Capitulo 10. "Irasue".
Cuando Rin despertó, estaba sola. A juzgar por la luz que entraba por la ventana, eran alrededor de las 8 de la mañana. Bostezando, se incorporó y estiró, tratando de ordenar sus pensamientos, hace siglos que no dormía tanto, y tan cómodamente.
Los sucesos de la noche anterior parecían bizarros y surrealistas. Si su cuerpo no estuviera adolorido y su zona íntima no ardiera como el infierno, ella hubiera pensado que solo fue un sueño. Un muy caliente y vívido sueño.
Pero no fue un sueño.
Había tenido sexo real con Taisho. Taisho había echo lo que quería con ella anoche. Mirando alrededor, sintió una sensación de Deja Vù que la puso un poco ansiosa.
Lamiéndose los labios, Rin se incorporó para ponerse de pie, pero una nueva oleada de dolor atravesó su cuerpo, haciendo un quejido, que sonó más al chillido de un pequeño conejo. Se acercó al espejo, cubriéndose el pecho con la sábana blanca.
Estaba cubierta de moretones.
Se quedo viendo los hematomas en forma de dientes en su cuello y pecho, retiró las sábanas para observar que también tenían forma de dedos en sus caderas y muslos. Trataba de decidirse si debía entrar en pánico por esto o no.
Ella lo estaba, un poco, pero no a causa de la situación. Claro, ella nunca pensó tener sexo con alguien en particular, pero el sexo en si no le molesto demasiado, al menos no al punto de entrar en pánico o estar como una chiquilla de secundaria fantaseando por haber perdido la virginidad.
Bueno, ella no había precisamente perdido eso, pero se sentía muy similar. Había sido criada con la idea de que una mujer debía guardarse para el matrimonio, y que cualquiera que no lo hiciera era una zorra. Pero dado que sus padres la habían echado, su hermano estaba muerto, sus familiares fingían que no la conocían y su mejor amiga era la mujer más liberal que hubiera conocido en su vida, no había nadie para juzgarla. Al menos nadie que le importara.
Lo que molestaba a Rin era el hecho de haber tenido relaciones sexuales con Taisho-Sensei. Esto no era parte del trato.
Claro que el peli plateado había sido mandón, y estaba decidido a meterse entre sus piernas, pero ella bien pudo decirle que no. Podría fácilmente haberlo detenido. Negarse y salir corriendo a refugiarse al cuarto de sus hijas.
Pero no lo había echo, eso era lo que la enloqueció. Por no mencionar la intensidad del sexo que había sido casi aterradora.
Aterrador, en el buen sentido de la palabra.
Mordiéndose el labio, Rin pasó un dedo por la marca en su cuello, su piel se estremeció. Dolía, pero eso la hacía sonrojarse en vez de horrorizarse. La puerta del baño se abrió de repente y Rin saltó un poco.
Taisho salió del cuarto de baño, arreglándose las mangas de la camisa. Se detuvo al ver a Rin, y ella tuvo que cubrirse hasta el cuello con la sábana, bastante avergonzada. Se dijo a si misma que no fuera estúpida, no tenía nada que Taisho no hubiera visto anoche.
Algo cruzó por el rostro de Taisho antes de que su expresión se pusiera más fría, sus facciones volviéndose frías y distantes. -¿Cuánto quieres?
-¿Qué?
-¿Cuánto quieres por lo de anoche?
Rin abrió los ojos como platos y un jadeo se atoro en su garganta, luchando por no dejarlo salir.
-¿Cuánto quiero? –Se enorgullecía de lo tranquila que sonaba su voz.
Taisho rodeo la cama para tomar su teléfono celular de la mesita de noche del lado contrario de donde estaba ella. –Sí, dime tu precio.
Rin miró su amplia espalda. –Precio...
-Sí, el precio. –Dijo Taisho, con un toque de desprecio en su voz. -¿Por qué te hez tan difícil comprenderlo?
Su estomago apretándose con las nauseas y sus ojos picando por las lagrimas, Rin se envolvió más con la sábana, ignorando las quejas de su cuerpo por la rudeza con la que se estaba moviendo.
Quería darse un baño. Se sentía sucia. Pero no iba a ir desnuda por el cuarto.
-Cinco mil. –Eso tenía que hacerlo enojar, ¿Verdad?
Una pausa.
-Bien.
Aparentemente no.
Rin se hubiera reído, si su estomago no le doliera y su garganta no se sintiera tan rasposa, haciéndola sentir enferma.
Sin decir otra palabra, camino hacia el baño y cerró la puerta y puso el seguro.
Cerrando los ojos, se recargó en la madera. Estaba fría contra su espalda desnuda.
. . .
Después de una larga ducha caliente, donde ella tallo tan fuerte los moretones tratando de borrarlos, dejando marcas rojas, su cabeza estaba más clara.
Para cuando Rin salió del baño, ya sabía lo que tenía que hacer. Envolvió su cuerpo con unas toallas limpias y abrió la puerta, pero Taisho ya no estaba en la habitación. La cama ya estaba perfectamente tendida y una taza de café estaba sobre el escritorio. Rin estaba a punto de llamarlo, pero notó el costoso teléfono cargándose en la mesita de noche.
Suspirando, encendió su teléfono mientras se vestía con ropa limpia. Casi le daba un infarto al ver que tenía 50 llamadas perdidas de Kagura, su correo de voz lleno, y un millón de mensajes de texto en todas sus redes sociales.
Cuando el teléfono sonó de nuevo mostrando la foto de su amiga, contesto casi por accidente.
-Moshi-no...
-¡ESTUPIDA! ¡¿Tienes una jodida idea de lo preocupada que estaba?! No respondes mis mensajes, te llamé toda la noche... ¡Estuve a punto de ir con la policía! ¡Más te vale que tengas una maldita buena excusa!
Rin se pellizco el puente de la nariz. No quería lidiar con esto ahora, pero Kagura la había apoyado toda su vida, y la quería lo suficiente para asustarse de esta manera por no responder una vez. Se acostó en la cama y miraba al techo mientras respondía.
-Lo siento, Kag. Me llamaron por qué un amigo de mi jefe solicitaba personal para este fin de semana en un hotel a las afueras de la ciudad. Pagaban bien, me ofrecieron comida y hospedaje y libertad de llevar a las niñas, así que no podía decir que no. No te llame porque estuve ocupada toda la noche y cuando revise mi teléfono ya no tenía batería. Lo siento, no quise preocuparte.
Hubo silencio en la línea. Rin odiaba mentir, pero no quería decirle esto a Kagura, mucho menos por teléfono. No sabía cómo reaccionaría si se enteraba de la verdad, pero no correría riesgo.
Un suspiro se escuchó en la línea.
-Con que era eso. Gracias a Kami. Pensé que te habían secuestrado, o que tu padre te había encontrado, o que se yo... Tuve muchos pensamientos aterradores. Este susto me quitó 10 años.
-Lo siento, Kag, prometo avisarte la próxima vez.
-Más te vale, o te meteré un rastreador en tu lindo trasero para saber siempre dónde estás.
Rin rodo los ojos y se rio ante las estupideces de su amiga.
-De acuerdo, promesa.
-Iré entonces a decirle a papá que te encontré, que estás bien, y que deje de molestar al Servicio Secreto para que te busque.
-Exagerados.
-No, lo que pasa es que te amamos, tonta.
-Yo también los amo... Dile a tú papá que iremos a visitarlo el siguiente Fin de Semana.
-Anotado, bueno, te dejo trabajar.
Colgó, y se sintió una horrible persona por mentirle. Esto no era fácil, nada era fácil, pero mentir solo alargaría la inevitable situación.
Suspirando, se tomo su café de un trago y salió a ver a las gemelas. Towa estaba dormida tranquilamente en su camita.
La cama de Setsuna estaba vacía.
Rin miro bajo la cama, dentro de los armarios, y en el baño de la habitación, llamando a su hija en susurros para no despertar a la pequeña de cabello blanco.
Setsuna no estaba en la habitación.
Entrando en pánico, salió corriendo del cuarto, cerrando la puerta con cuidado para no despertar a Towa, y empezó a buscar a su bebé.
-¡Setsuna! –Abría las puertas que encontraba, doblaba por los pasillos tratando de encontrarla. ¿No le había dicho que no fuera a explorar sola?
¿Qué tal si esta era como la mansión Winchester y se perdía dentro para siempre? ¿O la casa estaba embrujada y los fantasmas se llevaban a su bebé?, o peor aun... ¿Qué si trabajaba aquí algún enfermo pervertido que quería abusar de su niña aprovechando que estaba sola?
-¡SETSUNA!
Después de 15 minutos vagabundeando, Rin se dio cuenta de que no tenía ni la menor idea de donde estaba. Esta parte de la mansión era completamente desconocida para ella, y no había podido encontrar ningún sirviente que la ayudara.
La mansión era casi inquietantemente tranquila. El lugar era lujoso, pero se sentía como un museo, no como la casa de alguien.
Rin se pregunto cómo sería crecer aquí, y un escalofrió recorrió su espalda. No, tampoco quería imaginarse a sus niñas creciendo aquí. Volvió a gritar el nombre de su hija, pero no tenia respuesta.
Entrando en otra habitación, Rin se quedo inmóvil al ver a Irasue sentada detrás de un enorme escritorio, custodiada por un par de guardias diferentes a los de la noche anterior.
-Lo siento. –Dijo Rin, dando un paso atrás. –No era mi intención...
El enorme ventanal tras de la silla con forma de trono le hacía dar un aire de poder y dominación a la mujer.
-En realidad, yo quería hablar contigo, cariño.
-¿Conmigo? –Rin la miro desconfiada, pero regresó dentro de la habitación.
-Ciertamente. Toma asiento.
Rin caminó, y se sentó en una silla frente a la mujer y esperó.
La mujer de cabellos blancos hizo un gesto con la mano para despedir al par de hombres, que salieron de la oficina, cerrando la puerta.
El silencio se extendió a medida que el tiempo pasaba y ambas se miraban. Nuevamente, Rin estaba sorprendida de lo parecidos que eran la señora Irasue y Taisho-sensei. Al parecer en esta familia envejecían muy bien. El señor Touga Taisho también se veía muy guapo para su edad, ¿Así se vería Taisho en unos 30 años? No es que ella estaría allí para verlo.
-¿Quieres una taza de té?
-No, gracias. –El té le provocaba dolor de cabeza y con esta mujer aquí, no creía necesitarlo a menos que quisiera tener migraña.
Otro silencio incomodo. Rin empezó a mover su pie ansiosamente.
-Señorita Jundo. –Dijo Irasue finalmente, cuando Rin se negó a bajar la mirada. -¿Por cuánto tiempo a estado en este circo de relación con mi hijo?
Rin tuvo que recordarse a sí misma que la mujer no sabía de los verdaderos motivos de su visita. Ella no debería estar discutiendo con su "Suegra".
-Menos de un mes, señora Irasue.
-Ah, eso hace que esto sea más fácil. –Irasue tomo un estuche de caoba con unos preciosos detalles dorados, y el nombre de "Aurora Diamante Fontaine Pen" en caligrafía resaltaba. Del estuche saco una pluma que estaba cubierta de diamantes, que rogaba que fueran imitación o falsos, y lo que parecía platino. Al abrirla, por supuesto el plumín era de oro, y en medio de esta tenía el escudo familiar que era una luna Creciente con gemas purpura... Dios santo, esa cosa debería costar más que toda la calle donde vivía.
La mujer le sonrió con altanería mientras escribía algo en un pedazo de papel y luego de guardar cuidadosamente el objeto, deslizo el papel sobre la mesa hacia Rin.
-Creo que esta sería una compensación justa por poner fin a su asociación con mi hijo.
Rin miro el papel, y luego se le quedo mirando a la mujer.
-Creo que me siento halagada de que me valore tan altamente, señora Irasue. –Dijo y se levantó. –Gracias, pero no, gracias.
-Eres una tonta, niña. –Dijo la mujer con una mirada desdeñosa. –Él va a botarte dentro de un par de semanas a lo mucho, siempre lo hace.
-¿Cómo sabe eso? –Se suponía que Taisho no la había visto en 15 años.
Irasue se burló. –Por favor. Puede que ya no viva bajo mi techo, pero eso no cambia el hecho de que sepa todo lo relacionado con mi amado hijo. Lo sé todo sobre él. Cada juguete que tuvo y tiró. Por supuesto que hubo chicas persistentes y, o, ambiciosas, pero todo el mundo tiene un precio.
Cuando entendió el significado de esas palabras, Rin se sentía mal del estomago.
-No puedo creerlo. ¿Él sabe que usted les pagó a sus novias para que se alejaran?
Irasue levanto una ceja. –Por supuesto que sí. Es mi hijo. Él no es tonto, excepto por su insistente obstinación por no querer tomar su lugar en la familia y aceptar sus responsabilidades como el hijo heredero que debe ser.
Sacudiendo la cabeza, y mordiéndose la lengua para no decir todo lo que quería salir de lo más profundo de su alma para recriminarle la horrible crianza que le había dado a su hijo, Rin se dio la vuelta y camino hacia la puerta. Una pared sería un objeto más razonable al que hablarle que esta mujer.
Cuando abrió la puerta, la voz de Irasue la detuvo. –Nombra tu precio, querida. Todo tiene un precio.
-No todos lo tenemos, que tenga un buen día.
Rin salió y cerró la puerta.
Todo el mundo tiene un precio.
Así que estos eran los valores que esta gente Snob les enseñaba a sus hijos. Rin no sabía a quién de ellos tenerle más lastima en este momento.
De Taisho. Su madre. O ella misma.
Negó con la cabeza. Esto ya era demasiado. Salió corriendo de allí. Estaba harta.
-¡SETSUNAAAAAAAAAAAAAA!
