencia de altura que había entre ambos.
-Él realmente está enfermo, ¿Sabe? –Se dio cuenta de la rigidez sutil de los hombros de Taisho solo porque ella lo estaba observando detenidamente.
-Sí. –Dijo Taisho con la voz apagada. –Se está muriendo.
Rin no podía decir que estaba sorprendida. A pesar de que a su edad él hombre aun lucia increíblemente atractivo, y lucia tan sano y fuerte como un joven de 20 años, pudo notar varias veces en la cena como le costaba tragar la comida, respiraba agitadamente en algunas ocasiones y su piel morena se volvía ligeramente pálida antes de tomarse un montón de pastillas.
Taisho se encogió de hombros mientras daba una larga calada a su cigarrillo. –No hay amor perdido entre nosotros.
Rin miro a la luna creciente que se asomaba entre las nubes. –Cuando quedé embarazada, entré en pánico porque pensé que mi vida había terminado. Se lo dije a mis padres porque pensé que ellos me ayudarían, me apoyarían, me dirían que me amaban y que todo estaría bien. Su reacción me dejó bastante decepcionada: Mamá soltó un grito de horror y empezó a llorar, padre en cambio vocifero un montón de cosas ofensivas sobre mí y me encerró en mi cuarto todo el día. Ni siquiera me sentí en derecho de llorar, podía escuchar el llanto de mi madre desde la sala y pensé que era una miserable por hacerles esto. Cuando se me permitió salir de mi habitación, papá me dijo que había dos opciones...
-¿Opciones? –Preguntó, entrecerrando los ojos.
La vista de Rin se nubló. –Tenía en la mesa unos folletos de clínicas... –Se cayo un momento tratando de retener las lagrimas. –Dijo que mi error debía ser corregido, así que podían hacerme una cita de inmediato en la clínica más cercana... O dárselo a mi hermano.
Taisho no dijo nada, pero Rin noto la tensión en sus hombros.
-Él y su esposa llevaban años tratando de tener hijos. Así que si quería tener al bebe debía entregárselos apenas naciera. Mamá parecía inclinarse más por la última opción, papá prefería llevarme ese mismo día a la clínica... Y allí me di cuenta de que en realidad a ninguno le interesaba mi opinión... Todo lo que querían era que yo no trajera habladurías a la familia. Así que me encerré en mi habitación. Pensé mucho, incluso en que tal vez era mejor si mi bebé no naciera... Solo me traía problemas, a mí y a mi familia. –Una lágrima brotó de sus ojos. –Me arrepentí al segundo siguiente, sentí que me estaban envenenando la mente, orillándome a tomar decisiones que no quería en realidad. Ese día, llamé a Kagura, hice mi maleta y Salí de la casa. No he vuelto a poner un pie allí tampoco, según supe inventaron a los vecinos que yo estaba en un colegio en Europa estudiando. Les envié una foto de las niñas pero nunca me respondieron. La última vez que los vi fue en el funeral de mi hermano. Llevé a las niñas para que se despidieran de su tío, y toda la familia hizo un escándalo. Mi madre soltó un grito desgarrador y mi padre trato de echarme... Mi primo estuvo allí y me defendió para que no me sacaran. Al día siguiente papá me dijo que mi madre había caído en depresión y que trato de suicidarse con pastillas, por mi culpa... Dijo que yo fui la que debería haberlo hecho por haberlos deshonrado de esta manera...
Taisho no dijo nada, ni siquiera parpadeaba.
-A veces los odio. Por ser tan orgullosos, por ser tan crueles con sus propias nietas, y por odiarme por haber elegido hacerme responsable de lo que hice en lugar de tomar la ruta de escape que ellos querían que tomara. –Sentía la garganta cerrarse y tuvo que tragarse el nudo de rabia y tristeza. Respirando el limpio aire nocturno, inclino su rostro hacia arriba para sentir la brisa rozar su piel. –Pero aun así yo... Los quiero... Y los echo de menos... Mucho.
-¿Y su padre?
Rin casi dio un brinco al escucharlo, y más con ese tema. No le gustaba tocarlo con nadie.
-No lo sé. Quiero decir, ese día bebí mucho. Solo recuerdo que desperté en el departamento de un extraño, y él estaba en la ducha. Me asusté mucho, así que tomé mis cosas y dejé una nota de disculpa en su mesita de noche... Yo nunca había echo eso, y me dolía mucho el cuerpo, así que supongo que entre en pánico. Cuando supe del bebé, pensé que debía por lo menos decirle. Recordé el lugar por el recorrido del Uber que tome ese día y fui allí. Naturalmente no me dejaron entrar al edificio, tenía un portero muy gruñón. Le di una nota para la persona del departamento de que tenía que hablar con él y que lo vería en la cafetería de enfrente. Esperé por más de 3 horas. Al principio creí que no había llegado, luego que tal vez estaba tratando de asimilarlo... Cuando me di cuenta de que no iba a venir, decidí dejar las cosas así. No quería a alguien así para mi bebé de todos modos. Mi punto es que a veces como padres hacemos cosas esperando que sea lo mejor para nuestros hijos, y a veces... Solo somos humanos.
Taisho no dijo nada.
En algún lugar en la distancia, una lechuza ululó.
-Él es su padre. –Dijo Rin.
Taisho apago el cigarrillo. –Yo no te traje aquí para que me pudieras dar una conferencia sobre la importancia de la familia. –Su voz era dura. Estaba irritado.
-No, usted me trajo aquí para molestar a sus padres y demostrar su punto. ¿No cree que es algo desagradable?
-Ninguno de ellos es una víctima. Y morir no hará menos graves sus faltas.
-No lo hace. –Rin estuvo de acuerdo.
-Y tú no sabes nada de nuestra relación.
-Tiene razón. No sé nada. Ya hemos establecido que solo soy una idiota de cara bonita.
Taisho se giro hacia ella. Rin podía sentir el calor de su mirada, incluso en la oscuridad de la noche.
-Eres increíblemente molesta. –Dijo Taisho antes de tomar la barbilla de Rin para alzarla y estampar sus labios juntos.
Varios minutos después, Rin abrió los ojos y dijo: -Esto es molesto también. Estás usando eso de mis labios sensibles en mi contra de nuevo.
Taisho la beso otra vez y todo se volvió mareado, caliente y abrumador.
Algún –No identificable– tiempo después, Rin abrió los ojos de nuevo y se encontró tirada en la cama. Desnuda. Y Taisho estaba lamiendo su pezón con avidez.
-Espere... No... –Jadeó al sentir la lengua torturando su pequeño botón. –No vamos a... Oh Dios... Tener, sexo.
-Por supuesto que no lo haremos. –Taisho le dio la razón. Él estaba desnudo, también.
La mirada aturdida de Rin paso de su larga cabellera platinada rozando su pecho, a los anchos hombros, al densamente musculoso pecho y tenso estomago, antes de clavarse en su dura polla roja.
Sintió su boca hacérsele agua. Sintió ganas de agacharse y meterlo a su boca.
-No. Enserio. –Rin intentó de nuevo, pero soltó un gemido agudo cuando Taisho adentró su dedo largo en ella. Kami. –No puedo... No...
Taisho movió su dedo adentrándolo un poco más antes de retirarlo y abrir las piernas de la muchacha.
Rin se tensó.
Taisho acarició sus muslos, con sus manos fuertes y grandes, tan suaves y tan buenas.
-Ni siquiera lo piense. –Rin logró decir.
-Solo descansa y disfruta, Jundo.
Rin se removió nerviosa. –Como si yo no supiera cuáles son sus malvadas intenciones. Usted quiere meterla en mí.
Los ojos de Taisho parecían oro fundido, cuando encontraron los suyos.
-Sí, lo quiero. Antes de que la noche haya terminado, tú estarás rogando por ello también.
Rin resopló, mirando la dura longitud del albino. Trato de cerrar las piernas, bastante nerviosa. –No quiero esa cosa cerca de mí.
-Ya veremos. –El dedo de Taisho volvió a entrar en ella haciéndola gemir y soltar lagrimas de puro placer. –Creo que lo harás. Y te verás muy bonita en mi polla.
Rin se sonrojo.
-¡N-no diga esas cosas! ¡Taisho No Baka! Mandón y–
-Deja de fingir que no lo disfrutas. –La mano libre de Taisho acaricio su muslo de nuevo. –Te gusta tener a alguien a cargo de ti. Te gusta no tener que ser responsable por una vez y solo dejarte llevar.
Rin abrió la boca para protestar, pero ella no podía negarlo. A su cuerpo parecía gustarle mucho el autoritarismo de Taisho. –Eso no significa que quiero su polla dentro de mí. No hay manera de que quepa.
La sonrisa que Taisho le lanzo no debió haberla calentado tanto. – Cabrá, no te preocupes. –Los ojos de Taisho parecían aturdidos por la lujuria, mientras vagaban por el cuerpo desnudo de Rin. –Tengo que follarte. Cuanto antes mejor.
Rin se humedeció los labios. –No lo creo.
-Date la vuelta. –Dijo Taisho.
-Yo...
-Date. La. Vuelta. –Dijo Taisho de nuevo, en el mismo tono de voz que utilizaba en clases. Otra oleada de excitación sacudió su sensible feminidad que parecía palpitar por la idea.
Giro sobre su estomago, cerró los ojos y se dijo que podía parar a Taisho si las cosas se ponían demasiado extrañas. Ella podía.
Unas grandes manos acariciaban su trasero antes de que algo húmedo y suave tocara su muslo.
Rin se tensó. -¡Espere!
-Relájate, te gustará. A todas las mujeres les gusta. –Taisho rio oscuramente. –No te preocupes, no te volverás una pervertida.
Rin se encontró sonrojándose. – Es que... Yo tome una ducha, y estoy limpia pero...
El cuerpo de Taisho se puso sobre ella, haciéndola jadear al sentir esa piel caliente y dura tocando la suya propia, sensible y hambrienta de contacto. La respiración se le paralizo cuando sintió un cálido aliento en su oreja, y su masculina voz le susurró. –Tú tienes un hermoso cuerpo. No tienes por qué avergonzarte. –Taisho beso su cuello, su espalda, lamiendo su columna hasta la cadera, haciéndola vibrar de deseo, hasta morder uno de sus glúteos. –He querido hacerte esto durante mucho tiempo.
La lengua de Taisho se adentro en ella y succiono, y el cerebro de Rin perdió la batalla.
La lengua de Taisho siguió su faena, anhelante, jugando con sus sensibles labios antes de volver a entrar en ella, Rin gimió, abriendo más las piernas en contra de su voluntad.
Kami-sama, nada debería sentirse así de bien.
La lengua de Taisho seguía lamiéndola como si no hubiera un mañana, solo separándose para que Taisho mordiera la piel de sus muslos y glúteos. La lengua de Taisho trabajo en ella lentamente, torturándola, separando los pliegues, persuadiéndola de que se relajara, deslizándose lo más profundo que podía. Devorándola.
Se sentía sucio y malo, pero Rin soltaba ruiditos inhumanos que sonaban vergonzosamente a sollozos, moviendo más rápido sus caderas al ritmo de la estimulación oral.
-Más. –Jadeó hasta que su cuerpo estaba de rodillas, las piernas abiertas y la cabeza colgando. Era su profesor el que estaba dándole tal placer.
El pensamiento mandó una oleada más fuerte de excitación que la hizo gemir aun más vergonzosamente por el simple roce de los dedos masculinos en su piel. Pero no era suficiente.
Estaba híper sensible, su pequeña entrada pedía algo duro a lo que aferrarse.
Se movían juntos, con esa lengua perversa tratando de profundizar más en ella con cada empuje hacia el frente. La lengua de Taisho no era lo suficientemente grande, no podía llegar lo suficientemente profundo, y Rin necesitaba más. –Más.
Taisho se aparto de ella, haciéndola quejarse, hasta que sintió un par de dedos resbaladizos masajeando su entrada con un movimiento circular.
Tenía dificultad para pensar, su cuerpo actuaba por su cuenta, empalándose a sí misma en los dedos de Taisho.
Taisho empujo los dedos dentro, uno, luego otro abriéndola y preparándola para lo que seguía. Rin termino en cuanto uno de los largos dedos rozó ese pequeño botón y cayo rendida, tratando de recuperar el aliento. Esto era mucho mejor que nada que había sentido antes. Pero algo le decía que no era suficiente. Taisho jugó un poco más con la lubricación natural antes de sacarlos de nuevo.
Rin jadeo en protesta, sintiéndose vacía y alerta, esperando por más.
Escucho el sonido de un envoltorio desgarrándose. Eso debió enfriarla, hacerla entrar en pánico, pero ella ya estaba más allá de su razón. Estaba tan vacía, tan ansiosa.
Taisho volvió a ponerla boca arriba. Se alineo a si mismo entre sus piernas, sus ojos vidriosos por el deseo.
Rin lo abrazó del cuello tratando de relajarse mientras la gruesa punta lentamente comenzaba a estirarla. Se sentía a si misma estirarse, quemándola, mientras Taisho se hundía lentamente en ella, su parte inferior ardía debido a la intrusión.
Rin sollozó cuando Taisho estaba completamente en su interior. Soltó su cuello para arañar sus brazos, sus muslos temblaban al igual que sus piernas. Dolía. Por supuesto que dolía. Taisho tomo una respiración profunda, sus músculos rígidos bajo los dedos de la joven.
El cuerpo de Taisho-sensei estaba tenso como una cuerda, mientras luchaba para mantenerse controlado. Pero en sus ojos podía ver que todo lo que quería era abrir sus piernas, echarlas a los hombros y enterrarse en ella como un salvaje.
Los ojos de Rin se cerraron, su boca se abría y cerraba mientras tomaba grandes bocanadas de aire. Estaba prácticamente empalada en la gruesa polla de Taisho, placer mezclándose con el dolor mientras sentía estirarse hasta su límite.
Se sentía tan llena, la gruesa y dura longitud dentro de ella en todas las formas correctas.
Todavía le dolía un montón, creando una exquisita agonía que hacía que su entrada se aferrara mas a él.
La sensación de plenitud era satisfactoria de una manera que no podía explicar.
-Estoy bien. –Dijo Rin, y para su sorpresa, lo estaba.
La intensidad, la sensación de vulnerabilidad, estaban derritiéndole el cerebro y haciendo cosas extrañas a su cuerpo. Y ella quería...
Taisho comenzó a moverse. Rin solo podía gemir vergonzosamente mientras el extraño-intenso placer empezó a recorrer todo su cuerpo.
Taisho mordió su cuello mientras se hundía en ella, duro, y Rin gritó, sus uñas enterrándose en la espalda de Taisho.
-Oh Dios... Oh Dios... –Rin murmuro entre palabras inentendibles y sonidos vergonzosos, mientras Taisho embestía dentro y fuera, jodiéndola enserio ahora.
Todavía le dolía, pero Rin solo podía concentrarse en el intenso placer enloquecedor que se construía en su interior. Ya le dolía todo el cuerpo, mientras Taisho se enterraba más profundamente en ella, pero aun no era lo suficientemente profundo, nunca tenía suficiente, y era bueno, perfecto, jodidamente perfecto.
Echando la cabeza hacia atrás, Rin se mordió los labios mientras Taisho tomaba sus piernas y las pegaba a su pecho, doblándola por la mitad, haciendo que su duro miembro se moviera en un ángulo que la hizo ver estrellas.
Taisho se quedo observándola antes de ponerse a su altura y besarla al ritmo de sus embestidas, su lengua invadiendo su boca, y todo lo que Rin pudo hacer fue corresponder y dejarse llevar.
Perdió por completo la noción del tiempo y la cuenta de todas las posiciones en las que el hombre la había puesto, todo su cuerpo concentrándose en Taisho, Sesshomaru, su boca caliente, su polla, sus manos acariciando todo su menudo cuerpo.
Rin ni siquiera hablaba más, solo gemía y movía las caderas desesperada por más contacto. Su entrada apretando la polla de Taisho mientras el albino se movía de manera más salvaje a cada minuto, besando el cuello y clavícula de Rin.
Estaba a punto de venirse por enésima vez esta noche, pero Taisho no la dejó. Rin podía sentir el musculoso cuerpo tensándose, su polla sin darle tregua, tomando su aliento, su cordura y sus inhibiciones.
Rin gimió hundiendo los dientes en el cuello de Taisho. –No puedo más, basta, por favor. –Sollozo de placer.
-Tú puedes. –Taisho dio una serie de empujes crueles contra su estrecha entrada, sus dedos aferrando cruel las caderas femeninas. –Vamos.
Y Rin se vino, su cuerpo doloroso mientras otro delicioso orgasmo la dejaba al borde de su cordura. Taisho se estrelló contra ella un par de veces más antes gemir y correrse muy quieto encima de ella.
Rin yacía inerte debajo de él, su cuerpo todavía trataba de recuperar el aliento y energía, y replicando y temblando con pequeñas descargas en su cuerpo.
Se sentía a la deriva, soñolienta, sintiéndose cálida, bien y muy satisfecha.
Lo último que sus ojos captaron antes de cerrarse para descansar, fueron los ojos dorados que la miraban con un sentimiento que no podía descifrar, cerró los ojos, olvidándose de todo y de todos.
Sintió el cuerpo de Taisho envolverla y lo último que escucho fue el sonido de su respiración en su oreja.
